Poniendo el énfasis en los vínculos afectivos del protagonista y en el amor entre dos hermanos más que en las dificultades existenciales que provoca la discapacidad, Caíto es un lúcido y profundo disparador acerca de estas problemáticas. Esta docu ficción del intérprete Guillermo Pfening, quien participa en el film haciendo de sí mismo, se ubica en un lugar diferente en su tipo. Precisamente el propio Pfening se desdobla en las escenas documentales y en las recreadas ficcionalmente, al igual que el muchacho que le da título al film, convincente al hacer de sí mismo pese a su inexperiencia. Distintos actores personificarán otros roles de ese universo pueblerino, como en los casos del padre de ambos hermanos, compuesto –inesperadamente- por el cineasta Juan Bautista Stagnaro y la kinesióloga, a cargo de Bárbara Lombardo. Otros personajes entran en el terreno de la pura ficción, como la encantadora Anita de Franca Licatta, Romina Ricci como la madre y la muy sexy Susuki de Marinha Villalobos. La trama paralela se entrelazan bien en la película, arribando a un desenlace en el que ambos mundos coexisten, en este inteligente debut de Pfening, que no se desborda al exponer en imágenes algo en lo que está íntimamente comprometido. Caíto, utilizando la recreación como atrayente instrumento narrativo, logra conmover, aunando su buena manufactura con la emotividad.
Plasmada con impecable destreza por el notable cineasta Paul Greengrass, Capitán Phillips es una narración lineal de una intensa historia verídica en alta mar, y no mucho más que eso. Se trata de un hecho que tuvo lugar en 2009, en el que el MV Maersk Alabama se convirtió en el primer buque de carga estadounidense en ser secuestrado en doscientos años. El Capitán Richard Phillips, totalmente inexperto en enfrentamientos armados, tuvo que enfrentar prácticamente solo el secuestro de su navío por parte de piratas somalíes, y después ser el único rehén de sus atacantes en un pequeño bote acorazado, donde transcurre gran parte de la trama. Lo verdaderamente excepcional del film hay que buscarlo en su realización, en la que queda a las claras que fue rodada en el océano, con naves y vehículos de transporte acuático reales y con una casi nula utilización de efectos especiales y recreaciones digitales. Tan sólo un puñado de escenas transcurren en tierra firme, el resto de la película se desarrolla en aguas marinas, y el desafío técnico llevado adelante por sus artífices comprometió a la producción y especialmente los actores, que debieron interpretar sus papeles en espacios reducidos y hasta dentro del mar. En ese sentido Capitán Phillips guarda un realismo extraordinario, a la vez de mantener una tensión realmente angustiante. Greengrass, responsable de dos de los films del agente Bourne y de Vuelo 93 priorizó la verosimilitud por sobre cualquier otra cosa, logrando una pieza que atrapa en todo momento, aún a pesar de su extensión, pero que no deja demasiados resquicios para hacer algún otro tipo de formulación. Queda claro, sí, que pese a ser un film claramente norteamericano, los villanos no son sólo los desfallecientes piratas somalíes, sino los propios correligionarios del Capitán, que presuntamente desean rescatarlo. El sacrificado trabajo de Hanks es encomiable, pero los cuatro actores debutantes que interpretan a los somalíes ofrecen caracterizaciones fuera de serie, física, corporal y dramáticamente.
En una película a la vez distendida y arriesgada, Roberto Maiocco desgrana en Romper el huevo buenas ideas y un sentido del humor que sostiene con ingenio las visicitudes de la trama. Médico de profesión, supo hacer una notable semblanza de un sufrido y tenaz residente en ámbito hospitalario en Solo gente, con una gran labor de Pablo Echarri, en un momento en el que sólo se lo consideraba un galán. Luego se internó en el drama de la desocupación con toques de ternura en Un minuto de silencio, y aquí recurre a otro protagonista inesperado, el músico y humorista Hugo Varela, que tuvo una gran responsabilidad sobre sus espaldas, a veces franqueada y otras no tanto. En Romper el huevo, cuyo título alude a salir del cascarón y afrontar la vida, el tema de la adopción es un tópico esencial. El protagonista recibe a un niño que espera desde hace doce años justo el día en que descubre que padece una enfermedad terminal, idea agridulce en extremo y algo compleja psicológicamente en la que el realizador trata de mantener el equilibrio como un malabarista. No alcanza de todos modos a resolver algunos problemas narrativos, pero el agregado de situaciones y personajes absurdos muy creativos le otorgan al film un disfrutable condimento extra. Las buenas participaciones de Tony Lestingi y Ágata Fresco aportan rigor actoral al film, que cuenta con coloridos y apropiados apuntes musicales de Martín Bianchedi.
Plasmando otra obra magistral, tal como lo hiciera con Niños del hombre, su anterior y algo ya lejano film, aunque sin las alegorías y hondas visiones de la condición humana que contenía ésta, al mejicano Alfonso Cuarón ya se lo puede considerar uno de los mejores realizadores del planeta. Y a propósito de este último término, es probable que en Gravedad se encuentren las imágenes más asombrosas y bellas de la Tierra desde el espacio vistas en el cine, sólo una parte más de la enorme cantidad de estímulos visuales que propone en forma permanente esta nueva obra del director de Y tu mamá también. Su título en realidad tiene más que ver con la falta de gravedad que con su presencia, por eso se puede considerar deliberadamente ambiguo, para un film que, al contrario de Niños del hombre no tiene una trama con grandes alternativas ni mucho menos demasiados diálogos, elementos de los que no precisa en lo absoluto. Porque Gravedad, entre 2001, Apollo 13 y Jinetes del espacio, basa más su contenido en lo visual que en lo textual, y narra su concisa historia con el poder de la imagen y el sonido, o a veces la ausencia del él, en la inmensidad del silente espacio. Aunque también intervenga, como un ingrediente expresivo singular, la notable música de Steven Prince, que en los momentos culminantes desborda la pantalla y los sistemas de audio. En lugar de contar nada, es mejor afirmar que se trata de una experiencia única, ubicada en un contexto en el que la tensión se acentúa ante lo desconocido –sin necesidad de apelar a ningún alien, ET, o ejemplar semejante-, y que sólo debería ser apreciada en una sala de cine para aprovechar en toda su dimensión la expresividad y el meticuloso trabajo de la imagen, en un 3D aplicado de manera excepcional. Sus asombrosos logros técnicos quedan expuestos desde el formidable y climático plano secuencia que abre el film, y la interpretación de Sandra Bullock quita el aliento, ese que escasea en varios de sus pasajes. George Clooney no es aquí protagonista, es sólo –y nada menos que- un impecable partenaire de lujo. Con o sin gravedad, cine en su máxima expresión.
Con sólo dos –sorprendentes- películas, ambas futuristas, el sudafricano Neill Blomkamp ya se ha transformado en un especialista y acaso referente dentro del género, más que nada por su estilo personal. El cineasta aprecia combinar la ciencia ficción con la denuncia, incorporando lucha de clases, discriminación, opresión, desigualdad y grupos poderosos que sojuzgan a los más débiles, temática que predomina en su nueva pieza, Elysium. Está claro que esta formulación quedó mucho mejor expuesta en Sector 9, obra cuyo género alguien rebautizó como ciencia social ficción, una extraordinaria alegoría acerca del racismo y el apartheid sudafricano. Ese film le permitió a Blomkamp acceder a su segundo film con mayores posibilidades expresivas e intérpretes más renombrados, aunque en este caso haya tenido que adaptarse un poco a los mandatos hollywoodenses, como el hecho que sólo un hombre blanco (Matt Damon) pueda contra todo, incluyendo sistemas infranqueables, duros enemigos y un villano de fuste y muy sádico como el que compone Sharlto Copley. A lo que habría que sumar algunos pasajes del guión poco trabajados y personajes que no hablan español de la mejor manera, un aspecto que, a esta altura, ya no se puede disculpar. Más allá de estos detalles Elysium cumple con creces a la hora de plasmar en imágenes elementos clásicos y no tan clásicos del género, que en este segundo caso la acercan a tendencias estéticas y visuales más modernas de otros exponentes recientes como Oblivion o Después de la tierra. Damon, como un obrero al que le quedan cinco días de vida y que debe intentar llegar a un paraíso de la opulencia llamado Elysium, pone lo que hay que poner para darle intensidad y credibilidad a su rol, acompañado por un elenco sólo correcto a excepción del mencionado Copley. Notable la música, lo mismo que la imaginería visual puesta en juego.
Creación del historietista Akira Toriyama, Dragon Ball es un ícono de la infancia de los que tienen entre veinte y treinta años. Dragon Ball Z es una vuelta de tuerca del primero, que aquí vuelve al cine luego de más de una década en una versión desarrollada por su autor original. Este popular animé no tiene la complejidad de una serie como Akira, o la belleza artistica y alegórica de una pelicula de Hayao Miyazaki, pero las aventuras de Goku y sus amigos recorriendo el mundo en busca de místicas esferas que cumplian deseos a quien las reuniera, desairando al malo de turno, fueron una referencia para una generación. Los personajes de Toriyama contaban con un variado abanico, y en el caso de Dragon Ball Z la batalla de los dioses interviene Bills, el Dios de la Destrucción –con un intencionado aire de trazo egipcio-, que mantiene el universo en equilibrio y despierta luego de un largo sueño para fastidio de los héroes de la saga. Con toques de comedia y muchos guiños a los fanáticos de la serie, se desata un enfrentamiento entre este dios y roles como Goku y Vegeta, estos últimos doblados por Mario Castañeda y René Garcia, sus voces clásicas. Un final no tan típico para el personaje principal le otorga un detalle interesante al desenlace, y, dentro su particular estilo, se despliega una lograda animación tradicional.
Un film protagonizado por niños reales y no animados, que transcurra en un colegio y que además ese escenario esté enmarcado en el país no es tan habitual en nuestro cine. Por lo cual es probable que esos ingredientes combinados provoquen una atracción particular en el público infantil y asimismo en padres jóvenes que en algún momento accedieron a la saga de novelas escritas por María Inés Falconi. Lo que acaso pueda augurarle a Caídos del mapa un suceso cinematográfico afín al que se está produciendo –y batiendo algunos récords- con un puñado de películas nacionales estrenadas en este 2013. El subgénero de aventuras protagonizadas por niños ha sido explotado por Hollywood con algunos logrados exponentes, y los directores Leandro Mark y Nicolás Silbert han recurrido más al estilo de ciertos films dirigidos por Spielberg, Donner o Dante que a viejos intentos vernáculos, lo cual, en algún punto, resulta positivo. Porque a las entretenidas alternativas ideadas por la autora se les han añadido toques de comic y situaciones y diálogos que no ofenden la inteligencia de sus destinatarios y no pocos apuntes graciosos como para que los adultos la pasen lo mejor posible. Al aporte de buenos comediantes como Tina Serrano, Karina K, Alejandro Paker y Osqui Guzmán se les suma un elenco preadolescente más que correcto. Más allá de algunos desniveles técnicos y dramáticos, la propuesta sale airosa y puede dar pie a una bienvenida saga propia.
Con una intensidad y compromiso dramático mayor que en sus últimos films, Woody Allen desarrolla en Blue Jasmine una conmovedora semblanza de una mujer en crisis. En realidad de la Jasmine del título no se puede confiar ni en su propio nombre, ya que su tendencia a la mitomanía es notoria, lo que, entre otras cosas, acentúa su conflictiva existencia. Tras penurias diversas, la mujer, adicta a los antidepresivos, lleva una doble vida en la que por un lado ofrece un porte aristocrático, de mujer refinada ataviada con elegantes atuendos de marca y por el otro, ante cualquier circunstancia negativa, puede desbordarse emocionalmente y perder de inmediato todo su glamour. Mudada forzosamente con una hermana que le muestra lo peor de si misma, la película está narrada entre dos tiempos distantes, tanto en lo temporal como en lo emocional, que coexisten permanentemente, lo que le otorga al film, además de su envergadura temática, una ágil y atrayente continuidad. Dentro de una trama, en la que Allen contrapone numerosos y singulares personajes de universos opuestos de la burguesía frívola de Manhattan y de la clase trabajadora, sin dudas que el rol que lleva adelante Cate Blanchett es incontrastable. Un anti heroína que se suma a otras que el genial director tuvo a lo largo de su carrera, pero en este caso dueña de una interpretación excepcional, deslumbrante, dotada de una paleta de matices que atraviesa por todos los colores emotivos.
Dotada de múltiples aristas, la nueva película del notable y ya maduro cineasta italiano Marco Bellocchio, se introduce a fondo y con lucidez en temáticas incómodas y poco transitadas. Una trama controvertida que aborda asuntos teológicos, morales, políticos, sociales, mediáticos y familiares en su tratamiento. Vinculada básicamente a la eutanasia, esta mirada se integra a subtramas que entran y salen con fluidez e intensidad durante el metraje de una obra comprometida y atrayente. La historia de Bella addormentata (Bella durmiente, no queda claro por qué se mantuvo el título original) está atravesada por el hecho real de una joven mujer llamada Eluana Englaro que, tras pasar 17 años en estado vegetativo, es dejada morir tras una larga batalla judicial y religiosa. Un caso que conmocionó a toda Italia y a Europa y sobre el que Bellocchio no hace una biografía, toma el hecho como referencia para ofrecer un puñado de historias en formato coral que sacuden y conmueven. Con un polo en la fábula de Perrault y la princesa de Disney y en el otro Mar Adentro de Alejandro Amenábar, el film del director de El diablo en el cuerpo y Vincere reniega de ambas vertientes y vuelca una mirada personal, por momentos desbordada y frenética, para hacer una verdadera radiografía de la condición humana. Una heterogénea galería de personajes transitan la pantalla a través de algunos intérpretes magistrales como Toni Servillo, la ascendente Alba Rohrwacher e Isabelle Huppert. Un film arduo, bello, de visión ineludible.
Realista y rigurosa, y a la vez metafórica y simbólica, Wakolda ofrece el que seguramente sea el mejor trabajo de la realizadora Lucía Puenzo, que se vuelve a mostrar inquieta y distanciada de su producción anterior. Si hay un elemento que resulta característico en su filmografía es el hecho de buscar distintos escenarios, temáticas, tipologías humanas y hasta nacionalidades en sus películas. Tanto en XXY como en El niño pez y en este nuevo trabajo suyo, se da también la circunstancia que los contextos urbanos no forman parte de su mirada, y en este caso sobresale la presencia del ámbito nevado del sur, paisajes que a veces se ven imponentes y en otras helados, inhóspitos y amenazantes. Ubicado en el año 1960, el film aborda el vínculo incómodo y sinuoso entre un médico alemán y una familia argentina en esa zona del país, región elegida no caprichosamente –en algún momento dicho personaje germánico afirma que “el paisaje lo hace sentir como en casa”- , al considerarlo un espacio familiar y protegido. Pero el tal Helmut Gregor esconde una identidad tenebrosa, la de uno de los peores criminales y torturadores de la historia. La hija de Luis Puenzo se interna a fondo en esa trama que combina reales trazos históricos con itinerarios y hechos imaginados que se relacionan con el denominado el Ángel de la Muerte Mengele, que fundamentalmente tratará de conquistar y experimentar con la niña mayor de la familia, limitada por aparentes dificultades de crecimiento. La historia avanza con pasos seguros y criteriosos, integrando diversos personajes y elementos alegóricos -como las muñecas que empiezan a fabricarse en serie-, que irán sumando tensión e inquietud a lo largo del metraje. Atrayente visualmente, Wakolda cuenta con una excelente recreación de época, mientras que el elenco, que se expresa tanto en español como alemán, se muestra consistente y verosímil. Natalia Oreiro sigue confirmando su ascendente carrera como actriz cinematográfica, bien acompañada por Diego Peretti, Elena Roger, Guillermo Pfening y, el notable Alex Brendemühl, que logra un villano lleno de matices.