Durmiendo con el enemigo La filmografía de Lasse Hallström es por demás de despareja. Hace tiempo brilló con “El año del arco iris” y “¿A quién ama Gilbert Grape?”, pero en los últimos años apostó (muy mal) por un cine superficial y anodino. “Un lugar donde refugiarse” viene a sumar al balance negativo. Basada en una novela de Nicholas Sparks (el mismo de “Mensaje de amor” y “Diario de una pasión”), la película termina siendo una copia de “Durmiendo con el enemigo”, aunque más estilizada y rebuscada. En el centro de la escena hay una joven que escapa de un marido golpeador y termina buscando una nueva vida en un pequeño pueblo costero. Allí va a conocer a un viudo que está tratando de superar el duelo mientras cría a sus pequeños hijos. Lo previsible: el romance. Lo imprevisible: la figura de un obstinado policía que busca a la protagonista por asesinato. Hallström se mueve bien en el melodrama, pero esta mezcla de romance y thriller light no le sienta bien. Tal vez el principal problema es que la historia de amor no termina de cuajar, y la falta de química entre los protagonistas no ayuda para nada. Para rematar, los cinco minutos finales se reservan un giro sorpresa tan cursi como irritante.
Los mundos invisibles En el superpoblado mundo del cine de animación parece cada vez más difícil salir a competir. “El reino secreto”, sin embargo, ya arranca con credenciales confiables: es la nueva película del estudio Blue Sky (“La era de hielo”, “Río”) y está dirigida por Chris Wedge, el realizador de la primera entrega de “La era de hielo” y “Robots”. Esto garantiza que la calidad de los dibujos alcance la perfección. La nitidez de las imágenes, en este caso, es realmente sorprendente. La trama gira en torno a Mary Katherine, una adolescente que después de la muerte de su mamá regresa a la casa de su padre, un científico obsesionado con la supuesta existencia de pequeñas criaturas que viven de forma organizada en el bosque. La protagonista cree que su papá está loco, pero fantasía y hechizos mediante ella misma quedará envuelta en ese mundo diminuto que libra batallas por la naturaleza. “El reino secreto” es una suerte de versión refinada del universo de las hadas que puede verse en la saga de “Tinker Bell”, pero más orientada hacia niños mayores de seis años y preadolescentes. La película tiene mucha aventura, dosis de humor y un mensaje ecológico light. Lo que falta, a todas luces, es sustento dramático para los personajes. La protagonista está muy lejos de convertirse en una heroína animada.
Juegos de la memoria Después de tanto thriller hollywoodense con vuelta de tuerca como única solución final, una película como “En trance”, con todos sus defectos, es más que bienvenida. No es que Danny Boyle (“Trainspotting”, “¿Quién quiere ser millonario?”) derroche originalidad, pero es evidente que logra imprimir su sello a una historia que, en otras manos, hubiese naufragado. Acá hay un robo, un ladrón que esconde el botín y pierde la memoria, y una hipnotista que tratará de que recupere sus recuerdos. Pero estos datos en realidad no importan, porque acá nada es lo que parece. Boyle plantea la película como una mezcla de policial negro y thriller psicológico, donde lo importante no es tanto lo que se cuenta sino cómo: con su collage de vértigo y confusión, de sexo y violencia, de imágenes oníricas y laberinto de espejos, el director juega en dejar “en trance” al mismo espectador, y muchas veces lo logra, aunque el ritmo trepidante y los flashbacks llegan a marear un poco. Boyle vuelve a apoyarse en sus encuadres perfectos, en un trabajo impecable de montaje y fotografía, y también en la banda de sonido, fiel aliada de todas sus películas. Eso sí, los amantes de las películas lineales, por favor abstenerse.
Entre el suspenso y la belleza El arribo a Hollywood de prestigiosos directores extranjeros no siempre es sinónimo de buenos resultados. Este no es el caso de Park Chan-wook, el realizador coreano (conocido sobre todo por "Oldboy") que debutó en la meca del cine con "Lazos perversos", un thriller tan logrado como barroco y retorcido. La trama gira en torno a India, una adolescente reservada y desconfiada que debe enfrentar la muerte de su padre, su único cable a tierra. La chica queda ahora sola con su madre, una mujer frágil e inestable, pero todo cambia rápidamente cuando a la casa llega un tío, un seductor trotamundos que aparece de la noche a la mañana y conecta de una forma extraña con estas dos mujeres. El punto de partida no es del todo original, y sin dudas remite a "La sombra de una duda", un clásico de Alfred Hitchcock. Sin embargo, allí donde el guión no es precisamente brillante, Park Chan-wook despliega todo su talento. El director construye el perfil psicológico de los personajes sólo con su cámara, al punto que a veces las mismas palabras están demás. Así logra una película de una belleza perturbadora, violenta y sutil al mismo tiempo, que se va construyendo sobre pequeños misterios que crecen con cada encuadre, hasta llegar a un clímax que se sostiene entre el horror y el asombro. El trío de actores que conforman Mia Wasikowska, Nicole Kidman y Matthew Goode completan este cuadro casi perfecto.
La lección más difícil Nominada al Oscar a mejor película extranjera el año pasado, “Profesor Lazhar” llega a la cartelera local con mucho retraso, aunque en este caso se puede decir que la espera realmente valió la pena. El filme canadiense aborda un tema denso que ya se revela desde las primeras secuencias: una maestra se suicida en el aula de una escuela primaria y sus alumnos quedan totalmente consternados. Ahí entra en escena Bachir Lazhar,un inmigrante argelino de 55 años que se ofrece para reemplazar a esta docente. Los métodos pocos convencionales de Lazhar resultan muy efectivos para sacar adelante al curso, pero pronto se dará cuenta que las heridas de los chicos no se cerraron, que la escuela sólo quiere deshacerse rápidamente de los problemas y que algunos padres sólo aportan prejuicios y más conflictos. Por su parte, el profesor recién llegado también viene huyendo de un pasado triste y violento. “Profesor Lazhar” es un drama intenso pero contenido, sin estridencias ni trazos gruesos, con las palabras y los gestos justos. Los temas que se manejan en la película son muchos y complejos: el suicidio, la culpa, el duelo, la discriminación, las ausencias. Sin embargo, el director Philippe Falardeau nunca sobrecarga ni manipula al espectador con mensajes sensibleros. Muy por el contrario, se mantiene firme en un tono sobrio que muestra los rincones más oscuros con total naturalidad, como pinceladas de la vida cotidiana que sigue su curso a pesar del dolor y de la muerte. Otro mérito casi escondido de la película es que, sobre el final, termina deschavando a un sistema educativo que se presenta como progre y democrático pero que, en el fondo, es esencialmente hipócrita e injusto.
Un thriller irritante Jordan (Halle Berry) es una aplicada operadora del servicio de emergencias de la policía que fue retirada de su puesto por haber cometido una imprudencia que le costó la vida a alguien que llamó pidiendo socorro. Sin embargo, una circunstancia excepcional la lleva a volver a atender el 911 de Los Angeles para ayudar a una adolescente que fue secuestrada en el baúl de un auto por un psicópata. Las primeras secuencias de “911: llamada mortal” realmente prometen, pero son sólo falsas expectativas. El director Brad Anderson se las ingenia para generar suspenso, sobre todo en la tensa persecución por una autopista, cuando la operadora debe guiar a la víctima para que dé pistas sobre su paradero. Aquí gran parte del mérito se lo lleva Abigail Breslin (la niña de “Little Miss Sunshine”), que logra transmitir el terror y la claustrofobia de una persona secuestrada. A medida que se acerca la resolución, no obstante, estos brillos desaparecen. El guión empieza a acumular lugares comunes y situaciones inverosímiles, por no hablar de la manía de los guionistas de buscarles móviles de lo más sádicos a los asesinos de turno. En la última media hora la película desbarranca. Y en el final, con la ya previsible vuelta de tuerca incluida, este thriller termina irritando.
El pecado de una comedia ¿Cuál es el peor pecado que puede cometer una comedia? No hacer reír, definitivamente. Esto es lo que pasa con “Proyecto 43”, la película coral de los productores Peter Farrelly y Charles Wessler (“Loco por Mary”, “Tonto y retonto”) que desperdicia y expone al ridículo a un elenco de estrellas de Hollywood. El filme está estructurado como una acumulación de sketches, y el hilo conductor es imposible: unos nerds adolescentes buscan en Internet un tal “proyecto 43”, la película “más prohibida” de la historia. La crítica en EEUU destrozó a esta comedia, y ahora uno puede comprobar por qué: es un humor que intenta provocar desde el absurdo, pero sólo es chabacano y escatológico. También es reiterativo, porque la mayoría de los sketches tienen la misma estructura. Como no causa ninguna gracia, “Proyecto 43” aburre. En lugar de escuchar las carcajadas de los espectadores, uno escucha cómo la gente se va del cine. Otro punto inexplicable es la presencia de tantos actores con prestigio. ¿Qué hacen ahí Kate Winslet y Naomi Watts? ¿Es que nadie leyó el guión? Recién al final asoma un destello de humor genuino en una sátira de “Ted”. Pero llegar hasta el final es una cuestión heroica.
En tierras ásperas No es fácil arriesgar. Y menos cuando se probó la zona de confort del éxito. Sin embargo, el director Juan Taratuto, que se hizo conocido con comedias como “¿Quién dijo que es fácil?” y “Un novio para mi mujer”, decidió encarar un cambio de género y registro con “La reconstrucción”, su cuarta película. “La reconstrucción” es un drama áspero, sin concesiones, que bucea en temas profundos como la muerte y la elaboración de los duelos. En el centro de la trama está Eduardo (Diego Peretti), un trabajador de la industria petrolera que vive en un total abandono, hundido en una depresión que exterioriza con una terrible apatía. El personaje sale levemente de su carcasa cuando acude a la llamada de un amigo que vive en Ushuaia. Pero allí, en el fin del mundo, el protagonista se encuentra con un hecho inesperado que va a sacudir su estructura. La película logra captar momentos de fuerte dramatismo que se expresan en silencio y sin golpes bajos. El director también acierta en poner la geografía al servicio de la trama: los paisajes del sur aparecen despojados de su encanto turístico, y por el contrario se acentúa su costado de desolación y aislamiento. Peretti, por su parte, logra componer un personaje que realmente duele. El único punto en contra es que el guión parece apurarse en la resolución, entonces el desenlace no tiene el impacto o la fuerza esperada.
Detrás de la política A esta altura Steven Spielberg no necesita demostrar que puede filmar lo que se le antoja, desde la saga de Indiana Jones hasta “La lista de Schindler”, pero con “Lincoln” confirma que su talento sigue intacto. Lo curioso es que, en algunos aspectos centrales, esta ni siquiera parece una película de Spielberg: la tensión está siempre presente, pero los aspectos visuales pasan a un segundo plano para exponer el peso de la palabra y los diálogos. ??En este punto, vale ante todo una aclaración: “Lincoln” no está pensada como un filme biográfico que viene a contarnos las hazañas de uno de los presidentes más importantes en la historia de EEUU. La película se concentra en un período breve pero muy jugoso: los últimos cuatro meses de la vida de Abraham Lincoln, entre enero y abril de 1865, cuando se aprobó la 13ª enmienda que abolió la esclavitud y se puso fin a la sangrienta Guerra Civil. Así el centro de la acción se desarrolla en despachos gubernamentales y en el Congreso, donde la cámara de Spielberg muestra abiertamente el lado oscuro de la política: el lobby, la compra de votos, los conflictos de intereses y los dilemas entre las circunstancias y las convicciones en las negociaciones para conseguir la famosa enmienda. ??Si la película nunca pierde el pulso es en gran parte mérito del guionista Tony Kushner (que ya trabajó con Spielberg en “Munich”). Los diálogos son ajustados, realistas, sin declamaciones ni acartonamientos, y con algunas definiciones políticas de las que sería bueno tomar nota. Kushner también rescata algunas viñetas de un Lincoln íntimo, como la conflictiva relación con su esposa y con un hijo rebelde, aunque nunca pone el acento en cuestiones melodramáticas. El único reproche, tal vez, es que se extiende demasiado en detalles históricos que no resultan relevantes. ??Si los diálogos golpean, es también porque están sustentados por las actuaciones. Daniel Day-Lewis brilla como siempre, aunque afortunadamente no se termina engullendo la película como en otras oportunidades. Su protagonismo está balanceado con papeles secundarios que resultan vitales, como el abolicionista radical que interpreta con maestría Tommy Lee Jones. En las palabras de este personaje, y en su contrapunto con Lincoln, descansa gran parte del corazón de la película.
Una década infame Kathryn Bigelow, la primera directora en ganar un Oscar, se animó a un proyecto que, a priori, parecía casi imposible: narrar los diez años que demandó la búsqueda y cacería de Osama Bin Laden. Bigelow ya había mostrado su destreza para captar el clima cotidiano de la guerra de Irak con “Vivir al límite”, pero esta vez superó su propia marca. “La noche más oscura” no es sólo la historia de una búsqueda implacable, también es el retrato impiadoso y feroz de una década infame, plagada de atentados, violencia y horror. ??La película comienza con la pantalla en negro, mientras se escuchan los pedidos de auxilio de las víctimas de 11-S. A partir de allí la cámara de Bigelow se mete en las destartaladas oficinas de lejanas embajadas y en el submundo de las cárceles secretas de la CIA, mostrando explícitamente las torturas que siempre se ocultaron y que generaron agrios debates. Sin embargo, acá no hay apologías ni bajadas de línea, simplemente se expone el tema y será el público el que juzgue moralmente en un contexto de causas y consecuencias. ??En determinados momentos la trama se vuelve un poco compleja, y es posible que el espectador desprevenido pueda perderse en la maraña de nombres que maneja el servicio de inteligencia. Pero Bigelow y el guionista Mark Boal lo resuelven con un preciso equilibrio entre el ritmo narrativo, la rigurosidad histórica y el perfil de los personajes. En ese sentido la película se apoya en el personaje de Maya (la dúctil y ascendente Jessica Chastain), una agente de la CIA que está obsesionada y completamente entregada a encontrar al terrorista número 1. Ella es el nexo entre los distintos capítulos que van armando este rompecabezas. ??“La noche más oscura” pone en primer plano el trabajo incansable y silencioso de mucha gente que dejó su vida en la búsqueda de un enemigo invisible, entre pistas falsas, errores fatales y frustraciones. También muestra los brutales atentados de Al Qaeda en esta última década, pero jamás se recurre al trazo grueso o al golpe bajo. Si bien el desenlace es conocido, la tensión se mantiene durante dos horas y media, y la última secuencia, la del asalto a la fortaleza de Bin Laden, es tan realista como estremecedora. ??En el final no hay festejos ni alabanzas. Tampoco esperen moralinas fáciles ni banderas flameando por todas partes. “La noche más oscura” recupera ese cine vital que plantea dilemas y que deja al espectador pensando. Un pedazo de historia que está lejos de cerrarse.