ESCENARIOS DE LA CALLE PORTEÑA Mirala (que linda viene), de Javier Pernas, es un documental que se encuentra afincado en una estructura tradicional, pero al que el valor de la forma en que está construido, integrando a cada uno de los elementos que forman parte de la murga Los Cometas y la elección estética del blanco y negro, lo hacen un film potente. Y, lo más importante, desarrollado sobre un guion que demuestra que la intención no es quedar estancado como un retrato social sino también como una forma de combatir prejuicios e integrar a quienes (como quien escribe) desconocen el largo proceso de ensayos y sacrificio que conlleva. En todo caso, el aproximamiento a este mundo a través de sus voces y problemáticas nos acerca no sólo a uno de los estandartes más valiosos de nuestra cultura popular (la murga), sino también a una exhaustiva puesta en escena del proceso creativo. Los Cometas es una murga de Boedo fundada en 1959 que se encuentra entre las más tradicionales y antiguas del país. Como tal, su relevancia lleva a que la preparación para los días del carnaval en las calles sea todo un acontecimiento social donde los egos colisionan por la naturaleza orgánica y coordinada de la murga. Pero además vemos cómo Los Cometas se encuentran en una crisis de identidad que los lleva a tratar de volver a sus raíces, proceso nada fácil que origina acaloradas discusiones, teniendo los directores la difícil tarea de sobrellevar el grupo. También aparece, no con la misma rigurosidad que las otras facetas del documental, la problemática de la autogestión y la dificultad de mantener un perfil independiente sin el apadrinamiento de una fuerza política, algo que se trata al pasar por los problemas de solvencia que atraviesan. Pernas toma la acertada elección estética del blanco y negro por razones narrativas, ya que ilustra el ensayo antes del color de la actuación, reservado a los últimos minutos del carnaval donde hacen su interpretación Los Cometas. Por otro lado, si bien se privilegia el paneo para seguir los movimientos de los murgueros, lo cierto es que cuando logra permanecer con la cámara fija demuestra el enorme valor de la composición y el retrato fotográfico para transmitir información, algo a lo que el blanco y negro le da relieve. Por momentos es el apartado sonoro donde más parecen surgir problemas, en particular porque las voces se superponen y, aunque en algún momentos esto genera ambiente y complementa al relato, lo cierto es que en otros se tapan cuestiones relevantes (en particular, cuando los directores dan su instrucción). Mirala (que linda viene) es un documental certero y dinámico que, más allá de sus irregularidades, trasciende al retrato social comprometiendo al interlocutor para conocer los vaivenes de la murga como fenómeno social.
AVENTURAS DE LARGO ALCANCE Tadeo Jones 2: el secreto del Rey Midas retoma al simpático personaje fanático de la arqueología que nació en una serie de cortometrajes allá por el 2004 y cuenta al realizador español Enrique Gato como creador. El primer paso a la pantalla grande fue de la mano de Tadeo, el explorador perdido, allá por el 2012, y con este film presenta una secuela que codirige con David Alonso, que tiene una amplia experiencia colaborando con films como Planet 51. El resultado es superior a la primera parte, pero está lejos del ingenio que planteaba en los cortometrajes, sobre todo Tadeo Jones y el sótano maldito (2007), dando lugar a una película que garantiza entretenimiento pero que mantiene una estructura esquemática que apenas la hace sobresalir de la medianía. Esta secuela ofrece en su estructura un relato mucho más semejante a las películas de Indiana Jones que homenajea, dando una frescura que también se traduce a los personajes. Si bien apenas parecen haberse desarrollado desde las aventuras de la primera parte (algo que hace que no resulte necesario verla para entender esta continuación) y los estereotipos que utiliza no se traducen de la forma más lúcida a la pantalla -algo que ya sucedía en la primera parte-, el hecho de que rija la acción con mucha más solvencia y la tensión de un inesperado triángulo amoroso ayudan a que esto pase por momentos a un segundo plano. Por otro lado, los diálogos tienen una mejora pero continúan con una cuota absurda cuando giran en torno a los cortocircuitos sentimentales entre Tadeo y Sara. Si bien se abandonan algunas distensiones temporales que pretendían ser dramáticas y sólo resultan anticlimáticas (en el marco de una secuencia de acción, por supuesto), lo cierto es que en esta segunda parte aparecen ocasionalmente momentos cuyo cliché sólo puede entenderse como perezas del guión. Pero mencionábamos una estructura más parecida a los films de Indiana Jones porque, a diferencia de la primera entrega, que se situaba principalmente en Perú -donde buscaban la ciudad pérdida de Paititi-, aquí se utilizan varias locaciones que mantienen el suspenso y la aventura respecto a dónde hallarán las piezas del medallón de oro de Midas. Aún si esto no tiene demasiado sustento histórico, algo que comparte vagamente con Indiana Jones, resulta una garantía de entretenimiento -aunque quizá un templo de Baal bajo la Alhambra en Granada sea un poco mucho-. En particular el fragmento de Granada tiene algunas de las mejores secuencias de acción de la película, además de donde mejor se aprovecha el conocimiento que los realizadores tienen de la ciudad. En definitiva, Tadeo Jones 2: el secreto del Rey Midas es un film entretenido que atrapa desde su tono naif pero no aporta mucha originalidad al construir personajes y situaciones, algo que se percibía en los cortometrajes y parece haber mermado en los largos.
LUGARES EXTRAÑOS La ley de la jungla, nueva comedia de Antonin Peretjatko, trabaja desde un lugar anárquico y absurdo el vínculo entre Francia y sus colonias en la actualidad, más específicamente la Guayana Francesa. La Guayana Francesa pertenece al resabio colonial de potencias europeas de ultramar situadas en el continente europeo, en este caso Francia, territorio que resulta tan extraño a ese país como al nuestro, que apenas suele nombrarse como una región territorial al norte de Brasil durante los primeros años educativos (junto a Surinam y Guyana). En todo caso, la Guayana Francesa probablemente sea un poco más famosa por el servicio penitenciario en las Islas del Diablo, que dio lugar a la obra Papillon que luego fue adaptada por Franklin Schaffner al cine en 1973. Pero más allá de estos datos anecdóticos, la película explora la extrañeza y la ignorancia de este destino poniendo a un personaje que está en el lugar y el momento equivocados, intentando una empresa imposible. Nuestro protagonista es un desafortunado pasante del Ministerio de Normas (Marc Chataigne, interpretado por Vincent Macaigne), que tiene como encargo la titánica tarea de supervisar el progreso de la construcción de un complejo de nieve en el medio de la jungla, con la finalidad de atraer turismo europeo a la región. Tras las accidentadas reuniones con el grupo encargado de la construcción del complejo, decide realizar una visita al lugar donde va a instalarse, para allí comprender que no será una tarea fácil. Para ayudarlo se encuentra la irónicamente llamada “Tarzan” (interpretada por Vimala Pons), otra pasante, pero de la oficina de bosques forestales, que intentará guiarlo a través de los parajes selváticos. Previsiblemente el resultado termina en desastre, llevándolos a confrontar los peligros que se ocultan en una jungla que les resulta amenazante, al mismo tiempo que desarrollan un estrecho vínculo amoroso. El anarquismo de un guión que se toma licencias para acompañar la odisea de Marc y Tarzán, reposando en el absurdo de acompañar los prejuicios que puede tener el protagonista a través de la hipérbole -digamos que nuestra pareja se enfrenta al follaje intransitable de la selva, animales peligrosos, grupos paramilitares y un culto religioso de hábitos caníbales entre elipsis-, encuentra por momentos lucidez pero en otros se nota cierta desprolijidad entre situaciones donde los gags aparecen aislados, como si fueran el sketch perdido de un programa de televisión. Si bien debe esencialmente a la comedia francesa de finales de los ´70 y ´80 (hay elementos del cine de Francis Veber, por ejemplo), el film también incluye una ácida mirada política para ilustrar la burocracia estatal y el presente político de Francia, además de desacralizar la solemnidad del cine de aventuras. Es casi inevitable no ver en la empresa imposible de Marc una parodia de la empresa imposible en la jungla que atraviesa, por ejemplo, el Fitzcarraldo de Herzog. En todo caso, La ley de la jungla resulta irregular a pesar de sus buenos momentos y la presencia magnética de figuras como Macaigne y Pons, esencialmente por un guión que abandona la uniformidad del relato sin decidirse tampoco a entregar un disparate o una comedia romántica.
RECORRIDOS DE TINTA Dentro del panorama de la historieta nacional, la figura de Pablo Fayó es tan enigmática como esporádica, pero lo innegable es el valor de su obra a finales de los ochentas y noventas, con un estilo que pateó el tablero desde su aparición en la revista Fierro. Sin embargo, lo interesante del documental de Santiago García Isler que nos ocupa, Algo Fayó, es que si uno se encuentra al margen del mundo de la historieta, el origen de sus trazos y los tecnicismos que la definen como arte u oficio (un eterno debate), sin embargo logra cautivar por la fuerza de su protagonista y cómo problematiza en torno al proceso creativo y la industria de esta forma de expresión en Argentina. Lo interesante es que en su estructura, Isler utiliza distintos registros con solvencia, logrando un híbrido aunque las viñetas que van construyendo el relato no sean en todos los casos de la relevancia que se pretende a partir de las anécdotas que describe. Algo Fayó arranca con un registro que naturaliza la cotidianeidad de Fayó, a menudo interpelando al mismo documentalista sin que esto resulte extraño. Comparten un almuerzo, toman unas birras, unos mates, en definitiva, se asiste a una figura que aparece descrita a través de familiares y amigos haciendo vagas referencias a su trayectoria como historietista. De bar en bar, con un repertorio tanguero, afincado en la bohemia porteña, apenas se hace referencia a su oficio pasado. Este aparece como un elemento periférico que, astutamente, se explora con más detalle en la faceta más televisiva y estructurada del documental. Aquí a través de los testimonios de colegas y personalidades estudiosas del mundo de la historieta entendemos la enormidad de la obra de Fayó y la influencia que ha ejercido su estilo en esta expresión actualmente. También nos aproximamos a una (posible) respuesta de su alejamiento del oficio y las aristas de su vida personal, un elemento que ayuda a ilustrar las numerosas facetas del historietista más allá de su obra. La última parte del documental cierra el círculo y retoma el segmento más lúdico de la introducción, aunque toma una nueva significación tras el proceso de conocer al “personaje”. El mayor logró del documental está en cómo logra cerrar este ciclo definiendo a Fayó en su integridad sin que esto implique responder de forma directa la pregunta más resonante que es, en definitiva, por qué “colgó los botines” en torno a su trayectoria como historietista. El film da una aproximación pero cristaliza una figura enigmática que parece decir también de forma solapada que podría tener un regreso a las historietas. Es esto en parte el magnetismo que genera el documental y querer explorar la obra de Fayó, más allá de las irregularidades de las viñetas como un estructurante del relato que no siempre resulta solvente.
FIGURAS AL MARGEN Arpón, la opera prima de Tom Espinoza, es un conjunto de ideas no del todo bien ejecutadas que terminan dando un resultado curioso -por decirlo de alguna forma-, un híbrido con algunas ideas lúcidas pero un guión que resulta ser demasiado endeble porque pierde fuerza al combinar géneros que no terminan de cuajar. No es de extrañar que no nos deje indiferentes, pero se trata de una propuesta irregular con actuaciones que son todo un hallazgo, en particular lo de Germán de Silva y la joven Nina Suárez. Si bien por momentos parece una propuesta coral, lo cierto es que el magnetismo y el tiempo entregado al personaje del director escolar Germán Argüello (Germán de Silva) atenta contra esta idea. Construido inicialmente como un drama social que hace hincapié en planos intimistas que jamás pierden a los personajes del cuadro y planos largos que realzan la tensión de los momentos más inquietantes, luego nos damos con un giro algo vertiginoso que nos planta en el medio de una película de acción pura y dura. Por ello quizá vale la pena repasar un poco lo que cuenta: Germán está algo obsesivo porque en uno de los baños femeninos aparece lo que él presume son rastros de consumo de drogas. A raíz de ello hace requisas de las mochilas del alumnado, una metodología algo humillante que lo hace ver como una autoridad agresiva. Cata es una alumna rebelde y solitaria que tiene poco contacto con su familia, que es la sospechosa principal por resistirse a que el director vea su mochila; esta tensión crece y los lleva a convivir forzadamente por una pelea, arrastrando a la adolescente a una situación que se torna peligrosa cuando la trata de personas aparece en la ecuación. El asunto es que más allá de que narrativamente ya habíamos mencionado que no termina de cuajar el drama social e íntimo que ilustra la vida de Germán y Cata con el crudo desenlace de acción, también hay algunos problemas en secuencias que resultan confusas por dos factores: el primero es una edición que pierde la continuidad en momentos fundamentales y el segundo aparece en planos largos -una opción, sin embargo, valiosa en algunas secuencias de acción- que hacen inentendible lo que está sucediendo. Hay un momento en el que el personaje de Germán sale de su auto para atacar al personaje interpretado por Marcelo Melingo y la secuencia resulta confusa, ya que las consecuencias de ese ataque lo entendemos dos secuencias después, cuando Germán entiende que la búsqueda de Cata (Suárez) en esa especie de galpón resulta infructuosa. A esto sumemos algunos diálogos que, en particular en el caso de Cata, parecen contar con una autoconsciencia que no fluye con su personaje y su edad. Irregular y extraña, Arpón no ofrece salidas fáciles y ofrece un conjunto de preguntas que en el planteo del guión aparecen interesantes: sin embargo su ejecución y el coqueteo entre subgéneros que no terminan de cuajar afectan el resultado más allá del sólido trabajo actoral.
CAJAS SOLITARIAS Del sobrio y sutil título original Asfalto (Asphalte, en francés) a La comunidad de los corazones rotos (¿?) hay una brecha tan enorme como la que separa a los personajes de este edificio suburbano de Francia donde todos están un poco solos. El director Samuel Benchetrit construye una suerte de microcosmos de personas que ante un hecho extraordinario colisionan sus vidas encontrándose más acompañados por un momento, algo que fue explorado numerosas veces en los films corales. El lineamiento es la soledad, pero no todas las historias que se entrelazan en el relato fluyen de la misma forma y parecen forzadas por el concepto que atraviesa la película. Un hombre algo antipático que se niega a participar de la compra de un ascensor y termina necesitándolo por un accidente bastante zonzo al terminar en silla de ruedas, un astronauta estadounidense solitario en la estratósfera, una célebre actriz caída en decadencia, una madre que sufre el encarcelamiento de su hijo, un adolescente que pasa sus días solitario en su apartamento y una enfermera de turno nocturno, son los personajes que ven sus vidas trastocadas por algún hecho extraordinario que permite que colisionen y encuentren un consuelo para su sufrimiento. Lo que puede sonar peligrosamente a un cliché de sentimentalidad y melodrama termina resuelto con solvencia gracias a una dosis de humor negro y una puesta en escena esquemática que hace del plano cerrado un recurso expresivo. Pero como se dijo, no todo fluye en el relato con la misma efectividad por más que hablemos de humor negro porque, a la hora del drama, se le notan demasiado los hilos en su ejecución, en particular en el caso del Sterkowitz de Gustave Kervern. Que en la introducción hablemos de su resistencia y poca solidaridad para poner un ascensor en el edificio donde vive, sabemos que resultará en un “arma de Chékhov” en algún momento de la narración que lo afectará de alguna forma. Pero todo el largo derrotero dramático del desenlace parece demasiado forzado, quitándole autenticidad a su historia con la enfermera interpretada por Valeria Bruni Tedeschi. Lo que es peor, su costado más lacrimoso que las otras historias que componen el relato resulta extraño, en particular por la sutileza con la que se desenvuelven, haciendo hincapié en lo latente antes que en lo manifiesto. Interesante como propuesta reflexiva sobre la soledad, La comunidad de los corazones rotos construye un microcosmos que cuando no resulta demasiado volcado a ser un drama resulta un film sólido.
VÉRTIGO Y SANGRE El cine coreano de acción se encuentra a la vanguardia desde hace varios años, con puestas en escena audaces y giros inesperados que llevan a confrontaciones épicas y persecuciones a través de escenarios urbanos laberínticos. La villana, de Byung-gil Jung, explota la faceta más creativa a través de secuencias de acción que pueden ser confusas por momentos, pero en otros alcanzan un ritmo que desborda la narración misma, dando cátedra de cómo se filma una secuencia de acción vertiginosa sin perder el punto de vista (¡hola Michael Bay!). La historia es simple y retoma la fantasía fetichista de una femme fatale como Nikita, una asesina hermosa y despiadada (la actriz coreana Ok-bin Kim) entrenada de las formas más sádicas, con una historia atravesada por el dolor y la pérdida de seres queridos, siempre sedienta de venganza. El relato ofrece numerosas vueltas que van desestabilizando las nociones que podíamos tener sobre los personajes, entregando un thriller atractivo que mantiene el suspenso hasta el final, algo que se ve reforzado por un largo segmento luminoso de melodrama que fluye con solvencia entre tanta sangre y muerte. Uno de los puntos altos del cine de acción coreano es que a pesar de sus incansables secuencias de tiroteos, enfrentamientos y persecuciones, logran incluir una sensibilidad que le da otra dimensión a la narración. No siempre los giros están ejecutados de una forma que respete el punto de vista de la protagonista, a menudo los cambios de perspectiva que podemos tener sobre los personajes resultan forzados por los intereses del guión en dosificar la información para generar suspenso, un elemento que resulta desprolijo a pesar de las muchas virtudes de La villana. No es la originalidad -que además del cine de acción oriental, también tiene influencias de animés como Kite– el punto fuerte de este film, pero el ritmo vertiginoso y la oscuridad que se mantiene hasta el desenlace la hacen un gran exponente de acción. Las virtudes visuales del film se adivinan desde la introducción, donde la cámara subjetiva avanza frenéticamente asemejándose a un videojuego en primera persona (o FPS) en largas secuencias que logran mantener continuidad y coherencia cuando pasan a una tercera persona y visualizamos a la protagonista luchando desesperadamente por su vida. Una persecución incansable en un túnel a más de cien kilómetros por hora está entre las mejores secuencias, no sólo del film, sino del cine de acción contemporáneo. Vertiginoso e incansable, La villana ofrece dentro de la fórmula de acción una experiencia intensa cuyos elementos dramáticos son apenas una pequeña calma antes de la tormenta de acción que predomina durante todo el metraje. Más allá de un guión que contiene irregularidades para sostener el suspenso, se trata de un film indispensable para los amantes de la acción.
INFIDELIDAD FATAL La señora Haidi no está entre los mejores exponentes de lo que el cine de terror nacional ha entregado en los últimos años, pero resulta al menos interesante y tiene algunas vertientes que vale la pena destacar. Lo absorbente y siniestro del personaje interpretado por María Leal y, esencialmente, el clima claustrofóbico de la casa, que termina siendo un personaje más, son algunos de los puntos altos. Los problemas son, bueno, todo lo demás y de alguna forma también el personaje de María Leal. ¿Contradictorio? No, en absoluto, un punto alto puede también ser un punto bajo con la progresión del film. La premisa es sencilla: tras la introducción del misterioso personaje de la señora Haidi (Leal) con una metonimia que se pretende sutil pero no lo es tanto, nos asomamos a la historia de una pareja que se acerca para pedirle ayuda tras un accidente. La señora los hace pasar y les brinda auxilio con sus conocimientos de enfermería, ya que la casa parece aislada en el medio de la ruta, sin ninguna forma de asistencia cercana. En cierto sentido, el film persigue el tópico de “la casa en el bosque”, abriéndose a los horrores y lo misterioso de una locación extraña, algo que se termina confirmando cuando la pareja descubre que la casa encierra misterios inexplicables e inconsistencias en la vida que lleva la señora Haidi. La cuestión se termina de poner fea cuando ella descubra que la pareja no está bendecida por las robustas creencias religiosas que tiene en el matrimonio consagrado, sino que son amantes y el Pablo interpretado por Guillermo Pfening se encuentra casado con otra mujer que no es precisamente Mara, la pobre chica accidentada interpretada por María Abadi. Dijimos que los climas y la locación son uno de los puntos altos del film porque la casa es lúgubre, con ventanas selladas y un mobiliario antiguo que le da un aspecto decadente. La iluminación es expresiva y de alguna forma previene desde la introducción con su contraste entre el azul y el rojo el malogrado destino de nuestros protagonistas al internarse en la casa. Los colores son tan claves como la iluminación directa que a menudo genera terror desde la extrañeza. Pero también hay decisiones formales que van de poco felices a muy poco felices: la edición por momentos es torpe e interrumpe secuencias de acción al poner el detalle sobre elementos anecdóticos; el uso de la cámara subjetiva en al menos una secuencia en particular que tiene a Gabriel huyendo por un bosque resulta confuso y una decisión inexplicable, tanto como el montaje paralelo que le acompaña; y el uso del fuera de cuadro resulta disruptivo con la secuencia de acción que vimos previamente (supongamos, la persecución de los perros) porque lo que ocurre nunca termina de estar bien ejecutado. En fin, el film tiene muchos de los peores defectos de las ficciones de terror televisivas de nuestro país. Pero el asunto de la señora Haidi es que resulta un personaje atractivo, su misterio parece mimetizarse con la casa, pero una vez que el film progresa termina siendo una caricatura sin ambigüedades y de una inconsistencia llamativa. Lo mismo los tropiezos de la pobre pareja, que resultan ser pobres víctimas, no sólo de Haidi, sino de un guión que no los lleva a ninguna parte. En fin, muchas de las irregularidades que advertíamos desde lo formal se trasladan al relato, que logra enganchar inicialmente pero de a poco va perdiendo peso y cierta coherencia. Como dijimos, La señora Haidi es un exponente fallido del terror nacional, con algunas ideas lúcidas malogradas en su ejecución, lo que lleva a que perdamos rápidamente el interés por el destino de los personajes.
CREER O REVENTAR Hay una constante en Un novio para mi boda, el sufrimiento. Más allá de lo que se pueda adivinar como una comedia romántica noventosa -en particular en el timing de los diálogos- con una puesta en escena elegante, la película oculta detrás de cada risa una llaga agridulce que se intensifica a medida nos acercamos al desenlace. Este balance es poco afortunado y confuso, pero tiene una intención: la directora Rama Burshtein no está del todo dispuesta a abrazar el tono ligero de la comedia sin al mismo tiempo afincar un sistema de creencias cimentado en el judaísmo ortodoxo. La protagonista se encuentra alienada en su sistema de creencias por una necesidad irresoluta de casarse y concretarlo le permite, de alguna forma, volver a pertenecer sin la duda que la acongojaba. En definitiva, de eso se trata, es una comedia romántica que se construye desde la fe. No vamos entonces con esta crítica a profundizar sobre los elementos ideológicos y religiosos que la atraviesan, sino a tratar de desmenuzar los motivos de su ejecución irregular. Michal (interpretada por Noa Kooler, que sabe sacar el jugo de los largos primeros planos con que la directora se arrima) es una joven de 32 años con profundos deseos de casarse pero la experiencia se le presenta esquiva. Tras varios encuentros fallidos, finalmente encuentra a Gidi, un joven con quien inicia los preparativos para la boda. Todo marcha de maravillas hasta que, con salón y catering contratado, el muchacho decide plantearle que no la ama. Lejos de abandonar sus planes, Michal decide creer que eventualmente se le va a presentar una nueva pareja con la cual cubrir el espacio abandonado por Gidi. Esto la lleva a conocer potenciales candidatos por distintos medios, manteniéndose el suspenso hasta el final de quién cubriría ese puesto, con la esperanza de que el compromiso se concretará como sea. Esta búsqueda tiene un tono cómico y los mejores momentos del film gracias a la tarea de Kooler, pero también gracias a la naturalidad con la que fluye el diálogo. Desafortunadamente, lo mejor cede a lo peor cuando la protagonista entra en pozos de drama que nos llevan a cuestionar la unidimensionalidad del personaje, ya que no aparece ni una veta de ambigüedad o complejidad en su búsqueda. Lo que es peor, también da lugar a la aparición de líneas que parecen sacadas de libros de autoayuda, haciendo inverosímil la situación dramática que atraviesa. Pero como se mencionó, esto parece tener más que ver con darle rigurosidad y solemnidad a su búsqueda. Visualmente hay en la directora una mirada rigurosa y cuidada que recae en los largos primeros planos que mencionábamos y en el detalle de elegir, sabiamente en algunos casos, dejar algunos elementos fuera de cuadro para focalizarse en Michal y la interacción con su familia y amigas. Este respeto por el punto de vista es lo que nos permite generar empatía más allá de las irregularidades en un guión que por momentos se resquebraja bajo el peso del drama. Por otro lado, y uno tiene la impresión de que esto proviene de la cosmovisión desde la cual plantea el film la realizadora, con toda su unidimensionalidad la protagonista aparece con una complejidad que no se observa en ningún momento en los personajes masculinos, algo que los hace parecer gurúes o entidades, caricaturas idealizadas que emiten cataratas de consejos y observaciones agudas que siempre hacen parecer a Michal o sus amigas como neuróticas, algo que resta verosímil a la interacción entre los personajes -y aún más si de lo que hablamos es, después de todo, de amor-. Comedia romántica irregular con retazos de una sufrida protagonista que tiene lo mejor en la actuación de Kooler, Un novio para mi boda se balancea entre dos géneros y no puede terminar de definirse en el relato, entregando sin embargo un relato que tiene por momentos una notable agudeza.
AIRES DE CAMBIO Lo curioso de La amante, ópera prima del tunecino Mohamed Ben Attia, es que hay un momento de la película en que uno se siente tentado de juzgar como caricaturas a los personajes femeninos que circundan la vida de nuestro protagonista, Hedi. Sin embargo hay un detalle fundamental: la cámara nunca se aleja de la figura de este personaje apático y ocasionalmente un tanto patético, su punto de vista es fragmentario y como si se tratara de un mosaico caótico, estas mujeres toman relieve en oposición a Hedi, sin que la película necesite profundizar en sus motivaciones. Incluso podemos adivinar fuera de campo el dolor de un personaje como Khedija, que se puede antojar algo desdibujado en prácticamente todo el film. Por lo tanto es un film más complejo de lo que parece, más allá de las impresiones iniciales. En el film nuestro muchacho Hedi (interpretado con desesperante sutileza por Majd Mastoura) se encuentra trabajando para una sucursal automotriz mientras prepara su casamiento con la joven Khedija con el asesoramiento un tanto invasivo de su madre. Las cosas cambiarán abruptamente para él cuando en un viaje de negocios en Mahdia se encuentre con Rym, una mujer independiente cuyo trabajo en hotelería la lleva a rotar por distintas ciudades del mundo que lo terminará cautivando y modificando sus planes. Lo que inicialmente se desarrolla como una historia romántica, un culebrón entre la historia de un matrimonio esbozado por convenciones sociales más que por el amor y otra de dos amantes que se estrellan por la pasión, termina siendo un viaje introspectivo del protagonista cuyo resultado no es una “salida fácil” sino que resulta en un cambio interno a partir de la experiencia. El film acierta en dar un ritmo sosegado a la acción, con diálogos que aparecen constantemente interrumpidos hasta que Hedi fluye en la conversación con Rym, dándole otro perfil al personaje. Este cambio actúa de gatillo para que los problemas en la comunicación que veíamos inicialmente con su madre o su hermano lleven eventualmente a un momento catártico y planos largos que recordarán al cine de los hermanos Dardenne (la discusión y el reingreso a su hogar para armar su equipaje). Por lo tanto, esto que veíamos en el guión desde lo narrativo a través de los diálogos se traduce también en lo visual, a los planos cortos, las interrupciones de la introducción, que se contraponen a los que son largos y secuencia del desenlace hasta la abrupta mirada del final cargada de significado. Drama de aristas más filosas de lo que parece en un principio, empaquetado en lo que se asemeja a un melodrama, La amante ofrece un film que levanta más preguntas que respuestas, pero al final se sabe que el trayecto recorrido es de crecimiento interior para su acomplejado protagonista.