La animación vale más que el guión Este film es un ejemplo perfecto de cómo a veces la estética de animación avanza mucho más allá de la idea narrativa, que se queda totalmente atrás. Es que los monstruitos animados son personajes mucho más interesantes de lo que puede aprovechar este guión meloso inclusive para los chicos que ya están acostumbrados a ver cosas mas ácidas y corrosivas en films como los de Tim Burton o las producciones de Pixar, que no por estar enfocadas al público infantil se ven obligadas a ser ñoñas. En «Hotel Transilvania», Genndy Tartakovsky, creador productor ejecutivo y también director de series animadas de nivel superior como «El laboratorio de Dexter», «Samurai Jack», «Las chicas superpoderosas» o inclusive la versión animada de «La guerra de las galaxias» se pone por primera vez a cargo de un largometraje, y si bien en el estilo de los dibujos y el diseño de los personajes se nota su talento de siempre, lamentablemente el guión no lo ayuda mucho, pese a que la idea tenía sus posibilidades, ya que una reunión en una especie de resort para criaturas de la noche, con Dracula invitando a la Momia, El hombre Invisible y una familia de licántropos para festejar un cumpleaños no deja de ser divertida. Sólo que una vez pasada la presentación, la historia empieza a centrarse en las relaciones familiares de los monstruos y todo se vuelve demasiado parecido a docenas de películas infantiles, animadas o no. La voz de Dracula a cargo de Adam Sandler y la participación de otros actores como Steve Buscemi debe ayudar bastante, algo que obviamente no se puede percibir en la versión doblada al castellano.
Disparatada secuela, con villanos subestimados Dispuesto a todo con tal de rescatar a su hija adolescente secuestrada en París por una red de trata de personas, en la primera «Taken» el ex espía encarnado por Liam Neeson exterminaba a más de medio centenar de tipos malos, casi todos hampones albanos. Tan absurda como entretenida y bien filmada, la primera «Búsqueda implacable» se veía como una apuesta de Luc Besson para dejar sentado de una vez por todas que la más rabiosa superacción también podía ser francesa. La apuesta dio dividendos en la taquilla: «Taken» costó unos 25 millones de dólares, y antes de terminar su exhibición internacional en cines había recaudado más de 250 millones. Si el film original era poco creíble, esta secuela es directamente un chiste contado con un tono por momentos demasiado serio. De todos modos, la premisa argumental es bastante verosímil, dado que en Albania hay numerosas personas que lloran a sus difuntos seres queridos que tal vez fueran delincuentes, pero para ellos eran familiares, amigos o novios. Sobre todo el que está muy iracundo es el padre del jefe mafioso a quien el héroe torturó con corriente eléctrica al estilo picana (el eterno gangster de Europa oriental Rade Serbedzija, bastante desaprovechado). Cuando dicho verdugo invita a su hija y ex esposa a acompañarlo en un viaje a un pais cercano de Albania, Turquia, obviamente el juramento de venganza está listo para concretarse. Luego de una media hora lenta y obvia, la película explota en superacción bien filmada acompañada de situaciones delirantes por tontas y casi chistosas a propósito, aunque queda un margen de duda: no se puede explicar de otra manera que el padre secuestrado por los albanos saque un celular y llame a su hija al hotel y le pida que tome unas granadas de mano de su valija y las vaya tirando por el centro de Estambul para que él pueda reconocer la distancia y la zona donde está secuestrado junto a su ex mujer (la jovencita Maggie Grace, que ya casi anda por los 30 años, hace un gran trabajo para aparentar ser casi menor de edad). Hay que reconocer que una vez que empieza la acción, nunca se detiene, logrando que la película, por mas descerebrada que sea, resulte realmente entretenida. Lo único inaceptable es la falta de valoración hacia la comunidad de criminales albanos: según el film, son delincuentes tan poco profesionales como para dejar que un rehén hable a gusto por celular, capaces de hacer guardia mirando al lado contrario de donde podrían venir los intrusos, además de sentirse molestos cuando su perro guardián ladra furioso, ignorantes de que esos ladridos molestos están señalando a Liam Neeson, tan buen actor como para tomarse cualquier escena imposible con la mayor seriedad.
Una casa tan siniestra como repetida y obvia Convertida en estrella gracias a «Los juegos del hambre», la talentosa Jennifer Lawrence está destinada a seguir alimentando films fantásticos o de terror para el público adolescente. «La casa de al lado» es un ejemplo perfecto de cómo canibalizar rápidamente ese estrellato con cualquier vehículo que se ponga a mano, ya que la historia y su ejecución son realmente mediocres y el resultado no da para más que un zapping en el cable. La historia empieza con un doble homicidio cometido por una mujer, Carry Ann, cuyo crimen se ve en plano subjetivo, es decir, a través de sus ojos. Pasan cuatro años, y una mujer recién divorciada y su hija (Elisabeth Shue y Jennifer Lawrence) se mudan a la casa soñada en un tranquilo pueblito rural. Sólo que el problema está, como el lector podrá adivinar, en la casa de al lado, donde luego de los crímenes aún quedan secretos por resolver. El hijo de la asesina aún vive, y además hay rumores entre los lugareños de que ella no ha muerto y merodea por la zona. Pronto la protagonista empieza a entablar una relación con el vecino, lo que a la madre no le gusta ya que cree que puede ser problemático. En estos casos siempre hay que hacerle caso a las madres, que lo saben todo, como cualquier espectador que haya visto un par de films de terror sabe. No hay mucho mas que agregar, salvo que lo mejor son los momentos de comicidad involuntaria, y lo peor las demasiado lavadas escenas terroríficas, con algo de violencia, pero casi sin sangre.
Milla Jovovich, una experta en acción Después de diez años de luchas contra los zombies de la tenebrosa corporación Umbrella y de cuatro películas plagadas de combates contra muertos vivientos de todo calibre, lo único que queda claro es que Milla Jovovich se convirtió en una de las grandes heroínas del cine fantástico moderno, y que sus fans no quieren dejar de verla en acción. Justamente acción es lo que no falta en esta cuarta secuela del film de 2002 inspirado en un videogame, y a favor del director y guionista Paul W. S. Anderson es que realmente sabe cómo sacarle el jugo a esta franquicia, dándole nuevas variantes a cada entrega para que, si bien todo es más o menos parecido, no llega a ser más de lo mismo. En este capítulo la heroína se encuentra atrapada por la temible Reina Roja (es decir, la supercomputadora de Umbrella con rostro de niña que quiere controlar el mundo), y debe escapar de una serie de instalaciones en el norte de Rusia donde la corporación tiene entornos que simulan ciudades como Nueva York o Moscú para probar sus armas más letales y vendérselas a los respectivos gobiernos luego de ver su capacidad destructiva. En su fuga se encuentra con distintos personajes de las películas anteriores, muchas veces sin que ellos sepan cómo demonios están ahí o qué es lo que está pasando, ya que un inteligente recurso del guión es dejar que la Reina Roja traiga al presente clones de distintas personas que, si bien mantienen sus sentimientos originales, están totalmente ajenos a las circunstancias actuales en las que transcurre la historia. Pero el fuerte de estas películas no es precisamente el argumento, y aquí como en las anteriorres la superacción y el «gore» dominan la pantalla de principio a fin, a lo que hay que sumarle excelentes gráficos de la dirección de arte dispuestos para potenciar al máximo el 3D digital, por lo que se recomienda ver este film en pantalla grande.
La violencia que viene del frío Empieza como un thriller elegante de un cazador de ejecutivos de alto nivel que, además de hacer su trabajo, obtiene datos que le sirven para ubicar obras de arte importantes y robarlas suplantándolas por copias. Hasta ahí hay una película, pero luego la trama se desbarata hacia un tipo de violencia sorprendente pero no muy coherente con el principio, y más aun cuando aparecen elementos casi de ciencia ficción relativos a uno de los ejecutivos que busca un puesto importante, pero que también trabajó en misiones especiales en el ejército perfeccionando gadgets de espionaje de última generacion. Luego termina casi como una película de amor, y lo que hay que reconcoer es que en medio de toda esta mezcla el director Morten Tyldum se las arregla no sólo para que los cambios abruptos de estilo no luzcan tan tirados de los pelos, sino para que el suspenso y el ritmo nunca decaigan. Probablemente lo que ayuda a que esta mezcla funcione más o menos bien son las actuaciones, empezando por la del protagonista ladrón de cuadros y cazador de ejecutivos Aksel Hennie, cuya irónica narración en primera persona aporta toques de humor negro que permiten volver creíble su posterior quiebre cuando las cosas se les van de las manos. Por otro lado hay suficiente acción y erotismo para mantener entretenido al espectador, que de pronto se encontrará enfrentado a durísimas escenas de gore realmente sorpresivas, y por momentos realmente fuertes. «Cacería implacable» es una buena película que cambia demasiado de estilo pero, lo que no siempre es creíble, pero que finalmente es un raro caso de thriller noruego que uno vaya a poder apreciar en pantalla grande y como tal no deja de resultar interesante y recomendable.
Comedia entretenida, que daba para más Paul Dano es un escritor que no escribe hace tiempo, producto de un formidable bloqueo que lo ha dejado sin inspiración. Tiene un sueño y crea un personaje, Ruby, la chica a la que se refiere el título. Y de golpe, sin que se sepa bien cómo, o tal vez mágicamente -de hecho este detalle es lo más flojo del guión- Ruby cobra vida en la forma de la guionista Zoe Kazan (nieta del cineasta Elia Kazan) y entonces comienza este romance que tiene sus momentos divertidos aunque no siempre se sostiene del todo. Jonathan Dayton y Valerie Faris, los directores del clásico del cine independiente «Pequeña Miss Sunshine», parecen manejarse mejor con los detalles absurdos surgidos de la realidad que con una comedia romántico-fantástica como ésta, en la que por momentos la gracia consiste en cómo interactúa esta chica imaginaria convertida en real con la familia y conocidos del escritor, que lógicamente, primero cree que él solo puede ver su creación, hasta que descubre que en realidad Ruby es un ser que todo el mundo puede percibir. Luego, hay momentos divertidos surgidos de los intentos del escritor por moldear a su personaje, lo que hace simplemente reescribiéndola a gusto, lo que cambia algunos detalles de la chica de sus sueños pero que obviamente es un truco que no puede funcionar todo el tiempo. Pero, dado que es un asunto fantástico, se nota que a los directores y la guionista les falta familiaridad con el género y el asunto queda a medio camino, convertido en una especie de fábula que no tiene mucha coherencia. Zoe Kazan y Paul Dano hacen una buena pareja (lo son en la vida real, y después de todo, la guionista escribió el papel para ella, así que es lógico que lo haga bien). Pero no todos los papeles secundarios cierran del todo, empezando por una sobreactuada Annette Bening como la madre new age. En cambio, Elliott Gould es más divertido como el psiconalista del escritor. En suma, «Ruby» tiene sus momentos divertidos y se deja ver amablemente, pero daba para más.
Comedia apocalíptica que naufraga en la mitad El título ya lo dice todo, y sugiere sin sombra de duda el lado deprimente de esta comedia apocalíptica. Steve Carell es un vendedor de seguros abandonado por su mujer justo en las vísperas de que un meteorito gigante choque con la Tierra, sin que se pueda hacer nada por evitar la catástrofe. Al principio, la película funciona como una comedia negra moderadamente divertida, ya que a medida que se acerca el día de la hecatombe, el comportamiento de la gente se vuelve más confuso y disoluto. Los suicidios, las orgías, el consumo de drogas duras como la heroína arrecian, y sin embargo, nuestro héroe no quiere saber nada con todo eso y hasta intenta seguir acudiendo a su oficina todos los días, hasta que se demuestra totalmente estúpido (del mismo modo, su empleada doméstica no deja de ir a su casa a pasarle la aspiradora). Pero cuando menos lo esperaba, el solitario protagonista toma contacto con su vecina del piso de abajo, una chica fanática de los discos de vinilo que se pasa peleando permanentemente con su novio y que se le aparece por la ventana. Mientras su edificio está cada vez más cerca de los disturbios provocados por las turbas apocalípticas, huyen en una búsqueda desesperada de la primera novia del vendedor de seguros y de un avión que pueda llevar a la chica (Keira Knightley) a la casa de sus padres. Aquí es donde el film se empantana en una serie de situaciones esporádicas que no tienen mucha cohesión entre sí, ni hablar de ritmo, que se pierde casi totalmente por la mitad del film. Y, sobre todo, a medida que la película avanza al terreno de lo romántico y lo sentimental, los chistes empiezan a brillar por su ausencia, con un resultado monótono sólo salvado por la buena música, gentileza de los vinilos de la coprotagonista. Por suerte, hacia el final aparece un buen actor como Martin Sheen, pero demasiado tarde y poco como para mejorar este fin del mundo.
Remake con ideas creativas Este sí es un caso raro: «La casa muda» era una original película de terror uruguaya sobre una chica atrapada en un caserón con las puertas y ventanas tapiadas debido a que está en venta, y acosada por un psicópata que hace cosas extrañas en el piso de arriba. Ahora esta remake es muy parecida en toda su primera parte, y aun cuando se ocupa de cambiar la trama dando vuelta todo el final, genera una sensación de déjà vu no demasiado atractiva, detalle que por supuesto afecta solamente a los que hayan visto el original uruguayo. En el caso de esta versión, la casa es mucho más grande y la chica protagonista (una eficaz Elizabeth Olsen) se la ve casi todo el tiempo sola, aunque también son víctimas de la situación su padre y su tío. La iluminación, punto clave para que el asunto funcione, está muy cuidada, aunque en algunos momentos clave copia plano por plano al film uruguayo, lo que vuelve un poco cansador todo el asunto para quien haya visto el film anterior. Sin embargo, cuando se separa argumentalmente de «La casa muda» y empieza a esbozar ideas propias esta «Silent House» realmente mejora y sorprende al espectador con una nueva subtrama que lleva todo el guión a otro tipo de psycho thriller. En este sentido se puede decir que estamos ante una digna remake estadounidense que no se conforma con repetir las cosas sino que aporta terroríficas ideas propias.
Doble experimento no muy convincente Esta película de fantasmas empieza de manera bastante contundente con los registros -primero fílmico y luego en tape- de dos experimentos realizados por universitarios para demostrar la existencia de espíritus. Uno de ellos transcurre en 1973 y es algo ingenuo e incluso gracioso. El otro, más hacia nuestra época, se vuelve más tenebroso aunque encuadrado en el género de las «películas de fantasmas grabados en video» que ya son casi demasiadas. Pero, luego, el film se toma un impasse de ritmo y clima para centrarse en las andanzas de una pareja que debe cuidar la casa de los padres de ella (Ashley Greene) ubicada en medio de una zona desértica. Pronto empiezan a pasar cosas raras en la casa, como puertas que se abren solas y manchas raras por todos lados. El espectador por un momento creería que con el asunto de las manchas está por aparecer Mr Músculo para hacer una buena limpieza, pero en realidad resulta que el hombre de la casa es uno de los que estaba metido en el último experimento y de algún modo se trajo el espíritu a su nuevo hogar. Pero la preocupación crece cuando se van a un hotel y ahí pasan cosas igual de tenebrosas. Ahí finalmente debe aparecer el personaje más interesante del film, el del joven científico que interpreta Tom Felton encargado de explicar cosas insensatas como todo el guión de este film, y a sufrir sus creaciones en carne propia. «La aparición» tiene dos o tres momentos realmente siniestros, pero su variación sobre casa embrujada no es demasiado convincente, ni tampoco su concepción de lo sobrenatural como experimento científico, que en realidad, no conduce a ningún lado.
Grandes actores para reverdecer una pasión Despues de 31 años es difícil mantener la pasión en un matrimonio. A pesar de los excelentes intérpretes, a esta comedia la pasión tampoco es precisamente lo que le sobra. En todo caso, la premisa es divertida: Meryl Streep es la esposa que cree que puede mejorar la alicaída relación con Tommy Lee Jones, su marido de toda la vida. La rutina los tiene acorralados, siempre desayunan lo mismo, y él casi siempre se queda dormido mirando algunos de los programas deportivos más aburridos que pueda ofrecer la televisión. Dispuesta a hallar una solución a su problema, la protagonista encuentra un libro de autoayuda titulado algo así como «Consiga el matrimonio que siempre quiso», escrito por un experto en la materia. Pero, considerando que con el libro no sería suficiente en su caso, ella lleva las cosas más lejos al punto de pagar un costoso viaje para ser asistidos personalmente por el experto matrimonial del caso, encarnado por el comediante Steve Carell. Al principio, la película luce realmente bien, sobre todo cuando la mujer debe convencer a su conservador marido de ir a mejorar su matrimonio. Verlo a Tommy Lee Jones en este tipo de comedia es una buena oportunidad para apreciar su versatilidad como actor ya que, por esas cuestiones del marketing hollywoodense, sólo suele obtener papeles rudos en policiales o comedias de acción o ciencia ficción, como la saga de «Hombres de Negro». Aquí brilla en muchas escenas, mientras Meryl Streep, lamentablemente, tiene un papel escrito muy por debajo de sus posibilidades. Algo por el estilo se podría decir de Carell, que por algún motivo tiene que jugar su personaje de una manera demasiado medida y sobria, quitándole fuerza a todas las posibilidades humorísticas del asunto. Así es que hay algunos momentos cómicos, y algunos intentos de gags más incómodos que realmente reideros, especialmente cuando la pareja intenta algún tipo de acercamiento íntimo no acostumbrado. Una película con estos actores no puede dejar de tener momentos de interés, pero al final lo que está claro es que todo esto daba para bastante más.