Está claro que el mundo moderno necesita superhéroes, pero tantos juntos al mismo tiempo podría ser un exceso. Como está claro que para Marvel las orgías de personajes clásicos de comics cada vez son menos moderadas, no queda más remedio que dejarse llevar por esta moda que une a casi todos los personajes de Los Avengers (Iron Man, Hulk, Thor y el Capitán América) con los más coloridos Guardianes de la Galaxia, más otros personajes sin una afiliación rigurosa, como el psicodélico Dr. Strange. A eso hay que agregarles los personajes secundarios, que en algunos casos funciona pero en otros puede pasar de situaciones de comedia picaresca a escenas de tortura intrafamiliares. Entendiendo que Marvel se guarda varios ases en la manga (este desenlace tiene una segunda parte a estrenar el año que viene), lo que se disfruta de esta "Guerra Infinita" es la interacción recelosa entre los diferentes superhéroes de universos paralelos, que hasta ahora jamás habían sabido nada de sus colegas. En ese sentido, esta tercera parte ofrece alegrías para los fans, a pesar de que hay personajes sin ninguna función que justifique los exagerados 149 minutos (el caso de William Hurt o Scarlett Johansson) y otros aspectos poco rigurosos, como mezclar planetas y ciudades pasando de Escocia a Wakanda sin escalas, y reciclando subtramas menores que no aportan nada. Cuando funciona, el asunto es grandioso. La mezcla de comedia absurda, autoparodia, superacción casi incesante, imágenes increíbles y dramas intempestivos entre la multicolor Zoe Saldaña, de los de los Guardianes, y su padre Thanos, grandulón totalitario -Josh Brolin- decidido a liquidar a la mitad de los seres del universo (para que la otra mitad la pase mejor). Superior que la anterior secuela, esta parte tiene un defecto insalvable: repetir escenas casi calcadas de films tan recientes como "Black Panther", sólo que con menos nivel. La música de Alan Silvestri y el diseño de sonido tampoco pueden competir con ninguna de las 19 películas anteriores de Marvel.
Un escritor muere y, luego de su velorio, un periodista entrevista a la viuda para conocer pormenores secretos de su vida. El relato de la relación entre el señor y la señora del titulo comienza en 1971 y sigue por más de cuatro décadas. En un comienzo, la historia de este escritor y su musa se podría definir como una especie de comedia romántico-literaria, y en verdad toda la primera parte de la historia, en los tempranos 70, es la más interesante de un film que se va volviendo denso a medida que el romance inicial se convierte en un matrimonio con los conflictos conyugales de rigor. El director, Nicolas Bedos, es también el protagonista al interpretar al señor Adelman, y a su favor como realizador se puede decir que pone el énfasis de la narración en su amante-antagonista, personificada por Doria Tillier, en una gran actuación que justifica por sí sola el precio de la entrada al cine. En general hay buenas actuaciones, pero el director e intérprete sólo por momentos logra mantener con fluidez la historia, y hacia la segunda mitad todo se repite. La música que va describiendo el paso de las décadas es un buen atractivo de una comedia dramática que daba para más.
A favor de esta película de terror surcoreana se puede decir que el director Jung Huh intenta apelar a tradiciones y mitos locales para lograr originalidad. El problema es que "Mimic" mezcla demasiadas cosas y al final tantos elementos provocan una historia deshilvanada y llena de subtramas que no terminan de cerrar. El argumento gira en torno a un ser sobrenatural, un espíritu maligno que imita las voces humanas y logra capturar sus almas en una especie de posesión. Una familia que ya ha tenido malos tiempos en Seúl -su hijito se perdió y la abuela tiene problemas mentales- se muda a una zona rural donde pronto empezará a experimentar cosas raras, incluyendo la aparición de una niña perdida que asegura llamarse igual que su propia hija. La abuela empieza a tener actitudes homicidas y, cada tanto, aparecen ancianas asegurando que tienen que abandonar el lugar cuanto antes. En medio del caos hay varias escenas aterradoras, pero los climas cambian permanentemente y, por otro lado, la absoluta falta de sentido del humor no ayuda. Lo más interesante son las superposiciones de diálogos de personajes adultos dichos por niños, lo que da un toque bastante siniestro.
En 1973, Jack Nicholson y Otis Young eran dos marines que debían custodiar hasta una prisión militar al pobre Randy Quaid, culpable de tratar de robar 40 dólares. Imposible describir esta obra maestra semiolvidada, "The Last Detail" ("El último deber" de Hal Ashby). Darryl Ponicsan, autor de la novela original y luego autor y productor de films de culto como "The Boost", uno de los máximos opus de James Woods, resucitó a sus marineros del siglo pasado en el libro del 2005 "Last Flag Flying", enfrentando a los tres personajes con sus fantasmas y la oscura realidad del siglo XXI. El trio ahora está conformado por Bryan Cranston, Laurence Fishburne y Steve Carell, y sus actuaciones bastan para justificar el precio de la entrada. Lo que no implica que esta comedia negrísima pueda hacerle sombra al film de Ashby. Es que finalmente esto es una producción de Amazon, lo que a veces hace que luzca como un telefilm de la era del streaming. El director Richard Linklater hace un trabajo más que digno, logrando momentos brillantes y aprovechando sus actores al máximo, pero nunca termina de dejarse llevar del todo hacia la incorrección política que pide el asunto. De hecho, el tono de melodrama de los últimos actos y el desenlace conciliatorio provocarían un feroz escupitajo de aquel viejo Nicholson de "The Last Detail". Pero mas alla de las comparaciones, este "reencuentro" merece verse.
En la brillante "No respires" un psicópata ciego perseguía a un grupo de delincuentes que tenían que permanecer en silencio si querían seguir viviendo. Ahora, esta muy tensa "Un lugar de silencio" expande una fórmula similar hacia terrenos aún más fantásticos. Es que en un futuro muy próximo el mundo ha sido invadido por horribles criaturas ciegas que casi han aniquilado a la humanidad. Estos monstruos se alertan ante el menor sonido, y quien diga una palabra o haga algún ruido accidentalmente será liquidado en un tris. El relato se centra en los intentos por sobrevivir de la familia de John Krasinsky y Emily Blunt, que por tener una hija sorda se manejan con lenguaje de señas, detalle que logró que a diferencia de sus difuntos vecinos, hayan podido mantenerse vivos intentando sobrellevar una existencia absolutamente silenciosa. Krasinski, además de protagonista es el director de esta aterradora película que ningún fan del genero debería perderse, más allá de que de sus toques excesivamente dramáticos y su obvio mensaje sobre los problemas que sufre la libertad de expresión en el mundo actual no logran que sea tan dinámica y vertiginosa como la citada "No respires". El detalle de que el matrimonio en la ficción sea una pareja real fuera del set ayuda a que las actuaciones alcancen un altísimo nivel, lo que también se aplica a la brillante Millicent Simmonds como su hija mayor. Y con garras que recuerdan a los marcianos de "La guerra de los mundos" los temibles monstruos de este sólido film de terror son el tipo de bicho que con cada aparición harán que el espectador salte del susto.
En el año 2045 el mundo apesta a todo nivel, la gente necesita huir de su horrible realidad, y el paraíso artificial favorito es Oasis, universo virtual donde todos pueden hacer o ser lo que quieran. En el momento de su muerte, el ciber-gurú creador de Oasis anuncia que escondió un "Huevo de Pascua" en algún lugar de su vasto infinito: quien lo encuentre, será su heredero. Las pistas que conducen a ese tesoro solo serán reveladas a los ganadores de absurdas competencias imposibles, tipo carreras de autos cruza de "Mad Max" con "Jurassic Park". Además de los millones de fans genuinos del difunto creador de Oasis, más los millones de pobres que sueñan con hacerse ricos, también hay ejércitos de soldados de una corporación monopólica más algunos revolucionarios carismáticos y varios heroicos nerds adolescentes, todos detrás del Huevo de Pascua (como para dar un toque ecuménico de Pesaj, también aparece una especie de Golem). Al nivel de los primeros actos de "Rescatando al Soldado Ryan" o de las dos primeras Indiana Jones, esta delirante distopía sobre el mundo virtual arroja al espectador a una montaña rusa de ritmo desaforado, con buenos gags a granel y una riqueza estética asombrosa. Hay una especie de sobredosis hipnótica de matices y estilos visuales, técnicas de animación y live action entremezcladas de modos inéditos, además de docenas de referencias cinéfilas a clásicos y cult movies como para salir del cine pensando en ir a verla de nuevo. O al menos el acto íntegro dedicado al temible mundo virtual de Stanley Kubrick. Por si hacía falta algo más, hay un mensaje cuasi peronista: "La única realidad, es la realidad".
Esta podria ser otra típica película "indie" sobre outsiders y chicos que crecen en ambientes marginales, si no fuera por varios detalles que hacen la diferencia. Por ejemplo, el director Sean Baker baja la edad de sus niñas "olvidadas" a los 6 años, y arma su relato en los suburbios de medio pelo alrededor de Orlando, con moteles baratos llamados Magic Castle o Futureland. Sitios rodeados de outlets truchos de Disney, sólo visitados, en el mejor de los casos, por turistas desorientados engañados por Internet. La antológica estética multicolor potencia el espíritu infantil de estas pequeñas que se portan mal hasta lo punk, ya que se sienten princesas de su propio reino mágico. Baker logra algo tan complejo como darle humor ingenuo a asuntos serios, al mostrar escenas sórdidas desde el punto de vista de una chica, que las naturaliza por no conocer otra cosa. El contraste adulto más o menos sensato lo da Willem Dafoe, como el encargado del motel tolerante y paciente con cualquier madre desmadrada, por no herir a sus chicos, lo que casi siempre lo lleva al borde del soponcio. Si bien el desenlace no convence demasiado, hay actuaciones fuera de lo común, y la fotografía y la dirección de arte dan lugar a imágenes sin desperdicio.
Según los libros de Beatrix Potter, Peter Rabbit es un conejo que anda vestido con una camperita todos los animales de esta historia tienen alguna prenda de vestir- y vive obsesionado por robar, junto a toda su familia, las verduras de la huerta del viejo McGregor muy cerca de su madriguera. Luego de enloquecer casi por completo a McGregor, interpretado pro Sam Neill, el hombre tiene un patatús y la propiedad es heredada pro su sobrino (Domhnall Glesson), el empleado mas obsesivo e insoportable de Harrods que ahora tendrá que vérselas con los conejos liderados por Peter. Hay algo que no se puede discutir con respecto a esta película familiar, y es la calidad de la animación. Los personajes animales tienen rasgos realistas excelentes y sus movimientos están logrados, al igual que sus características antropomórficas típicas de los dibujos animados. Otro aspecto notable es la perfecta integración entre los seres humanos y las criaturas animadas, que tienen una realización formidable en lo técnico. También hay buenos gags que, lamentablemente, se desdibujan a medida que avanza la película por una trama no demasiado interesante sobre las distracciones que provoca Peter en el joven McGregor, quien intenta poner una tienda de juguetes.
Alicia Vikander, la ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto por "La chica danesa", tiene el trabajo de robarle el rostro a Angelina Jolie y convertirse en la nueva Lara Croft, la especie de Indiana Jones surgida de un video game que anda buscando a su padre por parajes exóticos. En realidad, no es que sea mucho trabajo borrar el recuerdo de Angelina, porque las películas de la saga de Tomb Raider, si bien eran taquilleras, no eran memorables. Esta nueva tampoco es nada del otro mundo, pero lo mejor que tiene para aportar es la protagonista, que está excelente en el papel de esta chica de armas tomar. La historia es la misma: la pobre Lara Croft crece añorando a su papá, un aventurero que busca reliquias mitológicas y civilizaciones perdidas, y un día decide salir en su búsqueda, lo que la lleva a viajar a Hong Kong , aliarse con el marinero Daniel Wu, partir hacia una misteriosa Isla en el Pacifico (se llama igual que la de King Kong, Skull Island). Hay lindas escenas de aventuras en cascadas y tumbas milenarias bien filmadas por el noruego Roar Uthaugh, el de "La ola".
Esta comedia sobre dos hermanos tratando de encontrar a su verdadero padre empieza bastante bien, pero poco a poco se va derrumbando hasta que apenas pasada la mitad de la proyección empieza a volverse repetitiva y aburrida. Owen Wilson y Ed Helms son dos hermanos mellizos absolutamente opuestos, ya que uno es un millonario neohippie de personalidad abrumadora, mientras que el otro es un proctólogo absolutamente formal y amargo. Su madre, Glenn Close, se vuelve a casar y en medio de la emoción del reencuentro familiar les revela que en realidad no está segura de quién fue su padre, ya que en los '70 solía concurrir al Studio 54 y en medio del jolgorio de aquellos tiempos nunca supo bien de cuál de sus amantes quedó embarazada. Así que el dúo emprende un viaje por Estados Unidos para conocer a los posibles candidatos paternos, que incluyen un superastro deportivo, un genio de Wall Street y un mítico policía. La estructura de road movie funciona bien durante un rato cuando los hermanos conocen a los dos primeros candidatos (uno es JK Simmons, lejos lo mejor del film) pero a medida que la trama se va enredando torpemente y los chistes decaen, el asunto redunda en un desperdicio de talento.