Eso de que la realidad supera a la ficción se aplica perfectamente a la increíble historia de la mejor y más odiada patinadora de la historia, Tonya Harding, que a pesar de ser la primera en conseguir un complejo salto con figura triple sobre hielo, se hizo mundialmente famosa por estar involucrada en un atentado para romperle la pierna a su principal competidora en las Olimpiadas de invierno. El director Craig Gillespie cuenta la historia desde varios angulos diferentes, partiendo de un seudodocumental con entrevistas recientes a los personajes principales (Tonya, su madre despiadada y su marido golpeador, que es la quien la involucró en el ataque a su rival), y luego recrea los hechos a la manera de una película biográfica, pero sin dejar de interactuar nunca entre ambas vertientes del film. A veces con toques de humor sutil que sirven para equilibrar los momentos más dramáticos y violentos de una historia que tiene de todo menos moderación. El resultado es excelente no sólo porque la fórmula elegida por el director funciona muy bien, sino también debido a que el montaje y la música apoyan formidables escenas de patinaje, y sobre todo a a que las actuaciones están a la altura de las circunstancias. Sobre todo la de la antológica Allison Janney, flamante ganadora del Oscar como la madre más temible desde los tiempos de Joan Crawford. Y por supuesto, la performance de Margot Robbie que finalmente es una Tonya Harding con toda la furia.
Helen Mirren tiene talento de sobra, incluso para interpretar a la excéntrica Lady Winchester, heredera de la famosa marca de rifles de repetición, quien a principios del siglo pasado se dedicó al espiritismo y a construirle una especie de santuario en su mansión a los espectros de todos aquellos muertos de manera violenta por culpa del "rifle que conquistó el Oeste". Hay algunos apuntes de la historia real de la extraña mansión Winchester que, al día de hoy, sigue siendo considerada uno de los lugares mas embrujados de los Estados Unidos. Pero este es un film de terror que se parece demasiado a alguna de las clásicas películas sobre cuentos de Edgar Allan Poe de Roger Corman, aunque con más dinero que verdadera eficacia, y a pesar de que, cuando hace falta, Mirren puede resultar más oscura que el mismísimo Vincent Price. La trama presenta a un precoz psicólogo de 1906, perdido entre el alcohol y el opio, que de golpe es contratado por la empresa que fabrica los rifles del título para determinar si la protagonista está, tal como parece, totalmente demente, y por lo tanto incapaz de manejar negocios. Ya en la mansión el médico encontrará cosas raras, incluyendo un niño poseído con tendencias homicidas y señales espectrales intensas. Lo interesante del guión es que sublima el tema de las actuales masacres con armas de fuego a través de lo fantástico, pero más allá de Helen Mirren y un buen par de sustos, el asunto daba para más.
Con cinco nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, dirección, guión, actriz y actriz de reparto, este segundo largometraje de Greta Gerwig fue una de las grandes sorpresas de la última temporada hollywoodense. Se entiende, si bien "Lady Bird" responde a las características de la típica producción indie, tiene dos grandes cualidades que la distinguen más allá de cualquier estilo: las buenas y creíbles actuaciones, y su notable fluidez narrativa. Saoirse Ronan es Christine, una adolescente con algunos caprichos, como el de hacerse llamar Lady Bird. La película la sigue desde su último año en el colegio secundario hasta su viaje para entrar en la universidad, siendo ése uno de los conflictos principales en la historia de esta joven de Sacramento, California, que sueña con una vida más sofisticada en la Coste Este. La directora y guionista sabe lo que quiere contar, y lo hace con naturalidad y pulso narrativo. Hay detalles sin desperdicio, empezando por los apuntes del colegio católico, la problemática relación del personaje de Ronan con su madre (Laurie Metcalf), y los sinsabores de la clase media estadounidense. El film también enfoca los primeros desengaños románticos y la iniciación sexual de la protagonista, que la lleva a sus primeras señales de madurez. La película transcurre vertiginosamente por estas cualidades, pero hacia el final cierta sobrecarga melosa resta un poco a lo que es una recomendable comedia dramática sobre la adolescencia.
Un policial con trama ilógica Un grupo de ladrones con rigurosa formación militar se propone robar una fortuna de la Reserva Federal de Los Ángeles, donde diariamente se desechan cientos de millones de billetes usados. Pero, en el medio de sus complejos planes, un durísmo policía políticamente incorrecto los tiene en la mira. El típico juego del gato y el ratón es el centro de esta película que tiene dos protagonistas que no logran generar empatía con el espectador, no tanto por las actuaciones de los correctos Gerard Butler (el policía) y Pablo Schreiber (el ladrón), sino más bien por el guión del director Christian Gudegast, que no logra volver demasiado interesantes a estos personajes, que parecen salidos de alguna versión clase B de los Pacino y De Niro de "Fuego contra fuego" de Michael Mann. "El robo perfecto" empieza con una sólida y fuerte escena de robo a un camión blindado, y luego desperdicia más de la mitad de sus excesivas dos horas y veinte de duración en la absurda relación de sus dos antihéroes. Hay que soportar giros de la trama ilógicos e innecesarios, pero a medida que se concreta el robo las cosas mejoran, culminando en una excelente escena de tiroteo en medio del tráfico de una autopista que casi redime este mediano policial negro.
Bellas imágenes y excesiva mixtura de géneros de cine Esta comedia dramática fantástica tiene una ensalada de generos. Hay terror, romance, erotismo, espías de la Guerra Fría, drama sobre intolerancia, gore y ultraviolencia, cinefilia y hasta un número musical. Todo esto con un toque casi peligroso de cine de arte que, más allá de la originalidad y las imágenes fascinantes, explican sus 13 nominaciones al Oscar. En "The Creature Walk Among Us" de 1955, la secuela del clásico de 1954 "The Creature From the Black Lagoon", el director Jack Arnold llevaba a su monstruo del Amazonas a los Estados Unidos para que lo hagan sufrir exhibiéndolo en un acuario de Miami. En "La forma del agua", Guillermo del Toro muestra a un pariente cercano de aquel hombre anfibio atrapado en un sitio peor, un laboratorio secreto del gobierno estadounidense que, luego de atraparlo en el Amazonas, lo quiere analizar para experimentos que podrían servir a la carrera astronáutica contra la Unión Soviética. Justamente, hay espías rusos que también quieren al monstruo, que posee algunos superpoderes inesperados además de lucir lo suficientemente guapo como para atraer, románticamente, a una chica muda que trabaja limpiando el laboratorio. Con guiños a clásicos de todo tipo, desde "La Bella y la Bestia" de Cocteau a "La escalera de caracol" de Robert Siodmack, ya que el psicópata Michael Shannon acosa a la muda Sally Hawkins, aceptada por el monstruo tal cual es, del Toro se supera a sí mismo en lo visual y lo imaginativo. Pero su gran desafío es llevar al espectador de un clima a otro paseándolo sin pausa por todos los géneros ya mencionados. En general lo logra, aunque tanta mezcla le quita un poco de fuerza narrativa a este gran film que tal vez debería durar veinte minutos menos, o tal vez una hora completa más, porque cada personaje y estilo darían para una mini-película en si mismos. Lo cierto es que "La forma del agua" se disfruta mucho, empezando por la formidable actuación de la protagonista (y de todo el cast), la fotografía y la hermosa música de Alexander Desplat.
Un drama de resonancias siniestras que daba para más Algunas películas son más raras u originales que realmente eficaces, pero en el caso de esta ambiciosa "El sacrificio del ciervo sagrado" está claro, desde el principio, que la intención del director Yorgos Lanthimos es hacer algo minuciosamente extraño, intención que al final atenta contra el potencial de una historia interesante. Colin Farrell es un exitoso cirujano que alguna vez tuvo problemas con la bebida, y que tal vez por culpa entabla una extraña relación con un adolescente, hijo de un paciente que murió en el quirófano. En un momento ese vínculo se vuelve un tanto molesto para el médico, algo esperable dado que lo invitó a su casa para que conozca a su esposa. Nicole Kidman. y a sus dos hijos (estas incongruencias son las que afectan la lógica y la fluidez narrativa del film). Pero cuando el espectador ya se está preguntando para qué pagó la entrada cuando oye esos diálogos monocordes entre el adolescente y el médico, el hijo menor de Farrell sufre una extraña parálisis, y el extraño visitante le da un ultimátum al medico, asegurando que si no elige sacrificar a un miembro de su familia, todos terminarán con parálisis, sin poder comer, y finalmente morirán. El director maneja un estilo de drama absurdo que a veces funciona y a veces no, pero da lugar a escenas intensas y situaciones desaforadas. Igual, el resultado necesariamente es más raro que realmente bueno.
“La bóveda” abusa de los lugares comunes del terror Esta mezcla de policial y film de terror tenía todo para ser una gran película clase B, pero lamentablemente el director Dan Bush no supo ejecutarla como es debido. La idea es muy buena: dos hermanas delincuentes deciden robar un banco para arreglar un entuerto familiar, pero eligen el lugar equivocado ya que allí hubo un sangriento robo décadas atrás que dejó una oscurísima actividad paranormal. Durante la primera media hora, básicamente dedicada al asalto en sí mismo con el agregado de algunos detalles sobrenaturales, el asunto funciona bastante, e incluso promete. Pero a medida que la acción se transporta a la bóveda ubicada en el siniestro sótano el ritmo decae y la acción se vuelve confusa. Por otro lado, las situaciones terroríficas no son demasiado contundentes, y apenas hay un par de sustos bien pensados. Con todo, la premisa funciona como para que el espectador no pierda del todo el interés hasta un epílogo demasiado largo que cae en esos múltiples lugares comunes que reconocen fácilmente los fans del genero. La presencia de algunos buenos actores como James Franco ayuda a recomendar el film, pero para cuando lo pasen en el cable.
Camino al Oscar: magnífico Gary Oldman como Churchill El formidable actor suma a su galería de caracterizaciones la más sobresaliente. Un actor capaz de interpretar tanto a Sid Vicious como a Beethoven puede interpretar cualquier personaje histórico que se proponga. Sin embargo, la caracterización que en "Las horas más oscuras" hace Gary Oldman de Winston Churchill es asombrosa. Su actuación es el gran motivo para ver este muy buen drama histórico sobre el momento en el que, ante la rendición de Francia, Inglaterra es el único país europeo enfrentado al facismo y debe elegir entre hacer las paces con Hitler y Mussolini, o luchar contra las nazis en absoluta soledad. La descripción de un Churchill que desayuna con whisky, que no deja de tomar bebidas alcohólicas ni siquiera en presencia del rey, y que va siendo virtualmente aplastado por la terrible presión de la situación que debe tratar de resolver es enfocada por el director Joe Wright con momentos de humor típicamente británico, que ayudan a distender el drama. La dirección de arte de los bunkers, donde el Primer Ministro se reúne con la plana mayor militar inglesa hace honor al título y ayuda al clima casi kafkiano de estas horas oscuras que tienen sus escenas culminantes en el Parlamento, cuando Churchill pronuncia su famoso discurso de la "sangre, sudor y lágrimas". También hay algunas licencias, que podrían estar entre lo mejor y lo peor del film según como se mire, como una secuencia clave en el subte de Londres en la que el estadista conoce la opinión del pueblo. Esta no es una película fácil. Es muy claustrofóbica y dialogada. Pero es totalmente recomendable no sólo por la fuerza del tema de la lucha contra el facismo, sino también por la antológica actuación de Gary Oldman, por la que debería ganar el Oscar.
De superhéroes, y sin repetirse Las películas de superhéroes viene filmándose en tal cantidad que las repeticiones se vuelven inevitables. Eso es algo que no tiene esta formidable "Black Panther", ya que transcurre lejos del mundo habitual de los superhéroes. Charles Boseman es el nuevo rey de Wakanda, un país supuestamente tercermundista en el corazón de África que, tras su fachada de pobreza, esconde riquezas y descubrimientos tecnológicos gracias al vibranio, metal que sólo se consigue en esa tierra. Esconder ese secreto es primordial para Wakanda, aunque su nuevo rey querría aplicar sus conocimientos para ayudar al resto del planeta. En todo caso, hay un villano extranjero que conoce el secreto y hará lo posible por conseguir el preciado metal. El malo, interpretado por Andy Serkis por una voz a cara descubierta y no bajo una capa de animación digital- es sólo uno de los hallazgos de esta gran película que puede ubicarse entre las mejores adaptaciones de Marvel al cine. Más allá de otras excelentes actuaciones como la de Forest Whitaker como el médico brujo de Wakanda. Pero lo que convierte a "Black Panther" en algo especial es la estética africana mezclada con la fantasías típicas del comic que logra una combinación inédita, que también se aplica a la música.
Pesadilla en lo profundo del mar Este thriller submarino parece una variación de la taquillera y muy superior "Miedo profundo", de Jaume Collet-Serra, en la que una surfista quedaba a merced de un tiburón. Aquí hay dos hermanas que no tienen mejor idea que irse de excursión y meterse en una jaula para ver tiburones en el fondo del mar, y desde el vamos queda claro que el barco que descarga la jaula no ofrece demasiadas medidas de seguridad. A partir de ese momento, cada decisión que toman las pobres turistas y los tripulantes del barco son claramente todo lo que no hay que hacer. Las jaula cae al fondo del mar, el oxigeno se acaba, y los tiburones acechan por todos lados. Pero tal vez el tema de la película sea el peligro de extinción de los escualos, ya que estos tiburones son muy lentos para comerse a la gente. Con todas las debilidades del guión, y un desenlace sorpresa ya visto en otros films mas originales, "A 47 metros" de todos modos ofrece una extraordinaria fotografía submarina que en realidad es el elemento que hace que la película sea atractiva visualmente pese a sus obvias fallas argumentales.