Los elegidos continúa la maratón de películas sobre fenómenos extraños. Una familia, extraterrestres y una receta repetida pero eficaz. El estreno de Los elegidos en la cartelera cordobesa pone de manifiesto una especie de paradoja, porque ofrece un argumento visto en infinidad de películas del género, pero a pesar de los elementos revisitados y un guión bastante predecible, este producto del director Scott Stewart cumple con el objetivo de entretener al espectador. La trama parte de la base de cómo una familia aparentemente normal (madre, padre, dos hijos chicos) comienza a padecer una sucesión de acontecimientos que no son normales, claro está. Todo lo raro ocurre en la intimidad de su casa, pero también en sus propios cuerpos. Ante tal estado de cosas, se les ocurre consultar a un experto en este tipo de fenómenos. Cualquier similitud con El conjuro, por mencionar una cinta fresquita, o con Encuentros cercanos del tercer tipo o Actividad paranormal, por nombrar dos casos ya firmes en el bagaje del gran público, no es pura coincidencia. Stewart, que además de dirigir este producto es también el guionista, tomó el gran libro de las recetas cinematográficas y en vez de cocinar un plato elaborado quiso hacer milanesa con papas fritas. Pero, ¿quién se resiste a un buen plato de mila con fritas? Suspenso. La película funciona porque se logran buenos momentos de tensión. Durante un tramo de estos 95 minutos, parece que Los elegidos enfila el timón para un lado, pero de a poco se da un giro que la lleva hacia otros caminos. Se juega con la esencia de lo desconocido, con el terror que genera el saber que somos muñecos en manos de otro tipo de vida. Lo extraterrestre, la presencia alienígena, se va metiendo en el asunto, para entremezclarse con la psicología de los protagonistas. Esto último, precisamente, se erige como uno de los puntos altos que hacen del filme un producto eficaz, porque a pesar de haber contado con un escaso presupuesto de 4 millones de dólares (lo cual implica salarios no muy abultados para el elenco), tanto Keri Russel como Josh Hamilton cumplen con oficio su labor. También los chicos, de los cuales el más reconocible es Dakota Goyo, por su papel en Gigantes de Acero. Pequeña mención aparte para un eterno secundario como J. K. Simmons, que aquí se desempeña como el especialista que intenta explicarles a los protagonistas lo que les sucede. Finalmente, vale decir que en función de su costo de producción, los efectos especiales son dignos aunque no constituyen un eje central. El título original de la cinta (Dark Skies) y este que le endilgaron para el mercado latino, dan entonces una idea más o menos cabal de lo que encontrará el público: en la oscuridad de los cielos es donde está el origen de los males que sufre esta familia, y solamente esta familia.
Martillazo Lo que se venía mostrando en tráilers y avances de todo tipo como para generar la ansiedad correspondiente en los fanáticos de Marvel, finalmente llegó a las salas locales. El arribo de Thor 2: un Mundo Oscuro le da continuidad a la maratón de películas con las que la industria del cine norteamericano viene salvando la ropa desde hace varios años. Habría que preguntarse qué hubiera sido (en términos económicos) de los estudios, sin los superhéroes y los poderes que ostentan. Pero yendo al caso particular del gringo con el martillo, el regreso de Thor se caracteriza por contar con lo suficiente como para entretener a toda la familia, desde el más chico al más grande, sin erigirse como una gran muestra del cine derivado del cómic. Es decir, el espectador saldrá tranquilo de la proyección porque no malgastó la plata, pero no podrá decir demasiadas maravillas de la cinta, como ocurrió en su momento con la primera y fundamentalmente la tercera de Iron Man, para citar dos casos. Luego de una introducción explicativa, la acción comienza enlazándose con el final de Los vengadores, con Loki en cana (un Tom Hiddleston de lo mejor del reparto), con Thor poniéndole el moño a una serie de luchas y conflictos en los Nueve Reinos y a su padre Odín con ganas de que el pibe se convierta en el rey de Asgard. Pero el amor es más fuerte, y Thor no puede olvidarse de la damita que dejó en la Tierra, la científica Jane Foster, interpretada por la bella Natalie Portman. Líos en Londres. Si bien resulta un tanto curiosa, la elección de situar una parte importante de las acciones en la capital inglesa resultó acertada. A eso se le puede agregar un cierto toque medieval en la estética, hecho nada casual si se tiene en cuenta que el director Alan Taylor suele dirigir capítulos de la serie Game of Thrones. Los problemas comienzan cuando una gran energía se libera y tiene a Jane como involucrada. A partir de allí se dan las clásicas peleas que le sacan lustre a la animación por computadora, y el desparejo guión le cede lugar a unas cuantas escenas risueñas, sin descuidar el objetivo final que tiene Thor de hacer añicos el Mundo Oscuro del título. Una de las cosas que salieron bien en esta cinta es que la acción nunca decae, por lo que aquellos que van en busca de entretenimiento sin grandes pretensiones estarán de parabienes. Chris Hemsworth cumple con las dos misiones que tiene en esta saga: sonar más o menos convincente y mostrar los abdominales, aunque como ya se mencionó el que se lleva las palmas es Tom Hiddleston dándole forma a un Loki de colección. Pulgar en alto también por haber conformado un elenco de lujo con Christopher Eccleston, Rene Russo y Anthony Hopkins. Un consejo válido para los ansiosos es que no salgan disparados como un resorte cuando larguen los créditos finales, porque como ya es una fija en los productos Marvel se cuelan escenas que dan una pauta de lo que vendrá en un futuro cercano.
Con el protagónico de Hugh Jackman, esta película combina drama y suspenso en partes iguales y mantiene al espectador atornillado a la butaca. Sucede en ocasiones que se cargan de tal manera las tintas en una película hablando en términos promocionales, que cuando se concurre al cine a presenciarla la sensación posterior es casi de despojo. Pocas veces se condice el resultado final con la maquinaria publicitaria gastada. Como contrapartida, de vez en cuando aparece una cinta que llega de punto, casi en silencio y sin grandes previas, y al salir de la sala parece que alguien nos arrebató a puñetes. Bienvenidas sean estas películas, y bienvenida sea La sospecha, una obra de esas que es capaz de provocar sensaciones varias, menos indiferencia. Protagonizada por Hugh Jackman, la dirección corrió por cuenta del canadiense Denis Villeneuve, quien tiene en su haber un dramón con todas las letras y altamente recomendable titulado Incendies. Aquí, Jackman interpreta a un padre de familia, religioso con mayúsculas para más datos, que debe enfrentarse a una situación extrema: la desaparición de su hija y de una amiga el Día de Acción de Gracias. Luego de ocurrido el hecho, van pasando las horas y se arriba al dilema consabido de tomar el toro por las astas y hacer justicia por mano propia, a pesar de la solvencia y el profesionalismo que demuestra el policía encargado del caso. Jackman aporta su plus de súper estrella, pero Villeneuve tuvo además la suerte de trabajar con un elenco de lujo en el que Jake Gyllenhaal también suma su cuota de fama, pero sobre todo conformado por eternos actores secundarios de sobrado talento como Viola Davis, Melissa Leo y Paul Dano (este último se lleva un gran porcentaje de las palmas con un personaje que hace que el espectador pierda los estribos). Intriga. La mejor muestra de que La sospecha es una buena película de suspenso radica en el hecho de que dura dos horas y media y en ningún momento decae la tensión. En eso hay que sacarse el sombrero ante un guión sin fisuras que no recurre a frases hechas ni a reflexiones sesudas, como es un tópico en esta clase de productos, y hay que subrayar la mano del director para combinar en justa medida la moral, la violencia cruda, los sentimientos paternos y la locura. Lo mejor que le puede pasar a alguien que quiere encontrar en una película algo que le mueva la estantería, es que se lo ubique ante interrogantes cuyas respuestas son difíciles de encontrar o que directamente no las tienen. La sospecha (el título original del filme es Prisioners) juega con eso, y embarca a todos en ese macabro ir y venir de lo correcto, lo incorrecto, lo justificable y lo que no lo es. Con un trabajo de edición que no requiere de grandes artilugios, ni siquiera del lomo de Jackman (aquí el tipo actúa, y lo hace muy bien), La sospecha demuestra, entre otras cosas, que a veces una historia que puede parecer trillada (secuestro, desaparición, ningún resultado y entonces el protagonista entra en acción) resulta bien si el tratamiento es serio, firme y no se torna pretencioso. Muy buena propuesta para los que quieren meterse de lleno en una trama, aunque después el malestar dure un rato largo.
La película usa el gancho de reunir a un grupo de estrellas y tiene como eje central la llegada del Apocalipsis, mientras se celebra una fiesta en la casa del actor James Franco. Hace poco se estrenó sin pena ni gloria la segunda parte de Son como niños, una película realmente mala en la que Adam Sandler aprovechó otra vez la idea de juntar un grupo de estrellas amigotas para hacer una comedia. También se mencionó que más allá de lo interesante que pueda resultar agrupar en un set a reconocidos actores, alguna propuesta mínima tiene que existir. Lo supo hacer bastante bien Ben Stiller en la recordada Una guerra de película, que combinó un súper elenco y además resultó divertida. Este es el fin, que se estrenó el jueves en Córdoba, vuelve sobre esa iniciativa de llamar a varios comediantes y al final no es ni lo primero ni lo segundo. El producto terminado es una cinta aceptable, que quizá no tenga tanto atractivo para el gran público, sino para un porcentaje más acotado de espectadores que maneja ciertos nombres de la comedia americana reciente. El que más trabajos tiene en éxitos industriales (la saga de El hombre araña) es James Franco, y se suman Seth Rogen (quien además dirige), Jay Baruchel, Jonah Hill, Danny McBride y Craig Robinson. Todos encabezan un filme en el cual lo mejor no son ellos ni la historia que en las próximas líneas se va a resumir: acá lo más divertido son los increíbles cameos de otros actores que apenas participan unos segundos. Allí se lo ve a Paul Rudd, Michael Cera, Emma Watson (sí, la Hermione de Harry Potter) y hasta aparece en un par de escenas la voz femenina más vendida del pop-soul de los últimos tiempos, Rihanna. El apocalipsis. Las claves de la película, aparte de las caras, son el humor bizarro, los diálogos desopilantes y una trama que propone a todos los mencionados haciendo de sí mismos. Seth Rogen recibe a su amigo Jay Baruchel en Los Angeles, y lo invita a una fiesta en lo de James Franco, como si uno invitara a Josecito a la joda de Pepe. Allí se encuentran con todos los demás, mientras sucede un acontecimiento inesperado: nada menos que el Apocalipsis. El que pretenda tomar en serio el planteo, podrá hablar de aquellos que se ríen de sí mismos o del hedonismo imperante en la vida de las estrellas del cine. De hecho, los segmentos de la fiesta, que abarcan poco menos de la primera mitad de la película, constituyen lo más disfrutable. Después, cuando comienza la destrucción y hay que vérselas con el cielo o el infierno, Este es el fin inicia un camino descendente. Hay algunas partes realmente graciosas, basadas en la incomodidad que siente Jay Baruchel (encarnando una especie de antistar) de participar en un jolgorio organizado por James Franco, de quien dice que es inaguantable. Y en un momento, comienza el aporte escatológico que combina violencia cruda con chistes de tipos fumados. Casi con seguridad, Este es el fin saldrá más rápido que tarde de la cartelera, porque su público forma parte del universo de jóvenes que consume esta clase de comedia a través de las descargas vía Internet.
Sangre a mares Cuando allá por el 2007 se estrenó en todo el mundo la película 300, se movió un poco el avispero del cine pochoclero, con la historia del general espartano Leónidas y sus tres centenares de soldados que solitos le hicieron frente a todo el ejército persa. Gerard Butler y sus abdominales tenían a su cargo el rol principal de la cinta, que con muchas licencias cinematográficas y una estética por aquél entonces novedosa y atractiva, mostraba un fragmento de la lucha en la antigua Grecia con buena mano en la dirección (Zack Snyder estaba detrás de cámaras) y una trama que no andaba con vueltas. Ahora, lo único que queda de la primera aventura es el número y la estética. El protagónico ya no es de Butler, la dirección corrió por cuenta del israelí Noam Murro y el guión es un poco más rebuscado. Aunque nobleza obliga, la premisa fundamental de la que parte este tipo de filmes y el propio género se cumple quizá hasta con exageración: el público que se acerque a las salas con ganas de ver sangre en cantidades industriales, batallas increíbles, peleas monumentales y algo de sexo, seguramente saldrán más que satisfechos. 300: El nacimiento de un imperio es, fundamentalmente, un festín de adrenalina y violencia sobre el cual se apoya, casi de forma desganada y con fórceps, una historia. Mujer fatal. A diferencia de su predecesora, en esta cinta quien se lleva la atención es el rol femenino. En resumidas cuentas, la trama se desgrana en esta película al mismo tiempo en que se suceden los hechos de la primera, pero con eje en una gran batalla marítima que enfrentó a los griegos, liderados por Temístocles (Sullivan Stapleton), contra las mucho más numerosas tropas persas del rey Jerjes (Rodrigo Santoro), comandadas por la tan villana como sensual Artemisia (Eva Green). Y como se mencionó a un principio, es este último personaje el que más fuerza irradia, el que con sólo un poco de garra sobresale por sobre el resto. Porque a diferencia de la entrega anterior, cuyos protagonistas tenían peso propio, esta continuación carece de personajes fuertes. Es notable el esfuerzo que se puso en la técnica: hay efectos especiales como para darse un banquete y algunas escenas están verdaderamente bien logradas en el plano visual, sobre todo las que muestran las batallas. Como contrapartida, el libro no sitúa a los protagonistas (salvo la excepción mencionada) en el pedestal épico que sí exudaba el Leónidas interpretado por Gerard Butler. Hay un esfuerzo por conectar ambas propuestas, y el director Murro se toma un tiempo también para explicar las motivaciones que los guían. 300: El nacimiento de un imperio es un buen entretenimiento y no más que eso. Además, un entretenimiento dirigido a los que gustan de masacres y escenas crudas de violencia. Si el objetivo es darse una panzada con estos platos, quienes paguen el ticket no tendrán quejas.
Pasado por agua Con el estreno de Noé, el director Darren Aronofsky navega (para usar un término acorde) por primera vez en las aguas de una superproducción que tuvo un costo de más de 130 millones de dólares (casi un palo verde por cada minuto proyectado). La cinta sigue el camino de dos carriles que tienen sus películas anteriores como El cisne Negro y Réquiem para un sueño, porque se trata de una realización basada en el personaje bíblico, que ahonda por momentos en las oscuridades del mismo con muchísimas licencias artísticas, y que tiene una estética extraña en la que se mezclan varios estilos. Todo el mundo conoce la cuestión de fondo: el mundo está lleno de pecadores, y Dios decide castigar a la humanidad tapándolo todo con agua. Pero debe haber una salvación posible, alguien que encuentre la redención a través de una tarea heroica como la de salvar a las especies en un arca gigante. Y para eso, nadie mejor que Russel Crowe. Habría que preguntarle a Aronofsky si con algunas de las secuencias que abundan en efectos especiales tomó la decisión de hacerlas toscas a propósito. Noé, en ese aspecto, provoca la rara sensación de hacerle sentir al espectador que por momentos se encuentra ante una obra maestra y por momentos frente a un cambalache cercano a las ya antiguas imágenes de MTV. Cuando la película se mete con las contradicciones de los protagonistas, con la crudeza del mundo antediluviano y con el proceso que desemboca en la finalización del arca, la historia parece andar sobre rieles. Y parece que está a punto descarrillar con varias escenas digitalizadas, cuando peca de poética o tiende a la moraleja ecologista. Sin dudas uno de los principales aciertos estuvo en la elección del elenco, punto en el que no se anduvo con vueltas: además del mencionado Crowe, le dan fuerza a la historia Jennifer Connely (esposa de Noé), Emma Watson (una chica abandonada que vive con ellos) y Anthony Hopkins interpretando al anciano Matusalén. Con algunas vueltas de tuerca, una gran libertad para aggiornar el relato en función de lo que se pide por estas épocas y algunas escenas fallidas, Noé no deja de ser una opción interesante para acercarse a una sala de cine.
Con las alitas arriba Río 2 trae de regreso a los guacamayos azules y a un camión de personajes para continuar con esta historia apta para grandes y chicos. Casi tres años después del estreno y enorme éxito comercial de Río, llega la segunda entrega de este producto de animación que, ya de arranque, tiene elementos como para ubicarse por fuera de los esquemas que habitualmente ofrecen los grandes tanques de este cada vez más prolífico rubro de la industria cinematográfica. Para empezar, un realizador brasileño detrás de todo como Carlos Saldanha, que supo darle forma a una historia donde se combina la esencia de su hogar, una mirada ecologista sin caer en el discurso aleccionador y protagonistas que tienen esa chispa sudamericana (brasuca, bah) que obviamente no se ve en los demás filmes del género. En segundo lugar, estas películas ganan precisamente por las características de sus criaturas, excesivas en sus particularidades. Y finalmente, las tramas y subtramas que, bien acompañadas por su fondo musical y el color, hacen de Río 2 un regalo disfrutable tanto para los grandes como para los chicos. Blu, su pareja y sus tres hijos, Bia, Carla y Tiago, más una camionada de personajes como compañía, vuelven a las andadas. En esta oportunidad la excusa para la aventura es el descubrimiento de un grupo de guacamayos azules, que hasta ese momento se encontraban en la lista de animales extintos. Como ya se mencionó, la lectura conservacionista también está presente bajo la forma de una lucha para evitar la tala de árboles en ese corazón del mundo que es el Amazonas. Esa es una de las virtudes que tiene esta franquicia y que es bien manejada por su director: las ideas de este tipo que en otras películas son mostradas en forma tosca y a los ponchazos, o bien en el otro extremo, es decir demasiado melosas, aquí van pasando naturalmente y en función de la locura de los personajes. La selva y la ciudad. En esta segunda parte hay una contraposición que toma forma en la idea del regreso al lugar de pertenencia o bien la de convivir como buenos domesticados en esa otra jungla que está hecha de cemento. Los tres hijos de Blu constituyen parte del foco de todo esto, porque como ya se sabe su pareja y gran amor encarna el espíritu de libertad, que choca con la actitud sociable de él. La pretensión es que sus críos pasen por lo que un ave debe vivenciar en su entorno natural y allá se van al Amazonas. Sin nada que reprocharle en los aspectos técnicos, al igual que la cinta debut la película se desarrolla ofreciendo a cada paso más personajes e historias conexas, y no pierde el hilo de la narración. Para los más pequeños, es la fiesta de colores el principal atractivo que se pone a disposición, con una estética cuidada y un poco más sutil que la de su antecesora. Claro que esos son detalles que poco les puede interesar a hijos y papás, mientras la historia funcione medianamente bien. En ese sentido, Río 2 es una buena oportunidad para quedar bien con los primeros y de paso pasar un rato entretenido en el cine con ellos. Casi tres años después del estreno y enorme éxito comercial de Río, llega la segunda entrega de este producto de animación que, ya de arranque, tiene elementos como para ubicarse por fuera de los esquemas que habitualmente ofrecen los grandes tanques de este cada vez más prolífico rubro de la industria cinematográfica. Para empezar, un realizador brasileño detrás de todo como Carlos Saldanha, que supo darle forma a una historia donde se combina la esencia de su hogar, una mirada ecologista sin caer en el discurso aleccionador y protagonistas que tienen esa chispa sudamericana (brasuca, bah) que obviamente no se ve en los demás filmes del género. En segundo lugar, estas películas ganan precisamente por las características de sus criaturas, excesivas en sus particularidades. Y finalmente, las tramas y subtramas que, bien acompañadas por su fondo musical y el color, hacen de Río 2 un regalo disfrutable tanto para los grandes como para los chicos. Blu, su pareja y sus tres hijos, Bia, Carla y Tiago, más una camionada de personajes como compañía, vuelven a las andadas. En esta oportunidad la excusa para la aventura es el descubrimiento de un grupo de guacamayos azules, que hasta ese momento se encontraban en la lista de animales extintos. Como ya se mencionó, la lectura conservacionista también está presente bajo la forma de una lucha para evitar la tala de árboles en ese corazón del mundo que es el Amazonas. Esa es una de las virtudes que tiene esta franquicia y que es bien manejada por su director: las ideas de este tipo que en otras películas son mostradas en forma tosca y a los ponchazos, o bien en el otro extremo, es decir demasiado melosas, aquí van pasando naturalmente y en función de la locura de los personajes. La selva y la ciudad. En esta segunda parte hay una contraposición que toma forma en la idea del regreso al lugar de pertenencia o bien la de convivir como buenos domesticados en esa otra jungla que está hecha de cemento. Los tres hijos de Blu constituyen parte del foco de todo esto, porque como ya se sabe su pareja y gran amor encarna el espíritu de libertad, que choca con la actitud sociable de él. La pretensión es que sus críos pasen por lo que un ave debe vivenciar en su entorno natural y allá se van al Amazonas. Sin nada que reprocharle en los aspectos técnicos, al igual que la cinta debut la película se desarrolla ofreciendo a cada paso más personajes e historias conexas, y no pierde el hilo de la narración. Para los más pequeños, es la fiesta de colores el principal atractivo que se pone a disposición, con una estética cuidada y un poco más sutil que la de su antecesora. Claro que esos son detalles que poco les puede interesar a hijos y papás, mientras la historia funcione medianamente bien. En ese sentido, Río 2 es una buena oportunidad para quedar bien con los primeros y de paso pasar un rato entretenido en el cine con ellos.
Después de las producciones del superhéroe arácnido que lo tienen como protagonista a Tobey McGuire, los popes de los estudios decidieron hacer borrón y cuenta nueva con todo lo que ya se había hecho y empezar otra vez de cero. Diferente actor, también nuevo elenco, un planteo más estilizado, pero a Peter Parker había que darle la oportunidad de revivir (como si se tratara de esas comedias donde se puede comenzar el mismo día una y otra vez) su historia desde el inicio, o sea desde que uno de esos insectos lo picó en la nuca otorgándole la oportunidad de cumplir el sueño del pibe: pasar de ser un don nadie a ser un salvador enmascarado con grandes poderes. Andrew Garfield, el elegido para esta "resurrección" titulada El sorprendente Hombre Araña, se las rebuscó para darle un toque distinto al personaje (más canchero, entre tímido y superado) y el filme tuvo críticas dispares. Sin embargo, alcanzó números suficientes como para llegar a una saga, la segunda entrega de este remozado héroe bajo el subtítulo de La amenaza de Electro. Había más. El nombre de esta flamante cinta ya da uno de los elementos importantes de un argumento que en esta oportunidad suma muchos. Electro (Jamie Foxx) es la amenaza más poderosa a la que debe hacerle frente el Hombre Araña, y con el objetivo de darle a la trama un protagonista también metido en sus propios laberintos, aquí los fanáticos se van a enterar de más cosas que vuelven lo que antes era un universo un tanto simplón en algo un poco más complicado: el padre de Peter deja señas de su pasado y de sus investigaciones; la tía ingenua no lo es tanto; además de Electro hay un par de villanos más; la historia de amor con Gwen suena con pocas posibilidades (sin embargo es uno de los ejes de la trama); y la omnipresente corporación Oscorp se dibuja como la cuna de todos los males. Estas varias ramificaciones parecen atentar por momentos contra la narración, pero más allá de algunos altibajos la cosa termina funcionando. Por ahí anda también un Harry Osborne más andrógino (interpretado por Dane DeHaan). Como siempre ocurre en estas franquicias, sobre el final se dejan ver trazas para vislumbrar qué es lo que se viene en la próxima película. El sorprendente Hombre Araña 2 es una gigantesca máquina pochoclera que en casi dos horas y media cumple con su misión fundamental que es la de entretener al espectador. Que se podría haber logrado un producto mejor es cierto; que se eleva unos puntos por sobre su predecesora, también.
Entre la comedia y la acción Kevin Costner protagoniza 3 días para matar, donde interpreta a un agente que quiere recuperar la relación con su hija, mientras cumple una misión. En los primeros minutos de Duro de Matar 4, el imbatible y al mismo tiempo loser policía John McClane se encuentra en una misión un tanto particular: celar a su hija adolescente que está a los arrumacos con un amigo dentro del auto. Desde la irrupción de este detective antihéroe allá por 1988, uno de sus sellos fue la capacidad para el diálogo ácido en situaciones familiares poco creíbles, metidas en el medio de balaceras y piñas, algo que Willis también despuntó, por ejemplo, en otro filme de acción titulado El último Boy Scout. Esa ironía en las respuestas y el rol de padre maltrecho que al archifamoso pelado le sale bastante bien, en otros actores quizá puede resultar forzado, y las situaciones improbables pueden tornarse aún más inverosímiles. Algo de esto pasa en 3 días para matar, una película que tiene a Kevin Costner como protagonista principal en un papel con algunas de estas trazas. Ethan Renner es un agente de la CIA que por su particular trabajo se fue alejando de su familia, integrada por mujer e hija (parecido al argumento de Búsqueda implacable, pero sin el elemento dramático). Cuando le informan que sufre un mal terminal que acabará con su vida en breve, le "ofrecen" una droga experimental, pero nada es gratis en esta vida y menos en el violento mundo del espionaje: la condición es cumplir una misión en la que debe continuar liquidando gente, aunque eso vaya en contra de la promesa que le hizo a su mujer, quien le dejó la hija a su cuidado. El laburo del viejo. El argumento gira, entonces, en los esfuerzos que hace el veterano agente Renner para recomponer la relación con su hija adolescente, mientras se las rebusca para llevar a cabo este encargo sin que esta se entere, y de paso continuar con vida. Es en este mejunje de géneros (se pasa de la acción a la comedia, del suspenso al sentimentalismo) donde se pierde en algunas secuencias la necesaria conexión con el público. De todas formas, se trata de un producto que logra entretener, y si hay algo para resaltar es que el director Joseph Nichol se puso las pilas para darle forma a las escenas de acción, varias de las cuales están mejor logradas que en muchos filmes de ese género que se estrenan cada semana en las salas del mundo. El resto del elenco cumple aceptablemente con su trabajo: Hailee Steinfeld interpreta a la hija y la belleza femenina corre por cuenta de Amber Heard, quien se pone en la piel de la agente que hace de contacto con el bueno de Costner. Como dato extra vale la pena destacar que uno de los productores de esta cinta es nada menos que el galo Luc Besson, que algo sabe como director y como productor. Con sus fallas y a pesar de que puede tildarse de rara, 3 días para matar es una película que tranquilamente puede incluirse en un plan de fin de semana livianito, para pasar un par de horas en una sala de cine y después a otra cosa.
Historias crueles Relatos salvajes tiene sobrados argumentos para ser considerada una gran película. En primer lugar, porque lo que ofrece básicamente es un abanico de historias con distintos personajes, sin conexiones aparentes, y sin embargo al terminar la proyección uno sale convencido de que presenció “una” obra de arte compacta, homogénea e inalterable en el tiempo. En segundo lugar, porque al director Damián Szifrón se le puede criticar muchas cosas, pero si narrara en prosa lo que es capaz de narrar en el cine, estaría peleando un Nobel de Literatura palo a palo con cualquiera de los grandes. El manejo que tiene de los tiempos, el trabajo de edición de algunas secuencias y los planos magníficos que logra, lo ubican en un sitial donde solo entran los talentosos. Y en tercer lugar, porque se trata de una cinta con un elenco larguísimo y, salvo alguna excepción que no vale la pena mencionar, casi todos cumplen con un gran cometido. Pero hay otra cuestión aparte que merece ser planteada, y es que no fueron muchos (Trapero, Caetano, aunque con otros estilos) los realizadores nacionales, por lo menos en los últimos años, que se atrevieron a poner en la pantalla grande la mierda del ser humano en la dimensión que lo hizo Szifrón y quienes fueran los que lo ayudaron a crear las tramas y los personajes de Relatos salvajes. Son tipos y mujeres a los que ciertas situaciones los dejan en un plano bien de border, personas miserables no exentas en sí mismas de un humor ácido y quemado. Esa fue la principal apuesta del realizador en este producto, y claramente salió ganando. La violencia que se ve individualmente es la proyección hacia lo universal, hacia una sociedad que ve carcomidos sus cimientos de una forma terrorífica. Y los que piensen lo contrario, no hace falta que pongan Crónica para darse cuenta, vayan nomás a las tapas de los medios más conservadores y si tienen una pizca de sentido de supervivencia se van a asustar igual. El eje del mal. Son seis las historias que se presentan en Relatos salvajes. Comienza con la titulada Pasternak y continúa con Las ratas, El más fuerte, Bombita y La propuesta, para finalizar con Hasta que la muerte nos separe. En todas y cada una se destila el hastío y la falta de conexión cada vez más notoria entre la gente. La despersonalización, el poder del dinero, los engaños, la furia contenida que en determinado momento explota y hasta una tensa lucha de clases, se vuelcan para incomodidad del espectador. Para seguir sumando porotos aparte de estas cuestiones sociales y psicológicas, la factura técnica de cada uno de los relatos es impecable. Ricardo Darín, Oscar Martínez, Leonardo Sbaraglia, Erica Rivas, Rita Cortese, Julieta Zylberberg, Darío Grandinetti y César Bordón son algunos de los actores que les prestan el cuerpo a estos atribulados personajes. ¿Se le critica a Szifrón que filma sobre seguro? ¿Que su propuesta tiene mucho de cine industrial? Bienvenidos sean más directores como Szifrón, capaces de juguetear con ideas de calidad y billetes bien usados en los rodajes.