Igualdad de género en la red En 1973 el machista, misógino, showman y ex tenista Bobby Riggs de 55 años desafió a un partido para probar la inferioridad de las mujeres a la por entonces número 1 del mundo del deporte blanco, la gran Billie Jean King. Esta es su historia. Contexto: a comienzos de los setenta, la diferencia entre lo que percibían en concepto de premios las mujeres y los hombres era considerable en el mundo del tenis. Esta situación explotó en 1972 cuando las principales exponentes del circuito femenino amenazaron al presidente de la federación estadounidense, Jack Kramer, con formar su propia asociación y boicotear los principales torneos, incluidos los Grand Slams. Kramer, convencido de que eran los hombres el principal atractivo para el público, hizo oídos sordos a esta amenaza por lo que las tenistas, encabezadas por la número 1, Billie Jean King, ganadora de múltiples torneos major y su principal contendiente, la australiana Margaret Court Smith, decidieron organizar su propio circuito. Protagonista: no es casualidad que la película se centre en quien inició aquella revuelta tenística en los setenta dado que Billie Jean King no solo era la mejor (hoy en día el mega complejo que alberga al US Open, uno de los cuatro torneos más importantes de este deporte, lleva su nombre) sino que además su personalidad, por múltiples motivos, resultaba fascinante. Quien se encarga de darle vida a esta leyenda del tenis es nada menos que la ganadora del Oscar Emma Stone que, como no podía ser de otra forma, realiza un maravilloso trabajo. King no solo jugaba bien sino que consideraba su éxito no como el resultado sino como la herramienta para luchar, para conseguir que su voz se escuchara, incluso por sobre la de los miles de hombres que se negaban a aceptar a la mujer con su merecido rol de igualdad. En el deporte y en la vida. La película retoma la vida de Billie Jean cuando estaba en la cresta de la ola, momento marcado por una lucha pública bestial por los derechos de la mujer y otra no menos trascendente que involucraba su vida privada y su traumática pero firme autoaceptación como lesbiana. El personaje, con el peso dramático que todas sus características suponen, logra brillar a partir de un excelente trabajo de guion y de la tremenda labor de Emma Stone. Antagonista: pero si la película se llama La Batalla de los Sexos, tiene que haber alguien del lado de los hombres. Bobby Riggs fue un gran jugador de tenis, ganador también de numerosos títulos de Grand Slam. Sin embargo, la década del setenta lo encontró ya en sus cincuenta, obviamente retirado del deporte profesional y ávido de recuperar su protagonismo a nivel mediático que su vida extravagante y ostentosa no le alcanzaba a proveer. Por eso tuvo la brillante idea de organizar la batalla de los sexos, un partido de tenis desafiando a la mejor de las tenistas para demostrar la superioridad masculina de forma definitiva y, sobre todo, televisada a millones de personas gracias a millonarios arreglos de sponsoreo. Un notable Steve Carell da vida a Bobby Riggs, una figura controversial a nivel público pero conflictuada y sufriente a nivel personal, cosa que la película se encarga de mostrar a partir de la relación de Bobby con su hijo y su esposa. Película: una historia real muy interesante y llena de lecturas, personajes protagónicos fuertes y complementarios, actuaciones a la altura (con un elenco completado por Bill Pullman, Elisabeth Shue y Andrea Riseborough) y temas muy actuales tratados con total profundidad y compromiso. Resulta conmovedora una persona que lucha interna y externamente para que la dejen y para permitirse ser quien es al mismo tiempo que entabla una pelea denodada contra todo el establishment mediático, político y deportivo de la época para lograr que su voz y la de todas las mujeres sea escuchada y reconocida como es debido. Es hasta desgarrador ver cómo alguien debe ir en contra de lo que cree, como es prestarse al circo mediático que alguien como Riggs proponía, porque esa es la única manera de probar que su discurso lleva razón. Porque a veces no alcanza con tener tranquilidad de conciencia o con convencer al reducido círculo íntimo que nos rodea. Hay batallas que deben ganarse a todo nivel. Eso es lo que Billie Jean King representaba y eso es lo que esta película muestra.
Nadie se salva de sí mismo Con un elenco internacional que incluye a Guillermo Toledo (Crimen Ferpecto, ¿Quién dice que es fácil?, Los Amantes Pasajeros) y Ana María Orozco (Bety, la fea) y una buena participación local con nuestros conocidos Gino Renni, Florencia Peña, Boy Olmi, Liz Solari, Emilio Disi y Luisa Kuliok, Soy tu Karma se presenta como una propuesta de humor de situación, simple o sin demasiado vuelo intelectual mientras explora las vicisitudes de un señor de cuestionables valores morales, cuyas acciones han decidido venir a pasarle factura de una forma muy poco convencional. Se trata de Darío (Toledo), español de origen que ahora se encuentra en la ostentosa casa de sus suegros ubicada en uno de esos típicos barrios privados del norte de la provincia de Buenos Aires. Y mientras espera la llegada de su familia política, que viene acompañada por su novia para que juntos anuncien su compromiso, las visitas inesperadas se empiezan a suceder. Porque ya desde primera hora de la mañana Darío arranca levantándose de la cama al lado de una perfecta desconocida (Orozco). Una monja que supo ser actriz porno, un muchacho que no puede hablar, una médium bastante chanta, un samurái y algún que otro representante de la misma calaña serán los inesperados invitados a una fiesta que Darío estaba lejos de esperar. En el inicio, la película sabe jugar con la intriga que supone el origen de todos esos personajes que, además, parecen materializarse de la nada. Sus explicaciones, también vagas en el comienzo, irán develando poco a poco una procedencia bastante esotérica y futurista que nos introduce en el tema principal de la trama que va, siempre en clave cómica, sobre el pase de factura que el destino o alguna fuerza superior nos tiene reservado como consecuencia de nuestros actos poco nobles. El karma, en términos más simples. Ahora bien, si ese tipo de humor más bien chabacano y simplista (los nombres de Emilio Disi y Gino Renni marcan la pauta del tono cómico) acompaña a esa pequeña intriga inicial, cuando esta queda resuelta la parte humorística pasa a ser central para transformar al relato en una historia de enredos, algo difícil de sostener durante mucho tiempo. Sin embargo, dada la corta duración de la película en general, esto da paso más pronto que tarde a la resolución que sin ser una conclusión reveladora sobre los grandes temas de la humanidad, propone una pequeña reflexión sobre las consecuencias que tienen nuestras acciones a un nivel mucho más superador que el de nuestra mera existencia. Con actuaciones hechas para el género, algunos buenos gags y una historia llevadera, Soy tu Karma es una buena propuesta de cine argentino de comedia de la vieja escuela, algo que dejó de abundar de un tiempo a esta parte y que, de vez en cuando, es necesario.
Paraiso infernal Escrita por los hermanos Coen, Suburbicon es una comedia negra ambientada en los años 50 en un pueblo idílico de fantasía donde sus habitantes ocultan todos sus fantasmas, resentimientos y miserias en una fachada de felicidad aparente, naif y con colores pastel. La dirección está a cargo de George Clooney y el elenco protagónico cuenta, entre sus principales nombres, con Matt Damon, Julianne Moore y Oscar Isaac. Se podría empezar este comentario con los hechos que rodean a la familia protagónica, liderada por Gardner (Damon) y completada por su hijo de diez años, la madre del pequeño y su hermana gemela, cuñada del mencionado Gardner. Sin embargo, la película no está bautizada por el lugar donde transcurren los hechos de casualidad. Suburbicon es un poblado que parece salido de la imaginación de un escritor de relatos infantiles contemporáneos. Todas las casitas son iguales, todas las familias idénticas, todos los autos responden al mismo modelo y marca, todos los jardines están impecables y todos los ciudadanos se saludan con un sonriente “buenos días” que nos recuerda al día a día de The Truman show. Sin embargo, el conflicto logra inmiscuirse. Por un lado, tenemos a Gardner y su prole, quienes una fatídica noche reciben la visita de unos intrusos con intenciones delictivas cuya incursión en casa ajena termina con el asesinato de la esposa de Gardner. Su hijo queda sin madre y será su tía (Moore), idéntica exteriormente a la finada, quien ocupe el rol maternal. Y por otro lado tenemos a los vecinos nuevos, una familia de origen afroamericano que despertará los instintos más racistas y discriminatorios de todo el poblado. Siempre con esa estética ingenuamente naif y un código humorístico bien negro, la historia destacará por su faceta criminalística para generar interés, sobre todo, cuando haga su aparición el representante de la compañía de seguros (Isaac) y empiece a investigar las ciscunstancias de la muerte de la señora de la casa dado que, convenientemente, su seguro de vida fue aumentado considerablemente hace muy poco tiempo. Todo muy lindo, pero algo falta. Lo que tenemos es un grupo de personajes, protagónicos y secundarios, tan vacíos como esa fachada que su propio pueblo también exhibe. Su verdadera naturaleza aflora a partir de lo que hacen pero sus mativaciones o las repercusiones internas de sus actos son inexistentes. Es como si actuaran por instinto permanentemente y esto da como resultado un relato que se parece más a una concatenación de hechos (algunos aislados, como la línea argumental de la familia afroamericana que recibe el odio de todos y nunca se vincula con la otra historia más que por su proximidad geográfica) que a una historia que apunta hacia una tesis o reflexión. Dentro de este contexto, tanto Matt Damon como Julianne Moore y Oscar Isaac hacen lo que pueden en los roles protagónicos. Ese vacío o falta de compromiso emocional con los actos que cometen (algunos verdaderas atrocidades) queda claramente plasmado en pantalla, lo que nos lleva pensar que esa era la idea desde el otro lado de las cámaras. Un motivo más para sostener la hipótesis de relato fallido.
Finalmente, habemus equipo Finalmente DC Comics ha logrado lo que venía buscando desde hace largo tiempo: reunir en pantalla a sus principales superhéroes, tarea que iniciara no sin pocas turbulencias con Man of Steel y la más reprobable Batman vs Superman. Sin embargo, el repunte experimentado con todo lo bueno que vimos en Wonder Woman era el camino a seguir para los realizadores de esta producción que estaba llamada a ser la última oportunidad para la convivencia en el mismo universo cinematográfico como ya nos fue presentado de Batman, Superman, la Mujer Maravilla y los que acá se suman: Aquaman, Cyborg y Flash. ¿Oportunidad aprovechada o nueva decepción? Pasen y vean. Para hacer un análisis de esta Liga de la Justicia, podríamos empezar por tocar esos puntos claves que de antemano sabíamos que la película debía resolver: la presentación en sociedad de los tres nuevos integrantes del grupo justiciero, su armónico (o no) acuerdo para unirse contra un enemigo común, la elección de ese enemigo y su peso narrativo propio y, claro está, el tema Superman. El primer acierto de la película consiste en empezar por el antagonista. Con bastante sencillez en el relato y la grandilocuencia necesaria desde lo visual, rápidamente nos enteramos de la presencia en la Tierra de Stepenwolf, otrora conquistador de mundos, implacable, que encontró su fin en nuestro planeta gracias a la unión de sus distintas civilizaciones como las amazonas, los hombres y los habitantes de la Atlántida. Su poder, dividido tras su caída, ahora amenaza con reunificarse con el objetivo de completar la tarea que alguna vez inició. Listo. Villano, secuaces, plan maligno y medios para lograrlo, adentro. Y esto, apoyado en la relación que ya se empezó a construir en las películas anteriores entre Batman y la Mujer Maravilla (sumado a los atisbos de introducción que también habían hecho con Aquaman, Cyborg y Flash) allana el camino para que lo natural sea seguir por la conformación de la tan ansiada Liga. Y todo esto que parece obvio y lógico no siempre lo es, prueba de ello fue la gran desorganización narrativa vista en Batman vs Superman y sus inconexas líneas argumentales. Acá se rigen por el libro y eso está muy bien, aporta orden. Después, también de forma simple y sin complicarse innecesariamente, empezamos a conocer a los nuevos. Flash, que combina el desparpajo y ese humor naif pero efectivo con una infancia y una situación familiar conflictivas; Aquaman, con su actitud rebelde y humor cool -también necesario- pero con su carga de responsabilidad en la situación que se les presenta a todos; y Cyborg, tal vez el más conflictivo de todos a causa de un origen que lo lleva a renegar de sus habilidades, es el que aporta seriedad y racionalidad a la cuestión, características que, además, lo convierten en el perfecto catalizador para romper los climas angustiantes y de tensión con una broma de los otros que lo involucre. Desde los hechos, todos son presentados en su punto justo y, desde las formas, si bien queda muy claro el espíritu de cada uno, se nota un pequeño desbalance con Aquaman y una escena musical algo discordante respecto del resto. Pero apenas. Ahora sí, ya resuelto el tema organizativo (que, repito, no es algo menor porque sienta las bases de todo lo que sigue en una película de dos horas y porque, además, estamos tratando con personajes clásicos y que ya conocemos en múltiples formatos; su tratamiento no es cualquier cosa) podemos pasar a las cuestiones de fondo. Y, como no podía ser de otra manera, esto depende de Batman. Creo que el principal acierto de la película es que nos ofrece a un Caballero Oscuro, multifacético como ya sabemos que puede ser, en su versión colaborativa. Esto es: desde la logística, la toma de decisiones y asegurarse de que cada uno cumpla su función. Me encargo yo, aun cuando esto implique que los flashes y las tapas de los diarios sean para los otros. De esta forma, Aquaman y Flash rodean muy bien al grupo principal y encuentran los momentos justos para incluir sus humoradas; Cyborg juega un rol crucial en la solución del problema central de la historia y puede desarrollarse como personaje a partir de esos muy interesantes conflictos que lo acompañan; la Mujer Maravilla, dada la ausencia de Superman, ocupa el rol principal cuando hay que ir al frente (me permito un pequeño paréntesis para celebrar la enorme presencia en pantalla que este personaje supo construir, transmitiendo siempre la sensación de que ella sola puede con todos) y ese rol se construye a partir de su relación con Batman, que sabe dónde pincharla para sacarla de sus propios temas personales para que asuma su rol de líder y sabe que debe correrse para que esto ocurra; y finalmente tenemos el factor Superman (de su regreso sólo diré que está muy bien resuelto dada la sensibilidad que este tema presuponía), punto en el que Bruce Wayne vuelve a mostrar su grandeza, una grandeza amenazada permanentemente por su orgullo siempre latente pero que logra prevalecer a partir de los valores fundacionales que hacen de Batman la leyenda que es. En términos de guion, solo faltaría señalar el tono más bien frío de la resolución final, justificado esto en parte por un antagonista no demasiado potente y la puesta del foco, cosa inevitable, en el grupo protagónico y el bache narrativo, tal vez el más grande de la película, que se presenta a la hora de sumar a Superman al grupo, no fácticamente porque ya dijimos que eso está bien, sino sentimentalmente y desde los valores que lo impulsan a sumarse a la causa de la Liga. A lo dicho, hay que agregar que actoralmente los protagonistas están a la altura ya que responden perfectamente a los roles descriptos que sus personajes plantean y que sí logran sostener en pantalla. El Batman de Ben Affleck tiene esa sutileza del trabajo en las sombras, Henry Cavill le suma a toda la presencia de Superman esa sensibilidad que logra complejizar a un personaje muchas veces presentado como plano y unidimensional, Ezra Miller la rompe con su despreocupado e hilarante Flash, Jason Momoa por ser el menos conocido del grupo es el que más sorprende con su Aquaman arrogante y cínico, afortunadamente muy alejado del rubio insulso de la serie animada, Ray Fisher ofrece un Cyborg correcto y que sabe su función en el grupo a la perfección y finalmente Gal Gadot una vez más vuelve a brillar con luz propia con su Mujer Maravilla que realmente es el alma de esta Liga de la Justicia. Un agregado no menor a este elenco principal lo componen los nombres de quienes secundan a los personajes principales, entre quienes se cuentan a Amy Adams (Lois Lane), J. K. Simmons (James Gordon), Robin Wright (Antiope), Diane Lane (Martha Kent), Billy Crudup (Henry Allen, padre de Flash), Jesse Eisenberg (Lex Luthor) y Jeremy Irons (Alfred). Y ojo, hay que quedarse hasta el final de todo porque esta Liga de la Justicia incluye dos escenas post créditos. Casi un siglo de series, películas y comics nos ha presentado un sinnúmero de superhéroes, tantos que hay para todos los gustos. Pero esa mística que tienen Batman, Superman y la Mujer Maravilla no la tiene nadie. Y eso se ve en esta película.
De viaje con un asesino El prolífico Kenneth Branagh, a quien conocemos por su extensa carrera actoral (la nueva generación lo recordará por su Gilderoy Lockhart en la saga de Harry Potter), tiene también una nada despreciable lista de largometrajes en la que aparece como director y/o productor de films que van desde adaptaciones de obras de Shakespeare a blockbusters supertaquilleros como la primera película del nuevo Thor. Ahora, en esta adaptación de la novela de la no menos prolífica Agatha Christie, Branagh no sólo ocupa la silla del director sino que también le da vida al protagonista de la historia, nada menos que el famoso detective Hércules Poirot. Como preámbulo, vale aclarar que los que nos contamos entre los admiradores de la obra de Agatha Christie sabemos que su personaje más emblemático, el citado Poirot, es una figura que la autora británica construyó a partir de decenas de novelas y otros tantos cuentos cortos para moldear así el perfil de un investigador tan peculiar y brillante como Philip Marlowe, Charles Auguste Dupin o incluso Sherlock Holmes. Lógicamente todo ese bagaje de antecedentes no puede ser alcanzado por una sola película que, además, cuenta con escasos -por no decir nulos- antecedentes modernos de adaptaciones a gran o mediana escala de la obra de Christie (que consta de casi un centenar de publicaciones) por lo que el desafío de presentarnos a Poirot y, a su vez, hacerle justicia era doblemente difícil. A favor de la película hay que decir que se toma unos buenos minutos iniciales para presentarnos al detective belga en un caso completamente independiente del que será el centro del film. Tal vez exagerando algunos de sus rasgos, que de por sí ya son bastante caricaturescos, y abusando un poco del humor, Branagh logra sentar las bases de lo que vendrá tanto desde su trabajo de director como en la faceta actoral (un buen acento y la captación de los modos refinados propios de Poirot ayudan para su composición cuando, desde el physique du rol, la cosa no se le presentaba como natural). Es decir, los puristas de la vieja escuela de Agatha Christie podremos encontrar detalles que marcar pero desde la minuciosidad propia del lector empedernido, en términos de espectador general la película propone un Poirot “apto para todo público”, lo que no es poco. Después, son casi todos aciertos. En primer lugar, se mantiene la ambientación de época, clave para el relato y muy aprovechable desde lo estético, cosa que se aprecia en la película desde el vestuario, maquillaje, mobiliario y fotografía (los planos generales de los escenarios nevados verdaderamente no tienen desperdicio). Por lo tanto, tenemos una historia ubicada en los treinta que responde a las más clásicas características del policial británico (otra pequeña crítica para la adaptación en este sentido se basa en un pequeño corrimiento hacia el policial negro, más propio de la escuela norteamericana, donde vemos al protagonista en acción, “metiendo los pies en el fango” en pos de resolver el misterio, cosa que va en contra de las características del género y de las del propio Poirot, célebre por el uso de sus famosas células grises). Al margen del paréntesis, la tarea de Poirot es preeminentemente analítica mientras dedica todo su esfuerzo y talento a descubrir al asesino a bordo del famoso Expreso de Oriente que durante buena parte del siglo XX recorrió prácticamente toda Europa con sus coches que exudaban refinamiento. Porque resulta que entre el puñado de pasajeros de primera clase del Orient Express viaja el señor Ratchett, afamado criminal que ha estafado a Dios y los santos y que ahora se dedica al “comercio” de obras de arte. Cuando Ratchett aparece asesinado de doce puñaladas en la tormentosa mañana en que el tren queda atascado en la nieve en medio de la nada, una peculiar historia del pasado de este finado criminal sale a la luz involucrando a casi todos los presentes a bordo. En ese contexto de espacio cerrado, el oficial al mando del tren acudirá al único hombre que es capaz de resolver un crimen en el que todos son sospechosos: Hércules Poirot. Como suele ocurrir con las adaptaciones de las novelas policiales, no hay tiempo suficiente para ofrecer un perfil individual de cada uno de los sospechosos desde un punto de análisis sentimental o de carácter, lo que enriquecería todavía más a ese juego especulativo que protagoniza el espectador en su propia búsqueda del asesino. Sin embargo, la película resuelve esto de gran manera y esta se basa, como no podía ser de otra forma, en el libro. Una serie de entrevistas particulares sostenidas por Poirot con cada uno de los sospechosos nos pone al tanto de los posibles motivos que cada uno tenía para asesinar y de las circunstancias fácticas que los rodeaban a la hora del crimen. Listo. Problema resuelto. El resto queda librado a la intuición y a las sospechas de cada uno que, desde ese plano intangible que tiene que ver con los sentimientos, se ven sustentadas por el fácil reconocimiento de los personajes a partir del célebre elenco de la película que cuenta, entre otros, con las presencias de Johnny Depp, Josh Gad, Michelle Pfeiffer, Willem Dafoe, Daisy Ridley, Judi Dench y Penélope Cruz. Misterio, muerte, intriga, venganza, sorpresa. Todos estos elementos dicen presente mientras el detective más célebre del mundo se enfrenta a uno de los casos más difíciles de su carrera. Un caso que, incluso, logrará desafiar su creencia más arraigada, la que siempre lo llevó a analizar todo como blanco o negro, bueno o malo, en un extremo o en el otro, pero nunca en el medio.
Garganta muy Profunda Originalmente bautizada como Mark Felt: the man who brought down the White House, esta biopic dirigida por Peter Landesman está basada en los libros del citado Mark Felt para contar la historia de una de las figuras más polémicas y misteriosas de la historia política moderna de los Estados Unidos. Misteriosa porque su verdadera identidad fue revelada por el propio Felt en 2005 (más de 30 años después de los sucesos relatados por la película) y polémica porque se trata, nada menos, de quien destapara la olla del escándalo luego denominado por los medios como el caso Watergate. En El Informante Liam Neeson interpreta a Mark Felt, más conocido como “Garganta Profunda”. Es por todos conocida la historia de corrupción y escuchas ilegales que tuvo como protagonista a la administración del presidente Nixon en 1972 que, gracias a la labor de los periodistas del Washington Post Bob Woodward y Carl Bernstein, se hizo pública con el posterior escándalo y renuncia del primer mandatario. Varias películas también se han referido a este hecho y han abordado la historia desde distintas ópticas como ocurre con el caso de Frost/Nixon que hace foco en la versión de Nixon por medio de una entrevista que otorgara varios años después de su renuncia o la más antigua Todos los Hombres del Presidente, que contó con las presencias de Dustin Hoffman y Robert Redford para dar vida a los mencionados reporteros del Washington Post quienes publicaron la historia inicialmente. Pero ¿quién era su misteriosa fuente? ¿quién fue verdaderamente Garganta Profunda? ¿cuál era su función? ¿por qué decidió hablar? ¿quién era el hombre detrás del topo? Con una muy buena actuación protagónica de Liam Neeson y un gran grupo de personajes secundarios, El Informante se encarga de dar las respuestas. Lo que tenemos es un relato cronológico que empieza acertando cuando en el comienzo se toma todo el tiempo necesario para contarnos sobre Mark Felt. Un hombre a todas luces común pero con un trabajo excepcional. En 1972 Felt era un veterano funcionario público que había dedicado los mejores años de su vida a servir al país. En forma simplificada se puede decir que era el segundo al mando del FBI. Y en un tono que podría tener algunas reminiscencias con la obra maestra de Sidney Lumet, Sérpico, la película propone un ejercicio de introspección en la vida de Felt para mostrar lo que significaba el trabajo para él, la honradez con la que lo ejercía, lo mucho que le molestaba que se usaran las herramientas del FBI en forma indebida y el anhelo, si bien nunca expresado a viva voz, de ser nombrado director del organismo de inteligencia más famoso del mundo. Para esto, el director Landesman sabe alternar entre las escenas donde Felt aparece rodeado de su círculo de colegas más allegados con aquellas donde se lo ve cerca de quienes representan todo lo que odia y que durante el gobierno de Nixon fueron ganando cada vez más terreno y las que lo encuentran en la intimidad, con su mujer por ejemplo, cuando sus verdaderos sentimientos salían a la luz. Un breve apartado en este sentido corresponde a la labor de Diane Lane que, en los zapatos de la señora Felt, vuelve a dar pruebas de su gran talento actoral. Y solo gracias a ese comienzo sólido es que el resto de la película puede lucirse. Porque una vez que dejamos en claro quién es Felt y dónde está parado (la coyuntura también responde a un momento de elecciones donde Nixon logra un segundo período en el salón oval que además está marcado por la muerte y necesidad de sucesión del más célebre de los directores del FBI, J. Edgar Hoover), lo que sigue es su recorrido de funcionario público modelo a uno de los traidores más odiados de la historia moderna estadounidense. Gracias a ese variopinto grupo de personajes secundarios que van desde los más responsables y serios representantes de la política a la calaña más despreciable de ese ya de por sí nauseabundo entorno es que la película consigue no sólo aportar la convincente versión de los hechos de Felt sino una identificación por parte del público con una figura por muchos años odiada por el hecho de exponer a una nación entera en su versión más miserable. Con un gran trabajo de recolección histórica, buena profundidad dramática y narrativa y un constante buen uso del contexto en favor de los distintos momentos de la historia, El Informante le hace justicia a un hecho de lo más trascendente del que todavía quedaba una campana por contar.
Una red bien tejida En el mundo actual en el que la gran mayoría de películas más anunciadas (y muchas de las menos también) se encuadran en géneros populares, con una trama casi siempre esquemática, una película que se salga de dichas convenciones siempre tenderá a llamar la atención y a distinguirse (para bien o para mal) del resto de productos en el mercado. Lo sorprendente de Norman es cómo un reparto encabezado por Richard Gere y con secundarios de lujo como Steve Buscemi o Michael Sheen se encuadran en una película de conversaciones, de llamadas y reuniones de despacho, con una trama poco convencional en su construcción (no en su temática) y balanceos constantes entre distintos géneros. Norman establece una serie de relaciones entre personajes que son, precisamente, las que provocan el avance (casi imperceptible en ocasiones) de su historia. La red entre dichos personajes se antoja compleja, tanto por el número como naturaleza de las relaciones. De este modo, la película requiere que el espectador centre sus esfuerzos en asignar los roles e interrelacionar en varios planos a los protagonistas de esta red. Dicha tarea se dificulta por un inicio del largometraje en medio de una conversación entre los personajes de Gere y Sheen. Sin dudas, los primeros minutos de una película suponen un tiempo de aclimatación para el espectador, y abrir con una conversación in media res de dos personajes aún no presentados es una elección que crea serios problemas para la comprensión. Estos problemas se arrastran durante todo un primer acto en el que seguimos a un protagonista no introducido, del que apenas se sabe nada y cuyo objetivo no queda claro. Esto puede generar un gran desapego a todo lo que ocurre en la pantalla, el cual se extiende hasta que se pueden comprender vagamente las motivaciones de dicho personaje. Uno de los puntos destacados es cómo el guión y la realización se mueven por distintos géneros cinematográficos en el desarrollo de la narración. Aunque el tono general sea de drama realista, algunos de los momentos más agradecidos del largometraje se dan en determinados coqueteos con la comedia. También la estética y planificación influenciada por el thriller en los momentos de las conversaciones telefónicas o de mayor tensión en el último acto ayudan a dar ritmo a la trama. Con todo, el producto final parece tener un estilo propio, unificado y bien trabajado desde su concepción. No adolece en ningún caso de falta de ritmo en su narrativa, a pesar de la tardía introducción de objetivos y motivaciones de cada uno de los personajes. Cuando esta comprensión de las metas personales de cada uno ocurre, el largometraje se lanza en un medido desemboque y resolución de todas las construcciones trabajadas en su primera parte. En resumen, una narrativa poco convencional provoca, a priori, una serie de puntos negativos en una historia que, finalmente, adquiere entidad propia gracias a la confianza en que el espectador entenderá los caminos tomados por su desarrollo. Las buenas interpretaciones de sus actores y la dirección que marca con mucha intención los acentos configuran un producto disfrutable y correcto.
Cine al óleo Loving Vincent es la obra de los directores Dorota Kobiela y su esposo Hugh Welchman, una película de animación muy particular que se encarga de ahondar en la vida del pintor Vincent Van Gogh desde una perspectiva de suspenso, detectivesca por momentos y con una sensibilidad pocas veces vista. El elenco de la producción cuenta, entre otros, con la participación de la nominada al Oscar Saoirse Ronan. Lo primero que hay que decir de la película tiene que ver con su estética tan particular y los métodos que se utilizaron para lograrla. Lo que tenemos es una obra de animación que, en pocas palabras, parece salida de los lienzos mismos del propio Van Gogh, como si un grupo de animadores hubiera tomado sus cuadros para darles movimiento y vida en la pantalla. Queda claro que esto es definitivamente imposible por lo que ese efecto, que se logra maravillosamente, fue el resultado del trabajo de 125 artistas que durante dos años se encargaron de pintar todas y cada una de las escenas que la película ofrece para obtener un total de 65.000 cuadros al óleo que luego, mediante la técnica del stop motion, fueron llevados al lenguaje audiovisual. Finalmente, la segunda parte del trabajo vino de la mano de los actores protagónicos (Douglas Booth, Chris O’Dowd, Saoirse Ronan, Jerome Flynn, Eleanor Tomlinson, Helen McCrory, Bill Thomas, Piotr Pamula, Cezary Lukaszewicz, Robert Gulaczyk) que rodaron algunas escenas para que más tarde los animadores las convirtieran con esa misma estética para obtener un resultado similar a lo que se puede ver en películas como Despertando a la Vida de Richard Linklater o Vals con Bashir de Ari Folman pero con estilo vongoghiano. Pero claro, suele ocurrir que cuando se pone la atención tan marcadamente en la parte técnica queda poco tiempo para la narrativa. Este no es el caso. Dos años de trabajo y 65.000 lienzos pintados al óleo no podían desperdiciarse en una película linda pero carente de contenido. En términos de guion, la obra propone un relato detectivesco mientras acompañamos al joven Armand Roulin quien fuera hijo de Joseph Roulin, cartero este último de la localidad francesa de Auvers-sur-Oise. Es precisamente en ese poblado rural muy cercano a París donde transcurrirá la acción de la película ya que fue justamente ahí donde tuvieron lugar los últimos días de Van Gogh hasta su muerte el 29 de julio de 1890 a la edad de 37 años. Y es precisamente esa muerte la que pone en movimiento a Armand Roulin, protagonista de la película. Su padre, otrora amigo de Van Gogh dado el enorme volumen de cartas que este producía en Auvers, la gran mayoría dirigida a su hermano Theo, le encarga la misión de entregar la última misiva escrita por el pintor holandés, también dirigida a su hermano. Más pronto que tarde, tras su llegada a Auvers, Armand descubre que Theo también ha muerto, hecho que se produjo solo seis meses después del fallecimiento de Vincent. Se inicia así la búsqueda de este joven por encontrar a aquella persona tan cercana a Van Gogh que fuera digna de recibir esas últimas palabras escritas en la carta que ahora él lleva. Ya revisado el punto de la belleza estética de la película, hay que decir que ese tono de suspenso que su relato propone a partir de la investigación de Armand Roulin por esclarecer las circunstancias de la muerte de Van Gogh (supuestamente un suicidio) y de quiénes fueron los que estuvieron a su lado en esos últimos días experimenta un lento pero ininterrumpido proceso de evolución a medida de que, como espectadores, nos vamos dando cuenta junto al protagonista de que el interés y la intriga, sin mencionar la riqueza humana y la magia, residen no en la muerte sino en la vida de Van Gogh. Así, el recorrido de Roulin, mientras recaba los testimonios de quienes verdaderamente conocieron al pintor, se convierte en un repaso por la obra y vivencias de un ser humano históricamente fundamental y cuya sensibilidad en vida atravesaba mucho más de lo que su extensa y maravillosa obra documenta. Lo que hace que Loving Vincent sea una brillante película es su capacidad de transmitir en todo momento esa sensibilidad, tanto desde su estética como desde su narrativa.
Risas y truenos El multiverso de Marvel continúa con su extensísima lista de películas que reúnen a sus principales superhéroes, en este caso con la tercera entrega de las aventuras de Thor como personaje protagónico. Como viene ocurriendo últimamente, con excepción de la última Capitán América y los films de Los Vengadores, el héroe principal encuentra apoyo solo en uno de los personajes fuertes de la firma de Stan Lee, en este caso Hulk. Con una estética que se separa de las dos anteriores de Thor y se emparenta más con el tono que proponen títulos como Guardianes de la Galaxia o el propio Deadpool, Thor Ragnarok es 130 minutos de comedia y acción en partes iguales coronados por la estelar presencia de Cate Blanchett en la piel de la villana de la película. Ya desde la escena inicial nos damos cuenta de que esta nueva Thor es bien distinta de las anteriores, donde no estaba tan presente ese estilo Marvel que fue añadiendo cada vez mayor cantidad de escenas y gags humorísticos a un género más bien de carácter épico y señorial como el superheroico, dado que en ella lo vemos al dios del trueno charlando como quien no quiere la cosa con una especie de demonio de fuego que le asegura que va a llevar a cabo el Ragnarok, una predicción cataclísmica que asegura la destrucción de Asgard, lugar de donde el señor del martillo es oriundo. Sin embargo, con gran facilidad nuestro héroe logra deshacerse de este demonio solo para darse cuenta de que su predicción no lo tenía a él como autor de la debacle de Asgard sino a alguien con poderes infinitamente superiores. Se trata de la diosa de la destrucción, Hela, quien también resulta ser la hermana mayor de Thor y Loki, el villano casi reformado de la primera película. En términos de comedia, la película encuentra sus mejores momentos de la mano de sus actores principales, emparentándose más así con el estilo de Deadpool aunque lógicamente esta está dos o tres cambios más abajo. Por su parte, el paralelismo con Guardianes de la Galaxia lo encontramos más desde la estética ya que poca de la acción de Thor Ragnarok transcurre en la Tierra para darle lugar a locaciones más bien estrafalarias como el propio Asgard o un planetita olvidado donde queda atrapado el dios del trueno y que está gobernado por Jeff Goldblum. En realidad, el actor de Jurassic Park le da vida a Grandmaster, amo y señor de un planeta a donde son desterrados todos los seres del universo sin importancia, que por algún motivo u otro fueron expulsados de sus hogares. Por medio del personaje de Goldblum y de otros que habitan este lugar (les recomiendo poner especial atención en Korg) la película propone sus momentos más graciosos que también van de la mano de las buenas labores de los protagonistas Chris Hemsworth (Thor), Mark Ruffalo (Hulk) y Tessa Thompson, esta última en la piel de Valkyria, también oriunda de Asgard. Una mención también se merecen Karl Urban e Idris Elba, fundamentales para la trama principal de la película como así también el bueno de Loki, una vez más a cargo del genial Tom Hiddleston. Trama que se desdobla durante gran parte del film a partir de las peripecias de Thor y sus amigos mientras son retenidos por Grandmaster y su séquito de secuaces y el crecimiento del plan malévolo de Hela que, tras derrotar con gran facilidad al dios del trueno al inicio de la historia, se traslada a Asgard para reclamar el reino que alguna vez fue suyo. Esta doble línea argumental, sumada a la aparición de Hulk promediando la película son lo que sostiene a la obra en términos de ritmo para así decantar en un final conjunto que encuentra su mejor momento en la escena inmediatamente anterior a la gran batalla que se dará entre protagonistas y antagonista ya que consigue combinar visual y sonoramente (la canción elegida para ese momento que marca el resurgir de Thor es realmente sublime) todos los elementos esenciales de las historias de superhéroes. Si bien es solo una escena en 130 minutos, lo que es poco, consigue transmitir esa potente sensación de verdaderos superpoderes que eriza la piel de cualquiera. Una historia entretenida, los efectos visuales que se esperaban, buenas actuaciones protagónicas, varios superhéroes en pantalla (a los mencionados se les suma una pequeña participación del Doctor Strange), chistes a montones, una muy buena figura antagónica, el cameo de Stan Lee y dos escenas post créditos hacen de Thor Ragnarok la mejor película centrada en el héroe nórdico y un muy buen entremés (entre los varios que propondrá Marvel) para la esperadísima Avengers: Infinity War a estrenarse el año próximo.
Amarás a un extraño. Más allá de la Montaña es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Charles Martin (aunque en la traducción al español se la bautizó como Un Segundo Amanecer, el título original de The Mountain between us es el mismo para el libro y la película) protagonizada por Idris Elba y Kate Winslet. La dirección está a cargo del israelí Hany Abu-Assad quien en 2013 nos trajera la muy recomendable Omar. Alex (Winslet) es una reportera gráfica que se encuentra en el aeropuerto de Ohio en la víspera de su vuelo a Nueva York donde contraerá matrimonio con su prometido, Mark (Dermot Mulroney). Ben (Elba), por su parte, se encuentra en el citado aeropuerto esperando por el mismo vuelo que Alex ya que su presencia como neurocirujano es requerida para realizar una compleja operación de cerebro en un niño. Luego de que su vuelo sea cancelado estos desconocidos, por sugerencia de Alex, compartirán los gastos de un viaje particular en avioneta dadas las urgencias que ambos presentan por llegar a su destino lo antes posible. Un episodio cardíaco sufrido por el piloto que contratan provocará el choque de la nave donde este muere, dejando a Ben y Alex con heridas leves pero varados en lo más alto de una cadena montañosa donde no hay más que rocas y nieve en varios kilómetros a la redonda. Como se puede entrever por la sinopsis, Más allá de la Montaña es una historia de preceptos simples que irá encontrando complejidad en la relación que se establece entre sus protagonistas, dos completos extraños que se encuentran en una situación de altísimo riesgo para sus vidas en la que establecer lazos de intimidad personal resulta inevitable. En este sentido, el director Hany Abu-Assad consigue buen equilibrio entre las formas que tiene de presentar esa intimidad ya que intercala correctamente escenas donde los protagonistas pelean, se ríen e investigan un poco el uno del otro para ir estableciendo así el clima de una historia marcada por una tragedia que, a su vez, necesita informar al espectador constantemente acerca del pasado de los personajes para saber qué se puede esperar de su relación y de los pormenores técnicos de su situación luego del accidente con miras a su supervivencia que lejos está de ser algo seguro. A partir de esa sólida primera parte, tan fundamental para lo que sigue, la película irá sufriendo distintos reveses en el devenir de su pareja protagónica que responden a esa premisa de la simpleza fáctica con complejidad interna respecto a la forma que los personajes tiene de procesar lo que les va ocurriendo en un contexto sumamente hostil que permanentemente choca con los sentimientos que van desarrollando el uno por el otro. Ya acercándose al final, la trama experimentará un giro total, muy propio de las novelas adaptadas al cine que, en este caso, no corre la mira del principal interrogante sino que lo resuelve de forma muy sólida. Hay sobrados casos de historias similares a esta que, con la excusa de presentarnos un hecho muy puntual en la trama, buscan eximirse de resolver cuestiones centrales ya planteadas. Si bien en este tipo de historias “lo que pasa” es interesante dada su imprevisibilidad (es esa sensación de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento), llegando al final por más interés que se pueda generar con un nuevo hecho, lo que buscamos como espectadores es saber cómo terminan los protagonistas en todo sentido. Y, afortunadamente, acá esa resolución integral está. Con un trabajo de fotografía espectacular y actuaciones protagónicas que están a la altura, Más allá de la Montaña es una historia muy atractiva, con buena carga de suspenso y de ese sufrimiento lindo del espectador que acompaña a los personajes y un contenido humano que se mete en temas muy complejos con el compromiso necesario dada esa profundidad temática. Muy recomendable.