"El grito sagrado" Hay que remontarse al año 1954 para entender por qué hoy somos testigos privilegiados del regreso a la pantalla grande de uno de los últimos iconos más importantes, emblemáticos y respetados del séptimo arte. Nueve años después de los bombardeos sobre Hiroshima y Nagasaki, los realizadores Ishiro Honda y Tomoyuki Tanaka no tuvieron mejor idea que combinar, dentro de una película de monstruos gigantes, escenas de destrucción y drama con una fuerte crítica y alegoría social sobre los devastadores efectos de la arrogancia humana y el uso de armas nucleares en conflictos bélicos. Apoyado en un argumento cuyo principal merito era reflexionar sobre un tema que, con el correr de los años, se mantendría siempre vigente en la historia de la humanidad, Godzilla dio sus primeros y estruendosos pasos dentro de una época dorada para el cine nipón (el auge de la productora Toho y el pleno esplendor profesional de Kurosawa) y por ese motivo no tardaría en expandirse rápidamente por el resto del mundo con algunos pequeños cambios. El simple hecho de que un monstruo de enormes proporciones se despertara de su reposo bajo el océano Pacífico debido a los devastadores efectos de los ataques nucleares sobre la costa japonesa (gracias a los cuales también conseguía poderes más destructivos) hizo que en los Estados Unidos “Godzilla” se estrenará con un corte muy diferente al original tratando de evitar una imagen negativa sobre el uso de armas de destrucción masiva. Recién hace un par de años la mismísima Toho se encargó de remasterizar y relanzar el film original, no solo con el objetivo de celebrar el 60° aniversario del nacimiento de Godzilla sino también con la idea de dar a conocer la verdadera esencia del famoso monstruo que acumula, con su más reciente producción, treinta películas en su filmografía y una enorme y riquísima galería de personajes y criaturas fantásticas. Gracias al enorme, soberbio y finísimo trabajo de reconstrucción que realizó Gareth Edwards sobre la identidad del mítico monstruo, el nuevo film de Godzilla se erige como la primera superproducción cinematográfica más importante y fiel al género kaiju hecha en la historia de Hollywood. Hay que destacar que el realizador británico (cuya opera prima fue el film independiente “Monsters”) ofrece aquí un trabajo soberbio e irreprochable para tratarse de su primera vez detrás de un proyecto de semejante magnitud. Edwards dirige no solo una de las superproducciones más humanas e impactantes del último tiempo, sino también la más ambiciosa de todas las apariciones de Godzilla en la pantalla grande. Gran parte del éxito de esta nueva apuesta reside en el correctísimo guión escrito por Max Borenstein (basado en una idea de David Callaham y revisionado por Frank Darabont) que presenta altas dosis de drama, seriedad y realismo. Por ese motivo, no es coincidencia que tengamos, dentro de una película de monstruos, grandes actuaciones por parte de un elenco de primer nivel encabezado por Bryan Cranston, Ken Watanabe (como el Dr. Ichiro Serizawa, personaje clave en el film original de 1954), Aaron Taylor-Johnson y Elizabeth Olsen, entre otros. Tampoco es casualidad que, dentro del excelentísimo apartado técnico del film, se destaque la impecable banda sonora compuesta por Alexandre Desplat, cuyas partituras desprenden aroma de clásico y recuerdan muchísimo a las de John Williams en “Jurassic Park”. De hecho, hay muchísimos guiños al mejor cine de aventuras de Spielberg dentro del Godzilla de Edwards, lo cual nos pone a todos en alerta. Habrá que seguir atentamente los futuros pasos de este joven realizador británico de enorme talento. “La naturaleza tiene un orden, un poder para restaurar el equilibrio” dice el Dr. Serizawa en un tramo del film. Luego de ver y disfrutar todo el esplendor del regreso de Godzilla, podemos decir que finalmente el cine volvió a hacer justicia. Ésta es la verdadera naturaleza del indiscutible rey de los monstruos.
"El único" Tan extensa, recargada y honesta como su título. Esa es la primera gran verdad de esta nueva entrega de la renovada franquicia de spiderman dirigida por el cada vez más sorprendente Marc Webb. La segunda gran verdad sobre este nuevo film de uno de los superhéroes más populares, famosos y emblemáticos (dentro y fuera del mundo de los cómics) es que, si bien se trata de un regreso algo desprolijo e irregular debido a la forma y los fines con los cuales fue concebido, es abrumadoramente superior a su antecesora. Con el estreno de “El sorprendente hombre araña” los productores dieron pasos cautelosos debido al rechazo que generaba este relanzamiento cinematográfico del personaje (luego de la exitosísima saga de Sam Raimi), pero se nota que el éxito conseguido por aquella producción les dio un exceso de confianza tremendo para encarar este nuevo proyecto desde un ángulo muy ambicioso pero no completamente certero. Recordemos, de forma obligada, que detrás de esta secuela se esconden gran parte de los planes de Sony para explotar al máximo los derechos de este personaje en la pantalla grande, lo cual deja abierta una sola posibilidad: ahondar de lleno, en un futuro, en la extensa y variada galería de villanos del hombre arácnido. El arribo de Electro, el alter ego de un esquizofrénico Max Dillon interpretado por Jamie Foxx, representa sin lugar a dudas una verdadera amenaza para nuestro superhéroe convirtiéndose por lejos en el villano más poderoso y peligroso que le haya tocado enfrentar dentro de la pantalla grande (incluyendo aquellos que aparecieron en los films de Raimi). Siguiendo la línea de las últimas películas de superhéroes (desde “El hombre de acero” hasta la fecha), en “El sorprendente hombre araña 2: La amenaza de Electro” las escenas de acción son una delicia para los fanáticos exigentes del cine pochoclero y el grado de perfeccionismo técnico alcanzado es mágicamente apabullante. Párrafo aparte se merece el increíble y acertado uso del 3-D en todas estas destructivas secuencias que tienen lugar en diferentes puntos de la ciudad de NY, como así también la poco convencional pero más que energética banda sonora compuesta por Hans Zimmer y The Magnificent Six (*). No obstante, la gran falla de “El sorprendente hombre araña 2: La amenaza de Electro” no tarda en aparecer: el forzado ingreso del vínculo de amistad que mantienen Harry Osborn (un correcto Dane DeHaan) y Peter Parker (Andrew Garfield en medidas justas toda la película) resulta difícil de creer y solo adquiere sentido con los 5 minutos de fama y cruciales en los que aparece nuevamente en pantalla uno de los enemigos claves del hombre araña: el duende verde. Más difícil de digerir es el ingreso de Paul Giamatti que como Aleksei Sytsevich/Rhino, apenas tiene un cameo en la película con escenas que ridiculizan al personaje y no lo erigen como un verdadero villano. Otra vez queda en evidencia que por más talento que tengan los guionistas (en esta oportunidad fueron Alex Kurtzman y Roberto Orci, responsables de “Star Trek”, “Transformers” y la serie “Fringe”) el tono infantil de la gran mayoría de los villanos Marvel es muy difícil de trabajar y el innecesario recurso de agruparlos dentro de una misma película está lejísimos de funcionar correctamente. Ya van dos veces que Spiderman tropieza con la misma piedra y en el camino quedan personajes de la talla de Venom, Sandman y los antemencionados Rhino y el duende verde, lo cual es una lástima. Sin embargo, la tercera gran verdad sobre “El sorprendente hombre araña 2: La amenaza de Electro” puede considerarse la definitiva y más importante de todas: solo este grandioso personaje, con todos sus altibajos y defectos, puede ofrecer tamaña aventura plagada de acción, humor y drama, capaz de encender una mecha que disparará la pasión de multitudes a lo largo y ancho de todo el mundo. Por ese motivo, lo llaman “El sorprendente hombre araña”.
"Peces del infierno" Donde hay violencia y autoritarismo siempre existen riesgos. Cuando se llega a los extremos, hay que hablar lisa y llanamente de amenazas concretas y reales. Hay que tener la cabeza fría, el pulso firme y el coraje por las nubes para tomar la decisión de participar en una guerra con el único (no por eso menos importante) propósito de arriesgar la vida en pos de salvar de la destrucción obras de arte a las que todo el mundo les hace la vista gorda debido al trágico contexto. Al principio cuesta creer que hayan existido realmente estas personas pero si uno como lector (u espectador) hace el mínimo esfuerzo por racionalizar los hechos se dará cuenta que todo tiene sentido. Quizás, hasta le encuentre demasiado sentido. Estamos atravesados por el arte como seres humanos. La cultura nos define casi por completo. Miles de veces armamos listados en nuestras cabezas en donde enumeramos nuestras canciones, películas, fotografías u libros favoritos por el solo hecho de querer dejar bien en claro a la posteridad aquello que tan feliz nos hizo en su momento. “¿Vale la pena arriesgar la vida de un hombre por una obra de arte?” es la pregunta que más veces aparece en “Operación Monumento”, el nuevo trabajo que tiene a George Clooney como director y protagonista, acompañado por un elenco de lujo que va desde Matt Damon, Cate Blanchett, John Goodman y el gran Bill Murray entre otros. Sin embargo, el interrogante más importante del film, y quizás el único que traspasa la pantalla y entra en la cabeza del espectador, es: ¿Arriesgaríamos nuestras vidas por una obra de arte? La película de Clooney difícilmente podamos encasillarla dentro de las grandes producciones bélicas, aunque tenga casi todos los elementos vitales de este genero (excepto por la acción). Tampoco podemos catalogarla como un drama, porque las cuotas de humor que aportan ciertos personajes y que también surgen como resultado del difícil trabajo del director de convencernos de la verosimilitud de lo que nos parecía absurdo disminuyen el impacto de las dosis de emoción genuina que transmite esta historia. Basada en el libro “The Monuments Men: Allied Heroes, Nazi Thieves and the Greatest Treasure Hunt in History” del escritor e historiador Robert M. Edsel (quien a su vez se basó en hechos reales para escribir una novela non-fiction), “Operación Monumento” se sostiene de principio a fin sobre todo por su original argumento, su gran despliegue técnico (la música de Alexandre Desplat junto con la fotografía de Phedon Papamichael sobresalen muchísimo) y el conjunto de carismáticos actores que ponen el cuerpo a esta batalla. Puede fallar en algunos momentos debido a su falta de ritmo (tengamos en cuenta también que los hechos suceden casi sobre el final de la guerra) y pecar de remarcar demasiado el rol de los Estados Unidos como salvadores del arte. Sin embargo “Operación Monumento” será recordada como el incentivo cinematográfico perfecto para hacernos reflexionar sobre lo que estamos dispuestos a realizar con tal de preservar aquellas obras artísticas que nos definen por completo. Impulsos y sensaciones que motivaron a estos soldados (liderados por George Stout y Paul Sachs) a concretar uno de los desembarcos en Normandía más pacíficos durante la segunda Guerra Mundial para dar inicio a una de las misiones más nobles y necesarias de la historia.
"Ensayo sobre el amor 2.0" Hay que tener talento, no solo para atrapar al espectador con una premisa tan simple como extraña, sino también para dejarlo inmerso en el reflejo de un mundo tan fantástico y cercano del cual resulta imposible desprenderse fácilmente. Spike Jonze puede sonar familiar para aquellos que están al día con los videoclips musicales de muy buenas bandas (desde Pet Shop Boys, R.E.M, Björk y Arcade Fire) y también para los consumidores de esos cortometrajes independientes que aparecen silenciosamente en la web y permanecen allí por un largo tiempo sumando nuevos fanáticos y adeptos que los mantienen vivos gracias al boca en boca (el más reciente de ellos, “Im Here”). Dentro del cine, Jonze es conocido básicamente por “¿Quién quiere ser John Malkovich?” y “El ladrón de orquídeas”, aunque en su filmografía también aparece una excelente adaptación literaria de marcado tono infantil y nostálgico que bajo el nombre de “Donde viven los monstruos” esquivó las salas no solo de nuestro país sino también de otros lugares del mundo debido a una injusta decisión de los productores del film. Precisamente aquella disparatada medida parecía haber sido brutalmente certera y eficaz para alejar a este joven realizador (que aunque le cueste creerlo, también es uno de los creadores del show televisivo “Jackass”) de la pantalla grande. El paso del tiempo y la insistencia de Jonze para conseguir al menos un estreno reducido terminarían dando muy buenos resultados, colocando aquel trabajo entre los más logrados de su filmografía. Muy cerca de cumplirse cuatro años de la aparición de “Donde viven los monstruos” (film que además, sigue siendo el más costoso de su corta carrera), aparece “Ella”, lo que representa un salto estupendo y notable en la carrera de un realizador que, si bien estaba acostumbrado a indagar y reflexionar sobre temas profundos de forma llamativamente original, jamás había logrado ofrecer un resultado tan armonioso y pretencioso como el de esta película. En “Ella” Jonze combina la fantasía del”hombre que se enamora de su computadora” con una eficaz e interesante alegoría sobre las relaciones humanas en los tiempos que corren, sobre todo teniendo en cuenta la época dorada de la evolución tecnológica y la fuerte expansión de las redes sociales que estos atraviesan. Lo que es extraordinariamente maravilloso dentro de esta propuesta es lo sencillo y ameno que resulta para el espectador darse cuenta del objetivo que persigue el relato: no estamos frente a un film que busque entretener, sino más bien cara a cara con una propuesta que nos lleva de la mano y nos invita a indagar sobre los límites, los tiempos y las etapas del amor, tanto desde un análisis racional como desde lo netamente emocional. Cuesta muchísimo tratar de entender en nuestra propia realidad que las personas somos seres emocionales que racionalizan el mundo donde viven y no viceversa, por lo que la aparición de películas que indaguen sobre este asunto deben festejarse y celebrarse no solo limitándonos al espacio físico que propone una sala de cine, sino también aprovechando el proceso de aprendizaje y ejerciéndolo la idea día tras día. Quedará marcada en nuestra cabeza por un tiempo la imagen de Theodore (un excelso y correctísimamente aprovechado Joaquin Phoenix) charlando con la voz de Samantha (Scarlett Johansson) sobre la dimensión del amor, casi siempre reflejados a través de una cámara que abusa del plano medio corto y que cuando se expande nos vuela la cabeza con pincelazos de las ciudades de Los Angeles y Shangai (otro gran trabajo del suizo Hoyte Van Hoytema). Quedarán también en nuestros oídos esas dulces melodías compuestas por Arcade Fire para musicalizar esta intrépida y única relación amorosa entre un hombre y una maquina. Pero lo más importante de todo es que lo que seguramente perdurará mucho más en el tiempo será esa infalible respuesta que propone Jonze a la siempre exigente hipótesis que plantea que en el amor nada es imposible.
"Instinto de supervivencia" No hay que hablar demasiado sobre esta película, realizada por José Charlo y basada en el peculiar, necesario y más que honrado método de supervivencia que utilizó el preso político Jorge Tiscornia durante los 12 años que estuvo tras las rejas. Y no hay que hablar demasiado por qué los protagonistas del film tampoco lo hacen. Todo se reduce a una invitación que realizan los responsables de esta producción. Una invitación que nos propone concretar un análisis introspectivo sobre como el espíritu humano puede adaptarse a lo peor. Tiscornia y Charlo (ambos fueron compañeros en la carcel denominada, paradojicamente, Libertad) nunca bajan bandera políticas, ni tampoco hacen demasiados planteos morales. “El Almanaque” es una producción cuyo único proposito es reflejar que el paso del tiempo es una inevitable herida que nunca cierra cuando se esta privado de la libertad. Sin embargo, la sangre que brota de esa cicatriz puede correr diferentes caminos y es la propia victima la que elige el metodo necesario para no perder la vida ni tampoco arruinar la de otras personas inocentes. Cuando el espiritu humano se sobrepone a todas las adversidades que le depara la vida, con una idea e intenciones pasivas, surgen anecdotas que merecen ser transformadas en grandes historias. En el caso de “El Almanaque”, este documental es apenas un cuento introductorio sobre un verdadero ejemplo de vida.
"Con el caballo cansado" En el 2009 se estrenaba en nuestro país “Invocando Espiritus”, el más que correcto film de terror dirigido por Peter Cornwell, basado en los hechos reales que vivió la familia Parker, en el estado de Connecticut, durante la década del 80. Dichos sucesos tomaron mucha notoriedad pública años después gracias a diferentes investigaciones que le dieron verosimilitud a lo ocurrido, algo que no es muy normal en esta clase de acontecimientos. Incluso Ed y Lorraine Warren, los investigadores paranormales más reconocidos del mundo, sentenciaron que lo que les tocó vivir a los Parker en aquel momento fue de lo más escalofriante que tuvieron que investigar en su extensa (y más que terrorífica) carrera. Lo llamativo de aquella producción es que, si bien estaba plagada de elementos dignos del género de terror, ofrecía en líneas generales una historia de suspenso bastante realista y fuerte acerca de las terribles consecuencias que conlleva experimentar fenómenos paranormales y no saber cómo afrontarlos. Por eso no es exagerado posicionar a “Invocando Espíritus” como una de las mejores películas de posesiones y fantasmas (basadas en hechos reales) de los últimos años previos a la llegada de la contundente y certera “El Conjuro” de James Wan. “Extrañas apariciones 2“(títulos incorrectos si los hay) es una secuela del trabajo de Cornwell, pero no en el sentido argumental, sino más bien en la estética y la forma de trabajar esta clases de historias, tratando de elaborar un buen relato de suspenso con tintes dramáticos por sobre un film de terror. Si bien en esta ocasión la historia carece de demasiada originalidad debido al exitoso desembarco que tuvo el film de James Wan el año pasado, donde también se trabajó esta misma temática, hay que reconocer que “The Haunting in Connecticut 2” no es un film de mala calidad ni tampoco aburrido, sino que simplemente tuvo la mala suerte de ser inoportuno. Tendrán que pasar un par de años para que la sombra de “El Conjuro” no opaque todas las producciones de su misma índole, sin importar el país de donde vengan. Repito: El gran inconveniente que presenta el trabajo de Tom Elkins (editor de la primera entrega) es que tiene casi no tiene nada nuevo para ofrecer a este subgénero. A excepción de contar la efectiva historia de una familia donde las mujeres son todas médiums y el hecho de ver fantasmas es tan traumático como corriente, “Extrañas apariciones 2” no aporta demasiado y por momentos cae en ciertos lugares comunes que el espectador prefiere a esta altura evitar. Como no podía ser de otra forma, nuevamente la ventaja de estar basada en hechos reales (el caso de la familia Wyrick, ocurrido en Georgia a finales de la década del 80) y el discreto tono que le dieron a esta producción, al igual que su antecesora, hacen que se trate de una propuesta que se deja ver y entretiene siempre y cuando las expectativas no sean muy altas. No es casualidad encontrar tantas similitudes entre ésta película y la que dirigió Cornwell en su momento, ya que se nota que la intención de los productores estan buscando consolidar una saga con estilo propio para narrar diferentes historias. Tampoco nos debería extrañar que, a menos de un año de su estreno, “El Conjuro” siga siendo, por lejos, la mejor propuesta cinematográfica con la que te puedas topar si estas buscando verdaderas y escalofriantes historias.
"Viaje en el tiempo" Entrar a una sala de cine, sentarse, ponerse los anteojos 3-D y literalmente viajar en el tiempo para volver a sentirse como el niño que fuimos en algún momento y poder reírnos sin prejuicios de situaciones absurdas, personajes completamente increíbles y una historia divertida que tiene el merito de aportar un granito de arena a la cabeza de grandes y chicos. Literalmente, eso es lo que sucede cuando ves “Las aventuras de Peabody y Sherman”, una de las películas de animación más divertidas y logradas de este abultado año en materia de entretenimiento de este estilo. Basada en los segmentos de dibujos animados “El señor Peabody y lo improbable de la historia” que acompañaban a “Las aventuras de Rocky y Bullwinkle” allá por la década del 60, esta producción cinematográfica completamente descabellada cumple con creces el objetivo de entretener de principio a fin a cualquiera que se anime a verla. Dirigida por Rob Minkoff, el realizador responsable de (pónganse de pie y saquen sus pañuelitos de papel) “El Rey León” y otras pequeñas joyitas como “Stuart Little” y “El reino prohibido”, vuelve a la animación exactamente 20 años después de la clásica historia de Simba y Mufasa para ofrecer en esta oportunidad una historia cuya premisa lo es todo. El señor Peabody (la voz original es la del actor Ty Burrell) es el perro más inteligente del mundo. Además de recibir su titulo de doctorado con mención perrorifica en Harvard y ganar un premio Nobel, Peabody logró convencer a la justicia de los Estados Unidos para que le permitiera consumar un hecho insólito en todo el planeta: Adoptar un niño, a quien posteriormente llamará Sherman (Max Charles) y a quien criará como su propio hijo. Si todo lo anterior no les resulta lo suficientemente bizarro (no dejemos pasar el insólito punto de que es un perro al que llaman “señor” y vive una vida completamente humana), falta lo mejor: Peabody tiene una máquina del tiempo con la cual realiza viajes al pasado para poder enseñarle a su hijo la verdadera cara de la historia. “Todo aquello que, lamentablemente, los libros no relatan”, según sus propias palabras. A través de este peculiar método de enseñanza, y sumergidos en la vorágine que propone el film, descubriremos por ejemplo que la revolución francesa se inició básicamente por la devoción que tenia María Antonieta por las tortas, que Tutankamón era un niño bastante caprichoso (y el pueblo de Egipto bastante divertido) o que Leonardo Da Vinci entre sus miles de inventos tenía un niño robot bastante tétrico, además de una relación más que conflictiva con la poco sonriente Mona Lisa. Gracias al guión de Craig Wright (increíblemente, uno de los guionistas de “Six Feet Under”) y a un trabajo de animación que aparenta simple pero cuida hasta el más mínimo detalle (observen con atención la nariz de Peabody y comprobarán lo que les digo), “Las aventuras de Peabody y Sherman” adquiere un ritmo frenético y dinámico del cual es imposible despegarse, convirtiéndose así en una verdadera necesidad de parte del espectador que los realizadores supieron satisfacer eficazmente. Pequeños tintes de emoción y cuotas de humanidad en un relato en el que cada 60 segundos hay algo que genera una sonrisa es la frutilla del postre que se agradece constantemente en la película, sobre todo llegado el momento en el que le gritamos a la pantalla “Yo también soy un perro”. Y si nos vemos obligados a resumir toda esta enorme aventura en tan solo una frase, difícilmente exista otra más contundente que aquella que dice: “Todo perro merece tener un niño”. Verdades absolutas si las hay.
"El pasado me condena" Ojalá algún día Hollywood haga una película sobre la vida de M. Night Shyamalan y el final feliz sea idéntico al de todas las producciones que tanto le gustan a la academia. Un cierre alegre donde el protagonista logra ganar de una vez por todas una batalla contra un enemigo incansable que lo mantuvo contra las cuerdas durante más de 15 años. Me parece que lo que todos los críticos realmente quieren es que Shyamalan haga en todos sus proyectos un nuevo intento por emular el éxito de “Sexto sentido” (1999) y, por lo contrario, el realizador indio responsable de películas muy buenas como “El protegido” (2000), “Señales” (2002), “La Aldea” (2004) y “El fin de los tiempos” (2008) quiere desligarse por completo del peso artístico de aquel trabajo. A Shyamalan jamás se le pasó por la cabeza tomarse un descanso luego de uno de sus trabajos más exitosos y galardonados y por eso intentó seguir adelante una carrera que hasta el día de la fecha solo consiste en tratar de evitar los terribles palazos que recibe de parte de la prensa de cine, muchísimas veces, injustificados. ¿Hubo proyectos verdaderamente malos? Sí, sin lugar a dudas “La dama del agua” (2006) fue un ejemplo bochornoso del desperdicio de su calidad artística y “Avatar: El ultimo guerrero” (2010) fue la clara muestra de que Shyamalan no encaja en el mainstream de forma cómoda, ni siquiera con grandes presupuestos y adaptaciones populares. Para confirmar eso ultimo, casi a propósito, aparece “Después de la tierra”, su más reciente trabajo protagonizado por uno de los actores más taquilleros del cine moderno como lo es Will Smith que hace, a diestra y siniestra, lo que se le antoje en Hollywood. Tanto poder tiene el querido Will que fue él mismo el que concibió la historia de “After Earth” (la cual tampoco tiene demasiada originalidad) y le encargó la tarea de escribir el guión y hacerse cargo de la dirección a Shyamalan, quien en un segundo intento por lograr su primer blockbuster se queda nuevamente a mitad de camino. Los principales problemas de “Después de la tierra” pasan por el lado del guión, el cual repito carece de originalidad, y por las actuaciones que, al estar apoyadas totalmente en solo dos actores, terminan siendo paupérrimas y aburridas. De Jaden Smith no se puede pedir demasiado, ya que su experiencia dentro del ámbito es casi nula (solo protagonizó “Karate Kid”), pero lo de su padre sorprende debido a que en esta oportunidad ofrece un trabajo desganado, incapaz de transmitir emociones y darle suspenso a un relato bastante aburrido por momentos. El argumento es lineal, no presenta demasiados giros y el mayor atractivo de la película pasa por un despliegue visual interesante, la siempre cumplidora banda sonora de James Newton Howard (uno de los únicos trabajadores completamente fieles a Shyamalan) y algunas escenas de acción que terminan siendo efectivas por una extraña suma de factores que van desde el drama hasta el cine netamente de aventuras, sin aterrizar seriamente en ninguno de los dos géneros. Lo interesante para destacar y no es un dato menor es la similitud que presenta esta trama con la de “Señales” en muchos aspectos: Familia quebrada por una tragedia, riesgo inminente para sus protagonistas y la única solución posible al conflicto termina evocando al pasado para darle un nuevo sentido a aquella situación trágica. En definitiva “Después de la tierra” no rompe la mala racha que acumula Shyamalan desde hace unos años, pero está lejísimos de ser una película tan desastrosa como para que nos sumemos al grito unánime de ciertos sectores que piden la cabeza de este realizador.
"El rey ha vuelto" Cuesta entender por qué Jack Ryan, el mítico personaje creado por el recientemente fallecido Tom Clancy, nunca logró ocupar en la pantalla grande una posición de jerarquía igual o semejante a la que tiene dentro del mundo de la literatura. Es decir: Estamos hablando del Superman de los agentes especiales, o sea, el personaje más emblemático e importante dentro de su género, el cual por cierto, sigue siendo hasta la fecha uno de los más populares dentro del universo de la lectura, con una galería de protagonistas que se hace cada vez más amplia. Puesto en perspectivas, Jack Ryan es protagonista de 15 novelas escritas por Clancy, mientras que James Bond cobró vida en las páginas de 12 obras escritas por Ian Fleming. Pese a todo, Bond es una eminencia dentro de la pantalla grande con más de 25 películas (muchas de ellas, realizadas con libertades artísticas respecto a la obra de Fleming) y un éxito arrasador que lo convirtió en un personaje mucho más reconocido a nivel mundial por los fanáticos del género que el mismísimo Ryan. Incluso Jason Bourne (personaje creado por Robert Ludlum) con su desembarco en el cine de la mano de Doug Lima, Paul Greengrass y Tony Gilroy a través de 4 películas (tres de ellas interpretadas por Matt Damon y el spin-off por Jeremy Renner) logró un éxito mucho más importante que el de Jack Ryan en la pantalla grande. Lo paradójico es que si no fuera por la llegada de Bourne al cine, James Bond no estaría hoy en la “etapa dorada” en la que muchos lo posicionan y Jack Ryan no se hubiera visto obligado a regresar a la pantalla grande de forma urgente y necesaria para reclamar memoria y respeto hacia su figura. De eso se trata “Código sombra: Jack Ryan” de Kenneth Branagh: Un renacimiento más que aceptable del personaje nacido en las novelas, desaprovechado en la pantalla grande y olvidado por los fanáticos del genero dentro de ambos universos. Branagh no descubrió el fuego en esta nueva adaptación del personaje, ya que pese a estar en por primera vez en un contexto íntegramente nuevo (no estamos frente a una adaptación de ninguna novela de Clancy), su película recupera la esencia del personaje y construye unos cimientos bastantes sólidos con miras a una potencial saga a futuro. Interpretada por un correcto Chris Pine, “Código sombra” se aleja de aquellas etapas de la vida de Jack Ryan que vimos reflejadas en las producciones de Alec Baldwin, Harrison Ford y Ben Affleck para ofrecer un origen más actualizado y realista. Ahí radica el principal acierto del film y es que durante sus primeras dos partes somos testigos de un afinado y dinámico relato que, a través de pequeñas dosis de suspenso, nos introduce correctamente en el mundo de los agentes especiales. El entretenimiento serio y discreto que plantea su guión y las buenas actuaciones de Keira Knightley, el mismísimo Branagh y Kevin Costner, convierten a “Código sombra” en un gran regreso de Jack Ryan al cine luego de años de ostracismo. No obstante, durante su último tramo, esta producción pierde su tono cuidado y humilde de interesante thriller de conspiraciones con efectos internacionales para adquirir elementos más dignos de una película de acción en donde lo evidente, lo grandilocuente y lo exagerado irrumpen por completo. Si bien esto no arruina el resultado final, queda en evidencia la necesidad cinematográfica que se le impone a un personaje como Jack Ryan (un agente de oficina que no está familiarizado en el campo de acción) der ser más parecido a aquellos personajes que en los últimos años hicieron borrosa su imagen dentro del séptimo arte. Esperemos que el tiempo le permita, no solo corregir estos errores, sino recuperar terreno dentro de un podio en el que Jack Ryan ha vuelto a subirse después de muchos años de estar fuera de las pistas.
"Nadie lo ve" Romper la monotonía que existe en el imaginario popular sobre ciertos acontecimientos y personajes. Eso es algo que caracterizó siempre a la carrera como director de Ben Stiller. Por eso es raro que muchos hablen de su nuevo trabajo como algo “atípico” o “distinto” en la filmografía de este artista. Dejando de lado la verdaderamente única y extraña “Generación X” (su opera prima, allá por 1994), Stiller siempre contó grandes historias partiendo de personaje simples o situaciones que no son demasiado interesantes. En “El insoportable” (1996) de repente un tipo que instalaba decodificadores de televisión por cable era una mente siniestra detrás de un plan maquiavélico. En “Zoolander” (2001) una pareja de modelos era la clave para desarticular una red criminal que no solo explotaba niños en fabricas textiles sino que también planeaba asesinar a un presidente. Y en “Una guerra de película” un grupo de actores que filma una película bélica, en un proceso que se vuelve repetitivo e insostenible debido a la mala relación entre ellos, termina siendo protagonista de una verdadera guerra en medio de Vietnam. Si convertir lo pequeño, intrascendente, rutinario y monótono en una gran aventura fue el esquema favorito como director de Stiller a lo largo de estos años, podemos decir que “La increíble vida de Walter Mitty” es el trabajo que mejor deja en evidencia la capacidad de este realizador detrás de las cámaras. ¿Por qué? Porque aquí Stiller realmente si se saca de la manga todo un repertorio de recursos para transformar la cotidianidad de un empleado de una importante revista llamado Walter Mitty (interpretado por él mismo) en una aventura pequeña que adquiere dimensiones extraordinarias a medida que avanza el relato. Por primera vez en su filmografía (siempre hablando como director) tenemos realmente a un tipo común y corriente: Walter es un hombre grande, soltero, sin amigos y su vida se reduce prácticamente a realizar un trabajo de oficina bastante aburrido (es el encargado de los negativos de las fotografías que se publican en la revista). Lo único que rompe esa rutina es una extraña capacidad de Walter para imaginar aventuras fantásticas e increíbles (casi como soñar despierto) en situaciones cotidianas, siendo esto algo que lo pone incomodo pero a su vez hace más emocionante el desarrollo de sus días. Ben Stiller se carga completamente al hombro (tanto como protagonista y como director) el desarrollo de la gran aventura de Walter una vez que deja atrás algunas fantasías en tono de comedia (la lucha del ascensor y la bizarra parodia a “El curioso caso de Benjamin Button”) y empieza a contarnos la realidad que decide vivir este personaje impulsado por la necesidad de vivir la vida fuera de una oficina. Acompañado de un muy buen elenco (Kristen Wiig como el interés amoroso de nuestro protagonista, Sean Penn como el modelo de héroe a seguir, Shirley MacLaine como la voz de su conciencia y Adam Scott como su gran enemigo) y de un apartado técnico notable donde la música (compuesta por Theodore Shapiro, además de un gran repertorio de temas) y la fotografía (notable trabajo de Stuart Dryburgh) se destacan por el resto, Stiller logra construir una película con espíritu propio que por sobre todas las cosas entretiene y nos invita a reflexionar sobre aquellas pequeñas cosas que posponemos (sin sentido) aun sabiendo que nos alegran la vida. Lejos de caer en los ejemplos drásticos que rozan lo inverosímil (como el caso de “Into the Wild” de Sean Penn), “La increíble vida de Walter Mitty“, sin ser una obra maestra, cumple su prometido de abrirnos un poco más la cabeza para concientizarnos sobre lo que verdaderamente importa en estos tiempos que corren. Difícilmente exista otra película que, con este mismo desenlace, logre transmitirnos una buena dosis de alegría y entretenimiento como lo hace el último trabajo de ese gran soñador llamado Ben Stiller.