El director iraní Babak Najafi, especialista en el cine de acción, trae a la pantalla un relato plagado de situaciones inverosímiles pero les imprime tensión, ritmo y gran despliegue en las secuencias de los atentados. El actor Gerard Butler está en su salsa. La secuela de Ataque a la Casa Blanca, trae a los mismos protagonistas de la anterior y los ubica en otro escenario para instalar nuevamente la acción sin límites, siguiendo el estilo de las películas ochentosas que protagonizaron Willis, Stallone y Schwarzenegger. En Londres bajo fuego, el agente Mike Benning -Gerard Butler, el mismo de 300 y la reciente Dioses de Egipto- está de regreso como el agente del Servicio Secreto especialista en la seguridad del Presidente de los Estados Unidos -Aaron Eckhart-. Después de la extraña muerte del Primer Ministro Británico, los líderes mundiales se reúnen para su funeral en Londres y lo que parece el evento más vigilado del planeta resulta ser la oportunidad para eliminar a los mandatarios y sembrar el caos en todo el mundo. Con esta premisa, el director iraní Babak Najafi, especialista en el cine de acción, trae a la pantalla un relato plagado de situaciones inverosímiles pero imprime tensión, ritmo y gran despliegue en las secuencias de los atentados. Como una suerte de héroe solitario, Benning correrá junto al Presidente, por las vacías calles londinenses -recuerda por momentos a Exterminio- y será perseguido por un ejército de villanos dispuesto a eliminarlos. En ese sentido, la película funciona como film de entretenimiento ocupando el lugar que otros títulos del género dejaron vacante. Mas allá del "hombre que todo lo puede para salvar la vida de su jefe y el honor de su familia" y su discurso patriótico y xenófobo, el producto tiene la adrenalina necesaria para impactar en el espectador. La secuencia del helicóptero, pasando por las luchas cuerpo a cuerpo , los escondites y los tiroteos salvajes, la película llega al mercado mundial -postergada en Argentina quizas por la reciente visita de Obama- en un momento en el que desgraciadamente los ataques terroristas son verdaderos y están a la orden del día. Mas allá del exagerado y forzado desenlace, suman las interpretaciones de Morgan Freeman, como el Vicepresidente de los Estados Unidos y Angela Bassett, como la compañera inseparable del protagonista, y aunque todo resulte demasiado inverosimil los fanáticos del género saldrán satisfechos.
Una conmovedora historia de amor protagonizada por dos mujeres que luchan contra los prejuicios y la homofobia. Julianne Moore y Ellen Page se destacan en esta película que combina con emoción el drama y el costado tribunalicio. Esta es una historia de amor entre dos mujeres, como recientemente vimos en Carol, con dos grandes actrices y basada en el mediometraje documental Freeheld que muestra la incansable lucha por obtener justicia que emprendieron Laurel Hester y Stacie Andrée. El film plasma con emoción uno de los tantos hechos de discriminación y homofobia ocurridos en los Estados Unidos antes de la instauración del matrimonio gay el 26 de junio de 2015 por parte de la Corte Suprema. Laurel Hester -Julianne Moore-, una policía de Nueva Jersey, comienza una relación con Stacie Andrée -Ellen Page-, una chica que arrastra conflictos familiares y trabaja como mecánica, de quien se enamora perdidamente, y deciden ir a vivir juntas. Cuando a Laurel le diagnostican un cáncer terminal y desea dejar su pensión ganada durante años a su pareja de hecho, comienza una verdadera batalla campal contra todo un entorno político y social, alimentado por los prejuicios y la intolerancia de los funcionarios del condado. El relato impone el tema de la conciencia social y la igualdad bajo la lupa del director Peter Sollett -responsable de un episodio de la aplaudida serie Vinyl- que logra momentos conmovedores en esta trama que combina las aristas policiales con el costado romántico y tribunalicio que ocupa la última parte del metraje. Emocionante y con escenas que podrían haberse salteado para paliar lo lacrimógeno, De ahora y para siempre tiene el mérito de contar con una siempre convincente Julianne Moore -ganadora del Oscar por Siempre Alice- y una destacada Ellen Page -Juno-, la muchacha de aspecto varonil que muestra su lado más vulnerable. Michael Shannon tiene peso propio como el detective que sale en defensa de su eterna compañera y Steve Carell aparece como un activista homosexual que se adhiere a la lucha de la protagonista. Su papel, inclinado al desparpajo, desentona por momentos con el clima dramático generado en la primera parte. Aún asi, De ahora y para siempre muestra la lucha personal y el corazón de una mujer que se desarrolla profesionalmente en un ambiente machista que también trae sus sorpresas.
La bruja" no sigue los lineamientos a los que el público consumidor del género de terror está acostumbrado y coloca el acento en las costumbres y creencias populares más que en los sustos. Dirigida por el debutante Robert Eggers, La bruja fue la película elegida para inaugurar el Festival de Cine Fantástico de Sitges y su trabajo fue premiado en el Festival de Sundance 2015. El film instala nuevamente la ideal del Mal, en este caso la bruja a la que se refiere el título, en una granja cercana al bosque y habitada por una familia devotamente cristiana en la Nueva Inglaterra de 1630. Si algo tiene el film es que se distancia bastante de las últimas producciones del género y cuenta con una cuidada puesta en escena que juega con el "off", creando un clima de peligro instalado en el seno del hogar, conformado por un matrimonio y sus cinco hijos. Cuando el bebé del clan desaparece misteriosamente, la maldición parece manejar los destinos de cada uno de los miembros, sembrando de sospechas entre ellos y la magia negra. La bruja no sigue los lineamientos a los que el público consumidor del género está acostumbrado, el acento está puesto en la pintura de la época, las costumbres y en las creencias populares sobre "algo" que habita en el bosque. Al final de la película, se asegura que el material se nutrió de los elementos históricos y tradicionales de las historias de brujas, extraídas de periódicos y crónicas de la época, y a ese material el cineasta le agrega el tono oscuro de historias populares como Hansel y Gretel o incluso o de títulos como La aldea, de Shyamalan. Sin ser una obra de arte o un verdadero exponente del terror, el relato inquieta más de lo que asusta, mostrando a personajes que rezan, sufren y sucumben frente a fuerzas desconocdias y malignas, entre sucesos inexplicables -la leche convertida en sangre-, posesiones infantiles y cabras que atacan enloquecidas. El desenlace quizás desentona con lo planteado anteriormente pero no le resta
La película protagonizada por Álvaro Teruel, el cantante de "Los Nocheros" , transita por el thriller a partir de una premisa atractiva que se desdibuja con el correr de los minutos. El cantante de Los Nocheros, Álvaro Teruel, protagoniza esta ópera prima de Martín Basterretche, en la que encarna a Ulises, un joven cineasta que, desde su ventana, registra imágenes de personas comunes y corrientes para hacer su propia película hasta que descubre a una mujer que lo seduce y desaparece. Con indisimulables ecos del clásico La ventana indiscreta, la película intenta, sin demasiada suerte, transitar por el thriller con una premisa atractiva que se desdibuja con el correr de los minutos. El protagonista, con menos suerte y carisma que el héroe legendario de la mitología griega, enfrenta su propia odisea, e investiga junto a un periodista amigo -Luis Longhi- un caso que sólo muestra la punta del iceberg y una desaparición que lo convierte en el principal sospechoso de un crimen. Un relato de suspenso que camina incomprensiblemente por personajes y situaciones caricaturescas que restan credibilidad a lo que el espectador verá más adelante, con diálogos, actuaciones y vueltas de tuerca que no llevan a los personajes a buen puerto. Una inspectora -Adriana Ferrer- encargada del caso -y sin pruebas- y un villano interpretado por el cantante de tangos Guillermo Fernández, aparecen en una trama en la que espiar las actividades ajenas tiene un alto costo. Punto Ciego sólo se queda en la intención de hacer un buen policial ambientado en un ambiente portuario y plagado de apariencias engañosas, pero escoge los atajos menos verósímiles cuando plasma en la pantalla un rutinario ejercicio audiovisual. Ulises, con su cámara VHS, y corriendo con bolsas de supermercado tras los pasos de la misteriosa mujer que aparece en la filmación, no alcanzan para crear los climas adecuados al género que el mismo film propone.
El thriller del director Atom Egoyan indaga en el horror del pasado a través de una venganza que se pone en marcha y cuenta con excelentes actuaciones de Christopher Plummer y Martin Landau. La última creación del director armenio-canadiense Atom Egoyan, de quien se recuerdan Exótica, El dulce porvenir y Chloe, entre otras, se sumerge en los vericuetos de la memoria y del horror nazi a través de una historia que enciende la mecha de la venganza y transmite al espectador la confusión que atraviesa Zev, el anciano con demencia senil encarnado magistralmente por Christopher Plummer. El personaje acaba de enterrar a su esposa y durante el funeral, recibe una carta de su compañero de la residencia de ancianos donde vive, Max -Martin Landau -otra leyenda de la pantalla grande- con una tarea casi imposible: encontrar al nazi que mató a su familia en el campo de concentración de Auschwitz donde estuvo preso. Christopher Plummer, el magnífico actor canadiense de 87 años, recordado por su capitán Von Trapp de La novicia rebelde y últimamente visto en Elsa & Fred y Beginners, compone a un hombre preso de su propia enfermedad pero con la convicción de escapar del asilo, viajar al otro lado del país y emprender su búsqueda con el arma siempre a mano. Cuatro direcciones anotadas en un papel -sólo una lo llevará al verdadero responsable del horror- son las razones suficientes que lo empujan a ejecutar su esperada venganza. En su peregrinaje se topará con personajes siniestros relacionados con el pasado y que marcan ahora su presente, desde el policía neonazi -Dean Norris- que tiene una perra llamada Eva hasta la familia que ignora al "monstruo" con el que vive. En tanto, el hijo de Zev -Henry Czerny- lo buscará incansablemente al enterarse que su padre deambula confundido y lejos del hogar. Egoyan suma intriga y suspenso a este inquietante juego de la memoria en el que destacan los climas creados, y sobre todo, las actuaciones de un elenco sólido que incluye nombres como los experimentados Jürgen Prochnow y Bruno Ganz -quien compuso a Adolf Hitler en La caída. A partir del guión de Benjamin August, el film tiene huellas de Memento, de Christopher Nolan, imprime tensión sobre el peligro inminente y juega con la idea de hacer justicia por mano propia, siguiendo el pedido del amigo confinado a una silla de ruedas, para terminar con la vida del nazi que vivió todo este tiempo en libertad. No es el mejor trabajo de un director con estilo propio como Egoyan, pero la película tiene las herramientas suficientes y a los intérpretes justos para atrapar al espectador.
El nuevo film de Kevin Reynolds -recordado por "Robin Hood: Príncipe de los ladrones"- cuenta la historia posterior a la crucifixión de Jesús y tiene el punto de vista de un poderoso militar romano, encarnado por Joseph Fiennes. Después de recientes títulos bíblicos como Noé y Exodo: Dioses y Reyes, llega la nueva película del director Kevin Reynolds, quien no filmaba desde hace algunos años para la pantalla grande. Atrás quedaron Fandango, Robin Hood: Príncipe de los ladrones, Rapa Nui,Waterworld y El conde de Monte Cristo, entre otras.Sínonimo del cine de aventuras en décadas pasadas junto a su actor fetiche y amigo Kevin Costner, Reynolds aborda el relato sobre los días posteriores a la muerte de Cristo y lo interesante es el punto de vista: la historia está contada a través de los ojos de Clavius -Joseph Fiennes, el actor deShakespeare apasionado y El mercader de Venecia-, un poderoso y violento militar romano que es convocado por Pilato -Peter Firth- para encontrar a los discípulos de Jesús, cuyo cadáver se esfumó. Entre escenas de batallas y otras que se regodean en lo cruento y morboso, con ecos de La pasión de Cristo, de Mel Gibson, la película expone el dilema de la fe y la creencia en la piel de un hombre que sólo cumple órdenes y debe reordenar el imperio antes de la llegada de Tiberio. Junto a su asistente Lucius -Tom Felton, rostro recordado por su personaje de Draco en la saga de Harry Potter, deberrán desmentir los rumores de la resurrección del Mesías y prevenir una rebelión en Jerusalem.Sin apartarse demasiado de los lineamientos bíblicos ya conocido por el espectador, el cineasta inyecta dramatismo, aventura y persecuciones a una película pensada para el público masivo sin preocuparse demasiado por profundizar en los conflictos centrales de la propuesta. Su película cumple los objetivos, está filmada con oficio y cambia su enfoque -como el protagonista cuyo mundo tambalea después de comprobar aquello que no creía- sobre el desenlace, encaminando al espectador hacia una luz brillante y esperanzadora. Con una estructura por momentos televisiva, la producción se apoya en la reconstrucción de templos romanos, escenarios naturales y en un Jesús poco carismático acompañado por sus fieles discípulos -"Ellos están en todos lados" le dice uno de ellos a Clavius- para recrear los momentos más esperados: la sepultura, la desaparición, los milagros con la reproducción de los peces y la cura del leproso. El elenco cumple con sus papeles y se completa con la española María Botto en el papel de María Magdalena. Una película sin pretensiones que resucita un género acorde y esperado en la semana de Pascuas.
Caracterizada por el sentido del humor y por radiografiar las penurias de la clase media, el realizador rumano Corneliu Poromboiu construye una fábula amena sobre un botín bajo tierra. La pelicula rumana El tesoro, del director Corneliu Poromboiu, premiada en Cannes y elegida para abrir la edición 12 del Festival Pantalla Pinamar, plasma a través de una historia sencilla ambientada en Bucarest el panorama político y social de una realidad que no siempre ofrece muchas posibilidades.Costi es un padre que se ocupa de su pequeño hijo, le lee las andanzas de Robin Hood y le enseña a no pelear en el colegio. Una vida como la de cualquiera hasta que su vecino le dice que hay un tesoro enterrado en el jardín de su abuelo en épocas pasadas. Sólo hay que alquilar un equipo -bastante costoso- para detectar metales, encontrarlo bajo tierra y la ganancia se repartirá entre ambos. Como en toda película, aventura incluída, las cosas no serán tan sencillas.Caracterizada por el sentido del humor -la secuencia en la que el detector de metales suena enloquecidamente resulta graciosa pero se vuelve reiterativa- y por radiografiar las penurias de la clase media, el realizador construye una fábula sobre la justicia distributiva y los obstáculos que se les presentan a los personajes: Costi tiene trabajo y paga su hipoteca mientras que su vecino le pide dinero prestado pero le abre un horizonte lleno de intriga y esperanzas.El ambiente oscuro de la quinta a donde acuden para poder "salvarse" se contrapone con el ritmo rutinario de la ciudad en medio de una trama sencilla que ofrece otros niveles de lectura, un repaso por las crisis económica y enfrentamientos entre los personajes durante la búsqueda del tesoro. Los mejores momentos vienen de la mano de sus intérpretes, Toma Cruzin y Adrián Purcarescu.
La película de Juan Taratuto, ambientada en el mundo del cine, permite el lucimiento de Adrián Suar y Valeria Bertucelli, y de los actores secundarios. El amor, el egocentrismo y la parodia están en primer plano. La misma dupla protagónica de Un novio para mi mujer, Adrián Suar yValeria Bertucelli, regresa a la comedia romántica de la mano del director de esa película, Juan Taratuto, quien tiene en su haberNo sos vos, soy yo y ¿Quién dice que es fácil? dentro del género. EnMe casé con un boludo, título directo si los hay, se sumerge en el mundo del estrellato, sus consecuencias y en las mentiras que llevan adelante los personajes.Adrián Suar es Fabián Brando, una estrella del cine que debe trabajar con una actriz de poca experiencia, Florencia -Bertucelli-, novia del director -Gerardo Romano- de la película de turno que están rodando -no sin dificultades- y ella se termina enamorada de su "salvador". Cuando deciden casarse -noticia informada a través de los medios-, Florencia se dará cuenta que en realidad ella se enamoró del personaje -un boludo- y no de la persona.Como un de juego de "ficción dentro de la ficción", Taratuto aprovecha la pareja de opuestos y los estilos de vida diferentes para instalar la parodia: Brando tiene un auto flamante, una casa gigante donde realiza fiestas, un representante que se duerme en todos lados -Norman Brisky- y una vida en la que las apariencias están a la orden del día. Ella es una chica insegura en su momento de estar frente a una cámara y vive en del departamento de su actual pareja.La película, pensada para el consumo mainstream -Suar conoce perfectamente el paño- permite el lucimiento de sus protagonistas y de los personajes secundarios como Marina Bellati en el rol de la hermana del campo a quien Florencia acude cada vez que tiene un problema y el cameo de figuras, periodistas famosos y hastaVicentico y Grisela Siciliani. Nadie quedó afuera.La historia de amor encuentra momentos disfrutables, escenas bien jugadas y un ritmo que no decae con un guión de Pablo Solarzque transforma el disparate de algunas situaciones y las encamina hacia la parodia pero donde también juega un papel importante la emoción. Brando toma una decisión impensada para salvar su pareja, y ahí la película ofrece nuevas aristas que se disfrutan sin demasiadas complicaciones. En definitiva, lo que ellos hacen es intentar conservar a quien aman pese a todas las dificultades que se presentan en un medio competitivo, donde el egocentrismo y las apariencias están en primer plano.La acertada música de Darío Eskenazi crea los climas adecuados, tanto en la ficción que se filma como en la historia que se cuenta, rindiendo homenajes. Suar utiliza sus probados -y reiterados -recursos en la audiencia -ahora habla en francés mientas maneja- y Bertucelli ofrece morisquetas y lloriqueos frente a cámara. Fueron a lo seguro con un producto entretenido gracias a la mano de una dirección eficaz.
Los guiños a películas conocidas del género se acumulan en esta película de terror que combina posesiones, tableros ouija, destripe y humor negro. El resultado es desparejo y convencional. Con las intenciones de reflotar el terror ochentoso y con todos los clichés que el espectador pueda imaginar reaparece el director alemán Marcus Nispel, el mismo que tuvo interesantes resultados de taquilla con las remakes de La masacre de Texas -2003- y Viernes 13 -2009-, y también se paseó por la aventura en Conan. Los refritos de clásicos son sus preferidos. En Exorcismo -The Asylum-, que también circula con otros títulos como Exeter y Backmask, el terror adolescente es el centro de la propuesta y los guiños a películas conocidas del género se pueden encontrar a lo largo de una hora y media. Un viejo asilo donde se realizaban experimentos décadas atrás es el lugar ideal para que un grupo de jóvenes adictos a YouTube llegue para hacer fiestas: el chico inteligente, el escúalido, el gordito con anteojos, el que se pasa con las drogas y las amigas sexys, comenzarán a experimentar que no están solos en el lugar e irán cayendo, uno a uno, como moscas. Claro que hay alguien que filma todo -no podía ser de otra manera- y un alma en pena que deambula por los lúgubres y sucios pasillos del espacio ahora clausurado. Un sacerdote -Stephen Lang- también es de la partida, como así también las posesiones demoníacas, las levitaciones y el tablero ouija. Todo en una misma película que, desde el comienzo, resulta inverosímil cuando los chicos quedan atrapados en el lugar. SiExorcismo tiene algunos momentos rescatables, rápidamente se opacan con el clima juvenil que se torna insoportable, el humor negro que está siempre presente y una -exagerada- mezcla de elementos fantásticos que hubieran alcanzado para hacer varias producciones. A las situaciones forzadas del comienzo -mensajes satánicos grabados en la música-, y a las cintas como testigos del horror y un personaje que asegura "esto es un cliché", se suma un final que explica demasiado, pierde puntos y no pasa de algunos sobresaltos potenciados por la música. Tampoco es cuestión de tomársela demasiado en serio...
"A War: La otra guerra" ofrece una visión sobre las consecuencias de las decisiones en pleno campo de batalla, y alterna la violencia bélica con la rutina del ambiente familiar. La película danesa A War: La otra guerra, que estuvo nominada a "mejor film de habla no inglesa" en la última entrega de los Premios Oscar, está dirigida por Tobias Lindholm -Secuestro-, y cuenta con su actor fetiche Pilou Asbæk, quien asume el rol del Comandante Pedersen, un hombre que se debate entre el cumplimiento de los reglamentos militares, su responsabilidad ante sus soldados y los civiles afganos, en medio de la participación del ejército danés en Afganistán.A War: La otra guerra ofrece una estremecedora visión sobre las consecuencias de las decisiones en el campo de batalla, alternando la violencia bélica con la rutina del ámbito familiar, en el que una esposa y tres hijos aguardan el regreso de padre. Al estallido que sobreviene luego de una calma aparente, Perdersen se ve inmerso en un espirtal de violencia y sufre la baja de uno de sus hombres. Cada decisión tendrá sus consecuenicas en este film que explora el costado humano más que el conflicto bélico en sí. Entre la amenaza que sufre el pueblo afgano ante la llega de los talibanes, los personajes deberán enfrentar sus propios miedos para seguir adelante con una misión sangrienta e incomprensible, de acuerdo a los mandatos que tienen sobre objetivos militares.Con una cámara nerviosa Lindholmse acerca casi al registro documental a través de escenas cruentas que siguen paso a paso los patrullajes de este grupo que reacciona de acuerdo a situaciones de presión extrema. Muy bien actuada por todo el elenco y seguida por un tono tribunalicio que aporta dudas, intriga y un futuro incierto.Este año no se llevó el Oscar, pero el cine danés ganó en 1988 con La fiesta de Babette, de Gabriel Axel; un año después lo hizo con Pelle, el conquistador y el tercer premio de la Academia lo obtuvo en 2011 conEn un mundo mejor, de Susanne Bier. El miedo es captado a la perfección en un relato que nunca detiene su desesperación entre tiroteos y blancos móviles.