La violencia de género desde una mirada infantil La nueva película del director Diego Lerman (el mismo de La mirada invisible) cuenta con los protagónicos de Julieta Díaz y Sebastián Ezequiel Molinaro en los roles de Laura, una mujer que sufre la violencia de género, y Matías, su hijo de siete años. Refugiado está narrada desde la perspectiva del niño -de ahí su título- que, en su desesperado escape junto a su mamá para alejarse del marido, pasa las noches en un hogar para mujeres maltratadas, un albergue transitorio de mala muerte y hasta una casa retirada en el Delta, en lo que parece un vertiginoso y angustiante periplo que no tiene fin. El film se mueve cómodamente entre el registro dramático y el suspenso con una cámara que sigue de cerca a los personajes y juega con la posible aparición del esposo violento en ámbitos desconocidos. En ese sentido, la escena en la que Matías conoce a una nena del establecimiento que atraviesa una situación similar, adquiere una dimensión fantasmagórica frente a lo no cotidiano (como el ámbito de las duchas). El clima intenso se mantiene durante toda la fuga (Laura regresa a su hogar en busca de elementos y dinero mientras su marido Fabián se acerca) y en eso tienen mucho que ver los dos actores principales, casi los únicos que se verán a o largo del film. La trama también se reserva el tema del reencuentro y la posibilidad de construír un nuevo hogar cueste lo que cueste.
Entre risas y lágrimas Una historia de amor, atravesada por la tecnología y en tiempos de redes sociales, es la elegida por Martín Bossi para su primer protagónico en cine. El imitador, de una versatilidad ya demostrada en la pantalla chica y en el teatro, asume un papel que le exige una mayor entrega. Juan es un comediante del under que da clases de stand up hasta que descubre a una de sus alumnas, Guadalupe (María Zamarbide), una atractiva ejecutiva y representante de uno de los buscadores de internet más importantes a nivel mundial. Los mundos del bohemio de San Telmo y el de la joven que se siente una perdedora en el terreno de la comicidad, se juntan en esta historia que navega de manera imprecisa entre la comedia costumbrista (los amigos de Juan parecen salidos de un circo) y el drama exagerado que pasa de las risas a las lágrimas con extrema facilidad. Da la sensación de que varias manos se pusieron a trabajar en Un amor en los tiempos de selfies (figuran los directores Emilio Tamer, responsable del espectáculo de Bossi, y Federico Finkielstain, de No te enamores de mì) sin encontrar un mismo rumbo ni el tono adecuado. El film acumula situaciones sin gracia- y poco probables- y suma los cameos de Graciela Borges, Carlitos Balá, Ari Paluch y de los productores televisivos Chato Prada y Federico Hoppe. ¿Hacía falta tanto?. La pareja que entra en crisis y se transforma en el negocio mediático del momento se desarrolla entre discusiones y reacciones absurdas que se dan en medio de un clima que debería ser más festivo y menos dramático. La escena de los mensajes que sobrevuelan la ciudad es la más lograda dentro de un relato que se encamina hacia una suerte de limbo.
Un relato escalofriante Aunque se trata de un spin-off de la exitosa El conjuro, de James Wan, la película que nos ocupa se puede disfrutar de manera independiente gracias a su escalofriante atmósfera de terror, la misma que tenían los clásicos de cuarenta años atrás. Annabelle encuentra el terror en una muñéca vintage que llega al hogar de un matrimonio para sembrar el espanto y desatar una ola de extraños acontecimientos. Alejada de los clichés de títulos como Chucky y explorando los miedos infantiles, el relato se adueña del espectador desde el comienzo y juega permanentemente con un universo cotidiano transformado en una verdadera pesadilla. Las vidas de Mia (Annabelle Wallis) y John (Ward horton), la pareja feliz que espera un bebé y disfruta del hogar y de los buenos vecinos, cambia para siempre cuando los miembros de una secta satánica invanden su casa. El director de fotografía de El Conjuro y La noche del demonio 2, John R. Leonetti, se coloca detrás de cámara para contar esta escalofriante historia que juega correctamente con los climas de cada una de las escenas: Mia en la oscuridad de la baulera; la muñeca contemplando todo desde la repisa de la habitación; puertas que se abren y cierran; una máquina de coser que funciona sola por las noches y presencias fantasmagóricas que deambulan por la casa, son algunas de las sorpresas que el film tiene preparadas para el espectador. Sólo algunas. Como si se tratara de La profecia y con un universo que excede a la muñeca del título, también aparecen en la trama un sacerdote (Tony Amendola) y una mujer (la siempre convincente Alfre Woodard) que entiende lo que está ocurriendo. Un relato de presupuesto modesto que se mueve entre demonios y rituales, con la mención del matrimonio Warren, el mismo que estudió casos extraños y aparentemente inexplicables en los años setenta.
Ciencia ficción de la vieja escuela Nuevamente la ciencia-ficción pisa el universo cinematográfico y se basa en la exitosa novela homónima de Lois Lowry, bajo la batuta de Philip Noyce, quien en otros tiempos eligió la acción y la intriga polìtica en Juego de patriotas. Acá el futuro encuentra a una sociedad dócil que vive tranquila y manejada por gente adulta que borró los recuerdos de la humanidad. El joven Jonás (Brenton Thwaites, de Maléfica), es elegido para recibir las memorias, sentimientos y se convierte en el nuevo eslabón que se opone a un sistema del que comienza a sospechar. Con ecos de Fuga en el siglo XXI y con el recurso visual que mezcla blanco y negro con color para mostrar los cambios de un mundo manejado según las conveniencias, la pelìcula de Noyce está concebida a la antigua, despojada de efectos digitales, pero sin el nervio narrativo (salvo en el tramo final) o la atmósfera que tuvieron otros trabajos del realizador. Entre experimentos y maniobras oscuras, el joven héroe inicia un camino lleno de obstáculos con un bebé en brazos que pone esperanza en un horizonte que aún vislumbra varios peligros. En ese contexto, asoma una Meryl Streep de cabellos largos y grises, como la jefa de la sociedad, mientras que Jeff Bridges encarna al Dador de recuerdos. Ni siquiera la presencia de estos intérpretes equilibra la balanza en una trama que combina frases de manual de autoayuda, con humanismo y heroìsmo.
La vuelta al hogar El exitoso Robert Downey Jr. regresa a la pantalla grande con este trabajo que podría significarle una nominación al Oscar. Alejado del millonario Tony Stark, su personaje es Hank Palmer, un abogado exitoso que hace lo imposible por ganar juicios y sacar el mejor rédito de su profesión. Sin embargo, su caso más complicado está por llegar: su padre, el juez del pueblo (Robert Duvall), de quien mantiene distancia, es el sospechoso de un asesinato. Con esta premisa, el director David Dobkin (Los rompebodas y Si fueras yo) elige un film de corte tribunalicio para mostrar las asperezas de una familia que evidentemente conoció un pasado mejor. La repentina noticia de la muerte de su madre trae a Hank al pueblo de su infancia, donde se reencuentra con un hermano -con problemas- (Jeremy Strong) que registró los momentos del clan en una Super 8, y con otro mayor (Vincent D´onofrio) que ha construído su propia familia. El eslabón perdido es un padre enfermo, pero con un carácter que parece no apaciguarse con el paso de los años, y al que deberá defender a capa y espada para evitar que sea condenado. A los buenos momentos de suspenso tribunalicio (con flashblacks incluídos) se suman los chispeantes diálogos entre Duvall y Downey Jr. en un verdadero duelo de actores, y sin olvidar las siempre medida actuación de Billy Bon Thornton en el rol del abogado de la víctima. La escena del lago seguramente quedará en las retinas de los espectadores por mucho tiempo.
Abracadabra según Allen El amor, a veces, es una cuestión mágica. Otro año y una nueva película de Woody Allen - la número 44- cuyo comienzo está ambientado en Berlín de la década del ´20, con un exitoso mago "oriental" que hace desaparecer a un elefante del escenario. Magia a la luz de la luna explora nuevamente las relaciones amorosas narrando la historia de Stanley Crawford (Colin Firth, de El discurso del Rey), quien se esconde detrás del ilusionista de grandes bigotes y trenza, y por pedido de su amigo Howard (un estupendo Simon McBurney) viaja a la residencia de los Catledge en la Costa Azul con el objetivo de desenmascarar a Sophie (Emma Stone, de El sorprendente hombre araña), la medium de la que todos hablan, y que fue contratada para "contactar" a un marido muerto. El mayor encanto de la comedia romántica del cineasta neoyorquino son los paisajes capturados como grandes pinturas por el director de fotografía Darius Khondji, el vestuario y los personajes secundarios que empujan el relato aún cuando la pareja protagónica, Firth-Stone no tenga siempre la química necesaria. Un amor casi imposible, deseos cruzados, tías que toman el te, gags que dan en el blanco gracias a la verborragia del protagonista (alter ego del realizador, arrogante y escéptico de los sucesos paranormales) y una relación que se va construyendo como por arte de magia. No es la mejor película de Allen pero tampoco desencanta.
Colmillos afilados Un relato que combina aventura y terror para mostrar el origen del personaje clásico inventado por Bram Stoker, Drácula, quien reaparece en la pantalla como Vlad, el Príncipe de Rumania que necesita más fuerzas para enfrentar al imperio turco. Drácula: la historia jamás contada encuentra en Luke Evans (Nadie Vive) al intérprete ideal que deambula entre la oscuridad propia de "la criatura de la noche" y el guerrero que debe proteger a su mujer y a su niño de la violencia de la época. En ese sentido, la visión que le imprime el debutante Gary Shore al relato tiene momentos de tensión: el encuentro entre Vlad y un vampiro legendario (Charles Dance) que se esconde en una cueva y le ofrece un pacto que lo condena; espectacularidad en las batallas (parecen salidas de 300) y sentidos agudos que le dan al protagonista capacidades diferentes a las de los mortales. Todo esto se da en un marco de acción y lucha de poderes pero el film tampoco descuida el costado romántico de Vlad. La película, que navega entre precipicios, murciélagos, nubarrones que tapan la luz solar y monedas de plata como amenaza constante para Vlad, cumple con lo que promete y, en su tramo final, imprime una vuelta de tuerca que le sienta bien y se abrirá hacia nuevos rumbos. Drácula: La historia jamás contada está también protagonizada por Sarah Gadon, Dominic Cooper en el papel del villano de turno y Zach McGowan.
La película con título kilométrico, basada en el exitoso libro homónimo infantil publicado en 1972, escrito por Judith Viorst e ilustrado por Ray Cruz, tiene el mérito de narrar una historia tan cotidiana como reconocible desde el punto de vista de un niño de once años. Alexander (Ed Oxenbould), comienza el día con el pie izquiero y todo lo inimaginable se convierte en una verdadera pesadilla, pero pronto descubirá que los integrantes de su familia, su padre (Steve Carell), su madre (Jennifer Garner), su hermano (Dylan Minnette) y su hermana (Kerris Dorsey) también se verán envueltos en el peor día de sus vidas. Dirigida por el ganador de un premio Independent Spirit, Miguel Arteta (The Good Girl, Cedar Rapids, Youth in Revolt) sobre un guión de Rob Lieber, esta comedia familiar está impulsada por un clima de locura generalizada que no está lejos de cualquier mortal que tenga la responsabilidad de un hogar y afronte la crianza de cuatro hijos de muy distintas edades. En ese sentido, desfilan por el relato un padre desocupado que tiene una esperada entrevista laboral; una madre -la verdadera proveedora de la casa- que corre para llegar a tiempo con la impresión de un libro infantil y cuya labor está en riesgo; un chico adolescente frente al romance obligado del colegio y una hermana "afinada" con deseos de convertirse en la estrella de un musical. Todo esto y más forma parte de esta recomendable propuesta que se mantiene por el ritmo imparable, la efectividad de los gags y las buenas actuaciones de Steve Carell (un hombre experimentado en el género) y de Jennifer Garner.
Búsqueda desesperada Una película seductora y perversa que viene de la mano de un director inusual como David Fincher, quien no siempre quiere agradar al público. El creador de Pecados Capitales, El club de la pelea y La red social, entre otras, dispara este thriller adaptado del best-seller de Gillian Flynn y encabezado por Ben Affleck y Rosamund Pike, vista en Orgullo y prejuicio y Furia de titanes 2. Amy (Pike) y Nick (Affleck) se disponen a celebrar su quinto aniversario de casados. Sin embargo, ella desaparece misteriosamente y él se convierte en el principal sospechoso de un caso que cobra notoriedad en North Carthage, a orillas del río Mississippi. La investigación policial comienza a apuntar a un Nick desempleado que ha extendido una póliza de seguro de vida de su esposa desaparecida y que encuentra refugio del revuelo exterior en su hermana, con la que comparte un bar del pueblo. Perdida alterna pasado y presente de los personajes, mostrando muchas facetas ocultas mientras se acumulan datos, personas y pistas que cambian el rumbo de los acontecimientos en en una trama que se toma sus tiempos pero que nunca deja indiferente al espectador. La historia trae a una detective (Km Dickens) y su asistente que revisan meticulosamente la casa de Nick en busca de rastros; a los padres desesperados de Amy; a una periodista sin escrúpulos y a un abogado (Tyler Perry) que quiere dar vuelta el caso. En ese sentido, el film desmenuza con precisión quirúrgica la relación enfermiza de un matrimonio, el engaño, la infidelidad y el poder de los medios de comunicación como formador de opiniones. El mayor mérito reside en la actuación de Rosemund Pike y en la relación que tiene el personaje de Affleck con las mujeres que lo rodean en este trabajo de Fincher que ya está en la mira para la próxima edición de los Premios Oscar.
Darín, el salvador Tres chicos sin demasiada suerte intentan cambiar sus vidas cuando deciden realizar una pelìcula que tenga como protagonista nada menos que a Ricardo Darín. Delirium, producto bizarro y menos divertido de lo que se pensaba, sigue la rutina de Federico en el kiosco para el que trabaja y los intentos de convencer a sus amigos para hacer la película con la estrella. El film de Carlos Kaimakamian Carrau se sostiene al principio por un malentendido (Darín confunde a Sebastián con el hijo de un amigo y acepta trabajar para ellos en la película para la escuela de cine); la mirada autoreferencial y delirante que parte de un "imposible", y se vuelve en contra con el correr de los minutos. En ese sentido, Delirium echa una mirada burlona con la reunión entre el trío (papeles a cargo de Miguel Di Lemme, Ramiro Achain y Emiliano Carrazzone) y su estrella en el bar; la llegada al Instituto de Cine como si fuese una película de suspenso; los problemas que atraviesan con Darín durante el rodaje y un hecho que cambia el rumbo de los acontecimientos y cobra estado pùblico. En realidad se esperaba más por la expectativa que generó el trailer y por la presencia del actor de El secreto de sus ojos en esta pelìcula que incluye cameos de Catalina Dlugi, Sergio Lapegüe, Germán Paoloski, Guillermo Andino, Mónica Gutierrez, Facundo Pastor y Susana Giménez, entre otros, y se guarda una sorpresa para la escena final.