Cómo encender la furia Un más que bienvenido regreso del director Damián Szifrón a la pantalla grande con seis historias que se nutren de varios géneros para embarcar al público en un vuelo sin escalas que tiene como destino la violencia. Relatos salvajes funciona como una "olla a presión" a punto de estallar y lo hace a través de historias que no están conectadas entre sí, con personajes muy disímiles y que reaccionan antes situaciones extremas. Como un eficaz cóctel, la película da en el blanco y crea climas exasperantes que van del humor negro y las acciones imprevistas hasta la furia desatada. Luego de una presentación que identifica a cada uno de los nombres de los actores con diferentes animales, el espectador se embarca primero en un avión y durante un vuelo en el que todo se descontrola cuando un pasajero (Darío Grandinetti) entabla una conversación casual con una desconocida. El cuento, que precede a los títulos, desborda humor y hechos inesperados. El segundo relato, alimentado por un clima de suspenso y terror, invita a un restaurante de ruta en el que una moza (Julieta Zylberberg) y su cocinera (Rita Cortese) reciben como único comensal a un candidato a intendente (César Bordón) durante una noche tormentosa. La ruta salteña funciona como el escenario ideal para que un automovilista (Leonardo Sbaraglia) sufra un altercado con otro sin imaginar las consecuencias del vertiginoso encuentro. En el cuarto eslabón, un ingeniero experto en demoliciones (Ricardo Darín) intenta recomponer su situación familiar mientras lidia con una grúa que le lleva el auto, para pasar luego al trágico hecho que cambia para siempre la tranquila vida de un matrimonio acomodado (Oscar Martínez y María Onetto) que inicia una oscura negociación para salvarse. Y para el postre, encontramos a una novia (Erika Rivas) que sufre el desencanto de su vida en medio de su fiesta de casamiento, empujando a los invitados hacia la catástrofe. Relatos salvajes funciona desde el primer minuto hasta el hipnótico desenlace por la solidez de sus fragmentos, las logradas actuaciones (se destaca también Osmar Nuñez en su rol de abogado) y el ritmo que nunca decae. A lo largo de casi dos horas, el público se sentirá identificado ante las injusticias, las luchas de clases y la burocracia que se adueñan del relato y encienden un clima enloquecedor potenciado por la música de Gustavo Santaoalla.
Personajes que aún están en forma El cuarteto de populares tortugas mutantes nacidas en la historieta en los años ochenta vuelve a la pantalla grande con un relato que las coloca a la altura de los últimos superhéroes debido a la mano ágil de Jonathan Liebesman (Furia de titanes 2, Invasión del mundo: Batalla: Los Ángeles) que las muestra en plena forma. La ciudad de Nueva York es amenazada ahora ante la liberación de una toxina y los protagonistas, junto a la reportera April (Megan Fox) -que arrastra un pasado oscuro- y su camarógrafo (Will Arnett, de Saturday Night Live) se unen en una aventura para enfrentar al malvado Shredder (William Fichtner, de Prison Break) y a la pandilla del Pie. Dejando atrás las alcantarillas y mostrando su costado adolescente a lo largo del film, Raphael (Alan Ritchson), Donatello (Jeremy Howard), Leonardo (Pete Ploszek) y Michelangelo (Noel Fisher) se lucen en una película que funciona por los gags y las espectaculares secuencias de acción. En ese sentido, el realizador deja lo mejor para el final: la caída de un camión por la ladera de una montaña nevada hasta el borde un precipio está muy bien resuelta y transmite vértigo y adrenalina, al igual que el enfrentamiento entre los héroes y Shredder en la azotea de un edificio. Eso sí, después de varias caídas, golpes y peleas, April siempre luce con su pelo ordenado y el maquillaje impactante. Estas tortugas cumplen con lo que prometían y, despúes de una exitosa apertura el último fin de semana en los Estados Unidos, anuncian su regreso para el 2016.
Las puertas del infierno El director Scott Derrickson muestra el mundo amenazado de un policía del Bronx y examina los orígenes del Mal a lo largo de un relato que juega con las posesiones y los exorcismos. Líbranos del mal, la nueva creación del director de El exorcismo de Emily Rose y Sinister, comienza con tres soldados que luchan en la guerra de Iraq, entran a una cueva y se topan con algo inesperado y maligno. A partir de allí la acción pasa a la actualidad en Nueva York, con el policía Ralph Sarchie (Eric Bana), quien vigila de cerca el Bronx e investiga un extraño caso de sucesos paranormales ocurridos en un zoológico. Con la ayuda del sacerdote jesuita Mendoza (Edgar Ramírez, de Furia de Titanes), Ralph irá ordenando las piezas de un caso que amenaza su vida y la de su familia cuando inesperadamente se abren los portales del mismísimo infierno. El film, que combina policial y terror, acumula escenas impactantes, sobresaltos, personas poseídas que deambulan en la jaula de los leones, una niña -hija del protagonista- amenazada por sonidos y presencias extrañas, rostros deformados y un exorcismo realizado en una comisaría, en medio de diálogos que ponen de manifiesto el enfrentamiento entre la razón y la fe. Los mejores momentos los alcanza cuando juega con los miedos infantiles y une las piezas del rompecabezas que explora el trillado tema de los exorcismos. Aún con sus desniveles, la experiencia resulta, al menos, inquietante en la creación de climas y la recomposición de la familia. En el elenco sobresale el venezolano Edgar Ramírez, que se carga la cruz y la pelìcula al hombro, y deja a Eric Bana en un segundo plano. A echar al demonio se ha dicho!.
Un quinteto peculiar Otra aventura de Marvel asoma a la pantalla con este peculiar quinteto de protagonistas que arrastra un pasado oscuro mientras lucha contra las fuerzas del Mal para devolver la paz a la galaxia. El director James Gunn (quien viene de la comedia con Super y uno de los segmentos de Proyecto 43) no parecía el indicado para trasladar el universo de los superhéroes en una aventura vertiginosa, pero el resultado es más que disfrutable. Al sufriente mundo de personajes poco comunes que no encajan en el sistema se suma una mirada nostálgica en la que la musica cobra protagonismo dentro de la historia. El temerario Peter Quill (Chris Patt) se apodera de una misteriosa esfera codiciada por el villano Ronan (Lee Pace) y se une a un cuarteto de singulares criaturas: Rocket (con voz de Bradley Cooper), un mapache pistolero; Groot (voz de Vin Diesel), un humanoide con forma de árbol; la mortal Gamora (Zoe Saldana) y el gigantesco Drax el Destructor (Dave Bautista). Si algo tiene Guardianes de la Galaxia más allá de sus espectaculares secuencias de acción y enfrentamientos son los toques de humor,el espíritu de viejas películas del género, el drama (la relación de Peter Quill con su madre) y la sensibilidad impresa en las criaturas creadas digitalmente como Rocket y Groot, el árbol que con sus largos brazos protege al resto de sus compañeros. Con las participaciones en roles secundarios de Michael Rooker, Glenn Close y Benicio Del Toro como The Collector, la superproducción llega angelada por los anteriores éxitos de la compañìa y anuncia su regreso.
Liberar nuevamente a la bestia El año pasado se conoció 'La noche de la expiación', una película protagonizada por Ethan Hawke en donde la criminalidad no existía debido a una ley que permitía una vez al año, y durante doce horas, cometer crímenes con total impunidad. Sin elenco conocido, llega la secuela titulada 12 horas para sobrevivir, en la que la acción y el suspenso se apoyan y desarrollan -a diferencia de la anterior- en espacios abiertos, en calles desiertas habitadas por personajes enmascarados que deambulan con armas, hachas y lanzallamas para atrapar a sus presas en esta "noche de purga" en la quedan suspendidos la asistencia social, los servicios de emergencia y el accionar policial. La noche vertiginosa une los caminos de una madre y su hija adolescente obligadas a abandonar su casa para ser ejecutadas; un justiciero solitario que recorre la ciudad a bordo de un auto blindado y una pareja que queda a la deriva cuando su auto se descompone minutos antes de la sirena que anuncia el caos generalizado. Con mejores situaciones de suspenso y con un logrado desarrollo del concepto aplicado en el film original, el director James DeMonaco sale mejor parado en este segundo eslabón sobre la violencia urbana que no parece tener fin en el año 2023, mientras alimenta la bestia escondida en almas perturbadas que son capaces de apretar el gatillo o tomar un bate para asesinar a sus indefensas víctimas. Con un eco de Los guerreros, de Walter Hill, la película mantiene el nerviosismo hasta el final, se permite algunos sobresaltos y muestra la perversidad que asoma también en círculos aburridos de tanta comodidad económica. En tanto, la clave consiste en escapar...
La supervivencia de dos bandos La secuela del éxito de 2011, ambientada diez años después, comienza cuando un virus aniquila la vida de millones de humanos mientras que la creciente comunidad simia liderada por César se refugia en el bosque Muir. El director Matt Reeves (Cloverfield y Déjame entrar) plasma un relato sobre la supervivencia en tiempos caóticos. En el bando humano están Malcolm (Jason Clarke), un ex arquitecto que ha perdido a su esposa mientras cría a su hijo adolescente; su novia Ellie (Keri Russell), una enfermera, y Dreyfuss (Gary Oldman), el líder de la colonia humana que resiste en las ruinas del centro de San Francisco. El cruce con César (Andy Serkis) encenderá una ola de violencia que pone en jaque la confianza entre ambos bandos. El planeta de los simios: Confrontación coloca a los personajes al borde de una guerra y lo interesante de la trama descansa en la ola de traiciones y en los focos rebeldes que se generan también en el interior de cada uno de los grupos. Quizás menos grandilocuente que su antecesora, este nuevo eslabón de la saga que comenzó en 1968 administra muy bien los resortes de la acción y los momentos emotivos, resaltando los valores de la familia y la lealtad. Por su parte, el villano de la trama, Koba (Toby Kebbell), el chimpancé con cicatrices que fue carne de los experimentos realizados por humanos, está muy bien construído y dispara la historia hacia costados más violentos. A través de la técnica de captura de movimiento -que al igual que los simios de ficción evolucionó en los últimos años- las criaturas se ven más reales que nunca. Entre el mundo idílico y amenazado que los monos levantan afuera de la ciudad, los progresos que experimentan en el lenguaje y un nuevo orden que se instala en el poder, la película dejará más que satisfechos a los seguidores de la saga y a la espera de una tercera entrega.
Unidos por un código Este producto pensado para el público menudo juega con la típica "pareja despareja" que tantos buenos títulos ha dejado el cine norteamericano. En los papeles protagónicos aparecen dos figuras de mucha popularidad como José María Listorti (también productor del film) y Pedro Alfonso, unidos en una trama que acumula toques de humor, gags físicos y algo de acción. Algunas buenas ideas provienen de la dirección de la dupla que integran Fabián Forte (La Corporación) y Nicanor Loreti (Diablo), hacedores de productos de género, quienes aplican las fórmulas a una historia que, por momentos pierde ritmo y coherencia, pero entretiene con su cuota de ingenuidad. Un traductor (Listorti) de lengua rusa, que tiene bajo su cuidado a una hija adolescente y lidia telefónicamente con su ex mujer (Anita Martínez), es reclutado casi a la fuerza por un agente de Interpol (Alfonso), casualmente la actual pareja de su ex esposa. Entre los deseos de convertirse en un padre ejemplar y en plena competencia con el padrastro de su muchacha, la misión lo llevará por caminos peligrosos y hasta por tierras misioneras, escapando de la policía y del líder de una banda que quiere una clave que sólo él puede descifrar. Socios por accidente sigue la línea de producciones nacionales como la saga de Los Superagentes (más acción no le habría venido nada mal) y los aciertos pasan más por su factura técnica (se apoya en efectos de sonido y en unos cuantos tiroteos) que por una trama que se mueve entre la torpeza y los miedos de un padre que ha dejado sola a su hija mientras cumple con una misión que debe resolver por obligación. El personaje de Listorti, Matías, encuentra más lucimiento cuando afloran sus temores en situaciones extremas, mientras que Alfonso juega al experimentado y duro agente sin demasiados recursos. Y ahi están, unidos por un código en este film liviano que al menos busca otros caminos para capturar al público en las vacaciones invernales.
El amor por la ópera Al igual que la famosa historia que transformó en una estrella a Susan Boyle, esta película inglesa habla de la increíble vida de Paul Potts, un tímido vendedor de celulares que tiene pasión por la ópera amateur y que, luego de sortear varios obstáculos, llega a presentarse en el Britain´s Got Talent, de Simon Cowell, también productor del film. Mi gran oportunidad (Once Chance) es el típico relato de superación personal y tiene varios puntos de contacto con Billy Elliot, donde también trabajaba Julie Walters, acá como la madre de Paul (James Corden), el muchacho obeso que sufre el bullying y la incomunicación con su padre en un ambiente de obreros metalúrgicos de la Gales de los años noventa. El film comienza y desarolla las situaciones de manera ágil, en tono de comedia (el encuentro del protagonista con su novia en la estación de tren) y con momentos que apuntan a la emoción, perdiendo un poco el rumbo sobre el final, pero no por eso deja de ser resultar efectiva gracias a las buenas actuaciones. Al ambiente hostil y la poca confianza que se tiene Paul con su canto, se suma una madre sobreprotectora, una novia que conoció a la distancia, un viaje a Venecia y una pandilla que lo hostiga desde la niñez. En ese entorno se mueve el personaje central, quien luego de presentarse en el certamen se convirtió en un fenómeno de YouTube. James Corden, visto en Los viajes de Gulliver y Los tres mosqueteros, consigue empatía con el espectador en odisea que no deja el romance de lado y utiliza el amor por la ópera como excusa para emprender un camino hacia los sueños. Y el director David Frankel (El diablo se viste a la moda) se despacha a su gusto entre góndolas, escenarios, comida rápida y Luciano Pavarotti (encarnado por Stanley Townsend).
Entre el chat y la cama La seducción, el deseo, el juego con la web cam, la exposición del cuerpo y el posible encuentro sexual con desconocidos es el motor del segundo largometraj del realizador cordobés Rodrigo Guerrero después de El invierno de los raros. Muy acorde a los tiempos que corren, donde las relaciones son fugaces y los encuentros se dan sin compromisos, Fede (Emiliano Dionisi) chatea durante los primeros minutos de la película para concretar sus fantasías con una pareja (Nicolás Armengol y Carlos Echevarría) de ocho años de convivencia. El departamento se convierte en el escenario donde transcurre la acciòn, contada en muy pocas tomas, con un clima casi teatral y de aparente improvisación en los diálogos. Allí los tres personajes cenan, seducen y encienden la sexualidad quizás como una manera de escapar a la rutina. En el transcurso de la noche, Fede vive una experiencia intensa y reveladora que le muestra una nueva forma de amar. El tercero no pretende contar una gran historia, sólo expone y no juzga las acciones de los personajes. La inocencia y la experimentación en un terreno que desconoce pone al joven en un juego que lo atrae y asusta, entre miradas y charlas que preparan el clima íntimo que los acerca. Sin un gran conflicto que explotar y sin llegar a las escenas de sexo explícito vistas en la reciente El desconocido del lago, el film muestra pero juega con el off mientras explora la noche afiebrada del trío en cuestión.
El espejo siniestro Una aproximación al terror que escapa a algunos de los convencionalismos del género es la que propone el director indpendiente Mike Flanagan, el mismo de Ausencia. Con un espejo maldito como elemento de unión entre el pasado y el presente, el realizador construye un relato que perturba e inquieta al plasmar la vida de dos hermanos que conocieron la tragedia familiar. Tim (Brenton Thwaites) tiene 21 y durante los últimos once años estuvo encerrado en un instituto psiquiátrico acusado de asesinar a su padre. El presente lo une con su hermana Kaylie (Karen Gillan, de la serie Dr Who), obsesionada con un espejo conocido como el Lassar, que originó la tragedia familiar y terminó con la vida de todos sus dueños desde 1754. Oculus desata una fuerza sobrenatural maligna y refleja las situaciones que afrontan los protagonistas de manera distorsionada, dando la información necesaria al espectador hasta el inquietante desenlace. Atípica en su narración , acumulando algunos sobresaltos y haciendo hincapié en los temores infantiles sobre un orden cotidiano alterado, la película tiene sus méritos en un año en el que el terror no ha brillando por su imaginación. En medio de alucinaciones (¿Kaylie come una manzana o una lamparita eléctrica?) y de un clima terrorífico al estilo de El resplandor, con dos chicos escapando de un padre enloquecido y madre poseída, la historia va reconstruyendo lo que pasó tiempo atrás a partir de un presente que tampoco parece demasiado alentador. En el elenco sobresale Annalise Basso, como la pequeña Kaylie, una niña que transmite la desesperación a cada instante, en este rompecabezas diabólico en el que los juegos de la mente también se guardan sus trucos. Hay que seguir de cerca los trabajos de Mike Flanagan: Somnia se anuncia para el año próximo.