En romance con la Belle Epoque Segunda comedia de Woody Allen ambientada en París luego de "Todos dicen te quiero", pero ahora con el elemento fantástico presente en una historia romántica y con extranjeros viajando por la Ciudad Luz. Con un comienzo de bellas postales parisinas, el cineasta neoyorquino narra el periplo de Gil (Owen Wilson) e Inez (Rachel Mc Adams), una pareja estadounidense próxima a casarse, que aprovecha un viaje de negocios del padre de la novia. El es un escritor de novelas (no muy querido por los padres de ella) que tendrá una experiencia única: se encontrará con Adriana (Marion Cotillard), una aspirante a diseñadora de modas que ha sido musa de varios artistas. Y, como si fuera poco, se embarcará en una curiosa travesía hacia la París de los años veinte, donde se topará mágicamente con personalidades como Hemingway, Picasso, Dalí, Buñuel, Rodin y Lautrec. Nada menos. Esto le da a Woody Allen los elementos necesarios para construír una comedia con diálogos chispeantes que se acerca a La Rosa Púrpura de El Cairo. Las artes, las influencias de fuertes personalidades, la admiración y un romance que se va apagando con el correr de los minutos, son los pilares de esta realización que, si bien no es su trabajo más logrado (este año conocimos Conocerás al hombre de tus sueños y Que la cosa funcione) coloca en su mira a personajes conflictivos y dubitativos que se las traen. Un elenco sólido integrado por Michael Sheen, en la piel de un intelectual que se acerca a Inez; la siempre convincente Kathy Bates y Carla Bruni como una guía de museo, hace que el viaje sea ameno y original en su planteo. Veremos qué le deparará Buenos Aires cuando el genial cineasta llegue a rodar a estas tierras.
Un relato sobre las pérdidas Un drama familiar profundo y descarnado es el que ofrece el cineasta John Cameron Mitchell, el mismo que saltó a la fama con Hedwig and the Angry Inch, Tarnation y Shortbus. "Dios necesitaba otro ángel" es una de las frases que escucha el matrimonio formado por Becca (Nicole Kidman) y Howie (Aaron Eckhart) cuando acude a terapia de grupo. Nada parece consolarlos luego de la trágica muerte de su hijo de cuatro años, ocurrida ocho meses atrás. El laberinto (Rabbit Hole) es la adaptación de la obra de teatro de David Lindsay Abaire y habla de cómo una pareja puede seguir adelante después de la tagedia. Consuelo. Aceptación. Pérdida. Son las piezas de un drama familiar que se encamina lentamente hacia la recomposición. Mientras Becca quiere borrar todo vestigio de su hijo desaparecido y se relaciona con el joven (un prometedor Miles Teller) que le causo la muerte al atropellarlo; Howie mira videos y se acerca a una de las mujeres de la terapia. Aunque parecen caminar en distintas direciones, los protagonistas buscan seguir con sus vidas como pueden. El realizador logra un film estremecedor que pone en primer plano el hueco existencial de la pareja, la falta de deseo ("Ya nada es agradable") y de comunicación. El panorama se completa con la madre (Dianne Wiest), una hermana inmadura que queda embarazada, la presencia deamigos y de un perro que "vuelve" al hogar. El título original alude a "universos paralelos", a un "espejo" que muestra una realidad que no puede cambiarse y en la que los personajes son versiones tristes de otros que viven otra vida en lugares remotos. El laberinto cuenta con dos intérpretes de lujo: Nicole Kidman (nominada en la última entrega de los Oscar en el rubro "mejor actriz" por este papel) y Aaron Eckhart, quienes logran transmitir el dolor por el que atraviesan. Un tema difícil para no tentarse y caer en golpes bajos, pero que el director sabe conducir a un buen terreno: el de las emociones.
Un viaje con escalas Los viajes en el tiempo (de cuerpo y mente como ocurre en este film) y la paranoia por atentados terroristas son los pilares en los que se basa el director Duncan Jones para contar esta historia que juega con el suspenso, el cambio de identidades y la ciencia-ficción. El realizador de Moon, e hijo de David Bowie, centra la acción en un tren en el que viaja el militar Colter Stevens (Jake Gyllengaal, el actor de Secreto en la montaña y El príncipe de Persia), quien despierta en el cuerpo de otra persona, ante una joven que desconoce pero que ha visto antes (Michelle Monaghan). Su misión: evitar en ocho minutos un atentado en el tren que marcha a toda velocidad hacia Chicago. Con recursos desplegados con mejor suerte en Matrix, El origen y en la reciente Los agentes del destino, el film coloca a un hombre común en una situación extraordinaria. El espectador vuelve una y otra vez al lugar, junto al personaje, e irá obteniendo información sobre lo que alllí ocure. La narración fragmentada se vuelve reiterativa y quita suspenso al asunto en medio de una trama alimentada por misiones secretas (una cápsula conecta al protagonista con un complejo centro de operaciones y una mujer encarnada por Vera Farmiga comanda todo como si fuera un videojuego), muchos cables y poca intriga. Un relato que tenía todo para crispar al espectador (a pesar de sus efectos visuales antiguos) y se transforma en una cansadora travesía con escalas.
Un western criollo con todas las de la ley Siguiendo la línea de Juan Moreira, de Leonardo Favio, o de Temple de acero, el director Fernando Spiner recupera un género que parecía olvidado: el western gauchesco. Aballay (Pablo Cedrón), un gaucho ladrón y asesino, arrastra las culpas del pasado y se lleva para siempre la mirada de un niño que presencia la muerte de su padre en sus manos. Con el paso de los años , Julián (Nazareno Casero) cobrarán venganza contra él y los forajidos. Con una trama que navega entre el salvajismo, los facones afilados y las cuentas pendientes, el director de La sonámbula y Adiós querida luna cabalga con todas las de la ley en una historia que atrapa desde el comienzo y que se desarrolla en los áridos pasajes de la pampa húmeda. Con su ajustado clima de "ajuste de cuentas", Julián hace foco en El Muerto (un espléndido Claudio Rissi), cómplice de Aballay que somete a todo aquel que se cruza en su camino. En Aballay: el hombre si miedo hay persecuciones, romances contrariados (ahí aparece Moro Anghileri) y abuso de poder, pero también es interesante cómo el asesino que da título al film está en un camino de redención. Entre tiroteos y duelos finales que rinden homenaje a los clásicos "spaghetti western", Spiner sigue su marcha con una muy buena composición visual y saca provecho del cuento escrito por Antonio Di Benedetto, manejando los climas y la violencia como pocos.
El guionista y sus vínculos Una comedia romántica sobre seres que atraviesan problemas de relación es el motor del film de Pablo Solarz, escritor de la recordada Historias mínimas, ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer. Javier Gross (Peto Menahem) es un guionista rodeado de mujeres: su esposa Lucía (Malena Solda) lo define como un ser "desconectado" y lo abandona luego de confesarle que lo engañó con un vecino. Su madre (Mirtha Bunselli) está medicada y le reclama atención: y Laura (Florencia Peña) es su nueva conquista amorosa. La única que lo escucha es su terapeuta (Marta Lubos). Gross desarrolla una historia de ficción que el espectador sigue de manera fragmentada hasta el desenlace de la película: un padre (Luis Luque) lleno de odio y al borde de la locura que traslada a su familia hacia ¿Mar del Plata?. Con este esquema Juntos para siempre juega a la mezcla de realidad y ficción con criaturas que hacen lo que pueden para enmendar sus relaciones contrariadas. El film interesa más en su comienzo de comedia romántica con enredos que en su desarrollo, alimentado por tonalidades más oscuras y atravesado por flashbacks. Peto Menahem construye un buen personaje, como un alter ego del cineasta y del mismo Woody Allen, que confunde el nombre de su ex con la actual y vive en su propio mundo. Malena Solda acompaña con corrección, pero el resto se percibe estereotipado y caricaturesco. Dos historias en una película que puede gustar o desconcertar.
Entre cruces y colmillos La raza que nunca se extingue, al menos para el cine, es la de los vampiros. Criaturas que han desafiado la eternidad y que reaparecen en este film que combina terror, western y ciencia-ficción. Un cura guerrero (Paul Bettany, el actor de Firewall y El turista) desobedece a la Iglesia y se une a un joven sheriff (Cam Gigandet) y a una enigmática sacerdotisa (Maggie Q) para encontrar a una peligrosa banda de vampiros que secuestró a su sobrina y está liderada por el temido Black Hat (Karl Urban). Ambientado en un futuro post-apocalíptico, el relato mezcla géneros (dibujos animados al comienzo) y estilos, y está impulsado por un personaje con poderes que se mueve entre la violencia, las dudas y la redención. Calles polvorientas, desiertos atravesados por motos veloces, un eterno juego entre la luz y oscuridad; y un diseño visual que parece salido de Blade Runner, conforman este ágil film que acecha con sus sedientas "criaturas de la noche". Las secuencias de las luchas entre los "jinetes del Apocalipsis" y los vampiros (con cruces convertidas en armas letales), y la del tren (ideada como una suerte de "tren fantasma") están muy bien resueltas.
La fuga tumbera La ópera prima de Nacho Garassino se sumerge en un mundo tumbero, peligroso, en el que sus personajes intentan recobrar su libertad a toda costa. Ambientada en la década del noventa, en el penal de Villa Devoto, la película está construída a partir del "racconto" y de sucesos reales. Vulcano (Raúl Taibo) se reúne con un periodista (Jorge Sesan) para narrarle la espectacular fuga que emprendió junto a seis reclusos de la prisión y el escalofriante secreto que encontraron mientras cavaban el túnel para escapar. Concebida como un producto de suspenso que también trae el pasado nefasto de la Argentina, El túnel de los huesos es un relato carcelario donde "todos saben pero pocos hablan". La acción se desarrolla entre rondas nocturnas, cigarrillos, puntazos y personajes que buscan su redención. El carcelero, el médico que hace la vista gorda y las venganzas entre los prisioneros están a la orden del día. El film concentra las convenciones del género (limadura de barrotes, tierra del túnel que hay que sacar como sea) y mantiene su interés hasta el desenlace. Los prófugos sellaron un pacto con los muertos, cuyos restos han quedado en el túnel: hacer pública su existencia. Raúl Taibo (con colita y barba) da vida al líder de la banda y lo hace con buenas armas, mientras que Daniel Valenzuela se destaca por su sólida máscara y presencia.
Corre Hanna corre Sentidos agudos. Fuerza extrema. Golpes certeros. Preparada como un soldado para la matanza. Esas son las cualidades que reúne Hanna (Saoirse Ronan, la actriz de Desde mi cielo), una adolescente que tuvo un duro entrenamiento en los bosques de Finlandia en manos de su padre (Eric Bana), un ex agente de la CIA. Con esta premisa, la película de Joe Wright (Orgullo y prejuicio) comienza con una cacería feroz que muestra las aptitudes físicas de una protagonista que tiene dos caras: una angelical y otra oscura que la transforma en una perfecta asesina. La trama está estructurada en base a una serie de persecuciones que la colocan en el lugar de la "presa", mientras recorre Europa y es acechada por una implacable agente de inteligencia (impactante y fría, Cate Blanchett) y sus sanguinarios secuaces. Hanna acierta en la creación de climas tensos que propone la historia, se mueve siempre entre dos aguas y contrastes, impulsada por la joven que busca una vida normal cuando decide conectarse con la hija de una familia francesa. Atravesada oportunamente por los acordes de Chemical Brothers, la película se muestra sólida, cruda y detona al personaje central en los momentos adecuados. Es muy destacable la secuencia desarrollada entre containers; o la del refugio que Hanna encuentra en un parque de diversiones abandonado. Se puede decir que el film suene ridículo o que su historia haya sido vista muchas veces, pero cumple su cometido por la precisión narrativa del realizador. El pasado vuelve con la fuerza de un tornado y se instala en un presente que intenta reordenar las piezas de una niñez arruinada.
Pirotecnia visual y búsqueda de la identidad El personaje central, el Oso Panda Po, traga saliva y varios bocados en esta continuación que supera al original por su pirotecnia visual. Convertido en Guerrero Dragón, el héroe protege el Valle de la Paz junto a sus amigos, Los Cinco furiosos. Pero esta vez, enfrenta un peligro mayor: un Pavo Real que planea conquistar China y destruir el kung fu. Con este punto de partida, Kung Fu Panda 2 acierta en sus momentos de acción en los que las luchas cuerpo a cuerpo transmiten vértigo al espectador. En ese sentido, la realizadora Jennifer Yuh se alimentó de diferentes películas del género y las volcó con imaginación en una paleta de colores en los que predomina el rojo furioso (el mismo que sumerge a Po en visiones que lo atormentan) y varias persecuciones. Es muy lograda la secuencia en la que los personajes luchan contra el enemigo (parecidas a las criaturas de El cristal encantado) dentro de un disfraz de dragón. A través de planos cenitales, la narración adquiere por momentos la estética de un simpático videojuego. La trama tiene una columna vertebral que consiste en la búsqueda de la identidad (un Oso Panda criado y adoptado por un ganso) salpicada con flashbacks que ofrecen adecuados momentos de ternura. Entre cañonazos, golpes certeros de puño y el hallazgo de "la paz interior" como base para lograr el triunfo y la sabiduría, la película logra su cometido en este bienvenido producto de animación, en el que los diseños de los fondos (los precipicios) y los personajes aparecen poteciados por los efectos del 3D. Después de los créditos, la acción continúa...
El paraíso del cine Alfredo LI Gotti es uno de los coleccionistas de cine más importantes de la Argentina que consiguió su sueño: tener y compartir su propia sala en casa. En ese espacio proyecta gratuitamente sus películas desde hace más de veinte años. Este es un documental que retrata su pasión por el cine y un recorrido por las viejas y desaparecidas salas de barrio, que proyectaban hasta 3 películas de manera continuada. El film echa una mirada nostálgica sobre un pasado que no está y recupera con emoción los testimonios de Li Gotti y su eterno amor por el séptimo arte. De este modo, desfilan los recuerdos del coleccionista que archiva alrededor de 1.000 películas, casi todas europeas y algunas norteamericanas. "Traté de tener lo mejor de lo que podía conseguir. Hoy es más fácil con el DVD, pero en mi época eso era imposible". Este es un documental valioso cuyos fotogramas desfilan tante los ojos del espectador y traen los recuerdos de El Gabinete del Dr. Caligari o de Paisá, de Rossellini y de otro joven coleccionista, Fernando Martín Peña. "La película tiene vida y cobra magia cuando se enciende el proyector. Pero se necesita del público para poder disfrutarla". The End.