Las hijas de la discordia El director de Paco, Diego Rafecas, explora la relación entre dos hermanas en esta comedia que intenta combinar la atmósfera de los films de Almodóvar con el mundo de la cumbia. Juana Pérez Roble (Moria Casán) y Camila Lamónica (Nacha Guevara) son hermanas pero no lo saben y son hijas de Ernesto Pérez Roble (Enrique Pinti), el socio fundador de BA-News, un holding mediático. La primera es hija legítima y reconocida, y tiene un hijo discapacitado; mientras que la segunda, estrella de la bailanta en González Catán, es seguida por su hija (Chachi Telesco) en el mundo de la música. Con este planteo de rivalidades, el realizador muestra un mundo artificial que se mueve por intereses económicos y otro, no menos ficticio, que juega con las ilusiones de sus artistas. Ambos universos son pesados en esta película que termina aburriendo a pesar de tener un planteo argumental interesante. Sobre todo, por la elección de sus intérpretes. Con escenas de escaso vuelo, el humor colocado en primer plano pero nunca de manera efectiva, el relato acierta quizás en los números con música de Damas Gratis más que en el conflicto familiar que desata una herencia. Moria presta su impronta y fuerte personalidad a su papel de ejecutiva, mientras que Nacha queda desdibujada en su rol de mujer del espectáculo. Por su parte, Enrique Pinti, con kilos de maquillaje para aumentar su edad, tampoco encuentra el tono adecuado para el personaje. Entre caídas de rating; bandas de forajidos; un secretario (Willy Lemos) dispuesto a todo con tal de satisfacer a su jefa y un velatorio donde se derraman lágrimas de cocodrilo, Cruzadas resulta menos alocada y disparatada de lo que se esperaba.
La fábrica de chocolate De la lejana Isla de Pascua, llega este simpático conejo, futuro heredero de la fábrica de chocolate de su padre. Rompiendo los mandatos familiares, Hop escapa de esas tierras y llega a Hollywood. Allí se topará con Fredd (James Marsden), un chico vago y desempleado que es "expulsado" del hogar por sus exigentes padres. Ambos vivirán una aventura vertiginosa cuando la magia también diga presente en el convulsionado mundo cotidiano. Hop, rebelde sin Pascua es un entretenido producto que combina acción con actores y animación (al estilo Stuart Little) destinado al público de corta edad y con escenas donde el humor se adueña de la historia. En ese sentido, resulta acertada la presencia de David Hasselhoff, el protagonista de El auto fantástico. La estrella de la serie no se sorprende al encontrarse con un conejo parlante porque él tiene un auto que habla; y también es efectivo el accionar de los "boinas rojas" que persiguen sin descanso al protagoniasta por haber escapado de la tierra mágica. Con fines aleccionadores que proponen la unión familiar, la convivencia a pesar de las diferencias y un pollo de la fábrica de chocolate que se subleva contra su propio jefe, la película transcurre con fluidez y cumple su cometido. James Marsden aprovecha su histrionismo para dar rienda suelta a un sinfín de torpezas y su interacción con el conejo se ve más creible que su anterior participación en Como perros y gatos 2. Como una suerte de Papá Noel, con nave espacial incluída, Hop llega para divertir y lo hace con buenos recursos.
Dos familias enterradas en el pozo Después de las películas independientes El juego de la silla y La novia errante, la realizadora Ana Katz hace el gran salto en esta película que réune intérpretes de renombre y cuenta con una mayor producción. Los Marziano no tiene nada que ver con los extraterrestres. Por el contrario, el film hace foco (y desenfoca) a una familia dividida por las diferencias sociales y de relación. Lejos de la típica comedia costumbrista (aunque se la vende como tal desde los afiches de promoción), la trama sumerge a sus personajes en un "pozo" y en diferencias que parecen difíciles de sortear. La historia gira en torno a Juan Marziano (Guillermo Francella) y Luis Marziano (Arturo Puig), dos hermanos separados desde hace años. Delfina (una siempre convincente Rita Cortese), la tercera hermana, es el único nexo posible entre ellos. Juan sufre un extraño síntoma que se acentúa con el correr de los días y que no le permite leer, razón por la cual viaja a Buenos Aires para consultar con diferentes especialistas. Por otro lado, Nena (Mercedes Morán), la esposa de Luis, le insiste a su marido para que llame a Juan y lo invite a un fiesta familiar. El film de Katz retrata mundos antagónicos en los que nadie parecer ser feliz (el pueblo de donde viene Juan y el country de Luis) y lo hace con algunos toques de humor pero con un trasfondo dramático cuyos conflictos tardan en estallar. Los Marziano no fue filmada para gustar a toda clase de público. Entre tomas panorámicas del country y los "agujeros" existenciales en los que aparecen sumergidos sus protagonistas, el film aprovecha también para echar una mirada crítica a la "seguridad" de los que viven refugiados en sus countries (al igual que en Las viudad de los jueves). Guillermo Francella demuestra que es un muy buen actor cuando está dirigido y lo mismo ocurre con el personaje encarnado por Arturo Puig. Ambos aparecen juntos sólo algunos minutos en la pantalla.
Apuestas en una Buenos Aires nostálgica Basada en la novela escrita por su padre Leopoldo Torre Nillson, la película de Javier Torre cuenta esta historia de perdedores y romances ocultos con una correcta ambientación de la década del 50. La trama sigue a Julio (Adrián Navarro), un jugador empedernido que está dispuesto a todo con tal de salvarse y que descuida a su esposa Celina (Romina Gaetani en su debut cinematográfico), una mujer que asegura que "en esta casa todos nos volvemos viejos antes de tiempo". Su pequeño hijo (Facundo Navarro) tampoco corre con mejor suerte. El film espía con nostalgia una Buenos Aires lejana (los besos en el "zaguán", "lo que dirán los vecinos") e impone la presencia de una madre fuerte (Norma Argentina) que sabe la clase de hijo que tiene y una hermana que sólo quiere casarse. El romance prohibido con un aviador (Rafael Ferro) no tarda en aparecer y tampoco los deseos de Celina de dejar una vida miserable junto al hombre que nada aporta a su vida. El derrotado se ve con agrado y se codea con el mundo marginal sin llegar a retratarlo. Sólo muestra a un hombre que pierde todo y se encamina hacia la autodestrucción, entre apuestas, alcohol y robos.
Alto vuelo con ritmo carioca Llega esta historia de tono ecologista, poderoso despliegue multicolor y mucho ritmo carioca de la mano de los mismos creadores de la saga La era del hielo. La trama gira en torno a Blu (con la voz de Jesse Eisenberg, el actor de La red social)original), un guacamayo doméstico que nunca aprendió a volar y que disfruta de una vida tranquila y segura junto a Linda, la dueña de una librería en Minnesota. Esos apacibles días cambian cuando se enteran que Blu es el último de su especie y que Jewel (con la voz de Anne Hathaway), otro ejemplar hembra vive en Río de Janeiro. La propagación de la especie depende de ellos y la travesía a las tierras del Cristo Redentor promete un sinfín de peligros con el trasfondo del Carnaval más famoso del mundo. El director Carlos Saldanha entrega noventa minutos de pura emoción y vértigo (con vuelos que potencian la fuerza del 3D) en una trama alimentada por ricos personajes secundarios: el perro que babea todo el tiempo; Fernando, el niño que creció solo en las favelas; Rafael, el tucán y los siniestros traficantes de aves. Todo encaja en Río como en el lujoso desfile de carrozas y se convierte en una fábula aleccionadora para público de todas las edades. El humor dice presente una vez más en las situaciones amorosas que son enmarcadas por las canciones de Lionel Ricthie, mientras que otro aporte lo hace la banda sonora rica en ritmos y matices del compositor brasileño Sergio Mendes.
Una epopeya bien contada Si existe un riesgo al abordar temas históricos es la manera de plasmarlos en la pantalla sin desvirtuarlos y mostrando a próceres que no son de bronce. En Revolución: El cruce de los Andes, el director Leandro Ipiña construye un relato sólido, entretenido y alimentado por datos de la historia argentina. El centro es la figura del Gral. José de San Martín (Rodrigo de la Serna, bien caracterizado), un hombre enérgico y duro, pero lleno de dudas y temores, que asumió el compromiso de formar un ejército para cruzar los Andes con fines libertadores. El San Martín es totalmente creíble y se ve muy alejado del que alguna vez interpretó Alfredo Alcón en El santo de la espada, de Leopoldo Torre Nilsson. La película muestra también el lado humano del prócer (cuando abandona a su esposa e hija o el fuerte dolor que lo aqueja) y su relacíón con un joven secretario (un convincente Juan Ciancio, el actor de El niño de barro) que se opone a los mandatos familiares y sigue sus ideales. Revolución: El cruce de los Andes viene a ocupar un espacio cinematográfico que estaba vacante y lo hace con buenas armas a través de una narración estructurada a manera de flashback (el joven secretario le cuenta la historia a un periodista) y en capítulos. Filmada en escenarios naturales, la película despliega escenas de acción resueltas con astucia, suspenso bien logrado y panorámicas con generosa presencia de extras en la provincia de San Juan, en el paisaje cordillerano del pueblo de Barrea, para mostrar con credibilidad la esencia de la cruzada libertadora.
Sólo buenas intenciones Esta ópera prima de Jonathan Perelse intenta preguntarse hasta qué punto un lugar como la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) es un lugar como cualquier otro. ¿Qué debería hacerse allí, donde secuestraron, torturaron, mataron y desaparecieron personas a escala masiva?. Este film no responde preguntas, sino que muestra el presente de un espacio que albergó el horror, una parte negra del pasado argentino, que hoy funciona como Espacio de la Memoria. El resultado es tedioso, y el realizador logra una sucesión de planos fijos, registra fachadas y elementos abandonados. El film no tiene diálogos (sólo se escuchan sonidos de pájaros) y su apuesta narrativa no ofrece espacio para la emoción, sólo una acumulación de lugares e imágenes de archivo que no son funcionales. Todo para no contar nada.
La imaginación al poder La nueva creación del prolífico Zack Snyder cuenta con una poderosa artillería audiovisual que combina diferentes géneros y entrega un producto explosivo que pone su acento en la locura que genera el encierro de la protagonista. Baby Doll (Emily Browning) es enviada a una institución mental por su padrastro, quien ordena que le hagan una lobotomía. Allí, ella imagina una realidad alternativa para escapar de su dolor, y debe recolectar cinco objetos para poder liberarse junto a sus compañeras, (entre ellas, Vanessa Hudgens, la ex High School Musical). Mundo surreal:Sucker Punch coloca al director en un sitio de preferencia (y referencia) porque sus historias están narradas con precisión, ritmo y creatividad. Los inquietantes ángulos de cámara; la creación de climas pesadillescos (la llegada de la protagonista al instituto parece salida de un film de terror con castillo embrujado incluído); la utilización de la envolvente banda sonora con temas remixados de Madonna y Freddy Mercury; y la mezcla anacrónica de elementos, hacen del film una experiencia singular. También resultaron un festín los trabajos anteriores de Snyder, 300 y Watchmen (aquí con alguna autoreferencia), y Sucker Punch: Mundo surreal se da el gusto de penetrar en la afiebrada mente de su joven protagonista, una internada devenida en guerrera (muy del estilo Kill Bill) y dispuesta a todo con tal de salir del sombrío lugar. La trama depara al espectador muchas sorpresas, un frío director del instituto, una profesora (Carla Gugino) de danza muy exigente; un cocinero de temer y un universo paralelo habitado por dragones, ninjas, robots, chicas sexys, fusiles, espadas samurai y video clips. Una mezcla de relato bélico con video juego y aristas medievales que da siempre en el blanco. El elenco se completa con Abbie Cornish, Jamie Chung, Jena Malone, las chicas sexys y de armas tomar. Y un contundente Scott Glenn, que las conduce siempre a la aventura.
La suerte está echada La nueva comedia dramática escrita y dirigida por Sebastián Borensztein (La Suerte está Echada) resulta no sólo divertida y original, sino que coloca en primer plano un mundo habitado por seres solitarios en busca del amor. En ese sentido, su cámara se mete por la cerradura de la ferretería de Roberto (Ricardo Darín), ex veterano de Malvinas, obsesivo de su trabajo (cuenta los tornillos con la misma dedicación y puntualidad con la que se acuesta) y ermitaño. Pero su mundo cambia cuando se cruza con Jun (Ignacio Huang), un chino que está perdido en la ciudad de Buenos Aires y busca a su único familiar: un tío. El film de Borensztein aprovecha los contrastes y los explota a lo largo de la historia con gracia e imaginación. Las barreras idiomáticas, el choque de culturas y costumbres, la necesidad de tener un traductor (un delivery boy de un restaurante chino) para poder entender a su nuevo huésped (se lleva a Jun a vivir a su casa), más la presencia de una joven (una destacada Muriel Santa Ana) que lo quiere conquistar, son algunos de los hallazgos de esta atrapante propuesta nacional. Un cuento chino es un film inteligente (y diferente si se quiere) y sus puntos a favor también residen en la manera de contar la historia. El comienzo en el que vemos a Jung prometiendo amor eterno a su amada sin imaginar el desenlace; o los recortes sobre cuentos y casos insólitos que Roberto atesora con pasión. La imaginación de Roberto vuela en un presente desolador y la presencia de Jung puede cambiar su vida para siempre. Entre vacas que caen del cielo, la Embajada China en la que los protagonistas son maltratados, mucha lluvia, una comisaría y comidas condimentadas con diálogos y salsa de soja, la película es una bienvenida alternativa dentro de la cartelera nacional. Darín compone de manera convincente al ferretero gris con pocas pulgas y resulta una revelación Ignacio Huang (un joven actor que viene del teatro) cuya composición atraviesa diferentes matices. Ellos llevan adelante la realización y parece que la suerte está echada para ambos.
Un rompecabezas de relaciones sin emoción Un hotel en Valeria del Mar se transforma en el escenario donde la tranquilidad deja lugar a un cruce de relaciones familiares complicadas. Ernesto (Oscar Ferrigno) vive con su madre (Norma Aleandro) y su hermana (Malena Sánchez) en el hotel familiar por el que pasan pocos huéspedes. La aparición de Julia (Valeria Lorca), la hija adolescente de Ernesto, cambia las reglas del juego luego de ocho años de distanciamiento. Las intenciones del director Edgardo González Amer son claras desde el comienzo, aunque el resultado no siempre da en el blanco. Entre secretos compartidos, el reclamo de una hija por recuperar a su padre, paseos en bote y un ambiente familiar que se ensombrece con el correr de los minutos, el film también se permite algunos momentos de humor (el huésped que habita el lugar y los juegos sexuales de las chicas que lo acompañan). Y también lanza información sobre la hermana, que queda sin demasiada explicación en la trama. El amor y todas sus complicaciones no se transmite al espectador a pesar de que el film cuenta con buenos intérpretes. Norma Aleandro está correcta en un rol menor dentro de la historia (y se sugiere un posible acercamiento con uno de los personajes) y Oscar Ferrigno no siempre resulta creíble porque no lo respaldan diálogos certeros. Sí, en cambio, Valeria Lorca lleva las de ganar en el elenco. Familia para armar prometía algo más que piezas de un rompecabezas cuyas fichas no siempre encajan en el lugar adecuado.