Anexo de crítica por Fernando Sandro A lo largo de toda su historia la emblemática Disney a pasado por diferentes etapas; y si bien, su punto algo siempre fueron los filmes animados, también ha sabido desarrollar una tradición en filmes de acción real. Durante mucho tiempo, la empresa dueña del ratón de orejas negras se encargó de llevar a la pantalla filmes familiares, de buen mensaje, llenos de personajes de buen corazón en donde hasta el más malo tenía su lugar para la bondad; historias simples y directas para toda la familia. Los tiempos fueron cambiando, y esas películas fueron reemplazadas por superproducciones espectaculares, llenas de pirotecnia, CGI, y 3D. Ya era hora de volver a los orígenes y "La extraña vida de Timothy Green" parece ser la encargada de hacerlo. El director, escritor y guionista Peter Hedges tiene trayectoria en contar historias de familias disfuncionales, rotas y emparchadas, es el hombre detrás de las interesantes "Retratos de Abril" y "Dan en la vida rea"l, también se encargó de los guiones de las sublimes "¿A quién ama Gilbert Grape?" Y "Un Gran Chico"; parece ser que encontró su momento para contarnos el relato de una familia a armarse. Como muchas otras veces, todo comienza en el presente para llevarnos tiempo atrás. Cindy y Jim Green (Jennifer Garnar y Joel Edgerton) son un matrimonio que busca una adopción; en su entrevista frente a la asistente social, para expresar su experiencia con niños le contarán la historia de Timothy. El matrimonio intentó tener un hijo por las vías naturales durante un largo tiempo, pero ante las malas noticias del médico, caen en una profunda depresión. Una noche, para darle filn al asunto, avanzar, y esquivar la amargura, Jim propone escribir en un anotador todas las cualidades que tendría su hijo, aquel que nunca tendrían, las escriben en papelitos, junto a varios nombres de niña y uno sólo de varón, Timothy; ponen las anotaciones en una caja y las entierran el jardín. Esa noche, por la gran magia del cine, hay una feroz tormenta únicamente en el campo de los Green, y a plena medianoche Timothy (CJ Adams) se hace presente; con una particularidad, de sus tobillos nacen hojas verdes como la primavera. Por supuesto, Timothy será todo lo que los Green escribieron en los papelitos, y les enseñará a ellos paso a paso la aventura de ser padres; y a todo el pueblo (con una fábrica de lápices como único sostén, a punto de quebrar) que nunca deben bajar los brazos, a mantener siempre la esperanza. No hace falta que lo diga,"La extraña vida de Timothy Green" es una fábula rosa, el guión tiene varios puntos flojos, y hasta algunas cuestiones fuera de lógica; pero estas películas siempre son y fueron así, manejan su propia mecánica de cuento de hadas sin tanta magia. Tanto los Green, como Timothy, y (casi) todos los pueblerinos son gente de buen corazón, de buenas intenciones, y capaces de reconocer sus más mínimos errores; todos llevan una vida tranquila, plena, sin grandes complicaciones; y para querer a estos films hay que aceptar esos hechos como ciertos, tomar las cosas que suenan forzadas o inverosímiles como simple fuerza del destino. Timothy es el clásico “extranjero” y/o extraño que tiene una lección para darnos a todos, y el niño CJ Adams tiene el rostro y la actitud exacta para ese papel. Jennifer Garner podrá ser mejor o peor actriz, lo cierto es que la cámara la quiere y ella luce siempre adorable, junto a Joel Edgerton mantienen una química muy creíble. Ron Livingston y David Morse componen a sus clásicos malos buenazos. Párrafo aparte para M. Emmet Walsh, Louis Smith, y Diane Wiest, sus pequeñas apariciones son lo mejor del film. El tono verde amarillento de la fotografía, además de colaborar con el tono ecologista, ayuda a la idea de una historia cálida. La extraña vida de Timothy Green es un film muy amable, muchos lo podrán criticar por irreal y mañoso, pero a quienes de vez en cuando nos gusta fantasear con una vida idílica, bienvenidas sean este tipo de películas.
A Mario Casas tuvimos el ¿placer? de poder verlo en pantalla recientemente con el drama romántico "Tengo ganas de ti" que pasó inadvertidamente durante la última semana de nuestro 2012. Como en aquella, en Carne de Neon vuelve a ser protagonista casi absoluto; pero por género o temática, este film de Paco Cabezas debería ser casi un opuesto de la secuela de "3 Metros sobre el cielo"; veremos si esto es tan así. Casas es Ricky, un joven de 23 años abandonado por su madre, y que desde los 12 años convive en la calle, de la cual parece ser el dueño. Se codea con mafiosos de poca monta (alguno con más peso), prostitutas, dealers, travestis grotescos, matones, en fin, gente del bajo mundo. Pero ahora su madre, Pura (Angela Molina) está por salir de prisión y Ricky no quiere que vuelva a descarrilarse, por eso intenta “regalarle” un cabaret o burdel el cual ella regenteé como madama, nada de volver al viejo oficio. Como es de esperarse, las cosas se saldrán de cause, se complicarán, y los personajes más extravagantes inundarán la pantalla. Carne de Neon se plantea como una mezcla de comedia entre negra y grotesca, con algo de acción, cámara ligera, una trama de policial, y también, ya que está, drama familiar. Lo que ocupa gran parte del metraje es la relación entre madre e hijo, el vínculo roto, los reproches que se tienen sin decir; y es justo decirlo, es aquí dónde la película suena más coherente. Volviendo al tramo inicial, uno de los mayores inconvenientes de la película es otorgarle el protagónico fuerte al modelo Casas que por más empeño que ponga no parece poder despegarse del mínimo gesto de levantar una ceja como máxima expresión, y hablar a los gritos constantemente porque el personaje (supuestamente) así lo exige. El film juvenil de Fernando Gonzales Molina hablaba muy superficialmente de unos motociclistas supuestamente bohemios pero sin ninguna preocupación financiera; Carne de Neon, por momentos pareciera hablar de lo mismo, pero sobre los veinteañeros inmersos en lo peor de la sociedad. Hay un intento de drama social, de poner el foco sobre la problemática de la marginalidad, y más allá de la opinión de cada uno, pareciera ajena (en un estilo hollywoodense) y algo cesgada. Los momentos de humor funcionan esporádicamente y en distintos niveles. Lo mismo con la “subtrama” de acción, estará en uno creerle o no a estos gangsters modernos. Al carilindo Casas lo acompaña un elenco variado, co-producción entre España, Argentina ,Francia y Suecia, encontraremos varios rostros reconocibles como el de Luciano Caceres y Dario Grandinetti en papeles convincentes. No podemos decir lo mismo de Ángela Molina que actúa mirando a un costado, como si estuviese esperando una oportunidad para escaparse. La dirección de Paco Cabezas y fotografía de Dario Aranyó son correctas y demuestran una buena producción, ambos trabajan con oficio. En este intento de mixtura de estilos y géneros, son variadas las sensaciones que despierta "Carne de Neon", es un film correcto desde lo técnico y seguido con cierto interés; aunque también, pueda resultar irritante y por más grotesco, como una vuelta al cine almodovariano de los ’80 pero en una escala muy menor. Estará en el espectador abrazar o no una propuesta tan arriesgada como esta, de seguro tendrá un público que la considerará aceptable. Terminando, e insistiendo con la carrera actoral de Mario Casas, el diálogo, la interpretación rica en matices, y los sentimientos no serán lo suyo... pero que bien levanta una sola ceja, quizás como discípulo de Marcel Marceau tenga un buen futuro.
No es casualidad que el director de este magnífico documental sea Martín Oesterheld, decir esto suena a una obviedad. Hablamos del nieto de Héctor Germán Oesterheld, guionista de historietas (la más célebre "El Eternauta" aunque ciertamente no la única) desaparecido durante la última dictadura militar del ’76 al ’83. Es que La Multitud habla de eso, de dos períodos de gobiernos militares (aunque no específicamente el nombrado), de la megalomanía que tuvieron y las ruinas a la que llevaron. Y ahí encontramos otra veta de su director, las artes visuales, la construcción artística. El Parque de la Ciudad y La Ciudad Deportiva de La Boca fueron dos megaconstrucciones desarrolladas durante sendos gobiernos de ipso, el de Ongania y el de Bignone, y su estructura original denota una idea de pensamiento desarrollista, pensando en un futuro de gran ciudad que avanza... y también claro está, pensando en el mero divertimento de la población. De costado, el actuar de los gobiernos que no imitaba el desarrollismo, muerte y destrucción, y más aún lo que dejaron para generaciones futuras, ruinas y despojos. Actualmente ambos predios son ocupados por asentamientos, familias enteras a los márgenes de todo y en la total indigencia, frutos de esos gobiernos y los próximos que vendrían. "La Multitud" viene a demostrar una vez más, las mil y un maneras que un tema tan profundo y delicado como el de los gobiernos militares puede ser llevado a la pantalla. Oesterheld básicamente contrapone momentos, escenarios, los anteriores y los actuales; en donde antes se vivía un mentiroso sueño de sociedad feliz y avanzada, ahora hay una dura realidad que muchos deciden no ver, y menos reconocer como consecuencia de aquello. Por momentos didáctico, por otros profundo, a veces patético (no en un mal sentido, sino a fuerza de imágenes difíciles); paulatinamente irá haciendo uso de testimonios, hablarán “los nuevos habitantes”, y el golpe será aún más duro. No es "La Multitud" un documental complaciente ni pretende serlo, en cierto punto es incómodo, y hasta lleva a replantearse cierta complicidad en el allí y ahora de la sociedad. Con un uso inteligente de la cámara, de imágenes viejas contrapuestas, de ciertos recuerdos horrendos, es más que lograda la labor del director. De escasos 60 minutos, "La Multitud" debería tener una trascendencia casi obligatoria para todos, es el hecho de no olvidar y confundirnos, recordar lo que fuimos, en los errores en los que caímos, las mentiras en las que nos dejamos caer, y ver también lo que somos ahora; como un " La fiesta de todos", pero con un costado de realidad. Todo eso, logrado con unas simples contraposiciones antiguas y actuales de dos lugares, no es poco el mérito de Martín Oesterheld.
Tomás Lipgot ya había demostrado en su anterior documental Moacir, una precisión casi inigualable para acercarse a personajes que parecerían pequeños y convertirlos en enormes, gigantes, sobre todo (más en este caso) por la riqueza de su historia, a pesar de la dureza de la que hablamos. La figura principal de El árbol de la muralla es Jack Fuchs, sobreviviente polaco del campo de concentración de Auschwitz. Pero no es este un documental sobre el horror del Holocausto, sino sobre lo que vino después para un sobreviviente tan joven como él; aunque claro, las reminiscencias al espanto son permanentes. Luego del asesinato de toda su familia vino el exilio en Argentina, y de alguna manera se sobrepuso, como y hasta dónde se puede. Hoy con sus 88 años es un hombre callado, que despierta ternura, y que no necesita explicaciones sobre lo sucedido ni un por qué de ese actuar perverso, ¿acaso existen esas respuestas? Lipgot lo muestra en su rutina cotidiana; regresando a su pueblo natal al que le cuesta reconocer; dando algunas conferencias; y junto a su entorno cercano. También se intenta dar un cierto análisis psicológico de su personalidad mediante charlas con profesionales, pero no pareciera que Jack esté demasiado convencido o atento sobre lo que se dice. Habrá momentos también para hablar de los horrores locales, de las dictaduras, muchos de sus amigos las sufrieron, y sirve como una suerte de contrapunto interesante. Lipgot logra algo que pareciera imposible, hacer un film sobre un sobreviviente del nazismo, sin mostrar las crudas escenas y sin evocar al golpe del espanto. A pesar de lo duro de lo que se cuenta, no es mostrado de una manera cruda, sino hasta esperanzadora, como intentando demostrar que hasta del peor horror una persona se puede sobreponer a fuerza de espíritu. El árbol de la muralla es un documental extremadamente simple, íntimo y corto, pero su paso para el espectador no será en vano; es extraño salir de escuchar hablar del Holocausto y tener una sensación agradable, aunque sí, por supuesto, conmovedora. La cámara intimista de Lipgot obliga al ritmo tranquilo, pausado, el necesario para contarnos la historia de una persona de 88 años. Y como es fundamental en todos los documentales centrados en una figura, Jack Fuchs se gana al espectador, un hombre tierno pero que al observarlo tranquilamente demuestra las innegables marcas de lo vivido. El mensaje final apunta a lo inquebrantable, a aquello que nadie ni nunca se podrán llevar, las ganas de vivir que llevan a reponerse de todo. Aquellos que buscan quebrar a una población nunca cuentan con estas personas sobrevivientes, que podrán mirar el futuro y ver algo de esperanza después de todo lo espantoso vivido.
Hace tan sólo una semana teníamos el estreno de "Graba", drama interesante aunque algo distante sobre una inmigrante argentina en París; y ahora Sergio Mazza nos trae otro de sus films, en este caso "Natal", un documental que data del año 2010, y las diferencias con el film protagonizado por Belén Blanco no radican únicamente en una cuestión de formatos; este es un film que principalmente ofrece acercamiento y busca la empatía con los protagonistas, en este caso el mismo director y su mujer Paula Mastellone. Como puede deducirse de su título,"Natal" es el seguimiento paso a paso del nacimiento de Milo, el primer hijo de la pareja, desde los primeros momentos del embarazo hasta el alumbramiento con todo lo que puede suceder en el medio. Para relatar este acontecimiento importantísimo en la pareja, Mazza decide el acercamiento de la cámara en mano, el paso a paso, poner la lente cerca, observar gestos, situaciones, y a su vez remarcar lo que serán los momentos más relevantes en ese embarazo y nacimiento. Esta utilización de la cámara en mano produce la sensación de esos videos caseros que los padres precisamente filman cuando se enteran que lo serán, y esto se acrecenta al momento del parto en dónde será filmado hasta lo que los médicos crean conveniente. Pero esto, al contrario de restarle interés le suma calidez y un realismo innegable. Será "Natal" un documental muy interesante para quienes estén atravesando la misma etapa, ahí se verán reflejados sus alegrías, sus miedos y sus temores; y hasta en un punto se convierte en explicativo. Definitivamente estamos frente a un documental simple y directo, talvez sus riquezas cinematográficas no sean muchas, pero claramente entrega lo que se está buscando. Sin ninguna exageración de parte de los dos, a veces actúan como si la cámara no estuviese, es imposible no sentir empatía y alegría por cada avance, y hasta cierta preocupación. Eso es un logro, hacer que el espectador siente, en lógica mucha menor medida, las mismas sensaciones atravesadas. Sobre el momento del parto, podríamos aclarar, como se hace en el afiche, que contiene imágenes que pueden herir algunas susceptibilidades. Como suele suceder, nuevamente, con los videos caseros o los instructivos en las clases de pre-parto, la cámara llega bastante profundamente. Pero es en estos momentos en dónde el milagro de la vida queda más expuesto, y la sensación de felicidad es inmediata. "Natal" es un documental simple, directo, puramente natural y sin necesidad de recargar las tintas. Es la vida misma lo que se muestra en pantalla, nada puede salir cuando lo que se intenta mostrar es algo tan bello. Sería muy positivo que, más allá de su exhibición comercial en salas, tenga un destino más clínico, educativo si se quiere; ojalá que el mensaje llegué a muchos padres primerizos.
No es novedad que el terror es uno de los géneros más encasillados que podemos encontrar. Un cine que se mueve a fuerza de modas, fórmulas probadas, repeticiones, y lo que podríamos llamar clichés o lugares comunes. Sin embargo, es uno de los géneros que más adeptos tiene, y es indiscutible que un buen susto dentro de la oscuridad de la sala es impagable. Las crónicas del miedo intenta “atrapar” a la taquilla desde varios ángulos, primero se enmarca en la nueva moda del found footage, los “videos caseros” encontrados y que supuestamente le otorgan más realismo a lo que estamos viendo. Segundo, se muestra como un film extremo, repleto de violencia gráfica y sobreexpuesta, lo cual supuestamente lo haría más aterrador. Tercero, intenta captar a un público cada vez más creciente, aquellos jóvenes de los ’90 que crecieron dentro de un videoclub y admiran toda una subcultura referida a los videocasetes, esto supuestamente la convertiría en una suerte de homenaje a aquellos años y los memoriosos y nostálgicos lo celebraríamos. Fíjese el lector que repetidamente usé la palabra “supuestamente”, y al final de la experiencia sentís que "Las crónicas del miedo", no es ni realista, ni aterradora, ni mucho menos celebratoria del formato de VHS. Estamos frente a un film que podría definirse como episódico, seis directores distintos se encargaron de seis “cortos” de temática diferente; pero no es capitular al modo de Creepshow o Body Baggs, los segmentos se irán entremezclando y uno Tape 56, servirá de unión para el resto. Veamos, hay una banda de delincuentes menores que se dedican a romper cosas, a estos les es encargado dirigirse a una casa a robar una cinta de VHS sin ninguna otra indicación; cuando llegan, el dueño de casa murió frente al televisor, y hay unas cuantas de esas cintas que uno de ellos se sienta a ver, cada una de ellas serán las cinco historias restantes. 1- un grupo de amigos se llevan dos chicas a un hotel y una de ellas (con un notable parecido a RoseMcGowan antes de las cirugías) resulta no ser lo que parece. 2- Otro grupo de amigos se internan en un bosque en donde una de sus integrantes asegura que años atrás ocurrió una horrible masacre. 3- Un matrimonio se va de viaje y en el hotel reciben una extraña visita. 4- Una pareja chatea y se dan aliento mutuo porque ella asegura ver fantasmas y tener algo dentro de su piel. 5- Un tercer grupo de amigos se adentra a una fiesta en lo que termina siendo una casa embrujada por un exorcismo fallido. Hay un séptimo video, o imágenes sueltas, de una pareja filmándose en la intimidad, pero no pareciera tener alguna conexión con el resto. El problema con "Las Crónicas..." es que confunde sus “intenciones” con los logros, el found footage le otorga la remanida experiencia de cámara en mano constante, pero al contrario de darle realismo provoca cierto riesgo de convulsiones, pareciera ser una maratón fílmica a 300 km por hora y por más que uno puede estar acostumbrado, resulta excesivo. Las imágenes explícitas, en su abundancia, solo logran desacomodar al espectador y desorientarlo, en ningún momento la construcción del "miedo fílmico" (por decirlo de alguna manera) se vuelve tangible. El constante movimiento y griterío ayuda muy poco a esto; quienes filman con esta técnica ya deberían saber que un buen silencio da mucho más miedo que gente que habla a los gritos durante 116 minutos. Por último, la excusa del VHS (su título original alude al formato de moda en los 80`) parece un artilugio, no se entiende por qué no son videos copiados en un DVD o subidos online, porque daría exactamente lo mismo; solamente el segmento del bosque hace una pequeña referencia para entendidos sobre una falla típica de los cassettes. A su favor, quienes son fans del género y están ávidos por vivir experiencias fuertes, pueden sentirse a gusto con él. Si bien para este cronista se podría repensar la manera de construir climas, lo cierto es que hay público para este tipo de productos y hasta puede disfrutarlo. De ahí que si este es su plato favorito, quizás "V/H/S" tenga algo que ofrecerles. La sensación de un fallido, de algo que aparentaba ser una cosa y terminó siendo otra totalmente distinta invade al espectador con experiencia y años y no lo suelta. Una lástima, los amantes del videoclub deberemos quedarnos con esa joya subvalorada de Be Kind Rewind.
Pensaba al salir de sala, que cuando uno concurre a ver teatro aficionado, indefectiblemente las expectativas no son las mismas que cuando se concurre a una sala comercial, con un elenco probado de lujo y dinero de más en la producción y en la puesta. Los resultados pueden ser mejores si buscamos ver una obra simple, pequeña, y se le pueden perdonar determinados deslices o desajustes. Algo similar sucede al espectador cuando está frente a una película como "La culpa del cordero", no es la sensación de un cine independiente, ni menos clase B o Z, pareciera cine aficionado. Como esos videos que uno filma cuando se va de vacaciones o más propiamente tiene una reunión familiar; y esto de por sí no debería ser malo, hay probados casos de películas excelentes con esta mecánica. Los problemas con esta ópera prima de Gabriel Drak son otros, más indisimulables, veamos. Elena (Susana Groissman) recibe a sus cuatro hijos y a su yerno para pasar un domingo en familia, su esposo, Jorge, con el que llevan casados más de 35 años, está por llegar y se disponen a comer el cordero asado del título. Pero la tensión y los secretos se sienten desde el principio, y cuando Jorge (Ricardo Couto) finalmente arribe esté les tiene unas cuantas sorpresas para revelar. En este punto se hace muy difícil no adelantar nada de la trama, solamente voy a decir que cada uno guarda su muerto en el placard (algo que se adivina desde el comienzo) y que la situación irá de mal en peor, de grave a gravísima. Vale decir que sumados a estos siete personajes se tiene que contar además con la niñera del matrimonio que tiene un bebé (a la que alojan en una especie de casa de huésped) y al, parrillero que va y viene, y sí, estos también tienen tela para cortar. Películas como "La culpa del cordero" se han visto repetidas veces, las reuniones y problemas familiares son un tópico general tanto en el cine, como en el teatro o la literatura; y aún así nunca parece acabarse y siempre hay algo original para aportar. Aquí podría emparentarse con "La Celebración" de Thomas Vinteberg y la local "Esperando la Carroza 2", mucho de su temática la vamos a encontrar. Pero el punto que la vuelve trillada, más allá del poco aporte a la originalidad, es la acumulación; de clichés, de situaciones, de desgracias, de problemas, de “secretos”. Drak, que también oficia como guionista, pareciera querer lograr un fresco del vacío de la alta sociedad uruguaya o rioplatense, y en parte lo logra, hay momentos pequeñas situaciones (como el trato de Elena con la niñera) que funcionan como una elipsis, y no necesitan del subrayado para darse a entender; pero sobre el resto, todo parece demasiado exagerado, y a la larga muy poco creíble. La cuota actoral tampoco ayuda demasiado, los actores, algunos con probada eficiencia como Groissman y Couto, actúan libremente como si no tuviesen marcación, y pelean ( y pierden) frente a parlamentos muy difíciles de sostener; es aquí dónde más se siente el clima de aficionado; la sensación de estar viendo a no actores (como los que “utiliza” Carlos Sorín o Alberto Lecchi) pero con diálogos construidos forzosamente. Misma suerte corre el trabajo de cámara, varias veces dejando situaciones fuera de foco o convirtiendo hechos en irreales. Tal vez un tono más inclinado hacia la comedia grotesca hubiese servido para compensar las dificultades interpretativas de parte del elenco y la inverosimilitud de los hechos, pero no, cuando uno más se ríe parece ser en momentos involuntarios, y ya se sabe eso es fatal. No caben dudas que La culpa del cordero es un film fallido, quizás sus intenciones fueron nobles, pero el resultado se queda a mitad de camino y no logra reflejar lo que ser pretende. Sobre el final, en la última frase que se pronuncia, Jorge dice, sobre una foto (y aludiendo a su familia) “He visto mejores y más lindas”, y esas seis palabras definen toda la problemática de lo que debe afrontar el espectador.
El género “Catástrofe” le ha servido al cine para expresarse de muchísimas maneras, justamente esta semana tenemos dos exponentes del mismo, "El vuelo" y nuestra película en cuestión. Se puede ser más o menos grandilocuente, mostrarse como film de acción o aventuras (al estilo que tanto le gusta a Rolland Emmerich) o recargar las tintas del drama (Lo Imposible) con más o menos golpes bajos. "La niña del sur salvaje", en cambio, utiliza la catástrofe como puente, se eleva para hablar de algo más; de estilos de vida contrapuestos, y de las vicisitudes que los “desclasados” deberán vivir para mantenerse en su “postura”. Nos ubicamos en una comunidad pequeña, La Bañera, pesquera, en Louisiana. Una comunidad en contacto permanente con la tierra y el agua, alejada de la gran civilización, y que da su propio sentido a los ataques que recibe de la naturaleza. La protagonista es Hushpuppy (sí, como la marca de zapatos y haciando referencia a los cachorros), una niña de seis años que no conoce otra cosa que su entorno. Ahí vive con su padre, Wink, y ambos parecen apoyarse mutuamente; Hushpuppy es la fuerza para sobreponerse a la pérdida que ambos sufrieron, y Wink es la enseñanza de la supervivencia, de valerse por uno mismo. Pero la tranquilidad no dura demasiado, y al mismo tiempo que Wink cae enfermo, una inmensa tormenta inunda toda La Bañera poniendo a toda la comunidad al riesgo de la desaparición. Hushpuppy, con toda la simpleza, inocencia, y simpatía de los seis años, pero con una fuerza increíble, no está dispuesta a rendirse, y va a ayudar a su padre y a los suyos para salir adelante. El gobierno, la civilización, intentará prestar su ayuda a los lugareños, pero estos se niegan hasta donde pueden, no pertenecen al mismo mundo, y no quieren abandonar su lugar (que en el fondo sabem, pronto deberán abandonar). Es la exposición de dos modos diferentes, los Bayou saben que nada tienen que hacer junto a la gran ciudad, y por eso resisten su ayuda, quieren valerse por sí mismos. También hay un componente místico si se lo quiere llamar, Hushpuppy cree que la inundación desarrollada por el deshielo y la aparición de animales prehistóricos; y todos los pertenecientes a la comunidad mantienen la idea del mensaje de la naturaleza, una suerte de devolución por el trato recibido y un mensaje apocalíptico, para ellos puede ser el fin del mundo, y puede que sea el de su mundo. En su ópera prima Benh Zeitlin crea una película que no por independiente del cine más comercial deja de ser impactante visualmente. La manera en que los paisejes son tomados, la “belleza” triste de la destrucción, y las tomas de ensoñación (Hushpuppies y su padre tienen sueños bastante vívidos y místicos) son asombrosas, y le otorgan mucha calidez al relato. En un elenco destacado de “personas normales y creíbles”, la niña Quvenzhané Wallis interpreta una Hushpuppy impactante, definitivamente se carga la película al hombro y otro sería el resultado sin ella; no por nada es la candidata más joven al premio a Mejor Actriz en la historia de los Oscars; sentimos todo lo que ella pasa. En una historia fuertemente dramática (aunque esperanzadora) como esta, es inevitable cieta acumulación de golpes bajos, momentos para el pañuelo, y ahí se resiente un poco; también al momento de remarcar ciertas enseñanzas; en las sutilezas es dónde mejor encuentra su punto. Wink y la comunidad Bayou entregan constantes moralejas a Hushpuppy, y apuntan directo al espectador. Es de su estilo de vida simple, desinteresado, y conectado con los valores primarios lo que deberíamos aprender, la sensación al ver "La niña del sur salvaje" es que ojalá lo hagamos pronto antes de que sea tarde.
En la canción que da título a esta reseña, The Supremes (y posteriormente Phil Collins) comenzaban diciendo “Necesito amor, para calmar mi mente, y necesito encontrar alguien que sea mío...”, algo de eso es lo que le sucede a Pat Solatano Jr., el logradísimo personaje de Bradley Cooper en El lado luminoso de la vida; un hombre casado, bipolar, que terminó en un internado neuropsiquiátrico luego de un “altercado” con el amante de Nikki, su esposa. Por intermedio de Dolores (Jacki Weaver), su madre, logra salir del hospicio en contra de las recomendaciones del padre y de los mismos médicos. Pero Pat parece tan obsesionado como antes, sólo le interesa recuperar a Nikki, levantar la orden de restricción en su contra y re-conquistarla (aunque esto no sería necesario, ya que para él ambos se siguen amando). David Owen Russell es, cuanto menos, un director y guionista ecléctico, puede pasar tranquilamente de una comedia política paródica de acción como Tres Reyes, al delirio de Yo Amo Huckabees, y el drama de golpe bajo de The Fighter. Ahora parece querer incursionar en la comedia dramática romántica, y lo hace manteniendo ese espíritu semi-indie hollywoodense que ya probó en sus anteriores trabajos. El resultado, una película simpática, entretenida, bien actuada, con momentos muy logrados y otros más promedio. Pat sale del neuropsiquiátrico y va a vivir con sus padres, los cuales no parecen comprenderlo del todo, su madre lo defiende a regañadientes, y su padre Patricio Solatano Sr. (tan obsesivo como él) se debate entre devolverlo al hospital o utilizarlo como amuleto de la suerte para su equipo de Fútbol Americano. Con todo, intenta, como puede, reinsertarse en la sociedad, y es así como en una cena con un matrimonio amigo conoce a Tiffany (Jennifer ) una mujer igual o más traumada que él. Acaba de enviudar y canaliza mediante una tonelada irrefenable de sexo casual con quien se le cruce; lo intentará con Pat, pero entre ambos surgirá algo así como una amistad o apoyo mutuo. Como se puede adivinar por su título (tanto el local como el diferente original), El Lado... tiene mucho de manual de autoayuda, ambos personajes estan en busca del rayo luminoso que les devuelva el sentido a su existencia; y eso del “rayo luminoso” es algo que se repite mucho en los parlamentos. La película, basada en una novela de Matthew Quick, habla de la necesidad de las personas por ser amados, del encontrar a alguien con quien compartir... y de los errores y obsesiones en los que podemos caer en esa búsqueda. Past y Tiffany sufren por el amor que ya no está y que quisieran tener, y no pueden ver en verdad la esperanza está frente a ellos, sólo tienen que tomarse el tiempo necesario para salir del estado en el que están, no apurarse. No es esta tampoco una película de grandes planteos filosóficos o psicológicos, Russell creo un film pequeño, simpático y agradable, que puede mirarse todo el tiempo con una sonrisa en la cara. Bradley Cooper puede estar frente al mejor papel de su corta (en cuanto a tiempo) pero extensa (en cuanto a films) carrera, su rol es de protagónico absoluto, y hace creíble cada una de sus obsesiones. Jennifer “estoy hasta en tus sueños” Lawrence no cumple mál con su trabajo, solamente Tiffany necesitaba de alguien menos angelical que ella, un solo teñido de negro no alcanza para demostrar un costado oscuro. En los secundarios, Wever y Robert De Niro como Solatano Sr. están simplemente perfectos, luego de varios desaciertos es un lujo ver a Bob en un camino correcto, adueñándose de cada escena en la que aparece. El Lado Luminoso de la vida tiene como gran logro inyectar alegría aún frente a situaciones dramáticas, la esperanza que buscan los personajes se transmite al espectador. No es un film perfecto, es agradable de ver, y con eso le alcanza para hacernos pasar dos horas bastante entretenidas.
Toda reseña o crítica que se realice sobre un hecho artístico, indefectiblemente va a estar impregnada de la subjetividad de que quien escribe; más si se trata de dilucidar si lo que se acaba de ver (en este caso una película) es bueno o malo, gusta o no. El fruto es una película particular, muy especial, quizá destinada a un público pequeño; y puede que despierte sensaciones encontradas, y que no todos salgan satisfechos por lo que han visto. En mi caso, salí con el alma llena, con una fuerza de espíritu como el cine rara vez logra expresar, y lo mejor el gusto de haberlo logrado con la máxima escasez de recursos. Hace pocos meses tuve la oportunidad de pasar un día entero en la localidad de Carlos Keen, digamos cerca de Lujan para ubicarnos; un pueblo que para los acostumbrados al calor de ciudad parece haberse quedado en el tiempo, pero hace mucho tiempo. Casa coloniales, ritmo muy tranquilo, y mucho respeto por la historia del lugar; cada casa, cada rincón parece estar contándonos un pedazo de la historia del pueblo. Es esta localidad donde transcurre El fruto, debut en el largometraje del dúo Miguel Baratta y Patricio Pomanes. La historia, realmente mínima, casi una excusa, es la de un hombre (Juan Carlos Maidana) con todas las marcas del peso de la vida encima, piel curtida, andar cansino y mirada inocente que camina alrededor de las calles del pueblo para encontrarse con una curandera, a la quiere regalarle un árbol pequeño, un fruto, propio de su campo para que esta pueda plantarlo; en agradecimiento por un mal curado. Pero en el camino se irá cruzando con otros habitantes, y charlará con ellos sobre diversos temas, sobre la vida, y se relacionará. Esta temática será la que puede dividir las aguas en El fruto, quienes encontraron en las películas Carlos Sorín, en las últimas de Alberto Lecchi, o en Una historia Sencilla de David Lynch una escasez de relato, vayan sabiendo que en comparación aquellas son épicas. Baratta y Pomanes utilizan el hecho del regalo a la curandera como una apertura, y en el medio nuestro protagonista se pierde, y hasta la película parece olvidarse de ese destino; lo que importa es lo del medio, el recorrido, por ínfimo que algunos les pueda parecer. La película, realizada con habitantes propios de Carlos Keen, funciona como una mezcla indivisible e invisible entre ficción y documental; y la verdad es que no importa si lo que vemos es espontaneidad o armado de guión y argumento, de cualquier manera surge naturalmente. Aunque parezca raro, El fruto parece heredera de la mítica tradición de Jorge Preloran y sus documentales etnobionagráficos. El interés puesto sobre este personaje curtido es meticuloso, minimalista, importa todo lo que dice, y cómo lo dice, y cuándo lo dice, porque todo forma su forma de ser; y funciona como botón de muestra de algo más grande que se quiere mostrar. Bellisimamente fotografiada, dueña de un ritmo propio; como siempre con estas películas, hay que aclara que no serán aptas para aquellos que buscan el descontrol y frenesí de la acción a raudales. La duración es extremadamente corta, 65 minutos, pero cada minuto, cada segundo se siente adentro, en el alma. Bueno sería que esta película de a conocer un lugar tan hermoso y perdido como Carlos Keen, que mucha gente más pueda disfrutar de las bondades que este pequeñísimo pueblo tiene para ofrecer. Aunque pensándolo bien, mucho de su encanto, se guarda en eso, en que es un lugar perdido, con estilo de vida propio, y eso ojalá nunca cambie.