Dirigida por Nicolás Tuozzo y basada en el libro de Gabriel Rolón, Los Padecientes adapta más de un caso que ha pasado por el diván del psicoanalista en su vida real, aunque con el condimento del asesinato. Para sorpresa de muchos, la dupla Eugenia Suárez/Benjamín Vicuña no está en esta película para expresar su amor tan polemizado en los medios locales, sino que ambos ofrecen actuaciones muy respetables adaptando personajes con un perfil bien definido desde las páginas de una novela. Este nuevo film argentino es el horror en su máxima expresión, y es lamentablemente también un resumen de los titulares que vemos y leemos en los informativos diarios: femicidio, abuso, crimen, y más. La historia nos llega en un momento por demás de sensible, donde la impunidad con la que se cometen cientos de casos aberrantes nos quita el apetito. A diferencia de la realidad, acá la justicia queda bien parada en todo sentido; tanto por mano propia como por el lado de la ley de leyes. La trama se inicia con el cuerpo sin vida de un famoso empresario multimillonario que ha sido asesinado y arrojado en un lago. Todas las pistas conducen a su único hijo varón -interpretado por Nicolás Francella-, quien ahora está internado en un centro psiquiátrico con un coma inducido. En ese contexto, su hermana mayor (la china Suárez), llega al consultorio del reconocido psicoanalista al que interpreta el actor chileno, pidiéndole por favor que firme un papeleo donde declare que el joven y presunto culpable no está en condiciones salubres como para ser juzgado, es decir, un inimputable. Así comienza una investigación que el protagonista se tomará como muy personal, intentando descubrir los secretos que se esconden detrás de semejante escenario, abriendo un expediente que antes nadie se animó a explorar y aprovechando su capacidad de razonamiento para descubrir una verdad que hacia el final de la película hasta nos hará cubrirnos los ojos de tanto rechazo. A nivel visual, Los Padecientes está perfectamente lograda, pues incluso presenta escenas con efectos colocados en postproducción. Quizás el único elemento que criticaría es ese tono un poco “almidonado” que suelen tener los intérpretes a la hora de actuar sus guiones, como si lo estuviesen recitando de memoria en lugar de entregarse al papel; ni hablar de los secundarios o de reparto. Más allá del detalle que puede ser muy personal, este thriller merece la pena ser visto y seguramente se posicione entre las ficciones más destacadas del año. Ángela Torres ofrece una performance para aplaudir, no sólo por su juventud, sino también porque su personaje es una niña de apenas 13 años, experta en violín y atormentada por un fantasma que descubriremos con el correr de los minutos. Otra de las actuaciones destacadas es la de Pablo Rago, quien nos trae a el Gitano, ese mejor amigo que todos necesitaríamos tener para que nos salve en los peores apuros; una especie de compañero de aventuras al estilo superhéroes. Finalmente, y aunque cueste aceptarlo, el rol de Luis Machín. Es el más jugado de todos, ya que básicamente es un cerdo imperdonable. Recomiendo Los Padecientes como recomendé en su momento Betibú (2014) o Gato Negro (2014)… Son películas diferentes que se animan a traspasar algunas líneas extra y que le hacen muy bien a nuestro cine. Paso a paso, las producciones argentinas se vuelven cada vez más interesantes y enriquecedoras, alimentando las ganas del espectador de apostar a ellas por encima del resto de los países.
Entre 1915 y 1923, alrededor de dos millones de civiles armenios fueron forzosamente deportados y exterminados por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio Otomano. Este suceso aberrante de nuestra historia, considerado el primer gran holocausto, sirve como escenario para un nuevo drama de tintes históricos dirigido por Terry George (Hotel Rwanda, En el nombre del padre, En defensa del honor) y protagonizado por Oscar Isaac, Charlotte Le Bon y Christian Bale, tres muy buenos actores que están correctos en cada papel que interpretan. Como siempre, este tipo de historias requieren algo más que el puro duelo por las víctimas, es por eso que en medio de tan duro contexto se desarrolla un triángulo amoroso entre un estudiante de medicina armenio, una sofisticada mujer conocedora del mundo y un reportero americano al que no le importa meterse en problemas. Quitándonos de en medio el siempre molesto hecho de que la película esté hablada en inglés cuando claramente no es el idioma que se escuchaba en aquellas zonas y por aquellos días, La Promesa es el film más costoso acerca de este genocidio que se haya rodado jamás, sobre todo debido a la presencia de estrellas del showbiz como las antes mencionadas, además de James Cromwell, Jean Reno y Tom Hollander, por citar algunos. Un relato muy duro aunque no menos interesante que ha quedado en segundo plano por detrás del holocausto judío ocurrido durante la II Guerra Mundial -y más cercano a nosotros en línea temporal-, cuando en realidad es igualmente horroroso; sin importar el número de muertos, el problema radica en cómo lo hicieron, porque no tuvieron razones para masacrarlos así, y todavía hoy lo niegan. Mikael Boghosian deja su pueblo para estudiar medicina en una prestigiosa escuela de Constantinopla, lugar donde reside su adinerado tío y quien le ayudará con la cuota. En la mansión conocerá a Ana, niñera de sus pequeñas primas, y la mujer de la que se enamorará perdidamente. Así de la nada, transitando el mejor momento de su vida, se desata una guerra que ya se venía gestando y que empeorará en un mundo agitado por todo tipo de conflictos. Teniendo en cuenta que nuestro protagonista es armenio, sabemos que todo irá mal para él y que buscará su propia supervivencia y la de sus seres queridos a cualquier precio. Por diferencias religiosas, políticas y sociales, los turcos consideraban a los armenios unos traidores sin perdón, y fueron tras ellos sin piedad y con desmedida violencia. No será novedad ni spoiler que les diga que el 90% de los personajes que aparecen en The Promise acaban siendo asesinados, ya sean hombres, mujeres, niños, bebés, sacerdotes, ancianos, e incluso enfermos. Muy pocos pudieron escapar y resetear sus vidas en otros países, sin embargo, la herida permanecerá abierta por siempre.
Con una estética y una idea demasiado similar al film animado Trolls que Dreamworks estrenó el año pasado, la nueva película de los Pitufos es 100% animada, no como sus antecesoras que mezclaban a criaturas azules con live-action. Lo cierto es que evidentemente estos personajes no fueron creados para llegar más allá de la caricatura que veíamos en nuestra infancia; aquella creada por el artista belga Peyo a finales de los años 50. Un guión totalmente básico que hace foco en los orígenes de Pitufina (ahora voz de Demi Lovato) y donde descubrimos una nueva aldea regida sólo por chicas, que en realidad son lo más parecido a las Amazonas. Otra vez, no pretendo toparme con un idea inteligente, pero en tiempos en que el cine de animación tiene mucho para ofrecer al público adulto, esta nueva entrega aburre con su humor plano pensado sólo para niños pequeños. Si analizamos el aspecto visual, el exceso de brillo y cosas luminosas logra que por momentos sea una fiesta para nuestros ojos -aunque como siempre el 3D esté de adorno-. Por suerte no abusaron del aspecto musical, algo que por ejemplo en Trolls termina saturando al espectador. Eso sí, las elecciones musicales son bastante pobres. No es novedad si les cuento que la historia es predecible, pues se lo habrán imaginado. Teniendo un espectro tan amplio de personajes; más bien, un Pitufo para cada gusto, es una pena que no saquen provecho de esa ventaja y que termine siendo otra igual a los Minions. Para el que le interese, Smurfette es la única pitufo no real, ya que fue creada por el villano Gargamel en base a arcilla con el fin de atrapar al resto de los aldeanos. Gracias a Papá Pitufo, el hechizo fue revertido, y así ella se convirtió en una más, siendo la única mujer del lugar y la más adorable del grupo. Al parecer, la niña ha llegado a su pubertad, porque comenzó con todos los típicos cuestionamientos sobre su origen y demás dudas con respecto a la personalidad. Así es como emprende un viaje existencial en busca de identidad, en el que la acompañan Fortachón, Tontín y Filósofo; una aventura que incluye villanos, criaturas mágicas y aparentemente milenarias, hasta por último llegar a esta aldea sólo habitada por “pitufas” en la que conoceremos nuevos personajes que no son otra cosa que un opuesto directo de los originales. Tantas son las leyendas urbanas que rodearon siempre a estos escurridizos sujetos azules que uno esperaría algún guiño inteligente… NO, NO LO HAY. ¿Y qué más les puedo contar de Los Pitufos en la aldea perdida (Smurfs: The Lost Village, 2017)? La verdad que nada. Hay ciertos datos curiosos e interesantes, como el hecho de que originalmente iba a llamarse Get Smurfy y que el Pitufo Cocinero es interpretado vocalmente por el famoso chef internacional Gordon Ramsay. En su versión original, podrás apreciar voces como las de Rainn Wilson, Joe Manganiello, Danny Pudi, Julia Roberts, Michelle Rodriguez, Ellie Kemper, Ariel Winter, Meghan Trainor y Tituss Burgess.
Las comparaciones son horribles, pero esta nueva producción de Disney va a ser víctima de su predecesora, en especial cuando se trata de uno de los clásicos más grandes de la factoría; uno que incluso logró colarse entre las nominadas a la Mejor Película en los Premios de la Academia. A ver, en rasgos generales quizás tiene más cosas positivas que negativas, pero si nos ponemos quisquillosos, La Bella y la bestia es una historia que merece ser bien contada. Hay un grave error que a mi criterio han cometido en la versión live-action de este film, y ese es el haber optado por elaborar el rostro del protagonista en CGI o post-producción. Las expresiones de los dos personajes centrales son uno de los rasgos más importantes de la historia; el amor, la compasión, el respeto… Lamentablemente, todo ello queda perdido en una cara peluda que aunque tiene una voz espectacular desperdicia una mirada perlada que es única, como la que tiene el actor Dan Stevens. Si uno piensa en las inmensas posibilidades que el cine les otorga hoy a los realizadores, pues es difícil perdonar ese detalle. En el mismo plano, la elección de Emma Watson para interpretar a una de las princesas más icónicas se basa en su popularidad y en un ejemplo de buena respuesta por parte de la audiencia, sin embargo, no se destaca ni actuando ni cantando. Fuera de esos dos grandes puntos a prestar atención, Beauty and the beast es una película tan encantadora que parece jamás envejecer. En el aspecto musical no hay por qué ser críticos; todo tan impecable como desde sus orígenes, incluyendo un casting de voces envidiable que logra lucirse en cada minuto de fantasía: Ewan McGregor como Lumière, Ian McKellen como Din Dón, Emma Thompson como la Sra. Potts, Stanley Tucci como el Maestro Cadenza (creado especialmente para esta película), Audra McDonald como el Guardarropas y Gugu Mbatha-Raw como Plumette (mención especial para el siempre tierno niño que presta su voz a Chip). En concordancia con la vanidad, Luke Evans se destaca enormemente con su labor de Gaston, aunque no hubiese estado mal ver un poco más de piel y bíceps aprovechando las bondades físicas del intérprete, pero en fin, entiendo la calificación familiar que lleva el relato. Eso sí, punto a favor para Josh Gad que nos entrega un LeFou con clarísimas inclinaciones (e intenciones) homosexuales. En su todo, esta nueva adaptación del mítico cuento de hadas es entretenimiento visual asegurado, pese a que la mayoría sabe cómo empieza y como termina. Sé que no tardarán en hacer una versión mucho más oscura de la historia, al menos cuando a la compañía se le agote la labor que está haciendo con todo el resto de los famosos Disney Classics; pero es ahí cuando llega la confusión, ya que uno se pregunta cómo es que se haya elaborado una versión tan impactante de El Libro de la Selva y que al mismo tiempo no se pueda tener una bestia decente… Misterios que nunca serán resueltos pero que confirman un poderío que va mucho más allá de hacer o no bien las cosas, porque de seguro no serán pérdidas lo que estos personajes le generarán a la empresa del Ratón Mickey. Como dice el dicho: Más vale malo conocido… Esta Bella y esta Bestia respetan el brillo de un queridísimo y hermoso relato de antaño (tale as old as time) cuya magia se mantiene intacta por generaciones y generaciones.
Oh, la, la, el cine francés… Un género en sí mismo que siempre nos sorprende con personajes carismáticos y enredados. Esta película que marca el gran regreso de Paul Verhoeven (Bajos instintos, 1992) a sus raíces, es sin duda alguna un imperdible de la temporada de premios, aunque haya tardado más de la cuenta en llegar a nuestras salas. Con una actuación exquisita por parte de Isabelle Huppert, que le valió el Globo de Oro en la categoría dramática y una nominación al Oscar que si no hubiese sido por la forma en que La La Land acaparó la atención de todos los soñadores hollywoodenses, sinceramente era la merecedora del premio; ELLE es un relato sorprendente por donde se lo mire, aunque tan complejo que hasta nos da miedo pensar más allá y caer en la perversidad. El director no dejó detalles librados al azar en este film que se jacta de ser un thriller donde una mujer víctima de una violación busca al responsable de tan inhumano acto. Al principio todo marcha bastante bien, pero con el correr de los minutos, la historia se torna cada vez más y más oscura, guiándonos hacia un inesperado desenlace. Nacida en el seno de una familia marcada por un traumático hecho en el que su padre fue condenado a prisión por asesinar a más de 20 personas, incluidos niños, Michelle se las ha apañado demasiado bien para dejar atrás ese pasado. Sin embargo, siempre se dan a su alrededor detalles que se lo recuerdan. Claro que con semejante background, uno no puede esperar cordura por parte de la protagonista, pero sin darnos cuenta pecamos de prejuiciosos, hasta que el tren se descarrila en serio y un acto de abuso físico sexual acaba por convertirse en un hilo conductor que cuesta digerir. Escenas impactantes, momentos para saltar de la butaca, sospechosos por doquier y un humor ácido que te hace sentir culpable de todo cargo, logran que ELLE sea ese film distinto a todo, digno de cientos de análisis necesarios para desenmascarar un guión que profundiza en el costado de la naturaleza humana que odiamos, pero que no podemos evitar. Inicialmente, el film iba a ser realizado en Estados Unidos, y las actrices consideradas para el papel eran: Nicole Kidman, Sharon Stone, Julianne Moore, Diane Lane, Marion Cotillard, Carice van Houten y Jennifer Jason Leigh, sin embargo, todas ellas declinaron el ofrecimiento. El director debió aprender a hablar francés fluido para comunicarse de manera acorde con el cast y el crew que trabajó, pues su idioma original es el holandés y era la primera vez que rodaba en Francia. Elle es una película diferente y muy bien construida; es aire fresco entre tanto cine norteamericano que consumimos y que generalmente no le llega ni a los talones a un relato de estas características.
El biopic es un género que suele abarcar una porción importante en la vida de alguien célebre. El caso de Jackie es particular, porque sólo se enfoca en los días posteriores al asesinato de JFK, cuando la Primera Dama dejó de serlo y pasó de ser la mujer más joven de un presidente a ser la viuda más joven de un presidente. Teniendo en frente un personaje tan interesante e influyente para la época, la verdad es que hubiese sido acertado ahondar más en la vida de quien fuese también un icono de la moda. Sin embargo, es difícil juzgar desde afuera, pues quién puede asegurar qué pensaba Jacqueline para sus adentros cuando la tragedia ocurrió. La película comienza justamente con una entrevista personal que un periodista le hace a pedido de ella misma, que tiene la intención de dar su propia versión de los hechos, como para dejar bien parada a la familia Kennedy. En ese relato, vivenciamos todas las reacciones que tuvo alrededor del incidente, que se convierte en un duelo constante acompañado de una música que por momentos resulta hasta incómoda. Vemos a esta refinada mujer cubierta con la sangre de su marido en su nuevo traje de Chanel, la vemos llorando desconsolada, fumando incontrolablemente, consolando a sus hijos, peleando, bebiendo alcohol… Sin embargo, nunca llegamos a conocerla. La labor de Natalie Portman es impecable e incluso es difícil imaginar a otra actriz haciendo el papel, pero el cine sigue en deuda con el público a la hora de entregar una verdadera historia interesante sobre Jackie. De todo esto, rescato que la visión sea la de un director chileno, porque si bien trata con respeto y seriedad la trama, el ser ajeno a esta maldición norteamericana le dio un poco más de libertad, aunque la adaptación es una obra del guionista Noah Oppenheim. O sea, no tenemos el testimonio del reportero que se reunió con Miss Kennedy en su casa de Massachusetts, por lo que no podemos corroborar que las actitudes de Jackie hayan sido las que vemos en pantalla, eso está claro. El resto del film es un compendio de instantes que bien podrían figurar en cualquier recorte periodístico; desde el juramento del nuevo Jefe de Estado a bordo del avión presidencial y con el cajón de JFK a su lado, hasta los diversos funerales que hicieron en su honor. El costado humano de la First Lady no alcanza a conmover al espectador como para sentir esa soledad que invadió a una persona que más allá de lo superficial que pudiera mostrarse era un ser humano como cualquiera de nosotros, teniendo que lidiar con una pérdida durísima que la dejó a merced de la mirada del mundo entero. Pablo Larraín optó por utilizar un tipo de cámara que ya no se usa hoy día pero que él conserva entre sus equipos de cineasta. Una muy buena decisión del director, ya que el aspecto estético de la película es diferente a todo lo que se ve, sacando provecho de las imágenes de archivo casi sin que podamos notar la diferencia. Los 95 minutos de Jackie están plagados de primeros planos en los que caminamos junto a la protagonista, y esa es casi la única herramienta que justifica que el título lleve su nombre. Pulgar arriba para el vestuario, que fue merecidamente nominado al Premio de la Academia y recrea con textura y delicadeza vestidos y trajes tan icónicos. ¿Mi recomendación? Para conocer más sobre la fragante biografía de Jacqueline Lee Bouvier, es mejor sentarse a leer una buena versión de su vida. Ahora, para seguir admirando el infinito talento de Natalie Portman, no estará mal echar un vistazo al film.
El arrollador éxito de la televisión llega ahora a las salas de cine para seguir confirmando que hay mucho público para las típicas historias de novela. Hay que ser realistas, su trasfondo bíblico es una mera excusa que funciona en los tiempos modernos, pues el amor, la traición, la venganza, la redención y demás, existen desde Antes de Cristo y no hay nada que no hayamos visto. Siguiendo con la línea de la pequeña pantalla, el film está doblado al español, lo cual le quita credibilidad con esas voces caricaturescas opacando una historia que originalmente está en portugués, por lo que desde el vamos no podemos esperar fidelidad histórica. Está bien, se entienden las cuestiones presupuestarias y la audiencia masiva a la que apunta, y fue por eso también que el actor Sidney Sampaio (Josué en la ficción) debió aclarar el tema de no tener a un Moisés tartamudo en el proyecto, un cuestionamiento que aunque no lo crean surgió entre los periodistas presentes en el pre-estreno de la película. Dos años de rodaje bastaron para que el relato mundialmente conocido por toda religión acerca del niño que fue librado a su suerte en un cesto de mimbre a orillas del Río Nilo cuando el emperador egipcio ordenó matar a todos los primogénitos varones, y que muchos años después se convertiría en el libertador de un pueblo hebreo oprimido y esclavizado por Ramsés y los suyos, vuelva a arrojar material suficiente como para completar dos piezas de entretenimiento, si me disculpan, básico. Y esto no lo digo por malicia, sino porque se nota que los actores -al menos los presentes en la conferencia de prensa- apenas si conocían la misma historia que nos contaron a todos cuando éramos pequeños y nos preparábamos para nuestra primera comunión. El propio Guilherme Winter confesó que solamente leyó un libro y se inspiró en líderes como Martin Luther King o Che Guevara para preparar su personaje. Una preparación profesional cimentada únicamente en los evangelios de conocimiento público, sin ningún tipo de investigación que profundice algún tema político o religioso; de hecho, esa fue otra de las preguntas que surgió en la sala, pero lamentablemente ni los guionistas tuvieron la intensión alguna de ir más allá del mero cuento del héroe predecesor a Jesús. Como muchos de ustedes, respeto la religión y no pretendo que una telenovela sea el reflejo de cuestiones que trascienden las páginas de la Biblia, por eso me conformo con que Moisés sea lo más parecido a un cuento para niños. Eso sí, no se me ocurriría faltarle el respeto al esfuerzo de producción desbocando risas a montones, como lamentablemente lo hicieron muchos de los que me acompañaron en la jornada de proyección y presentación del film en Argentina. En fin, si decides gastar plata de tu bolsillo quedas advertido de que no vas a ver nada diferente a lo que sale en la TV, un formato que acaba siendo el indicado para un relato tan extenso. La actriz Giselle Itié, que interpreta a Zípora, se mostró orgullosa de representar a –si se quiere- la primer feminista conocida en la historia, sin embargo, en el largometraje la vemos nada más que en dos o tres escenas que no destacan su personaje por culpa de los cortes bruscos hechos en montaje para ensamblar muchas de las partes que fueron rodadas a lo largo de este tiempo, ya sea para el cine como para la tele. Los tres actores que visitaron nuestro país para presentar la película. En lo que respecta a categorías técnicas, lo único salvable es la puesta en escena y algunos vestuarios, pues el plano musical deja mucho que desear, con elecciones cursi que arruinan algunos momentos clave. Y hablando de ropa, destaco que los actores hayan soportado temperaturas de casi 40 grados centígrados ataviados en ponchos y túnicas; a este detalle, Sampaio agregó que su preparación constó de caminatas a mediodía en la playa caracterizado como Josué. En la misma línea, Winter dijo que hasta fue a cenar a un restaurante viéndose como Moisés e Itié que el vestido blanco bordado que usó para la boda con quien fuera de la pantalla también es su pareja estable fue su favorito. Al fin y al cabo, la perfección de esta mujer está más para una Wonder Woman que para el nacimiento de los mandamientos, y la teoría aplica para todos los intérpretes, otro detalle que claramente no está librado al azar. Nadie puede asegurar cómo se veían los hebreos en aquellos tiempos, pero de seguro no tenían la gracia física de los protagonistas de Moisés y los diez mandamientos.
La idea de hacer esta película se remonta al año 2011, cuando el actor John Krasinski le contó a Matt Damon la historia sobre un joven ciudadano trabajador de Boston que debía hacerse cargo de su sobrino adolescente luego de la muerte de su hermano, mientras lidiaba con un pasado perturbador que no le permitía volver a ser feliz. Tras esa reunión, la posibilidad de escribir el guión llegó a las manos de Kenneth Lonergan, quien redactó un libro de 150 páginas que en teoría significaría el debut como director para Damon, que además protagonizaría el film. Sin embargo, diferentes circunstancias lo alejaron del proyecto, y fue él mismo quien le ofreció la parte a Casey Affleck. Manchester by the sea, que resulta ser el nombre real de una ciudad en Massachusetts, entró en la famosa lista negra de los guiones todavía no filmados de 2014. Tres años después, está compitiendo para convertirse en la Mejor Película en los Premios de la Academia. Manchester junto al mar tiene dos elementos sólidos: guión y protagonista. Probablemente, sean esos mismos los que le quiten un poco de protagonismo a lo que será una noche arrasadora para La La Land. Michelle Williams prácticamente escribió su nominación con una sola escena de unos pocos minutos -que ilusamente es la misma que sale en el tráiler- y el joven Lucas Hedges (como Patrick) tiene una performance muy rescatable pese a ciertos agujeros hallados en la trama. Para ser sincera, si bien la película se destaca en el plano independiente con un drama desgarrador sostenido gracias a una serie de flashbacks que nos explican qué diantres está sucediendo frente a nuestros ojos, se vuelve pesada y por momentos algo difícil de sobrellevar. Es cierto que hay un conflicto, uno grave, pero la obsesión con Lee Chandler (Affleck) deja afuera algunas cuestiones que también hubiese sido interesante explorar, pues uno queda siempre como a la espera de algo más, a la espera del despegue de otros personajes y otros dramas que funcionan sólo como soporte, pero que en la sumatoria terminan dando un resultado incompleto y hubiesen sido aún más interesantes que el corte final. Ojo, evidentemente el objetivo de su realizador era hacer foco en la pérdida y lo cruel que puede ser una vida condenada a no tener un final feliz, pero no cambio mi opinión de que hay escenas forzadas y de sobra (2 horas y 17 minutos) que acentúan la lentitud del ritmo sin necesidad alguna. A no confundirse, Manchester es una buena película; de hecho a veces muy buena, pero el mismo vacío que siente el protagonista quedó dentro mío cuando abandoné la sala de cine. No sé si eso sea algo positivo o algo negativo, pero lo que sí sé es que una buena fotografía, diálogos inolvidables, humor negro aceptable y una estaca directo al corazón no siempre son una combinación de azulejos que vaya a quedar bonita en el decorado definitivo. Para el tipo de categoría en la que entra este DRAMÓN, destaco muchas otras opciones que están por encima, como ser Los Descendientes (The Descendants, 2011) o Nebraska (2013), por citar dos ejemplos. Jamás me perdonaré a mí misma el hecho de que un padre que pierde todo lo que le importaba en el mundo, y con ello el sentido de la vida, no se haya ganado mi corazón, pero me temo que hay algo en Manchester junto al mar que no obnubiló a mi costado más sensible.
Cuenta la leyenda, que una de las razones para haber construido la mítica Muralla China tuvo que ver con una invasión de criaturas fantásticas que acecharon a esa parte de Asia por muchos años. En medio de esa historia, aparecen los mercenarios occidentales, en busca de un tesoro que en aquel momento cotizaba como oro: la pólvora, considerada el arma más poderosa jamás utilizada. La mayoría no sobrevivía a la travesía, pero en esta película, William (Matt Damon) y Tovar (Pedro Pascal) se las apañan para caer a los pies de la dinastía que reinaba allí, liderada por la Orden sin Nombre. El secreto que ocultaban estos soldados enseguida sale a la luz, cuando ven en las habilidades de lucha de los forasteros, una oportunidad para de una vez por todas derrotar a estos monstruos conocidos como Tao Tei. Dirigido por Yimou Zhang, La gran muralla (The Great Wall) resulta ser el film más costoso que se haya filmado en China, y eso se ve reflejado en un despliegue visual y de vestuario, acompañado de artes marciales coreografiadas y una posproducción digital que suele reservarse para películas de ciencia ficción. Si bien cumple con su cometido de entretener, la historia es un cliché tras otro, donde probablemente Matt Damon no era la mejor opción para un personaje de estas características. Al menos a mí, me costó comulgar con su performance. Afortunadamente, conservaron la veracidad del relato manteniendo el idioma original; cuántas veces hemos visto films históricos de la maquinaria Hollywood hablados en inglés que le faltan el respeto a otras culturas. Si se quiere, lo que más molesta es la innecesaria -pero aparentemente siempre efectiva- tensión sexual entre el héroe gringo y la Comandante Lin (Tian Jing), un detalle que podría calificar como la metáfora de trascender cualquier barrera (o muralla) entre Oriente y Occidente y, en última instancia, hacer las paces. De todos los misterios que rodean a una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno, que fue construida a la largo de 1700 años y que recorre casi 22 mil kilómetros de territorio, probablemente el cuento chino de que unos animales prehistóricos y superpoderosos vinieron a parar a nuestra Tierra a bordo de un meteorito sea el menos creíble de todos… Sin embargo, a la hora de crear un guión de ficción lleno de escenas pensadas para disfrutar detrás de un balde de palomitas de maíz y unas gaseosas bien frías, pues la cosa responde efectivamente. Una pena que mientras que la famosísima fortificación seguirá perdurando por los siglos de los siglos, esta película será olvidada por todos tan pronto como una muchedumbre abandona una sala de cine.
Pese a estar basada en un popular libro chino y a contar con el trabajo creativo de la misma mente que estuvo detrás de films animados como Toy Story 2, Reyes de las olas, Bichos y hasta La Sirenita, Rock Dog no trasciende esa barrera de una simple película animada para niños pequeños con típicos gags de torpeza y una historia que ya hemos visto una y mil veces. Cuando el fuerte debería ser la música, peca por utilizar canciones que no son atractivas para el oído infantil, aunque casi deberíamos agradecer que al menos eso funcione como guiño para el adulto que acompaña al menor. A la falta de originalidad, se añade que personajes y ambientación nos traen recuerdos de otros éxitos de una hermana mayor, como lo es DreamWorks… Hablo de las similitudes con Kung Fu Panda y Los Pingüinos de Madagascar; dos franquicias con las cuales es difícil competir. La trama gira en torno a un perro de las montañas que en teoría nació para defender a su rebaño de ovejas de posibles ataques de feroces lobos. Sin embargo, Bodi (Luke Wilson) tiene una única pasión, y esa es la música. Así es como emprenderá un camino hacia la ciudad -que por cierto es una mezcla de varias locaciones conocidas-, con el objetivo de cumplir su sueño de formar una banda. El mayor problema yace en que por culpa de un descuido, sus enemigos lo perseguirán hasta allí y le dificultarán el proceso, mientras una de las máximas estrellas del negocio (la versión gatuna de Mick Jagger o algo por el estilo) saca provecho de su humildad de campesino, entre otras desventuras. Rock Dog es la típica película que hace varios años atrás hubiese ido directo a DVD, y que hoy sería estrenada por Netflix, sin embargo, aquí está. Al menos si la ves en su idioma original, podrás disfrutar de voces conocidas, como es el caso de J.K. Simmons, Jorge Garcia, Matt Dillon, Sam Elliott, Kenan Thompson y Mae Whitman. Para sus realizadores habrá valido la pena el esfuerzo, pero para el bolsillo del moviegoer dolerá un poco el gasto, cuando la oferta en cartelera es tan variada y diversa.