Existen sutiles efectos sonoros que suman a la construcción narrativa que el espectador puede identificar fácilmente hasta con los ojos cerrados. Escuchar como crujen las suelas de los zapatos en el asfalto húmedo. Sentir esa pequeña explosión cuando se enciende un fósforo y el personaje da la primera pitada al cigarrillo o cuando sirve enérgicamente un vaso con whisky. Ninguna de estas características se escucha en Arrebato, todo el espacio sonoro está inundado con la respiración del protagonista y por una banda de sonido que remarca los acontecimientos. La película se encuentra planteada en tres actos divididos por una elipsis y un cartelito que anuncia “6 meses después”. Pablo Echarri es Luís Vega, el protagonista de la historia y desde su primer plano -si uno presta atención a las palabras escritas en el pizarrón detrás de él y el sentido que apunta la flecha- podrá resolver el enigma que esconde el argumento. Leticia Bredice sería algo así como la Femme Fatale, esa viuda negra que no deja títere con cabeza cuando todavía el cuerpo del marido se encuentra tibio. Pues no, apenas hace un poco de sacadita y alocada, y listo. Eso sí, la visten con tonos acromáticos, no solo porque se autodenomina como una mujer nocturna, sino para diferenciar su personaje con el de Mónica Antonópulos siempre en tonos pasteles y con escotes profundos para darle sensualidad y refinamiento al personaje que interpreta como esposa de Vega. Dos mujeres ubicadas en polos opuestos pero unidas por un sentimiento: los celos. Arrebato es un policial sin intriga ni tensión. Estos celos son los que movilizan a Vega a indagar cada vez más en un asesinato que le sirve como fuente de inspiración a la hora de escribir en su nueva ficción. A medida que avanza el relato y la cosa debería estar más intensa, el único aporte de tensión, intriga o como deseen definirlo está aplicada a la hiper, excesiva y sobre actuada respiración nasal del protagonista que en nada aporta al dramatismo. Los únicos momentos de respiro, como para no variar de tema, son las pequeñas apariciones de Tolcachir y Da Silva.
Toni Servillo se ha convertido rápidamente en el actor del momento para la industria italiana. Bella Addormentata y La Grande Bellezza, fueron dos producciones que lo llevaron a la gloria y ahora es el turno en Viva la Libertá. En esta oportunidad juega un doble papel: un político engreído y un loco lindo. Estos dos personajes son hermanos, el primero, Enrico, que se encuentra en primera plana de todos los medios ya que es el candidato opositor para las próximas elecciones; el otro, su gemelo Andrea, vive tranquilo en su departamento, ocupando su tiempo en la lectura y en el disfrute de la vida. Cuando Enrico, cansado de tantas presiones decide ausentarse sin aviso, es Andrea quién ocupará su lugar y dará un giro sorprendente a la carrera política de su hermano que venía en decadencia. El detalle principal radica que Andrea sufre de bipolaridad, lo cual sus comportamientos llamarán la atención entre sus compañeros de partido, sus discursos al pueblo italiano y su falta de respeto al protocolo. Poco a poco, las disparatadas palabras de su gemelo comienzan a favorecer en las encuestas al partido. Mientras que Enrico visita a una antigua novia que se encuentra en pleno rodaje en Francia y descansa entre puestas en escenas y decorados; Andrea es pura risa y morisquetas frente a un pueblo desconfiado. ¿Puede un loco comandar un país? Roberto Andó, director de la película adaptó su propio libro El trono vacío para llevarlo a la gran pantalla. Magistralmente, Andó juguetea con el clásico cuento de cambio de roles -como se ha visto en De príncipe mendigo-, para contar la situación política y económica de Italiana. De manera ingeniosa, el realizador expone con este cambio de roles, que ambos personajes se encuentran ejecutando una libre representación de la realidad.
La guerra terminó, las familias aliadas al nacismos deben ocultarse para no ser capturadas por las tropas americanas, rusas o inglesas. Lore junto a sus cuatro hermanos emprenderán un viaje para llegar a la casa de su abuela. Una noche, Lore junto a su familia precipitadamente deben abandonar su casa para refugiarse en el medio del campo. Cuando sus padres se encuentran rodeados, ella se hará cargo del cuidado de sus hermanos. En el camino hasta Hamburgo, se irán despojando de sus pertenecías y las joyas serán el único trueque por comida. El mismo rechazo y odio que los alemanes nazis sentían sobre los judíos ahora lo vive Lore cuando mendiga por un trozo de pan o se ocultan en casas derrumbadas. Ahora ellos son los perseguidos, los que deberán permanecer en la sombra para no ser llevados a los campamentos -y no cárceles como dice su madre ya que allí van los delincuentes-. Cate Shortland retrata las consecuencias de la caída del Tercer Reich desde la óptica infantil. Pero, enmarcado dentro de este contexto histórico que fue la muerte de Hitler, también surge el deseo. A pesar de las devastaciones, la muerte y el hambre, la protagonista siente el despertar sexual propio de su edad, que entre el efecto ambiguo de repulsión y atracción, tratará de saciar entre los escombros o el bosque. La australiana Cate Shortland, logra increíbles en Lore movimientos de cámara para retratar la crudeza de lo que aconteció al término de la Segunda Guerra Mundial.
Cuando descubrí por primera vez el cine de Susanne Bier sentí un desgarro en el corazón. No podía creer que se pudiera sentir tan real los sufrimientos de los protagonistas. No me refiero a pesares físicos -más allá que los haya- sino a ese estado de turbulencia que permanece en el cuerpo y en la cabeza luego de ver sus películas y perdura en el tiempo. Susanne Bier, es una directora danesa que comenzó sus primeros films bajo el Dogma 95 (en el que Lars von Trier y Thomas Vinterberg se destacaron entre ellos). En el 2002, hizo un corte definitivo con esta manifestación artística para poder realizar sus producciones como mayor libertad, así surgió Corazones Abiertos. Una película cruda y realista. Luego, llegó Hermanos. Solo bastaban tres actores para llevar adelante una historia marcada por la culpa y la fatalidad. Como todas las versiones americanas, Jim Sheridan, realizó su remake con Natalie Portman, Jake Gyllenhaal y Tobey Maguire. La historia puede ser la misma pero no con la misma esencia. La mirada femenina de Susanne Bier -hasta ese momento- era irremplazable por lo tanto su remake no logra mantener la misma tensión. Uno de los mayores impulsos que logró la directora a lo largo de su carrera fue con Después de la Boda. Un drama sobre la búsqueda de la identidad y paternidad, donde se entrelazan las mentiras y las apariencias. Con esta película, Bier obtuvo una nominación como Mejor Oscar Extranjero en el 2006. Este salto a América, la ayudó a filmar su primera cinta con actores internacionales como Halle Berry y Benicio del Toro, en Lo que Perdimos por el Fuego (o Lo que Perdimos en el Camino). Una historia de pérdidas, también de culpas y de cómo reinventarse para poder continuar. Susanne Bier, perdió esa mirada que hacía de su cine algo auténtico y demoledor. Pero no faltaría oportunidad para que Susanne finalmente se quedara con un Oscar. En el 2010 gana la estatuilla con Un Mundo Mejor, donde retrata la violencia en la sociedad desde el ámbito infantil. Hasta acá se podría decir que su filmografía apenas sufrió algunos altibajos pero prácticamente supo mantenerse con un estilo propio, sensible e intenso sin caer en la cursilería. Ahora llega el estreno de Todo lo que Necesitas es Amor. Una película con una mirada completamente distinta a sus anteriores trabajos. Esta producción localizada en una ciudad italiana con la presencia de Pierce Brosnan como galán repite la fórmula enfermedad/boda (ya realizada en Después del casamiento) pero en tono de comedia romántica donde las escenas pueden ser encontradas en infinidad de otras películas del mismo género (chico, chica, amor, enfermedad, salvación). Cuando terminé de ver este último film tuve una sensación completamente distinta de lo que había experimentado en su comienzo filmográfico. Cambió su registro y se esfumó esa conmoción que te daba en el medio del pecho. Ahora se encuentra en post-producción una película titulada Serena con la parejita del momento: Jennifer Lawrence y Bradley Cooper. Pero dudo que me anime a experimentarla ya que soy una espectadora, con el corazón roto, que perdió en el camino…
Bañeros 4: Los rompe(*)olas La Selección pasa a la final en el Mundial el día de nuestra independencia. Un día después se estrena Bañeros 4: Los Rompeolas. Baneros_4_EntradaNo voy hablar de futbol porque Función Agotada es una página dedicada al cine, a los estrenos cinematográficos que todos los jueves renuevan nuestra cartelera local. Pero les puedo asegurar que me encantaría poder escribir con orgullo y pasión sobre esta película ya que su primera versión coronó una época. Hace unos meses atrás cuando se reestrenó Los Bañeros más Locos del Mundo, digitalizada y con algunas escenas en 3D, fui con la emoción de revivir el cine de ese momento. Todos los gags funcionaban a la perfección y la sala completa de gente seguía divirtiéndose a carcajadas adelantándose a los remates de cada chiste. No quiero justificarla porque también tiene sus errores técnicos pero es una película que nunca decae, porque verlo a Berugo vestido de He Man no tiene desperdicio. En esta cuarta entrega nada se parece a su original -si éramos ocho en la proyección éramos muchos-. Bañeros 4 formada por Iudica, en su mala imitación a Los Tres Chiflados (palabras mayores); Peña, agua; Granados, se la pasa comiendo fruta durante toda la película (si es un chiste no remata nunca); Freddy, más agua. Podría seguir así con el resto de las “participaciones especiales” como la de Karina Jelinek que intenta -claro que no le sale- imitar a Adriana Brodsky en el papel de La Bebota de Olmedo. ¿O esta chica siempre es así? Bañeros 4: La decadencia Futbolísticamente hablando, Bañeros 4 no tiene en su reparto a ningún Mascherano que logre una buena escena. En su versión del ´87 se notaba el cartón, la peluca corrida, el cable cruzado; en esta nueva todo es berreta. Estoy en contra de los acuarios y las piruetas que deben hacer los animales para ganarse un trozo de atún y lamento muchísimo que hayan expuesto a los animales del Aquarium a modo de relleno. Pero cuando ellos aparecen son lo mejor de la película, los verdaderos artistas que “actúan”. Bañeros 4: Los Rompeolas, tiene la habilidad de no respetar nada ni la continuidad ni la posición de la cámara, con una desprolijidad absoluta los planos le cortan los sesos a los que aparecen como si fuera un bloque del programa Sin Codificar. Para televisión… que siga el Mundial!
La noche rumana o el cine según… Corneliu Porumboiu dedica en Cae la Noche en Bucarest, su tercer largometraje, al mismísimo cine. Paul, es un director de cine y se encuentra en pleno rodaje. Él expresa su ansiedad en el modo de fumar sus cigarrillos, en la voracidad ante un plato de comida, en la rapidez de beber un vaso de cerveza, en la posible ausencia del ser amado. Tranquilamente, este personaje podría confundirse con aquellos realizadores que protagonizan los films de Hong Sang-soo. La diferencia entre el estereotipo coreano y el rumano, radica que el primero vive en un estado de incertidumbre y desolación, mientras que el segundo es un neurótico que exige a su protagonista una interpretación sincera y autentica. Entonces, Paul repasa con Alina una y otra vez el guión, las escenas, los movimientos que realizará el personaje, considera que todos los detalles deben ser justificados ante la cámara, y claro lo deja Porumboiu en dos escenas casi en una yuxtaposición entre la ficción y la realidad. Pero cuando cae la noche, llega el momento para que Paul y Alina se conecten entre sábanas -¿Ese es el instante donde una actriz se convierte en musa?- para luego reponer energías con una cena donde se cuestionan el fondo y la forma de diversos temas o la existencia de una tal Mónica Vitti. La nueva película de Porumboiu es un hermoso pretexto para mostrar su mirada. Si Truffaut se dio el gusto de filmar una película sobre la concepción de una película en La Noche Americana, no muy lejos se encuentra esta cinta rumana. En esta ocasión, el rodaje se encuentra en un total afuera de campo y Porumboiu analiza el cine desde otra óptica. Es evidente que Paul es su alterego y lo deja bien en claro desde el primer plano secuencia con que se inicia la película, rodada en 35mm. Corneliu analiza la manera de pensar y crear cine, cuestiona su futuro y el sentido que tendrá con el paso del tiempo. Si su personaje dice que cada rollo posee once minutos, no hace falta contarlos realmente para darse cuenta que cada escena dura aproximadamente lo mismo. En Cae la Noche en Bucarest además de ser una muestra de la profesionalidad de Porumboiu como director de actores, guionista y realizador, también es un homenaje al séptimo arte.
El director polaco Powel Pawlikowski, decide rodar su quinta película en su propia tierra para llevar adelante una historia cargada de pasado y la búsqueda de un presente irremediable. Ida, una novicia criada en un convento, tiene que visitar a su familia antes de tomar los votos y volver al encierro. En el afuera, su tía Wanda, es su único lazo sanguíneo que siempre le dio la espalda. Ida, es una joven que lo único que conoce en la vida es Dios y su vocación hacia Él. En tanto, Wanda, es una mujer resquebrajada, alcohólica y fiscal del Estado, que ha dado todo para encerrar a los culpables partícipes de la ocupación. Cuando ambas mujeres se encuentran emprenderán un viaje, así la película se convierte en una road movie en busca de encontrar la verdad o hallar los restos de su familia asesinada durante la invasión nazi. Entonces, comprendemos porqué su tía nunca respondió a las cartas de su sobrina. Ida es el pasado vivo que Wanda nunca quiso afrontar. Pero por más que se lo evite siempre estará presente. El judaísmo y el catolicismo, dos polos opuestos que enfrentan sus pensamientos y la manera de canalizar la tragedia. Por un lado, la búsqueda de la verdadera identidad; por el otro, la redención del pasado. Ambos personajes llevan la carga de su propia cruz. La película, filmada en blanco y negro, acentúa la dureza de los personajes rodeados de nieve o niebla, representa la década en la que está ambientada (los sesenta) y también, la carencia de brillo en las pupilas de la protagonista, en ese rostro enmarcado por su atuendo. Solo algunas notas musicales suenan durante el metraje como para deslizar algún sutil gesto pero nada que enfatice las emociones. Cada plano, perfectamente compuestos poseen una carga emocional tan intensa que se proyecta en la pantalla como si el fondo se cayera sobre sus espaldas.
Si Wes Anderson tiene su Gran Hotel Budapest, nosotros tenemos a nuestro Gran Hotel Amapola, a orillas del Delta. En el Museo de Arte Tigre, Eugenio Zanetti rodó su primera película bajo un gran elenco local e internacional. A esto me refiero que desde Leonor Benedetto, Lito Cruz y Elena Roger -solo por nombrar algunos- incorporó en su casting a la californiana con acento portugués, Camile Belle; al canadiense François Arnaud (véase en Yo Maté a mi Madre) y la queridísima Geraldine Chaplin. Estos tres últimos, como los protagonistas de Amapola. A modo de un hermoso cuento con tintes sepia, la historia comienza a desarrollarse a principios de los cincuenta, donde la pequeña Amapola nos introduce en la historia y su deseo de encontrar el amor, algún ser amado que llegue desde esas aguas calmas. Diez años después, la joven Amapola lista para actuar en un gran espectáculo que brindan en el hotel, conoce a un apuesto muchacho e inmediatamente se enamoran. Una espantosa tragedia los acecha por aire y tierra, lo cual obliga a los amantes a separarse. Un cuento de hadas y sueños románticos a orillas en el Tigre. Mucho tiempo después, Amapola se encuentra nuevamente en lo que antes era su hogar, ahora destruido y a punto de rematarse. Mientras llora a los pies de su abuela, escucha los consejos desde el más allá que la impulsan a volver el tiempo atrás y cambiar los errores del pasado. La historia se repite pero esta vez tendrá un final feliz… Si la película no hubiera tenido inconvenientes en su narración y montaje principalmente, hubiera sido mucho más placentera. No se puede discutir sobre los excesos de escenografías, vestuarios, banda sonora, arte, ya que estamos ante un film de Eugenio Zanetti; pero tampoco se controló con el desfile de actores que solo al verlos lo primero que uno piensa es: “¡también está acá!”, que pasan sin pena ni gloria. Y ni qué hablar de las escenas coreográficas comandadas en la ficción por Nicolás Pauls ya que tras de cámara fueron diagramadas por Ricky Pashkus. Es una pena que con semejante producción no se haya utilizado de una manera más ordenada y eficiente. Así como también se desaprovechó la figura de Geraldine Chaplin que solo aparece en un par de escenas. … y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
En 1994, Moufita Tlatli se convertía en la primera directora tunecina al animarse a llevar a la pantalla grande la vida de las mujeres recluidas tras las rejas en Los Silencios del Palacio. Este grupo de mujeres (inspirado en la vida de ella y su madre), eran destinadas para ser las sirvientas y amantes del príncipe de la casa. Su vida se resume solo a realizar las actividades domésticas y cantar. En la 69º edición del Festival de Venecia, se presentaba la película Fill the Void de la directora Rama Burshtein. Ella, con supervisión de su esposo y la aprobación de un rabino, retrató los pormenores alrededor del matrimonio dentro de una familia ortodoxa jasídica. Con algunas fallas y desprolijidades, esta cinta es una apertura al mundo, una mínima ventana y solo observadores (sin lugar a crítica) de una sociedad claustrofóbica. Una bicicleta como símbolo de libertad. Ahora, se estrena La Bicicleta Verde, otro film dirigido por una mujer, la saudí Haifaa Al-Mansour. En esta película –inspirada en la sobrina de la directora-, la pequeña Wadjda rompe con su estilo y actitud todas las prohibiciones impuestas por una sociedad regida bajo el Corán. Cada movimiento, sonrisa o pensamiento, es secundada bajo la acusación o negación. Wadjda, siente la reducción de su género en el exterior pero también percibe las diferencias y limitaciones en el interior de su casa. Un cine hecho por mujeres de sociedades regidas bajo fuertes creencias religiosas y costumbres. El despertar de una nueva mirada que se manifiesta detrás de una cámara.
El 25 de abril de 1974, los portugueses salieron a la calle a celebrar el fin de una dictadura que se había mantenido en el poder por más de 40 años. Esa noche, conocida por la Revolución de los Claveles, puso fin al Estado Novo. Una nueva era comienza y esas grandes olas del oeste se expanden a los países vecinos. Previo a estos días, uno cuarteto recorre las rutas de Portugal para conseguir entrevistas radiales en aquellos lugares y personas donde se demuestre la ayuda que Suiza aportó al país. Este grupo está formado por Joseh Cauvin y Julie, ambos periodistas; Bob, el técnico (ellos tres suizos) y el joven portugués Pelé (narrador de la película), soñador y amante de la obra de Marcel Pagnol. Apiñados en una combi VW y con deseos de volver a Francia sin ningún registro sonoro, son testigos del levantamiento militar, un hecho liberador donde se hace el amor y no a la guerra. En las calles se siente al pueblo unido y jamás será vencido. El suizo Lionel Baier, dirige con tono liviano y entretenido La Gran Noticia, mezclando algún cuadro musical con imágenes documentales. Centralizada desde el ámbito radiofónico, lo más destacable de la película es su banda sonora, por allá un Volver de Carlos Gardel o un fado, auténtica música portuguesa, capaz de trasmitir en su canto el pesar de un pueblo. La Gran Noticia es una película narrada desde Portugal, la liberación de un país, del regreso de los exiliados. Pero también están aquellas comedias como Portugal Mon Amour (La Cage Dorée), el otro lado de la historia que relata la vida de una familia que abandona su país para resguardarse en Francia y mantenerse allí hasta que todo pase.