Si Beavis y Butthead se hubieran dedicado al cine esta sería probablemente su ópera prima. El único motivo que justifica la existencia de esta bazofia se relaciona con el hecho que los derechos de los personajes del autor A.A.Milne en la actualidad son de dominio público. Por consiguiente cualquier idiota trasnochado puede hacer con ellos el fan fiction que se le cante porque está permitido. Sangre y Miel es una película imbécil e inepta que falla miserablemente desde la sátira y el slasher. La dirección de Rhys Frake Waterfield explota las creaciones de Milme para elaborar un espectáculo mediocre y aburrido cuyos 112 minutos resultan interminables. La película es horrenda desde los aspectos técnicos, su tratamiento del horror, las actuaciones del reparto y el humor que no causa gracia en ningún momento. No hay excusa para justificar su mediocridad con el bajo presupuesto, Sobran casos que con muy poco recursos pueden sorprender con producciones más dignas. Lo vimos hace poco en You Tube con el largometraje financiado por fans de Jason Voorhees, Never Hike Alone. En ese sentido genera un poco de bronca que no pudimos ver en salas comerciales los trabajos de Panos Cosmatos (Mandy) y estos mamertos consiguen distribución internacional con semejante basura por el simple hecho que se apropian de íconos de la literatura infantil. Otro bodrio que se puede ignorar en la cartelera.
La historia real del oso que ingirió cocaína quedo en el recuerdo entre las crónicas policiales más absurdas que se registraron en los Estados Unidos durante los años ´80. Pese a la naturaleza trágica de los hechos el animal luego fue embalsamado y pasó a convertirse en una macabra atracción turística de un shopping del estado de Kentucky. Si bien el caso es curioso tampoco era un material lo suficientemente sólido para hacer una película interesante y Elizabeth Bank tomó la premisa para construir un relato ficticio diferente. La directora desarrolla el concepto del oso afectado por las drogas para construir una comedia de terror que propone una parodia del slasher. Después del desastre que hizo con Los ángeles de Charlie su nueva película es mucho más tolerable y funciona por momentos, si bien nunca llega ser una propuesta desopilante. Oso intoxicado es una producción desesperada por trascender como una comedia zarpada de culto que nunca se llega a concretar. Consigue ser entretenida pero la vas a olvidar enseguida porque no sobresale con ningún contenido notable. Banks se vio favorecida en esta ocasión con la presencia de un buen reparto que levanta el argumento. Sobresalen con trabajos decentes Keri Russell, la siempre excelente Margo Martindale (la querida Mags Bennett de Justified) y Ray Liotta en una de sus últimas interpretaciones. Los momentos gore están bien logrados y queda claro que la mayor parte del presupuesto fue a la realización del oso en CGI donde hicieron un buen trabajo. Durante la gran mayoría de sus intervenciones comprás por completo que es un animal real. Aunque Banks todavía no termina de convencer en su faceta de realizadora en esta oportunidad al menos ofreció una labor más digna.
El cuarto episodio de John Wick le aporta una conclusión satisfactoria a una saga que llegó a trascender entre los mejores exponentes recientes del género. A esta altura el arco argumental del personaje no se podía estirar más y en ese sentido Keanu Reeves y el director Chad Stahelski tomaron la decisión correcta. Desde su irrupción en el 2014 esta franquicia estableció su propia identidad en materia de secuencias de acción que actualmente es adoptada tanto en producciones de Hollywood como en propuestas del cine clase B. Hoy podemos reconocer un “estilo John Wick” en la narración de escenas de peleas y tiroteos que es el gran legado que deja la obra de de Stahelski,. Al menos hasta que aparezca una propuesta nueva que genere una tendencia parecida, algo que suele ser habitual en este tipo de cine. Hace unos años tuvimos la era Jason Bourne y hoy es el momento del ciclo Wick con numerosos directores que siguen la escuelita de realización de este cineasta. La despedida del asesino a sueldo resulta un espectáculo entretenido que no está exento de algunas debilidades que se prestan a su objeción. Vamos primero con los aspectos positivos. En términos estéticos esta es la obra más ambiciosa que ofreció Stahelski hasta la fecha, donde sobresale la opulencia visual de los decorados, los vestuarios y la fotografía. El incremento del presupuesto es notable y el director lo aprovechó con inteligencia para brindar un producto que tiene la factura técnica de una superproducción Hollywoodense. La puesta en escena es fantástica y el cineasta se da el lujo de disponer de varias locaciones internacionales que tienen la intención de aportarle una escala más épica al relato. En materia de acción nos encontramos ante una película que va de menor a mayor durante el desarrollo del conflicto. El 90 por ciento del contenido se centra en el auto homenaje con secuencias recicladas de todas las entregas previas. Si bien las peleas y tiroteos cuentan con una gran realización y despliegue físico de Reeves después de la hora y media se sienten redundantes porque ya vimos momentos similares en el pasado. Lo mejor de cuarto episodio llega en los 45 minutos finales, cuando el conflicto se traslada a París donde Stahelski pone toda la carne al asador para sorprender con las secuencias más inspiradas. En este punto es donde la saga Wick se despide por la puerta grande. Cuando la acción se traslada a Francia acomódate en la butaca y preparate a disfrutar la colaboración entre Reeves y el director en su mejor expresión. Dentro de las nuevas adiciones del reparto Bill Skarsgard deja una buena impresión en el rol de antagonista mientras que Scott Adkins aporta el contenido comiquero con un villano que evoca a los viejos rivales exagerados de Dick Tracy. Se nota que se divirtió en el rodaje y cuando le toca entrar en acción no decepciona en una gran secuencia de pelea con Keanu. No se puede decir lo mismo de Donnie Yen, quien irrumpe fuerte en la historia con una especie de Zatoichi moderno y después se desinfla considerablemente. Su rol evoca esa clase de anti-héroe muy propia del cine asiático, como la clase de personajes que encarnó Yasuaki Kurata en la saga Sister Street Fighter. Creo que le faltó una secuencia más de pelea que lo aprovechara como artista marcial y en ese sentido es un poco decepcionante que el enfrentamiento final con Wick se desarrolle en un duelo con armas de fuego. Una secuencia que resulta simpática por el homenajea al spaguetti western pero de Yen se esperaba otra cosa. En cuanto a las objeciones que se le pueden hacer al trabajo de Stahelski hay dos que me parecen válidas. En primer lugar, la duración de casi tres horas que no tiene razón de ser. Sobre todo al tratarse de una propuesta donde su atractivo nunca pasó por los argumentos elaborados sino por la presentación estilizada de la acción. Stahelski estira el conflicto sin necesidad en la búsqueda de construir un relato épico que nunca se termina de consolidar. La primera secuencia de acción recién cae a los 30 minutos de iniciado el film y para el momento en que llega lo mejor con las escenas de Paris el espectáculo se vuelve extenuante. Hay varios momentos de reciclaje con peleas que se alargan demasiado y conversaciones que no aportan nada a la trama central. Por otra parte, este episodio en particular exagera la capacidad de supervivencia de Wick a un nivel ridículo donde el personaje termina convertido en un integrante de los Looney Tunes. Un detalle que se había cuidado un poco más en los episodios previos y acá derrapan con momentos muy Hobbs y Shaw que generan un poco de ruido. Pese a todo, la película no dejar de ser una muy buena conclusión para una saga que nos brindó excelente momentos en los últimos años. Recuerden que después de los créditos finales hay una escena adicional que funciona como epílogo del film.
Comunión con el Diablo ofrece la película más decente que brindó hasta la fecha el director español Victor García, en cuyo prontuario cinematográfico sobresalen bodrios olvidables como Hellraiser: Revelations, Mirrors 2 y Return to House on Haunted Hill que terminaron directamente en el dvd. En su nuevo proyecto elabora un cuento de horror sobrenatural centrado en una antigua leyenda urbana muy popular de la región de Galicia. El conflicto gira en torno a la figura de La niña de la comunión, un espectro que vaga por las rutas y cuyo origen brinda un misterio que llega a ser interesante. El director ambienta la trama en los años ´80 con una recreación realista y a diferencia de sus trabajos previos no abusa de los jump-scares sino que construye el relato con atmósferas macabras que están muy bien logradas. Desde los aspectos técnicos apuesta a generar momentos de susto, realizados en su gran mayoría con efectos prácticos, que se encuentran bien dosificados dentro del argumento. La película toma una clara influencia del terror japonés de los años ´90 pero sin llegar a convertirse en un burdo clon de Ringu o The Grudge. Dentro del reparto las protagonistas, Carla Campra y Aina Quiñones brindan muy buenas interpretaciones que terminan saboteadas por un guion que se desinfla notablemente en su tercer acto. Toda la intriga que se construye hasta el momento del clímax luego deja varias incógnitas abiertas con la obvia intención de establecer la primera entrega de una futura saga. Un salto de fe de los realizadores ya que el cuento que se presenta tampoco es tan apasionante como para estirarlo demasiado. No obstante, quienes se enganchen con el cine de género español en esta propuesta encontrarán una película que se deja ver y cumple en materia de entretenimiento.
65 es una producción de Sam Raimi que trae al recuerdo el tipo de películas de ciencia ficción con dinosaurios que tuvieron una enorme popularidad entre 1950 y mediados de los años ´70. Me refiero a títulos como King Dinosaur: Planeta infernal (1955), Voyage to the Prehistoric Planet (1965), Voyage of to the Planet of Prehistoric Women (1968) o la infame Planet of Dinosaurs (1977) , donde los bichos gigantes creados con animación stop motion eran más expresivos que los integrantes del reparto humano. En todos esos casos las historias se desarrollaban dentro del thriller de supervivencia que es exactamente lo que ofrece esta propuesta protagonizada por Adam Driver. En Estados Unidos las críticas la destrozaron sin piedad y el estudio Columbia, que claramente no le tenía fe a esta película, la estrenó sin demasiada difusión en una competencia absurda con Scream 6 que no tenía chances de ganar. Si bien dentro del subgénero que aborda no está al mismo nivel que la última entrega de Depredador, Prey, tampoco es la peor bazofia que llegó a la cartelera en lo que va del año. Tal vez no llega a explotar en su totalidad el potencial que tenía la premisa pero consigue ser entretenida y es menos estúpida que la última entrega de Jurassic World. Se le puede objetar que el argumento es bastante predecible y mundano y tampoco desarrolla de un modo satisfactorio los dos personajes que protagonizan el relato. Pese a todo, Driver saca con dignidad su rol de héroe de acción en secuencias que tienen una realización decente. Para mi gusto los realizadores se quedaron cortos con la cantidad de dinos que aparecen en el relato y esa es otra debilidad que tiene el film. 65 deja la impresión que podía haber brindado un espectáculo un poco más elaborado ya que contaba con algunas ideas interesantes. El conceptos de dos alienígenas que tienen dificultades para comunicarse entre sí y terminan varados en el planeta Tierra durante la prehistoria era atractivo. La dirección corrió por cuenta de Scott Becks y Brian Woods, una dupla de cineastas que vienen del cine de horror clase B y debutaron en los grandes estudios de Hollywood como guionistas de Un lugar en silencio. En este proyecto elaboraron un espectáculo pasable que si bien quedará en el olvido antes que termine el mes, dentro de todo llega a ser ameno gracias a un tratamiento correcto de la acción.
La continuación de Shazam probablemente será disfrutada por el público que quedó satisfecho con la entrega previa. Especialmente el segmento de chicos entre cuatro y once años que tal vez la encuentre más divertida. Aquellos que la detestaron no van a cambiar de opinión con la nueva propuesta ya que todos aquellos elementos que la convirtieron en una experiencia insufrible ahora se potenciaron. Zachary Levi sigue empecinado en interpretar al superhéroe como un imbécil que genera vergüenza ajena con la particularidad que en este episodio su rol deja la impresión que padece algún problemita de salud mental. Ese desfasaje que se percibía entre las personalidades de Billy Batson y Shazam se siente más pronunciado y no tiene el menor sentido, sobre todo cuando el argumento intenta retratar una madurez en las responsabilidades del protagonista. Si bien la nueva trama ya no depende tanto de la comedia juvenil y abre un poco el juego al contexto de mitología y fantasía que rodea el mundo del héroe el espectáculo resulta decepcionante. En esta ocasión hubo una intención de acercarse al universo del cómic pero la película termina siendo penosamente genérica debido a la horrenda dirección de David Sandberg. Un realizador que nunca llegó a explotar el potencial que ofrecía esta propuesta en materia de fantasía. El nuevo episodio incorpora más elementos mitológicos que en manos del realizador terminan siendo insulsos. Shazam lidia en esta oportunidad con diversos tipos de criaturas y monstruos que resultan objetos artificiales de utilería carentes de magia y emoción. Algo que se aplica también a las villanas acartonadas que encarnan Helen Mirren y Lucy Liu, quienes dejan la impresión de haberse escapado de algún episodio de los Power Rangers de los ´90. Otro enorme desperdicio del director quien no encuentra el espacio en el relato para hacer algo más interesante con esta dupla de actrices. Gal Gadot en una breve participación simpática le pone onda a la película como Wonder Woman , mientras que Jake Dylan Glazer en el rol de Freddy Freeman y Grace Fullon como Mary Marvel le aportan a los héroes la dignidad que brilla por su ausencia en la actuación de Levi. Rachel Zegler (West Side Story) también sale bien parada pese a contar con una intervención limitada. En cierta manera la película se desarrolla por el terreno de mediocridad de la última Ant-Man con la diferencia que la obra de Marvel estaba mucho más cuidada en los aspectos visuales. Shazam tiene algunas secuencias de acción que parecen material de archivo del año 2000. Hay dos escenas post-créditos que tienen la intención de continuar las aventuras del personaje, sin embargo el futuro de la saga dependerá de cómo le vaya al film en la taquilla este fin de semana. Si los fans de Levi y esta peculiar representación del superhéroe no salen a bancarla en las salas va a estar complicado que se concreten más entregas. Una pena porque es una propuesta que tenía material para aportarle algo diferente al género a través de la mitología, sin embargo los realizadores escogieron un perfil más tonto cuyo atractivo se desvaneció enseguida con la segunda película.
Hace años que el subgénero de la comedia romántica se encuentra muerto en Hollywood y perdió el esplendor que supo tener en décadas pasadas. Dentro de este período decadente Quizás para siempre es de lo peor que llegó a los cines en mucho tiempo. Un bodrio soporífero que falla horriblemente a la hora de trabajar el humor y tampoco genera entusiasmo en el terreno del romance. Emma Roberts conforma una pareja sin química junto Luke Brasey que contempla la posibilidad de casarse y reúnen a sus padres para comunicarles la noticia. El giro del argumento es que los matrimonios no sólo se conocen entre sí sino que además mantienen relaciones infieles entre ellos. A partir de esa premisa inverosímil el productor teatral Michael Jacobs debuta como cineasta en esta propuesta que poco tiene que ver con el tipo de espectáculo que se promociona en los avances. Su narración tarda una eternidad en establecer el conflicto central y gran parte de la trama se pierde en conversaciones intrascendentes sobre la vida y las relaciones de pareja. Al hecho que las figuras del elenco conforman familias desagradables que no despiertan interés se suma la incapacidad del director para desarrollar enredos graciosos que generen alguna risa. El único elemento rescatable de esta película reside en las interacciones entre Richard Gere y Susan Sarandon, cuya química ya había funcionado en una comedia más sólida como fue Shall We Dance, estrenada en el 2004. Diane Keaton y William H.Macy por su parte terminan desperdiciados en roles que interpretaron sin entusiasmo en modo de piloto automático. En resumen, una ópera prima fallida y olvidable que no le hace justicia al género que aborda ni a la jerarquía del reparto reunido.
La nueva entrega de la saga Scream continua la historia de las hermanas Carpenter introducidas en el relanzamiento que tuvo la franquicia el año pasado. El argumento original tenía previsto otorgarle un rol destacado al personaje de Sidney Prescott, cuya participación había sido más limitada en la película previa. Sin embargo, el proyecto se pinchó cuando Neve Campbell decidió abandonar la saga debido a que le ofrecían un salario muy inferior al que ella demandaba. De este modo el argumento tuvo que ser alterado a las apuradas ya que el rodaje entraba en producción en junio del 2022. La película que entregaron los directores Matt Betinelli-Olpin y Tyler Gillett tiene poco que ver con el proyecto que habían concebido y califica como el episodio más flojo de la saga. Los cineastas apelan al baño de gore y las escenas de violencia extremas para tapar los baches de una historia que perdió todos los elementos que despertaban una atracción por esta propuesta. La nueva Scream carece del sentido del humor, la irreverencia y por sobre todas las cosas el suspenso que llegaron a tener las obras de Wes Craven. En aquellas películas todos eran sospechosos y cualquiera podía terminar bajo el cuchillo de Ghostface. Hoy si los personajes tienen determinados rasgos físicos y preferencias sexuales ya se da por contado que no pueden ser villanos. En esta oportunidad encima añadieron a los “sobrevivientes Highlander”, personas que reciben múltiples apuñaladas mortales del psicópata y continúan con vida gracias a la falta de agallas de los directores para tomar un mínimo riesgo. En este film en particular no hay un solo momento donde el relato nos permita creer que Ghostface puede vencer a las hermanas Carpenter y esa es otra enorme falencia del argumento. Intentaron compensar la ausencia de Neve Campbell con Hayden Panettiere (Scream 4) quien regresa como una agente del FBI muy poco convincente y no fue suficiente. Courteney Cox por su parte cuenta con un rol intrascendente que no le suma nada al conflicto central. Se podrían eliminar todas sus escenas que la película no se altera en absoluto. Frente a este panorama hay dos virtudes que contribuyen a que el film se haga llevadero hasta el fatídico tercer acto. Por un lado las interpretaciones de Melissa Barrera y Jenna Ortega, quienes le sacan agua a las piedras y se encargan de sostener el espectáculo pese a las debilidades del guión. Sin ellas esta película hubiera estado más complicada ya que el resto del reparto juvenil no se encuentra a la misma altura en lo referido a las interpretaciones dramáticas. Un acierto de Scream 6 que sería injusto ignorar es el cambio de escenario que le aportó un poco de aire fresco a la trama. En esta ocasión la acción se traslada a Nueva York y los directores supieron aprovechar las locaciones de esa ciudad para proponer algo diferente. La secuencia más destacada de suspenso que tiene lugar en un subte poblado por fans del cine de terror está muy bien lograda y explota con acierto la vida cultural de esa localidad. Lamentablemente la película luego decae con la revelación de Ghostface que califica como la más estúpida de toda la saga. Las motivaciones del villano para cometer los crímenes es de una ridiculez notable y en el tramo final la propuesta se desinfla notablemente con un clímax que tiene una ejecución predecible y chapucera. Sobre todo porque previamente ya se estableció que las Carpenter pueden ganar con facilidad todas las peleas. Quienes te vendan esta película como la mejor continuación de Scream no les podés comprar un auto usado. Los esbirros de Paramount la vieron gratis mientras que vos pagás una entrada para encontrarte con una propuesta que poco tiene que ver con la cortina de humo exagerada que propagaron en las reacciones de Twitter. Si bien tampoco es el peor slasher que llegó a los cines en el último tiempo, dentro del standard de calidad que supo tener la franquicia esta sexta entrega de Scream ofrece un contenido inferior.
Una inspirada y profesional interpretación de Bendan Fraser levanta una película que se siente redundante en la filmografía de Darren Aronofsky. La ballena es un exponente del cine de miseria porno que llega todos los años para estas fechas y suele enamorar a los votantes de la Academia de Hollywood. En el pasado la misma clase de propuesta se presentó con otros títulos como Monster Ball, Crash, Albert Nobbs, Precious y Moonlight que contaron también con una recepción positiva exagerada por parte de la crítica. La particularidad del caso es que Aronofsky en esta oportunidad ofrece una copia carbón inferior de lo que fue El luchador, una producción que le valió una nominación al Oscar a Mickey Rourke con un regreso que lamentablemente después no se terminó de consolidar. Otra vez nos encontramos con un pobre desgraciado con conductas autodestructivas que tras una situación complicada de salud, que pone en jaque su existencia, decide reconectarse con su hija para enmendar los errores del pasado y conseguir una última redención. El concepto es el mismo con la diferencia que esta propuesta carece de una enorme virtud que tuvo el film del 2008. La sobriedad en el tratamiento de los elementos dramáticos. En aquella historia la interacción entre los personajes se sentía real porque el director no exageraba el contexto miserable y decadente que rodeaba al protagonista. En este relato a los problemas de salud que sufre el pobre Charlie, producto de una obesidad extrema, se suma la culpa por su inclinación homosexual que puso fin a su matrimonio, el duelo por el suicidio de su novio y los pases de factura y maltratos de su insoportable hija adolescente, interpretada por una sobreactuada Sadie Sink. El personaje más sufrido en la historia de las telenovelas no padeció tantas tribulaciones juntas como el rol que encarna Fraser en esta producción. Es más, comparado con esto Albert Nobbs parece un cuento inspirador de Frank Capra. A través de este catálogo de lugares comunes, disfrazado de retrato profundo de la condición humana, Aronofsky elabora un drama grandilocuente que con el desarrollo del argumento se convierte en el tipo de película que Ben Stiller parodiaba y criticaba en Tropic Thunder. Dentro de este panorama Brendan Fraser consigue sacar adelante un rol muy complicado que en manos de un actor menos experimentado hubiera resultado un desastre. Una cualidad de su interpretación es que logra distraer al público de las prótesis de maquillaje para aportarle cierta humanidad al profesor universitario que encarna. La labor de Fraser encuentra sus mejores momentos en cada oportunidad que el director no derrapa con el grotesco. Un ejemplo que encontramos en la escena donde Charlie se pone a devorar comida como si hubiera sido poseído por el fantasma Slimmer de Ghostbusters. Innecesario. Creo que la adicción del personaje con la comida producto de su depresión se podría haber retratado de un modo menos sensacionalista. Dentro del reparto secundario Hong Chau y Samantha Morton elevan el contenido del film con muy buena interpretaciones que superan la labor de las figuras juveniles. Entre ellos Ty Simpkins, quien compone a un misionero evangelista, cuyos sermones confusos dejan la impresión que debe un par de materias de catequesis. Un rol que no tiene razón de ser en la trama y sirve para que Aronofsky incluya un trillado palo a esa religión. Para este proyecto optó por narrar la trama con una puesta en escena teatral donde la gran mayoría de conflicto se desarrolla en un departamento lúgubre del protagonista. Una elección artística que tal vez tenía la intención de resaltar la ambientación claustrofóbica que rodea a Charlie pero termina por ofrecer una obra de teatro filmada para el cine. El argumento de Samuel Hunter proviene de esa fuente y queda la impresión que su propuesta funciona mejor en ese tipo de espectáculos. Fraser hace un gran trabajo pero bajo ningún punto de vista encarna al personaje que definirá su carrera. Dentro de su filmografía Charlie sobresale como una rareza de un modo similar a lo que fue A Love Song for Bobby Long para John Travolta. En resumen, La ballena es un melodrama redundante y pretencioso que consigue ser llevadero por la labor de su protagonista y nos recuerda que Darren Aronofsky desde Black Swan no atraviesa su mejor momento creativo.
En su debut como realizador Michael B. Jordan consigue salir muy bien parado del enorme reto que representaba esta nueva entrega de Creed. A toda la presión que acompaña la producción de una ópera prima, donde encima el director es el principal protagonista, hay que añadirle la ausencia de Sylvester Stallone en el reparto y los desafíos que suele acarrear el tercer capítulo de una serie. La película debe atar todos los cabos sueltos de las propuestas previas y además cautivar al público con un argumento superior. Jordan cumple estos objetivos en un film que desarrolla el rol de Adonis Creed con una mayor independencia y madurez. Su narración opta por darle más espacio a los personajes establecidos para ahondar en los vínculos personales, al mismo tiempo que elabora de un modo impecable el arco argumental del nuevo antagonista, interpretado por un gran Jonathan Majors. En esta cuestión sobresale una de las mayores fortalezas del film. El rol de Damian Anderson toma algunos elementos de otros villanos previos de la saga Balboa como Tommy Gunn (Rocky 5), Clubber Lang (Rocky 3) y el primer Mike Tyson de los años ´80. Sin embargo la interpretación de Majors le añade una variedad de matices que le aporta su propia personalidad y evita que se convierta en una clon de los personajes del pasado. Durante el transcurso de la historia el público llega a comprender de donde proviene su resentimiento y las acciones sucias que emprende. Un tema donde jugó un papel clave el guión de Keenan Coogler y Zack Baylin (Rey Richard) que trabaja la historia de vida del villano con una dedicación que no tuvieron ninguno de los rivales previos de Rocky. Todo el conflicto entre Adonis y Damian está muy bien elaborado y Jordan desde la dirección consigue que la ausencia de Stallone no se extrañe tanto, ya que la tensión que se genera entre estos dos personajes sostiene con solidez el espectáculo. Una de las grandes sorpresas de esta película se centra en el retrato de la acción y las peleas de boxeo donde el director toma el riesgo de proponer algo diferente en lugar de copiar las labores previas de Ryan Coogler y Steven Caple Jr. Jordan opta por retratar los combates con una influencia de la animación japonesa que cuenta con una extensa lista de propuestas dedicadas a este deporte. No obstante, el referente más notable que cobra peso en la realización de Creed 3 es Hajime no Ippo (Espíritu de lucha), una de las obras maestras de este subgénero que fue muy popular en los comienzos del siglo 21. El vínculo con este animé lo encontramos en el retrato de la violencia y la edición que escoge el director para narrar las peleas que plantean una experiencia más inmersiva al ubicar al espectador dentro de la cabeza de los pugilistas. Esta elección de Jordan tiene un enorme valor ya que resalta su esfuerzo por intentar hacer algo diferente en una saga que lleva nueve películas. Las secuencias de entrenamiento son menos llamativas, aunque ese tema primó en toda la serie Creed, donde los cineastas se dieron cuenta que jamás podrían superar los antecedentes de Stallone con los montajes y se limitaron a presentar una material decente. Si bien no hay mucho más por hacer con la carrera deportiva de Adonis queda la puerta abierta para una futura entrega que podría ser bastante peculiar si toma el rumbo que se da a entender en esta historia. Tenía mis dudas con esta película porque me parecía innecesaria y al final resultó una grata sorpresa que recomiendo disfrutar en una pantalla de cine.