Una de las grandes sorpresas recientes de la cartelera que no defraudará a quienes busquen entretenerse con una propuesta de suspenso bien hecha. Desconectada es una continuación de Searching, una producción independiente de misterio estrenada en el 2018 donde la trama se desarrollaba a través del uso de Smartphones. No es necesario tener vista esa película para disfrutar esta entrega, ya que se trata de una antología que planea ofrecer relatos independientes centrados en un mismo concepto. En este caso el argumento tiene como protagonista a una joven que investiga la desaparición de su madre en Colombia desde Los Ángeles. Cuando el FBI no pone suficiente esfuerzo en el caso la chica decide resolver el misterio por su cuenta. Sus únicas herramientas son Google Maps, una cuenta de Gmail y Facebook. A partir de esa premisa los directores Will Merrick y y Nicholas Johnson desarrollan un thriller que no da respiro hasta el final con numerosos giros inesperados. No obstante,las grandes estrellas de esta película son los editores, Austin Keeling y Arielle Zakowski , quienes consiguen sostener un clima de tensión permanente con su trabajo. Lo interesante de Desconectada pasa por el modo en que aborda el género con recursos limitados y un muy buen reparto. Storm Reid, la protagonista, se redime después de lo que fue su labor en la horrenda A Wrinkle of Time con una muy buena interpretación que le hace más justicia a la icónica detective amateur Nancy Drew que el mamarracho oficial del canal CW. Durante el desarrollo del conflicto conforma una muy buena dupla desde la distancia con el veterano Joaquín de Almeida, quien representa la cara más conocida del reparto junto con Nia Long en el rol de la mujer desaparecida. Desconecta probablemente no va a envejecer bien con el paso del tiempo producto del avance de la tecnología, sin embargo quedará en el recuerdo como un gran retrato cultural de las herramientas que había disponibles en el 2023. No tuvo demasiada difusión esta producción pese a que representa el mejor material que brindó en el último tiempo el cine norteamericano dentro del suspenso.
Imperio de luz ofrece un melodrama romántico desarrollado por Sam Mendes en modo pescador de nominaciones al Oscar. Un típico exponente del cine que suele llegar a la cartelera en la primera parte del año. La película no despertó pasión de multitudes en la temporada de premios y sólo se reconoció la labor de Roger Deakins en la fotografía que es el campo donde más sobresale esta propuesta. De hecho, lo único que queda en el recuerdo tras su visionado son las ambientaciones que consigue Deakins con su trabajo en las secuencias donde se retratan las viejas salas de cine de los años ´80. El resto del contenido te deja en la más absoluta indiferencia. Queda la sensación que Mendes tenía escrito tres guiones independientes sin ninguna relación entre sí y luego optó por fusionarlos en un mismo proyecto. El problema es que ante la falta de una cohesión sólida que una todas estas ideas el resultado final es una obra dispersa donde no termina de quedar en claro cuál era el foco principal de su narración. Imperio de luz en un principio se presenta como un drama sobre la soledad y los problemas de salud mental, luego muta a una historia de amor interracial, después añade un conflicto social relacionado con el racismo en el Reino Unido (con skinheads incluidos) y como a Mendes la sobraba un guión también elabora un tributo nostálgico “a la magia del cine” y los viejos proyectores de 35 milímetros. Este último segmento incluye un par de escenas con Toby Jones a lo Cinema Paradiso que parecen pertenecer a otra producción. Más allá del argumento caótico, el mayor pecado del film es el aburrimiento que transmite durante casi dos horas, algo que no suele ser frecuente en los trabajos de este director. Al margen de la ausencia de química en la pareja que conforman Olivia Colman y Michael Ward, un tema que no es menor en una propuesta romántica, la frialdad con la que Mendes aborda la narración impide una conexión con el cuento sentimentalista que pretende desarrollar. En consecuencia, el espectáculo deja sabor a poco para tratarse de la obra de un cineasta que suele despertar más interés con sus proyectos.
Ofrenda al Demonio es una propuesta de terror que contaba con enorme chances de brindar un espectáculo decente si la dirección hubiera quedado en manos de un director competente. Una película terriblemente frustrante ya que la premisa presentaba varios elementos interesantes que no supieron ser explotados desde la realización. El argumento toma conceptos de la religión judía que en este caso se combinan con la mitología del folclore europeo relacionado con la figura de Abizou. Un demonio femenino vinculado con los abortos involuntarios y la muerte de bebés que previamente tuvo referencias en otras películas, como Posesión satánica (con Jefrey Dean Morgan), pero nunca había contado hasta la fecha con un rol protagónico. El vínculo que se establece en este relato con el judaísmo es muy atractivo porque nos sumerge en una cultura diferente que no suele tener visibilidad en este tipo de cine. Lamentablemente el film quedó en manos de un director ignoto como Oliver Parks a quién no se le cae una idea más que narrar la historia en base a jumpscares trillados que resultan agotadores. Más allá del recurso de generar sustos con efectos de sonido o falsas situaciones de peligro la dirección no hace el menor esfuerzo por desarrollar el relato a través del suspenso. La premisa cuenta con una mitología rica que pide a gritos ser explorada en detalle y Parks la desperdicia en una película desganada que termina contaminada por los clásicos lugares comunes del terror sobrenatural. Una pena porque encima el conflicto se centraba en un reparto adulto que evadía a los típicos protagonistas adolescentes con hormonas excitables. En fin, a quienes les interese la temática la pueden esperar en la televisión y no desperdician una entrada de cine.
Un gran regreso del director Ti West en el género de terror, cuya última obra recomendable dentro de esta rama la brindó en el 2013 con The Sacrament. Pearl es una precuela de X, un film estrenado el año pasado que homenajeaba el subgénero slasher de los años ´70 con una influencia notable de La masacre de Texas. Una propuesta que pese a una buena interpretación de Mia Goth no me terminó de convencer por la premisa ridícula que desarrollaba. La trama presentaba a una pareja de ancianos de casi 100 años que se desenvolvían con total naturalidad como si fueran familiares de Leatherface o Jason Voorhees. Un concepto que era imposible de comprar, sobre todo cuando la muerte de los personajes dependía de las acciones extremadamente estúpidas que cometían a lo largo del conflicto. Una característica que en cierta manera es parte del ADN del slasher pero en este caso derrapaba demasiado en esas cuestiones. Pearl afortunadamente resultó una obra mucho más interesante. La nueva propuesta del director narra los orígenes de la villana del film previo en un relato que explora la típica vida y contexto perturbador que suele rodear a los asesinos seriales. Por el lado del argumento no aporta nada nuevo a la temática, sin embargo la gran virtud de la película la encontramos en el modo en que West presenta y desarrolla el conflicto central. La trama se relaciona con los géneros del slasher y el thriller psicológico que el realizador utiliza para homenajear la Era Dorada del cine hollywoodense. West toma como influencias musicales El mago de Oz, Mary Poppins y las comedias clásicas de Judy Garland con el fin de explorar la perturbadora psiquis de Pearl, quien de este modo se convierte en una villana mucho más compleja. Si bien el director consigue que la excéntrica combinación de géneros funcione en el relato es la interpretación de Mia Goth la que eleva el contenido artístico a otro nivel. El modo en que trabaja el deterioro mental del su personaje es fascinante porque contribuye a que su rol no se convierta en una caricatura de los freaks del slasher. El relato no es indulgente con las cosas terribles que hace pero elabora en profundidad el contexto que determina su caída y los crímenes que eventualmente comete. La verdad que me desconcierta mucho el hecho que Mia no sea convocada para más película de renombre ya que hoy sobresale entre las mejores actrices de su generación. Lo que hace en este film es soberbio y la última escena perturbadora con la que cierra el film queda grabada en la memoria durante un tiempo. En los aspectos técnicos West sorprende con una labor muy interesante donde su cariño por el cine clásico y el terror se fusionan de un modo muy original. De este modo nos encontramos ante un cuento macabro que abraza la estética colorida de los musicales norteamericanos de los años ´50. No tenía idea que iba a encontrar en esta película y me sorprendió muchísimo. Claramente sobresale entre los mejores estrenos que brindó el género en el último tiempo.
La nueva película de Ant-Man aporta otro espectáculo intrascendente que se puede esperar en la plataforma de streaming de Disney y no te perdés nada relevante. Quantunmania inicia la quinta fase de la saga donde se introduce a Kang, el Conquistador. Un personaje que aspira a desempeñarse como un villano telonero dentro de la franquicia hasta que a los productores se les caiga una idea o aceleren la introducción del Doctor Doom. Se nota de manera obvia que están estirando todo lo que pueden los ciclos argumentales con propuestas de relleno que no hacen otra cosa que contribuir al desgaste que padece el género en la actualidad. Jonathan Majors, lo mejor de este film, hace un buen trabajo con su interpretación, donde le aporta dignidad al antagonista sin acoplarse al tono de estupidez que suele primar en las aventuras de Ant-Man. Kang es muy interesante y cuenta con un origen atractivo pero lamentablemente termina limitado por la fórmula Marvel en un argumento donde todo se desarrolla de un modo infantil y superficial. El director Peyton Reed ofrece un collage de lugares comunes en el que sobresalen los chistes tontos, un gran despliegue de CGI, secuencias de acción mundanas que vimos infinidades de veces dentro de esta misma saga y otro conflicto de proporciones cósmicas que ya terminó por cansar. La patética incorporación de MODOK, otro villano conocido de los cómics, entra directamente en el terreno de la vergüenza ajena. Si creías que el estudio no podía caer más bajo después del “niño sin amor” en esta película lo consiguieron con la representación de ese personaje. Durante el desarrollo de la historia los héroes resuelven las adversidades con demasiada facilidad y en 124 minutos que parecen 88 se despacha al público de las salas con rapidez. En este contexto Majors hace lo que puede y creo que sale muy bien parado. Sobre todo al tratarse de un tipo de cine que hace rato dejó de ser divertido por el desgaste natural del género y los conceptos redundantes que se presentan en las historias. Dentro del reparto Paul Rudd en piloto automático le pone onda a la trama mientras que las intervenciones de Michelle Pfeiffer y Michael Douglas hacen llevadero el visionado. La pobre Evangeline Lilly una vez más resultó desperdiciada como Wasp en un rol intrascendente. Podría haber quedado afuera del guión que daba lo mismo. En un momento hay una participación completamente descolgada de Bill Murray donde queda la impresión que el actor se equivocó de set de filmación e improvisó todos sus diálogos. Desde los aspectos técnicos se puede resaltar la puesta en escena que es impecable y el tratamiento de los elementos fantásticos dentro del mundo quántico que resultó mucho más creativo de lo que vimos en la última película de Dr.Strange Algunos alienígenas parecen extras desechados del episodio 8 de Star Wars pero tampoco es necesario buscarle la quinta pata al gato. En general la representación visual del escenario principal está muy bien lograda y junto con la labor de Majors sobresale entre lo pocos elementos destacables del film. Después se suman las tradicionales escenas extras que lejos de generar entusiasmo por el futuro de la franquicia lleva a preguntarnos si Marvel no podría adelantar un poco ese contenido en futuras películas y nos evita tener que padecer los interminables créditos finales. En resumen, otra aventura olvidable de Ant-Man que tranquilamente se podría haber derivado a Disney + en el formato de miniserie.
Una sólida interpretación de Naomi Ackie consigue hacer llevadera la clase de biografía superficial, pedestre y sin alma que se podía esperar del guionista de Rapsodia Bohemia, Anthony McCarten. Hace unos años el canal Lifetime realizó una película sobre Whitney Houston que protagonizó Angella Bassett y tenía un perfil similar. En ambos casos se ofrecen producciones extremadamente correctas que presentan una aversión a profundizar los aspectos más dramáticos dentro de la historia de vida de la artista. El film de la directora Kelsi Lemmons recorre la carrera de Whitney como si se tratara de un resumen escolar basado en el perfil de Wikipedia. Desde sus orígenes artísticos en el coro de una iglesia a sus primeros pasos en la industria discográfica, seguido por el ascenso a la fama el final trágico a los 48 años. A lo largo del relato hay alguna referencia a su bisexualidad y algún problemita de adicciones pero la película de Lemmons no expresa el menos interés en ahondar en ninguna de estas cuestiones o en la faceta artística de la protagonista. Todo se desarrolla de un modo mecánico e insípido a través de una narración que termina por desperdiciar una muy buena interpretación de Naomi Mackie, quien encarna a la intérprete en las diversas etapas de su vida. Al igual que Rapsodia Bohemia una virtud que se puede resaltar del film es la rigurosidad con las que se recrearon desde la realización algunas de las presentaciones icónicas de Houston. Se destacan especialmente la interpretación del himno norteamericano en el Super Bowl de 1991 y hacia el final la presentación en los American Music Awards de 1994 que quedó en el recuerdo entre los mejores momentos de su carrera. Debido a que la voz de la artista era imposible de replicar en la mayoría de las secuencias musicales se escuchan las grabaciones originales. Sin embargo, Mackie tuvo la posibilidad de interpretar por su cuenta un par de canciones al comienzo del film donde hace un trabajo más que digno. Lamentablemente la película en su contenido resulta olvidable para tratarse de una biografía que podría haber ofrecido un espectáculo más ambicioso desde la ficción. A quienes les interese conocer en detalle la vida de la cantante les recomiendo el brillante documental de Kevin Macdonald (Un día en Septiembre), Whitney, que explora en profundidad las luces y sombras de una de las mejores voces que trascendieron en la música popular norteamericana.
Otro intento fallido por recuperar la gloria perdida del terror japonés de fines de los años ´90 que en su momento cosechó su nicho de seguidores con las historias de fantasmitas vengativos en Ringu y The Grudge. El aro 4 es una propuesta exclusivamente pensada para los espectadores adolescentes de la actualidad que ni siquiera estaban nacidos cuando se estrenó la remake hollywoodense de Gore Verbinski con Naomi Watts en el 2002. No es necesario repasar las anteriores para seguir la trama ya que el film se encarga de resumir la mitología de la franquicia con un relato que se siente como una especie de remake actualizada de la original. La particularidad del film de Hisashi Kimura es que le aporta dos elementos novedosos. Por un lado trabaja la maldición de la jodida Sadako en el contexto moderno de las redes sociales donde el mal y la tragedia se puede diseminar a una mayor velocidad que la que proponía el viejo VHS. El concepto no es malo y le añade un desafío interesante a la nueva generación de protagonistas. Kimura por otra parte construye el relato con un contenido más humorístico que no tenía precedentes en la saga y donde se nota una inspiración del Scream de Wes Craven. La mala noticia es que su ejecución resulta horrenda y no aprovecha estos elementos que hubieran brindado un espectáculo más ameno para el público veterano. Salvo por una escena donde unos adolescentes intentan entender el concepto del VHS el humor no funciona y la narración se queda muy corta en materia de terror y suspenso. Sadako ya no da miedo y remite bastante a las parodias de Scary Movie. Por consiguiente, como propuesta de horror es una producción inepta que no consigue revivir el atractivo que alguna vez llegó a tener la franquicia. No obstante, para chicos de entre 10 y 13 años que recién empiezan a explorar el género y no tenían la menor idea de la existencia de la saga, El aro 4 podría ofrecerles un entretenimiento más ameno. Para el resto no vale la pena perder el tiempo con esta entrega.
Durante mucho tiempo odié Titanic. A tal punto que esta semana volví a verla por segunda vez después de 15 años. La molestia no pasaba por la película en sí, que desde lo estrictamente cinematográfico es increíble, sino por los recuerdos de lo que fue ver esto en 1997. En ese momento, cuando se conoció por primera vez, era muy, pero muy complicado encontrar una función donde exhibieran Titanic y no hubiera un grupo de infradotadas, que gritaban como ninfómanas en celo, cada vez que había un primero plano a Leonardo DiCaprio. Parecía que uno hubiera ido a un recital de Luis Miguel en lugar de ver una película. La manía DiCaprio fue realmente impresionante aquel año y era muy difícil conectarse con la historia con tantas adolescentes que gritaban como desaforadas por cualquier estupidez. Si a eso le sumamos el vomitivo tema (la propia Kate Winslet coincide con esto y la banco en sus recientes declaraciones) empalagoso de Celine Dion que sonó hasta el hartazgo en todas partes, uno podría encontrar motivos de sobra para odiar Titanic. Con este reestreno tuve una revancha y finalmente me reconcilié con esta película al poder disfrutarla como se debe. La verdad que Titanic es mucho más que una película pochoclera hollywoodense; es una experiencia. James Cameron no es un guionista brillante y el modo de encarar el romance en todos sus filmes tiende a ser bastante burdo y predecible, pero como narrador y productor hay que reconocerle que es un genio. No todo el mundo puede emprender proyectos de esta magnitud con la calidad artística que tienen los trabajos de este tipo. Decir que Titanic es una experiencia no es una exageración porque la gran virtud de este film es que como espectador te lleva a vivir lo que pudo haber sido estar en el medio de esa catástrofe. Durante el desarrollo de la trama estás ahí en el barco y lo recorrés por completo hasta que se hunde. Cuando los protagonistas abordan el Titanic vos subís con ellos. Por más que la hayas visto 200 veces desde su estreno y puedas citar diálogos de la historia de memoria, recomiendo verla otra vez en la pantalla grande porque el soberbio trabajo que hicieron con la conversión en tres dimensiones intensificó por completo la experiencia de la película. O sea, el 3D en este caso está al mismo nivel de lo que se vio en Avatar y desde los créditos iniciales te dejan con la boca abierta. El trabajo que hicieron con la conversión es excelente y por ejemplo la escena en que aparece el iceberg frente del barco ahora es absolutamente impresionante. También permitió un lucimiento de todos los detalles que tienen que ver con la reconstrucción histórica del buque que es soberbia y en este formato esto se disfruta mucho más. No deja de ser interesante también como algunas escenas que en 1997 parecían totalmente realistas hoy quedan un poco anticuadas porque se nota el trabajo de la animación digital que permanece en constante evolución. Cabe destacar que esta nueva versión que llega a los cines incluye algunos retoques digitales (ver Dato Loco) que le hicieron al film, especialmente a una escena, pero en general son imposibles de identificar. Sí, son 194 minutos y esta vez (por suerte) no hay intervalo como en el ´97, pero la verdad que está tan bien llevada la narración que podés engancharte con la historia sin que la duración sea una molestia. En fin, el regreso de Titanic es una gran oportunidad para volver a disfrutar de este clásico como se debe, que es una pantalla de cine. Hugo Zapata EL DATO LOCO: Un maravilloso ejemplo que retrata en James Cameron la enfermedad obsesiva por los detalles y también la pasión que tiene por su trabajo. El cambio más importante que presenta la nueva versión de Titanic (esto no es broma) son las posiciones de las estrellas en el cielo durante el momento de la tragedia. Esto se produjo a raíz de la crítica que le hizo al film el astrónomo Neil de Grasse Tyson (otro lunático), quien cuestionó la posición de las estrellas en las escenas finales del hundimiento. “Entonces le dije a de Grasse Tyson, está bien hijo de puta, envíame la posición exacta de las estrellas del 15 de abril de 1912, a las 4: 15 a.m. que las cambio en la película y esa es la única escena que se modificó”, expresó hace unos días Cameron a la revista inglesa Culture, donde confirmó este delirio.
Llaman a la puerta no quedará en el recuerdo entre los grandes filmes de M.Night Shyamalan pero durante 100 minutos al menos ofrece un entretenimiento decente dentro del thriller apocalíptico. En este proyecto presenta una adaptación de la novela de terror The Cabin at the End of the World, de Paul Temblay, que cosechó reseñas positivas en los últimos años. El director establece la premisa del conflicto en los primeros cinco minutos del film y en adelante presenta un gran trabajo a la hora de sostener la trama con tensión y suspenso. Hasta el momento de la resolución, el misterio que rodea a los protagonistas es atractivo y cuenta con un muy buen reparto donde sobresale especialmente Dave Bautista, quien vuelve a demostrar que es el mejor actor que brindó la industria de la lucha libre en los últimos años. Su evolución fue notable y hay que reconocerle el esfuerzo por no repetir los mismos roles en los proyectos que escoge. El gran estigma de The Rock. Por el contrario, Bautista siempre busca aportarle algún detalle interesante a los personajes que interpreta y en esta propuesta cuenta con muy buenos momentos. La gran debilidad de este film es que se queda corto en materia de giros sorpresivos y la resolución resulta más genérica y previsible de lo esperado. Esta cuestión es un poco decepcionante porque durante los primeros dos actos del film el relato amaga con presentar un regreso a la primera etapa de la filmografía del director. El tema es que Shyamalan no concibió esta historia y se limitó a adaptar la novela de Temblay que tiene un buen concepto que se desinfla notablemente en el final. Pese a todo no deja de ser una propuesta un poco más satisfactoria que su obra previa (Old) si bien está destinada a quedar enseguida en el olvido.
Con una corta filmografía de apenas cuatro películas el director Martin McDonagh cosechó la aclamación de la prensa y el público en su transición del teatro al cine. Si en el pasado disfrutaste Escondido en Brujas, Siete psicópatas y Tres anuncios por un crimen, su nueva obra es una buena opción para tener en cuenta ya que el realizador irlandés propone algo diferente. En esta oportunidad le dio un descanso al cine de género centrado en temáticas policiales para desarrollar una tragicomedia bastante turbia que toma esos elementos violentos y absurdos que le dieron notoriedad en sus espectáculos teatrales. Ambientada a fines de la Guerra Civil irlandesa, en 1923, la trama desarrolla la ruptura de una relación entre dos amigos de toda la vida, cuyo conflicto lejos de encontrar una solución escala a niveles grotescos con ramificaciones en la comunidad a la que pertenecen. A partir de esa premisa McDonagh elabora una fábula compleja que sirve como una gran analogía de las repercusiones psicológicas y grietas sociales que dejó ese conflicto bélico en el país europeo. El argumento también aborda temáticas como la soledad y los problemas mentales y se da el lujo de incluir guiños a los relatos tradicionales de la mitología irlandesa. No obstante, la reflexión más notable que deja el film se refiere a como en ocasiones se pueden arruinar amistades de años por estupideces y desde esa temática universal el relato consigue conectar emocionalmente con todos los públicos. Cabe destacar que si bien cuenta con elementos de la comedia de humor negro esta no es una película para ir a buscar carcajadas al cine. Con el desarrollo de los personajes el guión se adentra en un terreno denso donde el drama cobra protagonismo. Colin Farrell, quien no para de cosechar elogios por su interpretación, ofrece una muy buena composición que no hubiera generado las mismas reacciones sin el antagonismo de Brendan Gleeson. Las interacciones entre ambos aportan una tarea en conjunto muy rica que el director supo explotar en su narración. Una muy buena banda sonora de Carter Budwell que se acopla a la perfección al tono melancólico del film y la fotografía de Ben Davis, quien logra hacerle justicia a los hermosos paisajes irlandeses, complementan la virtudes de la nueva obra de McDonagh. En lo personal me enganchan más las propuestas policiales de este director (Escondido en Brujas sigue siendo mi favorita) pero también disfruté Los espíritus de la isla y me parece interesante su intención de incursionar en otros géneros.