Keira Knightley continúa su cruzada personal por convertirse en la actriz con la mayor cantidad de películas de época en su filmografía. A esta altura ya es una abonada regular al género y aunque las historias en la que interviene no siempre despiertan el mismo atractivo por lo general a ella se la disfruta bastante porque es una muy buena actriz. Viviendo con el enemigo es esa clase de drama con triángulos amorosos que por lo general son más disfrutados por el público que la prensa. El director inglés James Kent, quien fue responsable de Testamento de juventud (2014), con Alicia Vikander, vuelve a construir un romance con un conflicto bélico como telón de fondo. La trama se desarrolla en 1946 en una Hamburgo destruida tras el conflicto de la Segunda Guerra Mundial. Una característica interesante de este film es el retrato que presenta de los bandos en conflicto tras la posguerra. Desde el rechazo general que despertaba el pueblo alemán en el resto de la población a la secuelas psicológicas y el resentimiento que dejó el nazismo en sus seguidores. Viviendo con el enemigo resulta una película muy atractiva cuando explora estas cuestiones y el dolor que acarrean los sobrevivientes que perdieron seres queridos. Lamentablemente el foco del film no se concentra en este tema y eventualmente se vuelve mucho más trillada cuando la dirección se estanca en el melodrama romántico. Keira presenta una sólida interpretación y está muy bien acompañada por Stellan Skarsgard y Jason Clarke quienes llegan a tener sus momentos destacados. A medida que se desarrolla el conflicto el contexto histórico siempre resulta mucho más interesante que los dramas personales que viven los protagonistas que deriva en el cliché del affair extramatrimonial. Aunque la producción del director Kent es impecable y cuenta con un buen reparto queda la sensación que el film tenía el potencial para brindar una obra superior de no contar con un guión tan predecible. No obstante, los aficionados al género pueden llegar a disfrutarla con más entusiasmo.
Desde el momento en que se anunció que el regreso de Hellboy quedaría en manos de las compañías Lionsgate y Millennium (la heredera oficial de la vieja Cannon Films) se sabía que esto se desarrollaría en el terreno del cine clase B. No hay ninguna sorpresa en esta cuestión y desde los aspectos más técnicos esta nueva producción se encuentra a años luz de la calidad que tuvieron los filmes de Guillermo del Toro. Ya de por si la opulencia visual que ofreció la última entrega, El ejército dorado, en el 2008, califica entre las adaptaciones de cómics más ambiciosas que se hicieron en la última década. Eso es muy complicado de superar y en este caso se extraña muchísimo esa artesanía especial y los detalles en el diseño de producción que le otorgó el cineasta mexicano a su obra. Personajes queridos de esta propuesta como Abe Sapiens y Liz Sherman, que conformaban un trío muy especial con el protagonista, quedaron afuera del reboot y la ausencia se siente muchísimo. Ahora bien, pese a todas estas cuestiones la nueva Hellboy es mucho menos terrible de lo que uno podía haber imaginado. En principio una buena noticia es que el film se encuentra más en sintonía con el tono que presentó el segundo avance que el primero que fue bastante desconcertante. La dirección en este caso corrió por cuenta de Neil Marshall (El descenso), quien de manera astuta encaró la narración dentro del territorio que mejor domina que es el terror. Con todas las falencias técnicas y argumentales que tiene su trabajo y en breve detallaré, lo que le valoro a esta producción es que preserva la identidad comiquera de la obra de Mike Mignola. No es perfecta y la podés hundir por un montón de cuestiones, pero al menos tiene ese corazón genuino de historieta que no encuentro por ejemplo en las producciones de DC. Wonder Woman es la única excepción. El otro día volví a ver Aquaman y hasta la media hora final cuando Jason Momoa se pone el traje naranja yo no tengo claro lo que estoy viendo ni el personaje que interpreta. En este estreno David Harbour, el nuevo Hellboy, se transformó en el demonio cascarrabias de Mignola y captura a la perfección la personalidad de este anti-héroe. Me encantó lo que hizo Ron Perlman con el mismo rol en el pasado pero Harbour está impecable y me hubiera gustado verlo en una producción superior. La versión de Marshall al menos reúne todos esos elementos clásicos que integran la identidad de esta historieta. La iconografía del horror de Lovecraft, el folclore de los cuentos de hadas oscuros y el mito artúrico, que es parte de esta propuesta, están presentes en el film y en consecuencia nunca se pone en duda que nos encontramos ante una película de Hellboy. La nueva producción al menos tiene una impronta comiquera y si te gusta el personaje no la pasás mal. No obstante, una enorme debilidad de este film que no se puede ignorar se relaciona con la trama. El guionista David Crosby, quien proviene del campo de los cómics, fusionó numerosos elementos de las revistas de Hellboy, muy especialmente de los últimos arcos argumentales, y armó una ensalada confusa con un montón de cuestiones que no terminan de funcionar. Hay situaciones relacionadas con el origen del personaje que se podían haber desarrollado mejor y el contenido humorístico salvo por los comentarios sarcásticos de David Harbour en general no funciona. En el caso de Milla Jovovich como Nimue y su secuaz, que es una especie de cerdo humanoide, parecen salidos de una película de las Tortugas Ninjas y chocan con el tono general que tiene el film de Marshall. Cada vez que intervienen en la trama queda la sensación que pertenecen a otra producción. En lo referido a los aspectos visuales la fotografía está en sintonía con la estética del cómic y los efectos especiales son irregulares. Hay secuencias del film donde se nota que le faltó una pulida al CGI y otras que quedaron muy bien, sobre todo para tratarse de una película de Millennium. Sobresalen especialmente una fantástica pelea del protagonista con unos gigantes, una escena que muestra al demonio liderando el Apocalipsis (gran momento Mignola) y el zarpado ataque de unos monstruos gigantes en Londres. Cuando la película entra en el terreno de la acción y el gore no quedan dudas que la dirección estuvo a cargo del mismo sujeto que nos brindó El descenso. Como mencioné al comienzo, el tema es que esto no deja de ser una película clase B y hay que tenerlo claro si se elige verla en el cine. De todos modos, aunque no esté a la altura de las producciones previas, en lo personal le valoro el hecho que nos distorsionaran al personaje y el espectáculo entretenido que propone. Tiene mucha acción y a Harbour se lo disfruta en el rol. Honestamente no sé si la recomendaría abiertamente a todo el mundo pero si te gusta Hellboy creo que merece una oportunidad.
Parque mágico es una propuesta inusual de Nickelodeon que tiene muy poco que ver con la clase de película que se vende en los avances promocionales. El tono del relato es mucho más complejo y emocional y por momentos evoca esa oscuridad y melancolía que tuvieron algunas producciones infantiles de los años ´80 (como Regreso a OZ), que al igual que este estreno fueron odiadas por la crítica. Si en esta misma ficha mirás el porcentaje que tiene en Rotten Tomatoes parecería que esto es un desastre absoluto y la verdad es que no es tan terrible. No dudo un segundo en defender este film ante otras producciones insípidas, como las continuaciones de Hotel Transilvania o Angry Birds, que se centran en los chistes tontos como único recurso de entretenimiento. A diferencia de lo que se vendió en las publicidades, esta película en realidad gira en torno a la ansiedad y el estrés emocional que genera en una niña la enfermedad de su madre y la posibilidad de perderla para siempre. Esa crisis familiar influye en sus emociones y en la conexión que ella tenía hasta ese momento con la imaginación y la fantasía. Si bien el film no tiene golpes bajos ni entra en el terreno Pixar de la depresión absoluta o la genialidad de Mi vecino Tororo, que contaba con una premisa parecida, por momentos lidia con algunas cuestiones densas y no todo pasa por las situaciones graciosas con los animales que hablan. La oscuridad a la que se enfrenta June en la aventura, que es una analogía de la tristeza, está muy bien trabajada en el argumento y deja un mensaje positivo y realista. La tristeza es un sentimiento que no se puede erradicar por completo en la vida pero hay maneras de lidiar con ella y el film aborda muy bien esta cuestión. Un momento. ¿Si llevo a mis hijos a ver Parque mágico se van a poner a llorar en el cine o terminar deprimidos? No, en absoluto, pero los menores de cinco años podrían asustarse con algunas secuencias de fantasía. En estos días donde muchos niños tienden a estar idiotizados con los videos juegos del celular o la tablet la película también incentiva al público infantil a retomar la imaginación a la hora de entretenerse para crear mundos y personajes originales. Otra cuestión positiva de esta historia que genera que no la pueda aniquilar en la reseña como hacen en otros medios. Un problema que tiene Parque mágico es que es muy corta y en apenas 85 minutos no termina de ir a fondo con los temas que trabaja. Sobre todo en la parte emocional del argumento que podría haber tenido un mayor desarrollo. Me quedó la sensación también que a los personajes de fantasía les faltó un poco más de personalidad y terminan siendo olvidables. En el terreno de los aspectos técnicos, si bien la animación es algo genérica cabe resaltar la labor que hicieron con el diseño de los escenarios que es espectacular. Toda la gama de colores que usaron y los detalles en el parque y las criaturas que lo habitan están muy bien logrados. En resumen, una propuesta diferente de Nickelodeon que no se destacará entre los mejores filmes de animación del año pero tampoco es el peor estreno del género como intenta vender especialmente la prensa norteamericana. El Dato Loco: Parque mágico quedará en el recuerdo como la película sin director de esta compañía. Aunque el realizador Dylan Brown fue responsable de la mayor parte de esta producción nunca llegó a completarla. El estudio Paramount lo despidió debido a las numerosas denuncias que recibió por acoso sexual y a raíz de ese tema optaron por eliminar directamente los créditos de dirección.
La remake de Cementerio de animales ofrece una película de terror efectiva y bien realizada que probablemente engancharás más a los espectadores que nunca vieron la versión original de 1989 o desconocían la novela de Stephen King, Para el resto es una producción que se deja y ver e inclusive se disfruta, lo que no es poco en estos días frente a la calidad que ofrecen los filmes del género. Los puristas del escritor menos tolerantes probablemente la odiarán. El fan de King suele enojarse cuando alteran los relatos en el cine y esta propuesta no es la excepción, pese a que existen adaptaciones peores. Los directores Kevin Kolsch y Dennis Wydmyer construyen un film entretenido que encuentra sus mayores virtudes en las atmósferas macabras que sirven de marco a la historia y la labor del reparto que es excelente. John Lithgow, en su debut dentro del género, sobresale como el viejo Jud Crandall, mientras que Jason Clarke le otorgó más matices dramáticos al padre de familia que protagoniza este relato. Por el lado de los niños las interpretaciones son correctas pero como era de esperarse no pudieron superar la labor de Blaze Berdalh como Ellie Creed y muy especialmente el icónico Miko Hughes, como el bebé Gage de la película original. El tema con esta nueva interpretación es que si bien el concepto de Cementerio de animales sigue intacto, el guión de Jeff Buhler le da un cambio radical a la historia que no contribuye en absoluto a enriquecer la idea original de King. En la inevitable comparación, la película de 1989, que era más fiel a la novela, sigue siendo mucho más perturbadora y macabra que la remake. Los directores de esta versión aportan escenas de susto decentes y algunas referencias a otras obras de King, pero en el tercer acto el film se debilita bastante debido a los cambios argumentales. La gran salvación de Cementerio de animales pasa por el hecho que la calidad de los estrenos de terror que llegan habitualmente a la cartelera es muy inferior a esto. Dentro de ese contexto, la obra de Kolsch y Wydmyer por lo menos se deja ver y no vas a sentir que desperdiciaste una entrada al cine, si bien esta remake no quedará en el recuerdo entre las mejores películas que brindó la obra de Stephen King.
La era depresiva de Zack Snyder en DC habrá terminado pero el nuevo rumbo que propone Warner con esta franquicia tampoco es muy superior. Los argumentos que se utilizan para ensalzar esta película en las críticas se relacionan con el hecho que tiene humor y es entretenida; dos cuestiones que no puedo refutar. En efecto, si sirve de consuelo, Shazam es mucho más amena que el Escuadrón Suicida y tiene un montón de chistes, sin embargo, no deja de ser también una producción de medio pelo, con serios problemas de identidad en su narración que ofrece un espectáculo olvidable. El caso de este personaje era complicado. Nos encontramos ante un superhéroe que se quedó estancado en los años ´40, se peina como Carlos Gardel, viste unas mallas rojas ajustadas, botas amarillas y una capita que le llega hasta los hombros. Por no mencionar que su frase de cabecera es “Holy Moley”. En los 80 años de vigencia que tiene el personaje fueron muy pocas las ocasiones que pudo brindar relatos interesantes en los cómics, ya que a los artistas de DC siempre les costó reinventarlo en un contexto moderno. El escritor Geoff Johns, quien restauró la dignidad perdida de Aquaman en el 2011, también rescató la figura de Shazam hace poco en una nueva interpretación que es la fuente de inspiración de esta producción. Los primeros 30 minutos de este film son realmente muy buenos (es justo mencionarlo) y de hecho calca situaciones y diálogos de las últimas historietas que se hicieron con este superhéroe. Asher Angel compone un excelente Billy Batson (mucho más simpático que el del cómic) y el casting de los huérfanos que acompañan al protagonista fue brillante. Eso también se lo reconozco al film. Cada uno de los chicos encarnó a la perfección los roles de la historieta y Jack Dylan Glazer se destaca como Freddy Freeman, el clásico compinche del protagonista. La buena química que tiene Glazer con Asher y Zachary Levi en más de una ocasión levanta muchísimo esta propuesta. El director David Sandberg (Nunca apagues la luz) tuvo la intención de desarrollar esta producción como una especie de Quisiera ser grande con superhéroes. Algo que tiene sentido ya que en cierto modo ese es el concepto de este personaje. Shazam no es otra cosa que un hombre poderoso con la mentalidad de un chico de 14 años. La idea era buena pero la ejecución resultó completamente fallida y esto para mi afectó bastante al film. La gracia de Quisiera ser grande era que la interpretación de Tom Hanks te hacía creer que era un chico adolescente y su labor estaba en perfecta sintonía con el protagonista juvenil que se presentaba al comienzo. Por el contrario, en Shazam hay una incoherencia absoluta entre la personalidad de Billy Batson y la que tiene el superhéroe . Billy es un chico bastante lúcido e inteligente, con una historia de vida fuerte y cuando se transforma en Shazam pasa a convertirse en un completo idiota que parece pertenecer a una película diferente. Zachary Levi trabaja en un film aparte donde se nota un esfuerzo descomunal por ofrecer una historia graciosa, como tal vez designaron los estudios de marketing de Warner. Cada vez que el superhéroe se transforma en Billy Batson la película cambia radicalmente de tono y no termina de quedar claro cuál es la verdadera versión del director. Por un lado tenés un film atractivo (todas las secuencias con Batson y los huérfanos) que evoca el cine de fantasía y aventuras de los ´80 y después está la sitcom de Levi que parece salida de un sketch del programa de Jimmy Fallon y es otra producción aparte. Durante el desarrollo de la historia Shazam no tiene otra finalidad que ser usado como un Deadpool Pakapaka para rellenar la trama con situaciones graciosas. Hay chistes que funcionan bien y otros entran en el terreno de lo patético, como una referencia que incluyeron a Rocky Balboa No hay mucho más que eso. Sandberg no hace absolutamente nada con la exploración del mundo de la magia y la mitología griega con la que se relaciona el superhéroe porque todo se desarrolla a través de un espectáculo bastante tonto, dirigido al público infantil. Inclusive como sátira del género es completamente inepta y atrasa 20 años. Por el lado del villano, Mark Strong vuelve a quemarse otra vez con un rol muy pobre como ocurrió en Linterna Verde. No obstante la culpa no es de él. La narración de Sandberg no le da ningún espacio para trabajar al Doctor Sivana que tiene apariciones muy limitadas y tampoco aporta nada relevante. Por el lado de los aspectos técnicos nos encontramos ante una película genérica y chata que no hace el mínimo esfuerzo por ofrecer alguna secuencia de acción decente con la figura de Shazam. El hecho que Sandberg trabajó con la mitad del presupuesto de James Wan en Aquaman no es una excusa sólida para justificar su falta de creatividad e ingenio en el campo de la acción. Hasta la serie de televisión Arrow presentó mejores persecuciones y peleas. El enfrentamiento final del héroe con los villanos parece salido de un capítulo de los Power Rangers de los años ´90, que por lo menos le ponían más emoción. Hay otras grandes decepciones con esta propuesta pero entran en el terreno de los spoilers. Por estos motivos, cuando pensás la película más allá de los momentos graciosos, el resultado final es bastante flojo. Obviamente si recordás que de la mano de Zack Snyder Wonder Woman hubiera muerto en su segunda aparición en la Liga y Superman tras resucitar luego de su innecesaria muerte se hubiera convertido en un villano manipulado por Darkseid a Zachary Levi le tenemos que dar un abrazo. Si hay que escoger el mal menor no dudo en quedarme con el Deadpool Pakapaka o el Aquaman Thor de Jason Momoa que por lo menos le ponen más onda. Sin embargo no alcanza. Esto es DC y el gigante sigue dormido porque el estudio Warner está completamente perdido con el género de superhéroes. Esa es la verdad que no te van a contar los fans obsecuentes de la compañía, que defienden cualquier cosa que haga el estudio, porque entienden que la editorial es un club de fútbol. En fin, de esta propuesta me quedo con todos los momentos de Billy Batson y los huérfanos y no hay mucho más para rescatar. Tampoco es una película mala pero al igual que las entregas de Ant-man, que también fueron entretenidas, queda en el olvido poco después que abandonaste el cine.
Hay que darle el crédito al director Rupert Wyatt (El planeta de los simios: (R) Evolución) por el esfuerzo de intentar hacer algo diferente con el concepto de la invasión extraterrestre, aunque la ejecución de este film no resultara convincente. Una temática clásica de la ciencia ficción que en el pasado funcionó a la hora de expresar una alegoría sobre diversos temas políticos. Desde la paranoia comunista en los Estados Unidos durante la Guerra Fría (It Came from Outer Space, La invasión de los usurpadores de cuerpo) hasta la resistencia contra los estados totalitarios, como en la icónica serie V de los años ´80. La rebelión tiene un concepto interesante donde Wyatt aborda la amenaza alienígena a través del género de espionaje. El conflicto de esta propuesta se podría adaptar en el marco de la Francia ocupada por los nazis o en los años ´60, en la Unión Soviética, durante el conflicto de la Guerra Fría y funcionaría perfectamente. La idea es atractiva y Wyatt abre el film con una buena secuencia de suspenso donde establece la llegada de los extraterrestres y el contexto del argumento. Lamentablemente ese es el único momento relevante que tendrá su relato, que luego tarda una eternidad en presentar a los personajes principales y su función en la historia. Los protagonistas no están bien definidos y el argumento sigue a numerosos rebeldes que organizan una operación para acabar con los alienígenas opresores. La agenda de los invasores tampoco es clara ni se explica por qué unos bichos que tienen el poder bélico para arrasar con toda la humanidad están interesados en establecer un régimen dictatorial en la Tierra. Simplemente seguimos a este grupo de personajes que carecen de carisma o una historia de vida atractiva mientras planean una interminable operación de espionaje. La rebelión es una película aburrida, sin vida, que desde los aspectos cinematográficos nunca llega a explotar un concepto que tenía su potencial. Wyatt no logra establecer grandes momentos de tensión y suspenso y las escenas dramáticas que se suponen tendrían que generar alguna reacción emocional fracasan, ya que se hace imposible conectar con estos personajes. Por el lado de los aspectos técnicos la película también carece de virtudes destacables. El diseño de los extraterrestres es bastante desapasionado y el director cae en el viejo truco de retratarlos en escenas nocturnas para esconder los efectos digitales. Si bien es claro que el Wyatt concibió este film como un thriller más que una propuesta de acción, su dirección hace poco por construir un conflicto atrapante dentro del cine de espionaje. Por estos motivos cuesta bastante recomendar su visionado en el cine.
No tengo idea qué le pasó a Tim Burton, si se reencontró con su niño interior o tuvo alguna experiencia mística, pero Dumbo es la primera película live action con corazón que presenta desde Un gran pez, estrenada en el 2003. Salvo por las excepciones que representaron sus incursiones en la animación, como El cuerpo de la novia y Frankenweenie, su identidad como realizador desapareció progresivamente en el resto de sus trabajos que no parecían muy inspirados. En ocasiones se podía percibir fogonazos del arte del director en algunas escenas de Alicia, Sweeney Todd o Miss Pegrine y los niños peculiares pero en general ninguna de esas producciones fueron cien por ciento Burton. Dumbo tiene cine, fantasía y momentos emotivos en una obra que además rescata la sensibilidad del cine live action olvidado de Disney, cuando la compañía creaba producciones originales en lugar de remitirse a refritar los clásicos de los dibujos animados. En el caso de esta producción Burton encaró el tratamiento de la historia por el camino adecuado, que es la mejor manera de llevar adelante estas remakes innecesarias, que este año tendrán una fuerte presencia en la cartelera. En lugar de realizar una copia carbón, escena por escena del recordado film de animación de 1941, como se hizo con el bodrio de la La Bella y la Bestia, en esta producción encontramos una interpretación diferente de la historia. A lo largo de la trama hay guiños simpáticos a la versión original, como los recordados elefantes rosados pero el relato conserva su propia identidad. Burton toma a Dumbo como el motor principal del conflicto si bien le otorga una prioridad relevante a los personajes humanos que son los verdaderos freaks del relato. El pequeño elefante estuvo impecablemente realizado y cada vez que la cámara se concentra en él te compra por completo. La narración de este film tiene todos los elementos clásicos que se pueden asociar con el director. Desde la música de Danny Elfman, que no pasa desapercibida, los tonos de la fotografía, el diseño de producción que presentan los escenarios y el tratamiento del humor cuentan con el sello de autor de su realizador. En ningún momento queda en duda que la película fue dirigida por Burton y en esta cuestión jugó un papel clave la labor del reparto que eleva esta remake a otro nivel. Danny DeVito, completamente inspirado, la rompe con uno de los mejores trabajos que brindó en el cine en mucho tiempo. Michael Keaton se disfruta en un villano excéntrico, mientras que Eva Green y Colin Farrell le aportan calidez a la historia. Se podrían objetar algunas escenas donde a los efectos especiales le faltó una pulida, aunque en términos generales esta es una propuesta infantil redonda que funciona muy bien. Dumbo tiene sus momentos emotivos y entretiene pero lo más importante de todo es que rescata el arte de Tim Burton que brilló por su ausencia en sus últimos trabajos. Disfruté mucho esta película y probablemente la tendré presente entre mis favoritas del año.
Un ladrón con estilo representa la despedida como actor de uno de los artistas más relevantes que tuvo la industria de Hollwood en las últimas cinco décadas. Robert Redford no sólo es una figura importante por todas las películas memorables que protagonizó y dirigió en el pasado (ver nota), sino que además fue uno de los principales promotores del cine independiente en los Estados Unidos. Esta es la última vez que podremos disfrutarlo como actor en una propuesta basada en una curiosa historia real. La trama de este film está inspirada en la vida de Forrest Tucker, un delincuente que logró escaparse de prisión 18 veces y se convirtió en millonario gracias a los numerosos bancos que robó sin ejercer ningún acto de violencia. Un claro discípulo de la vieja escuela de John Dillinger, quien junto a sus socios concebía operativos que desconcertaban a la policía. Un aspecto insólito del caso Tucker, que está muy bien trabajado en este film, es que los robos no estaban motivados por una necesidad económica o de codicia, sino por la adrenalina que le generaba al ladrón el hecho de cometer un delito y burlarse de las autoridades. En otras palabras, Tucker era adicto a los robos de bancos. La dirección del film corrió por cuenta de David Lowery, quien había trabajado con Redford en la remake de Mi amigo el dragón de Disney. En este caso narra la historia del célebre delincuente a través de una biografía con tintes policiales que evoca la clase de producciones que protagonizó Redford en la mejor época de su filmografía, que tuvo lugar entre finales de los años ´60 y comienzos de la década de 1990. La película fue concebida claramente para el lucimiento del actor, pese a que está rodeado de grandes figuras en roles secundarios, como Danny Glover, Tom Waits (a quien me hubiera gustado ver en más escenas con el personaje que encarna) y Sissie Spacek, con quien compone una muy buena dupla. No obstante, la figura más destacada después del protagonista resulta Cassie Affleck, quien interpreta un personaje muy interesante. Un policía hastiado por la rutina de su trabajo que vuelve a encontrar una motivación en su vida con el caso Tucker que resulta más complicado de lo esperado. La presencia y carisma de Redford conforman la principal atracción de esta propuesta donde el artista se despide con un gran trabajo. Un ladrón con estilo es una gran recomendación para disfrutarlo por última vez en la sala del cine e integra a partir de este jueves uno de los mejores estrenos de la cartelera.
El nuevo trabajo del director Jordan Peele arrastra las mismas virtudes y debilidades que tuvo su ópera prima, Get Out. Su último proyecto ofrece una producción que consigue ser entretenida si bien está muy lejos de sobresalir como la gran obra de horror moderno que venden los medios de prensa norteamericanos y los amigos de la exageración. Gente que en muchos casos parece haber descubierto el género con este realizador. Peele es un buen artesano del cine que domina su oficio. Cuenta con una habilidad fantástica para construir situaciones de tensión y suspenso y como los buenos narradores captura la atención del espectador desde las primeras escenas. El prólogo de Nosotros es estupendo y enseguida uno queda intrigado por el misterio que propone este relato. Una propuesta mucho más ambiciosa desde los aspectos técnicos y argumentales, donde abunda la simbología y los elementos esotéricos que permiten que la trama pueda tener diversas interpretaciones. A lo largo del conflicto Peele fusiona diversos subgéneros, desde la invasión de hogares al slasher clásico y el thriller apocalíptico que aportan escenas de suspenso efectivas. En lo personal no encontré nada remotamente aterrador en este film, cuyo mayor fuerte reside en esos elementos bizarros que nos remiten a la serie de La dimensión desconocida. Una propuesta que casualmente pronto tendrá su nueva versión en la televisión a cargo de este cineasta. El reparto en general es bueno y sobresale Lupita Nyong´o (12 años de esclavitud), quien compone dos roles diferentes. Su presencia en esta película es el motor que lleva adelante el relato. Peele aborda la mitología clásica de los doppelganger, los dobles malvados, que encuentran su origen en las mitologías nórdicas y germánicas. El director utiliza este concepto para establecer una supuesta analogía de la grieta que divide al pueblo de los Estados Unidos en los tiempos de Donald Trump. Sin embargo, el comentario social se presta a muchas interpretaciones y luego se ve afectado por la gran idiotez que prima en la resolución de la historia. Este es un problema que tenía también Get Out, que trabajaba algunas ideas interesantes relacionadas con los conflictos raciales, con una premisa que después resultaba una tontería. En Nosotros hay numerosas situaciones que no tiene ningún tipo de explicación y hasta queda la sensación que Peele no tenía muy claro que hacer con estos personajes. Hacia el final intenta impactar al público con un pseudo momento Shyamalan que no funciona porque el giro inesperado se puede predecir con facilidad desde la primera escena. Nosotros tiene la pretensión de ser un exponente del cine de terror profundo e inteligente cuando desarrolla una historia mucho más tonta de lo que parece. Frente a los estrenos habituales del género por supuesto cuenta con más virtudes en la parte técnica (impecable el tratamiento de la banda sonora), pero no es absoluto la obra maestra indiscutible que exagera especialmente la crítica norteamericana.
Sin llegar a ser una película notable o interesante, Maligno al menos consigue ser una adición decente dentro de la temática de niños psicópatas que prácticamente integran un subgénero aparte en el cine de terror. El director Nicholas McCarthy, quien hace unos años fue responsable de El pacto, ofrece un relato entretenido, donde su dominio del suspenso logra hacer llevadera una trama que tiene numerosos elementos familiares. Desde la secuencia inicial que sirve como prólogo del conflicto la película captura la atención del espectador con una propuesta donde el clásico conflicto del niño maldito se combina con los misterios sobrenaturales. El relato de McCarthy sobresale en las atmósferas de misterio que recrea y una buena dirección del reparto que se centra en la figura de Taylor Schilling, la protagonista de la serie Orange is the New Black, a quien le queda chica esta película. Una muy buena actriz que está para más y todavía no consiguió la posibilidad de lucirse en el cine. Jackson Robert Scott, el pequeño villano está muy correcto en rol y se nota que tuvo una buena dirección pero tanto el personaje que encarna como su interpretación no quedarán en el recuerdo entre los grandes niños siniestros del cine. El problema con este estreno es que toda la intriga que tenía inicialmente la historia decae por completo en el acto final cuando el conflicto entre en el terreno de lo absurdo y se convierte en una tontería. Creo que con una conclusión más sólida la valoración de este film podría haber sido mayor. Dentro de esta temática la mejor película que se hizo en la última década sigue siendo la producción inglesa, The Children, de Tom Shankland, que era mucho más intensa y estaba impecablemente realizada. Ninguna de las historias similares que vinieron después pudieron superarla. Maligno cuenta con un buen reparto y es justo resaltar que es entretenida, sin embargo tras su visionado queda enseguida en el olvido al no proponer nada creativo con este tipo de conflicto.