El asesinato de la familia Moore ocurrido en 1912 en Villisca, Iowa, es uno de crímenes sin resolver más famosos de los Estados Unidos. Una noche un psicópata asesinó a un matrimonio, sus dos hijos y dos niñas que tenían como invitadas en la casa. Aunque en la investigación de los hechos hubo varios sospechosos, inclusive miembros directos de la familia, todos fueron absueltos porque la policía jamás pudo encontrar pruebas concretas que vincularan a esas personas con los crímenes. Desde entonces el caso se convirtió en una historia de culto para los aficionados a estas temáticas y en la casa donde sucedieron los hechos actualmente se ofrecen guías turísticas. Inclusive por 200 dólares los morbosos pueden quedarse a dormir una noche en las habitaciones donde decapitaron a los Moore. La película del director Tony Valenzuela que se relaciona con esta historia real es una película clase B que intenta darle una explicación sobrenatural a los crímenes. La trama presenta a los clásicos adolescentes estúpidos que generan que el espectador simpatice con los villanos por las acciones que emprenden. El film apena aborda los hechos reales, que es el único momento en que el conflicto se vuelve interesante, y el foco de atención está puesto en una amenaza de origen fantástico. La película es bastante correcta en la parte técnica pero Valenzuela no hace nada por convertir esta propuesta en una obra de terror. Sus recursos para generar situaciones de tensión son un despliegue de clichés que vimos en cientos de películas sobre fantasmas y por eso su labor resulta fallida. Tal vez para aquellos espectadores más jóvenes que recién empiezan a ver películas de terror esto pueda resultar un poco más entretenido, pero para el resto es otra película olvidable de terror que no aporta nada interesante.
La película de los Emoji ya se ganó un merecido puesto entre las peores producciones realizadas en la historia de la animación, junto con Delgo (2006), Las aventuras del Conejo Americano (1986), Doogal (2006) y esa inolvidable obra maestra de la mediocridad que fue Titanic 2: La leyenda continúa (2000). Aquel film del director italiano Camilo Tetti era un espanto pero al menos lograba hacerte reír por el contenido lisérgico de la historia. Nos referimos a una propuesta que se relacionaba con la tragedia del famoso barco e involucraba a un perro rapero y un ratón brasilero que jugaba al fútbol. Por el contrario, Emoji ni siquiera es graciosa y lo más triste de todo es que por esta basura el estudio Sony canceló el regreso de Popeye a los dibujos animados que iba a dirigir Genndy Tartakovsky (El laboratorio de Dexter, Samurai Jack). Cuando el objetivo es desarrollar una película desde la desesperación comercial sin cuidar el contenido artístico pasan estas cosas. El concepto de este estreno puede sonar estúpido pero con un grupo de artistas creativos tal vez podría haber surgido algo ameno y entretenido. En los años ´80 nadie daba un peso por la serie animada del video juego Pac-Man y después se convirtió en un clásico del estudio Hanna-Barbera. Lo mismo ocurrió hace poco con Lego que hasta el momento en que llegó a los cines no esperábamos que pudiera ser tan buena. En el caso de los Emoji el estudio Sony no tuvo un concepto sólido para desarrollar el film y los realizadores se limitaron a robar de manera burda elementos de Ralph, el demoledor, Intensamente y Toy Story. El director Tony Leondis, cuyos proyectos en Dreamworks nunca llegaron a buen puerto, ofrece un cínico relato sobre la importancia de aceptarse a uno mismo que no es otra cosa que un largo comercial de aplicaciones de teléfonos celulares. No ayudó tampoco que el protagonista sea Meh, el emoji desinteresado que resulta muy aburrido. La gran aventura que emprende para salvar a su mundo pasa por llegar a Dropbox y en el camino visita aplicaciones como You Tube, Spotify, Instagram y Candy Crush, entre otras. No hay más historia que eso. El tratamiento del humor es un desastre y todos los chistes suenan forzados porque los guionistas nunca tuvieron claro que querían hacer con los personajes. Emoji es una película que genera irritación por su pereza creativa y falta de corazón. No hubo un esfuerzo por construir una historia entretenida para el público infantil, ya que el foco de atención se centró en la venta de aplicaciones digitales que hoy saturan la cabeza de los chicos desde los tres años. La falta de imaginación y el humor malo además generan que el público adulto tampoco pueda conectarse con el espectáculo pobre que se ofrece. En definitiva Emoji es esa clase de niñera electrónica a la que muchos padres suelen acudir cuando necesitan que los chicos estén quietos mientras hacen otras cosas. No importa que el contenido les lime la cabeza con el incentivo a consumir aplicaciones como zombis descerebrados, mientras se queden callados frente al televisor la película funciona. Si bien desde los aspectos técnicos esta producción está bien lograda su contenido mediocre genera que se destaque entre las peores producciones animadas del último tiempo. Si la idea es llevar a los chicos al cine, cualquier film clase B del género tiene más mérito que esta bazofia mercenaria con la que no vale la pena perder el tiempo.
El planeta de los simios: La guerra no sólo ofrece la entrega más emocional y dramática de esta franquicia sino que además consolida la nueva saga entre las más grandes trilogías realizadas en el siglo 21. Al margen de la película original de 1968, que hizo historia en el género de ciencia ficción, este relanzamiento que inició el director Ruper Wyatt en el 2011 superó por su complejidad argumental y calidad artística a todas las producciones previas. Dentro del cine hollywoodense de la actualidad es muy difícil encontrar una franquicia que mantenga su nivel de excelencia y al mismo tiempo nos cautive con sus personajes. Para citar un caso probablemente tendría que remitirme a la trilogía de El Señor de los Anillos que sostuvo la misma consistencia en todas sus entregas. El director Matt Reeves en este caso presenta una conclusión apasionante de ese arco argumental que se presentó en El planeta de los simios: (R) Evolución con el origen de César. La trama nos presenta al líder de los monos en una etapa de su vida más madura, donde determinadas circunstancias generan que el protagonista se cuestione la tolerancia y los ideales pacifistas que había manifestado hacia los humanos. Reeves explora en este conflicto el lado más oscuro de César, quien vive una serie de experiencias intensas que lo llevan a seguir el camino de odio y venganza que había escogido el mono Koba, su adversario del film anterior. En esta entrega las disputas internas entre los simios acaparan toda la atención del relato y esta vez los personajes humanos quedaron relegados a un rol más secundario. Después de mucho tiempo Woody Harrelson vuelve a destacarse en el cine en el rol de un soldado fascista que le escapó a los clichés del villano acartonado. Las acciones que emprende su personaje son nefastas, sin embargo la justificación de sus actos tienen un sentido y eso contribuye a que la historia sea tan apasionante. En el fondo los monos y los humanos buscan preservar su propia especie y el director retrata muy bien este conflicto desde las dos perspectivas. Los efectos especiales y el tratamiento de la acción son brillantes y si bien la película mantiene el nivel de calidad de las entregas previas, El planeta de los simios: La guerra impacta por el drama emocional que nos ofrece con estos personajes. El director Reeves logra que los monos lleguen al corazón del espectador y uno no los vea como animales realizados por efectos digitales. La interpretación de Andy Serkis como César tiene momentos inolvidables pero también se destacan otros personajes como el orangután Maurice (tal vez el mono más querido del reparto) y esa gran revelación que resultó el chimpancé Bad Ape. Un rol a cargo de un brillante Steve Zahn que en manos de otro director se hubiera convertido en una copia mala de Jar Jar Binks. Reeves lo utiliza para descomprimir la tensión del conflicto con algunos momentos humorísticos con mucha precisión sin arruinar la seriedad de la película. Bad Ape no sólo resulta gracioso sino que además se gana la simpatía del espectador por su inocencia y buen corazón. Quienes busquen el entretenimiento descerebrado de Michael Bay probablemente encontrarán esta producción aburrida porque el espectáculo no se limita a presentar un collage de secuencias de acción. El director Reeves desarrolla un drama complejo, con ideas interesantes, que logran darle un cierre impecable a esta saga que culmina una etapa. No puedo dejar de destacar la tremenda música de Michael Giacchino que le otorgó una gran profundidad a los momentos dramáticos, sin convertir la película en un melodrama. Si tuviera que quedarme con una entrega de esta trilogía probablemente elegiría la segunda parte, por la inclusión de ese gran personaje que fue el mono Koba, interpretado por el subestimado Toby Kebbell. Sin embargo eso no significa que El planeta de los simios: La guerra sea un film menor. Matt Reeves sobresale con otra gran obra de su filmografía, donde demuestra su pasión por estos personajes y el compromiso para desarrollar películas de género de calidad. Los seguidores de la franquicia no quedarán decepcionados.
Conjuros del más allá es una película que será apreciada por los fans del género que tienen un afecto especial por el cine clase B de los años ´80. Se trata de una producción que le rinde un homenaje sentimental al viejo cine de horror que presentaba efectos especiales artesanales, realizados con marionetas electrónicas y un ingenioso maquillaje. Un estilo artístico que hoy se perdió, ya que estos aspectos de las películas se trabajan con efectos digitales que no generan el mismo impacto. Los directores Steven Kostanski y Jeremy Guillespie ya habían abordado con una puesta en escena similar el subgénero slasher y la ciencia ficción en sus trabajos previos, Father´s Day y Manborg, estrenadas en el 2011. En ambos casos las películas recreaban el estilo de cine que se hacían en los ´80 dentro de las producciones clase B. La nueva película de los realizadores presenta una propuestas similar con la particularidad que en esta ocasión se adentraron en la temática de los conflictos sobrenaturales. El misterio que presenta la historia está bien construido y el reparto ofrece interpretaciones decentes. Sin embargo, lo mejor de este estreno pasa por la elaboración de la secuencias sangrientas y los efectos especiales vintage, donde los realizadores le rinden homenaje al cine de John Carpenter y David Cronenberg. Todos los momentos impactantes están muy bien logrados y en este punto encontramos la mayor fortaleza de esta producción. Aunque la historia deja demasiadas incógnitas que nunca se resuelven y el desenlace no está a la altura del misterio que se había construido, Conjuros del más allá ofrece un buen entretenimiento. Algo que no es común en la catarata de estreno de terror que tenemos todos los meses en la cartelera. Para los fans nostálgicos del género es una propuesta que recomiendo tener en cuenta.
Transformers: El último caballero no sólo es una de las peores películas del año, sino que además ofrece una experiencia de masoquismo cinematográfico sólo apta para los amantes del dolor. Larga, tediosa, aburrida y redundante, no es más que otra entrega desapasionada de una franquicia que al director Michael Bay jamás le interesó ni supo comprender. La verdad que es notable ver como arruinaron un concepto fascinante para el público infantil con producciones tan mediocres que ni siquiera se relacionan con la serie animada de los años ´80. A esta altura los Autobots se convirtieron en extras de su propia película, ya que el foco de atención gira en torno a las diversas subtramas que protagonizan personajes humanos que a nadie le interesa ver. Uno de los grandes problemas de la serie que se repitió en todos los episodios. En esta quinta entrega hubo un esfuerzo desmesurado por generar que el argumento sea entretenido a través del humor y el resultado es un desastre porque los Transformers no son las Tortugas Ninjas. Bay repite la misma fórmula que vimos en los filmes anteriores, con la trillada amenaza del fin del mundo, donde vemos continuas situaciones absurdas que no tienen sentido. Una batalla final en la que no se entiende nada, la resolución acelerada del clímax en dos minutos y el discurso final de Optimus Prime como ocurrió en todas las películas previas. Un personaje que además tiene muy poca participación. Los Transformers están limitados a expresar chistes malos y participar de escenas de acción grotescas que tuvieron buenos efectos digitales, pero no transmiten ninguna emoción ya que el contexto en el que se desenvuelven es muy tonto y aburrido. El film se encamina dentro de ese festival de excesos que caracteriza esta saga, con los estereotipos racistas, los personajes femeninos sexualizados (inclusive en una chica de 14 años) y una historia que se contradice a sí misma dentro del mundo de ficción que presenta. En esta manía de Michael Bay y sus ineptos guionistas por confundir a Transformers con la saga Terminator, los Estados Unidos se encuentran bajo un escenario casi post-apocalíptico, donde los robots son perseguidos por los comandos militares. Sin embargo en Cuba, que evidentemente es un país pro Optimus Prime, lo robots andan por las calles sin problemas y juegan al fútbol con la gente. Más curiosa es la situación en Europa donde los ingleses directamente no los registran y viven sus vidas con normalidad. Estas incongruencias argumentales son los detalles que demuestran que al estudio Paramount no le importa nada la calidad de las películas y permite que Bay haga lo que quiera. Mientras el público después pague su entrada de cine el resto es irrelevante. Dentro de las nuevas adiciones Anthony Hopkins logra levantar bastante la película con sus apariciones, aunque su personaje resulta intrascendente. Pese a todo es el actor que mejor sale parado en el reparto. Lo peor de esta película, por lejos, lo encontramos en la presentación de Cogman, un androide mayordomo y ninja, con trastornos bipolares, que hace que Jar Jar Binks de Star Wars sea una creación de Shakespeare. Si a esto le sumamos la presencia inexplicable de nazis y un tratamiento idiota y ridículo del mito artúrico se pueden hacer una idea del nivel de lobotomía audiovisual que ofrece este estreno. Transformers con la visión mediocre de Michael Bay no da para más. La única manera que tienen los robots de ser redimidos en el cine es con un cineasta diferente que al menos tenga una mínima simpatía por el concepto de la franquicia. En resumen, una producción horrenda con la que no vale la pena desperdiciar una entrada de cine.
Si bien Cars 3 ofrece una historia más decente que la infame segunda entrega de esta franquicia, la nueva propuesta de Pixar no deja de ser una película hecha para el dvd que no resiste un segundo visionado. La buena noticia es que la ópera prima del director Brian Fee retoma un poco el espíritu del primer film y al menos la trama esta vez se centra en el mundo de las competencias automovilísticas. Aunque entre los amantes de la animación Cars no suele representar la franquicia más querida de Pixar, los personajes le brindaron a Disney 10 billones de dólares en ganancias gracias a las ventas del merchandising. Motivo por el cual la producción original del 2006 logró tener dos continuaciones antes que otros títulos más interesantes de la compañía, como Los Increíbles. El argumento de esta nueva producción tiene un conflicto más serio y aborda temáticas apasionantes para los chicos como la vejez y el paso del tiempo, la incertidumbre que genera un retiro laboral y la manipulación de los pilotos en el mundo del automovilismo. Nunca termina de quedar en claro a que segmento del público apuntaban los realizadores con esta idea. Salvo por las escenas de acción, la película es bastante densa para los niños y para los adultos nunca llega a ser una historia apasionante. En esta oportunidad la mayoría de los personajes secundarios conocidos quedaron relegados a participaciones muy limitadas y la camioneta Mate, luego del desastre que fue Cars 2, apenas cuenta con unos breves cameos. El foco de atención se centra en la crisis de mediana edad del Rayo McQueen, que ahora es tratado como un vejestorio (aunque luce igual que en la primera película), y las nuevas adiciones que se incorporan al reparto de los autos. Jackson Storm es un pseudo villano que vence al protagonista en una competencia y no tienen ningún desarrollo y Cruz Ramírez, un auto femenino de ascendencia latina que sirve de conducto para que Disney incluya sus tediosos panfletos de corrección política. En un mismo personaje integraron la diversidad racial y el compromiso forzado con el empoderamiento femenino. Un tema que por cierto no tiene un tratamiento feliz, aunque el final de la historia aparente lo contrario. Cruz es una simpática entrenadora que siempre quiso ser piloto de carreras pero el ambiente del automovilismo nunca le dio la oportunidad. Durante el 95 por ciento de la historia todos los personajes masculinos, en especial el Rayo McQueen, maltratan y desmerecen a la pobre Ramírez hasta que tiene la oportunidad de destacarse. Ahora bien, cuando Cruz finalmente logra sobresalir y afirmarse en su individualidad, esto no surge por su fortaleza interior o la confianza en sus capacidades, sino porque los autos masculinos se apiadan de ella y le dan permiso para que sea parte del automovilismo. Los guionistas de Pixar seguramente tuvieron las mejores intenciones, pero el modo en que trabajaron el desarrollo de Cruz genera ruido y no le hace favores a la valoración de los roles femeninos que el film intenta predicar. El arco argumental del personaje quedó demasiado forzado, sobre todo en la conclusión de la historia. Tampoco queda claro por qué tendría que haber conflictos sexistas en el mundo de Cars. Sin embargo, la corrección política de estos días determina que hay que incluir estos temas como sea en todas las películas populares que se estrenan. Lo más destacado de esta producción pasa por la elaboración detallada de los escenarios realistas y las secuencias de las carreras que son impecables. El accidente de McQueen, que es algo perturbador, estuvo muy bien logrado y es un momento intenso que sobresale en los aspectos visuales. Lamentablemente en la siguiente escena el auto reaparece intacto después de un tiempo y el impacto emocional de ese hecho queda en un tacho de basura. El film luego entra en el terreno de Rocky 3 y 4, con referencias directas a la saga de Sylvester Stallone, pero todo se desarrolla dentro de una propuesta que no tiene el corazón que vimos en otros filmes de Pixar o buenas continuaciones de la productora como Toy Story 3. La nueva entrega de Cars si bien resultó superior a la película previa no deja de ser una historia olvidable dentro de la filmografía de esta compañía. Tal vez los fans de estos personajes lleguen a apreciarla con más cariño.
Para disfrutar la nueva producción del hombre araña es necesario olvidarse de los cómics de Marvel y aceptarla por lo que es: una sitcom familiar, cuyo objetivo reside en que los niños más pequeños elijan al personaje en productos de indumentaria, juguetes y útiles escolares. Spider-Man: De regreso a casa ofrece una versión diferente del superhéroe, donde se modificaron algunas características esenciales que hicieron de la creación de Stan Lee un ícono de la historieta norteamericana. Era comprensible que con un desgaste de cinco películas en los últimos 15 años, el estudio Sony buscara una visión diferente para capturar la atención del público. La culpa por la muerte del tío Ben y la responsabilidad de los poderes, los cimientos que definieron a Spider-Man como justiciero, ya no tienen ninguna consecuencia. En este nuevo enfoque Peter Parker es un pibito alegre, super excitado con todas las situaciones que vive, cuyo mayor anhelo es seguir los pasos de su ídolo, Tony Stark. No hay ninguna complejidad en su historia y todo se desarrolla a través de un conflicto de enredos juveniles que evocan las historias cómicas de Archie y de manera más burda, las comedias adolescentes de John Hughes (El club de los cinco). El director John Watts despojó al protagonista de su independencia y rebeldía para convertirlo en el perrito faldero de Iron Man; un puñal al corazón para los seguidores de este clásico en su fuente original. Spider-Man terminó tan subyugado que ni siquiera le permiten explorar por su cuenta sus habilidades, ya que ahora tiene un sistema computarizado en su traje que lo guía en todo momento y le resuelve los problemas. El nuevo traje funciona como la armadura de Iron Man, con una voz femenina llamada Karen, que lo asiste a Parker en sus aventuras. Por ese motivo, el sentido arácnido quedó relegado a un elemento del pasado, debido a que el protagonista cuenta con las herramientas tecnológicas que le brinda Stark. Tom Holland presenta un trabajo correcto en esta versión del personaje pero su Spider-Boy es muy superficial y carece de complejidad. No hay ninguna escena de esta película donde el héroe enfrente algún peligro grave porque siempre está protegido o vigilado por Stark a quien le debe rendir cuentas de sus acciones. Inclusive cuando el film se encamina dentro del género del Coming-of-age, el mayor conflicto que tiene el protagonista pasa por invitar a un baile a la chica que le gusta. En consecuencia, nos encontramos con un retrato extremadamente liviano de un superhéroe que siempre fue mucho más complejo de lo que aparenta. No se puede negar que este nuevo relanzamiento es una propuesta pochoclera entretenida, pero como película de Spider-Man no tiene la intensidad emocional ni el espíritu comiquero de los dos primeros filmes de Sam Raimi que son muy superiores. Una curiosa paradoja si tenemos en cuenta que Spidey ahora forma parte del universo cinematográfico de Marvel, algo que el director Watts le recuerda al espectador cada cinco minutos en su narración. Entre los aspectos positivos, Michael Keaton se destaca en el rol de villano y logra sacar adelante un papel complicado como el Buitre. Una creación bizarra de Stan Lee que no era fácil de adaptar en el cine sin que el personaje resultara ridículo. Keaton logró hacerlo creíble y las motivaciones de sus actos están muy bien fundamentadas. Hacia el tercer acto le dieron un giro forzado a la historia del Buitre que no termina de convencer, pero en general el villano cumple un papel muy digno. Otros personajes secundarios conocidos del cómic como Flash Thompson (horrendo casting de Tony Revolori) y Liz Allan (Laura Harrier) tuvieron un desarrollo muy pobre. Un inconveniente que se repite en la desapasionada e insulsa subtrama romántica. En esta cuestión también jugó un factor clave la falta de química entre Tom Holland y Harrier, quienes no conforman una pareja interesante. Mejor suerte tuvo el mejor amigo de Peter, Ned Leeds (Jacob Batalon), que ahora tiene la personalidad de Judhead (el clásico compañero de Archie) y al menos aporta diálogos divertidos. El rol de Robert Downey Jr. estuvo muy contenido pero no deja de resultar chocante el papel dominante que Stark ejerce sobre Peter Parker. Spider-Man no debería surgir como el títere sumiso de Iron Man, sin embargo para mucha gente esto resulta una idea extraordinaria. Desde los aspectos técnicos, si bien los efectos especiales estuvieron muy bien cuidados, el tratamiento de la acción es completamente olvidable y el director Watts no logra brindar ninguna escena memorable. Ese es otro inconveniente que tiene el film, las intervenciones de Spider-Man carecen de intensidad y los enfrentamientos con el Buitre pasan sin pena ni gloria dentro del argumento. Inclusive la violencia está muy controlada para que pueda ser digerida por niños pequeños. Pese a todo, la película logra ser entretenida y el humor es efectivo, pero en términos generales es una propuesta muy liviana con un personaje al que se le puede exigir más. Lo mejor de esta producción lo encontramos el diseño del traje que es fabuloso y le otorga una gran apariencia a Spider-Man. Creo que si el estudio Sony en una próxima entrega logra que Peter Parker se desprenda de su obsesión con Tony Stark y los Vengadores para consolidar a un héroe con más personalidad, la nueva saga tiene potencial. Tom Holland es un buen actor y posee las herramientas expresivas para aportarle diferentes matices a su rol, siempre que lo respalde un argumento más elaborado. Será cuestión de darle el tiempo para que pueda desarrollar mejor la evolución de Parker como héroe. Tal vez esta película sea el Casino Royale del personaje y en un par de años nos encontramos con el Skyfall que se merece un ícono de Marvel de esta envergadura. En resumen, Spider-man: De regreso a casa es otra comedia divertida de Marvel que brinda un pasatiempo ameno, aunque no representa la obra suprema que anunciaban las críticas exageradas.
Si estás leyendo esta reseña porque viste el trailer de la película y te dejó entusiasmado hay algo que tenés que saber. La propuesta de terror que te vendió ese avance no la vas a encontrar en el cine porque la historia va por otro lado. Esas escenas que muestran imágenes intensas son fragmentos de sueños que tiene un personaje y no tienen ningún peso en el conflicto central. Nos encontramos ante un caso emblemático de cómo el marketing puede engañar a los espectadores para llamar la atención con una película que en realidad no existe. Viene de noche no tiene nada que ver con el terror clásico que se vende en los trailers, sino que se trata de un thriller psicológico que se ambienta en el terreno de los relatos apocalípticos. La premisa de la historia trabaja un concepto familiar que se abordó en otras producciones populares como la serie The Walking Dead o el film La carretera, con Viggo Mortensen. El relato del director Trey Edward Shults explora el modo en que las personas pueden perder su humanidad cuando se enfrentan a situaciones extraordinarias que ponen en jaque su existencia. Nos encontramos ante esa clase de propuestas que dividen las opiniones de los espectadores. Hay gente que la puede considerar una obra maestra y otros tal vez abandonen el cine antes que la historia llegue a su fin. En lo personal si bien no me pareció la obra de arte magnífica que describió la prensa norteamericana, creo que tiene algunos méritos técnicos interesantes. En principio sobresale el modo en que el director genera situaciones de alta tensión con recursos mínimos. Seis actores encerrados en una cabaña, una fotografía fantástica que le da una estética lúgubre a la historia y una tremenda banda sonora que contribuye a incrementar el suspenso. La narración de Shultz logra transmitir con intensidad la sensación de claustrofobia y paranoia que viven los personajes y la labor del reparto es estupenda. Joel Edgerton tal vez sobresale un poco más por el personaje que tiene, pero las actuaciones en general son muy parejas y generan que los personajes sean creíbles. El inconveniente con Viene de noche es que tiene la intención de ser un película inteligente y compleja cuando en realidad es una producción que ofrece un argumento mediocre. A veces nos encontramos con películas que trabajan de manera brillante el final ambiguo de un conflicto, que se presta a varias interpretaciones. En Inception, de Christopher Nolan, encontramos un buen ejemplo. Sin embargo en esta historia la supuesta ambigüedad que pretende darle el director a la conclusión de su relato no es otra cosa que el resultado de un guión perezoso. Nunca se desarrollan los personajes que se presentan ni el contexto en el que viven y simplemente nos limitamos a verlos reaccionar antes determinadas circunstancias, que en la mayoría de los caso no tienen sentido. The Walking Dead, a la que esta producción le debe muchísimo, trabajó a través del género de zombis las mismas temáticas con argumentos más elaborados. Viene de noche deja demasiadas incógnitas básicas sin resolver y por esa razón la película termina siendo decepcionante, ya que el conflicto que se construye no conduce a nada. Pese a todo, los amigos del cine depresivo seguramente encontrarán en esta propuesta las dosis necesarias de angustia, miseria y desolación para flagelar sus mentes durante 90 minutos.
El círculo presenta un concepto interesante que tiene una enorme relevancia en la era de las redes sociales y podría haber brindado una buena película si el director James Ponsoldt no se hubiera olvidado de desarrollar un conflicto decente con los personajes. La idea de la trama es atractiva y explora como la tecnología apunta a invadir por completo la privacidad con aplicaciones y dispositivos que convierten la vida cotidiana en un reality show de 24 horas. El film por momentos intenta evocar cierto espíritu de las obras de George Orwell (1984), donde el abuso de las redes sociales en este caso amenaza las libertades individuales, pero todo se desarrolla dentro de un relato aburrido que nunca explota el potencial que tenía esta premisa. En este punto encontramos la gran debilidad de esta producción. Durante la mayor parte de la trama no sucede nada relevante que consiga interesarnos por los personajes y el análisis que se brinda de este tema se estanca en conceptos superficiales. Tom Hanks, que como mucho aparece en cinco escenas, logra levantar el relato del director Ponsoldt en el rol del gemelo malvado de Steve Jobs. Su personaje no tiene ningún desarrollo pero las motivaciones de sus actos son interesantes y al menos contribuye a que el tedioso argumento sea un poco más entretenido. No se puede decir lo mismo de Emma Watson, quien vuelve a demostrar una vez más que es un rostro bonito para campañas gráficas de publicidad. Nuevamente ofrece una interpretación fría y desapasionada en un rol que podría haber interpretado una actriz desconocida y no alteraba en absoluto esta película. Los fanáticos de Harry Potter la inflaron a niveles exagerados por su rol de Hermione Granger pero ese no es un parámetro serio para analizar el resto de sus trabajos. Tal vez algún día encuentre un rol donde pueda explotar su verdadero potencial, como le pasó a Keira Knigthley con Orgullo y prejuicio. Lamentablemente El círculo no es esa ocasión. Acá se la ve aburrida en el personaje que encarna y expresa sus diálogos en piloto automático. En defensa de Watson es justo destacar que el guión tampoco le daba muchas oportunidades de sobresalir. A esta película le faltó un argumento que pudiera desarrollar un buen thriller y situaciones de tensión con las ideas que trabajaba la historia. Más allá de la exposiciones en auditorios donde participan los personajes de Tom Hanks y Emma Watson, no hay grande momentos relevantes y la propuesta de suspenso que vendían los trailers brilla por su ausencia. Por consiguiente, El círculo es bastante aburrida de ver y cuesta recomendar su visión en el cine.
No toques dos veces, cuyo afiche promocional trae al recuerdo el clásico de culto de Steve Miner, House (1986), es una película independiente de terror que revive en el cine a una de las brujas más populares de la mitología europea. Dentro del folclore eslavo la figura de Baba Yaga es tan grande que con el paso de los siglos logró trascender el género de la fantasía rusa para convertirse en un clásico popular que se adapta a todas las culturas. Desde los cómics de Hellboy a los dibujos animados de Dragon Ball, la aterradora bruja que come niños logró consolidarse entre las grandes villanas de la ficción. El film del director Caradog James presenta un decente cuento de terror que se centra en la mitología de este personaje. No es una película memorable ni de visión imprescindible pero al menos consigue ser más llevadera y entretenida que otros estrenos mediocres de horror que pasaron hace poco por la cartelera. James no pierde el tiempo en su narración y establece el conflicto principal en los primeros 10 minutos para luego divertirse con la figura de Baba Yaga. La película tiene una buena construcción de las atmósferas de tensión y horror, donde jugó un papel fundamental la banda sonora de James Edward Barker y Steve Moore. La música remite bastante a los trabajos del compositor Joseph Bisara en los filmes de James Wan (La noche del demonio y El conjuro) y dentro de la narración de No toques dos veces tiene un papel destacado. Las melodías generan muy buenos climas de tensión y le dan el marco perfecto al cuento de terror que presenta el director. Dentro del reparto hay artistas decentes y se destaca la presencia de Katee Sackoff, recordada figura de la remake de Battlestar Galactica. La caracterización de la bruja estuvo muy bien lograda y hay escenas donde logra ser aterradora. La desventaja de esta producción es que el conflicto no tiene ninguna variante interesante que no hayamos visto en otros filmes sobre temáticas sobrenaturales. Sin embargo, los actores y la narración del director logran que el relato sea ameno. Reitero, ante tantas películas de horror malas que llegan todos los meses No toque dos veces al menos se deja ver.