Gerard Butler continúa gestando producciones independientes dentro del cine clase B de acción que hasta el momento ofrecieron propuestas muy irregulares en materia de realización. Emergencia extrema es por lejos la mejor película que ofreció en los últimos años gracias a que pudo reunir un equipo de colaboradores más sólido. Hay dos factores que permitieron que este film sobresaliera con un espectáculo superior a lo que vimos en sus últimos fiascos. En esta oportunidad la dirección quedó a cargo del francés Jean Francois-Richet, responsable de la excelente remake de Masacre en el precinto 13, Blood Father (Mel Gibson) y El emperador de París, protagonizada con su clásico colaborador Vincent Cassel. Otra gran obra de esta dupla que siempre recomiendo es la miniserie Mesrine que narra la biografía de una famoso gánster europeo. Richet a menudo presenta un gran dominio del suspenso y sabe elaborar secuencias de tiroteo y persecuciones emocionantes que contribuyen a ofrecer un espectáculo entretenido. En esta producción se destaca especialmente una secuencia de pelea que parece haber sido desarrollada a través de un plano secuencia que tal vez contó con algún truco de edición. El director tiene claro que esta película no será relevante en la historia del género pero lo ayudó a Butler a ofrecer un producto bien realizado que cumple en entretener al público. El otro acierto fue el casting de Michael Cutler (el Luke Cage del Universo Marvel) quien conforma una excelente dupla con Gerard, cuya química evoca las buddy movie de los años ´90. Un elemento que está muy presente en este film. La última película de Butler, Last Seen Alive, me pareció una bazofia que no se podía recomendar. Con Emergencia extrema se redimió y si les gusta el género en su faceta clase B la van a disfrutar.
Los Fabelman es un proyecto pasional de Steven Spielberg que gestó a fines de los años ´90 y toma el recurso de la semi-biografía para narrar los orígenes de su vocación y la historia de su familia. Queda la impresión que si el mismo relato de ficción no estuviera relacionado con la vida de uno de los cineastas más importantes de los últimos 50 años esta propuesta no hubiera acaparado la misma atención ya que resultó más genérica de lo esperado. A no confundirse, es una buena película con algunas pinceladas de genialidad pero dentro de esta temática no ofrece la misma experiencia memorable de Casi Famosos (Cameron Crowe) o Días de radio (Woody Allen). Cuesta imaginar que este film con el paso del tiempo adquiera estatus de clásico o se lo destaque entre los títulos esenciales de la filmografía de Spielberg. Los Fabelman encuentra sus mejores momentos en todas esas oportunidades donde la trama se concentra en la pasión por el cine y el espíritu creativo. En ese sentido no es casualidad que la secuencia más celebrada de esta producción sea la soberbia escena que aporta Judd Hirsch (Día de la independencia) como el tío del protagonista, que nos regala el fragmento más inspirador del relato durante los 151 minutos de metraje. Escenas donde vemos a Sammy Fabelman (el alterego de Spielberg) gestar sus primeros cortos que representarán las semillas creativas de los que más tarde serán en la vida real obras maestras del cine o el modo en que utiliza el arte para canalizar sus angustias personales integran también los grandes momentos del espectáculo. Lamentablemente gran parte del film luego se concentra en desarrollar un melodrama extremadamente indulgente y sentimental, digno de una película de Lifetime, con todos los clichés mundanos del coming of age que resulta menos apasionante. El foco de atención se encuentra en la desintegración del matrimonio de los Fabelman y las repercusiones emocionales en tuvo en su hijo. El segundo acto del film funciona como un collage de viñetas donde Spielberg aborda diversas temáticas como el bullying, el antisemitismo y el despertar sexual sin una cohesión definida. La película vuelve a cobrar fuerza cada vez que se concentra en la pasión por el arte de contar historias, que aporta una gran secuencia final con una participación especial de David Lynch en el rol del director John Ford. Dentro del reparto Paul Dano y Gabriel Labelle (el protagonista) ofrecen interpretaciones muy sólidas mientras que Seth Rogen sorprende gratamente con un rol más serio de los que suelen ser habitualmente sus personajes. Por otra parte, una sobreactuada Michelle Williams genera una distracción permanente con la clásica mujer sufrida que suele abundar en su filmografía y cuya excentricidad en este caso parece pertenecer a otra película. Si nos dejamos llevar por la lógica de los miembros de la Academia de Hollywood probablemente obtenga un premio Oscar. No es un dato menor que Los Fabelmans reúne a todos los colaboradores clásicos de Spielberg, donde sobresalen la labor de Janusz Kamisnki en la fotografía, la edición de Michael Khan y la música de John Williams, quien aporta una banda sonora más intimista que se acopla a la perfección con el tono de la historia. En lo personal no me voló la cabeza esta película, pero no deja de ser una propuesta amena para disfrutar una vez más a uno de los grandes cineastas de nuestro tiempo en la pantalla grande.
M3GAN representa la segunda película del director nerozelandés Gerard Johnstone, quien cobró notoriedad en festivales de cine con su ópera prima, Housebound, estrenada en el 2014. Una muy buena comedia de terror donde elaboraba una parodia creativa de la temática de casas embrujadas. Con su nuevo proyecto debuta en Hollywood a través de una historia escrita y producida por James Wan que ofrece un aporte decente dentro del subgénero de muñecos malditos. La mayor virtud de esta propuesta es que la trama se encamina por el terreno de la sátira y no se toma en serio el concepto ridículo que desarrolla. Un problema que a menudo suelen tener este tipo de filmes, como ocurrió recientemente en la saga de Annabelle. Salvo que se trate de casos muy específicos como el clásico Magic (1978), que contó con el guión de William Goldman (Maratón de la muerte) y el rol protagónico de Anthony Hopkins, es muy difícil que estas producciones tengan grandes momentos de horror porque cuesta tomarlos en serio. Johnstone y Wan lo tuvieron en claro y trabajan una sátira de la relación de los adolescentes con la tecnología en un relato que combina a Chucky con Terminator. Dentro del delirio que presenta el argumento al menos incluye una reflexión sobre este tema y aunque el espectáculo es terriblemente predecible el director lo hace llevadero con su narración. M3GAN genera más risas que miedo y está dirigida a la platea sub 20, el target de público que probablemente más disfrutará este film. Para el resto queda un entretenimiento decente que se deja ver por su contenido humorístico y algunas escenas inspiradas de suspenso.
Luego del suceso de La La Land los grandes estudios se rindieron a los pies del director Damien Chazelle, quien tuvo carta libre para hacer lo que deseaba en su siguiente proyecto. Paramount le firmó un contrato para desarrollar varias producciones y destinó cerca de 80 millones de dólares a la realización de Babylon. Creyeron que era un éxito asegurado con la incorporación de Margot Robbie y Brad Pitt pero las cosas no se dieron como esperaban. Este proyecto vanidoso de Chazelle trascendió entre los grandes fiascos comerciales del 2022, el público no acompañó en los cines y muchos críticos que le chuparon las medias al realizador en esta oportunidad le soltaron la mano. Se trata de esa clase de películas complicadas que dividen mucho las opiniones y cuestan recomendar abiertamente, ya que no todo el mundo se enganchará con la propuesta. A través de una historia épica el director tiene la intención de explorar la etapa de transición entre el cine mudo y el sonoro en el Hollywood de fines de los años ´20. El relato está dividido en dos actos específicos. Durante la primera mitad Chazelle le hace justicia al concepto de los denominados “años locos” y retrata con crudeza todo el libertinaje y descontrol que primó en la industria del cine durante ese período. La trama comienza fuerte con una escena de escatología extrema y luego se vuelve más intensa. En este segmento, que es tal vez el más atractivo, el cineasta intentó trabajar el humor de un modo similar a lo que hizo Martin Scorsese con el Lobo de Wall Street pero no termina de funcionar debido a la naturaleza del guión. En la película con Leonardo DeCaprio había un conflicto sólido basado en hechos reales que presentaba un ensamble de personajes extravagantes muy atractivos. Algo que no ocurre con ninguna de las subtramas que desarrolla Babylon. Vemos personajes que aparecen y salen del argumento pero ninguno de ellos tiene un conflicto que al menos resulte cautivante. Un tema que se vuelve un problema en la segunda mitad cuando el tono del film adquiere un mayor dramatismo y el humor prácticamente desaparece del relato. A Babylon le faltó un productor honesto que le explicara a Chazelle que su guión no es lo suficientemente épico y sólido para elaborar un espectáculo de más de tres horas de duración. Para el momento en que los arcos argumentales de los personajes principales deberían llegar a una conclusión todavía falta una hora de metraje y la película se siente interminable. Robbie y Pitt levantan muchísimo el espectáculo con sus interpretaciones pero no pueden impedir que la experiencia tras 120 minutos se vuelva agotadora. Lo más destacable de esta propuesta se encuentra en los aspectos técnicos donde el cineasta ofrece un producto de calidad a la altura de sus obras previas. Sobresale especialmente la música de Justin Horwitz y toda la puesta en escena de la reconstrucción del período histórico que es impecable. No es casualidad que en la actual temporada de premios de Hollywood el film coseche nominaciones en estos rubros y reciba menos atención en la categoría de Mejor película y dirección. En resumen, un film pretencioso cuya impecable factura técnica no compensa un relato olvidable que resulta extenuante.
Tres deseos para Cenicienta es una remake noruega del clásico homónimo del viejo cine soviético de fantasía que solía brindar el director Václav Vorlíček. Un maestro del género que realizó numerosos cuentos de hadas que luego obtuvieron estatus de culto dentro de las producciones europeas. The Prince and the Evening Star (1979) es otra joya genial de su filmografía. En 1973 sorprendió con una de las mejores y más creativas adaptaciones que se concibieron en torno al cuento de Cenicienta y que desde entonces se convirtió en un clásico de la temporada navideña en Rusia, la República Checa y Eslovaquia. La particularidad de esta propuesta es que desarrolla un relato más inspirado por la versión de los Hermanos Grimm, y el relato homónimo checo de Božena Němcová, que trascendió por darle a la heroína un rol más activo en el conflicto, a diferencia del cuento de Charles Perrault, donde el hada madrina le resolvía todo los problemas a la protagonista. El tema con esta propuesta es que desde su debut en la pantalla grande en 1899, con el corto de George Méliès, la gran mayoría de las adaptaciones siempre tomaron como fuente la obra de Perrault; en parte porque fue la interpretación más accesible para el público infantil. En la producción soviética los elementos fantásticos estaban representados por tres avellanas mágicas y Cenicienta se desempeñaba como una impecable cazadora disfrazada de hombre. La remake noruega narra el mismo conflicto con la particularidad que mejora algunos aspectos que hacían ruido en la película original. El cambio más importante es el retrato del príncipe que era un imbécil pusilánime y en este film tiene un papel mucho más digno. Nunca quedaba claro por qué Cenicienta se enamoraba de semejante marmota y la directora Cecilie A.Mosli corrige con acierto esa cuestión. El rol principal quedó a cargo de Astrid S, una cantante pop que sorprende con una muy buena interpretación para tratarse de su primera incursión en el cine. Dentro del reparto es la figura más carismática y cuenta con sus momentos destacados junto con Ellen Dorrit Perersen, a cargo de una macabra madrastra. Un par de cuestiones que no funcionan tan bien en esta versión son el tratamiento del humor que no llega a dar gracia y el contenido de inclusión forzada, representado en una pareja gay que metieron con un calzador para darle un perfil moderno a la remake. Dos personajes que no tienen ninguna relevancia en el conflicto y aparecen casi como extras para recordarnos que la película se filmó en el 2021. La resolución del acto final también se siente un poco acelerada como si hubieran obligado a la directora a presentar un corte que durara menos de 100 minutos. Salvo por esos detalles en general es una buena propuesta de fantasía que trae una versión de Cenicienta que la gran mayoría del público desconoce.
Terrifier representa uno de los fenómenos de culto recientes que surgieron dentro del cine de terror independiente. En el 2016 se conoció la primera entrega del director Damien Leone, quien con un presupuesto limitado de 35 mil dólares (financiado con aportes privados en una campaña de Indiegogo), elaboró un simpático homenaje al slasher vintage de los años ´80. El film tuvo una repercusión positiva en los aficionados del género y eso alentó a que se pudiera concretar la continuación producida de la misma manera. La segunda entrega hizo ruido por el hecho que en Estados Unidos hubo personas que se desmayaron y vomitaron debido al contenido del film, un tema que le aportó una mayor promoción, De hecho, gracias a esa repercusión probablemente consiguió distribución en Argentina. La nueva obra de Leone, al igual que su producción anterior, evoca el tipo de slasher que fue muy popular en la época dorada del video club. Desde los clásicos europeos de lucio Fulci (Zombi 2) y Lameberto Bava (Demons) a la primera etapa de Wes Craven. Terrifier amparada en su gesta independiente consigue desarrollar un espectáculo de tortura porno donde no están ausentes los contenidos misóginos y el sadismo que caracterizaron los filmes de ese período. El director lleva el espectáculo gore a un extremo que sería complicado de trabajar en una propuesta desarrollada por los grandes estudios. Quienes disfruten con los baños de sangre zarpados o extrañaba la violencia gráfica de la Nueva Ola de terror francesa que cobró notoriedad a comienzos del siglo 21 este estreno probablemente lo vivirán como una fiesta. En lo personal me aburrió bastante por un motivo que en breve explicaré. No obstante, antes quiero resaltar dos virtudes del film que no puedo ignorar aunque no sea fan de la propuesta. En primer lugar la apuesta de Leone por los efectos prácticos que están impecablemente trabajados y hoy no abundan en el género en tiempos donde suele primar el uso del CGI. Las escenas intensas y los efectos de maquillaje son efectivos y demuestran lo que se puede hacer con poco presupuesto cuando hay talento en esos campos. Por otra parte, creo que el payaso Art es el candidato más sólido que surgió en mucho tiempo a la hora de buscar un nuevo personaje icónico dentro del cine de horror. De todos los intentos que hubo en los últimos años por hacer algo parecido este villano presenta las mejores condiciones para aspirar algún día (lo determinará el tiempo y futuras continuaciones) a obtener un lugar en el salón de la fama entre los grandes monstruos y psicópatas. Desde un punto de vista conceptual es muy interesante, y se vio favorecido por una estupenda interpretación de David Howard Thornton. Sienna Shaw también ofrece una muy buena labor en el rol de la final girl dentro de un reparto decente. Mi gran problema con esta película pasa por su duración de dos hora y 18 minutos que no tiene justificación para una propuesta slasher. Salvo que cuentes con un guión soberbio que permita mantener la intriga a través de la tensión y el suspenso, la extensión del metraje a este nivel termina siendo contraproducente. A Terrifier 2 le sobran fácil 40 minutos, cuya edición hubiera impedido que el film no se estancara en la redundancia. Muy especialmente en el acto final que resulta interminable. Si no conectas con el gore extremo la duración de este film puede ser un problema. Para quienes opten por verla en el cine recuerden que hay una escena adicional en la mitad de los créditos.
En su nueva producción el director Guy Ritchie vuelve a explorar la comedia de espías con un reparto que reúne a varias figuras que lo acompañaron en sus últimos proyectos y un presupuesto mucho más limitado al que tuvo en El agente de CIPOL. En ese sentido es un film menos sofisticado que aquel trabajo del 2015 y llega a funcionar gracias a la buena química que se gestó entre Jason Statham, Josh Harnett y Aubrey Plaza. La película se desarrolla como una especie de Misión: Imposible clase B donde el realizador apela a su estilo de narración dinámico y humor irónico para brindar un espectáculo decente dentro del género. No es una obra que será recordada entre los títulos más destacados de su filmografía pero es entretenida y aprovecha el carisma de Statham como héroe de acción. Harnett, quien actualmente atraviesa una especie de regreso en las salas de cine, cuenta con un rol más destacado que el de Wrath of Man (la película previa del director) y Ritchie lo hace sobresalir en una estupenda persecución automovilística en la que el cineasta le hace justicia a la reputación del Ford Mustang. Probablemente la mejor secuencia de acción dentro del film ya que el resto de ese tipo de momentos se limitan a peleas y tiroteos más genéricos donde se nota las limitaciones del presupuesto. Dentro del reparto secundario Hugh Grant y Cary Elwes le aportan cierta jerarquía a un relato que no presenta demasiadas ambiciones en su argumento. Ya sea que disfruten del cine de acción decente o los trabajos de este realizador Agente Fortune se deja ver y cumple con su simple objetivo de ofrecer un buen entretenimiento.
De todas las virtudes que se pueden destacar en Avatar 2 la más relevante es que rescata la experiencia de un espectáculo cinematográfico épico en una sala de cine. En tiempos donde las plataformas de streaming acapararon la atención del público y el propio estudio Fox desechó muchos estrenos al consumo hogareño (como la excelente Prey de la saga Depredador), el loco James Cameron ofrece un film que sólo puede ser disfrutado en la pantalla grande con el formato 3D. Quien elijan postergar su visionado encontrarán luego una propuesta muy diferente ya que el regreso a Pandora no se puede replicar con ningún otro sistema de entretenimiento. La particularidad de esta continuación es que propone una experiencia inmersiva sin precedentes que inserta al público dentro del universo de ficción que creó el realizador. A través de un sistema de tres dimensiones que presenta una evolución notable en la profundidad de los espacios y una nueva tecnología (inventada exclusivamente para este film) que permitió combinar la filmación bajo el agua con la animación de captura de movimiento, la película nos transporta a un mundo de fantasía extraordinario donde todo lo que vemos se siente real. Por momentos inclusive tenés la sensación que si extendés tu mano hacia a pantalla podés tocar y sentir a los personajes y la fauna que los rodea. Desde los primeros minutos el film impacta con una puesta en escena abrumadora que se vuelve apasionante con el transcurso del tiempo. Un prodigio técnico que también acarrea ciertos daños colaterales que despertarán un debate interesante en la industria de Hollywood y el público cinéfilo. En esta continuación el director optó por desarrollar el relato con un 3D más inmersivo y el uso del HFR (High Frame Rate) en 48 fotogramas por segundo. La estética tradicional con la que concebimos al cine se da en un formato de 24 fotogramas por segundo, Cameron la eleva a 48 para conseguir un hiperrealismo demencial en las imágenes en alta definición. Como aspecto positivo esto genera una sensación muy especial ya que todas las criaturas y las secuencias de acción se perciben reales como si se tratara de un documental. Sin embargo también le aporta al film una estética digital de telenovela televisiva (para ponerlo en términos sencillos) que puede resultar chocante para mucha gente. Un extremista de la vieja escuela como Quentin Tarantino probablemente encontrará en Avatar 2 la encarnación cinematográfica del Anticristo y ahí surge un debate muy interesante. En lo personal no odié esta elección artística de Cameron pero me quedo con el HFR tradicional. En el pasado Peter Jackson experimentó este formato en la trilogía de El Hobbit, mientras que Ang Lee hizo lo mismo con Gemini Man y no tuvieron buenas respuestas del público. Será interesante ver si Avatar consigue una mayor aceptación del registro visual que propone. Una debilidad que tuvo la primera entrega fue que elaboraba un plagio burdo de Una princesa de Marte, la primera novela de la saga John Carter de Edgar Rice Burroughs. Lejos de evadir esta referencia el director levanta la apuesta y ahora lo incluye a Korak, el hijo de Tarzán, a través de un personaje bizarro cuya finalidad en el argumento no terminé de entender. Supongo que cobrará más relevancia en futuras entregas. El punto es que la influencia de la fantasía de Burroughs es más fuerte todavía en este relato, dentro de una historia que desarrolla mejor los personajes y la dinámica de las relaciones familiares que cobran relevancia en el conflicto central. Creo que en aspecto jugó un papel clave el hecho que Cameron contara con la ayuda de Rick Jaffa y Amanda Silver (guionistas responsables de la última saga de El planeta de los simios), quienes le aportaron un mayor contenido al film. La introducción de los hijos de Jake Sully (Sam Worthington) está muy bien elaborada y en esta ocasión el villano (que aprovecha a Stephen Lang) cuenta con una arco argumental mejor definido. La historia en general tiene un tono dramático más emocional e incluye un sólido comentario ecológico que se siente honesto debido al compromiso del cineasta con el tema de la protección de los océanos. Pese a su duración de 192 minutos la narración cuenta con un ritmo muy dinámico que nos permite olvidar el paso del tiempo. Sobre todo por la mencionada experiencia inmersiva que propone y la exploración de nuevos mundos del universo de Pandora que te dejan con ganas de conocer más sobre las nuevas civilizaciones que se introducen en esta entrega. En resumen, James Cameron mantiene la corona del Rey de las secuelas con una película que sobresale entre los mejores espectáculos pochocleros del año.
James Nunn es un director cuyo trabajo se concentra en el cine clase B de acción. En los últimos años ofreció propuestas decentes en sus colaboraciones junto a Scott Adkins, como fueron los casos de Eliminators y One Shot, desarrollada a través de numerosos planos secuencia. Su nueva obra se relaciona con la temática de los tiburones justicieros, cuyas víctimas suelen ser un grupo de idiotas que suelen despertar el rechazo del público desde su introducción. En Estados Unidos esta película se estrenó en la plataforma de streaming Tubi y por esos milagros de la distribución en nuestro país consiguió acceso a los cines. Nunn le saca agua a las piedras para sostener un film trillado con personajes insufribles que hacen todo tipo de estupideces para justificar los ataques del tiburón. Hace unos años el director dirigió las secuencias de acción de 47 metros (una propuesta similar superior) y en este proyecto apela a los mismos recursos narrativos para sostener el suspenso. Los efectos especiales en general son decentes para tratarse de una producción de bajo presupuesto y los momentos de los ataques dentro de todo están bien logrados. El problema de esta película se encuentra en los baches tediosos que se generan entre las apariciones del tiburón, producto de un guión horrendo y actores que hacen todo lo posible para que sus personajes le caigan mal al público. El resultado final es un film insípido que no merece el costo de una entrada al cine y se puede esperar en algún canal de cable o plataforma de streaming.
Juego perfecto es una película fallida que Russell Crowe hizo a las apuradas para evitar que 280 personas se quedaran sin trabajo en el medio de la pandemia. La historia es así. En el 2014 el actor australiano debutó como director en The Water Diviner, un film decente que pasó por los cines argentinos y tuvo su mayor mérito en la estupenda fotografía de Andrew Lesnie, colaborador de Peter Jackson en la trilogía de El señor de los anillos y El Hobbit. Tras la muerte de Lesnie en el 2015 Crowe decidió no emprender más trabajos como realizador. El año pasado unos productores amigos acudieron a él para que los ayudara a concretar un proyecto que se encontraba en una situación caótica. El guión era malo, no habían podido conseguir un reparto y sólo tenían contratado al equipo técnico, cuyos miembros esperaban el inicio del rodaje. Pocos días después del fallecimiento de su padre, Crowe tuvo cinco semanas para conseguir un elenco, re-escribir el guión, preparar su personaje como actor y tomar las riendas de la realización. Russell convocó a un par de amigos conocidos, entre ellos Liam Hensworrth, Elsa Pataky y el rapero RZA a quien había ayudado en el 2012 cuando el músico debutó como director en The Man with Iron Fist, y a las apuradas se concretó la filmación. Es interesante conocer la historia detrás del film ya que el producto final que encontramos en el cine es un resultado de todos los inconvenientes que hubo en este producción. Juego perfecto es una película aburrida donde nunca termina de quedar en claro la clase de historia que se deseaba narrar. El primer acto presenta una meditación sobre la muerte con un multimillonario que enfrenta una enfermedad terminal. Crowe parece elaborar una especie de catarsis por la muerte de su padre pero luego cambia el tono del film para presentar un misterio sobre jugadores de póker. Una idea que no se llega a desarrollar ya que la película de la nada luego se transforma en un thriller de acción con unos villanos acartonados que invaden la casa del protagonista con el fin de concretar un robo. En apenas 90 minutos, se que sienten como dos horas y media, Russell presenta tres películas en una que no tienen conexión entre si y deriva en una experiencia frustrante plagada de incoherencias. Una de las más llamativas es el desconcertante casting de Liam Hensworth, quien podría ser el hijo de Crowe y en el film encarna a un amigo de su infancia. La dirección nunca le encuentra la vuelta al género del thriller y el resultado final es un film soporífero cuyo visionado se puede evadir en una sala de cine. Cabe destacar a modo de dato loco que la vivienda donde se desarrolla la trama es la misma que se usó en la reciente remake de El hombre invisible de la productopra Blumhouse.