En el 2020 Liam Neeson se tomó un descanso de los tiros y las persecuciones para retomar el género dramático en esta producción que representa el debut como director de James D´Arcy. Un actor que trabaja en el cine desde fines de los años ´90 y hoy es más conocido por haber interpretado al mayordomo Jarvis en la serie de Marvel, Agente Carter. La particularidad de esta propuesta es que Neeson trabaja junto a su hijo, Michéal Richardson, fruto de su matrimonio con la actriz Natasha Richardson, quien falleció en el 2009 a raíz de un accidente de ski. El conflicto se centra en un artista que restaura una casa en la Toscana italiana y a través de ese proyecto intenta reconectarse con su hijo, cuya relación se deterioró tras el fallecimiento de su esposa. Resulta inevitable pensar que el proyecto debe haber significado un experiencia de catarsis para los dos protagonistas, ya que el eje del conflicto se centra en el proceso de duelo tras una perdida familiar. La dirección de D´Arcy elabora una película muy amena que no se excede con el melodrama y le otorga un generoso espacio al humor pese a los temas que se trabajan. Neeson tienen muy buenos momentos junto a su hijo en un rol que le permite explorar su veta dramática que tras el suceso de Taken quedó postergada en su filmografía. Si bien el argumento no es precisamente novedoso y ya lo vimos en numerosas producciones, la película consigue ser muy llevadera por la labor de los dos protagonistas y la belleza de los paisajes rurales italianos y su cultura que generan una ambientación muy especial. Probablemente no atraiga la misma atención que las propuestas de acción que suelen protagonizar el actor pero para quienes busquen una comedia dramática entretenida es una opción para tener en cuenta.
A menudo el cine coreano de género encuentra sus mejores exponentes cuando los realizadores crean propuestas con identidad propia que se alejan de las fórmulas hollywoodenses. Dentro de la temática de terror A Tale of Two Sisters y Hansel y Gretel son dos claros ejemplos que retratan el contenido de calidad que puede brindar la industria de ese país cuando los directores están inspirados. La habitación del horror representa el caso opuesto de esta cuestión y por eso resulta tan decepcionante. Filmada bajo la premisa "robemos a James Wan que está lejos y no se entera", el director Kim Kwang-bin ofrece un burdo refrito de La noche del demonio (Insidious) sin demasiadas variaciones. La trama es prácticamente la misma con la diferencia que este relato además busca revivir el cine asiático de fines de los años ´90, con los típicos fantasmitas vengativos que aparecieron en Ringu, The Grudge y el resto de sus clones. La dirección de Kwang-bin no toma ningún riesgo y se limita a copia la misma fórmula narrativa que vimos en centenares de filmes similares. Cada tanto surge algún jump scare que tiene la función de atenuar el tedio, pero en general el espectáculo que se ofrece es terriblemente genérico y predecible. El reparto cuenta con dos figuras conocidas del cine coreano como Ha Jug-woo, el recordado psicópata de The Chaser, y Kim Nam-gil (Memories of murder), quienes reman con profesionalismo un argumento que tampoco les ofrece material para destacarse. Sus interpretaciones no son suficientes para levantar un film que se queda muy corto en materia de contenido de terror y refrita un argumento trillado que cuenta con numerosos antecedentes.
Krypto, el perro de Superman, es un emblema de lo que fue la denominada Era de Plata de los cómics que tuvo lugar entre mediados de los años ´50 y comienzos de la década de 1970. A raíz de las presiones de los organismos editoriales de censura las historietas en Estados Unidos destinaron los contenidos a un público infantil y con el paso del tiempo las revistas de superhéroes adoptaron elementos más ridículos. Tras la recepción positiva de la mascota del Hombre de Acero, DC incorporó a Ace, el perro maravilla que sería adoptado por Bruce Wayne, quien en la animación también tendría que lidiar con el Bati-Duende. Peor fue el caso de Wonder Woman, quien en aquellos años tuvo como novio a Merboy, el chico sirena (que estaba completamente loco), y villanos bizarros como Egg Fu, un huevo duro gigante. En esta propuesta de animación Warner tomas esas fórmulas argumentales que funcionaron hace más de 50 años entre los chicos y las adapta al público de la actualidad. El director Jared Stern, guionista de Batman Lego Movie, apuesta a la simpleza para elaborar un espectáculo muy entretenido que se concentra en el humor y la aventura sin quemarle la cabeza a los niños con mensajes moralistas forzados. La trama desarrolla la historia de origen de la Liga de mascotas, cuyos integrantes representan a un miembro de la agrupación original. El personaje secundario más destacado resultó ser Ace cuya dupla con Kypto brinda algunas de las mejores escenas del film. Para el público adulto que acompañe en las salas hay numerosos guiños a los cómics y momentos humorísticos que parodian los contenidos ridículos que tuvieron las revistas de superhéroes en los años ´60. De todas las películas de animación que se conocieron en la temporada invernal esta es por lejos la más divertida como propuesta familiar. Si bien está dirigida a un target de espectadores de entre cuatro y 10 años su visionado es muy ameno y no arrastra los vicios del Hollywood de estos días, donde el sermón de iglesia hipster predomina sobre el entretenimiento. En términos visuales Warner presenta un trabajo correcto y una estética similar a la que tuvo Scoob! con la diferencia que esta cuenta con un guión más decente. En la versión en inglés se destacan especialmente las interpretaciones de The Rock (Krypto), Kevin Hart (Ace) y Keanu Reeves a cargo de Batman. La Liga de super mascotas cuenta con dos escenas post-créditos. La segunda, que probablemente se perderá la gran mayoría del público, es la más sólida y juega con un personaje de DC que pronto debutará en los cines. Reitero, de todas las ofertas para chicos que se conocieron en la temporada invernal el film de Kypto es la más redonda y merece su recomendación.
Una nueva adición del subgénero de la “gastronomía porno” que vive su momento de gloria con el apogeo de los reality shows de competencias culinarias. Hace poco tuvimos el estreno de Una pastelería en Notting Hill que ofrecía una propuesta muy similar y en esta oportunidad el aporte proviene del cine danés. En Una receta perfecta tenemos como protagonistas a tres amigas de 60 años que atraviesan una crisis existencial y viajan a un pueblito rural de Italia, la locación clásica donde personajes de todas partes del mundo encuentran la solución a sus problemas. En breve llegará a los cines una producción con Liam Neeson que comparte el mismo escenario. En ese lugar paradisíaco, donde es fácil olvidarse de las tribulaciones cotidianas, las amigas participan de un curso de cocina que las ayuda a reconectarse con la existencia humana. La directora Barbara Rothenborg apuesta a la misma fórmula argumental de enredos graciosos y romances que suelen trabajar los filmes de esta temática sin profundizar demasiado en los conflictos dramáticos que introduce el relato. Como es habitual en este subgénero sobresale la labor de fotografía que se encarga de hacerle justicia a los paisajes italianos y los platos de comida. Aunque el resultado final es terriblemente predecible no deja de ser una propuesta simpática dirigida al segmento del público que tiene una conexión generacional con las protagonistas y probablemente disfrutará más del espectáculo.
GLORIOSA, ÉPICA e INOLVIDABLE. Más que una biografía tradicional se trata de un espectáculo musical que celebra de un modo pasional el arte de Elvis con una adición especial. Además es una película del director Baz Luhrmann que arrastra las excentricidades de su particular estilo narrativo. La primera media hora se podría titular Elvis: La montaña rusa donde el cineasta vuelve loco a los espectadores con una narración no lineal frenética, que incluye viñetas de cómics, piezas de hip hop y esa puesta en escena especial que suelen tener sus secuencias musicales. Luego baja un poco la intensidad pero en todo momento queda claro que esta producción lleva el sello del creador de Moulin Rouge. Si bien el relato se apega más de lo esperado a los hechos verídicos, Luhrmann aborda la vida de Presley como si se tratara de una fábula mítica. La versión rockera de The Once and Future King, de T.H. White, con la diferencia que no asistimos al ascenso y caída del monarca de Camelot sino del Rey de Graceland. Esta producción toma el riesgo de contar los hechos desde la perspectiva del manager de Elvis, el Coronel Tom Parker, quien históricamente fue representado como la encarnación humana de Drácula, Lex Luthor y el Diablo. Hace 30 años el fandom pasional del cantante probablemente hubiera colgado a Luhrmann en una plaza de Memphis por hacer esta película. Sin embargo desde mediados de la década de 1990 numerosos biógrafos empezaron a cuestionar la figura maléfica de Parker con el fin de estudiar la compleja personalidad del productor musical y su relación con Presley. El director tuvo en cuenta esta cuestión y optó por narrar los hechos sin imponer un juicio directo sobre los personajes. Aunque la trama no redime a Parker y retrata con claridad sus prácticas sucias, también muestra el ingenio y la astucia que tenía para desenvolverse en el mundo del espectáculo. En la actualidad la familia Presley todavía factura mensualmente millones de dólares con la misma línea de merchandising que el Coronel creó en los años ´50 y el film no ignora estas cuestiones. Una enorme virtud de esta propuesta reside en el modo inteligente en que comprimió la historia de vida del artista dentro de una producción de 159 minutos. Obviamente hay un montón de cosas que quedaron afuera y otras se cambiaron para darle una mayor estructura dramática a la película pero lo más atractivo e importante está presente. El director nos regala algunos momentos hermosos donde podemos ver a Elvis junto a B.B King, Sister Rosetta Tharpe y Little Richards (en escenas que tienen la función de subrayar sus influencias musicales) y le otorga un espacio generoso a la gesta del histórico especial de televisión de 1968. Un evento muy especial ya que fue la primera vez que Presley se rebeló ante su manager para explotar su máxima faceta creativa con la ayuda de los productores de los Rolling Stones que revivieron su carrera. Toda la interna detrás del programa es muy divertida y si no te emocionás con la secuencia musical de If I Can Dream revisá tu pulso porque estás muerto y no lo sabías. Los hechos no se desarrollaron exactamente de esa manera pero Luhrmann lo convierte en un momento mágico muy especial donde la biopic tradicional se fusiona con la fábula mítica. Durante el desarrollo del film el argumento consigue explorar todas las facetas de la personalidad de Elvis y la industria del espectáculo que eventualmente se lo fagocitó. En lo referido a las interpretaciones del reparto Austin Butler, quien hasta no hace mucho tiempo era una figura juvenil de Nickelodeon, sorprende con la versión definitiva de Presley en el cine. Aunque físicamente no se parece tanto al artista a través de su composición se pierde por completo en el personaje para darle vida de un modo especial. En el pasado Kurt Russell y Jonathan Rhys Meyer brindaron muy buenos trabajos en otras biografías que se concentraban en momentos específicos de esta historia. Sin embargo, la labor de Butler tiene un mérito mayor ya que tuvo que trabajar la transición del personaje en la diversas etapas de su vida y el resultado es estupendo. El Coronel Parker de Tom Hanks es un caso diferente y puede dividir las opiniones. En lo personal no me disgustó y tiene sus buenos momentos pero creo que debe ser tomado como la versión excéntrica del manager que uno imaginaría encontrar en una película de Luhrmann. La puesta en escena no decepciona en absoluto y está al nivel de la jerarquía artística que se espera de este director. En esta oportunidad sorprende con el nivel de detalles demenciales que tiene la reconstrucción de los diversos períodos temporales en lo referido a las vestimentas y peinados. Cuestiones que no pasarán desapercibidas por los fans de Elvis que van desde el legendario conjunto rosa con el que se presentaba el artista en los años ´50 a la apariencia del público en el especial del ´68 que es exactamente igual a la del material televisivo. Elementos que tranquilamente se podían haber omitido pero están presentes en el film y resaltan la enorme dedicación que le puso el realizador a este trabajo. Amé esta película y la recomiendo. Uno de los mejores espectáculos hollywoodenses del año que deben ser disfrutado en la mejor pantalla posible.
Ilumination es la productora emblemática de las películas animadas hollywoodenses de góndolas de supermercados. A menudo sus productos están más interesados en instalar los personajes en líneas de golosinas y aguas saborizadas que en ofrecer historias creativas que resistan más de un visionado. Salvo por algunas adaptaciones correctas de los libros de Dr Seuss, las infumables franquicias de Mi villano favorito, La vida secreta de las mascotas y Sing presentaron propuestas infantiles centradas en refritar las mismas fórmulas argumentales en todos sus episodios. Sin embargo, en los aspectos comerciales funcionaron muy bien y por ese motivo las cadenas de cines suelen esperarlas con ganas. Para los chicos representan un pasatiempo ameno que olvidan enseguida luego que se levantaron de la butaca y los mayores reman el espectáculo con paciencia mientras revisan la hora en el celular cada 15 minutos. Dentro de este contexto Minions 2 resultó una sorpresa al ofrecer una película que no se olvida de los adultos y los invita a entretenerse con la historia de origen del villano Gru. El conflicto es muy simple para que los niños lo puedan seguir con facilidad pero cuenta con una particularidad especial. La trama se desarrolla en 1976 y el director Kylde Balda (El Lórax) utiliza ese período para elaborar un cariñoso tributo nostálgico a la cultura popular de esa década. Durante el desarrollo de la aventura principal Balda añade numerosos guiños divertidos que se relacionan con los íconos de la música y el cine de aquellos años. Los más chicos probablemente no entenderán las referencias a Linda Ronstandt, Peter Frapton o el film de Walter Hill, The Warriors, pero para los adultos representa una adición simpática que evita que se queden afuera del espectáculo. El director escogió además un período muy particular que coincidió con el fenómeno del cine de artes marciales en los Estados Unidos tras la muerte de Bruce Lee. La continuación de los Minions juega bastante con esta cuestión, donde no falta el homenaje al clásico de Chang Cheh, Five Deadly Venoms, que también tuvo su parodia en Kung Fu Panda. La versión en inglés cuenta con las interpretaciones de Jean Claude Van-Damme, Dolph Lundgren, Lucy Lawless y Julie Andrews sin embargo tienen roles menores que podrían haber sido interpretados por cualquier otro artista que daba lo mismo. Mejor suerte tuvieron Alan Arkin, Michelle Yeoh y Taraji P. Henson cuyos personajes tienen una mayor intervención. Desde los aspectos técnicos la película está a la altura de lo que suelen ofrecer los grandes estudios dentro del género CGI. En este caso sobresale todo el trabajo que hicieron con la ambientación de los años ´70 y los detalles rigurosos a la hora de evocar los vestuarios, peinados y modelos de vehículos de esa década. En resumen, Minion 2 probablemente va a entretener más a los chicos que la soporífera Lightyear y en esta oportunidad los adultos encontrarán una propuesta mucho más llevadera.
Dog representa el debut como director de Channing Tatum, quien desarrolló este proyecto para procesar el duelo por la muerte de su mascota; una perrita pitbull que falleció de cáncer en el 2018. Esta es la parte donde surge la gran pregunta del millón. ¿Debo consumir antidepresivos luego de ver este film, como en Hachiko y Marley y yo? No, afortunadamente Tatum evitó caer en los burdos golpes bajos y las narrativas manipuladoras que suelen ser frecuentes en películas de este tipo. De hecho, el principal mérito de su labor como realizador reside en que pudo desarrollar una historia emotiva sin excederse en el melodrama exagerado para conseguir las lágrimas del público a cualquier precio. La trama es mucho más seria de lo que venden los trailers promocionales y se enfoca en el proceso de sanación emocional que atraviesa un soldado veterano a partir de la relación que entabla con la mascota de un compañero fallecido. Tatum compartió la tarea de dirección junto Red Carolin, quien fue productor de algunos de sus filmes previos, de Magic Mike, Comando especial 2 y White House Down. El film escoge el recurso de la road movie para construir el vínculo entre un veterano que padece estrés post-traumático y una perra que también arrastra sus traumas como miembro de una unidad canina militar. Pese a que la fórmula es genérica los directores consiguen sacar adelante una película amena que aborda el contenido emocional de un modo honesto y en ocasiones utiliza el humor para descomprimir los momentos dramáticos. El protagonista ofrece como actor una labor decente y conforma una buena dupla junto a la perra Lulu, representada por un animal real en lugar de esos pastiches de CGI que vimos en otras producciones recientes. El tiempo determinará si con este proyecto se inició una nueva faceta artística para el actor o quedará como una anécdota de su filmografía. Su primera incursión en la realización es correcta y dentro de la temática que trabaja al menos aporta un poco más de contenido frente a otras propuestas familiares relacionadas con perros que se estrenaron en los últimos años.
Probablemente la mejor película de la productora Blumhouse desde El hombre invisible. Cuando Marvel le impidió a Scott Derrickson desarrollar la continuación de Doctor Strange que había concebido, el director abandonó el proyecto y volvió a sus fuentes artísticas con una producción de bajo presupuesto. En esta oportunidad optó por adaptar el cuento de Joe Hill, “El teléfono negro”, que formó parte de su antología “20 Century Ghosts”, publicada en el 2007. Más que una propuesta clásica de horror el relato de Hill propone un thriller con elementos sobrenaturales, donde los casos policiales de asesinos seriales se fusionan de un modo macabro con la mitología de Hansel y Gretel. Derrickson, quien optó por respetar el argumento original, elabora un film que tal vez no cuenta con grandes momentos aterradores pero captura la atención del público con el misterio que elabora y el desarrollo de los personajes principales. Ethan Hawke, quien había protagonizado Sinister (uno de los títulos más recordados del director) compone un villano efectivo que resulta una bizarra mezcla de John Wayne Gacy (famoso criminal de los años ´70) con la bruja del mencionado cuento de los hermanos Grimm. El modo en que captura a sus víctimas con una camioneta negra conecta al personaje con la famosa leyenda urbana europea del Black Volga. Un clásico del siglo pasado donde se creía que una ambulancia negra secuestraba niños para quitarles sus órganos con el fin de venderlos al mercado negro. En la primeras versiones el vehículo era el auto soviético Volga (probablemente para echarle la culpa a los rusos de todos los males del mundo) pero luego con el paso del tiempo, cuando la leyenda se expandió al continente americano, se cambió por otros modelos. El film juega con todas estas cuestiones del folclore popular y la paranoia que había a fines de los años ´70 con la desaparición de chicos, dentro de un film que evade los jump scares trillados para darle prioridad al vínculo de los personajes centrales. Un aspecto de esta producción que además se vio favorecido por el casting de Mason Thames y Madeleine McGraw, quienes sorprenden con una gran composición de los hermanos Finney. Aunque la premisa es simple la narración de Derrickson consigue crear muy buenas situaciones de suspenso que terminan por ofrecer un espectáculo muy entretenido. Si tienen presente que el tono del film se concentra más en el thriller que el género de terror y evitan el horrendo trailer que muestra demasiado, El teléfono negro sobresale entre las novedades de la cartelera para tener en cuenta.
En una temporada de Los Sopranos hay un episodio donde Christopher Moltisanti, el sobrino de Tony (el protagonista), decide incursionar en la industria cinematográfica para producir una película de terror. El proyecto, que es un burdo robo de la saga SAW, termina financiado por unos mafiosos que aprovechan esa posibilidad para lavar dinero. El último juego es un film que tranquilamente podría haber sido el proyecto soñado de Moltinsanti. Se trata de una producción que roba de manera obscena los mismos conceptos argumentales de Saw y Cube (el film de culto de Vicenzo Natali) sin ofrecer un mínimo aporte creativo que haga interesante el relato que se presenta. A través de una puesta en escena que parece salida de un corto amateur de You Tube del 2007, el director John David Moffat desarrolla un tedio de 80 minutos donde el suspenso y en especial el terror brillan por su ausencia. Se introduce la premisa de un experimento, sobre el que no se da ninguna explicación a lo largo del conflicto, y eso deriva en un espectáculo tonto y aburrido, con una puesta en escena chapucera, donde un grupo de personajes deben matarse entre sí para sobrevivir. Los actores son horrendos y parecen pertenecer a una escuela amateur de teatro en su primera semana de clases. Sumado al hecho que el director Moffat nunca consigue elaborar situaciones de tensión que al menos despierten un mínimo interés por el relato que se narra, se hace imposible encontrar algún mérito en esta producción para justificar su recomendación. Simplemente es un film horrendo que por esos milagros inexplicables del mundo de la distribución tiene la suerte de encontrar alguna sala de cine
La buena noticia es que al menos resultó un poco más llevadera que las continuaciones de Cars, sin embargo no deja de ser un producto terriblemente insípido para un estreno que integra la filmografía de Pixar. El film previo de la productora, Turning Red, que no tuvo promoción y terminó en la plataforma de streaming del estudio, al menos contó con un contenido más elaborado además de brindar un buen entretenimiento. En este estreno no hay demasiados elementos para resaltar y los niños que no se queden dormidos en el cine tal vez la disfruten un poco más. Dentro de la franquicia la trama presenta el film que Andy vio en 1995 e influenció su devoción por Buzz Lightyear. El problema con este concepto es que despoja de entrada todas las características que hicieron memorable y divertido al personaje. Cuando a Buzz le quitás su ego exagerado, el sentido del humor y la interacción con el cowboy Buddy queda un héroe de aventuras aburrido que tal vez llegó a entretener la miserable infancia de Andy pero difícilmente consiga lo mismo con el resto de la humanidad. El perfil serio de Lightyear simplemente no es atractivo y el director Angus McLane (responsable de la olvidable Buscando a Dory) no hace el menor esfuerzo para cautivar al público con el mundo del ciencia ficción que rodea al protagonista. El pobre Buzz además de ser más insulso tiene que lidiar con la ausencia de un reparto secundario carismático que lo ayudó a brillar en la saga original de Toy Story. Los nuevos personajes son roles acartonados sin personalidad que se limitan a cumplir con la cuota de diversidad que demandan los contenidos de Hollwyood en la actualidad. El único miembro que levanta un poco la historia con sus intervenciones es un gato androide que no en vano protagoniza los spots promocionales de televisión. En general el contenido humorístico es malo y está dirigido a ese público "especial" que festeja a carcajadas los chistes tontos en las películas de Marvel. Obviamente una propuesta de Pixar que no roba ideas ajenas de otros artistas no sería lo mismo, ya que la piratería siempre fue parte del ADN tradicional de esta compañía. El hurto en este caso se centró en el argumento de Interestellar, de Christopher Nolan, y como les daba fiaca crear robots villanos también copiaron a los androides de las fuerzas de Hordak, en la serie animada de She-Ra, de Fillmation. La pereza llegó a tal nivel que ahora ni siquiera producen los cortometrajes que solían presentarse antes de las películas y que en el pasado brindaron algunas historias simpáticas. Si al menos esta producción hubiera presentado alguna sátira del estilo de cine hollywoodense que se hacía hacia mediados de los ´90, la trama podría haber sido más entretenida pero nunca se explora esa cuestión. Motivo por el cual cuesta bastante comprar que los niños de 1995 se volvieron locos por Buzz luego de verlo en esta propuesta. En resumen, una película de Pixar realizada en piloto automático con el único fin de ocupar una fecha en el calendario de estrenos.