Gracias a Hollywood la CIA cuenta con una nueva herramienta de tortura para obtener confesiones de terroristas. No existe criminal en este planeta que pueda sobrevivir una exhibición de Los miserables sin quebrarse y confesar todo lo que sabe. De haberse estrenado este film en el 2002 la Casa Blanca se hubiera cargado a la cúpula de Al-Qaeda en un tiempo récord. La historia de Victor Hugo es una obra maestra de la literatura y uno de los libros más apasionantes que probablemente leí en mi vida. Me encanta esta historia pero lo que hicieron con esta adaptación es imperdonable. Desde Moulin Rouge el género musical tuvo un gran renacimiento en el cine y en los últimos años pudimos disfrutar de filmes fabulosos y entretenidos. No es el caso de Los miserables que brinda una de las propuestas más aburridas y superficiales que se realizaron en mucho tiempo. El director Tom Hooper (El discurso del Rey) se limitó a filmar la obra de Broadway en la pantalla grande donde construye todo el maldito relato con diálogos cantados sin darle un respiro al espectador. Este recurso que puede funcionar en un espectáculo teatral con intervalos, en el cine convierte a una producción de este tipo en un larguísimo video clip. Uno tiene la sensación que siempre escucha una misma canción que nunca llega a su fin y la repetición que se genera durante casi tres horas de duración es soporífera y tortuosa. Al no haber tampoco grandes coreografías de baile el film se centra principalmente en las canciones y las interpretaciones vocales del reparto que son muy dispares. Lo peor de todo es que la historia de Victor Hugo acá fue ultrajada de un modo criminal. Me da gracia siempre que se aclara que esta es una adaptación del musical de Broadway y no de la novela como si eso justificara el patético guión, cuyas canciones tienen el romance y dramatismo burdo que podés encontrar en un disco de Ricardo Arjona. La apasionante persecución del terrible Javert a Jean Valjean en este caso quedó reducida a un melodrama infumable donde no tienen sentido muchas acciones de los protagonistas. De hecho, nunca se termina de entender por qué estos hombres son enemigos. Los personajes en general no tienen ningún tipo de desarrollo y sufren en la vida por la sencilla razón que el director tenía que justificar el título del film. Hooper con en este proyecto demostró que nunca comprendió a los personajes de Hugo y los retrató como una telenovela de Thalía donde el dramatismo fue trabajado a extremos exagerados. En un punto el cineasta desarrolló un anti-musical donde las canciones son monólogos repetidos de los personajes que apenas tienen una conexión emocional entre sí, ya que la mayor parte del tiempo se cantan a sí mismos. Esta versión de Los miserables es un culto a la redundancia. Más allá de saturar todo el tiempo con primeros planos hacia el rostro de los actores, el director Hooper tampoco ofrece ningún recurso narrativo que permitiera adaptar este musical con un impronta más cinematográfica. Hugh Jackman hace su trabajo con muchísima dignidad aunque hacia el final uno termina por desear que el ejército francés lo ejecute en un paredón. Amanda Seyfried zafa en su reducido papel y su interpretación resultó más medida que la sobreactuada Anne Hatthaway, quien en apenas un minuto pasa de ser una obrera sacrificada a una prostituta de los bajos mundos. Entiendo que los musicales tienen otros tiempos pero la superficialidad con la que fue abordado el personaje de Fantine es infame. Sacha Baron Cohen, con una lograda imitación de Adam Sandler, te saca por lo menos una sonrisa en la secuencia de la famosa canción “Master of the House” que es el único momento entretenido de este film. Russell Crowe. Su performance musical redime El Rey León de Ricardo Fort. Escuchar a Crowe en los monólogos que tiene su personaje y que te golpeen con un martillo en los testículos genera el mismo dolor físico. Lo que hace en esta película sinceramente no tiene nada que envidiarle a los musicales del chocolatero mediático. Esta producción no se la recomiendo ni al peor enemigo. Desde el estreno de ese mega bodrio francés que fue Los destinos sentimentales, de Olivier Assayas, que no la pasaban tan mal en una sala de cine. Es muy triste ver como convirtieron una historia profunda con crítica social en un melodrama superfluo. Cuando creías que no podría existir algo más insufrible de ver que un capítulo doble de Glee, el director Tom Hooper levantó la cuota de sadismo con un film que sólo le rinde honores a lo que representa el tedio en la pantalla grande. Si se animan a verla lleven una almohada.
Cuando nos referimos a las antologías de terror en el cine viene al recuerdo una época gloriosa, entre los años ´60 y ´70 donde productoras inglesas como Hammer y Amicus brindaron filmes memorables que hoy son clásicos emblemáticos del género. Amicus, especialmente, fue una compañía que hizo joyas como Tales from the Cript y The House that Dripped Blood que en pleno 2013 no perdieron vigencia y siguen siendo exponentes maravillosos del horror en la pantalla grande. Películas que contaban con actores de primer nivel como Christopher Lee, Peter Cushing y guiones de Robert Bloch (el creador de Psicosis). ¿Qué le paso al género de terror que hoy tocó fondo con tanta mediocridad? Las crónicas del miedo es una de las peores películas realizadas en la última década. Es más que desastrosa, es insoportable. Amo las antologías porque tenés la posibilidad de ver varios filmes en una misma producción pero esto que hicieron con esta propuesta es indefendible. Es una lástima porque el concepto de la película me parecía interesante. Seis historias de terror desarrolladas dentro del subgénero de filmaciones encontradas que abordaban varios tópicos clásicos del terror. El grave problema que tiene este film es que sus realizadores invirtieron los roles de los personajes. Es decir, cuando en un cuento de horror vos tenés vampiros, asesinos seriales, demonios y fantasmas y los hechos siniestros que cometen estos personajes son un acto de justicia que el espectador celebra, algo está mal. Hace mucho tiempo que no veía un film que reuniera la cantidad de rengos mentales que presentaron en estas historias. Los personajes son muy irritantes y actúan como retrasados mentales que se alteran con ver una teta o siempre están gritando totalmente pasados de droga. Cuando los matan, la verdad que es un alivio. El monstruo vampiro del primero relato para mi resultó un justiciero. Por otra parte, las mujeres en todas las historias son retratadas como idiotas, psicópatas o seres diabólicos. Vaya uno saber que problema tendrán en la vida los muchachos que escribieron esto pero es raro el perfil que le dieron a los personajes femeninos. Después la obsesión adolescente que tienen con el sexo y la manera en que se comportan todos estos idiotas que interpretan los relatos es patético. Lo mejor que pudieron conseguir los guionistas es crear personajes que se la pasan repitiendo “Fuck” y “Dude” y que no generan ningún tipo de empatía frente a los horrores que viven. Por eso cuando los matan es un alivio porque al fin se terminó la historia. Llama la atención que un film mediocre de esta magnitud tuviera críticas positivas en Estados Unidos. Es claro que los críticos de Rolling Stone (publicación en decadencia si la hay) miran un estreno de terror cada 20 años ya que de otro modo son incomprensibles los elogios que brindaron. Por otra parte las historias tienen problemas graves de narración donde tardan en desarrollar las tramas con escenas y diálogos intrascendentes que saturan por el alto contenido de tedio. Las crónicas del miedo es un bodrio de proporciones épicas con la que no vale la pena perder el tiempo.
Después de pasar varios años experimentando con el arte de la animación, el director Robert Zemeckis regresó a los cines con el film más oscuro y dramático de su carrera. Algo interesante de El vuelo es que presenta una historia que uno no hubiera asociado con este director ya que es una propuesta que no tiene nada que ver los trabajos previos de su filmografía Es evidente que Zemeckis necesitaba hacer algo diferente y eligió este proyecto que se apoya principalmente en la interpretación de Denzel Washington. Lo interesante de El Vuelo es que es una película que logra abordar varios temas en un mismo relato. Por un lado tenés la lucha de un piloto con sus demonios personales y las adicciones, pero también se refiere a la corrupción en la aviación comercial y la falta de controles que luego ocasionan desastres. Esta es la primera vez que Zemeckis narra una historia con un personaje protagónico que no es precisamente un héroe simpático y se encuentra estancado en sus conductas autodestructivas. Si bien la película no puede escaparle a cierta resolución hollywoondense de esta enfermedad hacia el final, El vuelo tampoco aborda la temática con el excesivo melodrama que tuvo Adiós a Las Vegas, con Nicolas Cage. Si sos seguidor de Zemeckis este film ya de por si vale la pena por los primeros 20 minutos que son tremendos. Después de realizar en Náufrago uno de los accidentes aéreos más impactantes que se vieron en la historia del cine, el director levantó la apuesta y en este trabajo brinda otra secuencia escalofriante que sobresale por su realismo. El aterrizaje de emergencia que filmó en esta historia es una secuencia de acción brillante que tiene más tensión y dramatismo que varios largometrajes del cine catástrofe. Pese a que la trama cae luego en algunas situaciones innecesarias que se podías haber evitado, como el romance del protagonista con otra adicta a la heroína que no aporta nada, en términos generales esta colaboración entre Zemeckis y Denzel Washington ofrece una muy buena película con la que este cineasta vuelve a destacarse en el cine.
Esperar una película mala de Steven Spielberg a esta altura es como pedirle peras al olmo. Puede ocurrir que como espectador no te conectes con la historia que ofrece pero en términos visuales y narrativos sus labores son inobjetables. Además se trata de un realizador que tiene el lujo de poder reunir a un reparto de actores brillantes que son claves en sus trabajos. Lincoln es una producción extremadamente correcta (tal vez demasiado) que se centra principalmente en la cocina de los que fue la creación Decimotercera Enmienda de la Constitución norteamericana que terminó por abolir la esclavitud en ese país. Spielberg le escapó a todos los lugares comunes hollywoodenses que uno podía esperar a la hora de narrar esta historia y la acción de su film se centra principalmente en las discusiones políticas de los despachos de Washington. Si algo queda claro es que el cineasta evitó retratar este momento histórico de los Estados Unidos a través de un relato épico que engrandeciera a Lincoln más de lo que ya es para la cultura de ese país. Esto también se refleja en la interpretación de Daniel Day Lewis, quien encarnó al líder estadounidense como un hombre calmado y reflexivo sin convertirlo en un arcángel magnánimo que vino a salvar el mundo, como ocurrió con algunas interpretaciones recientes de John F. Kennedy en la ficción. Tal vez algunos de los mejores momentos de esta película no tienen que ver con la política, sino cuando podemos ver al protagonista en la intimidad de su hogar relacionándose con sus familiares que describen el perfil más humano de este hombre. Cabe destacar la tarea de Tommy Lee Jones como el abolicionista Thaddeus Stevens, quien se roba varias escenas del film y junto con un irreconocible James Spader y John Hawkes aportan algunos buenos momentos de humor que mitigan un poco en la trama las tensiones políticas. Lincoln presenta una correcta y didáctica lección de historia pero como propuesta cinematográfica nunca llegar a ser una obra que emocione, brinde escenas memorables o se destaque entre los grandes trabajos de Spielberg.
Uno de los grandes cuentos de hadas recientes de nuestro tiempo. La historia es así. El Tío Sam le dice a su pueblo anestesiado que Osama Bin Laden murió en un enfrentamiento con las valientes y sacrificadas tropas de elite norteamericanas y su pueblo lo cree y lo festeja en Washington, de la misma manera que siguen creyendo que Lee Harvey Oswald asesino solo a Kennedy porque era un loquito con problemas de ira. Es curioso que un país que nunca tuvo reparos en invadir otras naciones y apoyar golpes de estado alrededor del mundo, además de contar con centros clandestinos de tortura, de repente decidiera seguir protocolos religiosos a la hora de disponer del cadáver de uno de los terroristas más buscados de la historia. Las pruebas de que el famoso criminal fue realmente abatido residen únicamente en la buena fe de la Casa Blanca. El punto es que si uno se olvida al ver esta película que la versión de los hechos que brindó Estados Unidos sobre esta cuestión tiene muchos agujeros que no cierran y que la frase “basada en hechos reales” debe tomarse con pinzas, La noche más oscura es un trhiller decente de espionaje que se deja ver. Es como un episodio de 24 filmado con la narrativa documentalista de Steve Bochco (Policía de Nueva York, Hill Street Blues). Por momentos parece una típica novela de Tom Clancy en el cine donde se retrata el verdadero trabajo de los analistas de la C.I.A y los oficiales de campo que poco tienen que ver con las aventuras de Jason Bourne. La directora Kathryn Bigelow hace un gran trabajo en la narración de la historia y a los largo de los 157 minutos de duración su relato no tiene baches y logra mantener el suspenso pese a que ya sabemos como va a terminar la película. Cabe destacar que la nominación al Oscar de Jessica Chastain como Mejor Actriz resulta incomprensible al ver su labor en este film. La mujer cyborg que interpreta está muy lejos de ser un personaje memorable y tampoco le permitió a la actriz componer un trabajo destacable. Su labor no es para nada mala pero la verdad es que nadie la va a recordar cuando lleguemos al mes de mayo. La agente de la CIA Maya, por otra parte, es un personaje chato sin matices que nunca llega a ser muy desarrollado en la trama. A La noche más oscura le juega en contra el desgaste que tuvo esta temática en los últimos años con filmes muy parecidos que lidiaron con este tema. En este caso estamos ante una película muy bien realizada que se deja ver pero no representa el mejor trabajo de Kathryn Bigelow.
Es notable como cambiaron los tiempos. En 1972 La leyenda del Negro Charlie, memorable blaxploitation western con el maestro Fred Williamson, resultó una de las grandes sorpresas taquilleras de ese año. El público, especialmente gran parte de la comunidad negra norteamericana, amó la película, que fue aniquilada por la prensa debido a la violencia y el lenguaje vulgar. Esos mismos críticos, como es el caso de Rogert Ebert, son los que hoy alaban este nuevo refrito mediocre de Quentin Tarantino. ¿Django sin cadenas es acaso una obra más profunda y relevante que la trilogía del negro Charlie? Ni a palos, pero como la dirige Tarantino parece que es material de Oscar. Que esta producción esté nominada en la categoría de Mejor Película y Mejor Guión Original (especialmente) es una falta de respeto al género western y habla de la decadencia absoluta en la que se encuentra este premio y la carrera del director. Django sin cadenas es un ejemplo de masturbación cinematográfica en la que un realizador que fue consumido por su propio ego nos tortura nuevamente durante casi tres horas con sus estúpidos diálogos intrascendentes, que intentan emular una vez más el arte de Elmore Leonard. El film es un híbrido entre los spaghetti westerns y los blaxploitation westerns de los años ´70. La película comienza recreando los créditos iniciales de Django, el clásico de Sergio Corbucci que contribuyó a reinventar las historias de cowboys en 1966. Ahí se termina la referencia al legendario pistolero que en su época de gloria inspiró cerca de 100 secuelas clandestinas, entre en las que se destacaron Django, el bastardo, con Anthony Steffen y Viva Django con Terence Hill. Por cierto, mejores representantes de los spaguetti westerns que este bodrio de Tarantino. El primer cuarto de la película dentro de todo es bastante decente. El film evoca la misma estética de fotografía que solían usar los realizadores italianos y la banda de sonido recopila ese tipo de canciones que uno podía escuchar en una historia de cowboys de Lucio Fulci, como Los cuatro del Apocalipsis. Hacia la mitad de la trama, a partir del momento en que se despide Franco Nero en un simpático cameo, la película derrapa por completo y se convierte en un tedio absoluto. El gran problema de este estreno es que carece por completo de un argumento y en el cine uno tiene la sensación de estar frente a un trailer extendido. Django sin cadena refleja una enorme inmadurez de Tarantino que no puede construir un cuento sólido sin copiar de manera burda lo que otros artistas hicieron 40 años atrás. Se mete con el tema de la esclavitud pero lo trabaja como si el guión hubiera sido escrito por Homero Simpson, sin saber que hacer con esta cuestión. Lo peor es el patético enfoque que le dio a las secuencias de acción. Los tiroteos ultra sangrientos sin sentido parecen una parodia a La pandilla salvaje, de Sam Peckinpah y Cabalgata infernal, de Walter Hill, con la particularidad que no son graciosos de ver y arruinan la tensión que podrían haber tenido esos enfrentamientos. Dejemos de lado que algunos de esos momentos fueron musicalizados con temas de hiphop y que ya había filmado una historia de venganza en Kill Bill. El problema de Django sin cadenas es que satura por su alto grado de estupidez y recursos trillados que ya terminaron por cansar en la obra de este sujeto. Tarantino no sorprende más. Sí, filma lindo. Sabe elegir actores y tiene buen gusto para la fotografía, pero sus cuentos son siempre lo mismo. Si sos fanático de Tarantino y esto te parece una maravilla está bien, pero no me la vendan como un tributo del spaghetti western porque es impresentable. Compará este film con las historias de pistoleros de Fred Williamson más oscuras y verdaderamente irreverentes como El alma del Negro Charlie (1972) y Boss Nigger (1975) y esta producción realmente no existe. No hablemos ya de clásicos irrepetibles como El gran silencio, de Sergio Corbucci, con Klaus Kinski que tenía más meritos para competir por el Oscar y la Academia de Hollywood la ignoró por completo. Los laureles y elogios desmesurados de este estreno se los dejo a los militantes de La Cámpora Tarantinesca de la prensa, que hasta el estreno de Kill Bill, creían que Sonny Chiba era un modelo de televisor plasma. Como fan de los spaghetti western esto me pareció cualquier cosa y no me terminó de convencer. Django resultó demasiado grande para Tarantino.
No es fácil encontrar una buena historia de amor realizada en Hollywood por estos días. La mayoría siempre terminan por caer en esas comedias de enredos trillados donde uno ya sabe como va a terminar en los primeros minutos de la historia. Lo atractivo de los trabajos del director David O.Russell es que sus filmes tienen varias capas sobre las que construye su relato y eso vuelve a sus filmes interesantes. Es decir, The Fighter (su película anterior) era una biografía sobre un campeón de boxeo, pero la historia iba más allá de ese deporte y brindaba un drama que se destacaba por las relaciones humanas de los personajes. El lado luminoso de la vida si bien se encamina por el género romántico también es un tremendo drama sobre las afecciones mentales y tienen una mirada optimista sobre como afrontar hechos traumáticos. Los personajes principales son muy interesantes y esto genera que uno se conecte con las cosas que sufren y atraviesan y en consecuencia se termine enganchando también con el relato. Bradley Cooper es un docente al que lo diagnostican con un desorden bipolar y Jennifer Lawrence una chica que digamos tienen un par de inconvenientes en la vida y el destino los reúne en una gran historia de amor. Creo que la clave de este film, más allá que el guión es genial, se debe que el director Russell encontró los actores perfectos para cada personaje. Cooper, que ya había demostrado que podía actuar en Sin Límites, acá consiguió un personaje que le permitió desarrollar todo su potencial y por eso lo suyo es impecable. Más allá de que gane o no el Oscar al Mejor Actor este año El lado luminoso de la vida ya es una bisagra en su filmografía que le va a permitir en el futuro conseguir roles más jugados. Jennifer Lawrence, por otra parte, después de aparecer en varias propuestas pochocleras, volvió a trabajar en un rol dramático más complejo que logra sacarlo adelante porque es una gran actriz. Con una muy buena musicalización que incluye temas de Led Zeppelin, Bob Dylan y los White Stripes, David O.Russell presenta una película redonda gracias a su talento para sacar lo mejor de los actores con los que trabaja. Pese a que su nombre no es muy conocido todavía se trata de un realizador que hace rato viene ofreciendo muy buenas historias y su nuevo film es uno de los grandes destacados de esta semana.
Familia en apuros ofrece una comedia familiar que zafa para distraerse un rato pero deja cierta sensación de decepción teniendo en cuenta quienes son sus protagonistas. Billy Crystal y Bette Midler son figuras muy grosas del cine norteamericano y algo debe estar pasando en Hollywood para la que industria no pueda reunirlos en una producción como ellos se merecen. Con este proyecto parecería que los productores intentaron hacer algo similar a lo que fue la saga de La familia de mi novia con Ben Stiller, pero el problema es que el guión no estuvo a la altura del reparto. La serie de comedias de Stiller funcionó porque los guionistas lograron con muy buenas escenas aprovechar a los actores en cada personaje y eso no sucede con esta película. Cuando los chistes sobre las diferencias generacionales en materia de crianza de niños se agotan enseguida el film tiene dificultades para sostenerse desde el humor. En el caso de este estreno el film parece el piloto fallido de una serie de televisión que de contar con otro elenco hubiera terminado directo en el cable. En un punto estas producciones son las que hacen más grandes todavía a figuras como Crystal y Midler, quienes con mucho oficio reman como los dioses una película de medio pelo que gracias a ellos dos logra hacerte reír en un par de escenas. La dirección corrió por cuenta de Andy Fickman, quien fue responsable de Entrenando a papá, una producción de Disney con The Rock que se estrenó hace unos años. Familia en apuros sigue la misma línea de humor y ofrece esa clase de entretenimiento. Tal vez por la figuras que reunía el reparto uno hubiera esperado algo superior y por eso el resultado final no termina por convencer.
Tres tipos duros es una película que ya vimos en el pasado. Primero en Dos tipos duros (1985), con Kirk Douglas y Burt Lancaster y luego en The Crew (2000), también conocida como Una banda de cuidado, con Burt Reynolds y Richard Dreyfuss. El punto en común que tienen estos filmes es que fueron protagonizados por actores legendarios de Hollywood que interpretaron a mafiosos jubilados que después de mucho tiempo volvían a las andadas nuevamente. En el caso de este estreno la propuesta sigue la misma línea y termina siendo una película que se disfruta principalmente por el trabajo de los protagonistas. La dirección estuvo a cargo del actor Fisher Stevens, recordado protagonista de los clásicos ochentosos, Cortocircuito 1 y 2, quien hace poco se llevó el Oscar por ese tremendo y durísimo documental que fue The Cove, sobre el desastre que están haciendo los japoneses con la caza de delfines. Si bien Tres tipos duros presenta una historia muy similar a los filmes citados lo que la diferencia de esas producciones es el enfoque que eligió el director para contar este relato. Esta película brinda un retrato más melancólico y dramático de este grupo de amigos gángsters. Aunque el título hace referencia a tres personajes el film se concentra principalmente en Al Pacino y Christopher Walken quienes son los que sostienen el relato por completo. La presencia de ellos dos es lo que hace que esta producción valga la pena porque forman una gran dupla. Tres tipos duros es una película para disfrutar el trabajo de ellos. La manera en que Pacino, especialmente, compone el personaje del mafioso Val a través de la expresión corporal es extraordinario. La trama tal vez no te cuenta muchas cosas del pasado de este hombre pero en la interpretación de Pacino, sus movimientos y el modo de expresarse es donde encontrás la historia del personaje. Por eso tanto él como Walken siguen siendo esa clase de actores de los que quedan pocos y uno no se cansa de disfrutarlos aunque la película no sea memorable.
Hace rato que lo vengo escribiendo. En materia de acción y thrillers policiales hoy a los coreanos no hay con que darles. Las cosas que vienen haciendo en esta última década dentro de estos géneros, que lamentablemente no llegan a nuestros cines, son impresionantes y están muy por encima de lo que es la producción norteamericana y europea. Esta es la razón por la que este memorable regreso de Arnold Schwarzenegger resultó una fiesta pochoclera y no un fracaso aburrido como fue Daño Colateral. En Hollywood se avivaron de lo que está pasando con el cine de Corea del Sur y ya empezaron a recurrir a los cineastas de este país para poder brindar algo decente entre tanta mediocridad. El último desafío es una tremenda película de acción dirigida por Kim Ji-woom, uno de los mejores directores asiáticos que trascendieron en la última década. Aunque su nombre no te suene conocido está bueno saber que este hombre no es un cuatro de copas, sino un artista cuyos trabajos son filmes de culto alrededor del mundo. Este pionero del cine digital en su país viene trabajando desde fines de los ´90, pero el éxito internacional le llegó con la tremenda historia de gángsters A Bitter Sweet Life, protagonizada por Lee Byung-hun (el ninja blanco Storm Shadow en G.I. Joe). Recientemente el director se destacó con otros dos grandes peliculones con este actor como fueron el western The Good, The Bad and The Weird y el policial I saw the Devil. Con El último desafío incursionó por primera vez en Hollywood y lo más notable de este trabajo es que Kim Ji- woom no perdió su integridad como artista. No viajó a Estados Unidos sólo por el cheque, sino que brindó una película que conserva en términos visuales la calidad de sus producciones y que realizó además con sus clásicos colaboradores, el director de fotografía Kim Ji-Yong y el compositor Mowg. Esto no es habitual en Hollywood y se nota que los productores conocían bien el cine del director y le dejaron hacer su trabajo con la misma gente con la que él suele laburar en Corea. El último desafío es un film claramente influenciado por el western que está muy en sintonía con lo que fue The Good, The Bad, and The Weird por la manera en que se fusiona el humor absurdo con las secuencias violentas de acción. A esta historia le cambias los autos por los caballos y las armas automáticas por los viejos revólveres y rifles del Viejo Oeste y tenés un cuento clásico de cowboys. La particularidad de este film es que el director construyó una gran propuesta de acción al servicio de Arnold, quien presenta su mejor labor en muchos años. Terminator está viejo y eso también se aprovechó en el guión que brinda muy buenos momentos con este tema. Arnold además estuvo rodeado de un muy buen reparto donde se destacan especialmente Luis Guzmán, Johnny Knoxville, Forest Whitaker y Eduardo Noriega. El director lleva el relato como los dioses desde su narración y construye con mucha tensión la atmósfera para ese gran tiroteo final que es una fiesta para los amantes del género. La película conserva las secuencias de acción estilizadas y sangrientas que caracterizan el cine de Kim Ji-woom y se potencia con la presencia de Arnold que volvió a lo suyo con una producción memorable. Como propuesta de acción El último desafío es una de las mejores películas que se hicieron en Hollywood en los últimos años y no tiene desperdicio. Para los fans del género es una cita obligada en el cine.