La ópera prima de Constanza Novick indaga el universo femenino a través de una amistad que atraviesa distintas etapas. Romina (Dolores Fonzi) y Flor (Pilar Gamboa) son amigas desde la escuela primaria. Pero la evolución de cada una, tanto en lo personal como en lo profesional, pone a prueba una relación genuina y fundamental en sus vidas. Con un título más que acertado, El futuro que viene (2017) describe el crecimiento de las protagonistas a través de un vínculo del que no pueden prescindir. Principalmente, porque una estuvo en la vida de la otra desde la niñez. Una etapa linda y compleja que atravesaron juntas, y marcó el presente que vuelve a reunirlas. Más de una vez. Novick se inmiscuye en una amistad con la que el público se identificará de inmediato. Y sabe cómo mostrar el micro mundo de dos niñas, y luego mujeres, que al compartir tantos momentos se conocen con sólo mirarse. A pesar de que cambiaron un poco. Fonzi y Gamboa logran traspasar la pantalla y hacer creíble la amistad, eje central de la película. El futuro que viene es un recorte temporal, que bien podría ser objeto de estudio de una investigación social. Porque aunque puede parecer una película lineal y simple, deja en evidencia cómo los hijos repiten actitudes de sus padres y son marcados por acciones que se suponen insignificantes.
Noche de recuerdos Dirigida por Karina Zarfino, Adiós querido Pep (2016) recrea una situación traumática en la vida de las personas, que sirve de disparador para que salgan a la luz aquellas cosas que se ocultan con el transcurrir cotidiano. Isabel (Florencia Raggi) acude junto a su marido (Facundo Arana) al velorio de Pep, el esposo de su amiga Marla (Claudia Cantero). Durante esa noche, que transcurre bajo un ritual que se asemeja al budista, el pasado regresa junto con Pilar (Marian Bermejo), quien le recuerda a Isabel una parte de su vida compartida en Barcelona. Adiós querido Pep es una película simple (que bien podría ser teatral) en la que se observa cómo reaccionan los seres humanos frente a la muerte. Porque el hecho de ver que la vida se puede terminar en un segundo, produce que se replanteen algunas de sus decisiones, creencias y percepciones. Las tramas se entrelazan de forma bastante llevadera, pero las aristas que no resuelven por completo dejan afuera al público. Raggi se destaca en un protagónico creíble, que transmite los diferentes climas que atraviesa. Arana, Cantero y Bermejo completan un elenco que funciona. Lejos de ser una superproducción con despliegue técnico, el film de Zarfino se basa en el diálogo entre sus personajes. Y aunque es correcto sin deslumbrar, quizás genere –o no- que la reflexión se traslade a los espectadores.
La remake de una de las historias que más atemorizó a chicos y adolescentes en la década del ´90 vuelve renovada, aunque mantiene la esencia del libro Stephen King. Fines de 1950. Numerosos niños desaparecen en la ciudad de Derry, entre ellos el pequeño Georgie, quien es atacado por el terrorífico payaso Pennywise (Bill Skarsgård). Desconociendo lo que le sucedió a su hermano, Bill (Jaeden Lieberher) y sus amigos, los “perdedores” de la escuela, comienzan a buscarlo. Pero en el intento deberán superar macabros obstáculos y apariciones. El director argentino Andy Muschietti logra una excelente adaptación. Y se vale de los recursos técnicos de la época actual, pero lo hace en su medida justa. Si bien el género terror es el centro de It (2017), lo más destacable es que también se perciben los sentimientos y emociones. Cada personaje está perfectamente delineado y en esa construcción aparecen los miedos de cada uno, aspecto que le imprime mayor suspenso y, si se quiere, realidad. Imágenes de alta calidad, actuaciones a la altura de la producción y un buen argumento, no decepcionarán las expectativas del público. Terror asegurado que promete una segunda parte.
Aunque se centra en una temática transitada por numerosos films, la directora israelí Rama Burshtein presenta una mirada bastante realista. Michal (Noa Kooler) es judía ortodoxa y se separa de su prometido a un mes de dar el sí. Lejos de cancelar el salón y el catering de la fiesta, decide seguir adelante con sus planes, pero eso implica el desafío de encontrar un novio en 30 días. Un novio para mi boda (Through the Wall, 2016) es una comedia que muestra las dificultades de la protagonista para conseguir pareja en una sociedad signada por los mandatos religiosos y culturales. El rol de la mujer y la imperiosa necesidad de casarse y formar una familia, son los ejes de una película que aleja cualquier representación del romanticismo. Hay momentos en los que se torna un poco larga por los aspectos culturales que resultan ajenos. Y la atención se mantiene sólo por la intriga de saber si Michal va a conseguir lo que busca. Burshtein invita a conocer una sociedad en la que la religión ocupa un papel fundamental. La intención es buena, pero no logra convencer y cae en lugares comunes.
Basada en el bestseller de Fredrik Backman, la película sueca dirigida por Hannes Holm no le será indiferente al público. Cascarrabias y solitario, Ove (Rolf Lassgård) perdió la fe en la humanidad y vive recordando su feliz pasado. Pero todo cambia cuando Parvaneh (Bahar Pars) y su familia se mudan al vecindario, dado que harán tambalear los oscuros planes que Ove tiene para su vida. Un hombre llamado Ove (En man som heter Ove, 2015) es un film que explora la comedia y el drama a la perfección. Porque si bien el tema obliga a la reflexión, hay instantes en los que surge tanto la risa como el llanto. Holm construye una historia que atraviesa todos los climas. Y la particularidad es que muestra la evolución del personaje principal: Ove no es así por casualidad y las razones de su carácter tienen cierta explicación. Las actuaciones son muy buenas, desde el protagonista (y los intérpretes que lo representan en su niñez y juventud), hasta los papeles más secundarios. Y es preciso mencionar al bellísmo y expresivo gato de raza Ragdoll que se lleva todas las miradas. Un hombre llamado Ove es una de esas películas que el espectador agradecerá haber ido a ver. Mezcla de emociones que se complementan en una gran historia.
Del odio al amor… Basada en la novela policial escrita por Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, Los que aman odian (2017) se sustenta en el argumento porque las actuaciones de Guillermo Francella y Luisana Lopilato no llegan a convencer. Década del ´40. El médico homeópata Enrique Hubermann (Guillermo Francella) viaja a Ostende para alejarse de una historia de amor que lo perturba. Pero desconoce que esa playa solitaria será el escenario que lo una, y separe, de Mary (Luisana Lopilato), la mujer que intenta olvidar. El suspenso es el hilo conductor de la película dirigida por Alejandro Maci. Y ese aspecto interesante pone a prueba al espectador, ya que tiene la posibilidad de intentar adivinar quién es el culpable antes de que la trama lo devele. En ese sentido, el film es un todo bien construido que genera intriga y no deja cabos sueltos. La dirección y la ambientación de la época son excelentes, al igual que la banda sonora que acompaña perfectamente los climas de cada escena. Quizás el lado más débil sea la interpretación de sus protagonistas, dado que Francella y Lopilato no se consolidan como una pareja creíble. Juan Minujín, Justina Bustos, Mario Alarcón, Carlos Portaluppi, Marilú Marini y Gonzalo Urtizberea completan el elenco con buenas interpretaciones. Los que aman odian es una película bien resulta que presenta una historia que atrapa. Y genera la oportunidad de acercarse a la obra literaria de dos reconocidos autores argentinos.
La nueva película de Santiago Mitre elige un tema poco desarrollado en el cine argentino. Y ese es su aspecto más destacado. El presidente de la Argentina, Hernán Blanco (Ricardo Darín), asiste junto a su comitiva a una cumbre internacional de mandatarios que se realiza en Chile. Allí se pone en juego tanto su rol político como familiar, dado que deberá tomar decisiones que involucran a su país y a su hija (Dolores Fonzi). La cordillera (2017) es un thriller psicológico que refleja la transición del protagonista: pasa de ser un “hombre común” a mostrar aristas oscuras. Si bien esa transformación es interesante, se lleva a cabo a través de recursos que no terminan de convencer. Y termina siendo una especie de rompecabezas que deja mucho librado al espectador. Como es habitual, Ricardo Darín realiza un interpretación distinguida y creíble; Érica Rivas, Dolores Fonzi y Gerardo Romano completan un elenco sólido que acompaña un guión que por momentos no se sostiene. El film de Mitre indaga un mundo pocas veces retratado por el cine nacional. Su recreación es excelente y las escenas están muy bien logradas (son impactantes las tomas de la Cordillera de Los Andes). Aunque tiene todo para convertirse en un hito, La cordillera falla en la construcción del argumento. Es una película que promete más de lo que es. Texto: Jimena Díaz Pérez
De profesión fanático Después de Me casé con un boludo, Adrián Suar regresa al cine con El fútbol o yo (2017), una comedia dirigida por Marcos Carnevale que, si bien cumple con el género, sólo es efectiva en escasos momentos. Pedro (Adrián Suar) es adicto al fútbol: puede ver cualquier partido, independientemente del equipo, la liga y la categoría. Esa situación insostenible produce que pierda el trabajo y que su mujer Verónica (Julieta Dìaz) le pida el divorcio. Frente a esa nueva realidad, comienza a replantearse su problema y decide iniciar un tratamiento para recuperarse. Generalmente, las comedias siguen una estructura que se corresponde con lo que espera el público. Y El fútbol o yo la respeta bastante al pie de la letra, sin producir ninguna sorpresa. Porque tiene un argumento sencillo y lineal al que se agregan algunas escenas graciosas que lo complementan, pero nada más. Suar despliega nuevamente su carisma (que aunque puede ser cuestionado es innegable), mientras Díaz lo acompaña muy bien, logrando un contrapunto interesante. La interpretación de Alfredo Casero se destaca y su personaje es el más funcional al género. Federico D´Elía, Peto Menahem y Rafael Spregelburd hacen lo propio, construyendo roles secundarios que complementan. La película de Carnevale no agrega nada nuevo al cine nacional. Es una comedia correcta y pasatista, que divierte, pero sin descollar. Ideal para pasar el rato.
El conocido dúo cómico italiano integrado por Salvatore Ficarra y Valentino Picone, protagoniza una sátira sobre la realidad política y social que resulta bastante verosímil. Pietrammare es un pequeño pueblo siciliano que debe elegir al nuevo alcalde. Como es habitual, el deshonesto Gaetano Patané utiliza sus artilugios para ser reelecto, pero en esta ocasión, su oponente es Pierpaolo Natoli, un profesor sin experiencia política y muchos ideales. Las diferencias entre los candidatos, y la necesidad de los habitantes de que se produzca un cambio en su enloquecido ritmo de vida, producen que Natoli sea el ganador. Pero, ¿el pueblo está preparado para afrontar una nueva era signada por el respeto y la legalidad? La hora del cambio (L´ora legale, 2017) es un film cómico que tiene mucho de verdad. Lo más interesantes es observar la reacción de los ciudadanos que exigen vivir en un pueblo organizado, cuando son ellos los primeros que deben acostumbrarse a reglas que no les resultan tan simpáticas al momento de llevarlas a la práctica. Además, se muestra el “lugar de relevancia” al que accede un político cuando es elegido. Los cambios que se producen son tantos, que a veces también repercuten en el entorno familiar. Ficarra y Picone conocen el género y explotan los recursos de forma efectiva. Las situaciones graciosas están bien logradas, aunque hay algunas que sobresalen más que otras. La hora del cambio es una invitación a reírse de los comportamientos sociales. Y la comparación con la realidad es inevitable. Texto: Jimena Díaz Pérez
Una sucesión de acontecimientos extraños y diversos conforman un film sin sentido, dirigido por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Un policía ayuda a un hombre herido y lo lleva a un hospital cercano. Cuando llegan aparece una amenaza que obliga a atrincherarse a los pocos médicos y pacientes que se encuentran en el lugar. Pero las fuerzas de aquello que desconocen tiene el poder de encontrarlos aunque se escondan. El inicio de Conjuros del más allá (The Void, 2016) es prometedor: personas encerradas, mientras afuera algo los acecha. Y esos primeros instantes generan interés por conocer lo que sucede. Sin embargo, todo se desmorona con la aparición de criaturas poco creíbles y un argumento demasiado forzado. Como sangre, gritos y persecuciones no faltan, quizás los amantes del Terror disfruten la película. Gillespie y Kostanski utilizan muchos ingredientes del género (que no logren funcionar por completo es otro tema). Conjuros del más allá es un film pasatista que por momentos produce más risa que miedo.