La ópera prima de la joven directora israelí Miya Hatav se centra en una historia que parece pequeña, pero despliega numerosas aristas para reflexionar. Bina (Maya Gasner) es una mujer religiosa de Jerusalem que se reencuentra tras varios años con su hijo Oliel, quien fue herido en un ataque terrorista. En el hospital conoce a Amal (María Zreik), una joven que supuestamente está cuidando a un familiar. Allí entablan una relación que les permite atravesar el momento, mientras descubren un secreto que las une. Entre dos mundos (Bein Haolamot, 2016) refleja lo que producen las diferencias religiosas en la sociedad. En la película está reducido a una familia religiosa que no acepta que su hijo haya adoptado otras costumbres; y ni siquiera frente a la posibilidad de perderlo respetan sus decisiones. Hatav consigue que el argumento traspase la pantalla y cautive al espectador. Los planos elegidos, las miradas de los intérpretes y el lugar que ocupa el silencio en algunas escenas confluyen en un todo más que efectivo. La historia es rica en sí misma y, como ejemplo, la problemática puede trasladarse a otras estructuras con otros actores. Sin embargo, Entre dos mundos se queda justamente en eso: entre ser una excelente película o sólo el intento. Porque el abrupto final le entrega al público la responsabilidad de imaginarlo.
Tom Hanks regresa a la pantalla grande con un film dirigido por James Ponsoldt y basado en el best seller del escritor estadounidense Dave Eggers. Mae (Emma Watson) atraviesa una situación laboral y personal difícil: no se siente cómoda en su rutinario trabajo y desea ayudar a sus padres más de lo que puede. Pero esa realidad cambia cuando consigue empleo en El Círculo, la empresa de tecnología y redes sociales más poderosa del mundo. Allí conoce Eamon Bailey (Tom Hanks), el fundador de la compañía, quien la incentiva a participar de un innovador experimento que atraviesa los límites de su privacidad y ética. Salvando las distancias y épocas, El Círculo (The Circle, 2017) hace recordar a historias como las que plantea el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley (1932) o la película The Truman Show (1998). Porque aparece un protagonista que es modificado por un “ente todopoderoso” al que responden ciegamente miles de personas. En este caso, las posibilidades de crecer dentro de una empresa que le ofrece “todo” a sus empleados y el lugar de popularidad que consigue en poco tiempo es lo que confunde a Mae. La ambición, el poder y la necesidad de exponer la vida en las redes sociales que tiene la sociedad actual son aspectos que desarrolla la película de Ponsoldt. La producción del film es muy buena. Y las actuaciones son excelentes: Watson consigue un gran protagónico y Hanks se luce una vez más. Sin embargo, el atractivo de la historia tiene vaivenes y no consigue atrapar completamente al espectador. Porque como el tema es importante en la actualidad, en especial el lugar que ocupa la información, la escasa profundización deja sabor a poco. El Círculo tiene todo para ser una gran película. Pero termina siendo un film aceptable con aristas interesantes para reflexionar.
El poder del amor Basada en la exitosa novela homónima y dirigida por Stella Meghie, Todo, todo (Everything, Everything, 2017) es una película romántica que no le aporta demasiado al género. Madeline (Amandla Stenberg) sufre una enfermedad inmunológica que la obliga, desde hace 17 años, a permanecer en el interior de su casa sin tener ningún tipo de contacto con el mundo exterior. Pero la percepción de su realidad cambia cuando se enamora de Olly (Nick Robinson), un nuevo vecino al que ve a través de su ventana y conoce por medio de su celular. Lo más interesante de Todo, todo es la disyuntiva a la que tiene que enfrentarse la protagonista: ¿Qué vida preserva estando encerrada si lo que quiere se encuentra afuera? ¿Cómo seguir soportando una realidad dentro de cuatro paredes después de experimentar un sentimiento que desconocía? Y son esas incógnitas las que sostienen a un argumento bastante pasatista. La química entre Stenberg y Robinson está presente en algunos momentos (especialmente cuando empiezan a conocerse). Pero hay otros en los que la pareja no termina de convencer y la dupla es rescatada por el carisma de Robinson. Anika Noni Rose, en el rol de la madre de Madeline, y Ana de la Reguera, como la enfermera, completan el elenco principal. Aunque está dirigida más que nada a un público juvenil, Todo, todo es ideal para los espectadores que disfrutan las historias de amor, sin exigirle novedades al género. Romanticismo para pasar el rato.
Álex de la Iglesia (La comunidad, Los crímenes de Oxford) regresa con una historia atrapante y extrema, como tiene acostumbrado al público. Elena (Blanca Suárez) ingresa a un bar de Madrid para poder cargar su celular. Allí está Amparo (Terele Pavez), la dueña del lugar, Sátur (Secun de la Rosa), el mozo, y varios clientes: Trini (Cármen Machi), Andrés (Joaquín Climent) y Sergio (Alejandro Awada); además de Israel (Jaime Ordóñez), un mendigo que acude habitualmente. La mañana transcurre con normalidad hasta que uno de los oficinistas presentes en el local sale a la calle y recibe un disparo que provoca que la plaza quede desierta, sin nadie que lo ayude. El único que se atreve es el barrendero, quien al salir del bar también recibe un disparo. Desde ese momento todos coinciden en la hipótesis de la existencia de un francotirador. Pero también surge la posibilidad de que el peligro esté adentro. El bar (2017) es una película de humor negro, con algunos momentos bizarros. El relato avanza a través de situaciones que se superan en intensidad, generando una atmósfera tan desopilante como tensa. Además de producir sensaciones que interpelan al público. Los seguidores del director español Álex de la Iglesia disfrutarán mucho del film porque tiene su sello: personajes que responden a ciertos estereotipos, diálogos precisos (como por ejemplo, las citas bíblicas del mendigo) y un argumento bien desarrollado que va en aumento constante. En El bar, el director español retrata lo peor de los seres humanos, aquellas acciones que surgen en la lucha por sobrevivir. Y lo hace sin mediaciones, llevando al extremo un escenario que se asemeja al de un reality: varios desconocidos, encerrados, que tienen que superar una circunstancia dada. Momentos divertidos, oscuros y asfixiantes conforman un film que desarrolla muy bien el grotesco de principio a fin.
El film del director español Nacho Vigalondo ofrece una historia entretenida, descabellada y efectiva. Gloria (Anne Hathaway) es una mujer desempleada que tiene problemas con el alcohol, lo que genera que pierda a su novio y decida regresar a su ciudad natal. Allí consigue trabajo y se entera de que en Seúl apareció un mounstruo gigante que ataca a la población. Un hecho lejano que le otorga sentido a la vida de Gloria cuando percibe que existe una conexión entre esos acontecimientos y su mente. La capacidad de imaginación de Vigalondo sorprenderá al público y lo sumergirá en un argumento fuera de serie. Porque Colossal (2017) es original por donde se la mire: su inicio es estandarizado, pero la acción va en aumento hasta consolidar un final más que sobresaliente. Hathaway sabe de protagónicos y el personaje de Gloria parece hecho a su medida. Jason Sudeikis la acompaña muy bien, y juntos logran excelentes contrapuntos. Lo ideal es ver Colossal sin haber leído demasiada información sobre la película. Porque no hay nada mejor que dejarse sorprender y permitirse interpelar por un argumento novedoso.
El director Martin Provost reúne a dos actrices que se lucen en un film sensible y reflexivo. Claire (Catherine Frot) tiene una vida bastante estructurada que se reparte entre su trabajo como partera y los intentos por compartir más tiempo con su hijo. Pero cuando regresa Béatrice (Catherine Deneuve), la antigua amante de su padre, su vida se desequilibra y surgen numerosos aspectos que deberán resolver. El reencuentro (Sage Femme, 2017) se centra en las problemáticas que aparecen cuando los vínculos no fueron bien resueltos; cuando quedaron cuestiones sobre las que dialogar y el tiempo parece reforzarlas. Como el efecto del rencor, el perdón y la obligación son ejes fundamentales en los vínculos afectivos, lo que plantea el argumento genera una identificación inmediata porque puede trasladarse a otras circunstancias. Provost presenta una historia verosímil que puede llegar a incomodar por esa característica, dado que la reflexión es inevitable. Deneuve y Frot le aportan elegancia a una película que se enriquece con su interpretación. Y cada escena que comparten es un duelo actoral que el público agradecerá. Tanto el llanto como la risa están presentes en El reencuentro. Una mezcla de sentimientos que es más compleja de lo que aparenta.
La quinta parte de esta atrapante aventura tiene todo lo que esperan los seguidores de la saga. En un escenario económicamente desfavorable, Jack Sparrow (Johnny Deep) se enfrenta al Capitán Salazar (Javier Bardem) y a su tripulación de fantasmas, quienes se encargan de matar a todos los piratas que se cruzan en su camino. Para derrotarlo y encontrar el Tridente de Poseidón, el gracioso antihéroe deberá aliarse a Henry (Brenton Thwaites), hijo de Elizabeth Swann y Will Turner, y a la joven astrónoma Carina Smyth (Kaya Scodelario). Disney pone todo lo artísticamente necesario en cada uno de sus films. Y más todavía si se trata de una de sus legendarias historias. Dirigida por Joachim Ronning y Espen Sandberg, Piratas del Caribe: La venganza de Salazar (2017) recupera la esencia de las primeras películas (que en la última se había perdido un poco) y muestra un gran despliegue técnico. Los efectos están presentes desde el inicio y son fundamentales en la caracterización de Bardem. El argumento sigue la línea de la eterna guerra marítima entre los piratas, pero se le agregan algunos datos importantes. Como por ejemplo, el surgimiento de Jack como Capitán, y la situación actual de Elizabeth y Will. Johnny Deep mantiene la interpretación del carismático Jack Sparrow, y Bardem es un antagonista a la medida. Mientras Geoffrey Rush se vuelve a poner en la piel del querible (por momentos) Capitán Barbossa. Piratas del Caribe: La venganza de Salazar es una invitación a inmiscuirse en un mundo de aventuras en el que todo puede pasar. Los fanáticos del género la disfrutarán. Y esperarán la próxima.
La comedia italiana dirigida por Paolo Genovese pone en el centro de la escena la importancia que los seres humanos le dan a la tecnología, especialmente al uso del celular. Perfectos desconocidos (Perfetti sconosciuti, 2016) es efectiva y mantiene la expectativa del público de principio a fin. Siete amigos, tres parejas y un soltero, se juntan a cenar. La noche parece que va a ser igual a muchas otras, pero cambia completamente cuando uno de ellos plantea un juego: dejar todos los smartphone sobre la mesa para leer los mensajes que les lleguen y escuchar las llamadas en alta voz. Lo que se inicia como un desafío se transforma en una escena tensa que deja al descubierto varios secretos. ¿Qué lugar ocupa el celular en la vida de las personas? ¿Qué espacio de ella se esconde en dicho preciado y pequeño objeto? El film parte de ese interrogante y desarrolla distintos subtemas que están relacionados al cambio que sufrió la sociedad tras la aparición de la tecnología. Y lo hace de una forma directa, valiéndose tanto de la realidad como de la parodia. Al igual que El nombre (Le Prénom, 2012) y Nuestras mujeres (Nos femmes, 2015), la película de Genovese tiene su fuerte en el argumento y no en el despliegue cinematográfico. Excelentes actuaciones le dan vida a un guió sólido y actual que dejará pensando al espectador. Perfectos desconocidos se asemeja a una radiografía de la sociedad en la que se indagan los vínculos y valores. Una comedia entretenida a la que es mejor ver con el celular apagado.
La película dirigida por Philippe Lioret se centra en la presencia -y ausencia- de los vínculos familiares. Mathieu (Pierre Deladonchamps) recibe una noticia inesperada: su padre, al que nunca conoció, acaba de fallecer. Entonces decide viajar desde París a Canadá para el funeral, lugar en el que conocerá a sus dos hermanos. El hijo de Jean (Les fils de Jean, 2017) es un film que tiene todo lo necesario: un argumento perfectamente construido, excelentes actuaciones y una buena dirección. Quizás por eso sea mejor que el espectador no tenga demasiados datos de lo que va a ver a la hora de sentarse en el cine. La película de Lioret atrapa por la trama y por la cercanía que genera entre los personajes y el público. Todo lo que atraviesa Mathieu, también lo siente el espectador porque la historia se percibe desde su mirada. El hijo de Jean es una gran película, tan delicada como conmovedora.
Con una historia fuerte, el realizador Stuart Hazeldine intenta que el público reflexiones sobre el cristianismo. El resultado termina siendo una propaganda religiosa. Mack Phillips (Sam Worthington) tiene una vida tranquila y feliz: está casado y es padre de tres hijos. Pero todo se desmorona en un segundo cuando su pequeña hija desaparece, y los indicios apuntan a que fue brutalmente asesinada. Desde ese momento, los cuestionamientos sobre la fe se acentúan. Y se hacen tangibles cuando Mack recibe una carta de Dios (Octavia Spencer), quien lo invita a reunirse en la cabaña en la que su hija falleció. La idea de La cabaña (The Shack, 2017) podría considerarse original. Porque la trágica situación que plantea no puede entenderse, ni siquiera a través del tamiz religioso. Lo que intenta superar esta familia es demasiado doloroso y las preguntas sobre la existencia de Dios en esos casos suelen aparecer. Sin embargo, la forma en la que la película lo desarrolla es la que no permite que se consolide de forma eficiente. Todo lo que al comienzo puede generar interés se desmorona cuando el protagonista comienza a pasar tiempo con Dios y sus “colaboradores”. Si bien esos acontecimientos pueden llegar a tener sentidos si se los analiza aislados, la sucesión de ellos sólo provoca que la historia sea lenta y poco atrapante. Lo que da como resultado un propaganda de autoayuda, basada en la creencia absoluta de Dios. Las actuaciones son creíbles y correctas, pero están desaprovechadas en un argumento que no convence a pesar de las buenas intenciones. La cabaña dejará en el espectador más angustia que esperanza. Una sensación contraria a la que profesa.