Motores en furia Rush pasión y gloria (Rush, 2013) logra impregnar las emociones del mundo de la Formula 1 y llena la pantalla de todo ese calor automotriz: lo metálico, el miedo y sobre todo el peligro a muerte. Pero de toda esta pura emoción no se puede evitar dejar para el final la cuestión de la velocidad, pues el relato y las sensaciones van de la mano y lo que se tiene es una película de una gran intensidad que toma la forma de un automóvil que se desplaza por un circuito a toda furia. La historia es la rivalidad entre los pilotos: Niki Lauda (Daniel Brühl) y James Hunt (Chris Hemsworth). Uno es austriaco y el otro británico. Entre ambos, es decir antes de llegar a la F1, hay una feroz competencia. Primero juvenil y evidente, pero luego se convierte en una forma de vida. Y entonces la única forma de existir de uno es con respecto a lo que hace el otro. Aunque uno siempre será el primero y el otro el segundo, o al revés. Así hasta ver quién es el campeón del mundo de la Fórmula 1 el año 1976. La meta no solo es vencer al rival sino, al mismo tiempo, evitar a toda costa que gane. Niki Lauda, fiel a su origen germánico, es más estratega y romántico aunque no menos existencialista, mientras James Hunt es un modelo de revista femenina que se postula para ser gladiador y así disfrutar del éxito y la publicidad. Cada uno, sin embargo, se sumirá en el mundo oscuro y mortal que parece ser la Fl y tendrán que lidiar contra ello. Ron Howard juega, como en sus películas anteriores- caso Una mente brillante (A beautiful mind, 2001)- , con la emoción presente que se construye con un argumento sustentado por el tiempo. Por años, los dos pilotos son rivales. Así se va cargando de drama en vista al desenlace. En ese punto el guión no puede dejar de manejar cambios, lo predecible, lo impredecible e incluso la desilusión al tomar la postura de alguno de los pilotos, pues de no hacerlo se perdería la estructura general y solo convertirse en una revisión histórica e informativa. Entonces teniendo la cuestión de la emoción en primer plano se genera la idea de que cualquier hecho puede traer otra escena que lo cambie todo. Así se hace Rush pasión y gloria, sobre las curvas invisibles que repentinamente aparecen en un circuito que el espectador va a recorrer con los dos personajes principales. Y si más allá de que la película no sea una obra que ofrezca mucho en cuestiones cinematográficas, precisamente su desenvoltura es lo que hace que uno le preste toda la atención. Cabe señalar que el momento crucial que atraviesa Niki Lauda es un golpe que la película asume y se sumerge sin temor, dándole otro matiz y así atraer más al espectador. Puesto que, según como se esperaba, parecía impensable que se pudiera ver todo el sufrimiento de Lauda. Al final Rush pasión y gloria es la historia de dos personajes cuyas características los vuelven amados y detestables, pero aun así, nunca se pierde el afecto narrativo que se tiene por ellos. De otro lado los circuitos de la Fórmula 1 son tratados como escenarios bélicos y eso es lo más atractivo. Así mismo por toda la recreación histórica y los autos de los 70s. Pero lo más importante es como todo van creciendo sobre la guía de esa mega-emoción por la cual se mueve la película y que, al llegar el desenlace uno les quite las imposturas y se vean como personajes que realmente, pudieron existir.
El fin de los mitos El escritor, sociólogo y filósofo argentino Juan José Sebreli se define a sí mismo como un nadador que va contra la corriente y que por ello mismo ha tenido que pagar un precio: el de estar por fuera de la fama, circulando por la tangente de lo que vendría a ser un sistema ya establecido. Sin embargo, sus ideas generan adeptos por ser polémicas. Y de eso se trata El Olimpo vacío (2013) dirigida por Pablo Racioppi y Carolina Azzi. Una película documental sobre el escritor que cuestiona a cuatro grandes mitos argentinos: Carlos Gardel, Eva Perón, El “Che” Guevara y Diego Maradona. Juan José Sebreli acaba de ganar el premio Debate-Casa de América y por ello tiene que viajar a Europa. El documental sigue toda su travesía desde Buenos Aires hasta España donde recibe el premio. Y después se lo ve recibir a todo el mundo, dando entrevistas para radio y televisión, y ahí es donde comienza a extender sus ideas sobre su libro ganador Comediantes y Mártires para todo el filme. Desmenuza y da su verdad sobre lo que viene a ser un engrandecimiento nacionalista y populista sobre las figuras de Gardel, Evita, el Che y finalmente Maradona, que si bien son atractivos para las masas, significan otras cosas y traen a colación otros significados y juego de intereses que la misma sociedad argentina parece ocultar o no querer sacar a la luz. El documental, dividido en cuatro partes, es interesante por volverse un estudio sobre lo mediático que han sido cada uno de los mitos, contraponiendo siempre por un lado, el material de archivo que es presentado en un montaje muy rítmico y propio de la televisión; y del otro lado, la figura mesurada y tranquila, no menos directa y suelta para hablar, de Juan José Sebreli. Es sorprendente que en esa contraposición se construya fiel a un documental histórico, un relato que normalmente no se dice o no se menciona, pues si por algo se caracterizan los mitos, es por no ser tocados ni movidos de su pedestal. ¿Qué los convierte en mitos? ¿Qué los volvió así? ¿Fue un juego de la suerte? O ¿realmente fueron necesarios para la sociedad argentina que se apasiona por ellos y por muchas cosas de manera desenfrenada? El documental empieza abrir estas preguntas conforme se desarrolla y es imposible no dejarse contagiar por ese procedimiento. Sin duda potenciado por Sebreli; pero también porque dentro de la película, de forma alternada, se presentan personas de opiniones opuestas a Sebreli y entonces se genera un debate donde el espectador, literalmente, es quien sacará sus propias conclusiones. La trampa, como en un relato de Jorge Luis Borges, una sociedad argentina que crece sobre eso, sobre un populismo innato y la búsqueda constante de una figura líder, que si bien puede estar donde está por otros motivos no deja de ser lo que lleva hacia adelante. Y entonces se construye el mito, como sucedió con los cuatro presentes en esta película. Y también se muestra que aunque se han convertido en figuras insondables, hay una cara en cada uno de ellos (que es el centro de lo que los sostiene) que muestra que se formaron sobre el vacío, sobre un contexto oportuno y luego se quedaron ahí, posicionados. Ésta película va contra eso, su estructura está hecha para enfrentarse al olimpo mismo de los argentinos (que dicho sea de paso se sostiene sobre un discurso del poder) y uno a uno los va destronando a cada uno a partir de la duda y la sospecha. Es así que la película es un crescendo que apela a voces e imágenes mediáticas nada más para golpear directamente en la mente más conservadora.
Espacios vivos Hábitat, dirigida por Ignacio Masllorens, es una película sobre distintos espacios urbanos dentro de la ciudad de Buenos aires. Lentamente uno se sumerge en un viaje por una ciudad completamente deshabitada, donde lo único que ha quedado de vida es lo material, las edificaciones, las calles, las ventanas por donde nadie observa ni nadie es observado. Una propuesta sumamente interesante de puesta en escena donde sus pequeños halos de vida queda en algunos objetos que se mueven, algunos televisores que aún siguen funcionando, algunas máquinas que persisten en su rutina, pero después de ello no hay más que espacios. Lo humano ha desaparecido y son los lugares urbanos con sus objetos que se extienden para conectarse entre sí. Tan solo en 40 minutos pero de duración justa, este mediometraje va desde un extremo de la ciudad hasta el otro. Ingresa desde las afueras y desde lo alto de los edificios para así irse a calles de barrio y luego volver al centro donde se encuentran las edificaciones más clásicas e imponentes. Dichas calles del centro se caracterizan por tener sus negocios cerrados, mientras que las grandes tiendas de comestibles lucen ordenadas y aún con los víveres en su lugar sin que nadie consuma. Inclusive el subterráneo sigue transmitiendo la publicidad. Lo más llamativo de todo el trayecto, es que Plaza de Mayo, increíblemente luce vacía. La misma negación de las personas hace que sea éste un retrato de la ciudad detenida en un momento del día. Bajo un plano fijo por lugar se construye un pulso mismo de la ciudad, pero con los espacios dejados al azar, como si todas las personas hubieran dejado todo al mismo tiempo. Y no existe la noche. No está la ambigüedad y la sospecha que ofrece la oscuridad ni la duda que siempre carga el contraluz. El pulso de la ciudad se resiste a volverse misteriosa por la luz, se deja ver como por sí misma. Su propia vida desde sus colores naturales. Tampoco tiene el dramatismo de la lluvia. El día eterno que va desde el cielo celeste para terminar mezclándose con en el mismo color del río. Pero todo es un viaje netamente urbano con sus figuras, sus formas y sus líneas. Todo es geométrico y estructurado en un ambiente que mantiene la perplejidad de la soledad, pues la ciudad luce ordenada, limpia y estable. Incluso los árboles se siguen moviendo con el viento y las palomas irrumpen en los tejados. Una película particular con su resistencia a la narración clásica y al eterno seguimiento de personajes. Su negación absoluta de los mismos la hace sumamente encantadora ya que dicho exceso de realidad -y de materialidad- convierte todo, al mismo tiempo, en un viaje hipnótico por una ciudad fantasma (y no fantasmal). Este es un retrato de una Buenos Aires convertida en ciudad fantasma, cuya gente la ha abandonado como aquellas ciudades que se mueven y existen solo para ser vistas como espejismos en la imaginación, para luego desaparecer.
Juego de niños Caídos del mapa (2013), dirigida por Leandro Mark y Nicolás Silbert y basada en el primer libro de la saga escrita por María Inés Falconi, es una película que aborda y se dirige decididamente al público infantil y preadolescente. Se ha construido desde los aspectos de la comedia sin dejar que aparezcan elementos que puedan nublar o volver oscuro el relato, como el drama o la tragedia. Deja a la historia mantener su nivel lúdico y caricaturesco. Cuatro muchachos, Federico, Paula, Graciela y Fabián, deciden ratearse del colegio durante la clase de geografía escondiéndose en el sótano hasta que suene el timbre de la hora de salida. Pero la gran rival, la “gordita” Miriam, una compañera especialista en ser “buchona”, los descubre y los amenaza a que si no la aceptan en el grupo irá y dirá todo el plan. Mientras tanto la profesora de geografía “La Foca” pedirá ayuda a la directora al percatarse de la desaparición. A partir de ahí, los chicos trataran de lidiar con Miriam en el sótano al mismo tiempo que “La Foca” y la directora llamaran a los padres para iniciar una búsqueda en la superficie. El film esta sostenido de manera acertada por la actuación de los pequeños actores que sin duda otorgan ese matiz necesario que requiere una historia que habla sobre grupos, sean de amigos u otras razones que los lleven a estar juntos. Y entonces en ese camino todo gana interés por las mismas diferencias y atracciones que existen y surgen entre ellos. Además viven las primeras aventuras preadolescentes como el amor, los gustos musicales, las relaciones con los padres, los complejos, la amistad que son los disparadores más importantes para que surjan todos los conflictos. Casi como una novela de iniciación, pero sin llegar a que dichos conflictos sean sobre temas muy profundos o adversos, ya que la película nunca pierde su propósito de ofrecer buenos y nobles sentimientos. Otro elemento resaltante a tener en cuenta es el espacio del sótano que es implementado de manera atractiva para darle toques de fantasía, cuento de hadas y terror infantil. Es decir, para que sea visto a pesar de su aspecto vetusto y tenebroso, como un lugar que fomente la imaginación y el juego. Finalmente, y a pesar de algunos atinos explicados en las líneas anteriores, está muy presente el detalle de que la narración constantemente cambia cuestiones complejas o extrañas a través de la comicidad. Y muchas veces eso, si bien está para que todo se aligere y sea de un ritmo más llevadero entendiendo para el tipo de público al cual se dirige, le restan misterio y naturalidad a la película. Sobre todo en temas que podrían ser más interesantes al sumar por contraste. Por ejemplo la desesperación de los padres, el fontanero que se luce por su torpeza, la profesora que busca a los chicos perdidos por todos los recovecos de la escuela, son situaciones excesivamente risibles y, al igual que otras secuencias, son extremadamente directas en ese efecto (lo mismo sucede con temas como el amor y el deseo preadolescente) y niegan la posibilidad de otros posibles registros. Sin embargo, cabe señalar nuevamente, que todo ello se debe a que tiene un público espectador muy bien determinado.
Hermanos perdidos El relato de aventura siempre despierta cualquier tipo de interés si el mismo trae algo de absurdo. Más si todo comienza por el problema del lenguaje; es decir cuando los personajes principales son extranjeros que llegan a un lugar ajeno donde lo más difícil resulta ser el idioma. Justamente de eso habla Voyage Voyage (2010) película dirigida por el joven director francés Edouard Deluc que ha sido filmada íntegramente Argentina y que se cierne, más que nada, sobre la aventura cómica, dándole pequeñas dosis de drama, suspenso y de road movie, pero sin obviar que el humor es la herramienta que dará agilidad a un relato que solo parece interesarse en los dos personajes principales. Marcus (Philippe Rebbot) y Antoine (Nicolas Duvauchelle) son dos hermanos franceses que, sin hablar muy bien español, llegan a la Argentina, precisamente a Buenos Aires, pero con el fin de viajar a Mendoza pues están invitados a la boda de su primo. A partir de ahí todos se vuelve una odisea ya que no conocen mucho del lugar donde se encuentran y, aun peor, Antoine llega a Buenos Aires devastado ya que su mujer lo abandonó antes de viajar. Marcus, quien al mismo tiempo esconde un secreto sobre su estado de salud, hará que el viaje sirva para reanimar a su hermano. El guion se vuelve atractivo en cuanto a las peripecias que tienen que atravesar ambos hermanos ya que sobre ellos recae todo el peso dramático. El viaje sirve para poner énfasis en todo aquello que encierra su relación, como problemas de dinero, competencias, peleas y sobre todo, secretos. En ese aspecto la película tiene cierta originalidad al poner una pareja de hermanos varones y así dicho viaje les sirve para relacionarse mejor el uno con el otro. Hay dos puntos a tener en cuenta. En primer lugar, es interesante como se deja un poco de lado lo que aqueja a cada uno de los hermanos y se adentran en la aventura, y de cómo se ven el uno al otro. Marcus ve a Antoine como un joven apuesto que tiene mucho por delante mientras que Antoine ve a Marcus como un poeta viejo y en capa caída. Lo cual quiere decir que los hermanos comienzan a mirarse tal vez como nunca antes lo habían hecho. Y esa mirada se enriquece al estar acompañados por el simpático recepcionista (Gustavo Kamenetzky) del hostal en Buenos Aires y la hija (Paloma Contreras) de un hacendado que les da hospedaje en la ruta. Ese pequeño grupo comienza a vivir los propios problemas de grupo y en ello la película gana muchísimo. En segundo lugar, hay un constante aire de ligereza en el retrato documental y divertido sobre cada lugar al que llegan, pero nunca logra adentrarse del todo en nada, pues su interés está en la cotidianidad y lo risible. Aunque en reiteradas ocasiones, y de forma inevitable, necesita de sucesos de tensión y entonces ahí emerge un ambiente de predictibilidad con los problemas que reaparecen, sobre todo el de Marcus y su enfermedad secreta. Se puede concluir que la película quiere hablar de la aventura pero parece moverse entre los dos puntos mencionados y todo tiende a ser muy medido, más allá de que los hermanos dan la sensación de encontrarse perdidos. Pero nunca están en verdaderos problemas salvo hacia el final. Los hechos trágicos son resueltos con pasos de comedia, mostrando que el camino a sobrevivir en lugar de ser dramático es solo un terreno accidentado. Sin embargo, Voyage Voyage no deja de ser un producto agradable, sobretodo porque su interés principal está en el humor, en la amistad, y en lo absurdo que resulta cuando dos extranjeros enfrentan su atractiva lengua francesa a la cultura argentina.
Otra oportunidad Por un tiempo (2013), dirigida por Gustavo Garzón, es una película dramática sobre el desafío de la paternidad y todos los estados que eso conlleva. Con un estilo sobrio y sutil sin nunca caer en un exceso trágico ni caótico, es también la historia de la aceptación de las responsabilidades del pasado y cómo una acción anterior puede significar un cambio radical en el presente. Paternidad y responsabilidad se abren en un argumento que nunca decae en hoyos profundos aun cuando el tema lo podría ameritar. Por el contrario trata de mantener, todo el tiempo, una solvencia ágil y de linealidad horizontal: Leandro (Esteban Lamothe) y Silvina (Ana Katz) están en su mejor momento y, después de muchos intentos, se preparan para tener su primer bebé. Tienen toda una vida ya cimentada. Llenos de felicidad, se siente listos para adentrarse en esa nueva aventura como padres. Sin embargo, Leandro recibe una llamada y le dicen que tiene que hacerse cargo de una hija que tuvo con una mujer en el pasado. La noticia de que es padre sumada a la llegada de esta niña adolescente (Mora Arenillas), quien atraviesa problemas de comunicación e insociabilidad, harán que la vida de Leandro y Silvina ingrese en un momento de caos y resquebrajamiento del cual tendrán que ver cómo sobrevivir para mantenerse juntos. Es sumamente atrayente la manera como aparece la niña. Con su silencio y fisionomía, con el pelo que le cubre el rostro y una postura inquietante, dándo un aire de cine de terror al relato. Pero, y debido a que no se quiere perder el nivel tenue y natural, la película se mantiene alejada de un registro de misterio y ofuscación. Opta en cambio por una explicación más realista. Y es que precisamente lo que no se quiere perder es el realismo. Podría decirse que las escenas intentan ser fieles a la realidad sin adentrarse a ninguna subjetividad precisa. Es decir que ningún punto de vista o ninguna psicología arman la historia (lo cual podría significar el “deformar” o desconfiar de lo que vemos). En este caso se trata de tener una narración objetiva donde el espectador sea un testigo de las distintas situaciones. Y por ello que la cámara siempre se mantenga sobre dos o más personajes. Todo sobre un nivel descriptivo. Aunque no se puede negar, claro está, que el gran organizador de la acción es Leandro. Sin llegar a ser una película impactante ni una completa revelación, Por un tiempo deja en claro su propósito de cautivar con imágenes que apelen a la emoción. Cabe resaltar también que el tener la historia de una pareja que, en principio, tenían todo bien construido y que repentinamente deben convivir con un problema (produciéndoles peleas y nuevas oportunidades), es seductor pero al mismo tiempo podría volverse tedioso y repetitivo. No obstante, logra salir airosa pues consigue nuevos matices desde el momento en que la niña irrumpe de manera obligatoria.
Espíritus perturbados Mamá (2013), dirigida por el argentino Andrés Muschietti y producida por Guillermo del Toro, es una película de terror que se adentra de lleno en el género, pero con la particularidad de posicionarse entre el terror fantástico y el psicológico. No obstante, no llega a convertirse en un producto del todo novedoso ya que las técnicas que utiliza para generar miedo, pueden resultar repetitivas llegando a no sorprender. Sin embargo, posee detalles y un enorme misterio que mantiene siempre en vilo al espectador. La historia se centra en la vida de dos niñas llamadas Victoria y Lily, que después de la desaparición de sus padres (por supuesto todo enmarcado en un extraño suceso) quedaran perdidas en una casa abandonada situada en medio del bosque. Solitarias y viviendo bajo condiciones insalubres pierden todo tipo de sociabilidad. Cuando llegan a ser encontradas andan inclinadas y prácticamente arrastrándose por el piso, salvo por el detalle de que pasan el tiempo dibujando en las paredes. Así son puestas bajo el cuidado de un psicólogo que las va a estudiar y su tío Luke (Nikolaj Coster-Waldau) junto a Annabel (Jessica Chastain). El terror parece encontrarse en las niñas quienes parecen esconder algo dentro de sí cuando en realidad hay un ser extraño que las sigue desde el bosque. Sin duda lo mejor de la película es ver a Jessica Chastain con una actuacion inusual para el genero: en lugar de convertirse en la típica rubia que se enfrenta a lo desconocido dentro de una casa solitaria, se vuelve una muchacha normal que tiene que aprender a ser madre y hacerse cargo de las niñas. La cuestión materna está muy presente en la película. En ese aspecto se implanta el terror también, aunque luego los elementos del guión vayan por cuestiones más convencionales. Caso aparte, el aspecto visual es lo más imponente, tanto en las escenas de los sueños como cuando al monstruo se le otorga un efecto nuevo, tal vez traído de la mitología griega, o incluso de El exorcista (The Excorcist, 1973). Sin embargo, toda la atmósfera inquietante que Andrés Muschietti trabajó en su cortometraje homónimo (esta película se basa en un cortometraje realizado en el año 2008) parece diluirse cuando quiere explicar y dar detalles insertando historias míticas, cuestiones psicológicas y tratamientos recurrentes del género. Y aunque el desenlace sea lo más esperado no se puede negar el misticismo de toda la secuencia, haciendo que la fantasía terrorífica gire hacia lo grotesco y casi ridículo. Es ahi cuando la sensibilidad del terror deja de ser solo "de terror", tornando a la película ambigua, extraña e incomprensible.
Un amor eterno Amour (2012), la última película del director austriaco Michael Haneke, es tal vez la más importante y la más poderosa de todas las que ha realizado. Esta vez la exploración de la conducta humana y todo ese aire de inquietud y violencia que vive impregnado en su ya conocido estilo de filmar, se centran en un argumento muy simple donde el amor se devela con todos los misterios. Más aún, la película habla de la valentía del amor y hasta qué punto puede resistir cuando, en medio de la tragedia, el amor es puesto a prueba. La historia es la vida solitaria de una pareja de octogenarios llamados Georges y Ana, que son interpretados magistralmente por Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. Ambos disfrutan de una vida sosegada y rutinaria, comparten sus quehaceres y sus salidas, pero lo más importante es que comparten su pasión por la música, ya que los dos han sido profesores de música y han entrenado a varios pianistas reconocidos. De vez en cuando son visitados por su hija (Isabelle Huppert) quien les pone al tanto de sus días. Bajo ese tono, la historia marcha de la mejor manera hasta que aparece el problema: Ana sufre un ataque que pone en evidencia una enfermedad que será la degradación de su salud. A partir de ese momento, Georges tendrá que cuidar de Ana con una tenacidad inmensa, muy a su pesar de que no cuente ya con el vigor de la juventud. Estará dominado por un dolor silencioso que le traerá mucha amargura pues verá a su mujer acabarse paulatinamente sin poder revertir la situación. Aún cuando existe una posibilidad médica, Georges pondrá a prueba su amor cumpliendo la promesa que le hizo a ella en un inicio. Sin embargo, la presencia cercana de la muerte mermará también en la salud de Georges, tanto que su estabilidad psicológica se irá alterando, pues también vivirá su ocaso al estar encerrado en la casa ya sin tener la necesidad de salir. Michael Haneke construye una puesta en escena poderosa porque sus característicos planos de larga duración y movimientos de cámara ágiles que apelan al plano secuencia, están al servicio no solo de la desfragmentación constante que hace de la realidad (la cual implica cambios de espacios o cortes violentos) sino también para poner en escena la manera como Georges percibe a Ana. De cómo la realidad y la fantasía y la quimérica muerte, se insertan en su vida mientras ve que todo se derrumba. La maestría de Haneke está en cómo su estilo funciona perfectamente para la abstracción. La película ocurre dentro de un solo espacio, y entonces el desenlace no se vuelve ambiguo ni es un final abierto como en otras ocasiones. Aquí todo termina cuando tiene que terminar, y el final está en las cuestiones más simples y pequeñas, en elementos muy definidos y cotidianos. Y si en algo se diferencia esta película de las anteriores que realizó Haneke, es porque los dos personajes que van hacia el mismo punto, hacia una misma decadencia, aunque cada uno desde una posición contrastada. Y además, porque ambos viven en un tiempo único. Es decir, que por más que se vea el día y la noche, Haneke con su abstracción, presenta un tiempo espacial, donde sólo importa lo que ocurre dentro de la casa, como si el tiempo cronológico y el mundo exterior fueran ajenos. Y lo único que habla de inicio y de fin, y de cambio de hora, es la muerte. Sólo la muerte es lo que marca el paso del tiempo, un tiempo hecho de las paredes y los pasillos de una casa que luce igual y que parece tener todo en su lugar. Sin duda, Amour es una película muy dolorosa y difícil de ver. Nuevamente pone a prueba también al espectador con un final que desbarata la tranquilidad y que trae consigo las interminables preguntas sobre el amor, la muerte, lo que es correcto, sobre la lealtad, y más aún, sobre la vida. Quizá nunca se vuelva a ver una película así. No solo por la historia y los personajes interpretados por dos actores símbolos de la historia del cine, sino porque Haneke también ha logrado extraer en sus imágenes el tema de la muerte desde el dolor mismo. Se ha acercado tan directamente y a la vez de forma tan simple, que la película cierra sobre sí misma, tanto como si le hubiera encontrado, con su propio estilo, una respuesta a la pregunta sobre lo que viene a ser la existencia humana. Y esa respuesta no es otra que una casa. En este caso la casa de Georges y Ana. Una casa que los va a esperar para siempre.
Un villano bondadoso Ralph el Demoledor (Wreck-it Ralph, 2012), la película animada dirigida por Rich Moore (director de Los Simpson y Futurama), es un homenaje a los videojuegos clásicos, sobre todo a los pioneros que tanto marcaron generaciones anteriores. Al mismo tiempo es una película que extrae referencias de otras películas de animación muy bien conocidas pero sin perder su autonomía. Y así es como se vuelve una propuesta atractiva al plantear un novedoso estilo visual, aprovechando el 3D sin olvidar la aventura, el humor y la enseñanza dirigida al público infantil. La historia se centra en Ralph (John C. Reilly), el villano del videojuego Repara-Felix Jr, quien tiene la única misión de destruir todo. Sin embargo, después de treinta años de dedicarse a lo mismo se siente molesto e inconforme de siempre ser el villano. No se acepta tal cual es e incluso para tratar sus problemas existenciales se reúne con los villanos de otros videojuegos (y ahí aparecen los personajes de Street Fighter, Super Mario Bross., Mortal Kombat y muchos más) que le dicen que debe aceptarse como es. Y hasta descubre que sus compañeros del juego Repara-Felix no lo quieren y lo opacan exactamente frente a Félix a quien le entregan medallas en premio por sus buenas acciones. Ralph molesto decide ir en busca de su medalla y demostrarles a todos que puede hacer una buena acción y cambiar su imagen de malvado destructivo. Con un lenguaje visual sumamente atrapante, la película construye el mundo de los personajes de videojuegos, pues estos cobran vida cuando no están siendo manipulados por los niños. Y tiene una estación central donde todos se conectan. Ahí es donde se percibe cierto aire de Toy Story (1995) y de Shrek (2001). Sn embargo, Ralph el Demoledor es la historia de un hombre corpulento pero ordinario (no robotizado ni proveniente de ningún cuento mágico) que ha tenido el papel de villano por muchos años y, como quiere ser bueno, tendrá que sumergirse en otros juegos. Y ahí es donde aparece el lucimiento tecnológico con los cambios de escenario, de colores y el despliegue de la acción. Y todo sucede en videojuegos de formato conocido, haciendo que Ralph termine en “Sugar Rush” una carrera de autos donde tendrá que ayudar a Vanellope a ganar. Sin duda su objetivo principal es el público infantil por las formas y colores (además de manejar un mensaje y trasfondo positivo en las secuencias), pero Ralph el Demoledor logra mantener una línea argumental hábil y entretenida, plagada de humor y aventura a tono de las grandes películas de animación. Y está hecha para un espectador de cualquier edad. Justamente por la manera como se combinan los distintos elementos para distintos públicos (infantil y público de mayor edad) hace de la película un producto novedoso. Es decir, que la nueva película de Disney toma elementos ya básicos como la fuerza, el valor y la amistad para retomar a los videojuegos y así continuar con la renovación de su estilo, con personajes que se adentran en mundos llenos de fantasía.
Regreso al viejo mundo El Hobbit: Un viaje inesperado (The Hobbit: An Unexpected Journey, 2012) es la nueva película de Peter Jackson, quien otra vez vuelve sobre los libros de J.R.R. Tolkien, esta vez para hacer una adaptación del que dio origen a lo que después sería la trilogía de El señor de los Anillos, y así nos sumerge nuevamente en el misticismo y fantasía de la Tierra Media. La película empieza con el hobbit Bilbo Bolsón (Martin Freeman) ya envejecido que vive con su sobrino Frodo (Elijah Wood) en La colina de Hobbiton. Ahí decide escribir sus memorias. En ellas cuenta sus aventuras de hace 60 años antes de El Señor de los Anillos. En aquel tiempo el joven Bilbo Bolsón recibió la visita del mago Gandalf (Ian McKellen) que lo requería para una misión. Aterrado y nervioso no querrá ser parte hasta después de conocer a los trece enanos de Erabor. Aquellos enanos han perdido su ciudad (Erabor) y su oro, pues fueron expulsados por el dragón Smaug. El hobbit decidirá acompañarlos en su travesía hasta la Montaña Solitaria para recuperar su hogar. El Hobbit es una trilogía y es por esa razón que en El Hobbit: Un viaje inesperado sólo se muestre la primera parte del argumento mencionado en el párrafo anterior. No se adentra en el desenlace pero marca el inicio de lo que será la aventura hacia la Montaña Solitaria. Peter Jackson pone todo su poderío en la realización ya que no presenta un mundo desconocido. Al contrario, la Tierra Media ya la presentó antes, y entonces no juega con la expectativa del espectador: aparecen los personajes que uno espera (al menos los principales) como Gandalf que está en todo su esplendor, orcos, elfos, el Golum, y muchos más conocidos. Además se vislumbra cuales vendrán después. Jackson hace un impresionante despliegue visual en las batallas, con movimientos de cámara en toda su destreza e imágenes muy bellas. Y no faltaba más, pero también hay una gran fuerza visual en las nuevas criaturas que habitan en la Tierra Media. Incluso todas están llenas de humor, pues el humor está muy presente en todo el relato. Sobre todo en las acciones del hobbit Bilbo que, con su manera de ser asustadizo y débil, atrae la atención. Tal vez el ser muy introductoria sea su punto débil. La película evoca muchas cuestiones que aparecerán después, como la maldad que se está formando y que pondrá en peligro a la Tierra Media. Aunque esa amenaza pinta dicho mundo de una atmosfera tenebrosa generando un contraste con la saga anterior. Pero después hay una lentitud inicial con todas las historias del pasado que son contadas, que puede volverse repetitiva en cada batalla de las que sólo se espera que los enanos salgan sanos y salvos. Y justamente son los enanos de Erabor quienes le dan ese toque particular, atractivo y místico a una narración que por momentos no tiene la solemnidad de El Señor de los Anillos. No se estará frente a una nueva película que revolucione por tratarse de un mundo ya visto, pero genera expectativa para las dos que vienen, ya que el universo de J. R.R. Tolkien está de regreso.