No te preocupes, no irá lejos: La desgracia como oportunidad. El gran Gus Van Sant vuelve con la historia real de un caricaturista, alcohólico y en silla de ruedas. Una gran historia repleta de grandes actuaciones. Una biopic centrada en este particular personaje hablaría de un caricaturista que con humor negro enfrentó el haber quedado paralitico en un accidente, pero no la de Gus Van Sant. En esta cinta eso ocupa una porción minoritaria de la trama, enfocándose mucho más en su trágica lucha contra el alcoholismo. Un ejemplo de como renacer de una desgracia desgarradora, enfocándose en una historia muy particular sin molestarse en ensuciarla con demasiado realismo. El titulo original en inglés es mucho más descriptivo y apropiadamente humorístico (“No te preocupes, no llegará lejos a pie”), ya que es una historia de superación casi imposible. Un alcohólico al que no le basta con tocar fondo para dejar la bebida termina de por vida en silla de ruedas debido a un accidente, y su grupo de ayuda en alcohólicos anónimos va a ser clave para que de vuelta su vida. Hace de la peor tragedia la mayor de las bendiciones. Entre sus mayores fortalezas esta el destacadísimo elenco, grandes nombres que la película disfruta y sabe exprimir a la perfección. Aunque quizás la única excepción a esto último sea sorpresivamente el protagonista. Joaquin Phoenix construyó un personaje excepcional, brillando como suele hacerlo en toda producción de la que forma parte, pero la estructura a lo rompecabezas de la película hace que su interpretación se vea demasiado fragmentada y no logre el envión adecuado. Consecuencia de que la forma final que le daría el montaje a la cinta no estaba concreta antes de la post-producción. De todas maneras, todo esto no logra ahogar una interpretación y un personaje que sirven como un centro excepcional para el film. Pero en lo que respecta a los personajes secundarios, el trabajo es verdaderamente esplendido. Todos terminan entregando una performance impactante mucho más allá de su limitado tiempo en pantalla. Jonah Hill, en su mejor actuación hasta la fecha, Rooney Mara y Jack Black (por nombrar algunos) le dan vida a sus pequeños personajes de la forma justa. La experiencia de la película gana muchísimo con una red de interpretaciones tan justas. Con mérito repartido también entre el director y los encargados del casting. La trama se va construyendo muy apropiadamente con momentos más que una continuidad bien definida. No hay una razón para que de vuelta su vida, es un conjunto de cosas lo que de a poco le va a ir mostrando que puede sobreponerse a todo. Van Sant es un director muy sentido que suele dirigir sus producciones sentimentalmente, y este es un perfecto caso de ello. El resultado final es una bella fábula en la que vemos lo dificultoso que es el camino de recuperación de un alcohólico, aún en las peores circunstancias imaginables. Es un tipo de historia de vida que hollywood se ha encargado de que todos ya creamos conocer. Pero en este caso, excepto que estés muy saturado de biopics, es verdaderamente un trabajo que toma a su objeto de estudio y lo utiliza para relatar una experiencia única en la voz de un director tan especial como Van Sant. Sin dudas una experiencia que, al igual que cualquier vida en pedazos, tiene bastante que vale la pena rescatar y disfrutar. Por momentos se pierde en sí misma, pero es un ejemplo hermoso de como hacer de una figura real un personaje propio en una ficción que aspire a hacer algo más que ser un simple racconto de la vida real.
La Boya: El argentino tiene corazón de agua salada. El trabajo de poetas y artistas en la costa argentina es destacado en esta introspección cinematográfica del gran Fernando Spiner. Dos amigos de toda la vida mantienen una misma tradición a pesar de llevar ya varias décadas viviendo separados. Uno dejó Gesell muy joven para iniciar su carrera en Capital y terminar haciendo cine por el mundo, mientras que el otro se quedo para crear toda una vida rodeando de su más grande pasión: la poesía. Todos los años se reúnen para nadar juntos hasta la boya que dejaron a muchas brazadas de la costa de su Villa Gesell natal. Esa entusiasta voluntad por adentrarse en lo profundo se encuentra en el centro de este documental. Realizado por un maestro del medio como es Fernando Spiner, y con presencia en el más reciente Festival de Mar del Plata. La vida le gana al turismo en La Boya, dónde la familia y los afectos más cercanos del director sirven como trampolín para explorar los recónditos más ricos, y sedientos, de cultura en la costa de Villa Gesell. La excusa viene bien, como también se acepta la razón para que el viaje al agua de ese año sea diferente a los anteriores. Hace muchos años su padre ya fallecido había dejado una boya al cuidado de su querido amigo con una simple intención: llevarla a que se pierda en el mar. Obviamente, con un pulso tan disfrutable como el de Spiner, durante el film vamos a desarrollar más el significado de esta boya, de esta tradición y de este pueblo que se vuelve de todos en temporada alta pero de unos pocos durante el resto del año. Cada viaje de Capital a Gesell es distinto, cada charla y recuerdo tan fresco como añejado. No será su lugar en el mundo, pero cotidianamente se encuentra nadando a él. Aunque el documental se encarga de que las raíces de su familia y la historia de su amistad se encuentre bien asentada desde un principio, concorde va avanzando cada vez se vuelve más centrada en Spiner. En los Spiner. Es una historia muy personal, una introspección que nos deja mirar curiosos a dos hombres mirando sus vidas habiendo nadado una buena cantidad de metros ya. Los documentales suelen ser para unos pocos, uno de los géneros que más herméticos se ven desde afuera. Pero no por eso significa que realmente sea hostil. La Boya es un hermoso ejemplo de un documental que abre las puertas a cualquier curioso. Habla de la familia, de las amistades, las obligaciones y los placeres que uno tiene que saber darse. Muy argentina y apropiadamente sobre inmigrantes, es una experiencia muy valiosa que realmente va a estar esperándolos al alcance de cualquiera. Ojala varios se animen a mojarse los pies.
La Chica en la Telaraña: Batman, James Bond y un uruguayo entran a un bar. El director uruguayo Fede Alvarez logra sacar a flote esta adaptación para nada sencilla del cuarto libro de la saga Millenium, recomendable para fanáticos de los thrillers… y hasta de Batman o James Bond. En los últimos años tuvimos la oportunidad de leer cinco novelas, ver la miniserie sueca devenida en trilogía de películas y la versión “hollywoodense” de David Fincher además de algunas novelas gráficas. Incluso los fanáticos más entusiastas de la franquicia de Millennium podrían verse sobresaturados, haciendo difícil hasta para los más optimistas esperar que esta nueva adaptación (del cuarto libro en este caso) llegue a cautivar al público. Lisbeth Salander ya esta, tanto en la cultura popular como en el universo de la película, establecida como una “vigilante” renegada que hace justicia por mano propia. Siempre vengando a mujeres maltratadas, y ocasionalmente realizando trabajos de delitos informáticos para financiar su vida de justiciera. En esta ocasión el film arranca con un trabajo como cualquier otro que terminara no solo ascendiendo a un nivel de intriga internacional sino que alcanzara a volverse personal, revelando de a poco el pasado misterioso de Salander. El golpe más grande que recibe nueva producción es en el elenco. Es evidente que los actores fueron el primer lugar en donde se intento ahorrar algo de presupuesto. Como resultado tenemos a una actriz (Claire Foy, de The Crown) que hace mucho esfuerzo para un papel que definitivamente no es para ella, y un grupo de actores que no logran darle vida ni relevancia a ninguno de los personajes secundarios. El film esta completamente centrado en su protagonista, y afortunadamente decide prescindir bastante del dialogo para dejar que la dirección lleve adelante la trama. El verdadero protagonismo del film se lo lleva sin ningunas dudas su director y co-guionista, Fede Alvarez. Ya pasaron cinco años desde que el uruguayo irrumpiera en la escena hollywoodense con su remake/reboot/revival de Evil Dead, y luego de la muy sólida No Respires (éxito en taquilla y con la crítica) y que se encuentra con una oportunidad casi única hoy en día: adaptar un capítulo autocontenido de una franquicia sin mucha presión ni expectativa, y con la libertad que un presupuesto mediano conlleva. Una verdadera rareza en los tiempos que corren, donde las producciones de cine en general suelen ser o de nivel independiente o gigantescas. Afortunadamente esto le dio a Alvarez las alas para realizar completamente su visión, dotando la película de mucha personalidad y estilo. Especialmente en la primera mitad del film, la inventiva dirección de Alvarez lleva de la mano una adaptación tan difícil como era esta (con todos los pergaminos de la franquicia) con secuencias tan imaginativas como entretenidas que seguramente hagan sonrojar a los puritanos que detestan la dirección o movimientos de cámara tan activos y conscientes de si mismos. Una vez el misterio y la trama están en marcha sabiamente se limita a manejar el ritmo de la historia. El resultado es un thriller extremadamente serio y realista que sabe descansar en el pochoclo para entregar una trama dotada del talento de un director de género con experiencia en el horror y suspenso. Por momentos, muchos, la figura de Lisbeth recuerda bastante a un icono de la justicia en la cultura pop: Batman. Hasta podría decirse que hay largos pasajes en que podría tratarse de una adaptación directa de ese personaje, solo que con una hacker sueca en el siglo 21. Asimismo la trama, temática y escenarios del film encuentran fácil el particular paralelismo con Skyfall, una de las últimas y más exitosas aventuras de James Bond. La realidad es que tanto las novelas como las adaptaciones realizan un rejunte muy consciente de figuras heroicas masculinas como ingredientes para crear una heroína profundamente compleja y completamente femenina a la vez. Que no reniega con las características de su género sino que forma con ellas una base trágica y heroica profundamente feminista. Cada uno puede leer el trabajo con la profundidad que quiera, total en su superficie todos pueden disfrutar de un personaje interesante arreglándoselas para luchar contra viento y marea en una verdadera epopeya moderna, con hackers en lugar de hechiceros y el pochoclo adecuado. La dirección del uruguayo Alvarez hace por completo a la película, aunque el elenco en general y algunos detalles más no dejan que se convierta realmente en una gran producción. Recomendable especialmente para fanáticos de los thrillers, pero también para cualquiera con ganas de darle una oportunidad.
Operación Overlord: Un experimento digno de los Nazis. Un grupo de soldados deberá adentrarse en un pequeño pueblo en el que los Nazis están extrañamente interesados. Los Nazis hicieron cosas malas. Esa es la base que utiliza Bad Robot, la productora de J.J. Abrams, para realizar su primer proyecto para mayores de edad. Una propuesta con suficiente violencia y sangre como para ganarse a los fanáticos del cine de género. Sin nombres importantes y sosteniéndose solo con una premisa que activa la curiosidad, una de esas propuestas tan Netflix a los que el bueno de Abrams nos tiene acostumbrados. Nuestro protagonista es un joven soldado afroamericano que se zambulle en tierras alemanas en la antesala al Día D, con el objetivo de destruir una torre de radio que podría llegar a arruinar lo que terminaría siendo, sin dudas, una de las invasiones clave en la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente para él y los que lograron sobrevivir el aterrizaje: la torre en cuestión también sirve como el centro de experimentación de los científicos nazis que quizás, en esta cinta de ficción, no están TAN locos como uno podría creer. Hay films que pueden discutirse sin enfocarse en sus productores, pero en este caso es un producto muy típico de la mente de Abrams. Como todas y cada una de sus producciones, sea en la silla de director o la de productor, sigue la linea de pensamiento que rige su carrera: que lo más importante en una película es sostener la atención y curiosidad del espectador ofreciendo intriga y misterio que pueden o no (esta parte no le interesa mucho) resolverse satisfactoriamente. Él llama este método la “Caja Misteriosa“, o Mystery Box, y la audiencia solo puede esperar que no todas sus creaciones terminen consumidas e infectadas por completo por esta nefasta práctica cinematográfica. En este caso, afortunadamente, no hiere mortalmente a la película. Aunque si vemos varias consecuencias. La misma arranca de forma muy sólida, antes de que lo sobrenatural se la lleve puesta se trata de una muy buena cinta de la Segunda Guerra (especialmente destacable siendo que es un evento histórico tan trillado a esta altura). Pero lamentablemente, una vez que nuestros héroes llegan a su destino arranca un eterno estado de “y a ver que hacemos con esta película“. La última hora del film es una sucesión de eventos, algunos más largos y otros que apenas duran una escena, para mantener a los personajes ocupados y al público expectante de algo. Aunque de nada realmente, es una película completamente vacía que gracias a un buen trabajo de producción logra mantenerse al borde de lo aceptable. En todo aspecto técnico se realizó un buen trabajo, y particularmente la dirección de Julius Avery que se encargo de que los momentos más interesantes lleguen a ser muy entretenidos de ver. En cuanto al elenco, más allá de no haber ningún nombre destacado si encontramos interpretaciones de buen nivel en su mayoría. Quizás el protagonista sea de lo más flojo, pero ciertamente no ayuda el desastroso guion que lo expone con un personaje tan estático y frustrante. Pero aunque su personalidad resulta tan forzada, él y el resto de los actores hacen un buen trabajo en esta producción con tantos momentos teatrales. A pesar de que en ningún momento resultan demasiado interesantes, hay varias instancias en que el debate entre sus personajes es el foco solitario de la película. Entre un poco de espectáculo a lo blockbuster y que en su mayoría se trata de un film pequeño, el director encuentra un equilibrio que la convierte en una experiencia con tantas lagunas de interés que la mayoría no va a encontrar muy difícil de ver. Un fuerte comienzo no compensa el resto de la película, pero aquellos fanáticos de género que a esta altura todavía aguantan otra película de la Segunda Guerra van a encontrar en Overlord una opción relativamente aceptable. Para los que quieran ver algo más que lo mínimo indispensable… prueben con algo que no sea de J.J. Abrams.
Cold War: La agridulce tragedia que es el amor. Un nuevo clásico del más doloroso romance europeo, del director de Ida. No hace tanto Ida se convirtió en el primer film polaco en ganar un Oscar. Una historia tan sentida, visual y propia de Europa que lejos estaba de sostenerse únicamente en la destacada visión de su director y su impresionante fotografía en blanco y negro. Todo eso vuelve a repetirse en una de las películas más anticipadas del año. El director Pawel Pawlikowski vuelve a colaborar con Łukasz Żal (co-nominado al Oscar por Mejor Cinematografía por Ida), para retratar los años difíciles de una pareja durante la Guerra Fría en los ’50. Definitivamente un trabajo que logra estar a la altura de las expectativas, que además de haber competido por la Palma de Oro le valió el premio a Mejor Director en el Festival de Cannes de este año. Si la Segunda Guerra Mundial es el escenario por excelencia que ha elegido Hollywood incontable cantidad de veces para llenar de pochoclo las salas del planeta, el cine de autor siempre se dejo tentar más por las tensiones silenciosas de la Guerra Fría. No solo veremos el lado menos iluminado de esa época, enfocándose en la situación que vivían Polonia y Francia puntualmente, sino que en esta oportunidad realiza un doble papel haciendo las veces de trasfondo para el romance al igual que apropiada comparación para una relación llena de vaivenes, silencios y traiciones. Un tiempo en el que la guerra y la paz resultan tan indistinguibles como el dolor que les trae a ambos la compañía que tanto necesitan. El amorío de un director de orquesta con una cantante y bailarina es algo que todos podemos imaginar, al igual que todos tenemos algo en mente al oír las palabras “trágico romance“, y justamente esto es lo que aprovecha Cold War para mantenernos expectantes de su adictiva progresión narrativa. Sin ninguna juvenil intención de jugar con la audiencia y las convenciones de manera posmoderna, sino para construir un relato que trata el romance como la experiencia tan tortuosa y sedativa que puede llegar a ser. Esta es una película en la que sus protagonistas rebalsan humanidad en cantidades dolorosas, frustrando a la audiencia al punto justo poniéndolos en los zapatos de dos enamorados que o no pueden estar juntos o, peor aún, logran estarlo. Logra todo esto sin llegar a sentirse demasiado hostil para con el espectador, mérito conjunto del guion y el gran trabajo de montaje. Aunque el cine y televisión han visto una buena cantidad de exploraciones de relaciones tóxicas durante los últimos años, Cold War es una autentica representación de cuando estás relaciones son más peligrosas: cuando son preferidas a la aparente soledad que ofrecen las demás. Dos personas que durante el resto de sus vidas tratan de evitarse, de reencontrarse, de anhelar algo mejor y de evitar considerar que tal vez ellos sean lo mejor que tienen. Tanto Joanna Kulig como Tomasz Kot entregan interpretaciones frustrantes y antipáticas de forma justa, logrando la difícil tarea de tener química tan positiva como negativa por igual. Pawlikowski necesitaba que sea tan sencillo verlos enamorados como frustrados con la existencia del otro, y gracias a ellos podemos disfrutar de una obra tan combativa como esta. También ofrece una propuesta difícil de rechazar con una duración total que no llega a los 90 minutos, especialmente en tiempos en los que se han normalizado las películas de 2 horas y media. Corta y memorable, ofrece una mirada a una relación cuanto menos particular en un momento de la historia y con la visión de un director sin el cual no podría existir un relato como tal con esta increíble calidad. El film más agridulce del año, un sabor de boca que uno no se saca tan fácilmente y que resulta muy sencillo de recomendar.
Transit: Lo que nunca pasó y vuelve a ocurrir. Un drama alemán que coloca el éxodo europeo durante la Segunda Guerra en las calles actuales de Francia, modernizando problemáticas eternas de refugiados de ayer y siempre. Hace ya varias producciones que el director Christian Petzold esta considerado entre la élite más destacada del cine local en Alemania. Aunque sea una presencia constante en el Festival de Berlín, la atención masiva internacional todavía no ha golpeado definitivamente su puerta. Afortunadamente hoy en día esa no es razón para que su trabajo pase desapercibido, y Transit se encarga de dejar en claro para cualquier desprevenido que el de Petzold es un nombre al que vale la pene prestarle atención. Franz Rogowski interpreta al protagonista, un alemán en tierras francesas que intenta sobrevivir silenciosamente hasta poder escapar el golpe de las autoridades alemanas que ya están ocupando Francia. Se mueve por tierras ajenas evitando un arresto que parece inevitable, pero una de las tantas tragedias adyacentes a su vida le ofrece una oportunidad única que lo obliga a hacer tiempo en Marsella, al acecho de sus compatriotas. Rogowski tiene una presencia destacable, y sumada a una controlada actuación no solo se encarga de darle vida a la historia sino también brindarle un centro emocional que resulta vital para esta tragedia. Como un fantasma, va cambiando techo y cama cada vez que tiene la oportunidad, como ajeno a su entorno no solo por decisión propia sino por necesidad. La soledad es una de las temáticas más fuertes del film, y el hecho de que todas sus compañías parecen estar condenadas es tan solo uno de los aspectos en que la película se muestra como un agujero sin fondo, no solo por el autoritarismo sino por las dificultades psicológicas y emocionales de vivir la vida de otro en una tierra ajena. Un trabajo muy destacable desde la visión de Petzold, es que desde su dirección y su guion llevan de la mano a la audiencia en un viaje encantador y melancólico que encuentra en los refugiados de hoy en día una referencia tan obvia como lamentable. Las calles de una contemporánea Marsella se muestran pobladas de personajes de época y una cualidad excepcionalmente literaria, con sus pequeñas historias sirviendo no solo como complemento sino como parte vital del relato principal. Es un film que trabaja en capas, con el ayer y el hoy regurgitados para mostrar hechos tan imposibles como fáciles de procesar, de la misma forma en que utiliza las tragedias paralelas de todos sus condenados personajes para mover a la audiencia a un lugar de simpatía que va a dejar con seguridad un sabor difícil de olvidar. Una producción de la Segunda Guerra que desprecia parte del artificio artístico inherente de ese tipo de películas para entregar una experiencia tan particular como recomendable.
Rojo: La violencia antes de la tormenta. Haciendo ruido en el circuito internacional de festivales llega un drama de época repleto de suspenso y las tensiones de una Argentina al borde de la dictadura. Lo nuevo del director Benjamín Naishtat (El Movimiento) llega hacia el final de un año ocupado y con varios puntos altos para el cine nacional. Afortunadamente lo hace con el envión de los premios que logró en el Festival de San Sebastian: el de Mejor Actor, Mejor Director y de Mejor Cinematografía para Pedro Sotero (Aquarius, Gabriel y la Montaña). Pero más allá de los galardones, lo que envuelve a Rojo es el ruido de la crítica, nacional e internacional, que no parece cansarse de alabarla. La pregunta que definitivamente corre por la cabeza antes de verla, es si se trata de una “peli para críticos”, o de algo más. Son los últimos momentos antes de que explote la Argentina. En 1975, la vida perfecta del abogado del pueblo (Dario Grandinetti) entrará en decadencia cuando un exabrupto y la tardanza de su esposa (Andrea Frigerio) van a ocasionar un cadáver, un secreto y la llegada del mejor detective privado de Chile (Alfredo Castro). En la superficie, es importante destacar la tarea de una producción y un trabajo de arte impecables, acompañados por una labor de sonido y fotografía que verdaderamente hacen a la película. Con técnicas y recursos tan retro como la estética del film en general, el trabajo de Sotero como director de fotografía se destaca solo. Mientras que los actores y personajes, desde Grandinetti hasta los más secundarios, se encargan de poblar de forma eficiente una película repleta de tensiones bajo la manga. Con todo eso ya podría alcanzar, después de todo la excelente labor estética hace de lo que podríamos llamar (hablando mal y pronto) “un Walter White a la inversa” algo que definitivamente vale la pena ver. Pero es un proyecto que invita las lecturas de una audiencia dispuesta a ensuciarse las manos. La vida del personaje de Grandinetti se desarrolla con algún que otro evento destacado, pero siempre se mantiene a un paso estable e inevitable. No se trata de un relato regido por la narrativa, con conflictos o resoluciones, sino más bien realizando para que el público se encargue de encontrar su propio interés. Aunque parezca un film realizado para un público como la crítica de cine, desde el vamos Rojo se encarga de dejarle claro a la audiencia más general que no existe solo para el snobismo. Arranca sin perder tiempo con una de esas escenas que definitivamente entran en el léxico de cine argentino moderno, y lo que sigue a esa discusión en el restaurante va a mantener a cualquiera intrigado e interesado en lo que está aconteciendo en este pequeño pueblo al igual que en el país en general. Un trabajo que verdaderamente demuestra ser producto del pulso firme de un cineasta con una visión y personalidad destacable. Comparándola de forma odiosa con producciones recientes, se encarga de entregar una experiencia más cercana a Zama de Lucrecía Martel, pero adaptándola a una audiencia dispuesta a entregarse solo al pochoclo bien entendido de El Ángel. Una verdadera suerte que se trate de una producción nacional, pero al mismo tiempo es una película “inescapablemente” Argentina.
Nace una estrella: Remasterizado para tiempos modernos. Lady Gaga en su primer protagónico de cine y Bradley Cooper en su ópera prima como director le ponen música a esta nueva versión de una historia eterna de Hollywood. Siendo ya la cuarta o quinta versión de esta historia que llega a la pantalla grande, sin dudas iba a hacer falta unas cuantas cosas para que esta última logre destacarse. Un moderno híbrido drama musical, liderado por una dupla como esta, definitivamente hace el trabajo. Desde el vamos, el hecho de que un relato anterior a la Segunda Guerra Mundial se sienta tan naturalmente contemporáneo es un gran mérito para el director debutante. Aparte de su trabajo detrás de cámaras como guionista, productor y director, Bradley Cooper interpreta a una superestrella con varias décadas de éxitos encima (con todos los demonios que ello puede traer) que cruza caminos con una talentosa cantante desconocida, interpretada por supuesto por Lady Gaga. La película se centra totalmente en la relación que se forma entre ambos, incluyendo el ascenso de uno y la caída del otro. Aunque los detalles sirvan para modernizar el relato y hacerlo apto para estos tiempos, terminan por darle a la simple trama un relieve que no termina sumando demasiado en lineas generales más allá de eso. El guion hace todo el trabajo para la audiencia, introduciendo eficientemente a los protagonistas como para que la trama se dispare inmediatamente y sobre todo dejándolos muy bien establecidos, a pesar de que al mismo tiempo se guarda algunas cartas para que ambos vayan descubriéndose mutuamente en el camino. Se siente esa lucha que muchas biopics musicales tienen entre mostrar el glamour y la felicidad de estos astros imperfectos, intercaladas con el drama y la tragedia inherentes de este tipo de figuras. El hecho de que justamente sea un trabajo de ficción llega hasta jugarle un poco en contra, porque no tiene esa red de seguridad que las biopics sí, para que la audiencia acepte fácilmente todos los hechos que se muestran sin cuestionamientos. Ya en lo particular, hay que decir que el factor más importante para que la película funcione o no, es su protagonista femenina. Cuando tiene un micrófono enfrente no hay nada que decir, Gaga ofrece sin problemas todo el impacto que debe tener su tímido y poderoso personaje. A eso hay que sumarle que de forma natural el guion la deja bien parada en ese rol de pura simpatía que tantos protagonistas requieren pero tan pocos son capaces de aprovechar. El tan eficiente uso que Cooper le da a una actriz novata como Lady Gaga es un gran mérito, especialmente teniendo en cuenta que fuera de las secuencias musicales la múltifacetica artista nunca demuestra flotar cómoda en las profundas aguas de la gran pantalla. Lamentablemente cuando una escena no le pide a Gaga cantar, realmente se ve la lucha detrás de cámara para mostrarla en la mejor luz posible. Definitivamente estos momentos puntuales no son algo que ensucie demasiado la película. Aunque el film puede tomarse como el ascenso de una joven o la historia de una pareja, resulta inevitable que consciente o inconscientemente es el experimentado músico al borde del abismo quién termina eclipsando todo lo demás. La notable interpretación de Cooper, gran candidato al Oscar al llegar ya con 3 nominaciones previas en el bolsillo, vuelve al personaje algo verdaderamente especial. La emoción y tragedia del mismo se ve amplificada por una actuación que merece cualquier halago posible. Además de servir como centro de gravedad para todo el film, todo lo que tiene que ver directamente con su personaje esta realizado de forma impecable y entregando un drama pochoclero de la más alta jerarquía. En cuanto a la dirección, el manejo de sus interpretes denota bastante que se trata de la ópera prima como director de un actor. Hay secuencias enteras que transcurren en planos cerrados, evidenciando que Cooper prefiere este estilo tan centrado en lo actoral, en lugar de elegir momentos que podrían impactar de mejor manera si la cámara estuviese mostrando algo más que las caras de los actores. También hay que señalar que, aunque el montaje realizó un buen trabajo para minimizarlo lo más posible, se nota en varias ocasiones que hay escenas editadas de forma rápida como para esconder una falta de material. Hay mucho contraste entre escenas importantes, planeadas puntualmente desde lo visual, y secuencias más “crudas” que terminaron realmente extrañas en el corte final. Unos cuantos detalles de este estilo están presentes de forma continua en la cinta, pero no terminan distrayendo demasiado. En resumen, la actuación de Cooper y su trabajo detrás de cámara convierten lo que definitivamente es “una historia más” en algo que bien vale la pena ver. Especialmente si uno no es tan adverso a los musicales, al melodrama bien entendido y por supuesto, a Lady Gaga. Un film interesado principalmente en llegar a la mayor cantidad de gente posible, y aunque afortunadamente no se siente para nada cínica, va a satisfacer a una gran masa dejando de lado a cualquier minoría que pida algo más.
La Noche de 12 Años: La locura de mantenerse cuerdo en tiempos difíciles. Tres rebeldes uruguayos, que enfrentaron la dictadura militar de su país, son condenados a pasar el resto de sus vidas encerrados de forma inhumana, apostando a que vayan de a poco perdiendo su humanidad. El inicio de carrera del director Álvaro Brechner provocó un impacto inmediato. Su debut Mal Día para Pescar tomo a casi todos por sorpresa, y unos años después confirmó con Mr. Kaplan que el sentido del humor y las historias tan particularmente coloridas que lleva a la pantalla iban a mantenerse intactas hasta que él lo decida. Justamente decidió en este, su más reciente proyecto, dirigir una historia real sobre el encierro total e inhumano que durante más de una década sufrieron tres jóvenes uruguayos por parte de la dictadura militar. Una autentica superproducción sudamericana que denota el mérito de haberse estrenado ya en el Festival Internacional de Cine de Venecia y al igual que el Festival de Cine de San Sebastián. Usualmente se le dice “lento” a un film, que más allá de su dinamismo, no le ofrece contenido de forma constante al espectador. En este caso la película sale airosa de la difícil tarea de, no solo resumir una épica de doce años en unas simples dos horas, sino que lo hace de forma simple y llevadera en todo momento. Lo primero que hay que aclarar es que se trata de una visión completa de su director. No es usual que un director tenga la capacidad de transmitir tan claramente su visión, menos con este nivel de producción, pero justamente La Noche de 12 Años son dos horas de relato que verdaderamente da la impresión que Brechner logró plasmar por completo y con el pulso justo lo que buscaba con esta tan particular historia. Múltiples protagonistas pero una misma historia, la del pueblo uruguayo. Alfonso Tort, el Chino Darín y Antonio de la Torre tenían la difícil tarea de pasarse la posta durante la narrativa. Darín vuelve a demostrar, en un proyecto estelar, que es más que un “hijo de“, o una cara para el pochoclo, cumpliendo con ser el corazón de la película. Mientras que de la Torre y Tort se turnan los crudos flashbacks al igual que las más duras de las penurias vividas en el encerrado aislamiento durante más de una década. Cada uno construye su propia historia, asimismo el director se asegura de que sus actuaciones, además de hacer justicia a tremendas figuras históricas, también complementen una estructura ideada, no solo para reflejar sus vivencias, sino hacerlo de la manera más intima y personal. Al mismo tiempo que trascienden lo puntual del relato para convertirse en el ideal abstracto de la lucha humana contra el autoritarismo. En los últimos años, especialmente en este, la escena cinematográfica argentina supo gozar de proyectos de gran nivel en cuanto a lo técnico. Pero esta producción uruguaya logra igualar a las grandes del exterior en facetas que exceden a lo técnico. El pulso de Brechner se siente en todo aspecto del film, partiendo de toda las decisiones visuales, el guion, e incluso llegando al trabajo de sonido. Punto aparte para otro de los aspectos a destacar: el montaje; definitivamente la faceta definitiva para darle ritmo y forma a un relato que logra ofrecerse de forma tan cruda pero enfocada como este. El producto final verdaderamente no tiene nada que envidiarle a cualquier producción internacional moderna. Sin dudas un triunfo para el cineasta uruguayo, La Noche de 12 Años es una superproducción en habla hispana con todas las letras, que logra trascender no solo su país sino su continente para convertirse en un relato humano con tanto valor como calidad cinematográfica. Una verdadera proeza siendo que se trata de una historia tan personal, autóctona y uruguaya. Nosotros en Argentina vamos a sentir más que familiar el viaje a tiempos tan turbios que propone la película, pero además trata temáticas que todavía logran sentirse más que vigentes en tantos países del mundo en que la lucha por los derechos humanos es una tarea de nunca acabar.
Milla 22: La diversión de los conflictos bélicos internacionales. Poca intriga y patriotismo en una cinta con sobredosis de acción, Mark Wahlberg, el director de Battleship y el autismo como superpoder inconsecuente. El director Peter Berg solidificó su nombre en 2012 cuando se estreno su gigantesco blockbuster Battleship, una película anticipada por muchos como un “porqué existe esto” que solo se vieron en aumento conforme la gente fue viéndola (oda al cine de Michael Bay). Por un tiempo estuvo en boca de todos, porque fue realmente una sorpresa encontrar un producto gigantesco y ambicioso; pero aburrido y lamentable como ese, viniendo del director que unos años antes nos había regalado la tan interesante Hancock, con Will Smith. No sería el último sorprendente giro en la carrera de Berg, siendo que tan solo un año después, se estrenó Lone Survivor (su primera colaboración con Mark Wahlberg), una biopic dramática de guerra que logró muchas reacciones positivas. Un par de proyectos más tarde, llega ahora la cuarta colaboración del dúo Berg-Wahlberg, y el primero de ellos que no esta basado en un hecho real. Al contrario, se trata de una cinta de acción estilizada que no da más de ficción, y que busca mezclar un estilo similar al de “Sicario” con la adrenalina y “entretenimiento” de un cine tal del estilo de Berg como, al parecer es, de Michael Bay. Además de todo esto, viendo que Wahlberg se encuentra escudado esta vez por nombres como John Malkovich y Ronda Rousey, solo una cosa es segura… nadie puede estar seguro de como pueda salir esto. El espionaje nunca fue tan ridículo: un grupo de paramilitares expertos utiliza las habilidades del grupo Overwatch (muchos hackers en una habitación con aún más monitores viendo unos cuantos mapas y gritando coordenadas) para realizar misiones secretas de la máxima importancia. Su última tarea es llevar a un extraño con demasiados secretos a un avión ubicado (justamente) a 22 millas, o 35 kilómetros. Esta relativamente corta distancia va a convertir las calles llenas de civiles en un campo de guerra y todos esperan que el líder de la operación. Un Mark Wahlberg interpretando a un súper genio, en el espectro de autismo, que viene con un cupón gratis de pochoclo. Y cuyo personaje se sostiene casi completamente en un tic y una banda elástica, que prácticamente desaparecen de la película una vez arranca la acción. Uno podría pensar en thrillers cuando escucha la palabra espionaje, pero la realidad es que se trata 100% de una cinta de acción. Aunque siendo todavía más realistas, y manteniéndonos en los porcentajes; por más que su intención es esa, la cinta termina generando una gran cantidad de risas… de las cuales aproximadamente un 25% de estas son buscadas. El resto de la comedia de esta bendita película viene por parte del hilarante estilo, seriedad y contenido que la misma ofrece. Se trata de un film con la capacidad de generar carcajadas con una mera decisión narrativa o visual, una lástima que sea en su gran mayoría algo no buscado, porque se trata de un gigantesco halago si de comedias hablamos. En las manos correctas puede venir como anillo al dedo a personajes muy particulares, pero en este caso Wahlberg entrega una de las actuaciones más paupérrimas de los últimos tiempos. No ayuda que su personaje sea tan superficial y ridículamente profundo a la vez, con un background complejo que pide toda la seriedad que su interpretación no tiene. Como resultado termina infectando todo el film, que queda atrapado entre el mundo de las intenciones y los resultados. En cada uno está el interpretarlo como algo a lamentar o algo que disfrutar lo más posible. ¿El resto del elenco? Un Malkovich innecesario que trabajó sólo unas pocas horas por ese, seguramente, jugoso cheque. Una Ronda Rousey (luchadora profesional) que por supuesto tiene 0 secuencias de pelea (una realmente increíble costumbre en la mayoría de sus papeles) y finalmente Lauren Cohan (Walking Dead) que se encuentra en el mismo limbo maldito que Wahlberg, con un personaje horrendo y una interpretación que le hace justicia de la peor manera posible. Sacando las nimiedades como “trama” y “personajes“, vamos a lo que el film prioriza: la acción. Para los estándares de Hollywood se trata seguramente de uno de los ejemplos positivos de la acción estática, filmada con cámara en mano para transmitir una falsa sensación de adrenalina. Tampoco es que en ningún momento se esconda demasiado como para crear un horrible efecto Taken, porque incluso abundan las secuencias que realmente evidencian el rodaje en locaciones con los actores realizando varias de las escenas de riesgo. Lo más lamentable de todo es que la misma energía de los tiroteos parece intentar utilizarse en escenas con personajes charlando en una mesa. Berg demuestra que tiene una adicción a sobre-estilizar, de la peor manera, sus obras con elecciones de planos realmente impresionantes (de la peor manera) y elige otorgar a toda secuencia banal una sobredosis de edición, como si de la peor versión de Tony Scott se tratase. Aunque es necesario realizar la única salvedad, en más de un sentido, de la película: la persona que están escoltando durante toda esta odisea no es ni más ni menos que Iko Uwais, lejos uno de los mejores actores y coreógrafos de la actualidad. Conocido por su trabajo en la saga The Raid. Es además, evidente que Uwais se encargó de sus coreografías en la película, porque cada secuencia de acción, con el maestro indonesio, se encuentran más de un cuerpo por encima de cualquier intento lamentable de la industria Hollywoodense. Lamentablemente, su inventiva y excelente coreografía termina manchada por la usual técnica de la acción barata de occidente, donde la prioridad esta lejos de mostrarla, sino más bien esconder la inexistente habilidad de sus interpretes. Por suerte de todas maneras hay al menos una gran secuencia que logra sobrevivir esta matanza, una escena que Uwais arranca esposado a una camilla y seguramente no tarde nada en llegar a Youtube. Justamente hablando de ver la mejor escena de la película en Youtube, suena a un buen lugar para ir cerrando esta reseña. Resulta difícil encontrar a la persona adecuada para recomendarle esta película, un film que es malo de la forma adecuada para pasar al otro lado y convertirse en una cinta disfrutable para el paladar que sepa apreciarla. Pero, si uno no es alguien que regularmente disfruta de las malas películas, verdaderamente es una producción para evitar. Por mi parte, espero que esta lamentable y realmente desastrosa película consiga una secuela que le de continuidad al épico desastre nacido del mórbido romance cinematográfico de Berg y Wahlberg.