Las historietas de superhéroes nos gustaban porque, incluso con conflictos que crecían de número a número, eran una promesa de color y aventura, de diversión más grande que la vida. Los “grandes temas” o las “moralejas importantes” aparecían en escorzo, sin que nadie las pusiera delante todo el tiempo como un cartelón. Wakanda por siempre es lo contrario: un enorme cartel que dice “esto es importante” y una enciclopedia de corrección política en ciertos momentos forzada al extremo (el plano de dos mujeres tratándose como pareja ya es un estándar que no molesta salvo por el hecho de que se nota injertado sin construirse previamente). El ingreso de Namor, personaje veterano de los cómics (uno de los primeros superhéroes, de hecho: nació en 1939) en el cine requería otra cosa: ¿por qué hacerlo descendiente maya y rey de Talokan en vez del mandatario de Atlantis? ¿O es menos racismo ir contra los atlantes que contra los mayas? En eso radicaba el poder metafórico y concreto del arte popular: en desplazar la “realidad” a la fantasía para que pudiéramos atisbar una verdad. La política en muchos casos manda en esta película que además pasa demasiado tiempo mostrando tristeza, al punto de dejar a un gran personaje con potencial feliz y humorístico (Iron Heart), como una mera excusa argumental. Lo peor: dos horas cuarenta para que todo quede clarísimo y no haya dudas con la moraleja. Y peor aún: la verdadera trama aventurera está resuelta de manera torpe.
Esta es una película de terror calculada para que los efectos más típicos del género no se hagan presentes. Tiene un diseño de imagen perfectamente dibujado, un tono realista que evita estridencias, un uso del color y de la luz preciosista, una banda sonora casi minimalista. “Stylish”, diría un estadounidense, y todo eso tiende al exhibicionismo, al “mirá mamá, filmo sin manos” de muchos directores que creen que el diseño está por encima del relato. Pero en este caso, ambas cosas se retroalimentan y generan un cuento extraño que parece la versión Kiarostami/Claire Denis/Lars Von Trier de La tiendita del horror: una planta creada genéticamente que expele oxitocina y crea una sensación similar a la felicidad es en realidad algo monstruoso. Pero le aseguramos: hay más que la anécdota y es de los films que nos deja pensando en él.
Bienvenida la posibilidad de ver en pantalla grande películas animadas japonesas. Porque -lo hemos dicho más de una vez y cada título lo confirma- en ese campo hay una enorme creatividad tanto en los relatos como en la forma: se han asumido como perfectos y fantásticos dispositivos pop y este film basado en un muy popular manga (aunque lateral a su historia) es casi una declaración de principios. La mayor cantante del mundo de One Piece (así se llama la historieta y también la serie animé relacionada) tiene un extraño poder y un pasado que la vincula con el rey de los piratas (en un universo donde hay piratas, seres mitad animales, sirenas, bandas de criminales, tesoros ocultos, y mucho más) y eso desencadena lo que está siempre en el fondo de las ficciones japonesas: el melodrama especialmente familiar, especialmente de niños abandonados o padres que se pierden. Pero la vestimenta del cuento combina la acción, el humor a veces satírico, la creatividad sin límites del diseño con una gran cantidad de canciones y música, un auténtico bombardeo sensorial que implica el “un poco de todo” de estas películas. Y aún así, abigarrada y llena de cosas, se entiende todo: sobre todo, en este caso, un prodigio narrativo.
Interesante exploración sobre el deber ético y moral: un cirujano se cruza con un accidente de tránsito; descendiente de sobrevivientes del Holocausto, elude ayudar a la víctima por portar tatuada una esvástica. La película deja de lado la cuestión histórica para centrarse en la contraposición entre culpa y responsabilidad, de un modo profundo y sin dejar de darle voz a cada postura. Un gran análisis de caracteres y una tensa fábula moral.
Un gerente de banco y sus dos hijos van en un auto. El auto tiene una bomba debajo. El atacante llama por teléfono: salen del auto y todos vuelan salvo que se cumplan sus exigencias. Notable ejercicio de suspenso (una remake de un film europeo) que mantiene la tensión hasta el final. Y sí, Corea del Sur tiene uno de los mejores cines del mundo, original incluso cuando apuesta a fórmulas conocidas. Vayan y vean.
Como todos saben, los nuevos aires requieren que todo aquello que antes hacían en el cine exclusivamente los hombres hoy también puedan hacerlo las mujeres. Nada de malo en ello, de hecho se agradece. Aquí tenemos la historia de una monja con talento para el exorcismo a la que la Iglesia, contra su tradición, decide entrenar, y que enfrentará a un demonio. Esto sucede ante una ola de posesiones demoníacas y entonces, volvamos al principio. Como todos saben, los nuevos aires requieren que todo aquello que antes hacían en el cine exclusivamente personas sin poderes, hoy sea campo de superhéroes. Esta combinación hace que estemos más frente a un filme de aventuras y suspenso (con elementos de terror) que a un film de terror (con elementos de aventuras y suspenso). De todos modos, funciona donde debe. Signo de los tiempos, estimados amigos.
Un gerente de banco y sus dos hijos van en un auto. El auto tiene una bomba debajo. El atacante llama por teléfono: salen del auto y todos vuelan salvo que se cumplan sus exigencias. Notable ejercicio de suspenso (una remake de un film europeo, dicho sea de paso) que mantiene la tensión hasta el final. Y sí, Corea del Sur tiene uno de los mejores cines del mundo, original incluso cuando apuesta a fórmulas conocidas. Vayan y vean.
Basada en una exitosa serie de libros infantiles, esta fábula de una familia que se encuentra con un cocodrilo cantante intenta -no siempre lo lograrecuperar las formas, los colores y los modos del cine de animación, remedando la ilustración infantil, y al mismo tiempo disponer de moralejas varias: el valor de la familia, de la amistad, de la aceptación del (y de lo) diferente, y varios etcéteras. Llena de canciones -básicamente se trata de un musical, e incluso de un musical de bambalinas, una de las grandes creaciones del Hollywood clásico-, funciona bien aunque por momentos se siente demasiado infantil. Entiende bien el juego Javier Bardem (cuya ductilidad a esta altura es para sacarse el sombrero) y no tanto algunos otros miembros del elenco. De todos modos, hay un problema que ya parece endémico: la necesidad de dejar a toda costa una enseñanza única (la o las moralejas de las que hablamos más arriba), que lastran innecesariamente lo que de todos modos se entiende de modo claro. Y sí, se nota la mano de Lynn Manuel-Miranda en la música (deberemos acostumbrarnos, aunque dista mucho de ser Cole Porter, precisamente).
Otro superhéroe (en este caso, uno a mitad de camino de serlo) en el horizonte. Hay dos motivos por los cuales disfrutar algo de este film: The Rock Johnson, que tiene eso tan difícil de encontrar como la presencia cinematográfica, y Collet-Serra en la dirección. Es cierto, el español es más efectivo en tándem con Liam Neeson -e incluso ha rodado una obra maestra, Una noche para sobrevivir-, pero en este desparejo pero divertido Black Adam se da cuenta de algo: los superhéroes siempre fueron parte de un mundo colorido y vertiginoso; siempre estuvieron más cerca de la Clase B que del prestigio. Y ese es el estilo visual de esta película sobre un ser sobrehumano enterrado cientos de años que sale con muchísima bronca a romper todo. Por esa razón se justifica -más que por la trama, previsible por donde se quiera pensar- la inclusión de otros superhéroes (que en realidad no suman demasiado) o la sobresaturción de escenas de batalla. ¿Ejercicio de estilo, tal vez? Algo así. Lo importante es que el bueno de Dwayne y cierto aporte cool de Brosnan (que también entiende el juego que juega) le dan impulso suficiente a esta especie de trailer sobrealimentado para que no aburra. Después veremos.
Aunque algo del punto de partida (hombre y mujer que inician una relación que declaran puramente sexual) ya estaba en "Una relación particular" hace más de una década, hay algo en el tono de este film que lo vuelve más interesante y más humano: el humor y la mecánica entre los dos personajes a la hora de conversar y volverse más que un cuerpo para el otro. Eso le otorga a la película un aura distinta.