Will Smith y Martin Lawrence protagonizaron la primera de esta trilogía allá por 1995, cuando eran jóvenes y despiertos. En 2003, llegaría la segunda (ambas fueron dirigidas por Michael Bay) con los mismos personajes, un mayor desarrollo de la historia y más acción. Y en época de remakes y secuelas, no podía faltar su tercera parte 17 años después. Esta vez con Fallah y El Arbi detrás de cámaras, los Bad Boys ya no son tan chicos. Están crecidos y avejentados. En un cuestionable acto de fe de no más violencia, Marcus (Martin Lawrence) decide retirarse de la policía, mientras que Mike (Will Smith) deberá indagar en su pasado para saber quién quiso acabar con él recientemente y poder vengarse. Con la ayuda de algunos viejos conocidos de previas cintas y otras caras nuevas, la película logra divertir a la audiencia casi lo suficiente para no prestarle atención a la enlatada trama. La química entre Lawrence y Smith, al igual que en sus predecesoras, es lo más resaltable del film, que nuevamente está cargada de condimentos super-utilizados en este tipo de películas de acción. Peleas, tiros y explosiones a mansalva. Y algunas carcajadas. Pero no más que eso. La historia es un rejunte de clichés, organizados de manera tal para diversificarlos en las dos horas de duración. Eso sí, técnicamente es más cuidada que las anteriores y no pierde el genial estilo musical que siempre caracterizó a Bad Boys. Se tocan temas como la familia, la vejez y la fe, pero no logran emocionar ni llegar con ningún mensaje claro al espectador. Los puñetazos pegan más que lo sentimental. Bad Boys – Para siempre es una cinta ideal para los amantes de la acción, pero no para aquellos que vayan en búsqueda de una historia original o que toque fibras sensibles. Es un compendio de chistes y tiros que se reúnen en una trama de cotillón. Puntuación: 5,5 / 10 Manuel Otero
1917 llegó en silencio. La última en estrenarse -junto con Mujercitas– en Argentina de las nominadas a mejor película en los premios Oscar. Sorprendió a todos llevándose los Globos de Oro a mejor película dramática y mejor dirección. Y siguió cosechando importantes reconocimientos durante este último mes. Sam Mendes, quien ya había deslumbrado en Belleza americana (1999) y 007: Operación Skyfall (2012), se puso detrás de cámaras para traer a la pantalla grande (cuanto más, mejor) la odisea de dos soldados británicos en la Primera Guerra Mundial, quienes deben llevar urgentemente un mensaje a una tropa que va directo hacia una emboscada. La cinta es pura proeza técnica. De principio a fin, juega con la belleza de los planos secuencia -tiene muy pocos cortes- y nos sumerge en una aventura bélica casi palpable. Un nivel enorme de producción bajo el prodigioso ojo de Roger Deakins (director de fotografía), quien ya se ha llevado el Oscar por su trabajo en Blade Runner 2049, estrenada en 2017. Naturalmente, nos vuelve a hipnotizar a la pantalla, con una utilización de las luces y sombras perfecta y arriesgada, una paleta de colores ideal, y un encuadre más impresionante que el anterior. Y todo esto edulcorado por los planos secuencias. Asombroso. La historia es, por así decirlo, sencilla. Ir del punto A al B. Sin embargo, no se reduce solo a ello. La trama está impregnada de sensibilidad y realidad. Nos tira la guerra encima constantemente, lo que se pierde, lo que se arriesga. La música juega un componente ideal en la narración, con una banda sonora que pone los pelos de punta, a cargo de Thomas Newman. 1917 es una de las mejores películas bélicas en lo que va del siglo. Arriesgada, visualmente impactante y conmovedora. Sam Mendes merece el Oscar a mejor dirección (ya lo obtuvo con Belleza americana) y Deakins, a mejor fotografía. Para mejor película, digamos que le tocó un año con mucha competencia. Puntaje: 8,5/10 Manuel Otero
El robo del siglo llegó a la pantalla grande para arrasar con la taquilla nacional. Un importante elenco encabezados por Diego Peretti y Guillermo Francella, para contar una historia real que conmovió al país e, incluso, al mundo entero. Ariel Winograd se puso detrás de cámaras para, luego de algunos intentos fallidos en anteriores años, finalmente poder llevar este increíble robo al cine. Transcurría enero de 2006 cuando la banda liderada por Vitette ingresó a la sucursal del Banco Río de Acassuso. Y en tan solo horas, quedaron en los libros de los grandes atracos del mundo entero. Winograd (Vino para robar, Mamá se fue de viaje) encaró la cinta con total eficacia (¿o efectismo?). Imitando el cine de género hollywoodense, rodó la película sin incursionar en complejidades narrativas ni tomando mayores riesgos de los necesarios. Pero claro, funciona. El simple hecho de que haya sucedido en la realidad en la que vivimos atrae de por sí y fascina. No es vital que el film sorprenda en otros aspectos para que sea bien recibida; con solo ser correcta y entretenida, sirve. Y así sucedió con este tanque nacional. El elenco es ideal. Peretti cumple como de costumbre, pero es Guillermo Francella quien encontró un papel que le viene como anillo al dedo. El actor es parte de las mejores secuencias de la película y divierte en casi todo momento. El resto del reparto, con menos participación, es sumamente entrañable y bien seleccionado. La elección del soundtrack es variada y totalmente acertada. Desde intérpretes nacionales, pasando por rock internacional, hasta incluso llegar a música clásica. Es otro de los condimentos de esta poción cinéfila que suele funcionar en el público masivo. Sin embargo, algunas bajadas emocionales de ciertos personajes quedaron fuera de foco y no encajan totalmente con la película. Nos alejan de la inmersión de la pantalla, en vez de funcionar como nexo empático. El verdadero acercamiento a la audiencia es el robo en sí. La viveza argentina, el sentimiento de revancha en contra de los bancos, ese toque poético del atraco que se le confirió en la película. Y es en esto último donde se agrupan las mejores secuencias de la obra. Por último, el gran triunfo de la cinta es que sea una comedia. Aunque haya algún que otro chiste trillado, la decisión de empujarla hacia este género es fundamental para su funcionamiento. El robo del siglo es una película recomendable para pasar un excelente rato y rememorar lo que sucedió hace catorce años. Entretiene, hace reír y en ningún momento se hace larga. Aunque sin grandes riesgos, es correcta y efectiva. Puntuación: 6,5/10 Manuel Otero
Conejo perdido Jojo Betzler (Roman Griffin Davis) es un niño miembro de las Juventudes Hitlerianas en plena Guerra Mundial quien, teniendo un amigo imaginario que es el mismísimo Adolf Hitler (Taika Waititi), no solo se siente poco destacado en lo que hace, sino que también descubre que su madre (Scarlett Johansson) se encuentra escondiendo a una joven judía en su propia casa. Una, ante todo, más que interesante premisa de Taika Waititi -escribe, actúa y dirige la cinta- que prepara al espectador desde el inicio para ver algo controvertido y original. Sin embargo, la sátira no funciona del todo bien. Técnicamente, la composición de cada cuadro es magnífica, con una utilización de una amplia y variada paleta de colores trazando una simetría que suelen verse en las películas de Wes Anderson. La música a cargo de Michael Giacchino es fenomenal y cada canción del soundtrack está perfectamente seleccionada. Sin embargo, en cuanto al contenido en sí de la película, se queda algo corta. Si bien tiene un explosivo y genial arranque, pronto se desinfla. El humor negro está bien y hace reír, pero hay determinados gags realmente poco chistosos que, no solo no aportan nada a la trama, sino que la transforman en un producto infinitamente menor al esperado. En cuanto al género, a pesar de ser una parodia o sátira de la época Nazi, deambula entre la comedia, el romance y el drama, y pueden convivir sin problemas. Algún que otro giro ayuda a mantener la atención de la audiencia durante la cinta pero no es mucho más que esto. Lo que parecía ser una divertida historia se termina transformando un melodrama infantil sin mucha gracia. El reparto es excelente, aunque algunos miembros podrían haber más tiempo en pantalla para lucirse; no están del todo aprovechados. Scarlett y Roman, los más destacados. Jojo Rabbit es una película para pasar el rato con una gran premisa que, a pesar de tener algunos momentos vergonzosos y poco graciosos, consigue dejar una leve satisfacción y un par de escenas en la retina. Puntuación: 5,5/10 Manuel Otero
Clint Eastwood, en un año plagado de grandes y aclamadas obras de renombrados directores, también dio su cuota de la calidad habitual que tiene su cine. Aunque llegó a los cines el 2 de enero en Argentina, vale aclarar que esta cinta ya se había estrenado el año pasado en Estados Unidos. El caso de Richard Jewell cuenta los sucesos ocurridos durante los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996, en la que un guardia de seguridad descubrió una mochila con explosivos en un parque y, gracias a esto, logró evitar un número mayor de víctimas al ya haber comenzado a evacuarlos. El problema fue que, aunque en principio era tomado como el gran héroe, poco a poco fue transformándose en el principal sospechoso. Con un atinada presentación de los personajes principales y el momento del accidente cargado de tensión, Eastwood nos involucra en esta historia con total facilidad. Trabaja desde lo empático y lo humano, con su habitual pulso para dirigir. Con el correr de los minutos, el film nos sitúa en un plano más legal y de investigación, pero sin que nunca nos despeguemos de lo relatado. Las actuaciones son brillantes. El protagonista (con un notable parecido físico al verdadero Jewell) hace un trabajo muy personal y emotivo, mientras que el resto del reparto simplemente eleva la calidad. Rockwell y Bates, formidables. Una cuidada fotografía completa la escena, con una buena utilización de los espacios según cada toma. Es una película sobre la integridad, la familia, el compromiso, que va directo a las fibras más sensibles de cualquier espectador. Juega con lo efectivo, quizá. ¡Pero con qué maestría, querido Clint! Totalmente recomendable. Puntuación: 8/10 Manuel Otero
El tema de los muertos-vivos es casi un género propio y, diez años atrás, Zombieland fue una de las que mejor supo emplear sus recursos para transformarla en una de las comedias más icónicas de la primera década de este milenio. Como nos tienen acostumbrados estos tiempos que corren, era claro que no tardaría en llegar la secuela de esta cinta. Y por fin arribó, con el mismo director y protagonistas de la primera. Sin mucha ssorpresas ni tan fresca como su antecesora, Zombieland: Tiro de gracia funciona como lo que pretende ser: una comedia algo tonta pero que hace reír mucho. Nuevamente, la dupla Eisenberg-Harrelson es lo más efectivo de la película. El "niño" nerd con el rudo viejo y anticuado nos regala las más ocurrentes situaciones y estupendos gags a lo largo de su metraje. Emma Stone y Abigail Breslin también ofrecen sus buenos momentos, pero quienes más protagonismo tienen son los dos primeros. El hilo de la trama es algo difícil de delinear, ya que no se preocupa tanto porque esté bien claro. Más bien, parece un compendio de giros que hacen que la historia vaya de un lado al otro, al igual que la primera. De todos modos, aquí se hace algo más apresurada y repetitiva. La aparición de algunos personajes secundarios es tanto positiva como negativa, aunque inexorablemente necesaria para la trama. Si intentamos observar la cinta de manera más intrínseca, nos encontraremos como problemas amorosos, con la necesidad de un hogar y familia, planteados de modo torpe y con sobre-explicaciones, pero vamos, es una comedia de zombies. Dame sangre y risas. Y de eso hay de sobra. En síntesis, esta nueva entrega de Zombieland es para ir al cine a lanzar unas carcajadas, no solo por la película en sí, sino también por la nostalgia de la original. Funciona, pero no esperen mucho más. Y quédense para las geniales escena post-créditos. Puntuación: 6,5/10 Manuel Otero
El que ríe siempre, ríe mejor A lo largo de la historia, se inventaron muchos personajes que han generado una fascinación desbordante en la cultura popular. El Joker (o Guasón) no es la excepción. Es por esto que, cada vez que se realiza otra película con este peculiar personaje del universo de Batman, todas las miradas están puestas aquí. En esta ocasión, es Joaquin Phoenix quien se encarga de hipnotizar a la audiencia en un estudio de personaje formidable dentro de un film oscuro y con personalidad propia, en contraste con DC o el mismo Hollywood actual. Con una estética y narrativa similares a las del mejor Martin Scorsese, Todd Phillips (The Hangover) nos regala una cinta auténtica, finísima y deliciosa. Las charlas y lecturas de guión que el director tuvo previamente con Scorsese (estuvo por ser productor del film) sin dudas tuvieron su impacto para la posterior realización de la obra. Ciudad Gótica ambientada como Nueva York de los '70, una puesta en escena tétrica y fenomenal, y un soundtrack imponente son condimentos fundamentales en la película. Cada escena permite entrever una inspirada dirección y pareciera que nada está de más. Así como nos enamorábamos de esos posters y avances de la cinta por su belleza visual, lo mismo sucede con el film en cuestión. Cada fotograma es digno de encuadrar. En cuanto a la historia, está delicadamente llevada a cabo, alejada de algunos estándares propios de películas basadas en cómics, y más cercana al cine de autor, con una profunda mirada y análisis de Arthur Fleck (Joaquin Phoenix). Poca acción y excelente desarrollo. Al igual que Travis Bickle en Taxi Driver, Arthur es infinitamente triste y apesadumbrado por su propia mente. Un Joker más real que choca con una sociedad egoísta y clasista constantemente durante todo el metraje. Es en esto último donde se enfoca el mensaje. En la indiferencia social. Más allá de cuestionamientos de moralidad que se le puedan atribuir a la película por la violencia que engendra, motivo por el cual Warner emitió un comunicado en el que explica que no incita a ella ni a colocar al Joker en posición de héroe, la naturaleza del film reside en dejar a trasluz y criticar la despreocupación por los marginados, el no ponerse en los zapatos del otro, y en revaluar cómo nos relacionamos con los enfermos mentales. El guión nos regala alguna sorpresa y transita caminos insospechados para llegar a un clímax con una tensión avasalladora. Los espectadores terminarán agarrados del asiento para aterrizar en este demencial viaje del hombre que ríe y se disfraza de payaso. ¡Ah! Y Joaquin Phoenix. Como si le faltara algo a su carrera, vino a romper todas las barreras a sabiendas de que iba a caer en comparaciones con Heath Ledger, tal como lo sufrió Jared Leto. Pero su Joker es muy distinto al de Heath. Hizo su versión personal, melancólica y triste, profundamente afectado por sus demonios internos y externos. Y demostró la talla de actor que es. Su trabajo es inigualable. Brillante desde todos los sentidos. Digno de Oscar. Desde principio a fin, nos envuelve en una locura oscura y hermosa que nos destroza la cabeza. Joker es una de las mejores cintas del año. Ahora entendemos por qué ganó el León de Oro en el Festival de Venecia. No es una película más de cómics, es cine en su estado más puro. Oscura como pocas, desde la actuación de Phoenix y una magistral dirección, se apodera de la audiencia y no la suelta hasta su bulímico final. Puntaje: 10/10 Manuel Otero
Más de lo mismo Gerard Butler vuelve a encarnar al agente Mike Banning, quien esta vez es acusado de intento de asesinato del presidente de los Estados Unidos (Morgan Freeman). Comenzará una batalla contra el propio FBI y a su agencia para comprobar que no es el culpable y desmantelar a quién está detrás de esto. La tercera entrega de esta saga (Ataque a la Casablanca, Londres bajo fuego) sigue la misma línea de las anteriores: repletas de acción y un guión algo deslucido. Las dos horas de película se resumen en persecuciones, armas y explosiones bastante fantasiosas que, a pesar de todo, mantienen activo al espectador en todo minuto. Varios instantes de comedia alivianan la trama y hasta provocan carcajadas, sin quitarle el peso dramático a las escenas. En esta cinta, el director decidió enfocarse más en la historia de Mike Banning. Su antepasado, sus miedos, sus achaques. Es aquí donde se encuentra lo más interesante de la trama y lo que la posiciona un poco más arriba que sus predecesoras. La secuencias de acción, aunque repetitivas, están bien ejecutadas. La que más se destaca es la inicial del lago, por la sorpresa que genera en los personajes y por cómo está filmada. De todos modos, vuelve a caer en lugares comunes y se hacen predecibles los giros. Presidente bajo fuego, al igual que sus precuelas, es disfrutable para aquellos que quieran ver tiros y peleas, pero para nada satisfactoria para quien vaya en busca de una historia más elaborada o algún mensaje trascendental. Puntaje: 5,5/10 Manuel Otero
Can't buy me love La premisa de esta película despertaba grandes expectativas ante la inconcebible realidad de un mundo sin la música de los Beatles. El desafío era muy grande, pero fue Danny Boyle (Trainspotting, Slumdog Millionaire) quien se puso detrás de las cámaras para llevar adelante este proyecto y Richard Curtis (escritor de Notting Hill y Love Actually) se encargó del guión, motivos por los cuales la idea tomó más fuerza. La cinta se sostiene casi exclusivamente en dos factores: el carisma de Himesh Patel, quien se mete en la piel de la única persona que recuerda a los Beatles después de un apagón mundial de electricidad, y, sobre todo, en la fuerza del soundtrack constante de la música de la banda de Liverpool. Optimista, alegre y divertido, el film se desliza bajo la harto-utilizada estructura de la comedia romántica sin muchas sorpresas narrativas, aunque es ineludible resaltar que provoca que la audiencia se entretenga durante todo su metraje y que lance más de una carcajada. Patel, con sus expresiones, se compra al público y es extremadamente gracioso. El reparto está bien compuesto, nuevamente bajo la prefabricada máquina de comedias románticas con los personajes secundarios graciosos y exagerados a los que estamos acostumbrados, con una Lily James convincente que sirve como nexo del mundo conocido del protagonista contrastado con la fama y el dinero que le traerían ser el mejor cantautor del planeta. Sin embargo, como muchas de este género, Yesterday peca por trillada. Por cliché. Por melosa. Por conformarse con contar la misma historia de siempre sin algún recurso novedoso más que el de la propia premisa de la cinta. Lamentablemente, también sufre de un clímax algo ridículo con diálogos acartonados poco creíbles, que termina bajando el nivel del film. En síntesis, es una película ideal para ir a divertirse y pasar un buen rato, especialmente para aquellos fanáticos de los Beatles, que se encontrarán con muchos guiños, canciones y recuerdos que les alegrarán sus almas. Eso sí, mientras más se rasque debajo de la superficie, más huecos se encontrarán. Puntaje: 7/10 Manuel Otero
MiráEstaPeliYa CRÍTICA: "La música de mi vida" (2019) de Gurinder Chadha el agosto 30, 2019 la_musica_de_mi_vida_miraestapeliya Título original: Blinded by the Light Directora: Gurinder Chadha Cast: Viveik Kalra, Hayley Atwell, Rob Brydon, Kulvinder Ghir, Nell Williams País: Reino Unido Año: 2019 Duración: 114 minutos La fórmula que siempre funciona Javed (Viveik Kalra) es un joven británico de ascendencia paquistaní que convive día a día con el racismo, con una familia trabajadora algo cerrada y con las complicaciones propias de cualquier adolescente para poder coexistir consigo mismo y encontrar un lugar en el ambiente que lo rodea. Un día descubre la música de Bruce Springsteen, el compositor de Estados Unidos, y su vida toma un giro sustancial, apoyado en la letra y música del cantante de rock. La directora explora temáticas que ya había trabajado en muchas de sus películas, con un enfoque optimista y conmovedor. Si bien sigue una lógica y narrativa utilizada hasta el hartazgo, es la empatía que genera el joven la que permite pegarnos a la pantalla y, como es habitual, desear que su triste historia tenga un final feliz. La música cumple un rol fundamental, claro está. Las letras de Bruce Springsteen funcionan a modo de guía espiritual para el tierno Javed, que cada vez menos soporta su vida en el pequeño pueblo de Inglaterra. Chadha innova en algunos rasgos estilísticos por cómo están presentadas las canciones, protagonistas de las mejores secuencias del film. Por otro lado, la trama se torna algo chiclosa y demasiado trillada. Los problemas padre-hijo son bien representados, pero innecesariamente repetitivos. Su gran fuerte no es el guión, ni por casualidad. Sí lo es el mensaje que transmite y la potencia de la música. La música de mi vida es una película que no cuenta nada nuevo, pero el carisma de Viveik Kalra y la fuerza del soundtrack de Bruce Springsteen la transforman en una cinta que, si bien no enamora, engancha, entretiene de a ratos y ofrece un mensaje esperanzador. Puntuación: 6,5/10 Manuel Otero