Saga Exterminada Judgement Day es un ancla difícil para cualquier secuela de Terminator, porque se trata de una de las mejores películas de acción de la historia del cine. Es inevitable que la segunda entrega en la franquicia se utilice como patrón de comparación. Dicho esto, todas las Terminator que le han seguido a Judgement Day debieron atravesar un denso umbral de expectativas, y esta quinta parte lejos está de ser la excepción, al auspiciar el tan esperado regreso de su protagonista estelar. Genesys ni siquiera arriba al mencionado umbral y es, seguramente, la peor Terminator a la fecha. Rise of the machines fue un intento de trilogía a pesar del abandono de su creador, James Cameron. Terminó siendo un refrito de escenas previas; una repetición formulada de la receta de Cameron que defraudó, pero con un mínimo de dignidad creativa. Terminator Salvation, en cambio, fue un relanzamiento conceptual de la saga que incursionó en el universo de Terminator por fuera de su mítico protagonista. A mi gusto, Salvation fue una muy buena película que no logró convencer a una audiencia extremadamente nostálgica y adicta a Arnold Schwarzenegger. A Genesys no le caben atenuantes. Es pésima. A falta de talento, giros en la trama. Genesys intenta lo imposible en materia argumental para justificar que Arnold vuelva a la pantalla y esquivar así las críticas de quienes sospechan del espíritu artístico del filme. La quinta entrega de Terminator recurre a variantes innecesarias en la historia, incluida la lamentable humanización del T-800, a la que, como si fuera poco, le sigue la robotización de John Connor. Eso, sin mencionar la terrible trivialización que ha sufrido el personaje de Sarah Connor, quien supo ser una heroína de una complejidad dramática importante y es ahora poco más que una adolescente que se tropezó con la misión de salvar al mundo. Genesys es una especie de T-800 enviada desde el futuro con la misión de destruir la saga Terminator, su historia y sus personajes. Es una empresa meramente comercial, disfrazada de película; un insulto a la inteligencia de todos los que descubrimos el cine de acción y ciencia ficción, en gran parte, gracias la visionaria proeza de James Cameron. Un fiasco difícil de digerir.
Fallida ópera prima. El debut de Russell Crowe como director de un largometraje no es de lo más auspicioso, a pesar del buen recibimiento que la película está teniendo por parte de un sector de la crítica. Lo cierto es que The water diviner no es un desastre colosal, pero es una propuesta fallida en múltiples aspectos. Si tuviera que definirla con apenas un adjetivo, diría que The water diviner es despareja. Cinematográficamente, por ejemplo, es un filme que la mayoría del tiempo se ajusta a muy buenos estándares de dirección, pero por momentos exhibe escenas toscas e inverosímiles. Hay grandes contrastes cualitativos a lo largo de la cinta, que se las ingenia para mezclar lo bueno y lo no tan bueno del cine en un mismo proyecto. Es inusual encontrar una película que puede sorprender con fotografía impactante y a la vez presenta los títulos con tipografía digna de un youtuber adolescente... y poco talentoso. Pero más allá de los conflictos técnicos que pueda evidenciar la propuesta, el mayor problema de The water diviner se encuentra en su veta narrativa. Russell Crowe da inicio al relato de modo eficiente, enfocándose en un argumento sólido e interesante, pero a medida que corre la cinta la trama se fragmenta y pierde el norte. Promediando la historia, sinceramente ya no se sabe cuáles son las verdaderas intenciones del filme, porque lo que comienza como la dramática búsqueda de un padre por recuperar los restos de sus hijos, termina degenerándose en un cambalache de géneros que van desde la acción hasta el romance. Hay destellos de buen cine en el intento de Russell Crowe por dirigir, pero no puede decirse que The water diviner sea una buena película. Quizás el tiempo le permita volcar su talento actoral a la realización integral de un filme, pero ésta, su ópera prima, carece de lo necesario para convencer a la audiencia.
Ciencia Ficción utópica. La distopía es el escenario más recurrente de la ciencia ficción, tanto en el cine como en la literatura. Es raro encontrar exponentes en el género que desarrollen su argumento sobre bases utópicas, que es lo que efectivamente hace Tomorrowland, y muy bien, más allá de no haber obtenido mucho reconocimiento por ello. Disney sigue apostando por el cine familiar, reciclando esta vez una receta prácticamente extinta en el cine: una aventura futurista para todas las edades. No es sencilla la empresa de realizar una película que entretenga a espectadores de edad dispar, y por eso hay mucho mérito en esta propuesta. Tomorrowland es a los ojos tanto inofensiva como impactante, gracias a que le han sabido buscar la vuelta y han logrado una película con grandes dosis de acción apta para todo público. La dirección es espectacular y comprueba que Bird es uno de los máximos herederos de la inspiración Spielberiana, junto con J. J. Abrams. Tomorrowland tal vez no sea una entrega de antología en el género, pero sí está muy por encima del promedio.Tiene un guión entretenido y creativo, muy buenos protagonistas y está impecablemente realizada. No será épica, pero se disfruta de comienzo a fin.
Reedición de un post-apocalipsis barroco. Mad Max no es para cualquiera. No lo era hace 30 años y no lo es ahora, en esta espectacular versión reeditada. Quienes disfrutaron de la trilogía protagonizada por Mel Gibson van a delirar con esta nueva entrega, que conserva el espíritu de la original mientras adapta la cinematografía al cine contemporáneo. Fury Road no para. Es una espiral de acción de receta conocida pero olvidada, lo que la vuelve original en su tiempo. Nada ha cambiado en tres décadas, amén de los recursos disponibles para la producción. Miller apela al mismo estilo narrativo y cinematográfico que supo hacerlo célebre, pero con una edición agiornada, mejores cámaras y un montaje casi épico. Fury Road es un delirio que roza lo ridículo y de argumento casi nulo, pero su encanto está en las partes, no en el todo. Es una película plagada de simbolismos, detalles e imágenes que rompen el molde del cine de acción convencional, y eso es lo que la hace verdaderamente un exponente único en el género. El imaginario de George Miller no sólo se mantiene intacto, sino quizás en su momento más creativo. Max Rockatansky regresa a la pantalla victorioso, para transitar una vertiginosa ruta post-apocalíptica que rompe todos los paradigmas conocidos. Es una experiencia violenta, barroca, estridente e insensata. Como escribí en un comienzo, no es para todos, lo que confirma la profecía: volvió Mad Max.
Del crepúsculo al amanecer. La paradigmática carrera de Liam Neeson nos entrega un nuevo capítulo. El tardío ícono del cine acción vuelve a vestirse de rudo en una propuesta que sin hacer la diferencia en su género se deja disfrutar. Run all night es un thriller de gangsters que gradualmente se convierte en una película de acción convencional. Comienza muy bien, con una intensidad dramática inusual en su rubro, pero a partir de que se desata el conflicto principal la narración va cediendo hacia un relato mucho más ordinario. En lo estrictamente cinematográfico, en cambio, la película es impecable de principio a fin. La dirección del español Collet-Serra se luce en el manejo de las cámaras y en la edición, donde utiliza la tecnología digital para moverse entre locaciones y escenarios con dinamismo y creatividad. En lo argumental, Run all Night no es sofisticada, pero logra impactar con la presentación de sus personajes. A partir del nudo, sin embargo, la contundencia dramática inicialmente propuesta se escurre entre persecuciones y escenas de acción. Llegando a la conclusión ya prácticamente no queda nada que haga la diferencia en el género, salvo la muy buena cinematografía. Las resoluciones son rápidas y altamente predecibles, lo que sin dudas contrasta con el buen desarrollo del inicio. Run all night se degrada a medida que avanza, dejando un sabor levemente amargo en el espectador, pero siempre entretiene. Neeson ya empieza a estigmatizarse en su eterno rol de héroe-antihéroe implacable, pero su magnetismo es todavía indudable. Es una película que podría haber dado mucho más si se hubiese conservado el balance entre el drama y la acción hasta el final, pero la audiencia quiere sangre, piñas y patadas, según creen los gurúes comerciales de la industria. Nos conformamos con eso, que alcanza, pero no sobra.
Una secuela que no defrauda. La primera entrega de Avengers fue probablemente una de las mejores propuestas cinematográficas de superhéroes de la historia, gracias a su meticulosa realización, tanto en lo técnico como en lo narrativo. Age of Ultron es una gran secuela a la que quizás le sobre tiempo y argumento, pero a la que no le falta nada para ser muy buena. Avengers 2 posee un argumento más denso, más oscuro y tal vez apenas excedido en pretensiones. Hay más vueltas de las necesarias en la trama, lo que estira la duración más de lo debido, aunque sin llegar a fastidiar. Eso es todo lo que se le puede criticar a esta nueva entrega del cine-entretenimiento, porque para mi gusto, en todo lo demás vuelve a estar por encima de las expectativas. Age of Ultron entretiene con imágenes y también con diálogos. Nuevamente hay un muy buen trabajo de los guionistas para conducir el hilo de la historia eficazmente. La película, cuando no deslumbra con sublimes secuencias de acción, divierte con buenos momentos entre los protagonistas. Hay también, en esta ocasión, un mayor compromiso dramático para con la mayoría de los personajes, en un claro intento de humanizarlos. La segunda parte de Avengers es un poco más pretenciosa a nivel argumental, lo que tal vez la sitúe un escalón por debajo de su predecesora, pero de cualquier manera es un gran exponente en su género. Las escenas de acción son creativas e impactantes, los diálogos divertidos y la química entre los protagonistas se mantiene intacta. Age of Ultron no sólo no defrauda bajo ningún punto de vista, sino que consolida una franquicia de acción y aventuras que seguramente será recordada durante mucho tiempo en la pantalla grande.
The Gunman es una película de acción convencional que intenta por momentos disfrazarse de drama para agregar complejidad a una receta por demás de conocida. Esa alquimia que tan bien fue lograda en la genial Blood Diamond, cuando Di Caprio dio el salto que lo perfiló como el gran actor que finalmente es hoy, no funciona esta vez. En el mejor de los casos, es una propuesta mediocre con buenas escenas de acción. Lo narrativo es apenas superficial. El hilo argumental de The Gunman es básico, poco original y está pobremente guionado. No alcanza el talento de Bardem y Penn juntos para rescatar una historia trillada, que de vez en cuando sorprende con buenas secuencias de acción, pero la mayoría del tiempo intenta innecesariamente vender otro género. Hay un leve y tímido intento de rodear la trama con un aura de thriller político, pero el foco real del filme está puesto en un Sean Penn musculoso e implacable, de fácil comparación con el personaje estereotipo usualmente interpretado por Stallone. Las casi dos horas pasan rápido entre los tiros, las piñas y una falsa expectativa que se diluye poco a poco. En The Gunman sobra el talento, pero falta la sustancia argumental. Prescindible, sin dudas.
Policial psicodélico para olvidar. Dentro del excentricismo que caracteriza a Anderson, hay buenas y malas propuestas, dependiendo del guión que le toque adaptar. Inherent Vice está a una distancia abrumadora de la mejor versión del director. Es una película aburrida, anodina e incoherente, que a duras penas logra terminarse de ver. No hay nada más irritante que una historia insustancial complicada. El hilo argumental de Inherent Vice se deshilacha en múltiples subtramas que no llevan a ningún lado, colmando la paciencia del espectador, quien apenas pasada una hora de película seguramente se sienta mareado y confundido entre tantos personajes inocuos y no mucho más que cháchara. La realidad es que la película carece de argumento, e intenta remediarlo mediante la incorporación de innumerables protagonistas y giros insensatos. La cinematografía de Anderson no ayuda a pasar el mal trago, porque los planos largos y los diálogos sostenidos no hacen más que agravar el aburrimiento cuando no existe profundidad argumental. Inherent Vice no es There will be blood, donde el mensaje es fulminante, sino más bien un thriller superficial que apela a una especie de “Dude Lebowski” en versión de detective para entretener a la audiencia. El resultado no está ni cerca de ser bueno. Me resulta difícil encontrarle algún atractivo a Inherent Vice. Es una película que intenta aparentar complejidad y profundidad, pero en realidad carece de ambas. Es una propuesta superflua de un director que suele tener el visto bueno de la crítica y no mucho más que eso.
Espionaje de alto contraste. Una mirada apresurada de Kingsman podría confundirla con apenas una entrega más del cine de entretenimiento inglés, pero no lo es. Por el contrario, esta nueva propuesta del cine de espionaje incursiona en un híbrido de rara ocurrencia en la pantalla: es una comedia satírica de acción. No se trata de cualquier comedia. El humor de Kingsman es cínico, irreverente y morboso. Mucho menos se trata de cualquier película de acción, sino tal vez de uno de los mejores exponentes en la materia de los últimos años. Es visceral, explícita, creativa y técnicamente insuperable. Sin temor a exagerar, puedo asegurar que contiene una de las mejores escenas de acción que he visto en el cine. Kingsman no repara en la audiencia ni a la hora de los chistes ni a la hora de los golpes, y eso la hace original, pero es una propuesta que explora géneros de alto contraste, lo que suele incomodar al espectador. Su humor satírico destiñe la verosimilitud del resto de la fórmula, que invierte en grandes escenas de acción y también en recetas conocidas del cine de espionaje. Pero incluso así, la película funciona, aunque quizás un guion mejor pensado hubiera perfeccionado el resultado. Kingsman es por momentos una muy buena sátira del mundo del espionaje (y a veces del mundo en general) y por momentos una excelente película de acción. Como propuesta integral también es buena, pero podría haber sido mejor con más esmero en el desarrollo del guion. Sin dudas las partes superan el todo, pero el todo vale la pena.
Basada en un ego real. González Iñárritu ha sabido hacernos sufrir. Amores Perros y 21 Gramos fueron dos grandes películas que revolucionaron el cine dramático, a lo que Hollywood le encontró el costado comercial, como siempre. Los proyectos posteriores del director mexicano cayeron en la monotonía absoluta y en la repetición de una tortuosa fórmula que impacta una o dos veces, y luego simplemente fastidia. Hacer sufrir al espectador hasta el hartazgo a veces es contraproducente, y González Iñárritu lo ha entendido. Birdman es una fantástica reinvención de su arte, y es perfecta por donde se la mire. Técnicamente no debería haber debate: Birdman es cinematográficamente insuperable. Es una película filmada enteramente en plano secuencia, sin que se perciban las transiciones, lo que habla de un arduo trabajo del director, los actores y los editores. Es muy difícil lograr el resultado final de esta obra maestra, porque necesita de todas las piezas funcionando en perfecta armonía. Lo curioso es que lo logra, y la experiencia es original e inédita: algo así como una obra de teatro de escenario dinámico y con edición digital interactiva. En lo narrativo habrá seguramente un debate más acalorado. Birdman es una minuciosa introspección del ego humano a través del mundo del espectáculo, ámbito sin lugar a dudas paradigmático en la materia. Es drama, pero también es comedia. Es trágica y cómica a la vez, pero por sobre todas las cosas es sutil. El director juega mucho con su currículum fílmico dentro del guión, amagando constantemente con hacer resurgir la receta que lo hizo conocido. Me gustó ese juego interactivo con la audiencia, porque de alguna manera sirve de autocrítica de su trabajo pasado, al tiempo que sorprende con una frescura inédita en su modo de relatar historias. Birdman es completamente diferente a todo lo que ha hecho González Iñárritu a la fecha, en el mejor de los sentidos. Los premios no definen la calidad de una película, y un Oscar suele no ser garantía de nada. Birdman no es excelente por haber ganado el máximo galardón de la industria, sino por despuntar una tragedia de la vida real con deliciosa cinematografía y compromiso argumental. Es uno de los dramas mejor ejecutados que he visto en mi vida, y sin dudas la mejor película de 2014, junto con Her.