Winnie the Pooh es el personaje mundialmente famoso que ha sido creado por Alan Alexander Milne, autor de cuentos y obras de teatro infantiles que tuvieron un importante suceso durante los años ’20 y parte de los años ‘30. La factoría Disney cumplió en adaptar inteligentemente a todos sus personajes, en una serie de películas en las que tanto el oso mielero como todos sus amigos han sido protagonistas y que dieron lugar a una de las franquicias más vendedoras de peluches de la historia. Continuando con el proyecto que tiene actualmente Disney de llevar sus grandes clásicos animados a la pantalla con live action (acción real), tal como ya lo ha hecho con “La bella y la bestia” “El libro de la Selva” “101 dálmatas” y se aguardan los próximos estrenos de “Dumbo” y “Aladdin”, ahora es el turno de “CHRISTOPHER ROBIN”. Una apuesta en donde se mezcla esta acción real con la interacción de Winnie Pooh, el burrito Igor, Piglet, el infaltable Tigger y todos los personajes del bosque de los cien acres recreados en una perfecta y atractiva versión digital con un gran diseño de arte que permite una asombrosa naturalidad al mismo tiempo que genera la perfecta sensación de que son aquellos muñecos que Robin usaba en su infancia. En esta nueva entrega, el centro de la historia no es particularmente Winnie Pooh como Disney nos tenía acostumbrados, sino que el protagonismo es ahora de Christopher Robin. Un personaje que se sabe, está inspirado en el propio hijo de Milne quien dentro de la alta sociedad británica, tuvo muy poco contacto con sus padres y fue criado y educado entre institutrices, niñeras y colegios pupilos. Mezclando parte de este relato biográfico –tomando lo más edulcorado de la historia dado que se sabe del padecimiento de Christopher por haber sido el eje de las historias de su padre, generando burlas de diverso calibre en su etapa escolar- y sumando la parte ficcional, la película comienza contándonos la historia a modo de libro de cuentos con las clásicas e inconfundibles ilustraciones de Ernest H. Shepard. Así es como rápidamente pasamos algunos capítulos y podemos ver como ese Christopher niño pasa a ser el Christopher adulto que vuelve de la guerra y ha formado una familia junto a su esposa Evelyn y su hija Madeline. A sus obligaciones familiares se suma una presión laboral por la que está atravesando, ante una importante crisis en su empresa, teniendo que aportar ideas para salvarla de la quiebra, teniendo quizás que hacer serios recortes dentro del personal. Y es así como la historia focaliza en este Christopher adulto, cargado de presiones laborales que hacen que descuide en gran parte a su familia y en especial a su hija: el trabajo, los compromisos y las presiones ocupan prácticamente todo el espacio. y el propio Robin comenzará a olvidar quien fue. Y así es como Robin comienza a perder algunos de sus valores, olvidar quien es (fue) y perder a su niño interior. Justamente en ese momento, Pooh volverá al rescate para recordarle la importancia de los afectos, de sus propios sentimientos y de todos aquellos valores que no deben perderse de vista. El principal problema con el que debe lidiar esta nueva producción de Disney es que no queda claramente definido al público al que va dirigida y es así como permanentemente nada entre dos aguas sin poder definir si es una película que apunta al público infantil o si es una producción para el público adulto. Si bien no es estrictamente indispensable que una película tenga que tener un target definido, en el caso particular de “CHRISTOPHER ROBIN: un reencuentro inolvidable” la indefinición resiente el resultado final. Los conflictos del mundo adulto, el cuestionamiento de la escala de valores, de la prisa con que se vive que hace que nos perdamos de las pequeñas cosas y de las presiones a las que cedemos, olvidándonos a veces de nuestra propia esencia, son tópicos a los que difícilmente el público infantil pueda acceder y la propuesta les suene “aburrida” cuando desaparecen de escena los muñecos animados. Por otro lado, si bien el guion aborda todos esos temas, lo hace de una manera tan pueril y tan superficial, tan rozando las frases de libro de autoayuda que tampoco logra satisfacer una mirada del público adulto, quedando entonces entrampada en un híbrido que no termina por satisfacer a ninguno de los dos. Por suerte, detrás de las cámaras está Mark Foster, el mismo director de “Monster´s Ball” (por la que Halle Berry ganó el Oscar a mejor actriz) o la comedia “Más extraño que la ficción” pero por sobre todo de “Descubriendo el país de Nunca Jamás- Finding Neverland”, una película con la que tiene muchos puntos en común y que en ese caso había logrado un resultado más compacto y con mayor asertividad en el mensaje. Foster le imprime a la puesta un nivel de detalle y una meticulosidad que realza el resultado final y saca provecho en destacar cada una de las principales características de Pooh y su pandilla. No solamente se desataca la nobleza, la bondad y el sentido de amistad que aparece sintetizado en Pooh, sino también la permanente necesidad de llamar la atención de Tigger, el miedo permanente que aparece en Piglet y esa melancolía intrínseca de Igor (que tiene, por otra parte, un gran lucimiento en la película). Aparecen el búho, el conejo, la mamá y su cangurito y en cada uno de ellos así como en el propio Christopher Robin, el director Mark Foster permite un desarrollo con una delicada construcción de personajes y un lucimiento propio. Otro acierto es sin dudas la elección de Ewan Mc Gregor para el papel protagónico de Robin quien logra transmitir ese tironeo entre el peso de ser adulto y esa niñez que evocamos pero que ya dejamos irremediablemente atrás. “CHRISTOPHER ROBIN: un reencuentro inolvidable” se desvanece con un guion que se nutre de frases hechas, lugares comunes y frases de manual que se enarbolan como grandes verdades. Si tenemos en cuenta la frase promocional de la película “tarde o temprano el pasado te alcanza”, encontraremos que en ese reencuentro entre Pooh y Robin, donde ambos construyen una química realmente conmovedora, juntos valorizan una y otra vez el sentido del hoy, que quizás sea el único momento por el que debamos (pre)ocuparnos y, por sobre todo, seguir disfrutando.
Pablo (Matías Mayer) y Esperanza (María Abadi) son dos niños, casi adolescentes, que se han criado juntos en un pueblo y tienen su paraíso propio a la orilla de un lago. Van pasando los años y ambos tienen la dicha de haber crecido juntos y seguir enamorados como el primer día. Pero Esperanza es atacada en la calle y a partir de ese momento, la vida da un tremendo vuelco para ambos. Ella queda en estado de coma después de este suceso y Pablo pasará la gran parte de sus días en el hospital esperando que ella despierte. Mientras que se encuentra en ese compás de espera, Pablo, a su vez, irá reconstruyendo su propia historia, algo que se encuentra oculto en el vínculo con su padre y que él sentirá que es el momento preciso para develar y llegar hasta el fondo de la situación. Obviamente, su madre, no está de acuerdo con que revise los escritos, grabaciones e investigaciones de su padre. Quizás allí se encuentre encubierta una importante clave que no solamente logre recomponer ese vínculo filial sino que también pueda acompañar, de alguna manera, este momento tan difícil que está atravesando. Mientras Esperanza sigue luchando por su vida en el sanatorio, Pablo insiste en develar, en descubrir y poner a la luz todo lo investigado por su padre. Es así como comienza a contactarse con conceptos metafísicos, momentos de ensoñaciones, sueños lúcidos y comienza a tomar contacto con la existencia de los diferentes planos en los que se pueden mover los cuerpos etéricos, todos los elementos que aparecían en las investigaciones inconclusas de su padre. Walter Becker, en una segunda incursión como director (siendo la primera “A dos tintas” en el 2007) se mide en el delicado equilibrio entre la historia de amor con los cánones del melodrama clásico pero asume el riesgo de imprimirle algunos tintes de cine de género con la incorporación de estos elementos sobrenaturales y de cine fantástico, que parecen ser aquellos sobre los cuales realmente quiere trabajar. Quizás la historia de amor de los dos primeros actos, no es más que la excusa que Becker encuentra para llegar a ese epílogo en donde resume todos estos novedosos elementos que introdujo a la trama y que se encuentran muy bien resueltos sin subrayados y sin sobreexplicaciones innecesarias. Si bien el guion tiene algunos momentos de cierta indecisión y desprolijidad en la narración, cada uno de los actores convocados para el elenco hacen que sus personajes sean creíbles y que el elemento fantástico de la trama no se sienta ajeno, extraño, sino que pueda incorporarse armónicamente a la trama en el momento en que se despliega totalmente un entramado de mundos paralelos. En los roles protagónicos Matías Mayer (de amplia trayectoria en el teatro de comedia musical con “Casi Normales” y “Rock of Ages” y una revelación cinematográfica en su participación en “Maracaibo”) y María Abadi (de “El Gato desaparece” y protagonista de “Géminis” de Albertina Carri, además de una prolífica carrera en la televisión) resuelven con solvencia el vínculo amoroso con buena química en pantalla y con absoluta naturalidad. La actuación especial de Guillermo Pffening como el padre de Pablo y las sólidas presencias de Celina Font y Diana Lamas como las madres de los protagonistas, completan un elenco homogéneo que Becker sabe manejar con seguridad. Tomando riesgos e introduciendo elementos novedosos dentro de la producción nacional y aún con sus desniveles e irregularidades, logra construir en “ETERNO PARAISO” un producto interesante y un director para no perder de vista.
Desde “La Pantera Rosa” -la genial creación de Blake Edwards encarnada por Peter Sellers- hasta el humor más liso y llano de Leslie Nielsen en la saga de “La Pistola Desnuda”, sumando algún guiño televisivo como fue el caso de la serie “Martillo Hammer”; el mundo de los espías, inspectores e investigadores privados ha sido tamizado por la lupa del humor, cada uno con su estilo y con resultados de lo más disímiles de acuerdo a cada caso. Dentro de este universo de personajes que parodian a los verdaderos agentes del espionaje que han sido exitosos tanto en la pantalla grande como en el mundo de la literatura como es el icónico caso de James Bond, podemos encontrar a Johnny English, encarnado nada más ni nada menos que por Rowan Atkinson, el eterno Mr. Bean que se acerca más en algunos momentos a una mezcla de los vernáculos Tiburón – Delfín y Mojarrita, que de la inolvidable creación de Ian Fleming. Dueño de una gestualidad y una dinámica de humor físico realmente atractivas que sabe explotar al máximo, el mayor incentivo de encontrarnos con una tercera parte de esta “saga” es, claramente y sin lugar a dudas, volver a verlo a Atkinson/English en acción. Y disfrutar de su humor con toques verdaderamente naïfs y cargados de ingenuidad para disfrutar en familia. Por lo tanto, quienes no se sientan a gusto con su tipo de humor por momentos infantil y superficial –y que en ciertas situaciones recuerda a otro notable del humor inglés, Benny Hill- o que sus morisquetas no les causen ni la más mínima gracia “JOHNNY ENGLISH 3.0” difícilmente pueda llamarles la atención. Todo el entretenimiento está estructurado en una historia liviana y convencional, apoyada casi exclusivamente en la figura del antihéroe que no para de meter la pata, sacar conclusiones apresuradas y encontrarse inmerso en una catarata de equivocaciones durante todo el tiempo. Sabemos además que serán seguramente alguna de las situaciones azarosas a la que este tipo de humor nos tiene acostumbrados, las que lo ayudarán a resolver favorablemente los casos asignados haciendo honor a la célebre frase del Chapulín Colorado de Gómez Bolaños de “no contaban con mi astucia”, cuando no tenía ni idea de dónde estaba parado. Rowan Atkinson es una marca registrada. Lo hace genial, es divertido y a pesar de que el guion es precario y sin demasiadas novedades, le brinda en diversas escenas, la posibilidad de lucimiento. Muchos dirán que Atkinson está encasillado y una vez más no sale de su zona de confort, pero por el contrario ha demostrado con sus nuevos trabajos para la televisión poniéndose en la piel de Maigret que puede componer otro tipo de personajes. Pero vuelve a English y se nota su disfrute: y es justamente en lo más básico y previsible, en lo más obvio y lo más pueril, donde uno estalla en carcajadas y se vuelve a sentir niño por un rato. La excusa que plantea la historia es obviamente mínima: en esta ocasión alguien ha hackeado los archivos secretos y la seguridad del Reino Unido por lo que la identidad de todos los agentes secretos ha quedado al descubierto. La Primer Ministro solamente tendrá la alternativa de llamar a viejos agentes que no han sido descubiertos –agentes ya retirados hace muchísimo tiempo de sus funciones- para que se ocupen de esta situación que hace peligrar a todo el país y tratar de ubicar al responsable para que el sistema entero no siga colapsando. Es así como Johnny English desde su mundo analógico y su completa incompetencia para manejar el mundo virtual, irá develando el misterio de pura carambola –como es habitual en su personaje y su marca registrada- y descubrir al villano digital que se esconde tras una apariencia científica y que está poniendo en vilo a la seguridad de toda Inglaterra. Detrás de las cámaras, en esta tercera entrega de la saga está David Kerr, un director de amplia trayectoria dentro del mundo de la televisión lo que hace que le haya impreso al producto, un estilo fresco y poco profundo, liviano y algo impersonal, pero que es típico y colabora funcionalmente para que este tipo de entretenimientos cumpla con su objetivo. Y para que la receta funcione, Kerr rodea a Rowan Atkinson de un elenco que lo completa eficazmente. Ben Miller vuelve a brillar como su fiel asistente Bough y la “chica Bond” en este caso es Olga Kurylenko que aporta sensualidad y la dosis femenina como contrafigura de English en la piel de una divertida espía rusa y poniendo mucho humor al parodiarse a sí misma en su trabajo en “Quantum of Solace” junto al Bond de Daniel Craig. Pero como cereza de la torta, en el rol de la Primer Ministro Británica vemos a Emma Thompson demostrando una vez más sus dotes de comediante, disparando los textos más delirantes del film, construyendo una especie de caricatura desbordada de una política de raza tapada por los problemas que se suceden sin solución de continuidad. Divierte, entretiene, y… que más se le puede pedir?
María Augusta Ramos, una directora con una vasta experiencia en el campo de los documentales (“Justicia” “Seca” “Futuro Junio”) aborda en su nuevo trabajo el “impeachment” a Dilma Rousseff, registrando en forma pormenorizada todo el proceso judicial que –en unos pocos meses- desembocó en la destitución de la ex presidente y la asunción de su entonces vicepresidente, Michel Temer, al poder. La acusación contra la líder del Partido de los Trabajadores que ya llevaba varias reelecciones en Brasil (era justamente la segunda presidencia de Rousseff después de los dos periodos de Lula) fue la operación LAVA JATO en donde se descubrió a una red de corrupción que generó abiertas denuncias contra empresarios y políticos en donde quedó involucrado el Estado y la firma Petrobras por el lavado de activos. En el contexto de este operativo, Petrobras licitaba sus obras a grandes empresas de ingeniería y construcción de Brasil, como parte de un programa impulsado por el presidente Lula y su entonces ministra de Energía, Dilma Rousseff, para estimular la creación de empleos en el país. Durante el proceso quedó en evidencia que para favorecer la contratación de ciertas empresas, PETROBRAS pedía sobornos que rondaban el 3% del presupuesto generando sumas que luego eran repartidas entre políticos y empresarios y que se reintroducían al sistema a través de negocios de hoteles, lavaderos y estaciones de combustibles para ser blanqueado y luego transferido al extranjero. Ramos acierta como directora pone la mirada en el proceso en sí mismo, narrándolo en forma detallada y accediendo al registro de sesiones (algunas que han sido públicas y otras en privado) en el Congreso que va develando el entramado de los sucesos. Tras la acusación de “maquillar” las cuentas públicas para esconder el déficit gubernamental, se pueden ver las estrategias y los movimientos de cada uno de los bloques para ejecutar lo que se presupone que fue una venganza contra el PT que estaba investigando casos de corrupción. Es así como el entonces presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha considerado como el principal artífice de la destitución de Dilma, lleva adelante las acusaciones contra Dilma mientras que, por otra parte, la defensa de Rousseff fue llevada a cabo por el ex ministro y abogado Cardozo, junto con otros senadores del PT como Hoffmann y Lindbergh Farías. Estas maratónicas sesiones con argumentos a favor y en contra de la figura de Rousseff fueron filmadas por la cámara de Ramos de forma tal de poder zambullirnos dentro de las mismas y vivenciar, de esta forma, todos los pormenores y los detalles de una situación política tan compleja. De esta forma, se intenta mostrar lo más neutralmente posible lo sucedido en el recinto y Ramos pretende en todo momento, alejarse y despegarse del panfleto político y de que se genere un film tendencioso. Esto es asumido por la directora aún cuando por supuesto se sabe que siempre existe cierta subjetividad en toda obra artística en donde es imposible mantenerse completamente por fuera de los acontecimientos. Premiado en el ultimo FIDBA, “EL PROCESO, historia de un golpe” –subtítulo agregado en la distribución local- se estrena en el marco de unas controvertidas elecciones en Brasil en los próximos días. Ofrece otra visión, claramente su fuerza testimonial presenta una caja de resonancia para entender el actual conflicto y surgimiento de una figura como la de Jair Bolsonaro (hoy liderando las encuestas para las elecciones del próximo domingo) a quien se lo ve en el film dedicando su voto a favor de la remoción de Rousseff al coronel que la torturó durante la última dictadura militar. La cámara implacable de María Augusta Ramos nos mostrará con gran nivel de detalle el circo político montado alrededor de este tema. Televisión, medios, teléfonos celulares grabando cada movimiento, conferencias de prensa, cada uno de los detalles será registrado para que el espectador –aunque quizás con una información sobreabundante y difícil de procesar para alguien que no está perfectamente al tanto de todos los hechos- pueda sentirse inmerso en las maniobras políticas que tanto daño hacen a los procesos democráticos. Y muestra una vez más como las venas de America latina siguen abiertas, y muchas veces, sangrantes.
Si bien técnicamente “LUCKY” no es el último trabajo de Harry Dean Stanton (aún no se ha estrenado “Frank & Ava” el biopic sobre Frank Sinatra y Ava Garner en donde tiene una participación como el sheriff Lloyd) este absoluto protagónico ha sido una excelente despedida de la pantalla grande, en donde lo hemos disfrutado en la más diversa gama de personajes. Fue aquel que vimos hace casi 40 años en “Alien, el octavo pasajero” y que será indudablemente inmortalizado en sus roles en “Paris, Texas” junto a Nastassja Kinski , “Golpe al Corazón” de Francis Ford Coppola o “Fool for Love” en la que fue dirigido por Robert Altman. A sus casi 90 años, Dean Stanton tuvo su más que merecida despedida con “LUCKY”, un personaje protagónico que no sólo es absolutamente excluyente dentro del filme sino que además le permite seguir demostrando su ductilidad y sus dotes de gran actor. Se dio el lujo de filmar con David Lynch (con quien tuvo varias colaboraciones incluyendo “Corazón Salvaje” “Imperio” “Una historia sencilla”), con Martin Scorcese (“La última tentación de Cristo”) y ahora en “LUCKY” se despide con honores en un film póstumo que lo agrega a la galería de las estrellas hollywoodenses como James Dean con su “Gigante”, Peter Finch en “Network, poder que mata” o más acá en el tiempo el Jocker de Heath Ledger, quienes fallecieron antes de que su película se estrenase. El guion de los debutantes Drago Sumonja y Logan Sparks, con quienes el protagonista tenía un vínculo personal, juega con la idea permanente de que Lucky sea Dean Stanton y viceversa. Se respira entonces una fusión perfecta, una amalgama precisa y potente para un personaje totalmente concebido a la medida de Stanton y que es el merecido vehículo para que logre un lucimiento especial. Es así como apenas iniciada la película, nos queda claro que Stanton es el único actor que le puede dar vida a este personaje, ya no podemos concebirlo a Lucky sin él: todo queda impregnado de su particular andar, de las expresiones y de las miradas profundas con las que construye y le da vida a su criatura. Lucky vive en la piel de este actor enorme que le encuentra todas las tonalidades necesarias y que le imprime, fundamentalmente, esa tristeza y esa melancolía que no solamente el personaje central sino que la película misma, necesitan. Es impactante ver cómo no solamente a través de algunos filosos diálogos aparece el tema de la muerte que sobrevuela toda la película sino que además hay un deliberado “coqueteo” de Stanton/Lucky con la muerte y sobre todo con la idea de un final anunciado, de la despedida, de una partida. El desierto, la aridez del paisaje, la soledad, le imprimen el escenario justo para que esta especie de western crepuscular se desarrolle lentamente pero en forma segura. Una película que se encuentra construida más por climas, sensaciones y postales de ese ocaso que por una narración tradicional. “No hay nada más allá de la muerte” sostiene en una de las líneas el personaje central, mientras filosofa desde la barra de un bar al que acude como parte de su religión y allí se encuentra con sus amigos, entre los cuales encontramos nada más ni nada menos que a David Lynch en un guiño que nos hace la película para que todo quede entre amigos. En su debut como director, el actor John Carroll Lynch construye el andamiaje ideal para el lucimiento de Stanton, sin dejar librado al azar ninguno de los restantes detalles. La música es otro gran punto a favor de “LUCKY” como así también una muy cuidada fotografía. Seguramente muchos de nosotros, pasado un buen tiempo, sigamos recordando a Harry Dean Stanton por todos los trabajos que ya fueron mencionados, por su icónica figura en el afiche de “Paris, Texas” de Wenders, y también por esta escena de su trabajo póstumo en donde canta “Volver, Volver” en un tono que nos eriza la piel y nos habla de toda la sensibilidad y las emociones que transmite “Lucky” para cuando ese desierto quede vacío en la pantalla, inmenso, enorme y cautivante. Para cuando Harry Dean se haya despedido de nosotros dejándonos su mejor legado.
No van a pasar más que un par de escenas para que uno comience a tener la sensación de que “DIEZ MENOS” es un producto, para decirlo de una manera sutil, absolutamente fallido. Ya desde la presentación apuesta a un tono cercano al formato televisivo -en el sentido más peyorativo de la palabra-, recordando a una televisión improvisada y sin recursos de varias décadas atrás (ni un solo punto de contacto con las actuales producciones de Ortega o de Pol-ka), incluso mucho más cerca de esos programas de cable a los que los late night shows de Pettinato o “Bendita TV” les tomaban el pelo de forma flagrante. Todo se desarrolla, desde el momento cero, en un tono de producto descuidado, deliberadamente hecho a las corridas sin detenerse en el más mínimo detalle, de puro trazo grueso y con muy poco respeto hacia el público. La historia gira en torno a Quique, personaje que encarna Diego Pérez, muy conocido dentro del ambiente televisivo tanto en su rol de comediante como de conductor, que después de algunos secundarios como en “Apariencias” (con Andrea del Boca y Adrián Suar) o en “Apasionados”, tiene ahora la oportunidad de su primer protagónico en cine. Pérez representa al arquetípico personaje de tipo de barrio, figura querible, amiguero, honesto y laburante. Inclusive, en las primeras escenas se lo ve desempeñando su rol como monaguillo de la Iglesia del barrio, dando más aún una imagen de pureza y de tipo bonachón al que uno quisiera que le vaya bien y que de una vez por todas, la historia quede en manos de estos antihéroes. Atacado por una catarata de desgracias, todos sucesos apelotonados sin el menor timing ni dramático ni de comedia, Quique es despedido de la fábrica donde trabaja, sin saberlo es engañado por su esposa y en el mismo acto ella le planteará la separación por lo que Quique, además, se queda también sin lugar para vivir. Como si todo esto fuese poco, cuando cobra la indemnización, lo asaltan y le roban hasta la última moneda (en una escena absolutamente inverosímil, guionada y resuelta como si estuviese hecha por un grupo de estudiantes de quinto año del colegio secundario en un proyecto de arte que no logran aprobar por más esfuerzo que le pongan) por lo que a Quique no le quedan muchas más alternativas que terminar trabajando como delivery en el emprendimiento de su amigo del alma (un correcto Roly Serrano). Todo se estructura como una sucesión de sketches bastante deshilvanados, una especie de islas cuyo único hilo conductor son los propios personajes, pero sin que esto implique el mínimo esfuerzo narrativo. De todos modos, lo más desatinado llega junto a las pretensiones de discurso moral con el que intenta plantear, en algunos momentos del filme, la disyuntiva de “¿Cómo a un hombre que hace tanto el bien y es de un corazón tan noble, tiene que vivir esta vida de castigos donde parece salirle bien?” Es por eso que sobre el final, además, la película se toma el trabajo de redimirlo y volverlo al rebaño de las almas nobles y plantea una especie de patético happy ending vernáculo, resolviendo todo en tres o cuatro escenas completamente desafortunadas tanto desde la puesta, como desde los diálogos y el arrebato por resolver todo en unos pocos minutos, desafiando cualquier lógica, por más primitiva que sea. Dentro de este formato que remite a un humor tan básico y hoy perimido, esa comicidad que hacía mucho tiempo que no veíamos en la pantalla grande, el guión de Osvaldo Cascella podría haber apostado a la comedia costumbrista y aprovechar el carisma de Pérez para explotarlo en ese sentido. Pero desacierta una vez más cuando intenta imprimirle a algunas de las situaciones el registro de comedia delirante, que no logra en ningún momento, sino que tiende a dar vergüenza ajena. No hay nada peor que una película de humor que no de gracia, donde los gags no funcionen y ninguno de ellos pueda generar una mínima empatía con el espectador. Tampoco logra jugarse deliberadamente por un estilo de humor bizarro como podría ser el de Capusotto o el antiguo clan de “Cha Cha Cha”. En realidad, “DIEZ MENOS” es bizarra sin tener intenciones de serlo, es graciosa no por las situaciones de comicidad que plantea sino por el cúmulo de errores y desaciertos que terminan causando gracia y ni siquiera puede considerarse como esas películas que de tan mal hechas, terminan siendo de culto. A toda la buena onda que le pone Pérez a su protagónico, acompañan el ya mencionado Roly Serrano, Ernesto Claudio como el dueño de la fábrica y Jimena Anganuzzi, la nueva parroquiana que parece escapada de una película de Loza sin saber bien que está haciendo en medio de todo este caos. Sin olvidarse de ni uno sólo de todos los estereotipos y haciendo humor con cosas que ya no causan gracia y quedan completamente fuera de lugar como la mirada anacrónica que tiene sobre los personajes femeninos (incluso tiene algunos chispazos con gags más cerca del humor Sofovich de “Rompeportones”, tan fuera de lugar en los tiempos que corren), Daniel Alvaredo y Roberto Salomone tampoco plantean una puesta diferente para un guion absolutamente pobre que no da lugar al más mínimo vuelo. Más bien desde las primeras escenas está en un permanente aterrizaje forzoso.
Se sabe que el cine húngaro es ampliamente celebrado en el circuito cinéfilo y por eso, seguramente, se recibirá también a “1945” como una de las exquisitas rarezas que brinda nuestra cartelera, últimamente tan poco frecuentada por el cine europeo, y menos aún por estas pequeñas producciones. Así como “El hijo de Saúl” sacudió la pantalla y fue ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera en 2015 y este año ha sido nominada “On Body and Soul” -que se estrenó directamente en la plataforma Netflix-, el cine húngaro no suele tener una gran presencia en el circuito comercial pero si es mundialmente considerado como una de las latitudes con un importante cine de autor. Basta recordar a su máximo exponente, Béla Tarr, habitual participante del BAFICI y de gran presencia en todos los festivales, con obras tales como “Satantango” “Armonias de Werkmeister” o la multipremiada “El Caballo de Turín”. El estreno de esta semana, “1945” de Ferenk Török no llega al nivel de las obras mencionadas pero si sabe crear el ambiente necesario para someter nuevamente a la reflexión al espectador respecto de las heridas de la postguerra y lo hace en un marco estético y visual muy particular. Con ese marco de la postguerra como permanente referencia y con una toma inicial en donde desde el noticiero radial se nos dan las referencias de los efectos de la bomba atómica de Nagasaki y nos sitúan entonces en Agosto de 1945, el director nos lleva a un pequeño pueblo en las afueras de Budapest en donde está por celebrarse la importante boda del hijo de un funcionario público (pretexto también para poder mostrar la diferencia de clases entre el novio, perteneciente a la burguesía local y la novia, una simple campesina). Pero la paz y la quietud en el pueblo se verán alteradas con la llegada de dos judíos ortodoxos que descienden del tren con dos grandes baúles de los que se desconoce su contenido y que plantean, a todos los pobladores, un gran enigma. Cabe recordar que en 1941, tras la invasión alemana a la Unión Soviética, Hungría apoyó al régimen nazista, iniciando en sus propias tierras, la persecución del pueblo judío. En ese entonces, tanto la población civil como el Estado, abusaron del contexto de la guerra para quitarle todas sus pertenencias a la minoría judía lo que ha generado, por supuesto, resentimientos y heridas que son la base de lo que “1945” quiere mostrar. Los ortodoxos, en silencio y sin develar el objetivo de su visita, comienzan a sembrar incomodidad e inestabilidad, apareciendo como la culpa por este pasado reciente. ¿Vienen a recuperar pertenencias de sus antepasados? ¿Reclamarán formalmente por aquellas tierras que les fueron arrebatadas durante la guerra? ¿Se cobrarán, en cierta medida, el dolor de la persecución sufrida y esta visita quedará como una especie de ajustes de cuentas? ¿Ellos dos son sólo el inicio de lo que será una nueva inmigración judía al pueblo? El guión maneja a la perfección esa sensación omnipresente de incertidumbre, ese desequilibrio que provoca en el pueblo no tener la respuesta cierta a todos los interrogantes que se abren con esta llegada inesperada. La historia se va desenvolviendo en forma coral: diversos personajes con pequeñas historias, son los encargados de ir creando el clima que Török quiere transmitir. Si bien el eje central de la historia pasa por la llegada de los ortodoxos y por el casamiento, hechos que ya fueron mencionados anteriormente, el conflicto dentro de “1945” es la transformación que sufren estas historias satelitales, mostrando en cada una de ellas, los detalles necesarios para la lectura del contexto social que se quiere analizar. Para cumplir con este objetivo de construir una obra en base a detalles más que de grandes parlamentos, el guión de Török y Gábor Szántó (un reconocido novelista que hace con este trabajo su incursión en el terreno del cine) se detiene en silencios, en gestos y se nutre de imágenes en un brillante blanco y negro que van generando el entramado que los autores proponen para hablar de la memoria, la culpa, el miedo y una revisión del pasado, cargada de autocrítica. Con una importante presencia dentro del circuito de festivales internacionales (mejor película en el Festival de Jerusalem, participó del Festival de Berlín y formó parte de las muestras de cine Judio en San Francisco, Miami, Washington y en Austria) “1945” plantea un fuerte ejercicio moral, con una puesta en escena austera pero precisa, con una fotografía en blanco y negro que ayuda a sumergirse en ese pueblo en donde sus habitantes intentan escapar de un pasado horroroso y librarse del peso de las culpas de la guerra. Como si “1945” fuese una gran elipsis, sobre el final, otro tren parte de la estación pero ninguno de los habitantes del pueblo será exactamente el mismo.
“AMOR URGENTE” es una coming of age a la que el director Diego Lublinsky le imprime una puesta en escena particular, sumamente creativa, que le permite diferenciarse del grupo de películas del género. Tal como lo había hecho en su trabajo anterior (“Hortensia”), Lublinsky trata de borrar cualquier signo temporal. Así es como no sabremos si esta historia adolescente se sitúa en algún pueblo de la provincia de Buenos Aires o si es un pueblo de alguna otra provincia. No sabremos si estamos transitando los años ´70, mediados de los ´80 o si podría estar situada casi en la actualidad. Inteligentemente, se borran todo tipo de referencias en el diseño de arte (no hay celulares, no hay autos que puedan dar cuenta de la época en el que se narra la historia, el vestuario es lo suficientemente neutro para no dar señales demasiado precisas) y eso es, lo que en principio, hace que el juego que propone el director se vea sumamente atractivo y novedoso. Sumado a esto, el recurso de retroproyecciones por detrás de los personajes en lugar de la escenografía, hace que el clima de ficción y de artificialidad sobre el que Lublinsky estructura toda la propuesta, se convierta en una las aristas más singulares del filme. Como todo recurso, a medida que avanza la trama y el artificio se repite, se va tornando algo excesivo y reiterativo, aunque jamás quede desajustado o desatinado. Los pocos datos con los que contamos es que el pueblo donde se desarrolla la historia se llama Resignación. Y que la mirada del director, estará puesta particularmente en Pedro, un chico extremadamente tímido que se verá revolucionado con la llegada al pueblo de Agustina, la chica nueva del colegio. Pedro y sus amigos están en plena ebullición adolescente, en pleno despertar sexual, en los primeros acercamientos amorosos y los primeros encuentros con el sexo opuesto. La mirada del director sobre las situaciones que viven sus personajes es sumamente tierna (desde la ansiedad del primer beso hasta la necesidad de alardear con los amigos y amigas de debuts sexuales inexistentes o exagerados al extremo, miradas cómplices y pequeñas confesiones) y todo el clima que respira la película tiene la mezcla exacta de fábula naïf y los miedos propios de crecer y enfrentar nuevas etapas. Tanto la historia de amor central entre Pedro y Agustina como las de los grupos de amigos de cada uno de ellos, están elaboradas con pequeños detalles que van enriqueciendo la historia, con diálogos directos, sinceros, con los que uno puede empatizar rápidamente. Lublinsky sabe pintar perfectamente ese universo de plena adolescencia, de escuela secundaria, de amigos del barrio, de secretos y detalles amorosos, de confidencias y complicidades, en donde la sexualidad era el tema recurrente en cada recreo, en cada hora libre, donde una anécdota de desventura sexual de un compañero, era la más buscada a la hora de aprender cosas nuevas. En paralelo, aunque muy tangencialmente, Paola Barrientos (como la madre de Agustina) y Fabián Arenillas (el intendente del pequeño pueblo) conforman el mundo adulto y viven su propios escarceos amorosos, demostrando el amplio oficio con el que siempre componen a sus personajes. Asimismo, la historia de la madre de Agustina será el disparador para una trama secundaria en donde también será importante para ella no sólo encontrar el amor sino su propia identidad. Dentro de los puntos fuertes contamos con la fotografía del talentoso Will Behnisch que crea un clima completamente funcional a la propuesta, la música de Panchi Quesada y Marcelo Etchemendy que genera el clima ideal y con el guión del propio Lublisnky junto a Pablo Schuff. Del otro lado de la balanza, habrá que poner algunos marcados desaciertos en los roles protagónicos de Agustina y Pedro, donde Paula Hertzog y Martin Covini enfrentan algunas complicaciones a la hora de desarrollar sus papeles y dotarlos de espontaneidad y frescura. Sobre todo Covini en el decir de algunas de sus líneas de diálogo suena incómodo y disonante con el resto de la puesta, con cierta rigidez en sus expresiones y presentando ambos alguna tendencia a una composición escolar. Así y todo, como Lublinsy apuesta siempre a la artificiosidad como bandera, aún con los desniveles del elenco adolescente –de actuaciones más logradas en algunos roles secundarios-, el producto final respira un clima de simpatía y disfrute que nos permite ver “AMOR URGENTE” con una sonrisa casi permanente, enternecerse con las situaciones que se plantean y recordar que, alguna vez, también hemos sido adolescentes y nuestro principal problema era dar un buen primer beso.
“Viaje inesperado” marca el regreso de Juan José Jusid a la pantalla grande después de “Apasionados” (2002, con Pablo Echarri y Nancy Dupláa) y el fugaz paso por los cines de “Mis días con Gloria” con Isabel Sarli en el 2010. Habrá quienes lo recuerden por sus primeras obras como “Los Gauchos Judíos” o “No toquen a la nena” pero principalmente ha sido un prolífico director en las décadas de los ´80 y los ´90 en donde brilló con las inolvidables “Espérame Mucho” “Asesinato en el Senado de la Nación” y la trasposición a la pantalla grande del suceso teatral “Made in Argentina” en pleno proceso del regreso a la democracia en nuestro país. Luego viró su carrera a comedias más vinculadas con figuras televisivas como fueron “Un argentino en Nueva York” (con la taquillera dupla Francella – Oreiro), el regreso de Susana Gimenez al cine con “Esa maldita costilla” y “Mi papá es un ídolo”. Según palabras del propio director, “VIAJE INESPERADO” es un filme que “tiene que ver con el bullying, las drogas, el alcohol y las necesidades afectivas, con lo que los adolescentes no nos cuentan y los padres que no queremos saber”. Pero quizás por intentar abarcar tantos temas supuestamente trascendentes, las intenciones quedan a mitad de camino y este nuevo filme de Jusid termina convirtiéndose en una especie de híbrido entre sus dos estilos bien diferenciados. Pablo Rago es Pablo Marcet, un ingeniero que tiene un importante cargo directivo en una empresa en Rio de Janeiro –situación con la que justifica la coproducción con Brasil-, motivo por el cual se encuentra radicado fuera del país desde hace cinco años y esto lo ha distanciado notablemente de su hijo adolescente Andrés (Tomás Wicz). Partiendo de esta situación poco creíble por la notoria dificultad de Rago para manejar el portugués, al punto tal que con los directivos y compañeros de la empresa y con su propia pareja carioca (Déborah Nascimento) hay momentos en donde no se sabe si está hablando en español, en portugués o en una rara mezcla de ambos, arranca esta historia que nos hablará fundamentalmente de la recuperación de ese vínculo que se ha ido perdiendo con el tiempo, más alá del mero contacto telefónico que ambos mantenían. El llamado de su ex esposa Ana (Cecilia Dopazo) pidiendo ayuda por la situación completamente desbordada por la que su hijo está atravesando, con diversos hechos de violencia grave que han sucedido en el colegio, hará que Pablo no tenga otra opción que abandonar intempestivamente su trabajo, vuele a Buenos Aires y se proponga emprender con Andrés un viaje a Bolívar, su pueblo natal al que hace casi treinta años que no visita. Este viaje planteado como un viaje para reencontrarse, para recuperar y recomponer esa relación padre-hijo fragmentada, le servirá también a Andrés para conocer a Greta, una adolescente del pueblo por la que se sentirá fuertemente atraído pero que será también, quien indirectamente lo empuje a meterse nuevamente en problemas. Andrés romperá una vez más las reglas y de esta forma su padre tendrá que lidiar, entre otras cosas, con una internación por un coma alcohólico, comportamientos mediante los cuales su hijo intentará llamar la atención y a través de ellos, llegar al nudo central del conflicto que calla hace tiempo. Dentro del rubro actoral, a Mario Alarcón, como el abuelo de Andrés le tocan un par de escenas que hacen que se luzca nuevamente en un papel de reparto como los que él sabe elaborar. Cecilia Dopazo y Pablo Rago, con su entrenado oficio y su buena predisposición, tratan de dar carnadura a sus personajes que no se ven ayudados con un guion que les hace atravesar situaciones de dudosa credibilidad (una de ellas es el asalto que sufre el personaje de Rago en mano de dos señoritas por las que se ve sexualmente atraído) y decir frases absolutamente inverosímiles, reforzadas por momentos de puesta teatral donde recitan monólogos dándose la espalda al otro personaje. Y es meritorio el trabajo de Tomás Wicz, como Andrés, ese adolescente rebelde que busca el límite en la figura de su padre y expresa su padecimiento mediante la rebeldía como señal de alerta. Con una interesante trayectoria en el musical off con “Falsettos” y “Mamá está más chiquita”, Wicz demuestra ser un actor con grandes posibilidades de sostener gran parte del peso dramático de la película en sus hombros y entrega un trabajo digno de destacar. Si bien es loable que Jusid vuelva a estar detrás de las cámaras, logrando una película con buen ritmo y con la vitalidad que despliega después de cincuenta años de trayectoria, el principal problema con el que tiene que lidiar “VIAJE INESPERADO” es con un guion completamente anacrónico que no es para nada funcional con el estilo de lo que Jusid quiere contar. Por momentos, resuelve situaciones en forma totalmente superficial y en muchos otros, se pone extremadamente solemne haciendo que los actores deban recitar sentidos monólogos que intentan develar secretos o situaciones dramáticas que han atravesado cada uno de ellos en su pasado. La rigidez de los diálogos y la acumulación de frases impostadas hacen que sea complicado sumergirse en los problemas por los que transitan los personajes y que muchas veces más de un diálogo suene involuntariamente gracioso. Sumado a esto, abundan situaciones que se explican con textos que lo subrayan todo, hay diálogos completamente inconcebibles y todo lucirá más como unitario televisivo que a un producto cinematográfico, con una trama que no hace más que seguir acumulando, o mejor dicho agolpando uno tras otros, temas pretendidamente “rimbombantes” y de los que vale la pena hablar. “VIAJE INESPERADO” tiene el sabor de un filme fallido, con una propuesta enormemente más ambiciosa que sus concreciones.
Después de su debut con “Villegas” en el 2012, Gonzalo Tobal no solamente cambia de registro sino que se presenta con un producto estructuralmente diferente. Salta del mundo del cine independiente a una de las películas industriales más importantes del año, distribuida por Warner Bros... “ACUSADA” cuenta con una factura técnica de primer nivel, con un sólido elenco pero fundamentalmente el punto de atracción es que su protagonista, Lali Espósito, se juega con un personaje completamente diferente a todo lo visto en su carrera. Fundamentalmente vinculada a muchísimos éxitos televisivos como “Esperanza Mia” “Solamente Vos” o “Casi Angeles” y al mercado discográfico donde ha tenido un éxito arrollador, Espósito rinde ahora su prueba de fuego en un papel dramático enmarcado dentro de un thriller, algo completamente diferente a todos los personajes anteriormente abordados. Y si bien había incursionado en el cine con pequeños papeles en “Me casé con un boludo” o “La pelea de mi vida” y había llegado al protagónico en la comedia de Ariel Winograd (“Permitidos”), hasta el momento se presentaba en papeles de comedia disparatada similar a los que había jugado para las producciones de Cris Morena o Pol-ka. Justamente uno de los principales atractivos de “ACUSADA” es poder mostrarle al público, una Lali desconocida. En “ACUSADA”, Lali es Dolores Dreier, una joven involucrada en el crimen de su amiga Camila en circunstancias oscuras que no han podido dilucidarse, después de una fiesta con exceso de alcohol, de la que recuerda algunos detalles y sólo en forma fragmentaria. Para sumar tensión al caso, previamente Camila había filmado un video en el que se la veía a Dolores teniendo sexo con un amigo, y aún bajo la amenaza de “si alguien lo llega a ver, te mato”, el video rápidamente fue viralizado, dejando totalmente expuesta a Dolores en su grupo de amigos. Esto la convierte casi indudablemente en la principal sospechosa –además de ser la última que vio a su amiga con vida- y le da el móvil necesario para cometer el crimen. Como buen producto de cine mainstream, los rubros técnicos son impecables y el ritmo con el que está filmada transmite ese nervio que todo thriller necesita. En todo momento estamos atentos y pendientes de la resolución del típico dilema de “culpable o inocente?” y, en ese sentido, el guión escrito por el propio Tobal con la colaboración de Ulises Porra Guardiola (director de “Tigre”) siembra multiplicidad de pistas en ambos sentidos y nos hace difícil la tarea de encontrar una respuesta contundente. Será tarea del espectador ir recopilando todos los elementos, ir jugando al detective y tratar de resolver el enigma que aparece desde la primera escena. Pero “ACUSADA” comienza construyéndose como un thriller judicial tradicional para ir mutando en algo más complejo e interesante. El rol que juega la prensa en el caso, la situación de una familia de clase alta que se ve envuelta en un caso policial e intenta evitar fracturarse pagando costos altísimos, las reacciones, la ética, la moral, el entramado que van fabricando los abogados (sobre todo el de la familia Dreier –Daniel Fanego-) atentos a cada uno de los detalles que deben cuidarse milimétricamente para dar la imagen exacta que se necesita, las manipulaciones mediáticas y la mirada del mundo de los adolescentes de hoy, hacen que en más de un momento, el film de Tobal se aparte de la mera receta prefabricada que se espera para un producto de estas características. En ese sentido, el guión es funcional tanto a la trama central como a las subtramas que pretende abordar, aún cuando existen ciertos personajes delineados de una forma algo caprichosa (el adolescente que ingresa a la casa llevado por una amiga de Dolores que inicia una relación sentimental con ella) y situaciones que se resuelven intempestivamente (la escena del aljibe, es una de ellas). Tobal se rodea de un elenco en donde todos cumplen a la perfección con su personaje: Leonardo Sbaraglia es el padre de Dolores, Inés Estévez la madre (aún con algunos desniveles durante el desarrollo, sobre el final le bastará una mínima escena en el despacho del abogado para demostrar su calidad como actriz y su potencia gestual). Daniel Fanego como el abogado de los Dreier vuelve a brillar en los roles secundarios a los que nos tiene acostumbrados, la participación de Gael García Bernal en una escena que es totalmente clave para el desarrollo del filme y Gerardo Romano se luce en el rol del fiscal. Lali Espósito logra sortear esta prueba tan importante dentro de su carrera, pero no se la nota cómoda en el personaje. Se la ve más ocupada en mostrar que está dejando atrás a la comediante y su viraje al drama (como se lo veía a Francella en “El Clan”) que en fluir entendiendo a su Dolores no solo desde una capa exterior, sino desde también su complejo mundo de encierro, al que Lali parece no poder llegar. Compone a su Dolores valiéndose de ciertos tics de los que termina abusando (mandíbula hacia afuera, mirada perdida, rostro con el ceño fruncido todo el tiempo) y no logra despegar de una “cáscara” sumamente elaborada pero que no transmite la dualidad que el personaje necesitaba y aún la oscuridad que aparece en algunos momentos, queda desdibujada por caer una y otra vez en el tic impostado que termina siendo el lugar común en toda la película. Pero “ACUSADA”, apuesta a más y sobre el final, sale de cualquier convencionalismo y se libra de la mera cuestión de “Culpable o inocente?” para dejar al espectador pensando, reconstruyendo los datos y abriendo la polémica. Y esa decisión, ese golpe de timón de Tobal sobre el final de la película, escapándose del lugar común de “la sorpresa final” que todos esperan, la hacen positivamente diferente más allá de un muy buen producto de cine de entretenimiento.