Whip Whitaker (Denzel Washington) ha pasado una noche de alcohol, sexo y drogas con su pareja Katerina Marquez (Nadine Velazquez). Tratándose de sobreponerse a la resaca y con los trucos que le ha dado el entrenamiento en esconder sus problemas con las adicciones, emprende el rumbo a su trabajo, previa discusión con su ex y habiendo lidiado con el despertador. En la próxima escena, y con el atuendo que lo caracteriza, sabremos que él es un piloto con rango de Capitán y ella es una azafata de la misma aerolínea, amantes y compañeros de trabajo. Lo que parece ser un simple vuelo de rutina, comienza a experimentar diversos problemas. A las turbulencias iniciales, se suma posteriormente una serie de fallos mecánicos que hacen que literalmente el avión comience a ir en picada y quede totalmente descontrolada la parte que en el tablero, corresponde al co-piloto. Whitaker, experimentado, diestro, con una habilidad singular, decide hacer una maniobra sumamente personal, arriesgada, peligrosa, pero que a su juicio será la única para enderezar el avión y lograr aterrizar en un campo abierto. El resultado obtenido es más que positivo, allí donde cualquier piloto se hubiese estrellado en cuestión de minutos, Whip ha aterrizado de manera segura aún cuando el golpe provocado por ese aterrizaje hace que se despierte en la habitación de un hospital en donde se le informa que (sólo) seis personas han muerto, dos de ellas pertenecientes a la tripulación. Hasta aquí Whip es un héroe y su maniobra ha salvado muchas vidas. Es indudable que nadie lo podría haber hecho como él. Pero como una tremenda contracara, los análisis arrojan toda la verdad. Whip había consumido alcohol, drogas y tiene un serio problema de adicciones. Se plantea intrínsecamente una pregunta: Héroe o demonio? Sobre esta premisa, el guión de John Gatins nominado al Oscar, profundiza en el infierno personal del adicto. La autodestrucción que va erosionando paulatinamente al protagonista y su imposibilidad de reconocer que está frente a un serio problema, hace que "El vuelo" no se quede en la superficie sino que empiece a bucear en los pliegues de un personaje continuamente ambivalente. Desde la brillantez de efectuar impecablemente su trabajo, hasta la soberbia y la impunidad con la que se maneja, su falta de límites y su constante caída cada vez más bajo aún a riesgo de perder todo. Esa mirada sobre el protagonista es justamente lo que hace que "El vuelo" salga del mecanismo convencional de una película de accidentes aéreos o mismo de estrados judiciales, para entrometerse en el terreno personal, llegar a las profundidades de este Whip tan rico en matices. Y lo hace acompañándolo de notables personajes secundarios: Nicole (la bella Kelly Reilly de "Las muñecas Rusas" y "Sherlock Holmes") a quien conoce en el hospital y es con quien tendrá una situación amorosa atravesada por las adicciones de ambos y la búsqueda diferente que emprende cada uno para poder salir del problema, su abogado (Don Cheadle), un dealer "amigo" (pequeña y genial intervención de John Goodman) y Tamara Tunie como una de las azafatas que presenció su maniobra y se salvó en el accidente (soberbia en su contradicción en la escena del funeral). Zemekis maneja majestuosamente las escenas de acción tanto en los momentos de las turbulencias como la del aterrizaje forzoso, impregnándolas de nervio y realismo. También acierta en la construcción del personaje central, sus momentos más íntimos y el dueto que forma con Denzel Washington es notable, logrando una sintonía en algunos simples gestos, captados en unos primeros planos profundos y develadores de los quiebres que el personaje central se niega a exteriorizar. La dualidad que maneja el guión, dejando entrever el costado heroico sin olvidar todo lo que esconde la superficie, es otro de los puntos a favor del film. Ante un inicio sumamente eléctrico, se contrapone inteligentemente un momento más calmo del film en donde el personaje comienza a atravesar el infierno personal mientras se va desarrollando la etapa judicial. Si bien este proceso judicial es momento muy esperado dentro del film, porque será en donde se decida el destino del personaje, las escenas del juicio son breves y contundentes, sin mayor extensión ni detalles del proceso. Allí, en el estrado es cuando se logra una síntesis perfecta del proceso que ha recorrido nuestro personaje, nuestro héroe-antihéroe. Pero Zemekis junto con el guionista deciden en una especie de epílogo del film, no solamente agregar más minutos a un metraje de por sí extenso (138 minutos en su totalidad) sino que además se vuelca hacia el lugar más común del cine americano. Detrás del uniforme y los anteojos negros, hay otro Whip Contraponiéndose a la oscuridad del personaje central, en este epílogo innecesario, Gatins elige echar mano al monólogo, a la sentencia discursiva y aleccionadora para darle un cierre completamente fuera de tono con el resto del film y perdiendo la credibilidad y la fuerza con la que el guión había trabajado a Whip (y que Denzel Washington logra magnificar en cada oportunidad de mostrar tanto la miseria, la vulnerabilidad como la soberbia que habita en él). Un tic complaciente y tranquilizador, para una película que había ganado terreno justamente en manejarse segura en cualquiera de los dos carriles. Angel y demonio, héroe desbordado y tremendamente frágil, Zemeckis y su guionista prefieren sobre el final, darle un giro, una pequeña vuelta de tuerca que empaña lo que habían construido anteriormente. De todos modos, un enorme trabajo de Washington, excelentes secundarios y una mano diestra para manejar los momentos más impactantes del film, hacen que "El vuelo" sea un producto sólido e interesante, bien construido, sobresaliendo con recursos nobles y con un relato atrapante. Y sin los últimos diez minutos, hubiese sido brillante.
Anne Fontaine es una directora de vasta experiencia tanto en la televisión como en el cine francés. La hemos conocido hace unos cuantos años con "Cómo mate a mi padre" un intenso drama con Charles Berling y Natacha Régnier, luego con "Nathalie X", un particular triángulo erótico-amoroso con Fanny Ardant, Gérard Depardieu y Emmanuelle Béart , incursionó también en el thriller psicológico con la inquietante "Entre ses mains" con Benoît Poelvoorde e Isabelle Carré y pintó el retrato biográfico de "Coco antes de Chanel" de la mano de Audrey Tautou. En este caso, Fontaine decide abordar el terreno de la comedia y lo hace de la mano de un elenco de primera línea: Isabelle Huppert, el mismo Poelvoorde y André Dussollier, tres absolutos talentos del cine francés actual. Poelvoorde es Patrick, un hombre que vive con su hijo en la parte de atrás de una furgoneta, un poco afecto a la bebida, pasó siete años tras las rejas, ahora vive en parte gracias al seguro social y a algún que otro trabajo de albañilería. Agathe (Huppert) por su parte vive con su marido (Dussollier) y su hijo en un lujoso departamento frente al Parc du Luxembourg, en el corazón de París. Ama la cultura, trabaja en una fundación de arte contemporáneo y se codea, entre otros, con el Ministro de Cultura francés. Sus hijos son compañeros de colegio y por lo tanto, en una reunión de padres entrecruzarán sus caminos y como los hijos son muy buenos amigos, se facilitará la situación para que muy pronto Patrick esté dentro de la casa de los Dambreville haciendo algunos trabajos e inesperadamente trabe amistad tanto con la dueña como con el dueño de casa e incluso pida una piecita de servicio para quedarse a dormir algunos días. Lamentablemente Anne Fontaine recurre a un guión que ella misma escribe con Nicolas Mercier -quien tiene una vasta carrera en televisión- y quizás atan demasiadas situaciones de "Mi peor pesadilla" a un ritmo que ya ha pasado de moda en el cine hace más de treinta años y que no logra ninguna profundidad. Los personajes de Patrick y Agatha están pintados desde un primer momento con trazos gruesos, plagados de obviedades y mostrando su oposición en forma tan evidente que pareciera que el espectador no puede aportar nada todo bien subrayado y digerido. Si bien logran una excelente química en pantalla porque tanto Poelvoorde como Huppert tienen una extensa carrera, muchísimo oficio y talento de sobra, tienen que lidiar con situaciones un poco infantiles y con un guión que no les ayuda a demostrar todo su talento. Basada en el arquetipo de que los polos opuestos se atraen, los pasos de comedia que plantea Fontaine están más cerca de cualquier telecomedia costumbrista de Suar (al mejor estilo "El sodero de mi vida" o "Campeones", se acuerdan?) con el hombre ordinario y con pésimos modales, enamorando a la ricachona burguesa que vive en su burbuja. Fómula ya vista enorme cantidad de veces a la que esta película no logra encontrarle una vuelta de tuerca diferente ni nada nuevo que aportar. En medio de ellos, cercando el "triángulo" para que se disponga la comedia, está presente un talentosísimo André Dussollier quien se encuentra desaprovechado por completo en un papel que hasta en alguna que otra escena lo deja hasta un poco mal parado y haciendo el ridículo. El esquema sobre el que se monta la comedia es básico, con situaciones obvias y solamente ver a estos tres comediantes en pantalla justifica mínimamente el sentido de haberlos reunido. Huppert deja claro que si bien es mundialmente reconocida por sus papeles dramáticos, tal como pasó en "Copacabana" -aún inédita en nuestro país- o en "8 mujeres" demuestra que tiene un gran sentido de la comedia y su aire burgués es inigualable. Poelvoorde (quien en la otra película de Fontaine "Entre ses mains" traza un excelente retrato de un psicópata) se deja llevar por la tentación de construir su personaje desde el cliché más común y conocido, cuando ya lo hemos visto en otros trabajos como "Guerra de Misses" del gran Patrice Laconte o en "Les émotifs anonymes" -dentro de Les Avant Premières 2012- donde su construcción más sutil favorecía ampliamente al resultado del mecanismo de la comedia. Tanto la pareja protagónica como Dussollier, tienen que lidiar con un guión que parece escrito con los códigos del humor de los años sesenta, donde las situaciones se aceptan sólo porque están pasando en pantalla. Son hasta situaciones ridículas que no tienen ningún asidero ni pueden suceder en la realidad, tal como se presentan (la novia que consigue Dussollier para plantearle a Huppert irse de su casa al instante, la situaciones que acercan el vínculo entre los protagonistas, los personajes secundarios como los docentes del colegio o los visitadores sociales) ni tampoco se las muestra con algún condimento interesante más que lo que ya sabemos que va a pasar a partir de que están planteados los primeros minutos de la película. Lejos de las mejores comedias que está produciendo Francia con un estilo narrativo propio y con guiones con un aroma particulamente francés, "Mi peor pesadilla" recurre a los modelos más básicos de la tipica comedia americana que no siempre sientan bien en otras latitudes y sobre todo, en otra época, ya que sólo hubiese funcionado unos cuántos años atrás... muchos. Una pena.
Es difícil, al menos en primera instancia, poder dar un opinión acerca de "Tesis sobre un homicidio". No es porque uno no sepa qué decir precisamente -hay mucho para hablar sobre los distintos aspectos de la película-, sino porque terminada la proyección, hay una dualidad desde el guión y en la narración que dificulta encontrar fácilmente para qué lado se inclina la balanza. La historia con ribetes de policial y una estructura del más clásico thriller que invita al espectador a descubrir quién fue el asesino, se presenta en forma sencilla y simple, ya desde el inicio. Frente a la facultad de Derecho y prácticamente en las propias narices de Roberto Bermúdez (Ricardo Darín) -un existoso profesor especialista en Derecho Penal que se encuentra dictando un postgrado en ese momento-, se comete un brutal asesinato. No solamente será presenciado por su grupo de alumnos, sino por el propio Bermúdez quien rápidamente siente que ni el lugar ni el momento del crimen ha sido casual. Y la víctima? Fue elegida al azar o tampoco es obra de la casualidad?. Una fuerte sensación de que el asesino ha hecho todo lo posible para desafiar su inteligencia, sus ideas sobre la justicia, su talento y su renombre, lo invade rápidamente Experiencia, intuición, presunciones, conexiones entre los hechos y los detalles, hacen que este profesor solitario comience a obsesionarse con este tema, casi volviéndolo a sumergir en un pequeño infierno personal. La obsesión comienza a ganar terreno más aún cuando uno de sus alumnos del postgrado, el abogado Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Amman) no solamente siga dejando señuelos para implicarlo cada vez más sino que la historia que rodea el asesinato comenzará a revivir algunos fragmentos del pasado de los protagonistas. Bermúdez sabe (o se autoconvence?) de que Gonzalo es el asesino. Todo tiende a demostrar que sus apreciaciones y que el análisis pormenorizado que él ha hecho, son acertadas y por ende todas las miradas se dirigen contra Ruiz Cordera. Rápidamente comenzarán a ciertos indicios que hacen dudar de la veracidad de su construcción de los hechos. Si a esto se le suma, además, que dentro de ese juego de "el gato y el ratón" que se plantea entre los dos protagonistas, interviene la presencia femenina de la hermana de la víctima (papel a cargo de Calu Rivero) que se verá emocionalmente implicada -desde diferentes puntos de vista- con ambos, el cocktail se pone cada vez más interesante y el triángulo clásico hace su presencia dentro del policial. El director Hernán Golfrid (cuyo primer largometraje fue "Música en espera" con Diego Peretti y Natalia Oreiro) elige cambiar completamente de registro para hacer pie en una narración de thriller legal con claros elementos de policial clásico y algunas vueltas de tuerca. Si bien la dirección es correcta y el film en si mismo cuenta con una producción y una factura técnica que lo convierte en un producto sólido, el guión lamentablemente no convence, y lo compensa sobremanera con un elenco de primeras figuras, aún con sus desniveles. No se puede decir mucho más de Ricardo Darín que no se haya dicho. Puede vibrar en la cuerda de la comedia como en "Un cuento Chino" y "Amorosa Soledad", bucear en universos más complejos como los de Pablo Trapero en "Carancho" y "Elefante Blanco" o dejarse llevar por Campanella en el registro más costumbrista de "El hijo de la Novia", "El mismo amor, la misma lluvia" o la impecable "El secreto de sus ojos". Con un rostro completamente cinematográfico que transmite en pantalla un plus que no cualquier actor logra, el Bermúdez de Darín es otra de sus grandes composiciones aún con elementos que él ya ha manejado en trabajos anteriores. El timing que le imprime a los diálogos, su manera de decir, su presencia, son elementos que juegan rotundamente a favor de "Tesis sobre un homicidio". Roberto Amman (conocido en filmes españoles como "Celda 211" y "Eva", aún inéditos en nuestro país) está perfecto como su contrafigura, en la construcción de un estudiante enigmático que sirve para alimentar la duda, la incertidumbre, la ambivalencia. El elenco secundario es más heterogéneo con acertadas intervenciones de Arturo Puig, Antonio Ugo y Mara Bestelli -aunque la química con Darín aparezca por momentos como demasiado forzada- y lamentablemente Calu Rivero desentona -y mucho-, no pudiendo encontrar la forma de hacer que su Laura gane contundencia. Pero ni la dirección ni el buen elenco logran por completo su cometido porque el guión tiene algunas fallas, algunas, de trazo grueso. Puede perdonarse que algunas situaciones se encuentren entre lo mas cliché del género, bordeando permanentemente el lugar común, pero el problema fundamental se encuentra en los diálogos. Discursivos, extensos, tendiendo a remarcar con lujo de detalles cada situación importante, allí donde abundan en explicaciones es justamente el momento en que dejan de ser convincentes. En el terreno literario (no olvidemos que es la adaptación de una novela) esto puede funcionar. Pero en lo cinematográfico que la acción misma quede relegada para que dos personajes en un diálogo expliquen lo que está pasando o las conclusiones a las que van llegando, subestima por completo el espacio del espectador, que ineludiblemente para que el cine funcione, se tiene que rendir al juego y construir por si mismo su propio entramado, su propio rompecabezas. Con tanta sobreabundancia de palabras, las imágenes quedan como en un segundo plano y todo tiende a conducir al espectador de la mano, por un único camino, subrayando en muchas situaciones adónde tiene que mirar y qué cosas tiene que escuchar. Frente a un desarrollo completamente "enciclopédico" y explicativo, Golfrid elige construir un final sugerente e inteligente, homenajeando al mejor Hitchcock -y su ya clásico corto "Cordero para la cena"- donde la prueba del delito juega un rol fundamenta. Ante la posibilidad del crimen perfecto, el final irrumpe intempestivamente, casi desorientando y listo para abrir el debate. Espero sus comentarios...
Me parece haber visto un lindo gatito... Desde que conocimos a Ang Lee con "El banquete de bodas" que fuera nominada al Oscar a la mejor pelicula extranjera de ese año, hemos dado con un director singular, que se destacó rápidamente dentro del cine oriental y fue recibido en Hollywood con los brazos abiertos y fundamentalmente comenzó a tejer su carrera con un sello y un estilo propio. Aparecen en su cine, dos elementos fundamentales: - un exacerbado cuidado por la estética, un director que está meticulosamente pendiente de cada uno de los detalles que ayuden a crear una atmósfera particular en cada una de sus películas, un universo diferente para cada una de ellas, una especie de microclima en donde sumerge a sus personajes - sus protagonistas presentan una constante: se encuentran en un punto de inflexión en sus vidas donde sienten que no tienen un lugar en ese mundo, quieren romper con las hipocresías del entorno aún con su necesidad de ser incluidos o comprendidos. Sin duda, ya conocemos su plasticidad, tiene la capacidad de mostrarnos con el mismo rigor el mundo de dos familias disfuncionales de los suburbios de Connecticut en los años '70 en "La Tormenta de Hielo"; adaptar una novela de época de Jane Austen en "Sensatez y sentimientos" donde pone la lupa en las relaciones amorosas y los matrimonios con dotes para salir de la vida austera; rendir culto a las tradiciones, los valores, los rituales y los diferentes estilos de vida a través de las tres hermanas protagonistas de "Comer, beber, amar". Puede tanto incursionar en el universo del comic con "Hulk" con la misma pasión con la que rinde homenaje a las artes marciales y los guerreros en "El tigre y el dragón" o pinta una perfecta acuarela de los tres días de paz y música del festival más nombrado en el mundo con la altamente recomendable "Taking Woodstock" -que no pudimos ver en el cine Comentario aquí -. Ahora es el turno de adaptar la famosa novela "La vida de Pi" de Yann Martel al lenguaje cinematográfico, título que fue extrañamente traducido como "Una aventura Extraordinaria", caprichos que jamás llegaremos a entender. La historia arranca cuando Pi Patel (Suraj Sharma), un inmigrante de Pondicherry en India que vive en Canadá, tiene una entrevista con un novelista que tiene referencias de una gran historia que merece ser contada en una apasionante novela, la propia historia de Pi. Es así, como intentando recomponer la aventura de su vida, el relato arranca como un gran flashback que recorrerá absolutamente todo el filme y que periódicamente será interrumpido para volver al presente e ir intercalando algunos fragmentos de esa conversación con el novelista a fin de hacer algunas acotaciones -también es interesante el uso de la voz en off- y seguir acotando y ampliando la historia. Durante todo el primer tramo, la película aborda la infancia y la adolescencia de Pi y es definitivamente en esta primera parte en donde se presentan los fragmentos con mayor humor y creatividad del guión y que facilitan una mayor fluidez en el relato. Además, el hecho de que la familia de Pi sea propietaria de un zoológico, favorece a que además este segmento del relato esté lleno de exotismo y que Ang Lee aproveche al máximo la tecnología 3D y la animación digital ya desde el inicio de la historia. Allí en el zoológico, Pi conocerá a Richard Parker, eje central de la película -un tigre creado con tecnología 3D gracias al notable trabajo de más de 600 artistas digitales y cuenta con más de 10 millones de pelos hechos virtualmente y han contado con cuatro animales de verdad para dar mayor realismo, situación que han logrado aún cuando todo se reducirá más adelante a vincularse en un bote salvavidas muchas veces en constante movimiento-. Su familia decide mudarse a Canadá, y trasladar los animales que han vendido a Norteamérica. Tras una fuerte tormenta, sólo Pi logra escapar cuando alguien de la tripulación lo arroja a un bote salvavidas. Alli tendrá como compañeros justamente a Richard Parker, una orangután, una cebra y una hiena. Aquí la historia da un giro importante y comienza a tener ribetes de "Titanic" o "Náufrago" o cualquier otra historia de supervivencia. Pero las distintas viscicitudes de Pi en mar abierto (el encuentro con las ballenas, los distintos desafíos frente al tigre, las filmaciones nocturnas) sorprenden por la belleza con que están fotografiadas. Un impecable trabajo de Claudio Miranda en ese rubro que es realmente notable, lujoso, admirable, para volver a sorprenderse como un chico en cualquiera de las situaciones que propone la película. Quizás cuando el relato gana en esplendor visual, en imágenes increíblemente bellas -potenciadas más aún por efecto de la tecnología y aprovechando el 3D en su máxima expresión- es cuando el guión comienza a lentificarse y hasta puede tornarse algo reiterativo. Y si bien Ang Lee jamás pierde el pulso de la narración, tiene que quizás compensar con un despliegue visual -y no sólo visual porque hay detalles en los efectos de sonidos que nos zambullen aún más dentro de la historia- una historia cuyo interés comienza a diluirse. Quizás no valga la pena seguir adelantando mayores detalles argumentalmente para dejar que la historia transporte a cada uno dentro de las pequeñas sorpresas que están reservadas en cada tramo del film. Sólo queda mencionar que si bien en un inicio el personaje central responde a los cánones prototípicos de los protagonistas de Ang Lee, la manera en que fue adaptada la novela no tiene la fuerza de otros trabajos del director. Incluso en el último tramo se resuelve de una forma forzadamente instalada en la fábula, con ciertos pasajes que suenan demasiado didácticos -sobre todo en los fragmentos sobre la fe y las creencias- y donde se muestra más preocupado por subrayar una buena moraleja que por darle un cierre con la altura que planteaba la historia en un inicio. Pasadas las dos horas de "Una aventura Extraordinaria" queda un deslumbramiento por la belleza de las imágenes, por haber estado transportado con la misma delicadeza al fondo del mar, a un zoológioc hindú o a una isla con plantas carnívoras pero se instala un raro sabor. El de un lujosísimo envoltorio para una historia que no tiene la misma fuerza ni despierta el mismo interés que ese despliegue visual completamente superlativo con el que nos impacta este nuevo cuento de un director notable.
La hoguera de las apariencias El nuevo thriller protagonizado por Richard Gere, "Arbitrage", llega a las pantallas nacionales con una traducción que no brinda ninguna referencia al mundo de las finanzas y los negocios, el entramado económico y los hilos del poder, en el que se circunscribe la historia. Tal fue el caso de "El Fraude", titulo con el que fue distribuida en Europa. La elección de "Mentiras Mortales" como título, no es realmente una elección de lo más afortunada porque si bien seguramente fue elegido porque suena mucho más comercial que su título original ("Arbitraje") puede llevar al espectador a confundirse con otros tantos títulos similares e incluso esperar un producto diferente. En este caso la historia gira casi excluyentemente en la figura de Gere (nominado al Globo de Oro como mejor actor en drama por este trabajo) quien encarna a Robert Miller, que ha llegado a su cumpleaños número 60 rodeado de su sólida estructura familiar y con un pasar profesional sumamente exitoso, tanto que hay todo un imperio financiero que recae en sus espaldas. Sin embargo, no todo lo que reluce es oro y si bien en la superficie, nuestro protagonista sigue haciendo esfuerzos por sostener una imágen y que se siga respirando un aire de éxito en su entorno y un equilibrado clima familiar, diversos hechos lo irán dejando cada vez más al borde del precipicio. Al mismo tiempo que intenta efectuar diversas operaciones de venta de acciones de su empresa y que de estar forma no queden al descubierto ciertas modificaciones que existen en los informes y en los Estados Contables de la compañía, obviamente con cifras fraudulentas, alteraciones y comprobantes faltantes; un accidente altera el giro de las cosas y complicará aún más la delicada situación de Miller. En una escapada con su amante, una francesa dedicada al mercado del arte (Laetitia Casta) sufren un inesperado accidente. Rápidamente tendrá que tomar algunas decisiones que ineludiblemente lo irán concectando con algunos personajes de su pasado y se verá nuevamente implicado en una trama de mentiras, especulaciones, apariencias que será cada vez más dificil de sostener en el ámbito familiar. El director, Nicholas Jarecki, plantea en éste, su primer largometraje, un ritmo que no decae en ningún momento, aferrándose al esquema más tradicional del thriller y con una estética clásica, que puede relacionarse con algunos otros trabajos del mismo Gere durante la década de los noventa como "La verdad desnuda" o "Internal Affairs". No solamente el guión, sino inclusive la manera en la que el director elige conducir el relato, responde a los mecanismos más esteriotipados del género, amparándose de esta forma más en el terreno de lo conocido, de lo seguro, que planteando alguna innovación y hacer la diferencia. Jarecki, a falta de un guión que atraiga por lo novedoso, elige inteligentemente apoyarse en un elenco de primeras figuras absolutamente sin fisuras que refuerzan esta historia esquemática y por momentos, previsible. A la cabeza del elenco se encuentra Richard Gere quien demuestra una vez más que tiene un magnetismo en la pantalla que no cualquier actor hollywoodense logra, reinventándose y volcándose al género que le ha dado tantas satisfacciones despues de un par de traspies como "Amelia" y "Misión Secreta", películas que no han llegado a los cines de nuestro país y circularon solamente en DVD. Su esposa en la ficción es Susan Sarandon, y si bien su rol no es el más destacado del film e incluso en algunos momentos aparece como desdibujado e intrascendente, sobre el final del film gana cuerpo en un par de escenas a las que Sarandon les saca el jugo y que justifican absolutamente su presencia (la discusión que mantiene la pareja en su dormitorio casi llegando al final del film y la mirada de Sarandon en la última escena son dos joyitas del film). Tim Roth es el detective que intentará atraparlo a Miller y que jugará a la cacería estilo "el gato y el ratón" papel para el que Roth parece tener un talento y una empatía especial, que ya brillara en la serie televisiva "Lie to me". Otra de las piezas importantes del thriller son los papeles de Nate Parker (quien sale a salvarle las papas del fuego al magnate) y de Brit Marling, la hija de Miller (guionista y protagonista de los films "Otra tierra" y "Sound of my voice" aún no conocidos en nuestro país) quien entrega un retratro sólido como la mano derecha que lo acompaña en la empresa y que va descubriendo poco a poco el problema financiero en el que su padre se encuentra envuelto. Si bien no presenta nada llamativamente novedoso dentro del género, "Mentiras mortales" se mueve dentro de la corrección, el ritmo acertado de la narración y las ajustadas actuaciones para crear un producto ideal para quienes esperan un thriller más centrado en los detalles y en las estrategias, en las pequeñas vueltas de tuerca que va dando la trama, que en grandes persecuciones, efectos especiales y despliegues de producción más importantes con que suelen impactar algunos otros productos hollywoodenses. Aquí la tensión y la intriga, por debajo de una superficie de aparente quietud, pasa por ir develando algunas máscaras más imperceptibles. Y el thriller cumple su modesto cometido.
Cruzarse con una novela de David Foenkinos es dejarse arrastrar a un universo donde pueden conjugarse una historia de amor, una narrativa plena de humor -es dificil realmente escribir en tono de comedia y que el relato no pierda el interés ni decaiga en su nivel literario-, con una mirada realista, intensa y profunda al mundo de las relaciones personales y sobre todo, afinar la puntería en el complejo abordaje al tema de la pareja. Tanto en las novelas "Nos séparations" como en "La Délicatesse", Foenkinos traza una radiografía perfecta de cuarentones con problemas del corazón. Particularmente esta última, "La Delicadeza" ha sido multipremiada en todos los circuitos literarios -ganadora de diez premios- y debido a su notable éxito, seguramente habrá surgido la idea de trasladar esta historia a la pantalla grande. Es asi como el mismo autor se pone detras de las cámaras y junto con su hermano Stéphane, afamado director de casting, se lanzan a la aventura de un debut compartido en el terreno de la dirección cinematográfica. La historia es sumamente sencilla y está presentada con una hermosa introducción en la primer parte del film, en donde Nathalie (Audrey Tautou) y François (Pio Marmaï, a quien vimos recientemente en la notable "Un suceso feliz" Critica aquí) construyen una dulce y tierna historia de amor que se verá abruptamente interrumpida cuando el drama se precipite sobre ellos, cuando él muera en un accidente. Nathalie transita incómodamente su viudez, este duelo completamente inesperado. Pero aún cuando rechaza propuestas amorosas -por ejemplo la de su jefe- y se niegue a la posibilidad de recomponerse en ese plano, el amor vuelve a hacerse presente en su vida en la figura de un compañero de trabajo, Markus (François Damiens, quien tiene una disparatada participación en la comedia "El rompecorazones") quien es el vivo retrato de un perdedor, un "looser" en el terreno sentimental. La simpatía que despierta el film se construye a partir del encuentro de dos corazones solitarios, quienes inesperadamente se animan a darse una oportunidad, aún cuando desde afuera a todo el mundo le parece completamente imposible o impensado dado que claramente él no parece ser el hombre ideal para ella. Si bien la narración no tiene la brillantez que tiene su original literario, dado que Foenkinos opta por un guión que recorre los caminos más convencionales del género, algunos momentos son contados con originalidad y el tono del film no pierde en ningún momento la simpatía con que intenta contarse la historia. Pero lamentablemente una vez pasado el planteo inicial, el desarrollo de la historia no acierta al plantear un tono indefinido que tiene además una cierta morosidad que impide que se dé preponderancia y se desarrolle la veta de comedia que sólo aparece en algunas contadas ocasiones. Tampoco opta por el camino de la comedia romántica liviana, sino que al intentar huir de algunas convenciones, comienza a sumergirse en terreno pantanoso. Algunas idas y vueltas de los protagonistas que demoran la concreción de la historia de amor, lentifica el ritmo en perjuicio del interés del espectador y la historia solamente gana cuerpo en algunos momentos de voz en off (más literarios que cinematográficos) y sobre todo en la escena final donde realmente se rescata el espíritu original de la novela. François Damiens dota de todo su potencial actoral a este Markus indeciso, tímido, inseguro, casi infantil al que se le presenta la oportunidad de enamorarse y se siente perdido en estas nuevas sensaciones alcanzando quizás a una mujer "demasiado ideal para él". Del otro lado, Audrey Tautou pasea su lánguida figura, llena de mohines y del indiscutible sello "à la Amélie" -que quizás no logre sacarse de por vida-, sin encontrar la verdadera máscara que un personaje tan interesante y complejo como Nathalie, necesitaba. Tautou en cambio, parece quedarse sólo en la superficie de su criatura, y hasta aparece como distante del sentimiento que debiera despertar esta heroína de Foenkinos descripta como una mujer que despierta pasiones amorosas y que además es exitosa y se desarrolla como una excelente profesional en su trabajo. Aunque correcta, la química entre Damiens y Tautou no llega a impactar tan fuertemente como para que la historia de amor tenga la profundidad esperada para que uno logre meterse de lleno dentro de la película. La falta de empatía de Tautou con su personaje hace que toda la historia parezca narrada con un dejo de distancia, con un tono gélido e impostado y desde el exterior, cae nuevamente en sus conocidos fruncidos de labios y revoleos de ojos que ya confirmamos que Tautou usa para la mayoría de sus papeles. Como compensación, los roles secundarios a cargo de Joséphine de Meaux (quien aparece en el estreno cinematográfico "Amigos Intocables" y que vimos en "Melanie, la fea"), Bruno Todeschini y el citado Pio Marmaï enriquecen y complementan a la pareja principal. Lejos, muy lejos de la versión literaria, "La delicadeza" logra parcialmente contar una historia de amor que pretende estar por momentos alejada de las convenciones y en otro, aparece sumergida totalmente en ellas. Con el paisaje de París de fondo y como marco para dos enamorados que han pasado los cuarenta, Foenkinos logra de todos modos un relato interesante aunque algo sinuoso y demorado, que es sinceramente auspicioso tratándose de su debut como director y que no pierde totalmente su espíritu liviano pero no ligero.
Casi imperceptiblemente... y por suerte parece que poco a poco el boca a boca lo está haciendo crecer... se ha estrenado el documental de Alberto Ponce "Blackie, una vida en blanco y negro" en el que se recorre la extensísima carrera de este ícono de la televisión argentina (aunque ha tenido destacadas actuaciones en cine, teatro y hasta en teatro de revistas) en casi dos horas de una interesante mirada tanto para que las nuevas generaciones puedan conocer su trabajo, su trayectoria, su importancia dentro del mundo del arte como para quienes han disfrutado de cada uno de sus programas y aún hoy la recuerdan como la gran figura que ha sido en el mundo del espectáculo. "Creo que el secreto de mi vida consistió en hacer cosas que nunca había hecho otra mujer. Siempre fui distinta" Esta y tantas otras frases se entremezclan en reportajes a historiadores, opiniones de colegas y amigos, fotos y material de archivo, filmaciones... y Ponce elige una manera particular de narración. Primeramente, quizás planteando un esquema demasiado formal, elige contar la historia en forma estrictamente cronológica, pero compensando este modo narrativo estructurado, deslumbra en el "cómo" elige contarla: allí gana con una contundencia y un poder de síntesis magnífico. Y precisamente en el modo elegido por el director para irnos sumergiendo en la vida de Paloma Efron -Blackie- encuentra a su gran aliada en Dora Baret, quien se convierte en las manos, en los gestos y fundamentalmente en la mítica voz de nuestro entrañable personaje. Mediante la excusa de un reportero que va a visitarla a su casa, Baret-Blackie comienza la narración desde su infancia hasta sus más grandes éxitos televisivos y sus últimos días. El encarnar al propio personaje dentro del documental mismo es un gran acierto, que suma a la intensidad y fluidez en la narración y despierta mayor interés en el espectador quien rápidamente se rinde al doble juego documental-ficción, aún con una puesta de documental más tradicional y televisivo. Pionera, visionaria, estaba allí pisando terreno firme donde ninguna de las otras mujeres de su época había logrado estar. Rebelde, desafiando los designios familiares, se introduce en el mundo del espectáculo dejando un sello personalísimo que perdura a través del tiempo. Un ícono, una marca registrada, todo un estilo, la vida y la obra de Blackie es recorrida mayoritariamente por quienes han escrito sus biografías. Asi aparecen los testimonios de los escritores-investigadores Hinde Pomeraniec (autora de "La dama que hizo hablar al país") y Ricardo Horvath (autor de "Memorias y recuerdos"). Aparecerán asimismo testimonios de la productora televisiva Marta Tedeschi, la periodista Fanny Mandelbaum, gente del mundo del espectáculo como Susana Rinaldi, Pepe Cibrian Campoy, Dina Rot, Luis Pedro Toni, Carlos Ulanovsky e incluso se entrelazan testimonios de las personas que han trabajado con ella en el ámbito domestico que permiten afinar más aún el retrato intimista que pinta Ponce, describiendo en todas sus facetas a una mujer que ha sido íntegra en todos los ámbitos. Se destaca particularmente uno de los testimonios más sentidos, el de Tito Bainoff colega y amigo personal. Y más fotografías, más fragmentos fílmicos, Blackie como cantante, como actriz (hay un fragmento que juega como un doble guiño, cuando en "Qué es el otoño?" de David Kohon, Blackie hace de si misma y una joven Dora Baret le pide consejos dentro de la producción televisiva), como estrella televisiva, siendo quizás estos momentos televisivos, aquellos que más han quedado en el recuerdo popular. Tal como muestra el documental, ella ha sido precursora en el rubro de programas periodísticos, políticos, con panelistas en el estudio, programas de preguntas y respuestas ("Odol Pregunta"), programas como "Volver a vivir" que han marcado todo un estilo y una época, formatos que aún hoy se siguen utilizando en la televisión argentina. Impresiona la cantidad de personalidades que ha logrado contactar para sus programas de entrevistas, tanto a nivel nacional como internacional: y desfilarán en los recuerdos estrellas como Nat King Cole, Louis Armstrong, Salvador Dalí, Lola Flores, Atahualpa Yupanqui o Ella Fitzgerald un impactante abanico, sumamente ecléctico, en el que ella se ha sabido mover como pez en el agua. Periodista, entrevistadora radial casi sin igual y productora de programas tan discímiles como "Yo me quiero casar... y ud?", "Titanes en el Ring" o "Derecho a réplica", organizadora de conciertos y de eventos tendientes a la difusión de géneros musicales como el jazz o el nigro spirituals, prácticamente desconocidos en nuestro país en esa época. También en el documental habrá lugar para su vida amorosa y la figura de Carlos Olvari "Un bohemio, un hombre de la noche y en ese sentido, contradictoriamente, ella era muy convencional, un poco Susanita, le importaban mucho los horarios de la comida y era una obsesiva de la limpieza. Alguna gente que los conoció dice que él le era muy infiel. A los diez años se separaron, pero yo creo que ella siguió amándolo toda la vida“ describe Myriam Escliar en otra biografía "Blackie, con todo respeto". Un documental narrado desde el sentimiento, describe a la fascinante personalidad de Blackie, una figura absolutamente innovadora en nuestra cultura. Ampliamente Recomendable.
Básicamente "La inocencia de la araña" se plantea como una historia de obsesiones, de pérdida de límites, de reacciones enfermizas y desde el lugar que lo plantea, es realmente un lugar interesante y nuevo para el cine argentino, una zona poco visitada. Una apuesta fuerte. Sebastián Caulier en su debut cinematográfico, sitúa a la historia en un colegio secundario que seguramente tiene algunas reminiscencias y recuerdos de su propia infancia y adolescencia. El escenario fundamental es un colegio secundario formoseño en donde dos de las alumnas, Camila y Daniela, se enamoran de su nuevo profesor de biología. El profesor es Manuel (Juan Gil Navarro), quien vuelve a su ciudad natal desde una Buenos Aires en la cual no pudo ubicarse y por más que claramente detenta un perfil bajo, ese aire del "extranjero" que vuelve al pueblo lo hace doblemente intrigante y atractivo tanto para sus dos alumnas (el resto de la clase parece bastante apática con su presencia o con la de cualquier otro profesor) como para la gente del pueblo. Y en ese espacio de enamoramiento adolescente donde pueden mezclarse muchísimos elementos, Camila y Daniela, atraviesan todos los límites. Un espacio que contiene elementos de fantasía y de realidad, en un campo más imaginario que posible, internándose casi al borde del delirio, de lo platónico, de los amores imposibles, sin darse cuenta, las dos adolescentes comienzan a elaborar un espiral de celos, envidia y venganza que tiene en el centro de la escena a Manuel. Pero lo que se plantea desde un inicio con lineas argumentales interesantes, no puede sostenerse tanto por la debilidad de un guión que se estructura como demasiado básico y previsible, con una historia elaborada sólo desde la superficie y sin demasiado contenido, pero sobre todo por las actuaciones, que se conforman como el peor enemigo de la película. Exceptuando a Juan Gil Navarro, gran actor todo terreno que ya ha demostrado con creces que puede sostener distintos papeles y en distintas cuerdas, el resto de los actores suenan completamente disonantes a lo que quieren plantear las escenas y solamente él parece ser el único que está al servicio de la credibilidad de la historia. Ana (Gabriela Pastor) es la profesora de Gimnasia con la que este profesor de biología intenta recomponer su vida amorosa en esta nueva ciudad. Ella será el objeto de los "disparos", de los "dardos" de estas dos adolescentes perdidamente enamoradas, que intentarán por todos los medios alejarla de su objeto de deseo sin medir ningún tipo de riesgos. Siendo un rol fundamental para la historia que se pretende contar, Gabriela Pastor no logra darle credibilidad, exceptuando algunos pocos momentos en donde parece sentirse cómoda en los diálogos y las situaciones. En un marco de actuaciones que asemejan más un acto escolar que una construcción cinematográfica (hay dos escenas donde habla una profesora de castellano que lidian con la vergüenza ajena), el guión y la historia de Caullier pierden lamentablemente intensidad y logrando por momentos el efecto completamente contrario al deseado -en la función a la que asistí el público reía a carcajadas en momentos en donde la historia supuestamente planteaba un conflicto de tintes dramáticos-. Las dos adolescentes que tienen que llevar casi por completo el peso dramático de la historia, tendrán además que lidiar con un guión que las expone a situaciones poco convincentes (las intromisiones en la casa del profesor son completamente increíbles, por ejemplo). Pero tanto Lourdes Rodas como Renata Mussano, no logran tener la frescura que suelen reflejar en pantalla los actores infantiles. Sus lineas parecen no fluir claramente, como si el texto hubiese sido extremadamente memorizado y por lo tanto, pierden naturalidad e incluso tiene serios problemas en un esquema de pregunta-respuesta normal, donde aparecen silencios y pausas donde no debieran existir. Si bien Caullier apunta a darle toques negros a la historia que hacen que el ritmo no decaiga por completo, lo apuntado anteriormente respecto de las actuaciones hace que en todo momento el film no logre tomar cuerpo y construirse en un producto cinematográfico sólido, quedando más identificado con una experiencia amateur o como trabajo práctico de alguna escuela de cine. Y como trabajo práctico, quedaría casi desaprobado.
Hace unos cuantos años, allá por el primer BAFICI, se incluía dentro de la programación un gran pequeño film de Wes Anderson, era "Rushmore - Tres son multitud" y desde ese momento, creo que no hay otra alternativa posible, que seguir paso a paso su carrera -que aún con altibajos-, de una calidad singular. A "Rushmore" le siguió el impresionante éxito de "Los excéntricos Tenenbaums" donde aparece manejando un reparto de primeras figuras. Obviamente entre los protagónicos está su actor fetiche Bill Murray y dentro de la disfuncional familia aparecían Anjelica Huston, Gene Hackman, Danny Glover, Gwyneth Paltrow, Owen Wilson, Ben Stiller... un reparto excepcional para una pintura de una familia con niños prodigios, enfemedades terminales, abandonos, encrucijadas emocionales y mucha pero mucha patología tratada con la más fina ironía y un humor extremadamente particular que se hizo como una marca personal del cine de Wes Anderson. En el mismo sentido, aunque quízás no con la contundencia de los resultados, sus dos trabajos posteriores también ayudaron a construir un estilo típicamente "Andersoniano" tanto en el tratamiento visual de sus historias como en la estructura y construcción de su guión y las historias de sus personajes. Asi fue en "Vida acuática" y "Viaje a Darjeeling" y posteriormente incursionó en el terreno de la animación, aceptando nuevos desafíos y pintando una hermosa fábula como "El Fantástico Mr. Fox", lamentablemente, no estrenada en nuestro pais con las voces de Meryl Streep y George Clooney. Ahora es entonces la oportunidad de reencontrarnos con el mejor Wes Anderson en "Un reino bajo la luna", una historia ambientada en mitad de los sesenta y nuevamente con una familia disfuncional en el centro de la historia. Ya desde la escena inicial, donde presenta a cada uno de integrantes, con una impronta de casa de muñecas para cada una de las habitaciones, es casi imposible no caer rendido a los poderes de Anderson como narrador y como cineasta. Allí está la hija mayor de un matrimonio de abogados, Suzy (Kara Hayward) quien recientemente ha tenido un amor a primera vista con Sam (Jared Gilman), un niño tan inteligente como excluido socialmente. Una especie de flechazo inmediato e intelectual entre dos "freaks". Podríamos llamarlos así a los dos adolescentes inmersos en el universo de Anderson?. Siendo "freaks" a lo Anderson, son absolutamente queribles y entrañables, completamente incomprendidos dentro de un universo donde no logran encajar y encontrar su lugar. Con el frenético estilo de Anderson y mediante una historia epistolar fragmentada, iremos siguiendo las desventuras de estos adolescentes enamorados, hasta llegar a su programada fuga y su encuentro furtivo. Ella escapará de su casa y él, renunciará a su campamento scout para encontrarse en un inhóspito lugar de la isla donde viven, para correr juntos los riesgos de una nueva aventura y de vivir el amor que sienten con sus doce años. Dentro de la trama, desfilará una galeria de personajes secundarios, impecablemente elaborados por un elenco que no tiene absolutamente ninguna fisura y se muestra absolutamente homogéneo y todos en la misma sintonía. Tanto el líder del campamento scout que deberá encontrar a su scout prófugo en el medio de una manada inmanejable de criaturas (Edward Norton), el jefe de policía más incompetente que pueda imaginarse (Bruce Willis) quien a su vez no es ajeno a la historia de la familia de Suzy, una trabajadora de los servicios sociales que sale a la búsqueda de Sam (absolutamente desopilante el rol de Tilda Swanton) y los padres de Suzy (Frances Mc Dormand y Bill Murray) forman parte de un universo de adultos que el guión del mismo Wes Anderson sabe dibujar, bordeando los límites de lo patético, lo risueño, el delirio y la inmadurez. Es notable como todo ese universo adulto, como un revés de la trama, gira en torno a los dos adolescentes en fuga. Ellos parecieran tener mucho más claro lo que quieren y lo que sienten, incluso claramente pueden decirlo y actuar en consecuencia y allí es donde gana el humor sutil y la parodia autoreferencial en un "reino del revés" en donde los adultos se muestran aniñados y los niños como verdaderos adultos. Nuevamente con un gran elenco a la cabeza, como en todas sus producciones, Anderson guía firmemente a sus personajes en un guión que tal como los prófugos adolescentes, sabe perfectamente lo que quiere y dónde quiere llegar y cómo quiere mostrarlo. Sorprende nuevamente en un estética particular, retro, "sesentosa", dulcemente naïf, una banda de sonido especial y un guión colmado de delirio no sólo en sus diálogos sino también en las situaciones absolutamente alocadas que propone. Desde cada uno de los lugares posibles, acertar en poder demoler cada uno de los estereotipos que construye, pero sin hacerlo de una forma impiadosa, sino poniendo una mirada de ternura para cada una de sus criaturas. Más allá de las magníficas actuaciones de las estrellas que Wes Anderson convoca esta vez (sumando además de los ya nombrados a Jason Schwartzman y Harvey Keitel en pequeñas pero jugosas apariciones) y contando con Bob Balaban como el narrador que va sumando elementos al relato, los verdaderos protagonistas de la historia son Kara Hayward y Jared Gilman, absolutamente perfectos como Suzy y Sam, transmitiendo la inocencia, la convicción y el enamoramiento típico de la plena adolescencia. Las escenas de Suzy leyendo (con unos diseños de arte en las cubiertas de los libros realmente bellísimas, cuyos artistas aparecen en los créditos finales) y la de los primeros encuentros íntimos están narradas con una sensibilidad y una candidez particularmente conmovedora. Técnicamente impecables, creativa hasta en las escenas de los créditos iniciales y finales, es una historia absolutamente disfrutable de principio a fin, llena de magia, con un sentido del humor finísimo y exquisito y con una mirada tierna y mordaz a todo el micromundo que Anderson construye. Y es una pena que una película tan original, tan bien contada y con actuaciones realmente brillantes haya quedado tan injustamente relegada en el circuito de premios de este año, fue nominada a unos cuantos Independent Spirit Awards (de los que lamentablemente se fue con las manos vacías), a un Golden Globe y a un Oscar dentro de la categoría de Mejor Guión Original. Más allá de los premios, Anderson vuelve a demostrar que tiene todo un reino para desplegar ante nuestros ojos. Su reino bajo la luna.
Nesci, de probada solvencia en el guión televisivo con las dos temporadas de la serie "Todos contra Juan", prueba suerte ahora en el mundo del largometraje para contar la historia de cuatro amigos del barrio Damián, Marcelo, Luciano y Facundo, que se conocen desde los momentos compartidos en la infancia, punto de arranque de la narración con un ajustado uso de la voz en off que nos introduce en el relato y en cada una de las historias personales de los protagonistas. Tal como reza el afiche de la película: "las relaciones son todo un tema", y desde allí ya nos presenta los ejes de esta historia de treintañeros: la música, la amistad y las mujeres. Damián (Gastón Pauls en un papel que sin lugar a dudas remite a su televisivo "Todos contra Juan") es el guionista del equipo. En plena crisis después de haber roto su pareja con Ana (Carolina Peleritti) trata de redimirse con un segundo guión que le permita dejar atrás su imagen de cineasta liviano, con la comedia romántica "a cuestas" con el que ha logrado su moderado primer éxito. Se cruzara en el camino con Vera (Inés Efron) quien lo ayudará a recomponer su guión e intentará también emparchar sus problemas afectivos. Luciano (Fernán Mirás) conduce un programa de radio y también sufre un desengaño amoroso con Lila (Emilia Attias) quien convierte en un hit una canción dedicada a él, contando las peores miserias de la pareja, que llega rápidamente a ser número uno en los rankings de todas las radios, inclusive en el programa del propio Luciano. Su productora radial es Karina (Maricel Alvarez), novia de otro amigo del grupo, Facundo (Rafael Spregelburd) un compositor amateur de música y jingles, que comercializa tumbas para un jardín de paz. El grupo también atraviesa un momento muy particular porque faltan pocos días para que Karina y Facundo se casen con todos los nervios, los preparativos y las dudas que suelen aparecer a último momento en los novios y terminan contagiando al grupo. Completa el cuarteto Marcelo (Ignacio Toselli a quien vimos en "Buena Vida Delivery"), el líder de una banda tributo a los Beatles, que sueña con tocar en Liverpool. Toda su vida se altera cuando conoce a una centroamericana por chat, que cuando aparece en la puerta de su casa, es oriental y sus iniciales son Y.O. (Yenny Orozco). Como buen admirador y émulo de John Lennon, Yenny Orozco perturba su vida tal como Yoko Ono lo hizo en su momento con John. Con estas cuatro líneas argumentales bien diferenciadas pero que a la vez se entremezclan, Nesci teje una comedia muy agradable que se aproxima al universo de las relaciones de pareja, el trabajo, los desengaños amorosos, el desarrollo profesional y los proyectos personales en un universo sesgado por los treintaypico. El papel de Gastón Pauls y su guionista en búsqueda de una identidad y de un estilo propio, aunque dubitativo en el camino que debe elegir, le permite inclusive a Nesci autoreferenciarse permanentemente y reirse de su propia situación -y de la de cualquier cineasta argentino jóven- dentro del medio. El guión aprovecha el ritmo de sitcom y sabe construir situaciones sumamente divertidas, sobre todo, en los pasos de comedia del personaje de Marcelo (con muy buen timing por parte de Ignacio Toselli) con las situaciones de su banda y de la aparición de Yenny/Yoko, jugando además con guiños típicos de una época en complicidad con el espectador. Si bien algunas situaciones se encuentran un tanto alargadas con una duración que va un poco en perjuicio del ritmo general (dura casi dos horas), la diversidad de las historias y la buena incorporación de personajes secundarios (con una brillante participación de Leonardo Sbaraglia casi parodiándose a si mismo o Gonzalo Urtizberea) hacen que la historia se pueda ver siempre con una sonrisa. El elenco tiene al frente cuatro actores de diversas extracciones (Pauls es más televisivo mientras que Spregelburd proviene más del circuito teatral off y Mirás ha tenido trayectoria tanto en cine como en teatro como en televisión) que potencian aún más el espíritu de grupo. Cada uno parece tener un personaje escrito a su medida y se los ve sueltos, distendidos, divertidos, formando un equipo sólido y teniendo posibilidades de brillar cada uno en su momento. Con las actuaciones femeninas, lamentablemente no pasa lo mismo. Detrás una Karina tan bien cincelada por Maricel Alvarez (a quien vimos junto a Javier Bardem en "Biutiful") que asombra en el tono de comedia después de haberla visto en sus trabajos dramáticos, acompaña Inés Efron haciendo una vez más el mismo papel con la misma cadencia y con los mismos gestos de siempre (que ella sabe lograr y que si bien sabemos que su criatura queda cinematográficamente simpática, ya está demasiado desgastada y parece calcada de "Cerro Bayo" "Amorosa Soledad" o "Medianeras"). Carolina Peleritti está correcta pero poco convicente y desafortunadamente Emilia Attias no se encuentra para nada a la altura del resto del equipo, con una actuación acartonada y con líneas de diálogo que, pronunciadas por ella, cuesta mucho que suenen creíbles y queda completamente desajustada del nivel general del film. Asi y todo, más allá de los desniveles apuntados en algunas actuaciones, el guión tiene trazos inteligentes y divertidos y la historia es fresca y llevadera. Una comedia que habla de la amistad, los sentimientos, las relaciones, los éxitos y los fracasos y lo hace sin perder el buen humor y las situaciones de comedia. Lo que ya es todo un logro.