El límite entre la cordura y la locura es muy delgado, y así lo demuestra la nueva película del uruguayo Gustavo Hernández. Un hospital psiquiátrico abandonado, con una historia dramática y pesada, es el escenario perfecto para que un grupo de teatro, liderado por la manipuladora actriz y directora Alma Bohm (Belén Rueda), experimente con el insomnio con el fin de lograr interpretaciones y una puesta en escena única. La joven actriz Bianca (Eva de Dominici), quien también debe lidiar con un padre con problemas psiquiátricos, será convocada a unirse a este grupo extremo con la posibilidad de ser una de las protagonistas de la obra. Una vez ubicada en el tenebroso lugar, sumadas las horas sin dormir, comenzará a advertir extrañas presencias. La historia de ese espacio es tan penetrante, que fagocitará a los actores. En No dormirás, el realizador utiliza el recurso del insomnio para llevar adelante un relato en estado de vigilia, donde la realidad se funde con lo alucinatorio. Si bien en los aspectos técnicos y la puesta en escena se nota el buen pulso de los profesionales del área y el director, una narración un tanto confusa sumada a diálogos inverosímiles y forzados, debilita la edificación del suspenso y la potencia dramática. Una vez presentados todos los elementos de forma un tanto caótica (que se puede justificar por la lógica onírica) viene la sobreexplicación de los hechos que se suceden, lo cual generalmente no empata con la mística de lo sobrenatural. Más allá de ciertas falencias a nivel narrativo, cabe destacar que Hernández logra una construcción de climas efectiva, actuaciones destacadas, así como el planteo de una premisa fantasmagórica bastante original. Por María Paula Ríos @_Live_in_Peace
La nueva aventura eco/filo/científica de Alexander Payne. Para identificar la obra de Payne tuve que acuñar un nuevo término: ecofilociencia, dado que Pequeña Gran Vida entrecruza todas estas disciplinas y más. Comienza siendo una especie de comedia agridulce científico/ecologista y deviene filosóficamente pretenciosa, existencialista, hasta mística. En la mayoría de los films de Payne, los personajes están emocional y socialmente contenidos, un tanto hastiados de su mediocre vida, y esta historia no será la excepción. Paul Safranek (Matt Damon), es un fisioterapeuta que trabaja en un frigorífico diagnosticando a sus obreros. Amable, servil, siempre da, compone y soluciona. En una elipsis, en la que transcurren de diez años, el realizador da cuenta de esta cualidad de Paul. Al principio sirve incondicionalmente a su madre enferma, luego hará lo mismo con su esposa. Lo cierto es que buscando solucionar el problema mundial de la superpoblación para que el planeta no desaparezca, un grupo de científicos noruegos (léase no estadounidenses) encontrará la fórmula para reducir de tamaño a las personas a pocos centímetros. Una solución eficaz en cuanto a cuestión de espacio, de gastos de recursos naturales y hasta económicos. Con el pasar del tiempo la miniaturización se vuelve un boom y un negocio de lo más rentable en el mundo de los “gigantes”. Paul está estancado en la casa que era de su madre y se le hace imposible mudarse a otra más lujosa, lo que anhela su mujer. Pero el hecho es que su sueldo solo alcanza para sobrevivir. Cuando ve que un ex compañero de la preparatoria se sometió al proceso de achicamiento y vive espléndido en el micro mundo, decide investigar el tema. La pareja descubre que con su dinero, en Leisureland (el nombre de la mini ciudad), pueden habitar en una mansión y no trabajar de por vida. Es pos de un futuro más confortable, decidirán encogerse. En el pequeño planeta la película se desdobla por ciertos giros de la trama que no vamos a develar. Es aquí cuando la cinta se torna algo dispersa, cuando entran en juego más variaciones argumentales desdibujando la búsqueda narrativa lúdica y lúcida del comienzo. El humor negro se hace a un lado y la película se toma demasiado en serio adquiriendo un tono entre new age, demagógico y paternalista, para destacar temas como la toma de conciencia ambiental, la pobreza tercermundista y demás males económicos sociales. Nos encontramos ante un Payne un tanto desbordado y políticamente ambicioso, cosa no muy usual en su filmografía, pero aun siendo Pequeña gran vida su film más fallido, celebramos que se haya atrevido a salir de su zona de confort.
Welcome to the jungle y a una gran comedia de aventuras. Para hablar de esta secuela, es imposible no referirse a la Jumanji que inicio este tour de aventuras salvajes. Aquella cinta noventera en la que, a través de un juego de mesa, la selva se trasladaba a una casa de familia, obligando a superar obstáculos a quienes lo jugaban. Por supuesto que en esta nueva versión la historia muta y se adapta a nuestra década. En un breve racconto, veremos cómo Jumanji se transforma de juego de mesa en un cartucho para una consola de videojuegos. Ya situados en la actualidad, la cinta nos presenta uno a uno a los protagonistas, típicos estereotipos de una high scholl: tendremos al nerd, al deportista, a la princesa presumida y a la intelectual. Por distintos motivos, y al mejor estilo El club de los cinco, los jóvenes terminaran castigados y obligados a convivir en un salón olvidado de la escuela. Revisando cosas viejas encontrarán la consola y cuando comiencen a jugar, los chicos serán tragados por el juego, tomando cada uno las características físicas de su avatar. Por lo que el nerd se materializará como un musculoso explorador (Dwayne Johnson), la princesa encarnará el cuerpo de un cuarentón gordito experto en arqueología (Jack Black), el deportista en un científico petiso y con poco estado físico (Kevin Hart), y la intelectual en una escultural aventurera experta en artes marciales (Karen Gillan). Juntos como equipo descubriendo sus propias fortalezas y debilidades, harán lo imposible para regresar la pieza sagrada de Jumanji al lugar que pertenece, para poder retornar a sus hogares. Con un planteo narrativo simple y conciso, este regreso a la selva resulta de lo más efectivo. Un combo explosivo: hay ritmo, están presentes todos los motivos del género, los efectos digitales no defraudan, también es una coming of age y sobre todo una gran comedia. En el cambio de físico de los personajes, y sus contradicciones, se sostienen los mejores momentos de humor, acompañados por actuaciones notables. No es fácil arrancar sonrisas, tampoco reelaborar el cliché…la película nunca pierde timing, sin restarle importancia a lo emocional ni al factor aventura, logrando de este modo actualizar con habilidad la entrega original.
Una nueva secuela del monstruo rural volador acecha nuestras salas. Después de catorce años, Victor Salva vuelve al ruedo con una nueva entrega de su criatura feroz, el Creeper alado que se alimenta con órganos de personas. Un ente malvado que despierta de su hibernación cada 23 años a cazar gente. Las motivaciones nunca estuvieron muy claras, tal vez lo hace porque encarna a la pura maldad. Lo cierto es que en esta tercera parte, todos los damnificados por el Creeper se preparan para destruirlo cuando salga de su guarida. Aparecen personajes del pasado, que decidirán indagar sobre su origen para derrotarlo. Un poco más expuesto que en las entregas anteriores, veremos al monstruo rutero haciendo de las suyas con su vehículo compañero. Una camioneta repleta de trampas mortales, que utiliza para amontonar los cuerpos de sus víctimas. Sin dudas nos encontramos ante el relato más fallido de la saga. Más allá de su bajo presupuesto (en la primera parte se festejaba el ingenio de Salva para utilizar los escasos recursos), a nivel argumental nunca termina de tomar forma. La narración es un caos, hay saltos temporales inconexos, y los asesinatos son totalmente anticlimáticos. La mayoría de la película transcurre de día y con un sol radiante, lo cual resta a la hora de crear la atmósfera. Si bien es acertado el protagonismo del creepermóvil, todos parecen estar obsesionados por averiguar el origen de nuestro demonio. Y una mano con vida propia, funcionará como una especie de oráculo para descubrir la verdad. Quienes la han tocado entran en trance y develan el gran misterio. Un misterio que nunca le será revelado al espectador. Sugerencias e indefiniciones no hacen más marcar el ritmo descontrolado de una narración que ni siquiera encuentra su identidad en la clase B. No encontramos ante una sucesión de personajes variopintos que entran y salen de escena con total impunidad, cuestión que debilita la historia y los momentos de tensión constante que sabía generar el monstruo con sobretodo. Lo cierto es que Jeepers Creepers 3: El Regreso, a través de un proceso degenerativo narrativo, fue perdiendo la mística, el misterio y también el sentido del humor.
James Franco y una hilarante comedia sobre la peor película de la historia. Andar cansino, mirada melancólica… triste, un tono de voz muy particular (como su modo de vestir), y ni hablar sobre su forma de ver el mundo; así es Tommy Wiseau, el personaje que decide retratar James Franco afrontado un doble desafío delante y tras de cámaras. No solo dirige esta película basada en hechos reales, sino que también asume el rol protagónico. Wiseau es una persona distinta, extravagante; nadie sabe de sus orígenes, ni conoce a su familia y de donde proviene su cuantiosa fortuna. Lo cierto es que su sueño, por encima de todas las cosas, es ser un gran actor, y en una clase de teatro conocerá a un joven Greg (Dave Franco), otro aspirante a la fama que queda deslumbrado por su personalidad. Ambos, en muy poco tiempo entablarán una relación de amistad atravesada por una causa común: triunfar en la meca de Hollywood. Tommy es mayor, posee dinero, determinación (y está muy solo); y Greg, algo tímido y conservador, quiere salir de su pequeño y limitante mundo. La dupla se mudará a Los Ángeles a probar suerte, una suerte que nunca llegará. Hastiados de los “nos” y los rechazos, casi tocando fondo, a Tommy se le ocurrirá filmar su propia película, por supuesto protagonizada por el dúo para demostrar su talento. Tras escribir el guion, Wiseau comenzará con la odisea de rodar y dirigir The Room, sin poseer ningún tipo de conocimiento cinematográfico formal y técnico. Además de las bizarras actuaciones, el set se transformará en un delirante espacio comandado por el singular director. Franco, sin faltarle el respeto a Tommy Wiseau (por el contrario parece estar fascinado con este), confecciona una comedia muy eficaz. Las situaciones son desopilantes y fluyen con total naturalidad, ya que se desencadenan del propio comportamiento excéntrico y caprichoso del personaje. También nos muestra el proceso creativo de un hombre sin talento, pero con plena convicción, que de tanto anhelar éxito y reconocimiento, lo alcanza. Cromas mal iluminados, gritos, sobreactuaciones y la dictadura de un loco megalómano…de tan absurda The room provocó risas e inmediatamente se transformó en una cinta de culto, forjándole todo un camino a Wiseau. The Disaster Artist, también habla de soledad, de la necesidad de pertenecer, y se mofa de ese ideal del american dream exitista, homenajeando y reivindicando con cariño a su protagonista.
Una fábula de amor trágica. Son incontables las veces que un hecho real, triste y dramático, sirve de disparador para realizar una película. Esta, se inspira en el caso de secuestro de Giuseppe Di Matteo, el hijo de 12 años de un colaborador de la justicia contra la mafia siciliana, que fue raptado por los Corleonesi, para obligar al padre a retractarse. Y el final no fue para nada feliz, mejor nos ahorrarnos los detalles. Lo que no es frecuente es el modo que eligen los realizadores para integrar este hecho macabro en un relato, donde la fusión de géneros (suspense, horror, romance y fantástico) y la poética de las imágenes, causan un impacto conmovedor sin caer nunca en lo escabroso. La trama comienza mostrando a dos adolescentes coqueteando, conquistándose. Dos seres muy especiales que están psiquicamente conectados. Cuando parecen estar llegando al punto máximo de unión, el joven desparece, es secuestrado por la mafia italiana. A partir de aquí, su compañera hará lo imposible por encontrarlo. Ella lo presiente, lo siente, lo ve sin mirar. Experimenta sueños premonitorios y sensaciones mágicas, que le indican que está vivo. Lo que nunca se dará cuenta, es que en sus visiones el destino ya está escrito. Lo que comienza siendo una historia de amor ingenua, se convierte en un tour de forcé emocional. Como los sueños, el relato se deconstruye y va adquiriendo sentido hacia el final. Los directores italianos nos ponen en la mesa fragmentos que tendremos que ir asociando libremente para descifrar la historia. Elementos fantásticos y mágicos, doppelgangers, el amor y la tragedia, estructuran este relato sensible, alejado de esa noción cliché romántica de la mafia.
La estructura narrativa de 'Hechizo del tiempo', una dosis de sangre a lo 'Scream' y... ¡voilà! Tree (Jessica Rothe), una joven que se encuentra en la universidad, despierta confundida en la habitación de un chico desconocido. La resaca no la deja recordar nada de la noche anterior. Apresurada, y avergonzada, sale de la morada del “looser” y empieza su periplo diario, hasta llegar a la fraternidad en la que habita. Es su cumpleaños y todo parece ir de maravillas, inclusive tiene una fiesta a la noche. Cuando sale rumbo reunión, en el camino se topa con una cajita de música, preludio de su propio asesinato ejecutado por una persona con la máscara de BB, la mascota deportiva de la universidad. Es así, que Tree despertará todos los días de su propia muerte, hasta ir encontrándole un sentido a este bucle temporal. En cuanto a su disposición narrativa, la fórmula de Feliz Día de tu Muerte es harta conocida, alude directamente a Hechizo del tiempo de Harold Ramis, y por supuesto que la película es consciente de esto, inclusive hacia el final se expresa literalmente en un diálogo. También hace poco tiempo hubo otro film, Si no despierto, que repetía la estructura pero en clave dramática. Aquí, a este efectivo recurso, Landon le añade el factor horror, asesinato ¿sangriento? + cosmos de universidad, copiando (más que homenajeando) a cintas como Scream de Wes Craven. Pero cuando a una receta probada se le alteran los ingredientes es muy probable que falle y el sabor clásico se pierda. A Feliz día de tu muerte no se le cae una idea, en vez de aprovechar esta recursividad narrativa para innovar, se vuelca a los clichés propios del género: scream queen torturada que debe descubrir su asesino. La película no asusta, descartamos una puesta en escena ingeniosa de los asesinatos, y a pesar de ser consciente de que es una parodia, tampoco entretiene. La hibridación genérica aquí solo sirve para acumular estereotipos, encima se nos planta un final “sorpresivo” con vueltas de tuercas inútiles y forzadas. A esta altura nos preguntamos ¿Era necesario?, si para un público teen y cool que gusta de los crímenes blancos acompasados por melodías de Demi Lovato.
En aras del neo western y thriller se desarrolla la nueva película de Ulises Rosell, situada en una ciudad de la Patagonia Argentina, donde el viento hace mella. Julia recorre las mesas llevando una bandeja con bebidas, ella trabaja en el casino. Armando juega a las cartas mientras la observa por el rabillo del ojo. Corte, fundido a negro y la acción se traslada afuera del reducto. Julia habla con una compañera de trabajo sobre lo escaso de su sueldo, la vida en el sur “es más cara”, subraya. Armando la está escuchando, se acerca y le comenta que en la compañía petrolera donde él trabaja están buscando personal, que si le interesa le puede averiguar. Es así que la llamará para proponerle alcanzarla a la entrevista de trabajo. Desde que Julia sube a la camioneta, todo se ve sospechoso y ella lo percibe. Cuando nota que no toma la ruta indicada, sino un atajo en medio de la nada, se desespera y tras un forcejeo tienen un accidente. A partir de este suceso los protagonistas comienzan una odisea por el desierto en busca de no se sabe qué. ¿Armando tenía intenciones de secuestrarla? Eso es lo que en un primer momento piensa Julia, pero nunca se delimita bien. Al Desierto presenta sus personajes, el presunto conflicto, pero nunca lo desarrolla, es así que pierde fuerza dramática. Además de muchos otros cabos inconexos: ¿Qué es lo que lleva a Julia a irse con un desconocido? Cuándo encuentran refugio y dan con otras personas ¿Qué les impide volver a la ciudad? ¿Nunca comen en el escape? Faltan planteos más lógicos (¿verosímiles?) para dar cuenta de tanta desesperación y esfuerzo físico o como para suponer que Julia tiene una especie de síndrome de Estocolmo. Si bien no son necesarias las explicaciones psicológicas del actuar de sus personajes, estamos ante una película física y de entorno (el desierto es un protagonista más), nunca se logra generar un clima para motorizar estas acciones que parecen desconocer el planteo del relato.
Rayos, estrellas y garabatos podemos ver graficados en la pared de la habitación de Mimí, Luna y Oro, los protagonistas de una historia tan espontánea como redundante. El argumento de Niñato es tan simple como la forma en que está filmado. La cinta retrata la cotidianidad de David, un padre soltero de tres hermosos nenes, que vive con su madre, en frente del departamento de su hermana. Conforman una gran familia que se sostiene y contiene. David es un músico que se dedica al hip hop y su vida transcurre, además de criar a sus hijos, en torno a triunfar como cantante de este pegajoso ritmo. Libre de prejuicios, la cámara se centra en captar el vínculo familiar, deteniéndose especialmente en los hábitos de los tres niños: Luna, Mimí y Oro. El ritual de despertarse, vestirse y tomar el desayuno para luego partir hacia el colegio. O cuando hacen los deberes, se bañan y conversan entre ellos. Siempre intercalado con las excursiones de David hacia el exterior, para conocer algo de su rutina o a su novia. A pesar de un modo de vida económicamente inestable, este padre tiene una relación de calidad con sus hijos. Es un papá presente, muy compañero y no duda a la hora de poner límites. Con un registro cercano al documental, Niñato interpela directo a la identificación con el espectador, mostrando con suma naturalidad la vida diaria de un grupo de niños. Si de algo peca este film, es de volverse reiterativo. La misma fórmula extendida a lo largo del relato, lo torna algo tedioso, estado que no se redime ni con los chistes, ni con el hip hop que canta el pequeño y simpático Oro.
En la octava entrega de la franquicia, Jigsaw vuelve del más allá para seguir castigando a “espíritus insurrectos”. Fiel a su espíritu, Jigsaw comienza con una cruenta escena de tortura. Cinco personas amarradas a una cadena, con un balde de metal en la cabeza, son arrastrados hacia unas puertas que contienen unas sierras dentadas en movimiento. La muerte es inminente, salvo que ofrezcan un sacrificio de carne, reza una voz omnipresente. Este será el primero de los tantos juegos sangrientos que tendrán que sortear los elegidos por ¿John Kramer? La modalidad y ejecución parece indicar que el asesino que ha regresado, pero ¿cómo puede ser si está muerto? Este será uno de los tantos planteos de esta nueva entrega desgastada, con una fórmula que se repite una y otra vez hasta el hartazgo, sin proponer nada nuevo que le de aire al relato. El torturador elige muy bien a sus víctimas, todas arrastran un pecado, un gran pesar, y por supuesto el asesino juzga (y hace justicia por mano propia) para que estas almas impuras se purguen a través de la violencia extrema. Esta dinámica éticamente peligrosa, que en esta entrega se acentúa, siempre fue la excusa perfecta para que el sadismo se manifieste en su máxima expresión. Pero en esta ocasión la sangre se diluye como tempera roja aguada y ni siquiera las escenas gore están bien planeadas. Los asesinatos carecen de ingenio y la tensión nerviosa que era la quinta esencia de la franquicia, se evapora; con una narración que es entreverada y temporalmente confusa sin razón aparente. Una narración que intenta sorprender con vueltas de tuerca predecibles y utilizadas en un sinfín de películas argumentalmente tramposas, donde la cohesión de la historia se vuelve inconsistente. Jigsaw ha vuelo …y cada vez asusta menos.