La Segunda Guerra Mundial fue un período utilizado en el cine en una infinidad de ocasiones, dando los productos más variados y heterogéneos posibles. En esta ocasión, JJ Abrams produce este drama bélico con toques de ciencia ficción que se encarga de profundizar en un grupo de asalto norteamericano con la misión de tirar abajo una torre que va a permitir el desembarco en las costas francesas por parte de los Aliados, que desembocaron en el famoso Día D. No obstante, la operación militar se verá complicada por una serie de experimentos nazis que se dan en la base militar que deben destruir. Julius Avery (“Son of a Gun”) nos ofrece este relato fantástico que recuerda un poco a viejas películas del cine clase B, que en varias ocasiones coquetearon con la idea de zombies nazis y cuestiones similares. Es así como el director australiano nos otorga un largometraje sumamente entretenido y oscuro, que se encuentra a mitad de camino entre los films del estilo de “Dead Snow” (2009) y los videojuegos de la saga “Wolfestein”. Un viaje intenso y adrenalínico que no da respiro a lo largo de sus 109 minutos. La obra brinda una introducción bastante extensa pero funcional, donde se nos presenta a los personajes y su misión, dejando en claro que estamos frente una historia bélica antes que todo. Y es que “Operación Overlord” es principalmente una cinta sobre la guerra y en segundo lugar una propuesta de horror con una porción acotada de este género durante parte del segundo acto y la totalidad el tercero. Un acercamiento interesante de Avery para acentuar las atrocidades de la guerra e ir introduciéndonos paulatinamente en el duro ámbito de la ciencia ficción. El espectador irá entrando poco a poco en el relato por medio de escenas de acción interesantes y una intriga inherente a la propuesta bizarra prometida en principio. Además, cabe destacar el grupo de personajes arquetípicos pero no menos atractivos que son funcionales a la trama, tales como: Boyce, el soldado moralista (Jovan Adepo), Ford (Wyatt Russell), el desconfiado líder del escuadrón que odia a los nazis pero también teme lo que los aliados puedan llegar a hacer si descubren los experimentos, Chloe (Mathilde Ollivier), una joven francesa que cuida de su pequeño hermano y que en un principio se ve como una dama en apuros pero no tarda en convertirse en una mujer de acción y armas tomar, Tibbet (John Magaro), el soldado bromista que funciona como alivio cómico, Wafner (Pilou Asbæk), el despiadado miembro de la SS que los perseguirá y un clásico científico loco que experimenta con humanos al estilo del doctor Frankenstein (Erich Redman). Todo este marco narrativo es acompañado de una excelente producción que contó con grandes recursos que no suelen verse en este tipo de relatos. Ya desde la secuencia inicial se hace uso del increíble despliegue técnico que va a tener la película, con una edición de sonido descomunal y unos efectos visuales totalmente agraciados, como es de esperar de Industrial Light & Magic (“Star Wars”, “Jurassic Park”). “Operación Overlord” es una película que no pretende ser más de lo que es y solo se pone como aspiración entretener al público durante casi dos horas. Un film que sorprende por su premisa, por los efectos, las secuencias de acción y por intentar desarrollar un mensaje más allá de ser un producto que busca la mera recreación de la audiencia. Altamente disfrutable y para ver con amigos.
El avance tecnológico permitió que se puedan volcar un montón de formas originales de registro y/o narrativa a las distintas artes. El ámbito cinematográfico obviamente no es ajeno a esta cuestión y por lo tanto hemos sido testigos a lo largo del tiempo de diversas formas atractivas de contar historias. Con la implementación de las cámaras de video fueron surgiendo los films del estilo found-footage y con la democratización de internet y los dispositivos móviles al igual que las diferentes redes sociales, hemos visto varios films que aplican estos recursos para hacer avanzar sus respectivas tramas. En el año 2014 surgieron dos largometrajes que fueron contados a través de un escritorio de una computadora, donde se van conectando con otros dispositivos y con webcams para mostrarnos los acontecimientos que se nos quería narrar. Ellos fueron “Unfriended” y “Open Windows”. Más allá del resultado, que puede que no haya sido el mejor, empezaron a marcar las bases de ciertos recursos que llegaron al cine para ser explotados. Un año más tarde, la sitcom “Modern Family” también decidió presentar un episodio titulado “Connection Lost” que usaba la misma técnica narrativa pero con mayor pericia y con un guion mucho más trabajado pero volcado al ámbito de la comedia. En esta ocasión nos llega la ópera prima de Aneesh Chaganty, que busca presentarnos un thriller trepidante de la misma índole pero apoyándose más en sus personajes y en un guion mejor elaborado. Después de que la hija de 16 años de David Kim (John Cho) desaparece, se abre una investigación policial. Pero 37 horas más tarde y sin una sola pista, David decide buscar en el único lugar donde nadie ha buscado todavía y donde se guardan todos los secretos hoy en día: la laptop de su hija. David debe rastrear las huellas digitales de su hija antes de que desaparezca para siempre. Para ello contará con la ayuda de la detective Vick (Debra Messing), a quien le fue encargado el caso de la desaparición de la adolescente. De esta forma comienza un thriller adrenalínico e intrigante que se vale de una forma original de contar una historia de desaparición que vimos varias veces. Lo interesante es ver todos los recursos que va disponiendo la directora para hacer avanzar la trama de forma armónica y coherente más allá de ciertos giros que puedan llegar a resultar un poco tirado de los pelos. No obstante, el film no decae nunca y nos muestra durante hora cuarenta un drama procesal donde un confundido padre va intentando desentrañar qué es lo que pasó con su hija. Otro aspecto destacado está relacionado en cómo se nos van introduciendo a los personajes y sus vidas por medio de videos, fotos y otros productos digitales que hacen que sea muy fluida la introducción del conflicto y del contexto. John Cho (“Star Trek”, “Columbus”) se carga prácticamente todo el film al hombro, brindando un gran trabajo como el padre desesperado que descubre que no conoce a su hija del todo. Debra Messing (“Will & Grace”) también cumple como la investigadora que auxilia al padre en su búsqueda. Más allá de encontrarnos con un largometraje sumamente disfrutable y entretenido, también nos tenemos una lectura profunda de las redes sociales, los medios de comunicación, la tergiversación de los acontecimientos, la búsqueda de fama y la hipocresía de los compañeros de la joven desaparecida que se hacen pasar por amigos para conseguir seguidores y otros tantos temas relacionados con los aspectos negativos de la tecnología y la profunda transformación sociocultural que se está dando en la sociedad moderna a partir de ella. En síntesis, “Searching” es una más que digna propuesta que se vale de buenas actuaciones, un guion inspirado y una atractiva forma de contar la historia porque a veces no pasa por el “qué” se cuenta sino “cómo” se cuenta.
Después de años de estar en el limbo creativo y teniendo que afrontar algunas controversias como el paso al costado del protagonista en etapas tempranas (originalmente Sacha Baron Cohen iba a interpretar a Freddie) y el posterior despido del director Bryan Singer (“The Usual Suspects”, “X-Men”) por “mal comportamiento” en los momentos finales de rodaje, llega la biopic de una de las bandas más importantes de la historia del Rock & Roll Mundial, Queen. “Bohemian Rhapsody” busca celebrar a la banda británica, a su música y al mismo tiempo profundizar en la vida de su excéntrico cantante Freddie Mercury, interpretado por Rami Malek (“Mr. Robot”), un cantante que desafió todo tipo de estereotipos tanto a nivel musical como sociocultural para convertirse en uno de los frontmen más importantes de la historia. El largometraje intenta reproducir los momentos más trascendentales de la banda, su acelerado ascenso a la fama y el período de decadencia cuando el cantante intenta abrirse y seguir una carrera como solista, al mismo tiempo que descubre que contrajo Sida, una enfermedad que recién estaba empezando a conocerse y que prácticamente no tenía tratamiento alguno. Así es como seremos testigos de la ascensión/declive y el renacer de la banda que fundó su legado en aquella mítica presentación en el Festival Live Aid de 1985 que fue uno de los puntos más álgidos de su trayectoria. Comencemos diciendo que el film de Singer tiene tantos puntos a favor como en contra, al considerarlo como una experiencia visual y sonora. Si solo nos quedamos con los momentos musicales todo es maravilloso, porque todos los grandes éxitos de Queen hacen que la banda sonora de la obra sea algo espectacular y descollante. Yendo, ahora sí, a lo puramente cinematográfico, la película sigue el camino clásico de las biopics, relatando los hechos que rodean a la banda casi de manual y fallando en generar un conflicto claro; todo esto hace que uno sienta una falta de sustancia o pieza angular que motive la trama. Es como que el largometraje se apoya principalmente en las atractivas composiciones de los músicos, la enorme música de base y una excelente reproducción de época para que se asiente solo. Lo que hace que el producto final se mantenga a flote es todo lo relacionado a la creación de los temas populares de la banda, la crisis familiar que atraviesa el líder de la banda, sus problemas con las adicciones y su sexualidad. La convencionalidad del proyecto le juega en contra a la narrativa, pero las logradas interpretaciones de los involucrados son realmente magnéticas y hacen que el espectador se interese por ellos. Rami Malek hace un trabajo estupendo al copiar e imitar prácticamente cada gesto, paso de baile y hasta la forma de hablar del cantante, el problema es que ni el maquillaje, ni la prótesis dental que le colocaron terminan de convencer. Su semejanza a nivel actoral es muy buena, no así su parecido a nivel físico, quizás es otra de las cosas que no cierran del todo en la cinta. Por el lado del resto de los actores, Ben Hardy (Roger Taylor), Gwilym Lee (Brian May) y Joseph Mazzello (John Deacon) hacen un trabajo impresionante al componer al resto de los músicos, haciendo que uno piense que está ante los verdaderos miembros de Queen. Completan el elenco Lucy Boynton (“Sing Street”) como Mary Austin la prometida de Freddie antes de asumir su sexualidad y la musa inspiradora de la canción “Love of My Life”, Allen Leech como su manipulador manager, Paul Prenter, y Mike Myers en un interesante Ray Foster, productor musical de EMI que confronta con la banda. En conclusión, “Bohemian Rhapsody” es una película correcta que sufre un poco los convencionalismos del género pero que se ve realzada por las interpretaciones, por la recreación de época y su tremendo diseño de producción, por la mítica música que compone su banda sonora y por la leyenda que es Queen en sí misma. Un film que maravillará a los fans de la banda pero que no atraerá de la misma forma al espectador que mire la cinta desde otro lado.
Somos Campeones: El Triunfo de la aceptación. España nos ofrece esta comedia dramática sumamente conmovedora y atrapante que promete no dejar indiferente a ningún espectador. Un relato sobre el poder de la amistad, la aceptación, la humanidad y la generosidad que rodea a un grupo de personas con discapacidad intelectual. Somos Campeones es un film de Javier Fesser (El milagro de P. Tinto), que pertenece a ese subgénero que representa a las historias con algún deporte como trasfondo. En esta ocasión, el juego es el basketball y tiene como agregado una trama sumamente emotiva y realista en cuanto a su temática inclusiva y todo lo que busca generar en la audiencia. El largometraje cuenta la historia de Marco (Javier Gutierrez), un entrenador profesional de básquet, que luego de haber conducido alcoholizado es sentenciado por una jueza a realizar horas de trabajo comunitario para evitar varios meses de prisión. Esta situación lo lleva a entrenar a un equipo de basketball compuesto por personas con discapacidad intelectual. Al principio Marco se encuentra reacio a entrenar a este grupo de chicos, pero finalmente lo que para él representaba un problema terminará convirtiéndose en una lección de vida que nunca olvidará. Como mencionaba anteriormente, las cintas deportivas suelen tener estructuras o arquetipos bien marcados que funcionan más o menos siempre de un modo parecido. Un equipo de inadaptados o marginados comienza a unirse con el objetivo de alcanzar una meta determinada a pesar de las diferencias y los problemas que vayan aconteciendo en el camino. Valores como los de la amistad, la camaradería, el honor, la honestidad, entre varios otros representados por el espíritu deportista y competitivo, siempre se hallan a la orden del día. Somos Campeones no es la excepción a la regla y sigue básicamente la misma estructura, no obstante, la inclusión de un terreno inexplorado como lo es el de la discapacidad vinculada al deporte enriquecen la historia de base haciendo que el relato sea mucho más interesante, atractivo y emocionante. Fesser se muestra como un director experimentado, el cual logra amalgamar de buena manera el timing de la comedia con el comentario social de inclusión que busca fomentar la obra, algo que en manos inexpertas podría ser un campo peligroso y complicado para tratar. El respeto y la honestidad con la que es abordada la narrativa hacen que no sean necesarias falsas modestias, correcciones políticas y estereotipos que no sumarían a un producto audiovisual de estas características. Es por ello que resulta realmente destacable el hecho de que los actores de este largometraje sean personas con las mismas discapacidades que presentan los personajes que les toca interpretar. Un cierre perfecto para terminar de redondear la idea de la película que tiene que ver justamente con la integración de estos chicos a la sociedad. Respecto al guion, podemos decir que si bien transita por algunos lugares reconocibles dentro de este tipo de films, el diseño de este grupo variopinto de personajes hace que la historia se vea enriquecida, facilitando varios momentos cómicos de gran nivel, al igual que un arco de transformación interesante en el protagonista. Por el lado de la factura técnica no queda nada que reprochar en un film prolijamente realizado donde se destaca la sensitiva y delicada banda sonora de Rafael Arnau. Somos Campeones es una película enternecedora, sensible y auténtica que no busca la manipulación emocional del espectador sino que intenta entretener de manera honesta y al mismo tiempo buscar la reflexión de la audiencia. Una comedia para disfrutar en familia.
Una atractiva propuesta del estilo found footage/ falso documental desembarca en los cines con una impronta coreana muy marcada, que hace hincapié en el folclore local y en lo paranormal mediante las numerosas leyendas que rodean al hospital del título. Nombrado por CNN Travel en 2012 como uno de los “siete lugares más extraños del planeta”, la deteriorada institución mental en Gwangju, Gyeonggi, es el escenario del film que hoy nos convoca. Se dice que el sitio está embrujado y aunque varias personas no están seguras de que haya sido de esa manera, se estima que en 1979, 42 pacientes se suicidaron y la directora del hospital desapareció en circunstancias por demás extrañas. Abundan rumores y raras historias sobre el lugar, ahora abandonado, y es por ello que resultó atractivo para convertirse en una película de horror. La cinta parte del misterio antes mencionado y de cómo el dueño de un canal de YouTube y seis famosos youtubers deciden ingresar al hospital para trasmitir en vivo, y vivir la experiencia más aterradora de sus vidas. Todo esto en pos de conseguir un beneficio económico otorgado por un número elevado de visitas. Para ello, el director decide manipular ciertas situaciones, sin decirles nada a sus colegas, para provocar el sobresalto y la sorpresa tanto de los youtubers como de los potenciales espectadores. El largometraje es un clásico ejercicio de los cuales vimos infinidad de veces, desde aquella famosa película que revolucionó en el género en 1999 llamada “The Blair Witch Project”. Obviamente, con el avance de la tecnología, películas como “Gonjiam” pueden utilizar recursos atractivos como drones, gopro, multicámaras, etc; y si bien por momentos la obra transita por algunos lugares comunes de este estilo de films, resulta ser un viaje entretenido gracias al carisma de sus personajes y a lo compacta y prolija que resulta ser su estructura. A nivel técnico se destaca el montaje gracias a la gran cantidad de posibilidades que otorga la narrativa que presenta al director desde la carpa base que tiene la producción del programa donde dirige todo el show. Esta excusa le da la libertad de ir yuxtaponiendo infinidad de cámaras y alternando varios puntos de vista. Por otro lado, resulta interesante que se sugiera más de lo que se muestre (algo habitual en el comienzo de este tipo de historias) y no que se caiga en el facilismo del gore más duro. También cabe destacar que el director decide proponer una interesante tesis sobre internet y las personas, el voyeurismo, el cuestionamiento de la veracidad de los productos web, entre otras tantas cosas que asimismo enriquecen el film. “Gonjiam: Hospital Maldito” es una película entretenida que hará pasar un buen rato a los fanáticos del género pero que tampoco ganará demasiados puntos por su originalidad. Una obra para disfrutar sin demasiadas pretensiones.
“Alpha” es de aquellos films que intentan imaginar cómo fue la vida del hombre durante la prehistoria. Dentro de este subgénero de películas hubo distintos exponentes con los más dispares resultados. Muchos recuerdan a “La Guerra del Fuego” (1981) como la más “realista” y cuidada de todas, pero lo cierto es que hubo una gran cantidad de estos relatos que buscan contar los distintos aspectos de la vida del hombre de las cavernas. Roland Emmerich fue el encargado de brindar uno de los últimos exponentes de este género en la tan olvidada “10.000 BC” (2008), una cinta plagada de fantasía e impacto visual que no buscaba para nada la veracidad histórica pero tampoco se destacaba a nivel narrativo. En el medio de la cuestión se encuentra “Alpha”, un largometraje que busca conjeturar acerca del inicio de la amistad entre el hombre y el perro. Es por ello que la película gira en torno a un joven llamado Keda (Kodi Smit-McPhee), que buscará aliarse con un lobo en la lucha por la supervivencia. El film cuenta un relato épico ambientado en la Europa de hace 20.000 años, durante la última glaciación. En mitad de su primera cacería con el grupo de élite de su tribu, Keda es herido y dado por muerto. Al despertar se encontrará débil y solo, y deberá aprender a sobrevivir y abrirse camino ante la dura y cruel naturaleza. Acompañado a regañadientes de un lobo abandonado por su manada, los dos aprenderán a confiar el uno en el otro, convertirse en aliados y superar los innumerables peligros para intentar encontrar el camino a casa antes de que llegue el letal invierno. Comencemos diciendo que la historia es algo convencional, pero eso no quita todos los méritos que sumó Albert Hughes (“The Book of Eli”) para realizar un trabajo sumamente prolijo y entretenido. Una trama anticuada en términos narrativos, pero contada con una elegancia impecable y con un excelente desempeño a nivel técnico. En lo referido al aspecto visual resulta realmente sublime lo que hizo Martin Gschlacht con la fotografía de la cinta, que hará que el espectador no pueda despegar los ojos de cada plano que va percibiendo con el correr del metraje. Por el lado de las interpretaciones, hay que destacar el trabajo de Smit-McPhee (“X-Men Apocalypsis”), cuya composición de Keda demuestra estar invadida de emoción, a pesar de tener que usar un idioma ficticio inventado para la ocasión (otro mérito de la cinta de no incurrir en el facilismo de utilizar el inglés) y tener pocos diálogos. Si bien por momentos puede resultar increíble o inverosímil lo que se nos está contando, el relato en líneas generales se sostiene por ser entretenido y conmovedor al explotar ese vínculo entre el hombre y el animal. “Alpha” resulta ser un relato emotivo, impecablemente realizado y con un esplendor visual que impacta, en lo que respecta a la historia puede ser algo trillada y desarrollarse en ciertos lugares comunes, pero el camino por transitar no deja de ser placentero.
40 años atrás, John Carpenter dejaba una huella imborrable en el cine de género con la que sería una de las pioneras en el slasher. Aquel clásico instantáneo sugería mucho más de lo que mostraba y se tomaba su tiempo para crear la atmósfera opresiva y el suspenso necesario para que, al igual que los personajes, nos sintamos constantemente acechados. Lo que vino después fue historia conocida, Michael Myers se convirtió en uno de los asesinos más icónicos de la ficción cinematográfica, lo cual impulso a que se realizan una infinidad de secuelas de escaso interés y valor artístico, que no pudieron replicar aquello que había hecho grande a la primera. Hoy, muy lejos de aquella primera entrega, y habiendo varios capítulos olvidables que además amenazaron y atentaron contra la coherencia y el verosímil de la saga, se estrena un largometraje que propone dejar de lado aquellas 9 historias posteriores para ser la secuela directa de la original. Una idea atractiva y osada que de haber salido mal hubiesen causado lo mismo que se plantearon las predecesoras. “Halloween” (2018) es un film dirigido por David Gordon Green, realizador de interesantes y variadas propuestas como “Pineapple Express” (2008) y “Stronger” (2017), pero también responsable de varios largometrajes menores como “The Sitter” y “Your Highness”. En esta oportunidad, Green vuelve a su mejor forma, ante todo pronóstico, para deleitarnos con una secuela intrigante, con un enfoque original en primera instancia y bastante visceral para los que estén con ansias de ver hemoglobina en la pantalla grande. Jamie Lee Curtis regresa a su icónico personaje Laurie Strode, quien llega a la confrontación final con Michael Myers, la figura enmascarada que la ha perseguido desde que escapó de la matanza de la noche de Halloween hace cuatro décadas en la localidad de Haddonfield, Illinois. Todo permanecía en un estado de “tranquilidad” hasta que un micro que trasladaba a enfermos psiquiátricos, entre los que se encontraba Myers, protagoniza un accidente automovilístico, haciendo que el temible homicida vuelva a estar en libertad luego de 40 años. Como es costumbre, Michael acechará a los habitantes de Haddonfield y en especial buscará retomar su violento vínculo con Laurie y su familia. Su hija Karen (Judy Greer) y su nieta Allyson (Andi Matichak) al principio ven cómo Laurie parece no querer dejar atrás el pasado y cómo su creciente agorafobia no hace más que acrecentar este hecho. No obstante, más tarde se darán cuenta de que todos los miedos de la abuela fueron los que la prepararon para este momento donde se definirá quién será el vencedor de este formidable duelo. La cinta inicia con una secuencia aterradora donde dos periodistas proceden a intentar entrevistar a Myers que en su prolongado período de cautiverio no emitió palabra alguna con ninguna persona. Es ahí donde se empieza a gestar ese clima avasallante que también presentaba la película de 1978. Luego la acción llevará a este dúo periodístico compuesto por Rhian Rees (“The Lears”) y Jefferson Hall (“Taboo”) a entrevistarse con Laurie que los recibe con pocas pulgas en lo profundo de su morada donde se encuentra altamente armada y preparada ante un posible enfrentamiento. La trama va saltando desde Michael Myers y su escape, al ámbito familiar que envuelve a Laurie. Lo interesante del relato es que a pesar de las secuelas que tiene el personaje de Jamie Lee Curtis, en ningún momento se la muestra como una víctima sino que todo lo contrario, se la ve como una mujer decidida y empoderada que quiere cerrar un capítulo de su vida. Por otro lado, resulta atractiva esa dualidad que se nos presenta en donde este enfrentamiento hace que Dr. Sartain (Haluk Bilginer) se pregunte si no se invirtieron los roles y ahora “el monstruo” no es Laurie que espera con ansias el enfrentamiento, como una especie de descenso silencioso a la locura que sirvió como forma pasajera de dejar atrás el conflicto para la protagonista. Si bien el film no es sumamente innovador en términos de temática o de proposición de regreso de un papel mítico, sí hay que destacar que le encontraron una vuelta de tuerca al retorno de la protagonista original en ese rol de víctima convertida en personaje de acción, provocando una transformación o un crecimiento importante como personaje. Esa excusa, sumado a un tercer acto impresionante lleno de tensión y momentos de verdadero suspenso, una dirección inspirada de Green y varios guiños al film original que van desde la secuencia de títulos hasta planos calcados pero con un giro narrativo, hacen que esta nueva secuela sea una experiencia sumamente entretenida y terrorífica para los fans de la saga y, por qué no, para un nuevo contingente de fanáticos que se gesten con esta versión y las venideras (ya está casi confirmada una secuela de esta versión). El resultado es interesante y quizás todo esto no esté solo provocado por el talento de los involucrados sino también por la vuelta de Carpenter a la producción ejecutiva de la saga, encargándose de controlar el producto final. “Halloween” (2018) es un producto cargado de fan service, un desenlace poderoso y una inversión de los roles de víctima/victimario bastante provocativa y atrapante. Una secuela digna de un clásico.
Locamente Millonarios: Amores y enredos de una boda. Locamente Millonarios (Crazy Rich Asians) se convirtió en la comedia romántica más exitosa de la década a nivel mundial. Por ello decidimos indagar en este fenómeno que se originó en la literatura y cuya adaptación bate récords en la taquilla tanto norteamericana como internacional. El director Jon M. Chu (Now You See Me 2, G.I. Joe: Retaliation) nos presenta una comedia romántica con pequeños tintes de drama bastante formularia en términos narrativos, pero de aquellas que vale la pena visualizar, ya que están bien ejecutadas y confeccionadas desde su génesis, presentando ciertos valores agregados que la distinguen por sobre la media de este tipo de productos. El largometraje que adapta la exitosa novela homónima de Kevin Kwan nos cuenta la historia de Rachel Chu (Constance Wu), una joven profesora universitaria, que es invitada por su novio, Nick Young (Henry Golding), a la boda de su mejor amigo en Singapur, país donde se crió. Los nervios por el hecho de conocer a la familia de su novio, de la cual posee escasa información, se ven acrecentados cuando descubre que Nick ha olvidado mencionar que no solo es el heredero de una de las familias más ricas del país, sino también uno de sus solteros más codiciados. Rachel es el objetivo de los celos de todas las jóvenes de la alta sociedad de Asia y, peor aún, de la propia madre de Nick (Michelle Yeoh), la cual desaprueba también esta relación. Así es como la joven deberá afrontar la situación, si es que quiere continuar con la relación que lleva con Nick. Entrarán en juego cuestiones relacionadas a las banalidades, el materialismo y las chabacanerías de las clases adineradas de Singapur, pero también se expondrá un contraste con las más excéntricas e impertérritas tradiciones chinas sobre la conformación de la familia y el rol de cada uno en ella. Por otro lado, tanto Rachel como Nick llevan un tiempo largo viviendo en Estados Unidos, llegando al punto de estar totalmente “americanizados” en lo que se refiere a cultura y estilo de vida. Todo este entorno interesante se ve un poco deslucido debido a que se muestra al contexto asiático como sumamente globalizado, un hecho que se profundiza aún más si tenemos en cuenta que la mayor parte de la cinta está hablada en inglés. No obstante, es gracias a un guion de fórmula, pero bastante cuidado y lo suficientemente inteligente como para desarrollar personajes atractivos, que la película consigue sobresalir y distinguirse por sobre la mayor parte de los productos de esta índole que venimos presenciando en los últimos tiempos. Por otro lado, es sumamente atractivo el hecho de que la acción se sitúe en el seno de la comunidad china/singapureña y reuniendo a un elenco totalmente asiático para la ocasión. Estas historias, más allá de los resultados en términos artísticos y/o de calidad, merecen ser contadas para lograr, la muchas veces insuficiente, representación de las minorías étnicas en la pantalla grande. El guion, a pesar de su aire genérico, y el trabajo de dirección del realizador estadounidense de origen chino hicieron que se destaquen los distintos intérpretes, consiguiendo una estupenda química entre sus protagonistas Henry Goldin (A Simple Favour) y Constance Wu (Parallels), y un estupendo acompañamiento de varios personajes secundarios entre los que se destacan el de Awkwafina (Ocean’s 8) y el maravilloso trabajo de Michelle Yeoh (Crouching Tiger, Hidden Dragon), como la conservadora y sobreprotectora madre de Nick. Otro aspecto destacado del film está relacionado con el diseño de producción, la dirección de arte y la banda sonora que son piezas angulares para meternos de lleno en ese territorio foráneo e intrigante que compone el país más pequeño del sudeste asiático y su contraposición con la cultura occidental que son parte del conflicto central. Todos estos elementos hacen que Locamente Millonarios sea una propuesta entretenida aunque poco innovadora en cuanto a trama y estructura. Una dirección inspirada y unas actuaciones más que dignas terminan enalteciendo el resultado final.
Amor de Vinilo: Recuperando el tiempo perdido. Jesse Peretz (Our Idiot Brother) nos ofrece esta comedia dramática llena de nostalgia y extrema sensibilidad que hace un sincero análisis sobre la paternidad, el amor, los problemas familiares, las ausencias y las segundas oportunidades. Juliet, Naked, titulo original de la obra, es un film basado en una novela Nick Hornby responsable de títulos como About a Boy y High Fidelity, ambas adaptadas al cine con gran éxito. Este largometraje guarda ciertas semejanzas con el de High Fidelity en ese aire melancólico que rodea a la industria musical y a las estrellas independientes caídas en el olvido. Todo comienza cuando Annie (Rose Byrne) llega a la conclusión que se encuentra atrapada en una relación toxica con Duncan (Chris O’Dowd), un fanático obsesivo del oscuro rockero Tucker Crowe (Ethan Hawke). Cuando un demo acústico del exitoso disco de Tucker de hace 25 años sale a la luz, su lanzamiento lleva a un encuentro que cambiará su vida con el esquivo músico. Una historia cuya superficie la hace ver como algo convencional pero que con el correr del metraje ira desarrollando algunos temas complejos característicos de las historias de Hornby. Personajes atrapados en el pasado, malas decisiones que los obsesionan, vidas estancadas dispuestas a ser recompuestas, entre varios tópicos más. Annie siente que ha perdido 15 años de su vida al lado de Duncan y Tucker Crowe se encuentra atribulado por el hecho de vivir en el garaje de su ex mujer criando al hijo que ambos tienen en común y viviendo de viejas regalías por su carrera musical. Un futuro poco prometedor que se verá comprometido por la relación que comenzará a la distancia con Annie mediante mails y mensajes de texto. Esta especie de relación que comienzan a construir los llevará a cada uno a replantearse ciertas decisiones que fueron tomando en el pasado y buscando recomponer relaciones con los hijos de otros matrimonios por el lado de él y buscando nuevos desafíos en el futuro y/o un cambio de aire por el lado de ella. La idea de rehacer la vida, madurar y aceptar las responsabilidades de la vida adulta serán varios de los temas tratados por este pequeño pero encantador film. Resulta realmente interesante el trabajo de guion que presenta la película, ya que erige mediante sutilezas un montón de conflictos internos que de a poco van saliendo a la luz y que terminan de construir personajes fuertes y con determinación. Rose Byrne (Insidious) vuelve a desplegar su capacidad para la comedia pero incluso grandes matices que funcionan mejor en el drama que propone este relato. Poco queda decir de Ethan Hawke (Before Sunrise) un intérprete excesivamente talentoso que últimamente no ha tenido oportunidad de destacarse en la pantalla grande pero que cuando la tiene vuelve a hacer gala de sus apreciables facultades y aptitudes. La química de estos dos actores más el aporte del incómodamente hilarante Chris O’ Dowd (The IT Crowd) hacen que la cinta se destaque aún más por sobre la media de este tipo de comedias. Por otro lado, cabe destacar la banda sonora que aporta su cuota de sensibilidad a un trabajo perfectamente planeado desde lo narrativo a pesar de la familiaridad de sus temas y las similitudes que pueda llegar a tener a otros trabajos del autor. Amor de Vinilo (un título desacertado para la propuesta) es un film encantador, divertido, nostálgico y romántico que no defraudará a los amantes de las comedias dramáticas y de la buena música.
Fritz Böhm (“Mondmann”), realizador de origen alemán, nos ofrece su primera incursión en el cine de género norteamericano con un film que tiene una propuesta interesante, la cual se va diluyendo un poco en la segunda mitad, pero que aun así resulta ser más fresco e innovador que varias de las últimas propuestas de este estilo provenientes de tierras estadounidenses. “Criaturas Nocturnas” cuenta la historia de Anna (Bel Powley), una joven que se pasó su infancia en cautiverio, bajo la mirada de un misterioso hombre al que conocía como su padre (Brad Dourif). Un día la sheriff del pueblo, Ellen Cooper (Liv Tyler), libera a Anna en plena etapa de la adolescencia, y la ayuda a comenzar una nueva vida acogiéndola en su casa, pero las pesadillas sobre unos monstruos llamados “Wildlings” interrumpen la posibilidad de una existencia normal de la pequeña Anna. Lo peculiar de esta propuesta radica en su mixtura de estilos y arquetipos genéricos, optando en primera instancia por un drama de personas secuestradas, pasando por un posible escenario de terror/fantasía que involucra entidades o seres mitológicos y finalmente un coming of age clásico, que busca indagar en las tribulaciones de una joven que comienza a experimentar cambios a nivel hormonal, personal, impulsiva y sentimentalmente. Este escenario da lugar no solo a un producto atrapante y seductor, sino que también deja espacio para la reflexión sobre la otredad, la intolerancia, el miedo a lo desconocido, y el comportamiento del individuo como masa que lo lleva a odiar o querer aniquilar lo inexplorado por el temor infundado a nivel grupal. Quizás la cinta falla en no tener una transición más armónica de un estilo a otro, pero el atractivo lo mantiene intacto hasta el final, que se presenta de manera algo convencional pero efectiva. Al principio es un relato que nos recuerda un poco a “Thelma” (2017), un thriller con varios puntos de contacto con el siguiente, pero que terminaba de redondear la historia de manera más armoniosa y menos atolondrada. Posiblemente, a “Widling” (el nombre de la obra en su idioma original) le hubiese resultado beneficioso profundizar más en ciertos momentos antes de proceder hacia la persecución desenfrenada de la criatura del título. Sin embargo, varios de estos elementos se compensan en otros aspectos, tales como la marcada estética visual, donde muchas veces es realmente predominante y logra transmitir más información mediante ella, haciendo que se incurra mucho menos en diálogos banales y los traumas físicos y los cambios corporales que atraviesa la protagonista. Realmente, resulta destacable el trabajo de Bel Powley, que representa el alma y la razón de ser del largometraje, cargándose prácticamente toda la obra al hombro. Una interpretación interesante de una actriz joven y talentosa que muestra carácter y habilidad para protagonizar una historia de esta índole. Por el lado de los efectos especiales, cabe destacar que muchas veces se ve el artilugio y se los nota deslucidos, tal vez como resultado de ser un film de bajo presupuesto, pero termina siendo una falencia que complica la experiencia cinematográfica de este estilo. “Criaturas Nocturnas” es una película con una historia poco convencional, pero que le falta homogeneizar más el tono de los distintos aspectos del relato al igual que un desarrollo menos precipitado para ser una obra superior. No obstante, termina brindando una experiencia placentera gracias a la inspirada interpretación de la protagonista.