Generalmente las biopics son relatos que se basan en hechos reales que rodean a artistas, personalidades históricas, deportistas, políticos y todo tipo de figura cuya vida tenga ciertos pasajes que merecen la pena ser contados. “Gauguin: Voyage de Tahiti” es un film que se propone indagar en cierto período de la vida del pintor francés Paul Gauguin y su viaje a Tahití, abandonando a su familia en tierras parisinas para poder perseguir su sueño de encontrar la inspiración que lo lleve a una pintura libre, salvaje y lejana de los códigos morales, políticos y estéticos de la Europa civilizada. Así es como se adentra en la selva, haciéndole frente a la soledad, la pobreza, la enfermedad, cambiando de aire para tratar de despertar ese espíritu artístico. Allí conocerá a Tehura, que se convirtió en su esposa y protagonista de sus más grandes pinturas. A primera vista, el viaje que propone el largometraje parece ser sumamente interesante por la enorme figura del pintor, interpretado por el siempre genial Vincent Cassel (“Irreversible”), y por aquel atractivo período que llevó al protagonista a convertirse en el renombrado abanderado del postimpresionismo. Convengamos que también resulta curioso el caso de que haya alcanzado el reconocimiento detrás de su fallecimiento, lo cual no hace más que agrandar la leyenda de lo que se nos está contando. Sin embargo, todos estos elementos no son suficientes para compensar el tratamiento superficial a nivel narrativo y el carácter reiterativo, por momentos poco inspirado, de lo que se nos muestra. Edouard Deluc (Mariage à Mendoza) no logra generar interés y/o algo sustancial para relatar acerca del tortuoso y atribulado camino que recorre Gauguin. El sufrimiento del artista es mostrado y sugerido a partir de la sentida interpretación de Cassel y las bellísimas imágenes que propone Pierre Cottereau, consiguiendo retratar los preciosos paisajes de Tahití con destreza y el grado justo de poética, pero después falla a nivel narrativo. Es como que la serie de acontecimientos carece de cohesión y viajan a la deriva a través de una parsimonia que tampoco lleva a conectar con el espectador. Todos los condimentos están ahí, una historia de base seductora, un buen elenco y un elevado trabajo a nivel fotografía. Lo que le falta al relato es unir todas esas partes en un guion un poco más trabajado. Si bien se reflejan ciertas actitudes y pasajes de la vida de Paul Gauguin, la cinta carece de la profundidad necesaria para poder revelar con mayor detalle la naturaleza del artista y el vínculo entre su dolorosa vida y la obra producto de ella. “Gaugin: Viaje a Tahiti” relata de manera monótona y trivial el periplo que atravesó el famoso pintor en un film que podría ser mucho más por la calidad técnica e interpretativa que rodea al relato.
¿Cómo es que una película como “A Star is Born” llega a tener tres remakes? La respuesta es sencilla, presenta una historia de corte clásico con una temática muy atractiva y cuyos valores o asuntos son de carácter universal. Además, resulta ser un combo infalible y seductor para que vayan descubriendo las nuevas generaciones que no tuvieron acceso a las versiones anteriores. El film original data del año 1937 y tenía a Janet Gaynor y Fredric March como la pareja protagónica. Aquella cinta dista mucho de la actual, ya que los personajes eran actores y el camino que transita el personaje principal hacia el estrellato es en el mundo del espectáculo, buscando un lugar como actriz en Hollywood. Luego en 1954, hubo una adaptación que se acerca un poco más a la actual que presenta a James Mason y a Judy Garland como la dupla actoral y que explota el talento vocal de Garland a lo largo de varias canciones que tienen lugar durante el metraje. Por último, la reinterpretación más cercana a la moderna es la que protagonizan Barbra Streisand y Kris Kristofferson, donde los personajes ya pertenecen al mundo de la industria musical, haciendo que se vincule directamente con la que hoy nos toca ver. Bradley Cooper hace su debut como realizador en este largometraje que inicialmente iba solo a interpretar, pero cuya dirección iba a caer en Clint Eastwood. Cuando el reconocido director decide dar un paso al costado, Cooper, que ya estaba definido como el protagonista, decide hacerse cargo del film dirigiendo, coproduciendo y participando también en la coescritura junto a Eric Roth (“Forrest Gump”, “The Curious Case of Benjamin Button”). Viendo el resultado final, podemos decir que Cooper da justo en la tecla prácticamente en todos los aspectos. Desde la dirección se nota todo su bagaje como actor, priorizando las actuaciones en términos de manejo de cámara, pero a su vez le sirven como un complemento perfecto para exteriorizar los conflictos internos de los personajes. El papel de Jackson Maine (Cooper), estrella de música consagrada que se encuentra en plena decadencia producto de una vida llena de abusos a las drogas y al alcohol, hace su presentación en la cinta por medio de planos realizados con cámara en mano que sacan a relucir toda esa borrachera que ya es moneda corriente en su vida. Todo lo relacionado a las secuencias musicales representan un triunfo a nivel técnico (ya desde el registro que en muchas ocasiones son grabados en vivo y no en estudio), que demuestran la astucia y pericia del director debutante para relatar los acontecimientos. Por el lado narrativo, si bien la historia es bastante tradicional y común, la misma está armónicamente balanceada, presentando ciertos aspectos nuevos respecto de sus versiones anteriores que enriquecen al relato. Asimismo, el encuentro entre los protagonistas se da de manera más natural y motivada que en la película original, introduciéndolos tempranamente en el relato para pasar a contar aquella historia de ascenso/descenso de cada personaje y cómo ese vínculo resulta ser lo más trascendental para ambos. Esto da lugar a que Lady Gaga pueda lucirse a nivel musical en las diferentes canciones que le toca cantar, y un poco menos a nivel actoral donde todavía se la nota dubitativa para hacerse cargo del protagónico. No obstante, suele salir bien parada gracias a la enorme química que presenta con su contrapartida, el enorme Bradley Cooper, que seguramente logre obtener una nominación al Oscar por su sentida y desgarradora interpretación de Jackson Maine. Una de las sorpresas que nos brinda el film es el rol secundario de Sam Elliot (“The Big Lebowski”), que siempre tuvo papeles pequeños en los que nunca desentonó como actor, pero, en esta ocasión, su composición del hermano mayor de Jackson Maine le dio la oportunidad de sacar a relucir su talento por medio de momentos dramáticos llenos de matices. Muchos considerarán a “Nace una Estrella” como un producto convencional y poco creativo, y en parte tendrán mucha razón, pero la película demuestra ser un largometraje excelentemente realizado, con grandes secuencias musicales y una excelsa interpretación de Bradley Cooper. Un drama de proporciones épicas que transita desde la comedia romántica hasta el melodrama con gran pericia sin caer en la exageración o el desvarío tonal.
Ruben Fleischer (“Zombieland”) es el encargado de entregarnos esta primera aventura del villano/antihéroe que marcará el inicio del Spiderverse que tiene planeado lanzar Sony para competir contra el resto de los estudios en materia de películas comiqueras. “Venom” es un film que tuvo que atravesar varios inconvenientes para llegar a la pantalla grande. El proyecto viene figurando en las carpetas del estudio hace diez años y por algún motivo nunca llegó a concretarse hasta la fecha de hoy. Obviamente, cuando se confirmó la producción de la primera entrega del simbionte más querido de Marvel, las expectativas se dispararon al mismo tiempo que recordaron al público su fallida presentación en “Spider-Man 3” (2007) de Sam Raimi. La incertidumbre fue acompañada de la buena noticia de que el protagonista de la historia iba a ser Tom Hardy (“Mad Max: Fury Road”), uno de los actores más prolíficos y destacados de la actualidad. Con el talento ubicado tanto detrás como delante de cámara y sabiendo que en los roles secundarios iban a estar grandes intérpretes como Michelle Williams (“Blue Valentine”), Riz Ahmed (“Rogue One”) y Jenny Slate (“Zootopia”, “Parks and Recreation”), la expectativa fue creciendo. Sin embargo, los trailers comenzaron a dejar algunas dudas al mismo tiempo de que se confirmó que el largometraje sería para un público +13 en lugar del inicialmente prometido +18. La cinta cuenta la historia de Eddie Brock (Hardy), un periodista que lleva tiempo intentando desenmascarar al creador de la Fundación Vida, el famoso genio científico Carlton Drake (Ahmed), una obsesión que ha arruinado su carrera y su relación con su novia, Anne (Williams). Al investigar uno de los experimentos de Drake, el ente alienígena Venom se fusiona con el cuerpo de Eddie, y el reportero adquiere de pronto nuevos e increíbles superpoderes. Retorcido, oscuro, impredecible e impulsado por la cólera, Venom obliga a Eddie a luchar por manejar unas habilidades sumamente peligrosas que, al mismo tiempo, también resultan embriagadoras y le hacen sentir poderoso. El extraterrestre busca un cuerpo donde habitar para controlarlo y poder alcanzar el objetivo de volver a su planeta y regresar con sus pares y “devorarse” nuestro mundo. No obstante, ambos deberán unir fuerzas para acabar con Drake cuya ambición lo lleva a fusionarse con el simbionte conocido como “Riot”. Dado que Eddie y Venom se necesitan mutuamente para conseguir lo que quieren, se van entremezclando cada vez más, sin saber dónde termina uno y dónde empieza el otro. El relato está levemente basado en el arco comiquero de Venom titulado “Lethal Protector”, donde el simbionte hacía las paces con Spiderman y prometía comportarse siempre y cuando lo dejara solo y no lo siguiera a San Francisco que iba a ser su nuevo hogar, lugar donde iba a ser cazado por otros simbiontes y donde Spiderman iba a tener que interceder para ayudar. Como bien sabemos, este film no cuenta con la participación de Spiderman por lo que cambiaron el origen del villano y directamente lo delinearon como el antihéroe que comienza a ser por un tiempo acortado luego de los eventos de este comic antes mencionado. Viendo el resultado en pantalla y dejando de lado todo tipo de preconcepto, podemos decir que la cinta es una mezcla heterogénea y realmente caótica que no termina de alcanzar una dirección acertada a la cual aferrarse y concluye desbarrancando de la peor manera. El film de Fleischer tiene un serio problema tonal que ocasiona varios momentos absurdos, grotescos y/o exagerados que descolocan al espectador. En el comienzo parece que nos encontramos ante un film más “adulto” que coquetea con el terror, sin embargo, a los pocos minutos esto queda descartado con ciertos instantes en los que se incurre en gags demasiado banales que no aportan nada e intentan emular el humor de Marvel Studios, pero desde una perspectiva aún peor. Luego, el público se verá invitado a ser testigo de la clásica reproducción de las películas de inicio de superhéroes que se hicieron tan populares en los años 2000, donde se estaban dando los primeros pasos en esta materia (descartando las películas de Batman y de Superman 80 y 90), por lo que es todo bastante convencional y trillado. Además, sumemos que el villano está desdibujado y no logra representar una fuerte oposición o contrapartida que se oponga al protagonista. Venom es primero villano y luego antihéroe, es por eso que más allá de que es una adaptación y no un comic, resulta ser de poco interés todo lo que se nos narra en el film, más que nada porque Venom es lo que es gracias a su odio o su obsesión por Spiderman. Spiderman es lo que le da motivaciones o un carácter al personaje de Venom y a su Eddie Brock. En la cinta que nos reúne en esta ocasión, Venom parece más un héroe que un villano y sus motivaciones (desdibujadas), al igual que su comportamiento, es siempre el de una persona conflictuada pero con un trasfondo bonachón. Tom Hardy es un gran actor y podría llegar a funcionar en alguna comedia, pero su histrionismo y su talento interpretativo se ven amenazados por un guion sin rumbo, plagado de lugares comunes y de sobreexposicion de información, al igual de que cuenta con varios “Deux Ex Machina” que no hacen más que profundizar la crisis narrativa del evento. Su relación de duo dinámico con el simbionte no hacen más que acrecentar ese sentimiento de sobreactuación que trae aparejada esa relación de Dr. Jekyll y Mr. Hyde que mantiene con sí mismo, e incluso que se ve empeorada por los gags y los diálogos absurdos que mantienen entre ellos. Respecto a la técnica, la dirección de fotografía se ve volcada a esta estética más oscura y terrorífica que nunca termina de realizarse, acrecentando ese sentimiento de problema de tono que tiene la película. La edición es otro de los problemas que tiene el film, haciendo que en las secuencias de acción muchas veces perdamos la referencia de lo que está pasando debido a una pobre fragmentación del espacio escénico. El CGI es otra de las fallas que presenta el largometraje, con varios momentos en donde se nota el artificio y se ve demasiado falso todo lo relacionado con los simbiontes y las peleas entre las criaturas. Finalmente, podemos decir que “Venom” resulta ser aquel deslucido relato que adelantaban los trailers debido a una pobre ejecución tanto a nivel técnico como narrativo y que falla principalmente en la búsqueda de su identidad y su público. “Venom” es un producto que parecía más afín a un público más adulto como el de “Deadpool” (2016) pero que, seguramente, por cuestiones económicas el estudio rechazó. Un personaje que necesita de su otra mitad, Spiderman, para equilibrar la balanza.
El actor John Carroll Lynch (“Fargo”) debuta como director en este pequeño film dramático cargado de nostalgia y melancolía, al igual que una profunda performance de Henry Dean Stanton (“The Straight Story”, “Alien”). El protagonista nos ofreció su última interpretación como actor, ya que murió en septiembre del año pasado, cosa que no hace más que agregarle una mayor significación a la trama y a los elementos que trata el largometraje. La obra nos cuenta la historia de Lucky (Stanton), un nonagenario que lleva una apacible existencia en un pueblo de Texas, con una rutina y unos hábitos muy marcados. Un día su vida se ve alterada por un pequeño accidente doméstico que lo lleva a consultar el médico, el cual le explica que su salud es impecable y que su traspié fue producto de la edad avanzada. Así es como Lucky empieza a darse cuenta que se encuentra en la recta final de su vida y que los achaques de la edad comenzarán a ser moneda corriente. La película nos sumerge en un viaje de autodescubrimiento, donde entrarán en juego cuestiones como la soledad, los seres queridos, la espiritualidad y tantos otros asuntos de carácter existencial que llevarán tanto al espectador como al protagonista a reflexionar y deliberar. Nos encontramos con una comedia dramática sutil, modesta y de corte intimista, que logra crear una atmósfera acogedora impulsada por un guion interesante y un trabajo actoral maravilloso, acompañado por varios papeles secundarios atractivos compuestos por Ron Livingston, Ed Begley Jr., Tom Skerritt, James Darren y Barry Shabaka Henley y por el genial David Lynch (“Twin Peaks”, “Blue Velvet”), que deja de lado la dirección para ofrecernos un personaje excéntrico y encantador digno de uno de sus fantásticos relatos. Por otro lado, uno de los aciertos a nivel técnico y estético, está representado en la dirección de fotografía de Tim Suhrstedt (“Little Miss Sunshine”), que envuelve y abraza esa nostalgia por medio de colores cálidos reflejados en ese paisaje árido que trae aparejado el escenario texano. Quizás “Lucky” no resulte ser un plato digerible para toda la audiencia, pero habrá un gran sector del público que saldrá encantado por su aire reflexivo y metafórico. El protagonista parece ser un viejo cowboy que vive en un pueblo quedado en el tiempo, y posiblemente su propia vida se haya quedado en una época anterior, habiendo dejado muchas cosas pendientes. Ante el paso del tiempo, el protagonista intenta reconciliarse con la idea de su propia mortalidad. Todo esto lo iremos descubriendo de a poco gracias a varias conversaciones y/o diálogos que el solitario personaje irá teniendo con personas del pueblo que resultan ser viejos conocidos o algunos forasteros que se involucran en la vida local. Por momentos puede resultar algo cansino el ritmo narrativo, pero se utiliza como un recurso para meternos en ese estado de miedo, confusión y desconcierto que atraviesa el personaje. “Lucky” es un viaje poético y desolador como el lugar donde se desarrolla la acción. Un proceso de autodescubrimiento, donde el protagonista descubrirá que “venimos solos y nos vamos solos de este mundo”, pero para ello tendrá que hacer las paces con su voz interior y con sus conocidos. Un film pequeño pero interesante que se destaca a nivel interpretativo y narrativo.
Proveniente del Reino Unido llega esta ópera prima antológica de Jeremy Dyson y Andy Nyman, que reúne historias paranormales unificadas por un mismo individuo que se encargará de investigar la veracidad de dichos relatos. El escéptico profesor Phillip Goodman (Andy Nyman) fue testigo de cómo el extremismo religioso de su padre llevó a que éste expulsará a su hermana de la familia, hecho por el cual, como adulto, se dedicó a desacreditar a videntes fraudulentos o a toda clase de individuos que intenten explotar la fe o la superstición de las personas. El trabajo de su existencia se convierte en evitar que las vidas de las personas se arruinen por la de la misma manera que las de su familia. Un día Goodman recibe una invitación para visitar a un famoso investigador paranormal de los años 70, Charles Cameron (Leonard Byrne), quien lo inspiró de niño, pero que ha estado desaparecido durante décadas y ahora vive en una caravana, enfermo y empobrecido. El anciano le pide que investigue tres incidentes de fantasmas supuestamente reales sobrenaturales que nunca pudo desentrañar y que para él contrarrestan toda la investigación de su vida. Con este interesante e intrigante argumento arranca “Ghost Stories”, este pequeño film británico que cosechó buenas críticas gracias a su ingenio. El problema de los largometrajes compuestos por varias historias o estos films de antología, suele radicar en los diversos resultados que pueden tener estos relatos en cuanto a calidad e interés con el resto de ellos. Ya al pertenecer a la misma pieza audiovisual hace inevitable que se comparen entre sí. No obstante, una de las cosas atractivas de esta propuesta recae en que no son historias aisladas sino que están aglutinadas o amalgamadas por medio de una misma estructura que sigue al protagonista de turno. Si bien cada relato tendrá a un individuo como el personaje principal de los extraños sucesos descritos, estará el profesor Goodman como el protagonista indiscutido de toda la obra en sí consiguiendo sobre el final de la misma un logrado cierre que no hace más que homogeneizar aún más los distintos relatos. Si a todo esto le sumamos unas actuaciones competentes, la participación del siempre genial Martin Freeman (“Sherlock”, “The Hobbit”) y una atmósfera enrarecida pero atrapante creada por sus directores y elevada por el trabajo de fotografía de Ole Bratt Birkeland (“Utopia”), podemos establecer que el resultado final es más que positivo. Como bien mencioné, a veces se pueden ver ciertas irregularidades en las antologías o quizás algún relato no termine de convencer del todo, pero viendo la imagen completa, “Ghost Stories” termina convenciendo gracias a sus intensos y excéntricos personajes que no resultan ser narradores confiables y, por lo cual, el público se verá obligado a desconfiar de absolutamente todo lo que se le cuenta. Incluso deberá desconfiar de los pósters y el mismo título del largometraje, ya que puede ser que no sea la típica experiencia terrorífica actual que el espectador promedio espera por medio de los recurrentes jump scares (que los hay) y las espantosas muertes a las que nos tiene acostumbrados el género en los últimos tiempos.
El director sueco Björn Runge (“Happy End”) es el encargado de adaptar esta historia basada en una novela de Meg Wolitzer. El largometraje nos trae una historia que ya pudimos ver en otras ocasiones y que hace hincapié en el rol relegado de la mujer, por lo cual resulta bastante acertada para los tiempos que corren. El problema radica en su convencionalismo y en su puesta casi teatral, donde se prioriza más que nada a los personajes de los protagonistas para que se destaquen. Como si toda la película fuera una excusa o un vehículo para el lucimiento de Glenn Close (“Dangerous Liasons”) y Jonathan Pryce (“Pirates of the Caribbean”). La cinta nos relata cómo Joan Castleman (Close), una buena esposa, de belleza madura y natural, resulta ser la mujer perfecta para el escritor Joe Castleman (Pryce). Pero lo cierto es que lleva cuarenta años sacrificando sus sueños y ambiciones para mantener vivo su matrimonio. Sin embargo, Joan ha llegado a su límite y durante las vísperas de la entrega del Premio Nobel de Literatura a Joe, Joan decide desvelar su secreto mejor guardado. No hay nada que objetarle a la obra a nivel interpretativo. El duelo actoral en el que se embarca el dúo protagónico es superlativo. Lo de Glenn Close es realmente sorprendente y en muchos pasajes del relato solo basta con una mirada o un gesto para decir aquello que muchos otros intérpretes tienen que poner en palabras o en un exceso de gesticulación. El tema es que el conflicto y los giros del guion se ven a la legua y eso puede llegar a jugarle en contra, al igual que la familiaridad de su trama, de hecho en 2018 también se estrenó “Colette” con una premisa muy similar. “The Wife” resulta ser un film pulcro, prolijo y casi de manual donde lo único que eleva la propuesta es la actuación de Glenn Close y de su contrapartida masculina Jonathan Pryce. Un film necesario que se hubiera beneficiado un poco más de un trabajo de guion más inspirado y una puesta en escena menos teatral.
James Wan (“The Conjuring”, “Insidious”) es el nuevo Rey Midas del terror. A fuerza de historias sencillas pero con personajes bien definidos y fundados, una construcción del suspense inspirada y una puesta de cámara sumamente original, logró revitalizar un género que venía en decadencia. Sus sagas de “El Conjuro”, “La Noche del Demonio” y “El Juego del Miedo” (recordemos que la primera entrega y la única que vale la pena ver fue dirigida por el propio Wan) han ganado millones de dólares haciendo que se convierta en el nuevo favorito de los estudios hollywoodenses. Es por ello que se comenzó a gestar un Universo Expandido con sus personajes e historias de la saga que reúne a Ed y Lorraine Warren en su lucha contra lo paranormal. Luego de dos entregas de la saga principal y dos spin-off de la muñeca demoniaca “Annabelle”, Warner Bros. decidió ampliar el panorama, armando una entrega en solitario del aterrador personaje de La Monja. Es así como Corin Hardy (“The Hallow”) fue el director encargado de armar el origen de este mítico personaje que causó pavor en los espectadores cuando fue introducido en el film de 2016. El largometraje cuenta la historia que rodea a una abadía de clausura en Rumanía, donde una joven monja se suicida en circunstancias extrañas. Un sacerdote (Demián Bichir), experto en posesiones demoníacas, y una novicia a punto de tomar sus votos (Taissa Farmiga, hermana de Vera, la actriz que protagoniza “El Conjuro”), son enviados por el Vaticano para investigar. Juntos descubren el profano secreto de la orden. Arriesgando no solo sus propias vidas sino su fe y hasta sus almas, se enfrentan a una fuerza maléfica en forma de monja demoníaca, en una abadía que se convierte en un campo de batalla de horror entre los vivos y los condenados. El background de la monja era interesante para ser explotado en pantalla grande por lo cual había una expectativa generalizada por el siguiente episodio del universo de “El Conjuro”. Sin embargo, el resultado final no estuvo a la altura de la saga principal y quizás sea momento de rever las cosas antes de causar un agotamiento similar al que fueron produciendo las películas de superhéroes. “La Monja” es un largometraje de terror con un estilo gótico bien marcado que poseía un potencial enorme, el problema fue que en lugar de conservar la línea de las cintas originales se fue volcando a un terreno genérico y plagado de lugares comunes, donde abundan jumpscares sistemáticos, repetitivos y anticipables. No me malinterpreten, “La Monja” está por encima de los productos de terror que venimos recibiendo en cartelera durante los últimos meses, no obstante no parece salido de la factoría Wan que en esta ocasión solo produce y escribe el guion. El problema es que es un relato que no puede salir del cliché y de las situaciones refritadas y prefabricadas. Es un film de fórmula que gustará a los fans más acérrimos de la saga pero que no captará nuevos espectadores o a aquel público ocasional en búsqueda de algo novedoso. Tanto Bichir como Farmiga nos otorgan actuaciones correctas y personajes que poseen cierto atractivo pero que quizás les falta más desarrollo. El diseño de producción es impecable y en relación al guion, la narrativa es un poco precipitada y atolondrada a la hora de presentar los hechos que terminan de encajar sobre el final donde se va armando el rompecabezas de forma abrupta. Lo que sí resulta interesante es la forma en que el episodio conecta con la saga principal y la puerta que deja abierta a este personaje que quizás merezca un nuevo capítulo pero más original y atractivo. “La Monja” es un film fallido en varios aspectos pero que no es tan desastroso como la primera entrega de “Annabelle” o las últimas propuestas de terror que venimos recibiendo. Una película para ver por TV un sábado a la noche sin demasiadas pretensiones más que las de pasar un buen rato con amigos.
La directora Sally Potter (“Orlando”) nos ofrece esta interesantísima comedia negra que indaga en la clase media-alta británica y sus contradicciones, sus ideologías políticas, los prejuicios hacia las religiones y otro tipo de dogmas que contrastan con el racionalismo del cual hacen gala de abanderar y abrazar. El largometraje cuenta la historia de Janet (Kristin Scott Thomas), quien acaba de ser nombrada ministra del Gobierno y, por ello, varios amigos se juntan para festejar su nombramiento. Sin embargo, lo que comienza como una celebración terminará de desbandarse ante varias cuestiones que salen a la luz en aquella pequeña reunión. El film posee una puesta cuasi teatral que se desarrolla en un único lugar representado en la casa de la protagonista y de su marido Bill (Timothy Spall). Es allí donde irán llegando los diversos invitados interpretados por un elenco estelar e inmejorable compuesto por: Patricia Clarkson, Bruno Ganz, Cherry Jones, Emily Mortimer, Cillian Murphy. En general, estos actores consagrados siempre componen personajes secundarios y pocas veces logran protagonizar una obra, por lo cual hace más pintoresco el hecho de que se hayan reunido para esta ocasión. La directora parece haber dado justo en la tecla al erigir este relato que tiene un formato similar a las últimas películas de Roman Polanski como “Venus in Fur” (2013) y “Carnage” (2011), que comprenden dos adaptaciones cinematográficas de obras teatrales con fines narrativos similares. Potter intenta indagar en la naturaleza humana y en sus miserias, en los engaños, la ocultación de ciertas verdades, lo contradictorio del accionar de las personas y sus maniqueísmos intrínsecos. A su vez, se pone en tela de juicio el espíritu vengativo y revanchista que suelen tener las personas para con sus seres queridos ante períodos turbulentos de las relaciones maritales y/o familiares. Por otro lado, hay una profunda crítica a las ideologías políticas reinantes de la sociedad británica así como también un posible comentario sobre el Brexit que ocasionó una división dicotómica en los miembros de la población y sus representantes políticos. Como siempre, habrá una guerra entre los intelectuales y los representantes políticos y banqueros cuyas ideologías chocan, pero lo más interesante del relato está compuesto en aquellos choques que están motivados por conversaciones y diálogos muy logrados que sacan a relucir la forma inteligente en que el guion establece y termina de conformar las psicologías de sus personajes. El guion resulta sencillo y eficaz a los fines narrativos del relato llevando la acción hacia un in crescendo constante que termina de afianzarse en los momentos finales donde se da un giro inesperado y que dota a toda la obra de una marcada idea de sentido. La fotografía de Aleksei Rodionov, que ya había trabajado con la autora en “Orlando”, exige un eficaz y grandioso blanco y negro que, además de ser realmente bello y espléndido, sirve para acrecentar ese aire enrarecido por el que atraviesan los personajes. “The Party” es una comedia negra eficaz, llena de giros narrativos ingeniosos que saca a relucir la hipocresía de la burguesía por medio de la irreverencia y la frescura de su guion. El elenco es otro de los grandes aciertos de la obra que hacen que este relato se eleve. Un film interesante, agudo y sumamente entretenido que nos hará divertir a lo largo de sus escuetos 71 minutos de duración.
“Mi Ex es un Espía” o “The Spy Who Dumped Me”, en su idioma original, es uno de esos buddy movies que quizás vimos infinidad de veces y cuyo atractivo no pasa por la trama de la cinta sino por la química de sus personajes principales. La propuesta dirigida por Susanna Fogel (“Life Partners”) es una comedia de enredos bastante clásica que funciona gracias a lo afianzada que se encuentra la relación interpretativa de la pareja protagónica. Mila Kunis (“Bad Moms”) viene mostrando su talento para el género desde “That’s 70 Show” y Kate McKinnon (“Ghostbusters”) demuestra todo su potencial que viene exponiendo desde sus primeros años en “Saturday Night Live”. El largometraje cuenta la historia de dos amigas, Audrey (Kunis) y Morgan (McKinnon), que se ven involucradas en una conspiración a nivel internacional cuando la primera de las mujeres descubre que su ex-novio es un espía de la CIA. Por un motivo u otro, ambas deberán cumplir una misión que las lleva a Europa, siendo perseguidas tanto por la agencia de inteligencia norteamericana como por MI6 y también por un grupo terrorista que quiere hacerse con un trofeo que esconde información muy importante (el McGuffin o excusa de turno para motivar la trama). Así es como arranca una película irregular que, como dijimos anteriormente, vimos varias veces pero que aquí nos presenta una pareja protagónica femenina, cosa poco usual en los films de este estilo. Este dato, junto con el hecho de que la directora logró trabajar muy bien el vínculo de las dos actrices principales, terminan elevando a la película por sobre la media. A su vez, las escenas de acción y comedia están bastante bien ejecutadas e impecablemente coreografiadas y realizadas, sorprendiendo en la elección de planos y emplazamiento de cámara que puede acercarse más a la acción que a la comedia. Por momentos resulta chocante el nivel de crudeza de algunas imágenes, debido a que la película busca satirizar relatos del estilo de James Bond y es ahí, en el tono, donde puede fallar. Varias secuencias no se deciden entre el absurdo más duro o la acción más desenfrenada. No obstante, la dupla protagónica y los personajes secundarios ayudan, de alguna forma, a intentar balancear esta cuestión. El personaje de Kunis es el más pensante, sereno y con los pies en la tierra, mientras que McKinnon es dinamita y todo el tiempo está estirando el verosímil hasta más no poder. Lo mismo pasa con los personajes secundarios que componen a los espías, Justin Theroux (“The Leftovers”) y Sam Heughan (“Outlander”) vienen a aportar una cuota de seriedad al asunto. Otro aspecto que quizás fue un poco descuidado es el que tiene que ver con la edición y el manejo del ritmo en cuanto a estructura global. Las secuencias de acción están correctas, pero después hay muchos tramos de la cinta que carecen de un buen compás, en especial cuando se nos muestran los flashbacks del inicio de la relación entre la protagonista y su novio. A su vez, quizás se tornan predecibles y excesivos los giros del final, pero también tienen como finalidad promover la comedia y la acción. En síntesis, “Mi Ex es un Espía” es un film sumamente entretenido y disfrutable si se dejan de lado ciertas cuestiones arquetípicas y predecibles de este tipo de relatos. En especial si uno se enfoca en la tremenda química que tienen Mila Kunis y Kate McKinnon, quienes se cargan la película al hombro dando momentos bastante hilarantes. Una propuesta de comedia con un diseño de producción impecable y varias secuencias de acción muy originales. Prestar especial atención a la coreografía y al trabajo de slapstick (humor físico) de McKinnon en la secuencia del circo.
El director de “Everest” (2015) nos propone este drama romántico y de supervivencia que navega por aguas conocidas, pero que finalmente llega a buen puerto gracias a una inspirada e hipnótica performance de Shailene Woodley (“Big Little Lies”, “Los Descendientes”). Siendo realistas, “Adrfit” es un film que hemos visto infinidad de veces. Los dramas marítimos de supervivencia con gente a la deriva que tiene que sobrevivir a la desolación de alta mar, la escasez de comida, las tormentas y las posibles alucinaciones producto de la deshidratación, son bastante abundantes. Entre las mejores opciones hemos visto “Cast Away” (2000) de Zemeckis, “All is Lost” (2013), “Open Water” (2003) y otras tantas películas. La que se estrena esta semana tiene la particularidad de estar basada en una historia real de una pareja que se embarcó en una aventura que se tornó en tragedia antes de tiempo. Los jóvenes Tami Oldham (Shailene Woodley) y su novio Richard (Sam Claflin) se hacen a la mar en su velero, pero en medio del océano se ven sorprendidos por una de las mayores tormentas jamás registradas. Tras el paso del huracán, Richard sale herido, y Tami tendrá que ponerse al mando para intentar sobrevivir a la deriva con el velero roto, sin comida y sin agua. Por el lado narrativo, lo atractivo (aunque por momentos bastante repetitivo) está en que la estructura alterna flashbacks donde se irá revelando cómo los jóvenes se conocen y terminan decidiendo hacer el fatídico viaje que cambiará sus vidas para siempre, con el presente donde la pareja ya se encuentra a la deriva y sufriendo las consecuencias de la temible tormenta. La obra recae en ciertos lugares comunes que tienen este tipo de historias de personas enfrentadas al temible poderío de la naturaleza y a situaciones límite que los ponen a prueba tanto física como psicológicamente. No obstante, la joven Woodley demuestra una vez más su habilidad interpretativa para componer a personajes fuertes. Por el lado de los aspectos técnicos, resalta la fotografía de Robert Richardson (“Hugo”, “The Hateful Eight”), quien otorga su sello clásico en cuanto a propiedades visuales a esta historia que requería de un inspirado estilo visual. Si bien, como dijimos, la cinta no ganará premios por su originalidad, sí podemos decir que Kormákur imprime su fresca personalidad y su habilidad para desarrollar el drama. “A la Deriva” es un film correcto pero poco innovador. Una propuesta cinematográfica que podría haber sido mucho más debido a los talentos (tanto delante como detrás de cámara) involucrados, pero que no termina de romper el molde de la media de este tipo de dramas de supervivencia con componentes románticos.