Hace tiempo que Bruce Willis viene rebotando en películas mediocres o en secuelas de viejos éxitos como fue en el caso de las últimas entregas de “Die Hard” (1988). Es por ello que sus trabajos más recientes son olvidables y malos (tengamos como ejemplo cercano el film que se estrenó este mismo año llamado “Marauders” o “El Gran Golpe”). De este grupo de cintas ligeras quizás la más destacable sea “Secuestro en Venice”. A pesar de no ser una maravilla, la película compone un relato divertido que nos recuerda a las comedias de acción de los años ’80. Sin llegar a ser una excelente propuesta como lo fue “The Nice Guys” (2016), el relato de Bruce Willis se destaca por no tomarse demasiado en serio y por utilizar algunos recursos del policial negro para edificar la narrativa de investigación con toques cómicos. El largometraje nos cuenta la historia de Steve Ford (Bruce Willis), un investigador privado de Los Ángeles, que deberá enfrentarse a una banda de gángsters para rescatar a su perro. Ese es el relato en pocas líneas, sin embargo, hay muchos más enredos en el medio, entre ellos un caso relacionado a un artista callejero que pinta los edificios de un cliente de Willis, una deuda de plata del investigador, el divorcio de su mejor amigo (compuesto por el siempre genial John Goodman), la desaparición de una muchacha, etc. Bruce Willis comparte cartel con un gran elenco: el ya mencionado Goodman, Jason Momoa (“Game Of Thrones”), Famke Janssen (“X-Men”), Thomas Middleditch (“Silicon Valley”), Adam Goldberg (“Zodiac”) y algunos cameos de varios actores de comedia. La trama va y viene en torno a la investigación principal que conduce el detective para recuperar a su perro y a varias subtramas que se abren alrededor de una infinidad de infortunios que tiene nuestro protagonista. Se produce un gran número de acciones que desembocan en reacciones que a su vez lleva a otros lugares. Esto puede que sea el componente más atractivo del film. Sin embargo, no podemos catalogar a esta cinta como una buena película, sino que lo podemos clasificar como un entretenimiento pasatista que, a pesar de entregarnos personajes no muy trabajados, sirven y logran cumplir su objetivo en el marco de la estructura propuesta. Resumiendo, “Secuestro en Venice” es un film para pasar el rato que logra entretener por medio de su buen elenco y algunas situaciones interesantes que genera el relato, por momentos, delirante. Una película bastante autoconsciente que no se toma en serio y es ahí cuando funciona un poco más.
“Y eso es lo que importa en esta vida. Popularidad”. “Un amigo de verdad no te llevará a ningún lado, lo que necesitas son admiradores”. Es increíble que frases como estas sean pronunciadas durante “The Emoji Movie”. Si bien intenta hacerse el alegato desde un costado irónico, no olvidemos que la película animada apunta a los más chicos y por momentos los mensajes pueden ser confusos para ellos. Dicho esto, cabe destacar que no solo se los confunde sino que, además y como es habitual, se los subestima como espectadores. Y es que el film animado dirigido por Tony Leondis (“Lilo y Stitch 2”) y escrito por el mismo director junto a Eric Siegel y Mike White es una obra audiovisual solo con fines publicitarios y económicos que carece de alma y originalidad. Los protagonistas habitan la misteriosa tierra de Textopolis, donde todos los emojis favoritos de la gente cobran vida, mientras esperan ser seleccionados por el usuario del teléfono. Todos los personajes tienen una sola expresión facial a excepción de Gen (TJ Miller), un emoji que nació sin filtro y se llena de múltiples expresiones. Para lograr ser “normal”, Gen se embarcará en una aventura junto a sus amigos Hi-5 y Jailbreak. Pero pronto, una gran amenaza hará que el destino de estos personajes dependa de los tres amigos, teniendo que salvar su mundo antes de que sea borrado por completo. La película por momentos parece una mezcla de “Wreck It Ralph” e “Inside Out”, donde los emojis van pasando de mundo en mundo, de aplicación en aplicación, como pasaba con los distintos juegos en la película de Disney, cuya originalidad pasaba por ofrecer una historia bien narrada más que una excusa publicitaria donde se busque establecer aplicaciones o jueguitos en la cabeza del espectador. En Textopolis se harán menciones a Facebook, Crackle, Shazam, WeChat, Candy Crush, Just Dance, Dropbox, Youtube, Spotify, Instagram, Twitter, Snapchat, entre otros. Por otro lado, en el mundo real hay un preadolescente conflictuado que intenta conquistar a la chica que le gusta y pasa por cuestiones psicológicas y hormonales que nos recuerdan a los sentimientos en la película de Pixar. Las situaciones por las cuales atraviesan los chicos en la escuela carecen de la profundidad con la que “Inside Out” trató las respuestas emocionales y el accionar de los individuos. “The Emoji Movie” hace ver a los chicos como seres completamente alienados y esclavizados por la tecnología y una tendencia a ser histéricos y estúpidos. Volviendo un poco a los mensajes confusos, en un momento del relato, Jailbreak nos informa sobre su deseo de ser libre y gozar del libre albedrío. Sin embargo, al enamorarse de Gen, todos esos planes quedan relegados a un segundo plano para volver a esa imagen antigua de su pasado donde era una princesa (por cierto bastante estereotipada). Por más que la película cuente con una buena animación y un variopinto grupo actoral (T. J. Miller, James Corden, Anna Faris, Maya Rudolph, Steven Wright, Jennifer Coolidge, Christina Aguilera, Sofía Vergara, Sean Hayes, Patrick Stewart) que hace un gran trabajo con un pobre guion, no podemos considerar a “The Emoji Movie” como un film original y/o recomendable por los detalles mencionados anteriormente. En otras palabras, el film resulta ser una excusa comercial que termina siendo una llamada perdida.
La casa de las masacres: Hacha sin filo. Como es habitual, llega la película de terror de la semana. Esta vez con casa embrujada, asesinatos cruentos y todos los clichés de historias basadas en eventos reales. Este año tuvimos varias propuestas de terror clase B, entre las más recientes podemos nombrar a Aplicación Siniestra (2016), Demonio (2016) y Nunca Digas su Nombre (2017). La Casa de las Masacres o The Axe Murders of Villisca (2017) se une a la larga lista de producciones independientes de terror que no agregan demasiado al género ni en lo estético ni en lo narrativo. El film, basado en hechos reales, cuenta los eventos ocurridos en una pequeña ciudad de Iowa (Villisca) en 1912. Durante una noche de junio, ocho personas (una madre, un padre, sus cuatro hijos y dos invitadas) fueron asesinados a hachazos por un psicópata, un caso que a día de hoy está aún sin resolver. 104 años después, Caleb y Denny, dos amigos interesados en la caza de fantasmas, y Jess, la nueva chica de la secundaria, deciden entrar en la casa donde ocurrió aquel baño de sangre con la esperanza de grabar actividad paranormal. Como es de esperar, empiezan a ocurrir eventos paranormales, crueles y sangrientos. Bueno, en realidad no. Uno podría esperar esto en un film de estas características, pero la realidad es que La Casa de las Masacres está atestada de escenas incongruentes y situaciones absurdas, donde el espectador no se asustará en ninguno de los 78 minutos de duración del largometraje. No solo la cinta no propone nada nuevo, sino que tampoco atina a hacer nada interesante para brindarle al público. Los personajes están muy desdibujados y cuesta generar empatía con ellos. Si vemos ejemplos recientes de buenas propuestas de esta índole, se nos viene El Conjuro 1 y 2 y la saga de Insidious, donde uno lograba empatizar con los protagonistas y de esta manera se enriquecía el relato. Lamentablemente el director falla a la hora de provocar al espectador emoción alguna. Ya no solo me refiero a terror sino a intriga en el desenlace o cualquier tipo de sentimiento más allá del aburrimiento y la previsibilidad. No aporta nada nuevo a un género plagado de relatos similares con mejores resultados en films como Poltergeist (1982), The Amityville Horror (1979) y The Others (2001). Quizás el problema radica en centrarse demasiado en los adolescentes, pero sin darnos nada destacable de ninguno de ellos. Caleb (Robert Adamson), Denny (Jarrett Sleeper) y Jessica (Alex Frnka), realizan una visita nocturna y clandestina a la casona donde ocurrieron los asesinatos. Como era anticipable, esto se debe a que los chicos poseen un canal de Youtube donde relatan hechos paranormales. En síntesis, La Casa de las Masacres es otra de esos tantos films de terror decepcionantes que se vienen estrenando últimamente. Una cinta que no logra asustar ni resaltar a nivel narrativo o artístico. Una película de casas embrujadas que no puede superar los estereotipos.
Hermia & Helena: Autodescubrimiento en Nueva York. Matías Piñeiro estrena este peculiar film en el cual se presentan ciertas experiencias que el director vivió en su paso por Nueva York. Piñeiro nos presenta una nueva película basada brevemente en textos shakesperianos. Camila decide dejar Buenos Aires para hacer uso de una beca en un instituto de Nueva York. En ese lugar debe realizar la traducción de Sueño de una Noche de Verano, pero, al mismo tiempo, esta experiencia hace que se aleje de su novio, se reencuentre con un viejo amor, se relacione con otras personas, conozca a su padre que siempre estuvo ausente, y básicamente, que emprenda una nueva aventura. La película es un viaje de autodescubrimiento, en el cual se embarca la protagonista. Es un film intimista que utiliza situaciones de Shakespeare para reinterpretar una historia de jóvenes enamorados e inconstantes. El cineasta logra, bajo un ritmo irregular, armar una historia que no transcurre ni en una ciudad ni en la otra, sino en el interior mismo de los personajes. Hermia & Helena es una película con buenas intenciones, pero que resulta ser un poco inconsistente. Los aspectos técnicos son impecables y la narración comienza de forma interesante, pero con el correr de los minutos el ritmo decae y el espectador puede llegar a perder interés. El film resulta ser peculiar y en cierta medida eso le juega a favor porque el espectador logra interesarse por el destino de los personajes. Sin embargo, pese a la corta duración por momentos se vuelve demasiado reiterativo. Hermia & Helena es una cinta con altibajos, la protagonista pierde el rumbo en ciertos pasajes del relato al igual que la narrativa del film. Quizás lo más interesante de la película son sus alusiones y reinterpretaciones shakesperianas, lo cual no llega a compensar las falencias del largometraje.
Matías Lucchesi (“Ciencias Naturales”) nos trae un drama cargado de intriga y suspenso, que se sostiene gracias al gran trabajo de sus protagonistas. Un hombre (Julio Chávez) y una mujer (Pilar Gamboa), que nunca se han visto antes, viajan en un velero. Él sólo sabe que lo espera su destino al final del viaje. Ella huye de un crimen que dice no haber cometido. No tienen nada que perder. Sólo los contiene el río y la esperanza de la libertad si logran llegar al otro lado. Pero, en el camino, un guardacosta (César Troncoso) interviene para complicar sus planes. Lucchesi demuestra su habilidad narrativa a la hora de ir generando suspenso acerca de la salud del protagonista y el motivo del enigmático escape del personaje de Gamboa. La trama va avanzando y adentrándonos en la psicología de los personajes y sus relaciones con el entorno. Es una película que pasa más por las acciones de los personajes que por los diálogos o la palabra hablada. El personaje de Troncoso es introducido en el segundo tercio de la narración, pero demuestra tener sustento y un alto grado de importancia para la historia. La pareja protagonista se encuentra escapando de distintas cosas, y el viaje les transformará la vida para siempre. Mientras uno escapa de una enfermedad terminal para entender finalmente cuáles son las cosas importantes de la vida, la otra encontrará el aliado menos pensado que le brindará la ayuda necesaria que ninguna otra persona se la hubiera dado. “El Pampero” es un film pequeño y sin pretensiones, que logrará capturar la atención del público por medio de sus tres personajes perfectamente casteados e interpretados, por un gran trabajo de fotografía de parte de Guillermo Nieto y un logrado clima de suspenso que gana en la elocuencia de las imágenes y la falta de diálogos. Una especie de road movie marítima que sostiene su tono enigmático a la largo de toda la cinta.
Si Lovecraft hubiera escrito un material para que lo dirija Carpenter con la ayuda de Cronenberg, el resultado hubiera sido muy parecido a “The Void”, la película de Jeremy Gillespie y Steven Kostanski. Nos encontramos ante un relato sobrecargado y confuso pero totalmente impredecible, que más allá de presentar algunas inconsistencias y desaciertos, logra entretener al espectador a lo largo de sus 90 minutos de metraje. La historia nos trae a Daniel Carter (Aaron Poole), un policía que durante una de sus patrullas se cruza con un hombre herido que viene escapando de alguien o “algo”. El oficial decide trasladar al individuo al hospital más cercano y allí comenzarán una serie de eventos totalmente terroríficos, inesperados y fantásticos. Los pocos médicos y pacientes que hay se ven rodeados por unos encapuchados y amenazados por una extraña criatura que crece dentro del hospital. El comienzo es tanto íntegramente enigmático como prometedor. Es más, el primer acto entero es maravilloso, ya que el espectador se encuentra en vilo sin saber lo que pasará a continuación. Esta sensación se prolongará hasta el final, pero quizás no en un buen sentido. Y es que la cinta trata de aglutinar un montón de cosas, como por ejemplo: cultos, criaturas, misticismo, etc., que seguramente la hubieran convertido en un gran hit de los años ’80, si tan solo hubiera dejado algunas cosas de lado. Aun así, “The Void” cumple al otorgar no solo un gran divertimento sino un relato complejo de tintes místicos, con algunas metáforas sobre la vida y la muerte, y lo que nos espera más allá de este mundo. Para ser un film de bajo presupuesto, todo lo relacionado a los efectos y al diseño de producción se encuentra por encima de la media y los actores sin ser brillantes tampoco desentonan con el género, la atmósfera y el estilo de la película. “The Void” viene a sumarse a ese grupo de pequeñas películas de terror (como por ejemplo “The Autopsy Of Jane Doe”) que sorprenden por su ingenio y su ejecución más allá de ciertos fallos en la narrativa.
El Planeta de los Simios – La Guerra: La teoría de la involución. Matt Reeves nos ofrece la épica conclusión de esta trilogía que nos muestra el inicio del universo del planeta de los simios. Corría el año 2011 y nadie esperaba absolutamente nada de una nueva entrega del planeta de los simios, más teniendo como antecedente la versión fallida de Tim Burton del año 2001. Así fue como Rupert Wyatt expuso un gran punto de vista del origen del planeta de los simios con Rise of the Planet of the Apes, 2011. Luego en el año 2014, Matt Reeves subiría la apuesta con Dawn of the Planet of the Apes, 2014, un relato que escalaba en acción, pero que continuaba la línea propuesta por su predecesora. Ambos directores ofrecieron miradas frescas sobre este universo donde los monos son los que gobiernan la Tierra. Las secuelas del film original de 1968 no eran grandes exponentes del séptimo arte, así que la tarea de realizar un reboot original, sorprendente y entretenido era muy difícil. Las probabilidades de alcanzar el éxito eran remotas. Sin embargo, años después no solo podemos decir que esta obra tiene un gran nivel, sino que, además, como trilogía o como saga funciona mejor que las películas de los ’70. En este aparente último capítulo de la triada que podemos titular “La Historia de Cesar”, el líder de la resistencia primate es forzado a encarar, con su grupo de simios, un conflicto mortal contra un ejército de humanos liderado por un brutal coronel (Woody Harrelson). Después de sufrir la pérdida de su mujer y su hijo, César lucha con sus instintos más oscuros en una búsqueda por vengar a su familia. Cuando finalmente se encuentren, Cesar y el Coronel protagonizarán una batalla que pondrá en juego el futuro de ambas especies y el del mismo planeta. Lo más interesante de esta tercera parte es la mezcla de géneros que propone. Si bien es una cinta de ciencia ficción, al principio podemos ver unos tintes de Western cuando César (otra gran interpretación de Andy Serkis) y su grupo vagan por los bosques y el paisaje nevado que los rodea. Por otro lado, el tercer acto del film tiene algunos momentos bélicos interesantes que no tienen nada que envidiarle a las películas de guerra más exitosas de los últimos tiempos. Otro aspecto destacable de este relato lo compone la narrativa que nos ofrece el director que se apoya más en lo visual que en lo hablado. Si bien no todos los simios carecen de voz, el realizador opta por transmitir la mayor cantidad de información mediante lo que vemos. En lo que respecta a lo sonoro, hay un gran trabajo en la confección de la banda sonora que corre por cuenta de Michael Giacchino (Star Trek, Lost, Rogue One), que sorprende con un trabajo diferente a lo que nos tiene acostumbrados. En el terreno actoral, no solo se destaca Andy Serkis que vuelve a destilar pericia y talento a la hora de componer a un personaje mediante la técnica de Motion Capture sino que también se destacan Woody Harrelson (Zombieland) como el antagonista despiadado de la historia, Amiah Miller (Lights Out) como una nena que presenta síntomas de un proceso involutivo en los humanos, y Steve Zahn (Dallas Buyers Club) como un comic relief que libera un poco de tensión en los momentos más dramáticos de una forma sutil y para nada forzada (cof cof aprende Marvel). La técnica empleada en los efectos visuales es prácticamente perfecta y cada vez se desdibuja más la frontera entre lo real, lo mecánico y lo generado por computadora. En síntesis, El Planeta de los Simios: La Guerra es un relato entretenido que hace gala de una inteligencia narrativa poco frecuente en los grandes tanques hollywoodenses de los últimos años. Si bien el film presenta algunos momentos predecibles, el resultado es un combo perfecto que aglutina acción, crítica social y un gran despliegue visual sin olvidarse de brindarnos personajes tridimensionales en un contexto pochoclero. Si pochoclo es lo que quieren, vayan tranquilos que los monos ofrecen todo lo que uno puede buscar en una sala de cine.
Finalmente podemos disfrutar de una película de Edgar Wright en los cines argentinos. Pese al éxito de los films del realizador británico que supo brindarnos grandes películas como “Scott Pilgrim Vs The World” (2010), “Shaun Of The Dead” (2004) y “Hot Fuzz” (2007), nunca tuvimos la oportunidad de disfrutar de una de sus cintas en la pantalla grande. En nuestro país se convirtieron en fenómenos de culto gracias al boca en boca de los cinéfilos. En esta oportunidad, luego de concluir la llamada “Cornetto Trilogy” con “World’s End” (2013), Edgar nos trae otro de sus combos que mezclan la acción con la comedia como ningún otro director contemporáneo. La película cuenta la historia de Baby (Ansel Elgort), un ávido e intrépido conductor que usa su habilidad para manejar autos en fugas que se dan luego de robos o asaltos a entidades bancarias. Este peculiar sujeto tiene una gran afición a la música, la cual utiliza para aplacar un zumbido que tiene en los oídos producto de un accidente. Así es como Baby elige su “banda sonora” a la hora de escaparse de la policía o fugarse a toda velocidad, con el fin de mantenerse siempre en movimiento y calmar el dolor. Cuando conoce a la chica de sus sueños (Lily James), Baby ve la oportunidad de abandonar su vida criminal y realizar una huida limpia. Pero después de ser forzado a trabajar para un jefe de una banda criminal (Kevin Spacey), deberá dar la cara cuando un golpe malogrado amenaza su vida, su amor y su libertad. Edgar Wright pone toda la carne al asador y nos ofrece su mejor perfil. En esta oportunidad, no solo nos presenta su estilo vertiginoso y enérgico que combinan el montaje con la música, sino que esta vez fue más allá, y nos otorga un cuasi musical de acción. El montaje de este film, que es un rasgo distintivo en la filmografía de este director, es impresionante. Se combinan los movimientos de cámara, muchos planos secuencia, con el sonido directo y la música extradiegética para otorgar una experiencia audiovisual y sensorial totalmente única. El montaje es incansable y hace que cada escena supere a la anterior, aunque estemos ante una simple transición que no aporte mucho a la trama. No hay disparo que no acompañe a la métrica de la canción o línea de diálogo que no se concatene con el resto de los planos sonoros. La banda sonora está compuesta por más de 30 canciones que conforman una lista de reproducción increíble que muchos seguirán escuchando luego de ver la película. Todo el mundo hablaba de la banda sonora de “Guardians Of The Galaxy” (2014), y sinceramente esta la supera ampliamente. Ansel Elgort (“The Fault in Our Stars” -2014- ) deja atrás su paso por “Divergente” (2014), para hacer un gran trabajo al interpretar a este carismático criminal, que es muy bien secundado por Kevin Spacey (“House Of Cards”) y por un grupo variopinto de delincuentes compuesto por Jon Hamm (“Mad Men”), Jamie Foxx (“Ray”), Jon Bernthal (“The Walking Dead”) y Eiza González (“From Dusk Till Dawn”) que se dedican a enaltecer la ingeniosa narrativa del film escena tras escena. “Baby Driver” es un film entretenido y bien narrado. Una muestra de la destreza técnica de los realizadores, y un gran trabajo actoral terminan de cerrar una de las propuestas más divertidas y originales tanto para cinéfilos como para el público en general. Si no viste la última película de Edgar Wright, corre a la sala más cercana para disfrutar de la comedia de acción (y podríamos agregar musical) más original de los últimos tiempos.
Luego de tres años de inactividad, vuelve Christopher Nolan para demostrar porqué es uno de los directores de cine más influyentes y prolíficos de los últimos 20 años. El realizador inglés tiene una filmografía variada y en esta oportunidad añade un nuevo género a su cartera. Resulta muy interesante analizar el atrayente estilo visual y narrativo de Nolan. En “Dunkirk” no solo presenta su marcada impronta a la hora de confeccionar el relato, sino que además se da el lujo de separarse de ciertas características frecuentes a las que nos tiene acostumbrados, para sorprendernos con nuevos recursos. Entonces, ¿es “Dunkirk” ese film espectacular que están comentando en todos lados? La respuesta es sí. Nos encontramos con una película bélica sobre la evacuación de Dunkerque (Francia), durante la II Guerra Mundial. El avance del ejército Nazi ocasionó que alrededor de 300.000 soldados británicos y otros tantos franceses queden varados y asediados en las costas del lugar que da nombre a la cinta en cuestión. Durante este acontecimiento se van a narrar las distintas historias que se desarrollan en los diferentes campos de batalla: El aéreo con los aviones, el marítimo con los barcos y el terrestre en las playas de la ciudad portuaria. El concepto brillante que utiliza Nolan de no establecer un protagonista claro para poner al conflicto y a la guerra en primer plano es uno de los puntos fuertes del relato. El protagónico se lo lleva el campo de batalla y la brutalidad del conflicto. El guion representa un triunfo, en especial por el deseo del realizador de tratar de prescindir de los diálogos lo máximo posible para desarrollar una narración mayoritariamente visual. Como bien se mencionaba en la lista de películas que recomendó Nolan para ver previamente a Dunkirk (link aquí), el realizador se inspiró en “Avaricia” (Erich von Stroheim, 1924) y “Amanecer” (F. W. Murnau, 1927), relatos que se destacaron en alcanzar aquel uso de lo visual por sobre la palabra. Es interesante ver lo que logra el director, ya que en reiteradas veces se lo ha criticado por brindar películas y/o escenas que se caracterizaban por una sobreexposición de información al espectador mediante los diálogos. Las actuaciones están muy logradas y nos meten de lleno en el desgarrador ámbito de la guerra. Tom Hardy, Mark Rylance, Kenneth Branagh, Cillian Murphy, James D’Arcy y Harry Styles son solo algunos de estos actores que le ponen el cuerpo a sus personajes, que son parte de una estructura más grande que se pone en un plano superior. La crudeza con la que se narran ciertos eventos nefastos inherentes al ámbito bélico y hostil, se ve decorada por una tremenda dirección de arte, una fotografía imponente (gran trabajo de Hoyte Van Hoytema) y una magnificencia a la hora de componer los encuadres más bellos y armoniosos para un contexto totalmente opuesto. Esa belleza compositiva se ve acrecentada si encima uno tiene la suerte de observar las imágenes en su máximo esplendor y resolución (recomiendo fuertemente que todos concurran a ver la película al IMAX, ya que Nolan concibió la historia de esta manera, logrando filmarla casi enteramente en este formato). Por el lado del sonido, tenemos que destacar el trabajo de Hans Zimmer en relación a la música, pero también la edición de sonido. Es impresionante lo que se logró sonoramente en este film, el tic tac del reloj y la utilización de cuerdas provocan una profunda tensión en el espectador que no da respiro hasta el final. El montaje enmarañado y anárquico (que nos recuerda a los primeros relatos del director como “Following” y “Memento”), también sirve para terminar de armar esa angustia por la que atraviesan los personajes donde no saben si sobrevivirán la próxima hora, día o semana (de hecho el film se separa en tres segmentos: un rescate que tarda una semana, los barcos de civiles cuya tarea tiene un día de duración, y el apoyo aéreo que busca contrarrestar la ofensiva alemana cuyo combate sucede en el lapso de una hora. Todo eso yuxtapuesto para el deleite del espectador). En síntesis, “Dunkirk” es una película intensa tanto emocional como técnicamente. Un gran acierto de Nolan que nos muestra que se encuentra en pleno dominio de su oficio (tanto como director y como guionista), y que tiene la habilidad de realizar films más provocadores a nivel estético y narrativo. Un drama bélico que apunta a convertirse en un clásico instantáneo.
Paraíso: Ni olvido ni perdón. Andrei Konchalovsky nos trae una nueva visión del holocausto con un relato ambicioso y cargado de solemnidad. Tuve la suerte de disfrutar de este film en la pasada edición del Festival Internacional de Cine de Mar Del Plata, sin conocer demasiado sobre la trama del film. Si bien me había enterado que había logrado el galardón a la Mejor Dirección en el Festival de Venecia, fui a ver la película sin ningún conocimiento previo sobre la obra. Esto ocasionó llevarme una grata sorpresa luego de su visionado. Es difícil, hoy en día, encontrar algún relato novedoso o con una mirada más profunda sobre el holocausto. Por lo general siempre se tocan las mismas cuestiones, y he aquí el gran logro de Andrei Konchalovsky (Escape en tren, Tiempo de amar, Gente como nosotros, Tango & Cash), que consigue darnos una mirada intimista y arriesgada sobre la memoria. La película sigue los pasos de tres personas cuyos caminos se cruzan en los terribles tiempos de la II Guerra Mundial. Olga (Yulia Visotskaya) es una aristócrata rusa miembro de la Resistencia Francesa que es arrestada por la policía nazi por ocultar a dos niños judíos durante una redada. Arrestada y enviada a la cárcel en espera de una decisión final, en prisión conoce a Jules, un funcionario francés colaboracionista que debe investigar su caso. Allí también se encontrará con Helmut (Christian Clauss), un alto oficial de las SS, que hace muchos años fuera su amante y que todavía parece mantener sentimientos por ella. El director nos propone esta historia abordándola como si fuera una especie de falso documental, a partir del cual los personajes son entrevistados y develando poco a poco el rompecabezas que compone la trama. Llevando la historia de manera sutil y emotiva, el contexto va coqueteando con lo onírico. El film está muy bien encabezado por la soberbia interpretación de Yulia Visotoskaya la cual protagoniza los momentos más poderosos del film, a través de algunos diálogos desgarradores que propone el cuidado guion de Elena Kiseleva y Andrey Konchalovsky. La fotografía monocroma y su relación de aspecto de 1:1,33 proponen un marcado recurso estético que le dan un toque especial a la narrativa y la decisión del director de determinar el encuadre. La fotografía de Aleksandr Simonov es otro de los grandes logros del film, la cual nos remite un poco a La Lista de Schindler. Konchalovsky logra mezclar hechos ficticios con cuestiones reales de uno de los periodos más terribles de la historia, de manera sutil y siempre tratando todo con un gran respeto. Al igual que en el film lo que se espera del espectador es que se reflexione y realice su propio juicio. Resumiendo, Paraíso es una película de visión obligatoria que sorprenderá a los espectadores por su extraña belleza y por la visión individual que presentan los distintos personajes sobre los hechos narrados. Una buena forma de tener presente a esa época nefasta y reflexionar sobre el poder y la necesidad de la memoria.