Transformers – El Último Caballero: Merlín y los Autobots del director cuadrado Llega la quinta entrega (¿Era necesario?) de Transformers, saga que ya pasó los límites del agotamiento y del frenetismo exacerbado. Michael Bay (Bad Boys, Pearl Harbor), responsable de toda la saga de Transformers, es un director bastante particular, cuyas obras no suelen caer bien, en especial a la crítica especializada. Eso y el hecho de que nos encontramos ante la quinta entrega de una saga que debería haber concluido en la primera parte, hacen que la tarea de reseñar una de sus películas sea muy ardua. Vamos a tratar de hacer un análisis sin entrar en maniqueísmos. El film nos vuelve a presentar la ya conocida guerra entre los Decepticons y los Autobots, pero también nos exhibe la beligerancia de la humanidad frente a los Transformers en general, sin distinguir entre “buenos” y “malos” (quizás es lo más interesante de la película pero no llega a desarrollarse del todo). La llave para salvar al planeta Tierra reside en el pasado, en la historia oculta de los Transformers en nuestro hogar (que se remonta a la época de Merlín y los caballeros de la mesa redonda). Salvar al mundo está en manos de Cade Yeager (Mark Wahlberg); Bumblebee; un Lord Inglés (Sir Anthony Hopkins); y una profesora de la Universidad de Oxford (Laura Haddock). Ese es a grandes rasgos el argumento del film, que como pasó en las secuelas anteriores, no es el fuerte del director ni de estas cintas en general. La narrativa es algo torpe e intrascendente, además de extremadamente larga (149 minutos) para lo que en realidad quiere mostrarnos Bay. ¿Qué se nos quiere mostrar en esas dos horas y media? El Bayhem en estado puro: todos los vicios de los que suele hacer gala Michael, en especial explotar cosas, usar travellings semicirculares que rodean a los personajes, entre muchos otros recursos que vuelven al film más dinámico, caótico e hiperquinético. También mostrarnos grandes y complejas escenas de acción que muchas veces puede marear al espectador, pero que en esta ocasión son las escenas más compresibles de toda la saga. Recordemos que en las primeras películas no se distinguían a los robots y solo veíamos metal chocando con metal, en esta oportunidad son claras e inteligibles. Por otro lado, como es habitual, los personajes suelen abusar de la sobre explicación del argumento y de lo que se verá a continuación. En resumen, Transformers: El Último Caballero compone una película vacía, caótica y con algunas lagunas argumentales bastante importantes. No obstante, debemos decir que en relación a las demás entregas de la saga (exceptuando la primera), levanta un poco la puntería. Una saga que a esta altura no ganará nuevos adeptos pero que gustará a aquellas personas capaces de dejar de lado los sinsentidos del guion, los chistes ineficaces y los personajes bidimensionales, para disfrutar de las impresionantes secuencias de acción y toda la parafernalia visual que suele brindar Michael Bay.
“Entre dos mundos” (“Bein Haolamot”) es el segundo film israelí que se estrena en la cartelera argentina en el último mes. Como toda película proveniente de Oriente Medio, podemos encontrarnos con historias marcadas por la cultura propia del país y de las distintas costumbres de cada territorio en particular. Esta cinta en particular es un drama familiar y religioso que, a pesar de tratar temas tanto pesados como actuales, tiene un buen desempeño en pantalla y un resultado bastante sobrio. La ópera prima de la joven guionista y directora Miya Hatav propone un choque de “mundos”, tal como adelanta el título, entre el mundo religioso y el laico, el judío y el árabe, y el de la familia (haciendo hincapié en la relación padre-hijo, esposo-esposa). Luego de un atentado terrorista, Bina, una mujer religiosa de Jerusalem, se reencontrará en una sala de hospital con su hijo Oliel de 25 años, quien ha sido seriamente herido en un ataque terrorista. Se habían distanciado y al principio no sabremos el porqué, que iremos dilucidando con el transcurrir del metraje. Allí mismo, en el hospital, Bina conocerá a Amal, una joven que aparentemente cuida a otro interno y con quien entablará una relación basada en fortalecerse mutuamente mientras esperan que sus seres queridos mejoren. Sin embargo, Amal parece esconder algo que cambiará la vida de Bina y su familia. La cinta es un relato pequeño pero con mucha sensibilidad y que no tiene miedo a exponer la crítica social con la que fue pensada y concebida. En general, el cine israelí suele servir de plataforma para que sus realizadores exterioricen los problemas que tienen como ciudadanos, y esta película logra llevar a cabo su intranquilidad. “Entre dos mundos” es un film de bajo presupuesto que en pocas locaciones y con escasos recursos logra construir un relato que se apoya en la buena labor de sus intérpretes. La mirada de Miya es muy personal y consigue mostrar en profundidad la tensión entre las costumbres religiosas y el punto de vista laico del “joven” contemporáneo. A medida que se va desarrollando el relato podemos ver cómo se van dando ciertas situaciones donde aumentan las tensiones, las contradicciones y algunas dudas por parte de los personajes. Y es que en definitiva, los seres humanos somos seres complejos cargados de subjetividad y costumbres que transforman nuestra vida diaria y nuestra percepción de las cosas. Es así como los personajes irán viendo que no todo es blanco y negro (algunos, no todos), sino que hay grises en el medio. “Entre dos mundos” es un drama simple en su confección, pero complejo por la temática desarrollada, que a fuerza de buenas actuaciones nos muestra una mirada desconsoladora sobre la eterna discrepancia entre el mundo religioso y el secular. Interesante y atípica propuesta que nos ofrece la cartelera. Puntaje: 3/5
Después de la Tormenta: La belleza y la complejidad de lo cotidiano. Desde la lejana tierra de oriente nos llega este relato simple y melancólico sobre las relaciones familiares. Después de la Tormenta es un film de Hirokazu Koreeda (De tal padre, tal hijo -2013-), un gran abonado al mundo de los festivales, ha sido partícipe de grandes competencias como por ejemplo en Venecia y en Cannes. Es más, este film participó en la categoría Un Certain Regard del Festival de Cannes el año pasado. En su más reciente film, nos podemos encontrar con un drama familiar hecho y derecho, donde un hombre que había comenzado una prometedora carrera como escritor, se ve obligado a subsistir en un trabajo temporario como detective, mientras intenta seguir su carrera como novelista. El hombre en cuestión es Ryota, que luego de divorciarse de Kyoto se gasta el dinero de su trabajo y de la manutención de su hijo (Shingo) en apuestas deportivas. En este panorama desalentador nuestro protagonista intentará ganarse nuevamente la confianza de su madre, su hermana, su esposa y su propio hijo. Esta difícil tarea quizás pueda ser alcanzada en un escenario atípico en donde la familia deberá coexistir bajo el mismo techo debido a la presencia de un tifón en la zona urbana en la que residen. Koreeda logra un relato sumamente interesante, a través de unos personajes bien delineados y magníficamente escritos. Cada persona tiene sus motivaciones y verdaderamente podremos empatizar con ellos. Ryota es un individuo bastante cuestionable, pero no podemos dejar de sentir empatía por él, ya que sabemos que en el fondo tiene buenas intenciones. Una vez al mes puede ver a su hijo, lo que también permite que vea a su exesposa de la cual sigue enamorado (de hecho la vigila constantemente entre trabajo y trabajo). Un hombre que busca redimirse y ser un buen padre y un buen hijo a la vez. El realizador consigue transmitirnos con naturalidad la vida cotidiana de los personajes que buscan relacionarse con el otro. Lo interesante es ver cómo estas problemáticas universales son tratadas dentro del marco de una cultura tan rica, distinta y compleja como la japonesa. “No se encuentra la felicidad hasta que no se es capaz de desprenderse de ciertas cosas” Esta frase se la dedica la madre de Ryota a su hijo que todavía no encuentra el rumbo y presenta muchas deudas por su adicción. La cinta en su totalidad es un conjunto de escenas que a primera vista transmiten con simpleza las problemáticas internas de los individuos. No obstante, debajo de esa simpleza radica un cúmulo de complejas reflexiones sobre la existencia. El realizador se hace dueño de un ritmo lento y pausado para presentarnos el desarrollo narrativo. La fortaleza de esta película radica principalmente en que aquellas escenas que parecen de transición o de una fuerte cotidianeidad con diálogos intrascendentes, terminan teniendo una gran importancia cuando se ve la imágen completa. Para toda esta experiencia maravillosa nos acompañará una fotografía sobria y una banda sonora minimalista, con una presencia mayoritaria de instrumentos de cuerdas, que acompaña perfectamente a la sensación de melancolía y de relato intimista que nos da la cinta. “Aún no soy lo que quiero ser” – Ryota Tal como lo muestra la frase precedente, Después de la Tormenta es un film nostálgico, sincero, duro y sencillo a primera vista. Pero detrás de ese manto de normalidad se oculta una narración tremendamente bella y compleja. Es un film de emociones y reflexiones sobre la vida que brindará al espectador, al igual que a su protagonista, la posibilidad de reconciliarse con uno mismo.
Una Semana y un Día: Vivir después del dolor. Asaph Polonsky nos ofrece Una Semana y un Día (Shavua ve Yom, 2016) una ópera prima difícil y conmovedora que nos comenta el proceso de duelo que atraviesa un matrimonio luego de perder a un hijo. Es muy difícil para los padres el tener que enterrar a un hijo. Es parte de un proceso que no se atiene al ciclo de la vida convencional y por eso conlleva un duelo mayor, más profundo y doloroso. Este drama israelí con ligeros momentos cómicos, busca ahondar en el luto que atraviesa un matrimonio judío, luego de cumplirse la semana de Shivá. La Shivá es una etapa que cubre los siete días que suceden al entierro. Durante este período, el enlutado sale de una fase de intenso dolor y empieza una etapa en la cual su estado de ánimo está ya preparado para hablar de su pérdida y aceptar el consuelo de sus familiares y vecinos. Sin embargo, Eyal y Vicky Spivak no terminan de cerrar este ciclo, y es que cada persona procesa sus emociones de manera distinta y a su tiempo personal. Es ahí donde ambas personas proceden a realizar el duelo, tomando caminos separados y desiguales pero a su vez fortaleciendo su vínculo como pareja. Mientras Vicky intenta volver a su trabajo lo antes posible, Eyal decide relacionarse con el hijo de su vecino, Shmulik Zooler (Tomer Kapon), que le ayudará en la difícil tarea de seguir adelante. El joven le enseñará a fumar marihuana, a relajarse, y a volver al camino de relacionarse con las personas. En ese momento, se da una especie de dupla cómica, la cual atravesará ciertos momentos anormales y hasta cómicos, pero sin que el foco narrativo se vaya del camino de transformación espiritual que promete el film. Si bien hay tantos comportamientos posibles de una persona tras el fallecimiento de un ser querido, se podría decir que la conducta de Vicky es más “normal”, mientras que su marido es más errático en cuanto a su proceder. No solo intentará con drogas sino que le pega un cachetazo a una vecina, y también sigue visitando el hospital donde falleció su hijo en busca de una manta que pertenecía al chico en cuestión. Nos encontramos ante un film duro e intenso, que cuesta pensar que puede ser la ópera prima de un director, más que nada por su madurez narrativa y por la visión del cineasta al tratar un tema sensible con gran altura. La película cuenta con grandes interpretaciones de sus actores, en especial la del joven Tomer Kapon, que balancea muy bien el drama con ciertos alivios cómicos sin que la cinta pierda seriedad. Desde el punto de vista técnico, hay escenas muy bien coreografiadas y con un manejo de cámara distintivo, como por ejemplo en la escena donde Zooler practica air guitar o cuando Vicky va al odontólogo. En definitiva, Una Semana y un Día es un film logrado desde el punto de vista narrativo y actoral. Un relato que podría haber caído en la obviedad de chico-que-ocupa-el-lugar-del-hijo pero que sin embargo decide optar por un camino más real y espiritual. Una historia que va directo al corazón y que nos invita a reflexionar sobre nuestra efímera existencia.
Mono con Gallinas: Tras las líneas enemigas. Llega a nuestro país la ópera prima de Alfredo León León, director ecuatoriano que nos relata una historia basada en hechos reales que involucran al tío abuelo del cineasta. Mono con Gallinas nos cuenta la historia de Jorge, un quiteño de 18 años que termina siendo soldado frente al conflicto limítrofe entre Perú y Ecuador en 1941. A pesar de esta situación inesperada, él cree que la experiencia militar lo hará el hombre fuerte y respetado que desea ser. Sin embargo, cae prisionero del bando peruano en la selva, sin que los militares ecuatorianos sepan de esto, dándolo por muerto. Una historia simple y directa que a primera vista no trae nada original al género de películas bélicas. Sin embargo, lo que distingue a este relato de otros tantos, es la mirada intimista que tiene sobre el conflicto, y su foco que se centra más en los individuos que encabezan el relato. La narración hace hincapié en Jorge, en su rol de adolescente que debe dejar atrás su ingenuidad y la inocencia con la que le hace frente a la vida para convertirse en adulto por la necesidad de contraponerse al riesgo que implica participar de un conflicto armado. Lo interesante también es la presión social que presenta este chico en su casa, y en cómo su padre le dice que tiene que ser alguien en la vida. Es quizás producto de una cadena de sucesos que ese “alguien en la vida” se termina transformando en un soldado. Eso y la camaradería que logra Jorge con Bubo, un mecánico de tren, devenido en amigo que tiene la idea de alistarse en el ejército para “convertirse en hombre”. La guerra si bien siempre está en plano, no lo hace de una forma directa sino tácita. El realizador juega más con mostrar “la parte por el todo” y eso termina siendo verdaderamente efectivo. No obstante, lo que le puede llegar a jugar en contra a la película es su ritmo pausado y cansino que igualmente no es tan exagerado como para llegar a distraer al espectador. Con respecto a la puesta en escena, podemos decir que si bien no se trata de una superproducción, están muy bien administrados los recursos, logrando una buena reconstrucción de la época en el primer acto del relato. Luego se muestra poco y nada de la civilización, pero el diseño de producción es acorde a las exigencias de la cinta. Las actuaciones sin llegar a ser descollantes, son correctas y nos meten de lleno en el clima de tensión producto de la oposición entre los monos (ecuatorianos) y las gallinas (peruanos). En síntesis, Mono con Gallinas es un film bélico pequeño pero con mucha personalidad, que se apoya mucho en sus intérpretes y en los climas que genera su ritmo pausado junto con la dirección de arte. Un film que merece su visión porque resulta ser una más que digna ópera prima, y para entender más sobre el conflicto armado entre Perú y Ecuador en 1941.
Yo, Daniel Blake: Víctima de la burocracia estatal. Finalmente llega a las salas el último film de Ken Loach, el cual fue galardonado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año pasado. Ken Loach es un director prolífico que nos ha otorgado films como El Viento que Acaricia el Prado -2006- (cinta que también le valió el premio mayor en el festival francés), Riff Raff -1991- y The Navigators -2001-, entre tantos otros. Sus films se caracterizan por expresar o sacar a relucir problemáticas actuales de la sociedad británica que rodea a los personajes. En esta oportunidad, Loach decide poner el foco en la desidia, la indiferencia y la burocracia estatal frente a las personas de bajos recursos, aquellos que necesitan algún tipo de plan social o incluso a personas como Daniel (Dave Johns), que tienen problemas de salud y no pueden trabajar, pero tampoco pueden cobrar un seguro de desempleo o un subsidio temporal por incapacidad. A pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. Daniel es una de las tantas víctimas del sistema capitalista que son confinados a un limbo burocrático del cual no pueden escapar. El realizador trabaja con sensibilidad y pericia un tema delicado para la sociedad británica y quizás para la población mundial en su totalidad. Loach no tiene pelos en la lengua a la hora de hacer una profunda crítica anticapitalista y de izquierda sobre los trabajadores y aquellos individuos que son invisibles ante el sistema. La narración se desarrolla de forma prolija y pausada, siguiendo el ritmo que se toma la maraña administrativa de Gran Bretaña para atender las necesidades de las personas con problemas. Por otro lado, la película nos muestra la historia de Katie (Hayley Squires), una madre soltera con dos niños que también presentan dificultades para tratar con el Estado. Así es como los caminos de Katie y Daniel confluyen e intentarán ayudarse mutuamente para salir adelante. Nos encontramos ante un drama profundo y sincero, bien conforme a los tiempos que corren y con una mirada crítica por parte de su realizador. Las actuaciones que nos otorgan sus protagonistas son muy enérgicas y le hacen justicia al tipo de relato que se nos quiere presentar. Un relato duro que está pensado para pegarle al espectador donde más le duele, y para hacernos reflexionar ante la insensibilidad y el desinterés por el otro. Donde los empleados estatales son como maquinas frías que solo cumplen sus funciones sin importar las consecuencias. Yo, Daniel Blake es un drama pujante con trabajos impecables por parte de Johns y Squires. El mensaje de Ken Loach es bien claro, y pese a que por momentos roza la demagogia, está muy bien direccionado e intencionado. Otro triunfo por parte del director que a sus 81 años demuestra que todavía tiene mucho que decir.
El género de terror es uno de los más populares entre los espectadores. Quizás sea por un tema psicológico de querer enfrentarnos ante aquello que nos aterra, a las pulsiones y al deseo de calmar ese estado de tensión constante que nos aqueja por el solo hecho de estar vivos. O tal vez sea por una cuestión de puro divertimento. El asunto es que ante la enorme demanda de este género, casi todas las semanas tenemos al menos un film de horror en la cartelera. “No Toques Dos Veces” (“Don’t Knock Twice”) es una propuesta con un gran sentimiento de familiaridad, al verla nos damos cuenta de que la cinta nos da una sensación de deja vu. La película trata acerca de una madre, Katee Sackhoff (“Battlestar Galactica”), que deberá proteger a su hija de una entidad sobrenatural que la persigue al haberla “despertado” de un aparente letargo. Ella es una escultora y adicta en recuperación que está casada con un banquero. Años atrás, Jess se vio obligada a renunciar a su hija para protegerla de su precaria condición y su lucha contra las adicciones. Chloe es una chica adolescente que no quiere saber nada con su madre pero deberá acudir a su ayuda cuando con su amigo Danny deciden llamar (dos veces) a la puerta de una casa habitada por una supuesta bruja. Todo esto deriva en la desaparición del amigo de la joven y una persecución de la entidad a Chloe. La leyenda urbana del lugar nos relata que con el primer llamado a la puerta despierta a la hechicera devoradora de niños y el segundo la levanta de entre los muertos. El largometraje cuenta con una más que decente dirección de Caradog W. James y unas actuaciones notables de Katee Sackhoff y Lucy Boynton (“Sing Street”). Los problemas vienen por el lado del guion, que presenta varios lugares comunes y algunos giros predecibles que le quitan sorpresa al espectador. Además, algunos diálogos se sienten forzados y ciertos personajes no llegan a despertar interés o tener peso para la historia, haciendo que queden en evidencia ciertos elementos dramáticos a ser utilizados posteriormente. Sin embargo, la película llega a brindar un entretenimiento pasajero y algunos momentos bien logrados, más si la comparamos con otros proyectos que pudimos ver recientemente en el cine, como por ejemplo “Aplicación Siniestra” y “No Digas Su Nombre”. En síntesis, “No Toques Dos Veces” es un film regular que pese a una buena dirección y a unas actuaciones decentes no puede salir adelante debido a un guion genérico, repleto de clichés y situaciones familiares por su presencia en un amplio número de películas pertenecientes al género. Puntaje: 2,5/5
Baywatch: Tratando de mantenerse a flote. Siguiendo la tendencia de revivir productos exitosos del pasado, llega esta semana la adaptación en clave paródica de Baywatch, una de las series icónicas de los ’90. En la TV, los guardavidas que caminan en slow motion tuvieron su primera aparición en 1989 con una temporada bastante olvidable que llevó a la serie a ser cancelada debido a los bajos raitings. Sin embargo, un año más tarde David Hasselhoff (protagonista de la serie), que venía de triunfar en Knight Rider, decidió cargarse el proyecto al hombro y actuar como productor ejecutivo, así fue como el proyecto comenzó un cambio de rumbo, extendiéndose a 11 temporadas y con algunos spin offs y películas para tv. La serie se convertiría en un verdadero fenómeno de la cultura popular. Como en Hollywood siguen tratando de aprovechar fórmulas exitosas del pasado, en esta oportunidad le toca a Baywatch la de sumarse a la larga lista de célebres programas televisivos en ser llevados a la pantalla grande. No obstante, la cinta de los bañeros se suma a ese selecto grupo de films que deciden optar por un camino paródico o de comedia en lugar de respetar el verdadero tono de la serie. Lo pudimos ver con resultados diversos en las adaptaciones cinematográficas de Starsky & Hutch (2004), 21 Jump Street (2012), Dukes Of Hazzard (2005) y CHIPS (2017). Seamos realistas, ir a ver Baywatch y esperar una obra maestra sería un pensamiento irreal y cargado de hipocresía. Partamos de la base de que el relato está cimentado en torno a una serie de TV mediocre y extremadamente ridícula de los años 90, donde los “guardianes de la bahía” tomaban un rol que excedía a sus capacidades y jurisdicciones. Es por ello que en esta ocasión el tono paródico es acorde a la situación de adaptación y se siente de alguna manera justificada. Esto quizás tenga que ver con la buena lectura de la situación y del género que hace el director, Seth Gordon (Horrible Bosses). El film en sí es un conjunto de estereotipos de la serie, algunas secuencias cargadas de acción y una catarata de gags, algunos de los cuales dan en el blanco, otros fallan en el intento y unos tantos podrán ofender a varios sectores del público. Todo este combo es empleado en función de la comicidad. Los mejores momentos se darán entre el personaje de Dwayne ‘The Rock’ Johnson (Rapidos y Furiosos 8) y Zac Efron (Hairspray, High School Musical), a quienes se los ve muy cómodos en la comedia. La historia que se nos propone es sencilla, Mitch Buchannon (Johnson) deberá admitir en su grupo de socorristas a un nadador olímpico bastante fanfarrón (Efron), y juntos descubren una trama delictiva (drogas y corrupción) que amenazan el futuro de sus trabajos y de la bahía en general. Un aspecto que le juega a favor a la narración tiene que ver con el empleo del metacomentario para justificar varios momentos inverosímiles del film. Es así como el personaje de Zac se pregunta: “¿No deberíamos llamar a la policía? Esta investigación parece un elemento de un forzado show de TV.” O cuando el personaje de Alexandra Daddario (San Andreas, Percy Jackson) cuestiona: ¿Por qué parece como si estuviera corriendo en Slow Motion? Baywatch es aquella propuesta que fue encontrada en el cajón de los recuerdos y revivida debido al factor nostalgia del film. Sin embargo, al reírse de sí misma, contar con un elenco capaz de funcionar (por momentos) en la comedia y con la presencia de un director que tiene lexperiencia en este tipo de largometrajes, la adaptación de Guardianes de la Bahia se ve menos forzada que varios reboots de este tipo. No obstante hubiese estado bueno ver al personaje de Daddario y al de Kelly Rohrbach abocados más a la comedia, en lugar de ser simplificadas como “las guardavidas sexy”. Dejando de lado algunos aspectos escatológicos, chabacanos y vulgares de la cinta, uno puede disfrutar de algunos momentos de este relato. En resumen, nos encontramos ante una película totalmente innecesaria que dentro de ese catalogamiento logra divertir al público a pesar de las inconsistencias narrativas. Como parodia funciona y en definitiva ese era su objetivo. Baywatch es el típico film que uno ve en la TV un domingo a la tarde, del cual no espera absolutamente nada, pero que logra hacernos soltar un par de carcajadas.
“Aplicación Siniestra” es la película de terror de la semana, y una de las varias que hacen uso de la tecnología para asustar a los espectadores. O al menos eso intenta. El film de hermanos Vang no aporta nada nuevo al género e incluso falla en los aspectos narrativos, interpretativos y en la capacidad de generar miedo en el espectador. La historia es sencilla, un grupo de amigos descargan una aplicación para el teléfono celular que es una especie de asistente virtual vengativo (como un Hal 9000 pero sin lograr transmitir esa sensación de superioridad o frialdad frente a sus potenciales víctimas). Para obtener direcciones y recomendaciones de restaurantes esta sistema esconde una siniestra naturaleza. La aplicación no solo es capaz de conocer los miedos más secretos y ocultos de una persona, sino que además es capaz de hacerlos realidad (¿Alguien dijo Freddy Krueger?) hasta lograr matar de miedo a los usuarios. Como verán, la premisa que toma la cinta no es para nada original y toma elementos prestados de películas exitosas, las mencionadas anteriormente y posiblemente “Ringu”, “One Miss Call”, entre otras. No funciona ni como largometraje, ni como metáfora del lugar que ocupa la tecnología en nuestra vida cotidiana y las consecuencias que puede traernos. Las actuaciones son bastante pobres, el guion parece una serie de escenas inconexas que buscan asustar por simples jump scares y el diseño del villano es grotesco y hasta inverosímil de lo caricaturesco que parece ser. Un film olvidable que no nos transmite absolutamente nada. Cabe destacar que estos problemas no tienen nada que ver con sus limitaciones presupuestarias o de producción sino por la cantidad exacerbada de estereotipos, por la floja narrativa que propone, las interacciones y diálogos de los personajes que resultan forzados e incoherentes y por la familiaridad de los hechos que fueron plasmados de mejor manera en otros proyectos. En síntesis, “Aplicación Siniestra” es un film tan poco recomendable como bajar la aplicación en el mundo diegético para los personajes del largometraje. Una pobre adhesión al género. Puntaje: 1/5
Como es sabido, en Hollywood faltan ideas originales desde hace ya varios años. Es por ello, que están en auge las secuelas, remakes y reboots de films exitosos. Los monstruos de Universal no pueden escaparle a esta premisa y es por ello que se está gestando un universo cinematográfico que lleva el nombre de Dark Universe. Si bien el Universo Cinematográfico que más tiene presente la gente es el de Marvel, Universal Pictures fue pionero a la hora de concebir esta idea. En la década de los años ‘20 y ’30 se comenzaron a realizar estas películas con “El Jorobado de Notre Dame” de Lon Chaney como el inicio de todo. Luego vinieron “Drácula” (1927) y “Frankenstein” (1931), y en 1932 llegó la primera entrega de “La Momia” con Boris Karloff que ya había tenido la oportunidad de mostrar su afición al terror con la adaptación del clásico de Mary Shelley. Con el transcurso del tiempo se dieron varias secuelas y reboots, entre ellas la versión de Peter Cushing y Christopher Lee en 1959 y las más recientes de Brendan Fraser como protagonista. A 9 años de la última aparición del espectro arcaico, y como idea principal de relanzar no solo una franquicia sino el potencial de cruzar a varios de los monstruos en una serie de films relacionados, Alex Kurtzman (“People Like Us”), producto de la factoría de JJ Abrams, nos trae un film entretenido y vertiginoso con algunos problemas narrativos y con pocas cosas que no hayamos visto previamente. La historia es sencilla y conocida, una antigua reina egipcia (Sofia Boutella) fue momificada viva luego de matar a su padre y al heredero al trono. En la época actual, Nick Morton (Tom Cruise), un cazarrecompensas descubre la tumba de la mujer, y desata una maldición que ha crecido hasta límites insospechados con el paso de miles de años. Como bien dije antes, “nada nuevo bajo el sol”, y lo peor de todo es que la película peca de cometer algunos errores vistos en versiones anteriores. En primer lugar, hay una tendencia a la sobreexposición y a revelar toda la trama mediante diálogos o incluso a través de una introducción a modo de prólogo, donde no dejan nada a la imaginación o a la interpretación del espectador. Un error común el de subestimar al público. Por otro lado, el personaje de Annabelle Wallis (“King Arthur: Legend of the Sword”) es intrascendente, no llega a desarrollarse o a tener motivaciones claras. Está ahí para hacerle compañía a Tom Cruise y para sugerir un interés romántico que tampoco hace a la narrativa del film. Incluso no sale del papel de “damisela en apuros” y le saca dimensionalidad y carácter al personaje. No aporta nada, más allá de una floja personificación de la actriz, y da la sensación de que la película se hubiera beneficiado con la presencia de un personaje femenino fuerte. La participación de Jake Johnson (“New Girl”) tampoco tiene mucha razón de ser, salvo la de ser básicamente el comic relief del asunto, cosa que juega en contra a la película cuando su personaje deja de estar en pantalla, ya que el resto de los momentos que intentan ser cómicos se los nota algo forzados. Ahora pasaré a enumerar los aciertos de la cinta. En primer lugar, siempre es complejo el inicio de un universo expandido y las situaciones pensadas para desarrollar este mundo compartido son muy buenas. La participación de Russell Crowe (“Gladiador”) como Dr. Jekyll/Mr. Hyde es muy buena y nos da ganas de ver un poco más, tanto del personaje como de la articulación que van a tener los distintos monstruos entre sí. Lo único que pareció un poco flojo fue el diseño de Mr. Hyde, que seguramente cambie para su film en solitario. Por otro lado, la personificación de Sofia Boutella (“Star Trek Beyond”) cumple su cometido y nos demuestra su comodidad para realizar estos tipos de films fantásticos y de aventuras. De Tom Cruise no queda mucho para decir, solo que es sorprendente que a los 54 años todavía tenga la habilidad de hacer esas escenas impresionantes y exigentes desde el aspecto físico. Los efectos especiales son más que dignos, sobre todo en los “zombies momificados” que genera la momia del título, y las escenas de acción son espectaculares más allá de alguna que otra objeción (¿Por qué tenemos la nube de polvo con cara otra vez?). En síntesis, “La Momia” es una película que a pesar de la sensación de deja vú y las inconsistencias del guion nos entretiene mediante acción trepidante y la promesa de un universo expandido interesante. Puntaje: 3/5