El principal atractivo de El imaginario mundo del Dr. Parnassus es, mal que les pese a muchos, el morbo que genera ver “la última película que filmó Heath Ledger“. Como desafío fílmico es también una novedad ver a ¡4 actores de primer nivel! interpretando al mismo personaje (completaron el film en lugar de Ledger figuras de la talla de Johnny Depp, Colin Farrell y Jude Law), y aunque es cierto que el film ofrece cuestiones interesantes, sin dudas no es tan genial como quiere hacer creer el grueso de la prensa especializada. La historia, muy complicada de explicar en un texto, sería más o menos la siguiente: el Dr. Parnassus es un ser inmortal que básicamente cree en la bondad de los hombres. Según su concepción de la vida, los humanos elegirán siempre el bien común por sobre su bienestar personal. Como contracara está el diablo, quien asegura totalmente lo contrario: el mundo es básicamente un “sálvese quien pueda”. La discusión de estos dos seres pasa a ser una disputa por las almas de los hombres: su relación es mediante apuestas. Así, Parnassus quiere enamorar a una mujer, para lo cual desea además recuperar su juventud. El diablo le ofrece la posibilidad, a cambio de que el Dr. le entregue a la hija que ellos conciban cuano ésta cumpla 16 años. Justamente en la previa del cumpleaños es que se ubica la película, y Parnassus deberá entregar a su hija. Sin embargo, el diablo le ofrece una nueva apuesta: podrá liberarse de la deuda siempre y cuando consiga antes que él 5 almas. Es decir, siempre y cuando 5 hombres que estén ante la duda de la elección, opten por el bien general antes que su bien personal. Para ésto es que Parnassus se mueve con un “circo itinerante”. En un truco en el que se presta como una suerte de mentalista, el Dr. ubica a los hombres ante la disyuntiva, y éstos deberán elegir. Para vencer al diablo, Parnassus contará con la ayuda de un embaucador profesional (Ledger), que él mismo no tiene bien claro cuál de las dos opciones elegiría… La película se destaca sobre todo por su despliegue visual. Los colores son realmente geniales, las escenografías sorprenden (sin hacer uso de la “facilidad” del 3D) y los vestuarios son interesantes. La historia en sí es buena, y la película -comandada y escrita por el ex Monty Python Terry Gillian- es interesante, aunque insisto en que sin dudas habrá “estrellitas” de más en las calificaciones de los medios.
Ya lejos de las controversias mínimas sobre su presunta xenofobia y su ultracatolicismo, Mel Gibson vuelve a lo que lo ha hecho conocido: el cine de acción old style. Y, nobleza obliga, lo hace muy bien. Al filo de la oscuridad nos presenta al policía especializado en homicidios y además padre soltero Thomas Craven -Gibson-, quien recibe a su hija ya veinteañera en su casa por un tiempo. Sin embargo, lo que se planteó como una suerte de vacaciones padre-hija se ve estropeado ni bien arriba la joven a su casa: en la puerta de la vivienda, un hombre la fusila a quemarropa con una escopeta. Sinceramente, los primeros 5 minutos de la película son intensísimos. Lo que sigue es básicamente el intento de resolución del caso, porque lo que Craven cree al principio es que se trata de una venganza en su contra, sospechando de algún viejo caso que haya tenido que resolver en la Fuerza. Sin embargo, se va enterando de que su hija militaba en contra de una empresa que mantenía contratos con el Gobierno y cuyas tareas infringían la ley y sobre todo la ética. Y claro, con peces tan gordos ni siquiera la Policía quiere meterse. Es así que Craven se verá sólo contra el mundo, siendo un hombre que, habiendo enterrado a su hija, no tiene nada que perder. La película cumple con todos los requisitos que le exigimos a una película de acción: intensidad, velocidad, frases cortas y contundentes y además algún que otro giro. Pero también es cierto que, como en todos estos films, ya sabemos cómo va a concluir la historia si Gibson está del lado de los buenos… Es una buena opción de fin de semana si lo que buscamos es relajarnos y disfrutar de un buen policial de los que, tal vez por pecar de exceso de intelectualidad, los directores no hacen.
Lo primero que debo reconocer es que suelo ser prejuicioso respecto de los best sellers, e incluso admito que este sentimiento se potencia cuando la intención es ver una película basada en un éxito de ventas literario. Sin embargo, Los hombres que no amaban a las mujeres generó en mi la agridulce sensación de haber visto algo bueno que seguramente hubiera disfrutado mucho más en su versión textual. Se trata de un atrapante policial, en donde no faltan todos los condimentos que uno está acostumbrado a requerirle a este género en largometrajes (creo que esto tiene que ver con que nos hemos malacostumbrado a hollywood), pero además tiene una cuota de sadismo y oscuridad -que yo le adjudicaría a su origen europeo-, lo que la hace todavía más interesante. Vamos a la historia: ambientada en Suecia, el reconocido periodista de investigación Mikael Blomkvist -Michael Nyqvist- pierde un juicio por calumnias ante un poderoso empresario, lo que lo obliga a abandonar su trabajo en la revista Millenium. Sin embargo, y gracias a su fama de gran rastreador de datos y pistas sueltas, el millonario Henrik Vanger lo contrata para un trabajo personal. Este hombre lo que quiere es averiguar qué ha sucedido con su sobrina, desaparecida hace unos 40 años, pero que sigue enviándole señales de que está viva. Vanger sospecha de alguien de su familia, un numeroso clan que vive desperdigado en diversas mansiones en una isla sueca. Paralelamente está la historia de Lisbeth Salander -Noomi Rapace-, una hacker adolescente que trabaja en una empresa de espionaje por encargo que uno de sus trabajos ha tenido que espiar a Mikael. Esto en cuanto a su ámbito profesional, porque en el personal Lisbeth tiene una vida muy dura: está tutelada por obligación judicial, tras haber realizado acciones violentas en el pasado. Y su tutor es un sádico que la obliga a realizar sexo con él para conseguir el dinero que le corresponde. Sin embargo, logra deshacerse de él, y finalmente conecta con el caso de Mikael. Así, los dos se embarcan en el misterio de los Vanger, que obviamente será mucho más complejo de lo que uno creería en el principio. Sinceramente, la película logra mantener la atención del espectador en todo momento. El manejo de la tensión está muy bien llevado, y las casi dos horas y media de duración ni se sienten. Insisto: pocas veces me había pasado eso de lamentar no haber leído la novela. Aquí hago un parate, y perdonen la extensión del texto, pero es necesario un breve repaso al responsable de la novela. La película está basada en el primer libro de la trilogía “Millenium“, escrita por el sueco Stieg Larsson. Los libros se convirtieron en un fenómeno editorial que superaron los 15 millones de ejemplares vendidos, logrando fanáticos alrededor del planeta… y sin embargo el escritor no vivió para ver su éxito. Larsson tuvo una vida más que agitada, trabajó como periodista, investigó a los grupos neonazis en su país, militó en el troskismo y murió de un ataque al corazón a los 50 años, poco después de entregarle a un editor el final de la trilogía pero antes de que el primero de los libros fuese publicado. No conoció el éxito, y también por eso su figura se acrecentó. Pero volvamos a la película. No crean que se van a encontrar con la versión sueca de El Código Da Vinci: el nivel es muy superior, tanto desde las actuaciones (aunque lo lamente por los geniales Hanks, Reno y Tatou) como en lo respectivo al guión. En definitiva, Los hombres que no amaban a las mujeres es una gran opción para un policial con contenido y moderno.
El único modo de reversionar un clásico es teniendo la certeza de que la remake será superadora. Es por esto que, tras ver El hombre lobo, una pregunta se quedó zumbando en mi cerebro: ¿¿¿Por qué, Benicio, por qué??? La base de la historia no creo que sea desconocida por el grueso de la gente, pero para algún despistado, he aquí un brevísimo resumen: nos ubicamos en la Inglaterra de fines del siglo XIX, y Lawrence Talbot -Benicio del Toro- regresa a su pueblo ante la muerte de su hermano. La llegada a sus pagos implica además el reencuentro con su padre -Anthony Hopkins-, y también desembocará en el cruce con la prometida del difunto, Gwen -Emily Blunt-. Lawrence decide entonces investigar qué fue lo que mató a su hermano, y descubre que fue víctima de una fiera que aterroriza al pueblo y ya ha aniquilado a varios habitantes. Sale a cazarlo, lo encuentra y es atacado, pero sobrevive. Haber resistido la embestida de esta bestia confluye en que Lawrence quedará maldito: él también se convertirá en este Hombre Lobo sediento de sangre cada noche de luna llena. La película es predecible y a esto se le suma que es una historia que vive en la memoria colectiva: sabemos que Lawrence se enamorará de la viuda de su hermano, que la cura para la maldición recae justamente en el amor de la doncella, que todos querrán matar a la bestia… Quiero ser claro en algo: no es que sea un film aberrante, sino que es absolutamente prescindible. El problema reside en que la recreación de una historia inmortal sólo vale la pena si le agrega algo, por más que sea en un nivel ínfimo. Lo único que genera en el espectador esta versión 2010 de El hombre lobo es ganas de volver a ver la original.
Preciosa tiene todo lo que necesita una película para ser una de las que “hay que ver“: una historia dramática pero atrapante, un guión genial, actuaciones brillantes y sobre todo una coherencia que no se rompe cayendo en los clichés de hollywood. Clarise Precious Jones es una madre soltera de 16 años de raza negra y obesa que, más que vivir, sobrevive en el Harlem. Sus compañeros la molestan y en su familia no puede encontrar refugio: mientras que su madre la trata prácticamente como basura, la golpea y la insulta constantemente, su padre se ha fugado, no sin antes haberla violado varias veces, entre ellas la que provocó su primer embarazo y la que ha generado que Precious esté embarazada por segunda vez. Este segundo embarazo le causa problemas en la escuela, a pesar de que, gracias a mantenerse callada, tiene las mejores notas de su clase. La directora le propone ir a una escuela alternativa, un lugar en donde Precious finalmente conocerá que hay una luz en medio de la oscuridad que le ha planteado el destino. A pesar de esto, aclaro que no es la típica novelita rosa en la que una cenicienta de los barrios bajos emerge gracias a la educación. La historia propone una dureza abrumadora, demostrando que las historias de princesas quedan sólo para los cuentos de hadas. Además de destacar el guión, que es sinceramente excepcional, sin dudas lo que brilla son las actuaciones. La joven Gabourney Sibide interpreta a Precious, y cualquier adjetivo o calificación que intente volcar en este texto no alcanzará para describir su performance. Es sencillamente cautivante. Pero tampoco quiero olvidarme de Mo’Nique, responsable de encarnar a Mary, la madre de la protagonista. Baste decir que me generó tal odio que tardé unas horas en despegarla del personaje y comprender que, en tanto a esa madre la condenaría a prisión, por eso mismo la actriz merece ser premiada. Se vienen muchas entregas de premios y entre todas ellas se destacan los Oscar. No sé si se llevarán estatuillas, estimo que sí. Pero más allá de los galardones, este film merece ser destacado. Es una película durísima, pero no por ello deja de ser excelente.
A pesar de que la crítica internacional habla maravillas de Vivir al límite y aunque es una de las películas con más nominaciones a los premios Oscar, les voy a ser sinceros (ya que es mi único capital…): ni a palos es tan buena como todo el mundo dice. Es cierto que el enfoque del film es novedoso, al centrarse más en la psicología del soldado estadounidense en el conflicto con Irak, pero de ningún modo es tan genial como el mundo parece haberse puesto de acuerdo en considerarla. El protagonista es el líder de una unidad que desactiva bombas y comanda un equipo de otros dos jóvenes. La película justamente hace foco en el contraste de personalidades entre los tres. Uno de los soldados es bastante temeroso y tiene un acompañamiento de uno de los psicólogos del Ejército, al otro parece que no le importa nada y que lo único que quiere es irse de ahí y va contando los días que faltan para el relevo. El Jefe es un tipo intrépido al que la guerra le sube la adrenalina y casi que lo disfruta, el problema es que al ser el que decide, suele poner en riesgo a todos. En definitiva, la peli está buena, pero no es fundamental ni fundacional para la filmografía de guerra.
Juventud sin juventud es, ante todo, una película imposible. El fantástico director Francis Ford Coppola vuelve a pecar de megalómano al intentar llevar a la pantalla una narración sencillamente inabarcable para el séptimo arte. Si bien la historia parece atractiva en su núcleo, el film termina siendo una aventura desmedida, compleja y ambiciosa en el peor de los sentidos. Comenzamos en la Rumania de 1938 cuando el anciano Dominic -Tim Roth-, un estudioso de las lenguas de la humanidad, es alcanzado por un rayo. Su cuerpo yace carbonizado en las calles de Bucarest y, sin embargo, no muere. Lo internan, lo cuidan y sorprende a sus médicos al demostrar una recuperación de ciencia ficción: no sólo por la velocidad sino porque este hombre de setenta años rejuvenece hasta parecer un adulto de sólo 35. Pero esto es simplemente el inicio de una mejora impensada, ya que Dominic demuestra además tener conocimientos increíbles en todas las materias del saber humano, desde idiomas hasta ciencias. Paralelamente, el nazismo avanza por Europa y, entre los experimentos que realizan los doctores del Tercer Reich, hay uno en particular que pondrá en peligro a nuestro protagonista: un científico alemán investiga la posibilidad de que los humanos puedan mutar en seres de conocimientos increíbles y hazañas asombrosas si son afectados por ataques de altos voltajes. Es decir, está intentando averiguar lo que Dominic ha vivido en carne propia. La recuperación ha llegado a los oídos de los comandados por Hitler, y es por eso que Dominic debe iniciar una vida de huidas y mentiras, durante la cual va conociendo a distintos personajes a la vez que se va descubriendo a sí mismo. Llega a darse cuenta de que además de poseer conocimientos extraordinarios tiene facultades de mentalista (al punto de poder adivinar qué número saldrá en la ruleta de un casino o cómo obligar a las personas a realizar actos que ellos mismos no deseen hacer). Si piensan que ya esto es abrumador, esperen porque hay más. Los años avanzan, cae el nazismo, y Dominic conoce a Veronika, una joven que, tras un accidente, sufre un trastorno que podría relacionarse con su vida. Ella tiene vivencias que la van transportando al pasado y mediante las cuales él logra conocer las lenguas más antiguas (recordemos que allá por 1938 era un viejo lingüista). A medida que hago el racconto, mi mente transita laberintos imposibles de reproducir. Baste decir que Juventud sin juventud está protagonizada y prácticamente monopolizada por Tim Roth -quien, a todo esto, se muestra increíblemente parecido físicamente a un joven Silvio Berlusconi-, y que la trama no sólo es por momentos incomprensible, sino también un tanto tediosa. Ojo, la historia detrás de la película parece ser interesante. Coppola se basó en un cuento del historiador y novelista rumano Mircea Eliade, y, si bien no lo leí, sí me hizo acordar a una de esas novelas en las que es necesario tomar nota de algunos hechos como para no perder la trama. Incluso pensaba que tranquilamente un escritor como Thomas Pynchon podría haber sido responsable del texto. Juventud sin juventud pone a prueba la tolerancia del espectador. Como película simple y llana, es demasiado exigente y no termina ofreciendo un resultado satisfactorio. La recomendaría a los fanáticos de Coppola, un director que, a pesar de tener más fracasos que éxitos, es sin lugar a dudas un fundamental en el séptimo arte -personalmente, le estaré eternamente agradecido por El Padrino y Apocalypsis Now, así que por mí que haga lo que quiera, que siempre miraré, ante la duda, sus films-. Sin embargo, y en referencia estricta a este trabajo, Juventud sin juventud termina siendo la prueba de que el cine no puede abordar cualquier texto.
Se estrena finalmente la esperadísima Actividad Paranormal, una película cuyo principal atractivo tal vez no sea tanto la historia filmada, sino lo sucedido detrás del largometraje en sí. Mucho se ha hablado sobre la inmensa cantidad de películas de bajísimo presupuesto que se producen anualmente en el mundo, y del pequeño (pero creciente) porcentaje de ellas que llegan a las manos de algún pez gordo hollywoodense y dan el batacazo contra los megatanques. Actividad Paranormal es una de ellas y las cifras hablan por sí solas: el director y guionista Oren Peli asegura que la filmó con sólo unos 15 mil dólares, y ya lleva recaudados más de 150 millones, con proyecciones de, al menos, unos 100 millones más. Como suele suceder, una sorpresa como ésta generó una ola de rumores. Poco importan si son ciertos o no, pero alimentan las ganas de verla. El que más me impactó fue el que asegura que el film llegó a los estudios de Steven Spielberg y fue comprada sólo para evitar que lo hicieran competidores en “apenas” unos 330 mil dólares. La idea era reservarla y, en todo caso, hacer una remake en el futuro. Cuenta el mito que Spielberg vio la película en privado y le pareció buena pero que, al finalizar, la puerta de la habitación en la que estaba se cerró de un portazo. Inmediatamente levantó el teléfono y ordenó no sólo lanzarla lo antes posible a los cines, sino también dejarla en su versión amateur. Vamos ahora a la película en sí, que es lo que en definitiva se irá a ver. Debo decir que la idea principal se ajusta a una ocurrencia que tenía de chico, no tanto por temor sino por curiosidad: ¿Qué pasa mientras dormimos? Una pareja se muda a una casa y la mujer, Katie, siente que una presencia espectral la acosa todas las noches. Un poco cansado de las quejas de su novia, Micah decide instalar una cámara para filmar lo que ocurre mientras ellos están dormidos. Y lo que descubren es que si no es un fantasma o un demonio, lo que los acecha está muy cerca de serlo… Actividad Paranormal se inscribe en las películas de terror que no asustan tanto por lo que muestran sino por lo familiar de la situación. En este punto la separo claramente de los films asiáticos, que manejan el lenguaje terrorífico como nadie, y que generan usualmente un miedo inconmensurable. En esta ocasión, hay un punto que involucra inevitablemente al espectador: todos dormimos en algún momento, y cuando esto sucede, lo que ocurra a nuestro alrededor ya no está bajo nuestro control. Creo que este es el gran acierto. Hay una salvedad que quiero hacer para todos los que deseen verla: está filmada en el estilo de “cámara en mano”, como una suerte de Proyecto Blairwitch (y sí, hay más de un punto en común), aunque de un modo un poco más prolijo. No soy fanático de las películas de terror, sin embargo Actividad Paranormal maneja un nivel psicológico interesante que creo que llamará la atención de quienes no son “militantes” del género. La película es buena y sin dudas cumple con los objetivos propuestos. Y si a eso se le suma la historia detrás de la historia, podría decirse que es uno de los hallazgos de la industria tras los múltiples fracasos de varias megaproducciones. Sólo un dato: tras ver la película, regresé a mi casa, desenchufé el equipo de música de la “zapatilla”, estalló la conexión y saltó la térmica. Hasta que me di cuenta de lo que había sido, habré estado unos dos minutos en la oscuridad total. Créanme que fueron los 120 segundos más largos de mi vida…
Les dejo la primera reflexión que generó en mí 2012: ¡un final no es sólo una parte de la película! Sin ahondar al respecto, debo decir que el film tocaba un tema ríspido llevándolo con un ritmo elogiable -sobre todo si se tiene en cuenta que dura más de 2 horas y media…-, pero sobre los últimos minutos la estocada hizo que todo se desbarrancara. Pero a no apresurarnos, vamos a ver de qué se trata. 2012 se inscribe en el género de “película catástrofe” que aventura el fin del Universo. Claro que, como sucede desde hace ya algunos años, esto no ocurre por una invasión alienígena, sino que son los propios hombres los responsables de la decadencia del Mundo por haber descuidado la naturaleza. Al respecto, es necesario mencionar la referencia a los Mayas, quienes desde hace miles de años predijeron que en el 2012 se destruiría el Planeta inevitablemente. El film comienza con una seguidilla de imágenes de catástrofes naturales que acontecen desde 2009 en adelante, y llegamos así al 2012. Adrian Helmsley -Chiwetel Eijofor- es un científico estudioso de los cambios ambientales que viaja hasta la India porque uno de sus colegas le advierte que la destrucción del Universo es inminente: el calentamiento del centro de la Tierra se ha producido a velocidades mucho más rápidas que las esperadas. Al recibir el informe, el Dr. Helmsley lo eleva a sus superiores e inmediatamente, dada la importancia del descubrimiento, pasa a formar parte del equipo de expertos de la Casa Blanca. Es cuestión de tiempo para que el Planeta tal como lo conocemos deje de existir, y esto generará la muerte de prácticamente toda la raza humana. Por otra parte, está Jackson Curtis -John Cusack-, un escritor de ciencia ficción que se ha dedicado en sus libros al fin de los días sobre bases geológicas y científicas. Al no haberse convertido en un autor de éxito, sobrevive como conductor de limusinas, pero este no es su único punto flaco: la madre de sus hijos lo dejó por un médico sumamente exitoso y hacia el cual el mayor de los chicos (de unos 10 años) demuestra un cariño supremo. A pesar de esto, los “ex” mantienen una buena relación, y la historia nos ubica al principio en un fin de semana de camping en el que Curtis se lleva a los niños al Parque Nacional de Yellowstone. Justo da la casualidad que los equipos de Washington deben investigar sucesos extraños en esa zona, y es así que Curtis y Helmsley se cruzan por primera vez, aunque más allá de una confesión del funcionario de ser un “fanático” del fracasado escritor, no entablan una relación. Sin embargo, a Curtis le parece sospechoso el despliegue en el área, y comienza a atar cabos con lo que ha escuchado del comunicador Charlie Frost -Woody Harrelson-, un hombre que tiene un programa de radio transmitido desde el mismo Parque Nacional. Charlie podrá parecer un loco de remate en primera instancia, pero lo cierto es que es el único que ha acertado con exactitud los cambios climáticos, y ahora asegura que falta muy poco para la debacle inevitable. Curtis se cruza con Charlie, quien le comenta que los Gobiernos más poderosos del mundo han construido unas naves indestructibles en donde unos “pocos elegidos” podrán sobrevivir al desastre universal. El escritor no le cree mucho, pero toma nota del dato. Finalmente, y como es previsible, la destrucción comienza de a poco. Primero con algunos sismos, luego tsunamis, inundaciones y demás etcéteras, hechos que convencen a Curtis de ir a buscar a su familia, averiguar dónde están las naves y rescatarlos. Aquí es donde empieza a trastabillar la trama. Gracias a Charlie, Curtis se entera de que las naves están en China, y para llegar deberían primero escapar de su barrio para luego tomar un avión hacia el gigante asiático. Esto, aparentemente imposible, no termina siendo tal: la nueva pareja de su ex pilotea avionetas, y con una de ellas llegan al aeropuerto, en donde un magnate jefe del protagonista (recordemos: conduce limusinas) tiene dispuesto un avión… Lo más interesante es la corrupción en torno a la entrega de lugares en las naves de salvación. Los funcionarios clave de los Gobiernos tienen un asiento asegurado, pero además hay unos 400 mil tickets que han sido vendidos a mil millones de euros cada uno a los hombres más ricos del planeta. La injusticia emana aún en los momentos en los que mayor solidaridad es requerida. Y sin embargo, lo que podría finalizar como una crítica a las actitudes miserables de los hombres, termina siendo un mensaje tibio, sin castigo, como un crimen sin condena. Lo cierto es que las razones para ver 2012 pasan casi exclusivamente por los efectos especiales. Ojo, tampoco quiero dejar de destacar la actuación corta pero efectiva de Woody Harrelson. Pero más allá de eso, no tiene sustento como para recomendarla.
Hacía mucho tiempo que no encontraba un policial que conjugara grandes actuaciones, escenarios interesantes, una trama atrapante y un ritmo que acompañara la intensidad de la historia: MR73 tiene todo eso. Ambientado en la ciudad francesa de Marsella, el film nos presenta a Louis Schneider -Daniel Auteuil-, un agente que supo ser uno de los mejores en lo suyo, pero al que un hecho reciente (sobre el que nos iremos enterando a medida que transcurre la historia) lo ha llevado barranca abajo hasta convertirlo en un hombre alcohólico que roza lo patético. Sus problemas con la bebida obligan a sus superiores a alejarlo de la investigación que mantiene en curso, en donde se intenta encontrar a un violador y asesino serial. Pero, claro está, los hombres como él no son del tipo que acatan órdenes, y es así que se mantiene en el caso “desde afuera”, gracias a la relación que mantiene con quien era su compañero hasta la sanción. Paralelamente está Justine -Olivia Bonamy-, una joven que se entera de que el hombre que asesinó a su padre y violó y mató a su madre cuando ella era tan solo una niña está por salir de prisión. Este criminal fue condenado a cadena perpetua por los hechos, pero está por cumplir 69 años, mantiene una conducta ejemplar y se ha acercado muchísimo a las creencias religiosas en los últimos tiempos hasta ser “reformado”, así es que califica perfectamente para una libertad condicional. La noticia sacude a Justine, que no tiene a quien acudir en busca de contención, y termina conectándose con Louis, el mismo que, cuando era un joven oficial, arrestó al responsable de estos crímenes. Estas dos vidas se cruzan en momentos dispares para cada uno, pero ambas están atravesadas por la violencia más vil que pueda imaginarse. De más está decir que acompañan condimentos como: la corrupción policial, los negocios ilegales y los excesos, elementos que cualquier película del género debe tener. Hay algo que tengo que mencionar respecto al director. Olivier Marchal ya me había sorprendido con El Muelle, fantástico largometraje que también tiene una temática policíaca, con lo que mis expectativas eran grandes. Por suerte, MR73 mantiene su impronta (aunque tal vez El Muelle me gustó un poco más). De más está decir que Auteuil es un genio por donde se lo mire. Brilla haciendo comedia, y no deja de hacerlo cuando tiene que interpretar personajes dramáticos o violentos. Sin dudas, uno de los grandes actores contemporáneos. MR73 es una gran opción para aquellos que, al igual que yo, disfrutan de estos thrillers que mantienen al espectador al filo del asiento. Evidentemente, habría que apostar más desde la Argentina al cine francés y menos al bombardeo que sacrifica calidad para colapsarnos con cantidad proveniente de Estados Unidos.