Dan-Vers Desde hace mucho tiempo en una galaxia muy lejana, dos razas sostienen una legendaria batalla sin que nadie logre imponerse definitivamente. De los cambiaforma Skrull no había más que alguna referencia perdida, pero los Kree ya han aparecido otras veces en el universo Marvel, aunque hasta ahora no se había mostrado su planeta de origen ni a la conciencia colectiva artificial que los gobierna. En medio de este conflicto y sin recordar nada anterior a su llegada casi muerta a Hala, capital del Imperio Kree, Vers (Brie Larson) entrena con un equipo de operaciones de élite Kree ansiosa por tener una oportunidad de demostrar su valor en el campo. Esto finalmente se le cumple cuando se les encarga rescatar a un espía que corre peligro de ser capturado por el enemigo, misión que fracasa estrepitosamente y termina con ella capturada por un comando Skrull dispuesto a extraer de su mente toda la información útil que puedan encontrar. Esa información los pone rumbo a un primitivo planeta habitado por una raza que apenas ha logrado salir de su órbita, pero donde aparentemente una científica está desarrollando un propulsor tan avanzado que podría desestabilizar definitivamente el delicado equilibrio de la guerra en favor de quien lo consiga primero. Ajena a los grandes planes de los líderes, Vers solo pretende evitar que los Skrull se infiltren en un nuevo planeta, sin sospechar que será allí donde la esperan esos recuerdos de los que apenas tiene algunos fragmentos. Vení como sos La primera aparición de Capitana Marvel en el universo compartido ocupa al mismo tiempo la posición de precuela, historia de origen de un personaje poco conocido, y detonante de una anunciada renovación del elenco clásico de la franquicia, sin contar la demorada inclusión de un rol protagónico femenino. Esto agrega mucha información necesaria de incluir dentro de una trama que resulta en una primera mitad bastante más lenta. El protagonismo de Capitana Marvelno se asienta hasta que llega a la Tierra y el contexto cósmico queda debidamente presentado. Es a partir de ahí, con una efectiva dupla con el joven Nick Fury, que todo toma ritmo y va recorriendo varios tonos de forma orgánica. Porque antes de convertirse en una película de superhéroes clásica, es primero una buddy movie de espías, con un interesante enemigo capaz de tomar la forma de cualquier persona para infiltrarse o escapar. La elección de ponerle al lado a un personaje popular pero que nunca fue protagónico parece bastante acertada, aunque cuesta un poco reconocer a este Fury alegre y entusiasta como el mismo que una década más tarde vemos organizar a los Vengadores. La dupla entre ambos tiene buena química tanto para la acción como para la comedia, la cual está presente como en toda la franquicia pero sin tomar el rol protagónico que viene teniendo en la rama cósmica del MCU. Muchos de estos gags son alusiones a la época donde está situada la historia, de una forma quizás demasiado subrayada pero que igualmente funciona la mayoría de las veces. La trama en sí tiene algunos huecos que a fuerza de casualidades y decisiones poco explicadas se acomodan a lo que hace falta para que avance, pero todos los personajes principales tienen un mínimo de volumen suficiente como para que resulten interesantes y necesarios dentro de ella. Personalmente hubiera querido un rol más importante para Coulson, desaparecido de la pantalla grande desde la primera Vengadores, pero llevando desde entonces dignamente la antorcha en la TV con Agentes de S.H.I.E.L.D. Regalame una sonrisa Pero claramente el motivo por el que Capitana Marvel fue más criticada y esperada antes del estreno, es por la promesa de contenido social extra a una clásica historia de acción y aventuras, similar a lo que ocurrió con Pantera Negra un año antes. Ninguna de las dos pretende excluir público, pero están enfocadas en un sector que hasta entonces no estaba en el centro: en este caso con la intención de contar una historia con mirada feminista. Como parte de esa narrativa, vemos las distintas etapas en la vida de Carol Danvers y cómo tuvo que lidiar con hombres recordándole lo que podía o no hacer, esperando que resulte atractiva o emocional para encuadrar dentro de un patrón predeterminado. Su forma de enfrentarlo, además de con esfuerzo y mérito, es apoyándose en una amistad sólida y pareja con otra mujer en condiciones similares a las suyas, encontrando juntas un lugar que las satisfaga. Si bien toda esa bajada es clara, al punto que algunas frases amenazan con pasarse de obvias, tampoco está exacerbada ni puesta por delante de la historia que están queriendo contar. No ha de sorprender que esto resulte en una mayor conexión con las mujeres del público; es una intención evidente que no por eso se siente invasiva o forzada. Porque el componente de género es solo uno más de los escollos en el camino de una protagonista pretendiendo un destino que no es el que le fue trazado. La Capitana Marvel es una mujer fuerte y poderosa que no es invulnerable a las dudas e inseguridades que necesita sobrepasar para lograr su potencial completo. Así logra un mensaje de contenido más profundo que el de la otra heroína, esa que cronológicamente le ganó de mano en el protagónico.
Todo por un Like Tres youtubers alemanes, aún casi adolescentes, anuncian un desafío entre dos canales que mantienen una amistosa rivalidad, sin decir mucho más que un viejo amigo les dará acceso a un lugar secreto y prohibido donde grabarán el siguiente episodio. Una tercera chica, que en su canal se dedica a hacer que sus invitados enfrenten sus miedos en cámara, deduce quién es ese amigo. Convencida de que es una terrible idea porque ella misma fue a ese lugar y quedó traumada, se les aparece en el sitio con intenciones de convencerlos de retirarse. El lugar en sí es obviamente un Manicomio en las afueras de la ciudad, establecimientos que siempre tienen historias terribles sin necesidad de que fueran usados por el régimen nazi para ejecutar enfermos, como en este caso. Guiados por su amigo estudiante de medicina, llegan a un apartado edificio del complejo donde los turistas no tienen acceso y que está abandonado desde el final de la guerra. Planean instalar varias cámaras y pasar la noche poniendo a prueba quién se acobarda primero, justificando así que nadie quiera irse porque sospecha que cada susto es alguno de los otros intentando ganar la apuesta. Cuando se enteran de que la recién llegada tuvo una experiencia paranormal y bastante perturbadora en el Manicomio, los otros sin mucho esfuerzo la convencen de quedarse y participar con promesa de aportar seguidores a su canal, el cual es mucho menor que el los otros dos. Viendo que no hay forma de lograr que se retiren, pero también con cierta necesidad de convencerse de que lo que vió hace tiempo fue cuestión de su imaginación, se une al resto del grupo y aporta toda la información que tiene sobre las leyendas de violencia que se conocen del manicomio, especialmente alrededor de una paciente en particular sospechada de rondar aún los pasillos. La Polilla Fantasma Esta película tiene dos estilos bien diferenciados, uno para presentar al sitio con sus personajes, y otro para cuando todo se va al tacho, como debe pasar en estos casos. En toda esa primera parte hasta pueden encontrarse algunas pretensiones estéticas y líneas de diálogo interesantes, cuestionando las ansias de fama rápida de esa generación, aunque sea generando contenido de poco valor intelectual para ser consumido de forma completamente pasatista. En cada ocasión que determinado proyecto sale a la luz, el público debate qué actor… El edificio abandonado en sí es muy interesante de ver: mientras se recorren las distintas habitaciones, cada una con su previsible dosis de foreshadowing, la cámara se ubica en puntos estratégicos que aprovechan juegos de luz y enriquecen la espacialidad mostrada de una forma que desentona con lo chato del resto de la propuesta. Como es de esperarse, eso dura poco: en cuanto comienza la acción todo se convierte en cámara en mano, visión nocturna y sobresaltos, mientras corren aterrados por los pasillos buscándose unos a otros o investigando algún ruido misterioso. Si hasta ahora no le puse nombre a ninguno de los personajes es porque realmente no importa demasiado, ninguno pasa del rango de arquetipo y son prácticamente intercambiables, casi una exigencia del género. En cambio, la trama hace intentos por ser original, apilando giros unos sobre otros, sin explicar demasiado qué es lo que finalmente sucede o por qué, en una secuencia que amenaza varias veces con ser el final pero que nunca se decide a terminar.
Con el mismo guionista del clásico del género “Let the Right one in” (John Ajvide Lindqvist), el joven director Alí Abbasi logra en Border (Gräns) un potente y original relato que bordea el fantástico sin dejar de preocuparse por cuestiones muy reales. Hay algo inhumano en Tina que va más allá de su aspecto rústico, algo que la hace conectar mejor con la naturaleza y sus bestias que con los humanos que la rodean. Es ese instinto animal el que le permite intuir las emociones ajenas y descubrir contrabandistas en su trabajo como guardia de frontera. Olfato Así sea un menor de edad cargando alcohol o un bien vestido pedófilo que será la punta del ovillo para desentrañar una red de pornografía infantil, le alcanza con tenerlos cerca para estar segura de que son culpables, de forma eficiente e implacable. Su rutina es simple entre el trabajo y una pareja no muy sólida, hasta cruzarse con un hombre al que su olfato acusa pero que no tiene nada ilegal en su persona. Un hombre, el cínico Vore, que comparte muchos rasgos con Tina, aunque parece mucho menos adaptado a la vida en sociedad que ella por tener su lado animal más a flor de piel. Intrigada y atraída por su presencia sin saber del todo el motivo, poco a poco se acerca a él sintiendo por primera vez en la vida que no está completamente sola en el mundo. Además de por fin encontrar a alguien más con el mismo extraño desorden genético que la hizo sentirse marginada desde niña, el extraño viajante parece ser la clave para desentrañar una mentira armada desde que nació, para ocultar sus verdaderos orígenes e identidad. A Cara de Perro Si algo hace bien Border es balancear los cambios de tono y tema para mantenernos expectantes, interesados en saber qué es lo que está pasando. Así es que logra plantear una historia de romance, cruzada por una trama policial que lejos de ser anecdótica le da herramientas para profundizar a los dos personajes principales. Un romance que nunca se basa en las cuestiones superficiales clásicas del género, porque el vínculo entre ambos va a las raíces de la identidad de cada uno y sus visiones del mundo. Si Tina se siente atraída es porque finalmente encuentra a alguien que la trata como una igual, que le demuestra que la diferencia no es una aberración sino algo que ni ella entiende realmente. Y en un giro que no podría existir en una historia romántica clásica, también pone un límite de lo que está dispuesta a aceptar dentro de ese juego, con líneas que no cruzará por más fuerte que sea el vínculo que se forma entre ambos. Mientras progresa el personaje de Tina, Bordercuestiona varios conceptos naturalizados por la sociedad desde la belleza normativizada, el amor romántico y el derecho a responder con violencia o crueldad a los abusos recibidos. Todo esto inserto en un contexto sutilmente fantástico que reimagina parte del folklore regional, insertándolo en el mundo contemporáneo sin que esto ponga en peligro el verosímil ni la solidez del relato.
Compralo en lata mejor En una pequeña isla donde todos se conocen, y a bordo de un barco que llama suyo aunque el banco no esté del todo de acuerdo, Baker Dill se dedica a llevar turistas a alta mar para hacer pesca deportiva cuando lo que él mismo pesca no le alcanza para pagar las cuentas. Y si no es un trabajo tan rentable como para otros pescadores de la isla, es en gran parte por su obsesión por capturar un gran atún que se le escapó varias veces cuando ya lo creía apresado. Lleva una relativamente apacible vida con algunos sobresaltos, hasta que se le aparece un fantasma de un pasado que había borrado de su vida varios años antes: la esposa que mientras él estaba de servicio en medio oriente lo abandonó para casarse con un contratista tan acaudalado como violento. El mayor enojo de Baker es que lo hizo llevándose consigo al hijo de ambos, un chico aparentemente prodigioso con el que no volvió a verse, pero cuya presencia siente continuamente a su alrededor como si tuvieran una conexión espiritual. Por supuesto que no es casualidad que ella eligiera justo ese lugar para sus vacaciones. Después de años de abusos llegó a la conclusión de que no saldría viva de un divorcio y que la única forma de darle un mejor futuro a su hijo es provocando su propia viudez. La oferta económica que recibe Baker Dill a cambio de orquestar un accidente en alta mar es muy tentadora, pero saber que su propio hijo está forzado a convivir con ese hombre despreciable es lo que podría torcerle el brazo mejor que el dinero y las promesas de amor de su ex esposa. Soy las reglas Hay varias cosas que son muy de manual en Obsesión, aunque demuestre voluntad de proponer algo más original. El triángulo pseudo romántico que propone tiene todos los ingredientes del noir, con una femme fatale que busca la salvación en un héroe reacio, a quien intenta seducir para lograr su meta. Pero el protagonista tiene el tino de resistirse por dudar de sus verdaderas intenciones. Mientras tanto, da varias vueltas antes de llegar a lo que es evidente que tiene que suceder desde el primer minuto cuando se plantea el conflicto: pero se toma el trabajo de meter en el medio un giro de ciencia ficción, de la mano de un extraño hombrecito de traje que parece saber mucho más sobre lo que está sucediendo que el resto de los involucrados. Jugando con los límites de su cordura, Baker Dill (Matthew McConaughey) se cuestiona la realidad que está viviendo al tiempo que debe tomar la decisión de hacer lo que le pide su ex esposa, mientras el resto del universo parece querer empujarlo a concentrarse en su duelo con el atún. Este agregado es fundamental para convertir una trama intrascendente en algo con un poco más de sustento, pero llega tan tarde y de forma tan lavada que -aunque sirve para levantar un poco- no alcanza a sacar la cabeza del agua por mucho tiempo. Finalmente, ni siquiera hay carisma de los protagonistas como para remarla: los pocos momentos interesantes desde lo actoral en Obsesión vienen de personajes secundarios pero nunca de las dos estrellas apáticas que encabezan.
Don Barredora Tenía una vida tranquila y rutinaria, pero igualmente cumplía una función fundamental para el pueblo entre montañas donde vivía con su familia: mantener los caminos despejados de nieve para no perder la comunicación con la ciudad, desde donde llegan los turistas que mantienen viva a la economía local, le valió ser nombrado ciudadano del año por sus vecinos. Para Coxman todo esto perdió el sentido desde que recibió una trágica llamada que le informaba de la muerte por sobredosis de su único hijo, noticia que lo hubiera llevado al suicidio de no ser por la oportuna aparición de uno de los compañeros de trabajo del joven confirmando lo que él ya sostenía: no hubo nada de accidental en su muerte. En ese momento cambió todo; ahora necesitaba saber el por qué de esa muerte. Con apenas un nombre como dato, fue en búsqueda de la única persona que le podía responder. Quizás la venganza ya estaba en sus planes o tal vez lo decidió en el momento que tuvo delante al asesino y supo que tendría que seguir escalando para encontrar al verdadero responsable. Pero este ciudadano ilustre sin preparación se convirtió de la noche a la mañana en la pesadilla de la red de narcotráfico que controlaba la región. Lo buscó y lo encontró. Otra vez Nunca es fácil sostener el verosímil cuando se plantea que una persona común se vuelve de la noche a la mañana un justiciero letal, por más que lo vaya haciendo de a una persona por vez y los agarre por sorpresa. Coxman no es un veterano experto en combate o investigación, pero de alguna forma se las ingenia para encontrar a la persona que busca, sacarle la información que necesita y matarlo con la naturalidad de un experto de la mafia. No muestra miedo ni culpa, solo la determinación de llegar al final como pueda, aprovechándose de ser continuamente subestimado por los criminales que enfrenta para sorprenderlos. Por suerte para Venganza, todo esto está narrado con una alta dosis de humor negro que nos impiden ponernos quisquillosos con la verosimilitud. Muchos personajes tienen detalles absurdos que rompen la seriedad cuando hace falta y el villano principal es prácticamente una caricatura del delincuente con ínfulas de empresario refinado que en el fondo no es más que un sociópata. También tiene el acierto de cambiar cuando está a punto de volverse repetitiva. Consciente de que la secuencia de buscar a alguien y matarlo se gasta muy rápido, agranda el conflicto para incluir a nuevos contendientes en la matanza y darle un poco de aire a un protagonista que sin un poco de ayuda o suerte debería quedar muy pronto metido en algo demasiado grande para él. El resultado termina siendo una película que entretiene y se olvida al día siguiente.
Carácter de escorpiana Lola tiene una carrera encaminada, por más que entre a cada reunión portando una carpeta con la idea que le gusta y otra con la que el jefe va a aceptar. También tiene resuelta su vida sentimental, a dos meses de casarse con un novio que cuando más lo necesita no le atiende el teléfono. Le falta poco para cumplir los treinta años y nunca conoció a su padre. Todas esas certezas sobre su vida son falsas, pero solo de las últimas dos va a tener conciencia apenas comenzada la película, al recibir el llamado de un abogado para recibir la herencia de su padre, que acaba de morir. Al enfrentar a su madre sobre este pequeño detalle que omitió contarle toda la vida, se entera que también su fecha de cumpleaños es falsa y en realidad ya pasó los treinta hace unos meses. Con toda su realidad desbalanceada, decide acudir al día siguiente a la cita con el abogado en Mar del Plata. Pero con su auto fuera de servicio y su futuro marido más preocupado por su trabajo que por darle apoyo, recurre casi accidentalmente a su ex pareja Teo, un frustrado cineasta que se gana la vida editando videos para niños y cuidando de su hermana adicta. Ella lo convence de ayudar a Lola, asegurando que también le resultará beneficioso el paseo. Pero el viaje a Mar del Plata es apenas el inicio de su recorrido. Allí la espera la pareja de los últimos 27 años de su padre, con el pedido de llevar las cenizas al terreno de Bariloche que le dejó en herencia a su hija, de la que desconocía su existencia hasta que leyeron el testamento. Aún más descolocada que antes de llegar y ansiosa por escapar de una situación con su novio que no está en condiciones de enfrentar, Lola insiste en salir inmediatamente hacia allí, arrastrando a sus tres acompañantes a la ruta una vez más. En la ruta cada cual podrá replantearse su presente y lo que desea de la vida, comprender si deben conformarse con lo que han logrado hasta entonces o todavía están a tiempo de aspirar a más. Como el volcán No se puede decir que Tampoco tan grandes sorprenda con cada giro de la trama o que no pase por muchos lugares comunes de la comedia romántica, pero se hace cargo de cada uno de ellos y se preocupa por resolverlos lo mejor posible sin importar lo previsible que pueda resultar. La pareja que no supo prosperar pero nunca dejó de quererse (y que al reencontrarse se sacan chispas) es un clásico que solo funciona bien cuando ambos intérpretes logran una química que desborde la pantalla, algo que sin discusión consiguenPaula Reca y Andrés Ciavaglia en cada plano que comparten. Ellos dos son el centro de todo, pero cada frase y cada gesto que hacen los cuatro intérpretes está medido para causar el efecto que tiene que causar, sin que sobre o falte nada. Van plantando pequeños datos a sabiendas que eventualmente van a significar algo. Y nada mejor para sostener un buen ritmo en una trama que lograr que todo aporte algo, que nada sea superfluo o repetitivo. Hasta el estereotipado personaje que interpreta Miguel Ángel Solá, que parece retrasar un par de décadas al igual que algunas reacciones de los personajes que lo rodean, logra mostrar facetas a su carácter y generar empatía, trascendiendo ese lugar común en que se lo pone como premisa y cuyos trazos gruesos generarían fastidio en manos más incapaces de ablandarlos. Con el foco puesto siempre en el guión y las actuaciones, todo el resto de la producción acompaña con mucha corrección, sin salirse del lugar de apoyo. En esta clase de productos no esperamos encuadres arriesgados o iluminación efectista, pero destaca con una banda de sonido interesante, utilizando detalles de vestuario y ambientación para reforzar rasgos de los personajes que hasta explican fragmentos de la trama, nunca pretendiendo correr el eje de las actuaciones de sus protagonistas. Tampoco tan grandes no pretende revolucionar, solo contar una historia que entretenga y emocione. Metas que cumple con maestría.
Not Going Hay un evento que nadie que se precie de joven y moderno se debe perder, aunque no tenga ganas reales de ir. Por eso, con muchas vueltas, Galaxia y Pity se atreven a decir en voz alta que prefieren quedarse en casa antes que ir a la dichosa Fiesta Nibiru con todos sus amigos. Tampoco se van a librar tan fácil, porque algunos de ellos van a visitarlos en la previa para beber y drogarse, cada cual con sus propios intereses en mente; y ninguno altruista. El cambio de planes hasta parece ser ventajoso para Pity, quien recibió dinero y una cámara de VHS de manos de un extraño a cambio de registrar lo que hagan sus amigos esa noche específica, lo que en sus ansias de fama se dispone a hacer sin cuestionar demasiado y sin sospechar que algo muy extraño está programado para suceder en ese edificio esa noche. Pasa por legalizar El estilo y la lógica de Fiesta Nibiruno es nada raro entre el cine de muy bajo presupuesto local, aunque esta producción uruguaya muestra un nivel de realización mucho más desarrollado que el promedio de nuestros equivalentes, que si llegan a una pantalla grande suele ser en eventos como el BARS y casi nunca como estreno comercial. Narrativamente es bastante caótica y parece un encastre de pequeñas historias sueltas destinadas a desarrollar personajes más que una trama específica, pero eventualmente van tejiendo un sentido común a todas. Cada personaje de Fiesta Nibiru tiene su costado despreciable y no se supone que nos caiga bien ninguno de ellos, salvo quizá la inocente Galaxia, cuyo peor pecado pareciera ser vivir una vida extremadamente cómoda y superficial. Sin embargo, desde que era niña guarda un secreto en su placard que cuando finalmente emerja va a cambiar todo. La trama es tan simple y directa que no se puede decir mucho más que eso sin revelar demasiado, porque el resto se va construyendo sobre pequeños fragmentos alimentados a humor que alterna entre absurdo, negro y stoner sin miedo a incomodar cruzando algunas líneas polémicas. Puede saltar de una tierna despedida a las más soeces promesas sexuales, que más bien podrían calificarse como amenazas, antes de rematar con escenas de terror y gore ridículo que hacen difícil de encuadrar a Fiesta Nibiru como otra cosa que comedia absurda, un título peligroso que más de una vez se mal utiliza para intentar defender algo sin sentido. Mucho de lo que sucede puede leerse como una fuerte crítica a la superficialidad de una generación que está al mismo tiempo hiperconectada y aislada dentro de burbujas de egoísmo, alejada de los valores new age cósmicos de los que Galaxia está a punto de convertirse en avatar, aunque ninguno de sus amigos está siquiera cerca de poder realmente entenderla. En ese cruce hay algo en la estética que parece retrofuturista, cruzando objetos y vestuarios modernos con algo de estética retro, coherentes con el discurso new age que despierta en Galaxia, con el amor como arma para salvar al mundo, sea lo que sea que signifique para ella.
Un Asunto de Familia Todo empieza con una coreografía bien ensayada. Un niño y un adulto se deslizan por los pasillos de un supermercado saqueando las estanterías sin que nadie los detecte, tapándose de las miradas vigilantes de cámaras y guardias para engrosar el botín, claramente expertos en la tarea. De regreso a casa, Shota y Osamu festejan lo conseguido y lamentan lo olvidado, hasta que descubren a una pequeña niña jugando en un patio pese al extremo frío del Tokio invernal. Se compadecen de verla allí sola, con frío y hambre, por lo que el padre decide llevarla con ellos. El lugar donde habitan es claramente humilde y con espacio insuficiente para ellos y las otras tres mujeres adultas con las que conviven como parte de la familia, pero nadie objeta mucho el tener que compartir la comida con la niña, salvo por los problemas que les puede traer con sus padres cuando se enteren. Todos viven en la derruida casa de la abuela, sostenida a duras penas con su pensión y lo que Osamu y su esposa logran juntar como obreros, recurriendo a hurtar en tiendas para completar lo que necesitan para sobrevivir el resto del mes. La pequeña Yuri inmediatamente se gana su cariño mientras la abrigan y alimentan, pero de todos modos, entrada la noche, finalmente la llevan de regreso. Antes de dejarla donde la encontraron confirman lo que ya sospechaban por las marcas en su cuerpo: por algo prefería estar jugando sola en el patio que soportar el clima que se vive dentro de esa casa, donde claramente los maltratos y la violencia son moneda corriente. Osamu y Naguya son incapaces de dejarla en ese lugar y deciden regresar a su propia casa con la niña para darle los cuidados y el cariño que merece, aunque sepan que eso eventualmente vaya a traerle problemas con la ley. Al borde del mundo Usualmente el cine japonés que nos llega nos muestra dos posibles sociedades. Una es bastante avanzada, donde todos sus personajes viven cómodamente sacando provecho a la tecnología y el capitalismo. La otra es el mundo del crimen organizado, donde nadie parece dedicarse al delito por hambre. Por eso sorprende Un Asunto de Familia mostrando con naturalidad las penurias de una clase trabajadora que a duras penas gana lo que necesita para sobrevivir y alimentar a su familia, sin acceso a ninguno de esos beneficios que otros parecen disfrutar sin esfuerzo. Osamu no es un criminal típico que busca riquezas fáciles o poder, si roba es porque no tiene otras herramientas para mover la balanza un poco para su lado y sabe que solo trabajando no va a llegar a nada. Hasta tiene su propio código sobre a quiénes puede robar, al menos con la voluntad de no sacar a nadie que lo necesite tanto como él. Con el agregado de que Hirokazu Koreedano romantiza la pobreza ni la delincuencia en la mirada que hace de esta familia de pequeños ladrones, solo las plantea como algo que existe y no tiene sentido negar. A medida que avanza la trama y vamos conociendo los pliegues en la relación de esta particular familia, va quedando claro que hay varios secretos entrelazados en su historia. La vieja casa de Hatsue poco a poco va mostrándose más como un refugio para abandonados y desposeídos que da la bienvenida a quienes creen que a una familia no la hace la sangre. Todos los que viven con ella están en las márgenes de una sociedad que mira para otro lado, pero de todas formas siguen necesitando compartir con alguien la vida. Hay una mezcla rara de resignación y optimismo en la historia que cuenta Un Asunto de Familia, presentando personajes que se saben sin chances de progresar pero que no dejan de disfrutar el presente con lo que tienen, valorando los vínculos afectivos. Y aunque una escena más tarde puedan mostrarse de lo más cínicos e individualistas, el conflicto que esa contradicción les produce es verosímil. Estamos ante una película austera, muy centrada en sus personajes, intimista y climática, que hasta cuando parece que decae o no está avanzando la trama, algo está contando aunque sea para completar alguna faceta de la familia.
No siempre un cargo honorario En la política internacional hay nombres que le resultan familiares a cualquiera, gente poderosa destinada a quedar en el recuerdo. Y también hay otra gente, tan o más poderosa, que se mantiene en un segundo plano, olvidable a la vista de la mayoría. REVIEW: Sólo la verdad Dick Cheney está en ese segundo grupo. Ocupó el desdeñado cargo de vicepresidente sin que desde afuera se notara que, en realidad, fue el hombre más poderoso dentro del gobierno de George W. Bush y el impulsor de la invasión a Irak. Pero su historia comienza décadas antes: cuando era un simple trabajador con problemas de alcohol que le valieron quedarse afuera de la universidad, se decidió a dar un giro rotundo a su vida tras recibir un ultimátum de su esposa. Entró en la política asistiendo a quien luego sería su mentor, no por convicciones partidarias o políticas, aunque sí ideológicas. Estaba decidido a convertirse en alguien con poder y sabía que no podía dejar que esas minucias lo condicionaran. Trabajando en la Casa Blanca aprendió cómo funciona la maquinaria del poder real y cómo tirar de los hilos para llevarlo hacia donde dictaban sus propios intereses. Un monje negro gringo La narración de un personaje misterioso que no revela su identidad pero promete estar conectado con el protagonista, va conectando retazos de la vida de Dick Cheney desde sus inicios hasta su momento cúlmine en el poder. Allí -según esta película- se convirtió en el verdadero gobernante del país manejando los hilos del poder detrás de un presidente que entró a la política por mandato familiar, pero que estaba más interesado en jugar al golf en su rancho de Texas que en la presidencia. Con un formato que desdibuja los bordes entre documental y biopic,El Vicepresidente relata con mucha ironía y humor ácido una parte de la historia reciente de la política estadounidense bastante documentada pero no por eso muy difundida: los negocios que surgieron durante la invasión de Afganistán e Irak, especialmente aquellos en los que estuvieron implicados varios miembros del gabinete presidencial como accionistas o gerentes de empresas contratistas del Estado, recibiendo oscuros contratos multimillonarios. Mucho se habló sobre los motivos políticos y electorales para iniciar la guerra con fundamentos que con el tiempo se demostraron falsos, pero no tanto se habló sobre el gran negocio que fue para un par de contratistas y empresas petroleras, varias de ellas vinculadas a miembros del gabinete nacional. Vice tampoco se concentra en dar detalles ni explicar mucho, no es esa clase de documentales. Al contrario, requiere tener algunos conocimientos básicos de los hechos que narra y de los personajes, porque no va a presentarlos. Salta ágilmente entre años y situaciones, concentrándose más en la construcción de poder del futuro vicepresidente que en denuncias concretas contra sus acciones, a las que menciona al pasar. Todo esto con guión y montaje afilados que no solo no esconden su postura política, sino que la hacen parte del chiste, permitiéndose romper el realismo cuando hace falta para que sus personajes digan lo que realmente están pensando mientras el resto de los personajes escuchan una mentira diferente, lo que seguramente dijo el personaje real en ese momento. Es evidente que para Adam McKayDick Cheney representa todo lo peor de la política; alguien capaz de mentir, extorsionar y hasta causar muertes con tal de sacar un beneficio, y que por más que le dé oportunidad de justificarse como un convencido de lo que hace, es claro que no le cree en lo más mínimo. El vicepresidente encarnado por Christian Bale es casi un personaje de terror que intranquiliza con apenas una mirada y un gesto mínimo, forzado a hablar muy poco y dejar las explicaciones para otros personajes, todos en un nivel similar de interpretación.
El mesías de los rotos Luego de lograr la primera manifestación de La Bestia, La Horda sigue intentando replicar el ritual para que vuelva a suceder y consiga un lugar más permanente controlando la luz, como la llaman las 24 personalidades que habitan el cuerpo de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) al estar al mando. Para eso sigue secuestrando adolescentes que sirvan como sacrificio ritual. Pero durante su tercer intento, David Dunn (Bruce Willis), que lleva más de una década aplicando su forma clandestina de justicia, logra rastrearlo hasta el edificio abandonado que usa como refugio, enfrentándose a La Bestia. Ninguno logra imponerse claramente sobre el otro, hasta que son interrumpidos por la policía y capturados. Ambos son llevados a la misma institución psiquiátrica donde está internado Mr. Glass (Samuel L. Jackson) desde que David lo entregara a las autoridades por causar varios atentados. Allí los tres quedan bajo la atención de una doctora especialista en lo que ella define como un trastorno por el cual gente común se cree con habilidades superhumanas. Claramente lleva bastante tiempo investigándolos y conoce cada detalle de sus vidas, junto a sus supuestas habilidades y debilidades, conocimiento qué utilizará para intentar convencerlos de que no hay nada de especial en ellos. Por supuesto, es justamente Mr. Glass el más firme en demostrar lo contrario; después de todo se convirtió en asesino en masa para conseguir pruebas de que efectivamente existe gente extraordinaria en el mundo. Y después de años en un estado de semi-inconsciencia farmacológica, alguien tuvo la genial idea de quitarle las drogas para ponerlo en la misma sesión de terapia que David y la Horda. La hora de los villanos El estreno de Fragmentado ya había provocado suficiente impacto incluso sin contar esa inesperada escena final que la conectaba con El Protegido, quedando en el recuerdo como una de las mejores películas de ese añoy rescatando una primera parte que (aunque había sido bien recibida) no era de las más populares, quizás por los quince años en el medio que seguramente tuvieron que ver con el derrape que sufrió la carrera del director en ese tiempo. Ya en aquel momento había rumores de planes para una secuela que nunca se concretó, por lo que cuando finalmente se confirmó el regreso de los dos antagonistas originales compartiendo pantalla con La Horda, se generó una justa expectativa. La premisa planteada es más que interesante. Es lógico suponer que si de la nada aparecen superhumanos en el mundo que cuestionen las leyes de la realidad consensuada, la primera reacción de la gente común sería dudar y tratarlos de locos, esperando que fueran encerrados y estudiados para tranquilidad de todos. La doctora que los interna (Sarah Paulson) tiene la misión de encarrilar a cualquiera que crea que pueden existir estos seres extraordinarios; para lograrlo tiene carta blanca de usar cualquier método que considere necesario. Y ese será uno de los ejes principales de Glass, que en el fondo suena mejor de lo que termina siendo. La voluntad de compartir el protagonismo en partes semejantes pero a la vez centrar en Mr. Glass lo más importante de la trama, logra que en la práctica ninguno de los tres personajes tenga espacio para desarrollarse mucho, por lo que no aprendemos nada nuevo ni se producen cambios en ellos. Hasta las múltiples personalidades de Kevin, que alcanzaron para sostener con un único actor a toda una película, en esta secuela se convierten en un gimmick, un chiste que repite varias veces sin mucho contenido, porque si bien es relevante para el tema de la película está insertado de tal forma que no tiene mucho para aportar. Peor la pasan los personajes secundarios, cada cual traído como acompañando a uno de los protagonistas para explicar lo que quedaría demasiado obvio que dijeran ellos mismos; y ya de por sí explican con palabras más de lo que hace falta, más de una vez. Las películas de M. Night Shyamalan suelen tener -además de un cameo del director y un intento de sorpresa obligados- una propuesta visual con alguna particularidad que aporta o complementa a lo que está queriendo contar. En el caso de Glass todo esto es bastante más difuso o genérico, y aunque queda lejos de estar mal ejecutada cuesta considerarla destacable, o al menos un crecimiento sobre la película anterior.