Gotta go fast! Siendo apenas un niño, Sonic ya era la criatura más rápida de su planeta; eso lo puso en la mira de seres ambiciosos que pretendían explotar su poder para su propio beneficio. Perseguido y en peligro de muerte, con lo justo logra huir del planeta utilizando una bolsa de anillos que abren portales a cualquier sitio que su usuario desee. Así llega clandestinamente a la Tierra. Pasa varios años escondido en un pequeño pueblo, aparentemente después de tener que abandonar un par de otros refugios. En Green Hills encontró un hogar ideal, llevando una vida agradable pero solitaria: al no poder revelar su existencia, establece una relación unilateral con algunas de las personas que viven allí. De las varias personas que acecha, su preferido es el sheriff Tom Wachowski (James Marsden), y es a su casa donde huye buscando refugio cuando el ejército, encabezado por el despiadado Dr. Ivo Robotnik (Jim Carrey), descubre su guarida mientras investiga un misterioso apagón que dejó a oscuras a toda la región. Perseguido por el enjambre de drones del Dr. Robotnik que pretende capturarlo para estudiarlo, Sonic convence a Tom de ayudarlo a recuperar la bolsa de anillos que le permitiría huir del planeta para así seguir buscando un hogar seguro. Un camino que va a aprovechar para cumplir con una lista de pendientes que quiere poder experimentar antes de abandonar el lugar para siempre. Con un buen balance de acción y humor, apuntando sobre todo a un público infantil pero sin expulsar al adulto, Sonic: La Película presenta una trama con la complejidad apenas justa para resultar entretenida. Mientras, desarrolla su tema central -la amistad- no como la simple coexistencia con otra gente para combatir la soledad que claramente atormenta al erizo, sino también como algo necesario para el crecimiento personal. Durante ese par de días que pasan juntos en la ruta, establecen un vínculo que no se queda en lo superficial de divertirse juntos: además les permite replantearse lo que pretenden de sus vidas y ambos emergen más maduros de tal experiencia. Su némesis, en cambio, solo confía en sus máquinas y desprecia todo vínculo con otra gente, a la que considera demasiado estúpida para estar a su nivel e incapaz de aportarle nada. Como suele ser en este tipo de historias, un héroe solo es tan interesante como el villano al que se enfrenta. Jim Carrey vuelve a sus mejores épocas de comediante, compone al ridículo científico siempre a un paso de pasarse de la raya de la sobreactuación, pero nunca lo hace. Queda como uno de los puntos más altos de Sonic: La Película, entregando un gran antagonista a la altura de las circunstancias. Relega a un segundo plano al sheriff que, salvo para ocupar una especie de rol paternal con el erizo adolescente, no tiene mucho espacio para lucirse por si mismo. El diseño del personaje y la calidad de la animación recibieron muchas críticas en los meses previos al estreno, forzando un rediseño que dejó conforme a la base de fans al mismo tiempo que expuso algunas de las peores facetas de cómo funciona la exigente industria de la animación. Críticas sindicales aparte, todo el estilo de animación conserva cierto estilo de dibujo que acertadamente no pretende ser hiperrealista, fusionándose orgánicamente con los personajes y escenarios reales que enmarcan la historia del protagonista animado. En conjunto es una propuesta efectiva y bien balanceada que cumple con todo lo que se propone, dejando la puerta abierta para una secuela que incluya a otros de los personajes preferidos de la franquicia.
Con mentes y almas La historia de las hermanas March las encuentra, en un principio, como mujeres que acaban de entrar en la adultez o están en camino a hacerlo. Jo (Saoirse Ronan) intenta ganarse la vida en Nueva York escribiendo cuentos sensacionalistas; Meg (Emma Watson) se esfuerza en mantener su decisión de casarse por amor con un hombre de pocos recursos; y Amy (Florence Pugh) refina su talento como artista en París, mientras la corteja un joven rico que sería un marido apropiado para garantizar el bienestar de su familia. Solo Beth (Eliza Scanlen) permanece a la fuerza en el hogar donde se criaron de niñas, porque las secuelas de una enfermedad la han dejado debilitada. Dividiendo la narración en dos líneas temporales que corren paralelas, Greta Gerwing va construyendo a sus personajes con flashbacks que bien podrían ser capítulos del libro que escribe Jo, basado en sus propias experiencias de niña. Hay allí algunos indicios para sospechar que las cosas pudieron no haber sucedido exactamente como se nos muestran, sino que podría tratarse de una versión escrita dentro de la misma ficción, editada por una protagonista y narradora que parece tomar más explícitamente que otras veces algunos rasgos de la Alcott real. Aunque hay una narradora principal, la historia de Mujercitas hace malabares con varios personajes que desarrolla de forma relativamente pareja. Cada una de las hermanas habla con su historia de algún tema en particular, o plantea diferentes posturas frente a un mismo problema central a todas ellas, como por ejemplo las dificultades de encontrar el propio sustento en un mundo que no les deja muchas opciones viables solo por su género. El trabajo actoral es muy importante para sostener una estructura narrativa clásica, sin un gran conflicto ni antagonista, dejando poco margen para la sorpresa, salvo cuando rompe brevemente los límites entre ficción y realidad para convertir a Mujercitas en una historia dentro de otra. En ese sentido, el foco está mayormente puesto en el trabajo de Ronan (Lady Bird, Brooklyn) y Pugh (Luchando con mi familia, Midsommar). El resto del elenco no siempre tiene oportunidad de brillar, pero hasta en las pequeñas participaciones están siempre -como mínimo- correctos en sus roles, resultando fundamentales apuntalando al grupo principal para que puedan hacer su parte. } Tal piso de corrección es, al mismo tiempo, el techo que alcanzan la mayor parte del tiempo. Descontando que todas las “niñas” requieren de una suspensión de la incredulidadbastante benevolente para hacer de cuenta que tienen una década menos de lo que dicen tener, pocas veces alguien se roba una escena o emociona solo con su interpretación, dejando todo en una secuencia de escenas sucesivas con poco crecimiento. La propuesta visual es naturalista y a la vez cálida, despojada de la crudeza que debieron tener los tiempos de la guerra civil incluso en territorios alejados del frente. Aunque se hace alusión frecuente a la pobreza o el hambre, pocas veces sucede de forma realmente explícita y siempre fuera del hogar de la familia March. Para ellas, la falta de dinero tiene más que ver con la pérdida de status que con la carencia real de recursos básicos que ponga en peligro su subsistencia. Este manejo de la imagen y de la propuesta general colabora para que -a primera vista- todo pueda parecer un simple melodrama de época como tantos otros, donde varios personajes femeninos se desviven por encontrar un marido, sea por amor, dinero o costumbre. La sutileza de Gerwing en su visión de Mujercitas está justamente en lograr actualizar algunas de las ideas feministas de Alcott (reconocida abolicionista y sufragista en su tiempo), haciéndolas viables 150 años más tarde sin romper del todo con el texto original o volverlas demasiado anacrónicas. No es para nada una tarea sencilla. Si bien el resultado final del producto puede ser bastante tibio, tampoco alcanza para ser considerado fallido: cumple con entregar una historia con momentos emotivos y bastante humor, incorporando además algunas críticas sociales.
Términos y Condiciones Una joven y comprometida enfermera se entera, a través de uno de sus pacientes, de la existencia de tal aplicación de celular. Cualquiera lo tomaría como una más de las tantas apps absurdas que andan dando vueltas; pero el adolescente tiene motivos para creer que es real, pues su novia murió exactamente en el momento anunciado. A su contador solo le quedan unas pocas horas hasta llegar a cero, coincidiendo con el momento en que él tiene que entrar al quirófano. Tal como hicieron durante la fiesta previa a que el adolescente chocara con su auto, varios médicos y colegas de Quinn (Elizabeth Lail) instalan la aplicación y bromean sobre el tiempo que les queda. Todos menos ella quien, lejos de tener décadas por delante como el resto, solo tiene unos pocos días. Su temor se incrementa cuando el chico muere a la hora señalada en un aparente suicidio, convenciéndola de cambiar los planes que tenía para el día anunciado por la aplicación y desatando una maldición sobre ella. El género de terror se nutre mucho, tanto frente a cámara como en las butacas, del segmento adolescente y juvenil. Eso hace bastante inevitable que las nuevas tecnologías vayan reclamando una presencia importante en sus historias para mantenerlas vigentes; eso es justamente lo que intenta el debutante en cine Justin Sec con La Hora De Tu Muerte. La idea que propone es un poco más compleja que una simple remake de Destino Final, como puede parecer a primera vista, y aunque por supuesto recurre a algunos jumpscaresbastante previsibles, interpretados por un elenco incapaz de grandes matices, hay un intento de contar una historia. No se trata solo de hilvanar escenas inquietantes una atrás de la otra, buscando sustos efectistas hasta llenar los noventa minutos reglamentarios que justifiquen vender una entrada al cine. No es una trama muy sólida ni compleja, pero tiene un desarrollo que a medida que avanza presenta giros y revelaciones que la van sosteniendo. Su mayor acierto es la decisión de no tomarse muy en serio y entender que tiene más para ganar apostando al humor que quedándose en algo solemne y oscuro, para lo que necesitaría algo mucho más trabajado de base para llegar a algún resultado aceptable. En esto tienen que ver sobre todo dos de los personajes secundarios que ayudan a la dupla protagonista, aportando muchos de esos momentos humorísticos, construyendo situaciones absurdas sin caer en el chiste directo como primer recurso. Aunque también hay algunos de esos. El mérito de La Hora De Tu Muerte es tener claro que no va a ser una película que quede en la historia. Consciente de sus limitaciones, se concentra en ser un simple producto de entretenimiento. Recién una vez que tiene esa meta alcanzada se permite complejizar un poco el discurso, sumando un par de comentarios sociales orgánicamente entretejidos en la trama, los cuales no se sienten forzados más allá de que estén escritos e interpretados con pocas sutilezas.
Un día de fama La vida diaria de Paula (Rosario Varela) parece impropia de la artista que dice ser. Se presenta como actriz aunque hace tiempo que no participa de ninguna obra; se gana la vida dando clases de castellano para extranjeros y asistiendo a encuestas de mercado donde interpreta diferentes personajes cada vez que asiste, técnicamente ejerciendo su profesión principal. Justamente durante una de esas clases frustra un asalto en el bar donde se encuentra. Consigue los cinco minutos de fama que ansiaba gracias a que es entrevistada para la televisión, contando su propia versión de un hecho bastante confuso pero al que ella acomoda para salir con su mejor perfil. Durante un par de días la gente del barrio la saluda en la calle y le pide fotos, a la vez que reaparecen amistades que la llaman por teléfono después de verla en la pantalla. Pero pronto todo se desinfla y vuelve a su rutina habitual de maquillarle la realidad a su madre por teléfono, dormir en la terraza al sol de puro aburrimiento, o esperar la llamada de ese novio que -con curiosa sincronicidad- hace unos meses que se conviritó en ex al mismo tiempo que empezó a actuar en televisión. No hay una trama para seguir ni un gran conflicto para resolver en La Protagonista, más que espiar a Paula durante su breve momento de felicidad y, en cuanto se le acaba la efímera fama, la posterior recaída a su rutina habitual, más marcada por la apatía y la frustración de estar alcanzando una edad donde se nos enseña que los sueños ya tienen que haber empezado a cumplirse. Atrapada en ese círculo, donde no tiene demasiados problemas externos para sostener una tranquila vida burguesa de clase media, pero tiene tiempo de sobra para padecer sus conflictos internos sin la urgencia de resolverlos, Paula disimula todo lo que puede y vende hacia el afuera una imagen diferente que la que vemos cuando está sola, donde su máscara se afloja y revela un poco de lo que realmente siente. Esos breves momentos de vulnerabilidad es todo lo que La Protagonista nos va a dejar saber sobre ella, mientras la vemos dejándose llevar por la inercia de esperar que sus planes se hagan realidad espontáneamente. Porque no parece tener intenciones de cambiarlos ni hacer nada para que sucedan. Como no puede faltar, hay observaciones con humor al clásico ego del rubro y a las enemistades o envidias que conduce, que aunque no pasan de algunos momentos esporádicos resultan los más interesantes de un film que decide no profundizar en el desarrollo de personaje ni de una historia. Todo se sostiene más que nada por el trabajo de Rosario Varela, quien pasa gran parte de su tiempo en pantalla en soledad, logrando transmitir algo de lo que sufre su personaje. El resto del elenco son poco más que extras intercambiables sin muchos rasgos diferenciables; se olvidan en cuanto se alejan. Salvo dos o tres planos fijos que aprovechan el contexto para hablar en nombre de Paula, todo en la puesta en escena es tan tibio y apático como el relato que encuadra. Termina cuando termina, pero podría haber sido un rato antes o después sin demasiado efecto.
Level Up Dos años después de que entraran al videojuego por primera vez, los cuatro dispares amigos siguieron sus vidas; pero apenas vuelven a su pueblo natal para las vacaciones, lo primero que quieren hacer es reencontrarse y ponerse al día. Salieron diferentes de su primera aventura, dispuestos a cambiar sus vidas para mejor. Tres de ellos lo han hecho, salvo Spencer que extraña ser el valiente y fuerte Dr. Bravestone (Dwayne Johnson), de quien no logró llevarse nada a su vida normal, la cual sigue tan gris como antes. Nunca le dijo a sus amigos que después de destruir la consola se guardó las piezas, mucho menos que tiene intenciones de repararla para volver a entrar al juego con la esperanza de volver a sentir esa confianza que le daba su avatar. Ellos solo se enteran cuando Spencer desaparece y encuentran en su sótano el aparato a medio reparar pero activo. Sin mucho entusiasmo pero decididos a ayudar a su amigo, y con la convicción de que esta vez todo será mucho más fácil porque ya saben qué hacer, se lanzan hacia la aventura sin sospechar que Jumanji; El Siguiente Nivel los enfrentará a una misión completamente diferente. Dos Viejos Cascarrabias Así como Jumanji: En la Selva había reinterpretado la idea del juego de mesa, aunque manteniendo muchos otros conceptos en la estructura de la historia, para renovarse Jumanji: El Siguiente Nivel necesitaba seguir siendo interesante sin alejarse del todo de su ya probada fórmula de éxito. Lo logra de una forma simple pero efectiva: como la consola está dañada, los jugadores son arrastrados a su interior de forma azarosa, incluyendo a personas que no pretendían entrar y sin dejarles elegir a sus avatares. De esta forma no solo hay personajes que descubren las mecánicas de este mundo nuevamente, también da la excusa para que los mismos avatares de la película anterior tengan personalidades distintas y no repitan de forma idéntica muchas de las situaciones que ya vimos, por más que hubieran sido efectivas. Estos dos factores son los que van a sostener gran parte del humor, pero también lo que le da a Johnson y Kevin Hart una mejor chance de lucirse que al resto del elenco. Deben encarnar a los veteranos personajes de Danny DeVito y Danny Glover, dos amigos de toda la vida que llevan quince años peleados y se sacan chispas a cada oportunidad que tienen de echarse algo en cara, pero que además desconocen por completo el mundo de los videojuegos al que son arrastrados. Que los personajes ya no sean adolescentes, sino ancianos, permite explorar con otra mirada tanto a Jumanji como a las relaciones personales, por lo que acertadamente la otra dupla que empareja a Jack Black con Karen Gillan queda en un segundo plano, relegada a ser una especie de guía para los recién llegados, evitando así dispersar demasiado la atención entre todos los personajes al concentrarse en los dos más desarrollados. En el resto de los aspectos, Jumanji: El Siguiente Nivel repite todo lo que ya le había funcionado en la película anterior, subiéndole un par de niveles en el absurdo y lo sobrenatural. Especialmente cuando se trata de emular el interior de un videojuego, sin necesitar una tonelada de referencias pop intrascendentes o nostálgicas. Aquí lo importante no es vender muñequitos, sino entregar una buena trama de aventuras cargada con un sentido del humor que funciona orgánicamente con la acción, complementándose. Esto significa que aunque no es imprescindible, es bastante importante tener fresca Jumanji: En la Selva para disfrutar mejor de esta secuela; para quien esté atento y tenga buena memoria, hasta tiene una pequeña referencia que la pone en el mismo universo que la película de 1995.
No es instinto Hay preguntas que parecen fáciles, de respuesta obvia e instantánea. Tan evidentes que resulta ridículo hacerlas en voz alta sin recibir una burla. La definición de lo que es una buena o MalaMadre parece una de ellas. Con dos crías a cuestas, Amparo Aguilar se dio cuenta de que no solo no es una pregunta fácil de responder, además es una que muchas veces nadie se hace, ni siquiera cuando forma parte importante de su vida diaria. Para intentar responderla, entrevistó a muchas mujeres de diferentes edades y estratos socioeconómicos. Cuentan sus experiencias maternando, con especial interés en cómo se parece o diferencia de las expectativas que tenían sobre ese rol antes de convertirse en madres, teniendo siempre presente que ella misma afirma no tener idea de lo que está haciendo todos los días. Con una fotografía en blanco y negro en alto contraste, quitando todas las distracciones para poner el foco en las entrevistadas, cada una de las mujeres cuenta lo mejor y lo peor de su experiencia personal. Se atreven a exponer sus miedos y sorpresas ante un rol que podrán ejecutar por instinto y a la perfección llegado el momento, según les dijo la sociedad. Como es de esperarse cada historia es diferente, pero la mayoría concuerda en algo: se parece poco o nada a lo que le habían anticipado que sería. La propia historia de la directora también se mete en la narrativa de Malamadre. Primero con una fábula semi autobiográfica narrada con sombras animadas, haciendo de introducción a algunos temas; luego entrevistando a las dos pequeñas personas que la convirtieron en madre, quienes aportan a la pregunta de la película una perspectiva desde el otro lado del mostrador. Reflexionando sobre la imagen romantizada de lo que implica ser madre, algo que socialmente parece obligatorio sostener, pero sin que eso implique convertirse en un manifiesto anti maternidad, Malamadre habla sobre construir un nuevo y más honesto paradigma, para que las mujeres que se embarcan en ese proyecto puedan hacerlo con información más realista sobre lo que les espera. Lo hace con humor y ternura cuando hablan del amor que sienten por esas criaturas que les enseñan algo a diario, y con compasión cuando se atreven a mencionar esos miedos que todas parecen haber sufrido en silencio, bajo la convicción de que es mejor callarlos porque una buena madre no debería jamás pensar en esas cosas. Y lo hace con horror cuando alguien se atreve a contar una experiencia de violencia obstétrica que hiela la sangre. Aunque está indiscutiblemente bien filmado y bien narrado, lo que más destaca de este documental es que se siento tan honesto como visceral. No está contando desde lejos algo que ve pasar por un costado: la directora se está metiendo con algo que la conmueve profundamente. Eso se nota en la pantalla, lo que no es poco decir.
Jóvenes, pero no tanto. Tres jóvenes y disímiles amigas que ya comenzaron a replantarse algunas cosas sobre su presente y su futuro, aceptan descansar un par de días en una casa de campo alejada de la ciudad. Tras un largo viaje y sin mucho tiempo para acomodarse, son invitadas por los trabajadores de la estancia a unírseles en un festejo que tienen planeado para esa misma noche. Un evento bastante más apocado y rústico de lo que ellas esperan, pero que no tarda en descontrolarse. Sin mucho recuerdo de lo que sucedió durante la noche más que algunos fragmentos pesadillezcos, Mara (Sofía Gala Castiglione) y Luz (Analía Couceyro) despiertan pasado el mediodía con una fuerte resaca y sin tener idea de donde quedó Tini (Paloma Contreras). Salen a buscarla con poco éxito desandando sus pasos. Todo parece deshabitado, salvo el casco principal donde vive el dueño deLa Sabiduría, sitio al que ambas acuden por ayuda cuando Luz es atacada, sin sospechar que lo que menos pueden encontrar allí es refugio. De indios y huincas Con tono alegre y jovial, toda la primera parte de La Sabiduríatranscurre presentando a las tres amigas y la relación que las une, una bastante cercana donde abunda la confianza y la ironía para decirse casi todo lo que piensan. Los tres personajes son facetados y creíbles, pero ante todo con una clara voluntad de correrse al menos un poco de los arquetipos más comunes. Se les da un giro actual a sus ideas de las relaciones, el trabajo y las dudas sobre sus planes de vida. Cada una a su modo, durante esta primera parte, cuestionan con humor algunos de los mandatos socialmente impuestos, algo que en la segunda parte hacen desde la resistencia y la venganza. Recién cuando entran a la fiesta el tono de la película empieza a tornarse más denso e incómodo, algo que sigue creciendo a medida que avanza la trama y se nos revela un poco más de información sobre lo que sucede en ese lugar. Eso solo en parte. Es que, entrelazado en la trama, hay un componente sobrenatural. Aunque los villanos de esta historia parecen conocerlo bien, al público solo se lo explican a medias. El resto queda indefinido mientras las protagonistas están más ocupadas tratando de sobrevivir que intentando descubrir los detalles. La construcción de los personajes y sus interpretaciones no es pareja; es claro que las protagonistas recibieron mucha más atención que sus antagonistas, tan bidimensionales que por momentos hasta parecen caricaturas. No es un problema de los intérpretes, quienes hacen lo que pueden con lo que tienen, pero no es mucho. En un planteo de este tipo, es importante que el villano tenga una fuerza que en La Sabiduría queda desdibujada entre varios personajes de motivaciones dudosas. Todo ello está ensamblado sobre una realización prolija y bastante austera. Aprovecha las locaciones naturales y se mantiene siempre dentro del realismo, hasta cuando toma tintes fantásticos o intencionalmente anacrónicos. Solo durante algunas de las escenas nocturnas se nos exige suspender temporalmente la incredulidad para no cuestionar de dónde sale tanta luz, en intensidad, cantidad y variedad, como para mostrar lo que está mostrando. Esa economía de recursos hace que no brille mucho, pero al mismo tiempo que tampoco intente nada que no pueda hacer.
Humo Blanco Hay un principado en el mundo donde la corona no se pasa a los herederos. Cuando muere quien lo gobierna, su aristocracia se reúne a elegir quién será el siguiente de ellos en portarla. Tal evento atrae la atención de todo el mundo cada vez que sucede, con miles de personas reunidas en la plaza principal esperando enterarse de primera mano cuál decisión han tomado. Así fue en 2005. El Cónclave optó por el candidato más conservador, Joseph Ratzinger, quien se convirtió en Benedicto XVI, imponiéndose sobre el ala un poco más reformista que planteaba modernizar algunas de las tradiciones y dogmas. Entre los derrotados se encontraba el Cardenal Jorge Bergoglio. Tras algunos años de desacuerdos políticos con la nueva dirigencia, Bergoglio se decidió a abandonar el cargo que detentaba entre la cúpula de la curia, para lo que necesitaba conseguir la aprobación de su rival. Este, aunque no le tiene ninguna simpatía, sabe que tendría que pagar un costo político importante permitiéndole irse tan fácilmente. Como ya de por sí está en medio de un escándalo de corrupción que salpica a gente muy cercana a él, decide invitarlo a debatir sobre sus diferencias. Sombras del Pasado Voy a sacarme de encima lo antes posible un tema ineludible para poder pasar a otros. Sí, el guión de Los Dos Papas parece escrito por un Cardenal, o al menos aprobado por alguno. Con sus diferencias teológicas y políticas, ambos protagonistas son representados bajo una luz bastante favorable que seguramente molestará a quienes esperen una crítica más mordaz y agresiva hacia la institución más poderosa y cuestionada del mundo, después de Disney. Las críticas existen, pero son mostradas de forma solapada. Se excusa bastante a los personajes, insistiendo con que todo lo que han hecho siempre fue con buenas intenciones, dejándole lugar a mostrarse atormentados por la culpa de no haber podido hacer las cosas mejor. Hay algunos indicios escondidos para sospechar que el director, Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel), no cree del todo en la sinceridad de sus personajes. Se permite deslizar algunas burlas sutiles a la pretendida ingenuidad de estos dos expertos políticos, rivales que llegaron a las más altas esferas del poder. La confiabilidad del narrador de esta historia, que es justamente quien viene a serruchar el piso del Papa anterior, queda tan sujeta al juicio personal del público como las posturas dogmáticas enfrentadas que sostienen Los Dos Papas. Más allá del discurso que plantea y sus posibles interpretaciones, la narración de Los Dos Papas es ágil y sólida hasta en sus momentos más cercanos al documental, un escollo con el que suelen tropezar muchas de las películas que pretenden ficcionar hechos reales, un género con el que el guionista Anthony McCarten(Bohemian Rhapsody, Las horas más oscuras) tiene experiencia. Los monólogos y debates verbales están dosificados para no agotar, alternando con flashbacks que relatan el camino de Bergoglio hasta ese punto. O simplemente con escenas de la vida cotidiana de dos líderes con estilos antagónicos, claramente destinadas a remarcar la sencillez del nuevo referente por sobre las actitudes anquilosadas y más tradicionales de Benedicto. La reconstrucción de la Argentina de los 70s está un poco sobreexplicada, pero es algo entendible teniendo en cuenta que se trata de una película apuntada a un mercado internacional que desconoce la historia local. Los momentos más altos son usualmente cuando comparten pantalla Anthony Hopkins y Jonathan Pryce. Sostienen buena parte de la película con sus intercambios y debates, los cuales van progresivamente alterando la perspectiva que cada uno tiene del otro: porque si bien los personajes en sí mismos no cambian durante los eventos que se narran, sí lo hace el vínculo entre ellos. Con menos brillo, pero igualmente en un buen nivel, queda el joven Bergoglio que interpreta Juan Minujín; este sale bastante bien parado teniendo en cuenta que no tiene un contrapeso semejante con el que interactuar. Como es de exigirse en una superproducción de este calibre, no se queda todo ahí. Lejos de ser una simple charla de dos horas a plano y contraplano con algunos recuerdos explicativos en el medio, la imagen tiene un uso narrativo que complementa las acciones. A lo largo de varias décadas recorre numerosos escenarios, desde las bucólicas sierras cordobesas a los lujosos palacios vaticanos, con una impecable realización de fotografía y ambientación que nunca deja duda de lo que está queriendo contar. Todo construyendo una historia de redención para Los Dos Papas, cada cual buscando alivianar el peso de los pecados de los que se les acusa.
Última Oportunidad En lo que parece ser un golpe de suerte para ambos, dos adultos mayores se conocen a través de una página de citas y tienen un encuentro durante el que conectan inmediatamente. Cada cual con su pasado a cuestas, Roy (Ian McKellen) y Betty (Helen Mirren) entablan una relación de compañerismo que parece ser bastante desigual, cuando queda claro que él lleva una doble vida como estafador junto a un cómplice que se hace pasar por inversionista y banquero. Para sostener esa pantalla Roy se convierte en dos personas muy diferentes, pudiendo ser un anciano cariñoso en casa y un matón decidido cuando se trata de negocios, experto en el engaño y la manipulación pero capaz de llegar a la violencia cuando es necesario. Betty lo deja entrar en su vida para compartir su soledad con alguien que parece tener mucho en común. Solo su nieto desconfía inicialmente de sus buenas intenciones, algo de lo que ni siquiera Roy parece estar completamente convencido. De Londres a Berlín La trama de El Buen Mentirososostiene un buen ritmo y tiene algunos giros que -aunque puedan ser previsibles- están bien puestos. Como gran parte de la historia está contada desde la perspectiva de Roy, hay cierto desbalance entre el desarrollo de ambos personajes, y el conflicto pierde fuerza al no tener un antagonismo real con nadie ni profundizar en sus dudas internas. Mientras que él claramente tiene un plan y metas que cumplir, Betty permanece en su rol de víctima ingenua sin nunca cuestionar abiertamente esas intenciones, las cuales aunque son evidentes no se menciona. Tampoco se expone realmente lo que pasa por la mente de ninguno de los dos, resultando que todo sea mucho más chato de lo que podría parecer a primera vista. El conflicto no llega desde el costado criminal de Roy ni del trabajo que está llevando adelante en paralelo a su relación con Betty, por lo que nunca se siente en peligro en ninguno de los frentes que maneja, ni siquiera cuando sus planes encuentran algún escollo obligándolo a improvisar o incluso confrontar con sus rivales. Es por esto que si algo sostiene aEl Buen Mentiroso es el trabajo de sus protagonistas, que cuentan con suficiente oficio como para ponerse al hombro un guion sin grandes fallas pero con muy poco brillo, llevado adelante por un director que aunque tiene una carrera considerable, es tan variada y despareja que es difícil encontrarle un estilo propio definido. Todo se mantiene dentro del rango de la corrección y no se le pueden remarcar defectos importantes, pero al mismo tiempo es tan genérica que tampoco se le pueden destacar mayores aciertos por fuera de la selección de un elenco estelar que nunca termina de acomodarse del todo dentro de sus lugares.
Juego de espejos Habiendo pasado los 50 años, el sicario estatal Henry Brogan está cansado de esa vida y empieza a soñar con el retiro que se le avecina. Antes de poder empezar a disfrutarlo, un viejo amigo le revela que sus jefes le mintieron sobre el último blanco que le asignaron: sin que tenga mucha oportunidad de confirmar la información, es atacado al mismo tiempo que su compañero y el informante. Mejor preparado para defenderse que sus amigos, Henry sobrevive junto a la agente asignada para vigilarlo. Emprende una contra-cacería para escapar del implacable asesino que lo persigue, y al mismo tiempo desenmarañar la conspiración en la que se ve implicado sin pretenderlo. Es clave para eso descubrir los verdaderos motivos por los que su antiguo superior y ahora jefe del Proyecto Géminis necesitaba muerto al falso terrorista, pero aunque Henry es el mejor en lo que hace, este nuevo agente enviado tras sus pasos parece poder adivinar sus movimientos y no le da respiro en una persecución por el mundo llena de acción. Por si uno no alcanzaba La historia del agente secreto o asesino al que no dejan retirarse es quizás una de las más contadas del género, por lo que sería algo iluso esperar mucha novedad en el planteo de trama que haga Proyecto Géminis. Todo lo fundamental ya queda explicado en el trailer, incluida la identidad del perseguidor, que aunque desde la narración intenta guardar algo de misterio durante un rato, la difusión de la película se encargó de convertirlo en la herramienta de venta principal y le quitó todo misterio desde el primer momento. Eso no implica que no quede nada en la historia: aunque simple, presenta un villano que no es un estereotipado sociópata sino que cree estar haciendo lo correcto, y una acompañante que nunca cae en los lugares comunes de interés romántico ni dama en peligro, sino que se gana su lugar en el equipo cargando su peso. Todo ello mientras Will Smith encarna a dos personajes muy parecidos pero con sus lógicas diferencias. Seguramente por eso es que Ang Lee no se preocupa demasiado por complicar la historia ni pretender darle mucho sentido. Aunque se permite hablar un poco de dualidades y cambios generacionales quizás abusando del uso de espejos, todo es una excusa para hilvanar una serie de secuencias de acción bien coreografiadas y mostradas sacando mucho provecho de la tecnología FDR. Lejos de ese estilo que cree que sacudir la cámara frenéticamente es mostrar la acción con agilidad porque no se entiende lo que está sucediendo, Proyecto Géminishace todo lo contrario y es su mayor acierto. La cámara da un par de pasos hacia atrás, deja que entre todo en cuadro y le baja la velocidad para mostrar cada movimiento con fluidez y precisión, sin que eso perjudique en nada al ritmo de la acción. Es cierto que no sorprende mucho la trama ni las actuaciones, pero ambas quedan dentro del rango de lo correcto mientras lo que se luce es lo visual. Justamente donde este tipo de películas suelen hacer agua es donde Proyecto Géminis más se arriesga y le sale bien, salvando lo que podría haber sido una simple película chata de acción frenética sin sentido.