Históricamente se ha visto a la comedia como un género menor, cosa con la que estoy en absoluto desacuerdo. Año a año queda demostrado que es más difícil generar risas, algo que se puede comprobar fácilmente cuando la cantidad de buenas películas humorísticas se cuentan con los dedos de una mano. Ni hablar de querer mantenerse en línea con los tiempos políticamente correctos que corren, donde el cómico transita sobre hielo fino a riesgo de caer en las garras de los guardianes de la moral, preparados para dar el zarpazo al incauto. La comedia no es fácil. No es tarea sencilla mantener una premisa a lo largo de una hora y media o más, que haya ritmo, chistes originales y con algo de seso, que no dependa exclusivamente de lo ofensivo o lo escatológico. Ni hablar de que el humor evoluciona a gran velocidad y lo que es gracioso hoy puede que en poco tiempo reciba una mirada indiferente. Por eso es que todos los años llegan películas como Father Figures…
El título 12 Strong dice mucho sobre esta película de Nicolai Fuglsig (Exfil). En un principio se llamaba Horse Soldiers, igual que la novela en la que se basa, con lo que se abrazaba el aspecto original de una guerra harto conocida. El que se lo haya hecho a un lado para optar por una denominación tan genérica -digamos que podría aplicarse para un drama deportivo y nadie notaría la diferencia-, termina por relegar el único elemento de distinción a un segundo plano, con lo que ya desde su nombre nos informa ante qué tipo de proyecto estamos. Uno bélico que resalta el valor de las tropas norteamericanas ante la adversidad, pero que no logra distinguirse de entre otros tantos films del género que han surgido en los últimos años, aun cuando el foco está puesto en una situación de la que no se tenían referencias de la Guerra de Afganistán.
The Epecuén Chainsaw Massacre Después de incursionar en el giallo con Sonno Profondo y Francesca, los hermanos Luciano y Nicolás Onetti hincan el diente en el slasher con Los Olvidados, película que antes de llegar a los cines comerciales viene de una buena recorrida por festivales, con premio en Sitges incluido. Y es fácil ver porqué, al menos durante una importante porción del metraje.
Jonathan Goldstein y John Francis Daley son dos que vienen haciendo sus deberes hace tiempo. Seguramente se los reconozca principalmente por los trabajos como actor del segundo, quien creció frente a cámaras como el Sam Weir de la icónica Freaks and Geeks o el Lance Sweets de Bones, pero desde hace poco más de un lustro que formaron una dúo de escritores que asciende en el terreno de la comedia de alto perfil, sin estar amparados bajo el paraguas de popes como Judd Apatow o Adam McKay. Juntos firmaron las dos Horrible Bosses, que sin ser piezas notables los mostraron abiertos a conceptos originales, mientras que entre otros proyectos se ocuparon de Spider-Man: Homecoming, con la que demostraron un buen manejo de la comedia y la acción. En el proceso hicieron su debut como realizadores con el relanzamiento de Vacation, bastante atado a la versión de 1983 y con decisiones cuestionables en términos de humor, más orientado a subir la apuesta en términos escatológicos de forma gratuita. Por fortuna eso no sucede con Game Night, una película en la que vuelven a dar cuenta del dominio sobre los géneros arriba mencionados, en el marco de un misterio absorbente que se complica con cada lanzamiento de los dados.
La de Gerard Butler es una carrera curiosa. Una que empezó recién a sus 27 años, cuando resolvió que su título de abogado no iba a darle la fama que pretendía. Y en las dos décadas que lleva frente a cámaras, dio como resultado una filmografía atípica con muchos más fallidos que aciertos, que se divide entre sus vueltas como héroe de acción y sus odas al amor en comedias románticas. Desde hace tiempo que pareciera coquetear con el formato hogareño, no obstante todavía se le da la posibilidad de encabezar costosos tanques de dudosa calidad, como las recientes Geostorm o Gods of Egypt. Pero con Den of Thieves queda expuesto a las claras aquello en lo que es mejor, con una película que ignora lo políticamente correcto y se dedica a explotar un nicho en el que abunda la testosterona, que de paso le da su mejor papel en años.
Ríos de tinta se han dedicado a la llamada fórmula de Marvel, receta concebida para el éxito que permitió instalar y potenciar su Universo Cinematográfico. No obstante, realizadores como Joss Whedon, James Gunn, los hermanos Anthony y Joe Russo, Shane Black o Taika Waititi han dado cuenta de su capacidad para romper con ese molde para obtener grandes películas dotadas de personalidad propia, que no pierden de vista que son parte de un armado colectivo pero que no por eso renuncian al estilo personal de cada uno. Ryan Coogler es el último nombre que se puede agregar a esa lista, de la mano de Black Panther. Bien puede que no se trate de la mejor película de la compañía, como más de uno ha sostenido, pero sin lugar a dudas se le puede reconocer el pretender alcanzar algo más, con la utilización de todas las herramientas que el cine tiene para ofrecer en pos de conseguirlo.
Clint Eastwood convocó a los héroes reales para interpretarse a sí mismos en The 15:17 to Paris y Steven Spielberg filmó y completó The Post, una contendiente en los Premios de la Academia, mientras que estaba en post-producción de su siguiente trabajo, pero sin duda la hazaña cinematográfica que se lleva los aplausos del 2017 es lo que Ridley Scott hizo con All the Money in the World. No por la película en sí, dado que es un thriller de poco vuelo como otros que integran la filmografía del realizador, sino en términos del trabajo que hizo para tomar control de la conversación en torno a ella.
Recuerdo algunas reacciones cuando se lanzó el primer avance para Paddington, el cual ponía su atención en la escena del baño y había quienes signaban el resultado final de la película en base a la elección de esa porción de humor escatológico. Apenas días después se conocería el alejamiento de Colin Firth, que había decidido que su voz no era apta para el personaje, y aquello reforzó las dudas en torno a lo que sería la adaptación. Dichos prejuicios no podrían haber estado más equivocados, dado que resultó en una encantadora comedia para toda la familia, con un protagonista inolvidable rodeado de un notable elenco británico, que acompañó la buena recepción de la crítica por una más cálida del público, que la convertiría en un éxito de taquilla. Dicha repercusión justificaba a las claras una inevitable segunda parte, como es norma actual de la industria. Lo inesperado, no obstante, es que esta sea incluso superior a su antecesora.
Recreo es un título claro. Tres familias de amigos, diferenciadas por los momentos de sus vidas que transitan y cada uno bien identificado, se disponen a disfrutar de un fin de semana largo en el campo, algo alejados del trabajo y las tribulaciones cotidianas. En apariencia, claro, porque todas las cuestiones que los aquejan en su vida diaria están ahí presentes o a la vuelta de la esquina. Es un intervalo entre medio de sus obligaciones habituales, sino podría llamarse Vacaciones, un breve descanso para liberar tensiones y contemplar sus realidades individuales. Parar la pelota y mirar hacia atrás, a los costados y, especialmente, hacia adelante, contrastando con los puntos de vista que los otros cinco compañeros pueden ofrecer.
Siguiendo la línea trazada por American Sniper y Sully en los últimos años, Clint Eastwood decidió encarar una nueva historia inspiradora de heroísmo norteamericano en una situación límite. The 15:17 to Paris es su película más reciente, una en la que da un paso más allá en la búsqueda de reflejar los sucesos con total veracidad, al convocar a los tres jóvenes condecorados por impedir un atentado terrorista para interpretarse a sí mismos. No es una decisión única en la historia del cine –otro ejemplo es el de Audie Murphy, el soldado más premiado de la Segunda Guerra Mundial que contaría su vida en To Hell and Back (1955)-, pero sí una elección audaz por parte de un cineasta que, a sus 87 años, es capaz de asumir semejante riesgo en pos de un retrato cuasi documental de los acontecimientos.