Dos películas en una Hay al menos dos películas en Tomorrowland. La primera de ellas, la buena, comienza presentando a un chico que, en 1964 visita la Feria de las Naciones de Nueva York con el prototipo de un propulsor aéreo a cuestas. No consigue financiación, pero sí el pasaporte para ingresar a un universo paralelo y futurista, ubicado en espacio y lugar inciertos, donde se concentran jóvenes creativos de todo el mundo. El film saltará hasta la actualidad, cuando la hija de un futuro ex empleado de la NASA (Britt Robertson) recibe una invitación similar. El problema es que aquel mundo dejó de existir por distintas situaciones que se explicitan en el film, obligándola a aliarse con el ex niño prodigio devenido en científico loco (George Clooney) para resurgir de las cenizas a aquel paraíso del conocimiento. Durante esta parte, Brad Bird (El gigante de hierro, Los Increíbles, Ratatouille, Misión: Imposible - Protocolo fantasma) construye una fábula de aventuras ambientada en un universo de ciencia ficción digno de la primera Hombres de Negro, con la pareja protagónica huyendo de sus perseguidores robots mientras intentan develar el misterio de lo ocurrido. Los problemas comienzan en la segunda mitad, cuando el coguionista Damon Lindelof (Lost, The Leftovers) tome el control de la historia y desplace la comedia para abrazar un tono mucho más grave digno de las historias falsamente enrevesadas de Christopher Nolan, con tendencia a la sobre explicación y un final aleccionador y moralista incluidos, convirtiendo a Tomorrowland en un 2 x 1 que, contra toda lógica, no termina siendo demasiado negocio para el espectador.
Turismo tercermundista por Brasil (la pornomiseria en todo su "esplendor") Stephen Daldry logró encumbrarse en el pedestal de directores "importantes" gracias a las oscarizables Billy Elliot (2000), Las horas (2002), El lector (2008) y Tan fuerte y tan cerca (2011). Pero le faltaba algo para asegurarse un lugar en la historia grande del cine "prestigioso": marcar su progresismo tilingo preocupándose por los asuntos del Tercer Mundo. Así fue que viajó a Brasil para despacharse con Trash, que por si no fuera suficiente aquí se le adosa el imposible subtítulo "Desechos y esperanza". Enésima muestra de la pornomiseria tan en boga en las altas cumbres de las coproducciones multinacionales, el film es un heredero directo de Ciudad de Dios y Slumdog Millionaire, con su tendencia a la estilización y a la búsqueda de belleza en aquellos lugares donde no la hay. En este caso, un basurero de Rio de Janeiro donde tres adolescentes oriundos de las favelas se ganan la vida revolviendo desechos. Allí encuentran la cartera de un funcionario público que decidió esconder dinero sucio en un lugar cifrado en una... Biblia. Porque aquí también Dios tiene un espacio central. Ayudados por dos misioneros norteamericanos (Rooney Mara y Martin Sheen, este último en la piel de un cura) que encarnan lo civilizado en medio de tanta barbarie carioca, seguirán las pistas aun cuando se embrollen con las esferas más corruptas de la policía. Lo anterior es la excusa perfecta para un recorrido turístico por las favelas, siempre con la idea innegociable de utilizar a ese trío de pibes pobres pero honrados como guías turísticos hasta llegar a un desenlace que de tan políticamente correcto da vergüenza ajena.
El regreso de los viejitos piolas Otra comedia geriátrica y van… Secuela del exitoso –en términos económicos, claro– film de 2011, El exótico Hotel Marigold 2 es más de lo mismo. O menos, si se tiene en cuenta que dispone sus elementos con la misma pereza que casi todas las películas de este subgénero con el único objetivo de centrarse en la explotación audiovisual de la India. Dirigido nuevamente por John Madden (el mismo de, ay, Shakespeare apasionado y La mandolina del capitán Corelli), El exótico Hotel Marigold 2 reencuentra a los protagonistas viviendo en una suerte de comunidad de la tercera edad. El equilibrio perfecto se rompe cuando llegue un turista norteamericano (Richard Gere, con su inoxidable estampa de modelo), supuesto “espía” del grupo inversor que financiaría la expansión hotelera. Los enredos generados por su presencia tienen como finalidad máxima la de regodearse en la “cultura” india, exhibiendo paisajes, costumbres y, claro está, su música, todo con una superficialidad alarmante. La cereza del postre llega con el infaltable mensaje –dicho en off, como para que todo el mundo lo entienda– sobre la importancia de vivir el presente. Lo único que salvaguarda mínimamente a El exótico Hotel Marigold 2 es el empuje y garra actoral de Judy Dench, Maggie Smith y Bill Nighy, quienes entienden que se trata de cine y no de un librito de autoayuda en movimiento.
Sorpresa y media Despedazada por la crítica (13/100 en Metacritic) y los espectadores (4/10 en IMDb) norteamericanos, continuación de una primera parte aquí inédita y protagonizada por un comediante generalmente visto en roles secundarios y sin demasiados pergaminos en la cartelera comercial local como Kevin James, Héroe de centro comercial 2 tenía todas las fichas para ser una película mediocre, estrenada vaya uno a saber por qué cuestiones de la distribución. Pero no. Por el contrario, se trata de una comedia absurda y delirante, plena de gags que -he aquí la buena noticia- en la mayor parte de los casos funcionan. Que en la primera escena Paul Blart (James) pierda a su madre cuando la pisa un camión de leche marca que no se está ante una comedia demasiado convencional, una sensación que se mantendrá, aun con algunos altibajos, a lo largo de todo el metraje. El film continuará con el guardia de seguridad de un centro comercial yendo a una convención del rubro en Las Vegas, donde por esas casualidades sólo viables en un guión un grupo de ladrones de guante blanco planea dar un golpe para llevarse la colección de pinturas del hotel. La trama policial es apenas una excusa para una propuesta que, como en varios exponentes de la Nueva Comedia Americana, cualquier elemento puede retorcerse hasta convertirse en material para un chiste. Felizmente absurda, inocentona, bastante pava y sumamente graciosa, Héroe de centro comercial 2 es una de las primeras sorpresas del año.
Sueños y pesadillas de la clase media porteña El hasta ahora documentalista Fernando Molnar, reconocido por su rol de codirector en Mundo Alas y Rerum Novarum, debuta en la ficción con una comedia negra sobre el mundo laboral aunque patinada por la melancolía de un aspiracionismo imposible de satisfacer. Showroom, además, deconstruye el ideario de la clase media poniendo en perspectiva el sueño de la casa propia. Todo esto es encarnado a través de la figura de Diego (Diego Peretti, con una economía gestual justísima). Endeudado hasta la médula y recientemente echado de su trabajo como organizador de eventos, deberá mudarse junto a su mujer e hija a una casa de su tío en el Delta del Tigre. Mismo tío que le ofrece una nueva oportunidad laboral como vendedor en el showroom de un futuro complejo habitual palermitano. Pero aquello que parecía un trabajo meramente ganapanes deviene rápidamente en una obsesión, sumergiendo al protagonista primero en el desgano y después en una espiral de responsabilidad compulsiva que más pronto que tarde concluirá en la más lisa y llana alienación. El tono crítico y por momentos venenoso de su desarrollo marca un constante crescendo durante la primera hora, pero sobre el final Molnar se pone demasiado aleccionador, dándole a su película un aire de moraleja innecesaria.
Sandler serio... no es serio Hacía bastante que no se lo veía a Adam Sandler intentando despegarse del mote de comediante puro y duro forjado durante dos décadas. Más precisamente desde 2006, cuando filmó el drama post 11-S La esperanza vive en mí. Pero ahora el ex Saturday Night Live apuesta a una comedia teñida por el drama como En tus zapatos. Los resultados, sin embargo, no son satisfactorios. El film de Thomas McCarthy (The Station Agent, Visita inesperada y Ganar, ganar) arranca a comienzos del siglo pasado, cuando un grupo de zapateros teoriza sobre la importancia de los calzados y, más precisamente, sobre el significado de la frase “ponerse en los zapatos del otro”. Corte hasta la actualidad y allí está Max, cuarta generación de la familia con ese oficio, atrapado en una vida monótona y la solitaria apenas interrumpida por los cuidados a su madre enferma y las ocasionales charlas con un vecino (Steve Buscemi). Hasta que un día descubre que puede adoptar la apariencia de sus clientes con tan solo calzarse sus zapatos, siempre que los mismos hayan sido reparados con una máquina centenaria. El film tiene una primera mitad que prioriza la comedia por sobre el drama, con Max utilizando su flamante descubrimiento para cumplir con sus deseos. Deseos que, en realidad, son más bien picardías que van desde irse sin pagar de un restaurante hasta intentar levantarse a una chica. Pero cuando obliga a su protagonista a poner el hechizo al servicio del bien, satisfaciendo primero a su madre y después desbaratando un negociado inmobiliario, ladea hacia un drama moralista y aleccionador, con todos los elementos puestos al servicio de la conversión del protagonista. Así, En tus zapatos está más cerca de Click, perdiendo el control que de, por ejemplo No te metas con Zohan. Una lástima.
Los muchos vicios (y pocas virtudes) del universo Sparks Apenas un mes después de la desastrosa Lo mejor de mí, llega otra película basada en un best seller del inefable Nicholas Sparks, confirmando así que su pluma melosa y siempre dispuesta a la generación de lágrimas fáciles está más activa que nunca, al menos para los grandes estudios de Hollywood. Poseedora de todas y cada una de las variables habituales en el universo sparksiano, El viaje más largo es más de lo mismo. La cuestión arranca con un jinete de rodeos un poco bruto pero hermoso (Scott Eastwood, el hijo de Clint) que conoce a una chica (Britt Robertson) que, salvo por su belleza, es un opuesto perfecto: responsable, prolija, amante del arte y estudiosa ¿Alguien duda del flechazo mutuo? Pero el film de George Tillman Jr. (el mismo de la fábula de superación Hombres de honor) tiene un poco más para ofrecer, al menos argumentalmente. Sucede que los chicos rescatan a un anciano de su auto incendiado. A él y también a sus cartas, que narran una historia de amor propia que, como en todas las historias Sparks, ha atravesado décadas y mil y un contratiempos. Aunque honesta en su propuesta, la trama despuntará las situaciones vividas en dos tiempos por las parejas, trazando paralelismos obvios y metáforas entre amor y arte mediante parlamentos cargados de tremendismo. El viaje más largo, entonces, es un Sparks clásico. Con todo lo (poco) bueno y lo (mucho) malo que esto implica.
Al borde del abismo El panorama no es del todo alentador para Gonzalo, uno de los protagonistas y portador del punto de vista narrativo de El gurí. Su madre se fue un tiempo atrás para tratarse una enfermedad terminal que finalmente recrudeció y ahora él recorre la localidad entrerriana de Victoria con su hermanita a cuestas. Hermana de la que, al igual que él, se desconoce la identidad del padre, aunque todo apunta a un veterinario (Daniel Aráoz). En el pueblo también está una viajante varada por un desperfecto en su auto (Sofía Gala Castiglione) y el abuelo de las criaturas (Federico Luppi), encargado del bodegón del lugar y, como tal, voz cantante de los sucesos locales. Así se plantean las cosas en la menos enigmática y más “amigable” de las películas del ecléctico Sergio Mazza. El director de Gallero, El amarillo y Graba mantiene la idea central de un personaje al borde del abismo. O, en realidad, como se dijo arriba, varios, ya que ninguna de los protagonistas del film atraviesa un buen momento. Vista en el último Festival de Berlín, El gurí cambia la concentración en un único personaje por varios, obligando a dividir la atención narrativa, algo no siempre logrado. El principal problema del film es, entonces, cierta tendencia a la dispersión, como si el director quisiera contar demasiado en poco tiempo, relegando el peso específico de algunos personajes que ameritaban mayor atención.
Pacino, el rockero Al Pacino viene, vaya novedad, volando bajito desde hace unos cuantos años (¿décadas?). Ya lejos del prestigio de antaño, el protagonista de El padrino, Sérpico, Tarde de perros, Cruising y Scarface encadenó una sucesión de películas mediocres. Sin ser una maravilla, ni mucho menos, Directo al corazón es una pequeña muestra del talento en aparente extinción de Pacino. El protagonista es Danny Collins, un rocker en decadencia que vive de los éxitos cosechados mucho tiempo atrás (cualquier similitud con el actor que lo interpreta no es pura casualidad) y al que ni siquiera su bien nivel de vida puede taparle la angustia existencial. Para colmo, su manager y amigo (Christopher Plummer) le hace un regalo muy especial: una carta dirigida a él escrita treinta años atrás por el mismísimo John Lennon en la que le aconsejaba que siguiera su voz artística, más allá del éxito económico. Collins, queda claro, adoptó otro camino, por lo que intentará retomar aquella senda viajando a Nueva Jersey, donde vive un hijo al que nunca conoció. Es cierto que la sinopsis invita a pensar en una de las tantas comedias geriátricas centradas en los avatares de la vejez que han pasado por la cartelera en los últimos años, más aún si se tiene en cuenta que el director debutante Dan Fogelman venía de guionar Último viaje a Las Vegas. Pero el film siempre apuesta más al humor que a la moraleja y luce genuinamente preocupada por la suerte de sus personajes, comprendiéndolos sin jamás juzgarlos. Así, aun en su previsibilidad, Directo al corazón se convierte en una propuesta aceptable, una muestro de todo aquello que Pacino todavía puede dar.
A pesar de todo me siento bien Estrenada en Francia hace menos de dos semanas, La familia Bélier ya superó los dos millones de tickets, convirtiéndose en una amenaza latente para el récord obtenido tres años atrás por Amigos intocables. La comparación, entonces, es inevitable. Son, al fin y al cabo, dos films concebidos sobre una misma matriz de esperanza y reconciliación, odas a la unión y a la autosuperación salpicada por pequeñas dosis de comedia. La familia del título vive en un pequeño pueblo francés y está compuesta por mamá, papá e hijo sordos, y una hija mayor (Louane Emera, semifinalista de la versión gala del reality La voz) parlante, condición que la convierte en parte fundamental del negocio familiar. El problema es que ella está menos cómoda ordeñando y vendiendo quesos que cantando, descubrimiento realizado gracias a la aparición de un profesor de música (Eric Elmosnino, protagonista de Gainsbourg). Para sus padres la situación es cuanto menos inconcebible y bregarán para que la chica se mantenga en el círculo familiar. A partir de esa premisa, Eric Lartigau construye una feel-good movie clásica, una fábula pequeña, tan obvia como amable, tan circunscripta a los lugares comunes como a la evasión de los golpes bajos. El problema es que se desoye el grito de varias subtramas que pedían más atención para, en cambio, focalizarse exclusivamente en la disfuncionalidad familiar, todo hasta llegar a un desenlace tan emotivamente forzado como redundante.