En este estilo de películas siempre se encuentra un encanto. Tal vez tiene que ver con una época y lugar. Y el debate eterno de creer o no en la religión, y sus pecados. Sería como ver un gran capítulo de la “La familia Ingalls” pero en una versión de terror. Muy bien contada “La Bruja” es un largometraje que representa perfectamente ese género. Pero no el habitual cine de miedo. Plantea como una nueva propuesta, tratando de evitar el clásico golpe bajo. Con una muy buena dirección de cámaras, una fotografía lúgubre e inquietante, un interesante guión, y sobre todo muy buenas actuaciones. Este film nos atrapa en la profundidad del bosque y sus miedos. Donde todos somos responsables de lo que allí sucede. Todos? A prepararse, sufrir un poco, y afrontar la realidad porque la bruja esta entre nosotros.
Dentro de las diferentes tareas que realizo atiendo clientes para una inmobiliaria. Hace pocas semanas me crucé con un hombre mayor de unos 80 años aproximadamente, de ojos claros, acompañado de su esposa. Estaban en la búsqueda de un departamento para su hija. Entablamos una linda conversación con el señor y en un momento me contó de su propia dificultad para mudarse. Hacía muchos años ya que vivía en el mismo lugar, un departamento muy grande. Más con la partida de los hijos. Pero nunca pudo tomar la decisión de dejar su hogar, sus espacios. Se hizo un silencio. En ese momento se arremangó la camisa y me mostró en su brazo el sello de números grabado por los nazis en la piel. Había estado en Auschwitz. Con un brillo en sus ojos me contó que allí había perdido toda su familia. Esa enorme tragedia en los años de su niñez lo marcó de por vida. La llegada por error a la Argentina le dio una segunda oportunidad. El link fue automático con este film. Por el gran parecido de este hombre con Christopher Plummer, el protagonista, y fundamentalmente por su historia. Con un excelente guión “Recuerdos Secretos” nos propone una historia atrapante. Una cacería de hombres grandes pero con una pesada memoria. Una búsqueda de verdad y justicia. Con actuaciones impecables (memorable el trabajo de Martin Landau) y una enorme calidad fotográfica. Les propongo que se atrevan al viaje. Cuanto menos sepan pienso que es mejor. Para disfrutarla, para sorprenderse. Una historia que se conecta con esa fibra íntima, la de nuestros propios orígenes, y un final que nos deja al borde de la emoción.
“Vientos de Agosto” es una película que transcurre en el norte Brasileño. Tiene paisajes muy lindos, pero la factura técnica no es óptima y se nota. En este tipo de films es muy importante cuidar el encuadre, el foco y las luces; ya que la belleza del lugar se complementa para la mirada del espectador con una buena fotografía. La historia transcurre en un pueblo humilde pegado al mar y alejado de las grandes ciudades. Jeison y Shirley, la joven pareja protagonista, tienen una vida de extrema cotidianidad. Para vivir se dedican a juntar cocos y trasladarlos al mayorista. Como hábito hacen el amor arriba del camión y sobre los frutos que recogen luego de horas de acalorado trabajo. Disfrutan del mar, saliendo con una pequeña embarcación. Ella tomando sol, pasándose por todo su cuerpo el liquido de una gaseosa en lata como si fuera crema. Él haciendo buceo, juntando pulpos en la profundidad del océano para tener alimentos. Estas escenas se repiten. Y ocurren situaciones que interrumpen la tranquilidad del lugar. Como ser un joven que llega con un equipo de grabación para registrar los sonidos del viento. La aparición de un cadáver sin un motivo que justifique la muerte. Y la obsesión de Jeison por el cuidado del cuerpo. El encuentro de un cráneo en las salidas de buceo y las incógnitas de quién podría haber sido. Nos enteramos que hay un cementerio muy cercano a la costa, y con el avance del mar, hace que los cuerpos enterrados sean arrastrados. Encuentran como solución hacer una barricada de piedras para tratar de contener las aguas pero será de poca ayuda. Es una película que nos cuenta como viven con las diferentes situaciones que les toca atravesar en su lugar en el mundo. Y el inexorable paso del tiempo.
Interesante y divertida tercer entrega de la saga. En ésta nueva aventura, nuestro amigo Po se reencontrará con su verdadero padre Li a quien prácticamente no conocía. Y deberá enfrentarse, como gran maestro de las artes marciales, con el malvado de Kai, que llega para quedarse con el poder de todos los maestros de kung fu de la China. Emprenderá un viaje a sus orígenes, y tendrá que regresar a la aldea de los pandas, donde conocerá nuevos y encantadores personajes. El gran desafío del “maestro dragón” será enseñarle a su pueblo su gran potencial, para unirse y luchar contra el mal. Esta mezcla de sabiduría oriental con ositos algo torpes hacen de Kung Fu Panda una película deliciosa. Un pasaje de la película me hizo recordar cuando Mr. Miyagi (interpretado por Pat Morita, nominado al Oscar como mejor actor secundario) en “Karate Kid” le enseña con una original técnica al joven Daniel San (interpretado magistralmente por Ralph Macchio) las prácticas marciales. Encerando un piso, lavando un auto, pintando una cerca, son algunos ejemplos de como con mucha concentración y vocación se pueden fortalecer los músculos y sobre todo la mente. Sacando lo mejor de cada uno. El mensaje está dado, así que preparen el balde de pop corn y la gaseosa bien fría, acomódense… y a pasarla bomba con Kung Fu Panda 3.
Largometraje algo extraño. Por momentos con situaciones que rozan lo ridículo. Si el cine es mero entretenimiento, “Divergente la serie, Leal” entretiene. Las actuaciones están de acuerdo al tipo de film que se plantea. Maquetas. Casi de telenovela latina. Entiendo que los amantes de la ciencia ficción puedan rescatar algunos puntos positivos. Emprender la enorme tarea de realizar un film sin una meta clara, hace que por momentos nos encontremos a mitad de camino de lo que se quería contar y comience a perder identidad, que navegue por aguas profundas sin un rumbo. El género no ayuda, puede ser altamente traicionero. El verosímil se torna muy delicado al filo de caer en lo tragicómico. Tal vez sin que esa fuese la idea original de sus realizadores. El film transcurre en una Chicago futurista que está en plena guerra civil. Funciona como un gran laboratorio donde no se puede escapar pagando con la muerte quien ose intentarlo. Cuando un grupo de 5 decide atravesar esa “muralla” comenzará una serie de peripecias, una persecución en camioneta por un páramo tóxico (para mi gusto una de las mejores escenas) hasta llegar al complejo de alta tecnología de bienestar genético, donde descubrirán que su director es un manipulador con fines inhumanos. Lo que ocurre allí es peor (?) de lo que pasaba en Chicago. Todo film deja un mensaje, en este caso un futuro angustiante e incierto. No hay vencedores ni vencidos. Un mundo muy tecnológico, también sórdido, desolado y devastado.
Una historia muy cruda. El film se puede dividir en tres partes. Por un lado lo que ocurre en Afganistán, una cuadrilla de militares de guerra daneses liderados por su jefe “Claus M Pedersen” en un lugar muy hostil donde el enemigo puede estar en cualquier rincón. Por otro en Dinamarca, con la esposa e hijos del coronel y la falta que hace la presencia de él. Y la tercera parte tiene que ver con el juicio militar que debe afrontar el mismo protagonista. Una fiscal lo acusa de haber obrado mal al tomar una terrible decisión en momentos de guerra. Hay imágenes que duelen, en especial una donde se ve el cuerpito de un niño afgano sin vida y el detalle de sus piececitos . Esa fotografía cobrará un sentido aún mayor, cuando notamos el mismo encuadre, con otro niño en otra situación. Un detalle casi imperceptible cargado de sensibilidad donde se posa la mirada del director. Con un estilo narrativo que se toma sus tiempos. Estuvo nominado al Oscar como mejor película en lengua extranjera, pero no pudo quedarse con la estatuilla.
Ninguna película que toque temas referidos a guerra puede tener un final feliz. Mucho menos, podemos disfrutar cuando hay tanto sufrimiento. Este film se regodea con imágenes tremendas y atroces. Un grupo de americanos que les toca estar en el peor lugar del mundo y en el peor momento. Seis hombres de alta seguridad contratados para defender el complejo diplomático Americano de terroristas en Libia (2012). Un país en conflicto con fuerzas de choque internas, que tiene libertad de comerciar armas de altísimo calibre en las calles, cual mercado persa. Sin gobierno. Menos ley. La muerte acecha. Incomoda hasta por demás la cámara inquieta del director, que habla de un estilo de lenguaje cinematográfico. Incomoda. Puede pasar lo peor en cualquier momento. Y juega con eso. El espectador va entendiendo esa dinámica, pero no se relaja. Salvo algunos momentos, como cuando por intermedio de flashbacks los vemos a alguno de los soldados americanos con sus esposas e hijos, es imposible ponerse en un lugar. Nada esta bien. En una guerra nada puede estarlo. El fanatismo se retroalimenta con mas odio, por aquellos que murieron, por su país, por sus familia, por su religión. Y el legado que les queda es terrible. “13 horas: Los soldados secretos de Bengasi” esta basada en una historia real, y por la propuesta estética, por momentos, parece un documental. Hay una frase que se repite en tres oportunidades: “Todos los dioses, todos los cielos, todos los infiernos, están dentro de ti”.
Interesante largometraje que combina gran cantidad de efectos técnicos con un argumento al estilo de las tragedias griegas. En este caso son Dioses y no se perdonan nada. Tienen forma de humanos gigantes, y si lo desean se transforman en increíbles figuras aladas que tienen enorme poder. Por ejemplo: lanzan fuego o provocan temibles vientos de arena. Si sangran no es color rojo, es color oro. Hay de los Dioses buenos (o no tanto) y Dioses malos (muy malos, ambiciosos, codiciosos, resentidos de su vida… como Dioses). No solo entramos en el mundo de Ellos, también en el mundo de los vivos y el de los muertos. El mal y el bien están presentes siempre. Todo esto ocurre en el valle del Nilo, y el pueblo es de humanos que se ven sometidos a su Rey Dios y a sus peleas entre Dioses. En los pueblerinos se esta gestando una historia de amor. Dos pobres esclavos se enamoran. Ganara el amor ante tanta guerra? Quién puede salvar ese mundo? El verosímil de una película es lo que le permite al espectador creer que lo que esta viendo es “verdad” o tranquilamente puede serlo. Y los primeros diez minutos de todo film son fundamentales para que el espectador “compre” la película y se permita adentrar en ese viaje que le proponen los realizadores. Dioses de Egipto cumple con esas dos premisas. Mucha acción, lucha, aventura, traición, amor, el bien y el mal. Alta combinación para pasar 127 minutos agarrados a la butaca, con historia, con moraleja y con final.
No es un film más. Muestra la crueldad del hombre en todo su ser, y de lo que es capaz. Nos invita cual “voyeurs” a ser testigos. El animal no es el oso… es el hombre. El director revalida su título como maestro de dirección. Con una fotografía impecable, locaciones de ensueño y terrenales. Entre ese maravilloso collage de imágenes, encontramos partes filmadas en la Argentina. Capítulo aparte Leonardo Dicaprio (acompañado de un gran elenco con excelentes interpretaciones) que dejó de ser ese muchachito que corría a estribor en un barco que se hundía y enamoraba a “Rose” y a millones. “Jack” se convierte en un gran actor. No es aquel carilindo… es quien se banca con el cuerpo un papel que bien merecido tendría la estatuilla al mejor actor. Y te mira y te hace cómplice. En “El Renacido” no hay un protagonista, el protagonista sos vos.