Dos amigas, el novio de una, el amor de la otra y un tercero, que es amigo, confidente pero quiere ser algo más. ¿Les suena conocido? Bueno, de eso se trata esto. Realmente mis líneas iniciales dan cuenta de que “No me quites a mi novio” no es una historia que no hayamos visto alguna vez, y aunque intenté buscar algún punto a favor, solo puedo decir que es la típica película que las mujeres nos gusta ver un domingo a la tarde. Y es todo. Rachel (Ginnifer Goodwin) acaba de cumplir 30 años y se da cuenta que no ha logrado mucho de lo que se propuso en su vida. Es una abogada laboriosa e inteligente que sigue estando sola cuando ya podría estar casada y con hijos. Darcy (Kate Hudson) es su mejor amiga. Bella, carismática e insoportable a la vez, es quien está a punto de casarse con Dex (Colin Egglesfield), compañero de la escuela de leyes de Rachel y de quien ella está profundamente enamorada. En su fiesta de cumpleaños sorpresa, algo cambia el curso de sus vidas cuando ambos pasan una noche juntos. Y ahí surgirán los entretelones de esta cinta, donde ella comenzará a ver la otra cara de su amiga Darcy, entenderá cómo y por qué siempre ha quedado relegada en la historia entre los tres, y deberá decidir entre ser fiel a su mejor amiga o a sí misma. En el medio de este trío, está Ethan (John Krasinski), gran amigo de Rachel y quién la acompañará en la búsqueda más sana para resolver su situación. En términos generales, el filme no goza de mérito de ningún tipo, salvo la actuación de John Krasinski que levanta cada escena en las que participa y le da ritmo a una historia que viene en caída. “No me quites a mi novio” se torna por momentos muy aburrida, sin elementos que permitan excluirla de la lista de las clásicas comedias románticas que rápidamente quedan en el olvido y que resucitan solo para televisión. Los momentos de tensión narrativa se disipan en escenas de menor importancia y los momentos de no-inflexión quedan invertidos por momentos de menor importancia narrativa pero si de valioso contenido a nivel de creación de la escena, las actuaciones, y los diálogos. (ver a Ethan cuando habla con Rachel en Londres). La Kate Hudson de “Casi Famosos” es solo un lindo recuerdo, sus últimos filmes son todos iguales y en ellos, vuelve a repetir sus mismos gestos, sus mismas caras (de nada) y su misma actuación. Pareciera que una está viendo la misma película como si fuera una gran secuela. ¡Lamentable! Ginnifer Goodwin desarrolla un papel bien pero sin mucho lucimiento actoral. Colin Egglesfield, es una cara muy bonita que aún no sale de pose de modelo de donde surgió. Las escenas de perseguir a Goodwin pareciera que viene Terminator y no un joven enamorado (si no me creen, miren el tráiler). Efectivamente, el trabajo de su director Luke Greenfield no es nada relevante. El guión adaptado del best seller de Emily Griffin podría haber estar mejor elaborado . Y a modo de reflexión en la última línea, que Hudson comience a cambiar el rumbo de su carrera porque se va a pique como este filme. Una pena.
El objeto causa del deseo Un padre depresivo, una familia abandonada, un títere que viene a salvar lo que ya nadie creía salvar, y por si esto fuera poco, Jennifer Lawrence hace estragos en la pantalla. Walter Black (Mel Gibson) ha sido un empresario de juguetes exitoso, padre de dos hijos maravillosos y marido amado por su mujer (Jodie Foster), pero un día comenzó un proceso de depresión que lo llevó al mayor de los abismos. Un día redescubre la vida mediante un títere de mano castor, que le permitirá retomar impulso a su vida, darle voz y volver a vivir. Pero detrás de ese objeto que toma brillo agalmático y se convierte en la envoltura de la causa del deseo como dice Lacan, hay mucho transfondo por resolver y no será tan fácil si es aferrado a un objeto que se crea bajo la”falta de ser” (que le permite en este caso amarrar su vida y ordenar su economía libidinal) que tanto habla la psicología. Claro, mi intensión no es convertir esto en una cobertura psicoanalítica del filme, pero qué manjar se harán los estudiosos de Freud y sus secuaces con el último filme como directora de Jodie Foster. La obra del guionista Kyle Killen es muy interesante para entender cómo el sujeto ante la falta, la pérdida o la castración se sumerge en estados mentales complejos. Y aquí, en esta cinta, tenemos a Walter protagonizado de manera genial por el loco de Mel Gibson, acompañado por Foster también delante de cámara y por Anton Yelchin, en el papel del hijo mayor que rechaza fuertemente a su padre. Y ahí está el centro de esta historia, el foco de un padre y un hijo con muchas similitudes que cada vez están más alejados por más cerca (inconcientemente) quieran estar. En esa lucha por el acercamiento aplastado por cuestiones externas al amor, se enlaza la lucha de encontrar en el otro algo de sí para llenar el vacío que los invade. Walter encuentra en “El Castor” — “The Beaver” es el título original de la cinta, mucho mejor que la elegida para países de habla española— una manera de cubrir una pérdida y recuperarse; mientras su hijo Porter Black encuentra en las similitudes con su progenitor una manera de sanar esa pérdida que tiene real sobre su relación con él. Y a pesar de odiar ser como él, es ésta su mejor manera de sentir que hay algo cerca entre ellos. Pues bien, la película logra lo que se propone. Mel Gibson, quien también intepreta también la voz del castor, le dió un acento mucho más londiense y musical que el pensando desde el guión y se nota su aporte creativo y personal. Foster contenta de volver a trabajar con su compañero de ruta en “Maverick”, logra salir aireosa de esta historia que pintaba ser una comedia y termina siendo un drama ,por no decir, un dramón. Ahora, más allá de una cuestión de géneros, “La Doble Vida de Walter” es muy filme atrapante que logra los tiempos de pausa justos para potenciar la narración y no dejarla caer con tanta tensión. Admito que esperaba ver una cosa, y me llevé una sorpresa grata en encontrar un muy buen trabajo actoral, una dirección prolija y un guión complejo pero muy original. Punto aparte, es la actuación de Jennifer Lawrence que está sensacional y cada vez mejor.
Cuando escapar puede ser un buen comienzo. La opera prima de Delfina Castagnino es una muestra interesante para ver cómo viene avanzando el cine argentino independiente. Un grupo de jóvenes profesionales del cine realizan una obra narrativamente muy exquisita, con una historia que contempla mucho de lo cotidiano y de lo angustioso y difícil que es para los seres humanos manifestarse ante el dolor, la angustia y el deseo de renacer ante el destino inminente. De eso se trata “Lo que más quiero”, pero también habla de la amistad, de la huida en pos de un volver a empezar mejor (dejando el pasado muy atrás) y de la soledad. Muchos temas que se enlazan en escasos 76 minutos y dejan a más de uno, con intenciones de querer saber más de las dos jóvenes protagonistas. Pilar (Pilar Gamboa) es una joven sola que acaba de perder a su padre y vive en el Sur de la Argentina. María (María Villar) es su amiga que va a visitarla para hacerle compañía como la excusa perfecta para huir de su novio y del mal momento que están viviendo. Ambas están buscando la manera de escapar de sus conflictos, y ninguna encuentra en la otra el sostén necesario para salir del dolor interno que tienen. Ninguna es capaz de consolar a la otra, ninguna sabe lo que quiere pero ambas si saben lo que no quieren. Y en ese tejido de indecisión y decisión se va construyendo esta historia, donde la vida las sorprende solas haciéndose cargo de todo (¿o de nada?) sin importar el mañana. Claro, ellas no quieren que estas vacaciones juntas se terminen porque una vez que esto suceda, esa soledad cubierta por una momentánea complicidad de dos amigas, las hará traer a la realidad. El trabajo de las actrices, junto a Esteban Lamothe —reconocido actualmente por su muy buen labor en “El Estudiante”— es muy bueno, y la dirección de Castagnino es impecable, con planos secuencias que acompañan los sentimientos de los personajes, sin perder de vista los paisajes fríos (aunque sea verano) del sur que potencian la narración. “Lo que más quiero” ha sido mejor película argentina en el BAFICI 2010, y Pilar Gamboa y María Villar compartieron el galardón a mejor actriz en el mismo Festival. Una obra realmente inquietante que vale la pena ver. Este estreno de la semana se exhibe en el MALBA durante todo el mes y ojala muchos vayan a verla para comprender por dónde viene el cine argentino actual. Que los espectadores descubran que hay mucho más cine nacional en otros espacios y que van a encontrar filmes que nutren nuestra industria a partir de grandes esfuerzos y mucho talento. ¡No se la pierdan!
Cuatro momentos únicos en escasos 88 minutos. Presentada en el último BAFICI, “Le Quattro Volte” es un filme de antaño contado como si fuera hoy, una mezcla interesante de tradiciones, pasados y presentes que se enlazan para mostrar simplemente un poco más sobre los círculos de la vida. De antemano, hay que aclarar que no es un filme para calificar de entretenido, más bien es un filme contemplativo, solitario y simple. En un pueblito italiano, surgen entre las cenizas de las tradiciones, costumbres y creencias, 4 momentos que llevan al director Michelangelo Frammartino a filmarlos. Quizás de las cuatro historias, unidas como separadas por escasos fotogramas, es la del viejito pastor de cabras la más emotiva y sobresaliente. Él vive en un pueblito medieval en Calabria y a pesar de su elevada edad, confía que su enfermedad podrá curarse si se toma con agua el polvo que se junta en el piso de la iglesia. Con mínimos diálogos, la película saca sonrisas en muchas partes donde lo mundano, cotidiano y burdo de la vida de ese pueblo se representa. Los perros jugando en la calle y haciendo travesuras con las cabras, los chicos jugando en el lugar o las mujeres fieles en una procesión que se dispersa antes los acontecimientos llevados a cabo por los animales. Ideal para ir un domingo tranquila/o con el objetivo de dejarse llevar por una historia, donde no priman los diálogos, si no que serán las imágenes tras imágenes de paisajes hermosos y de 4 historias de vidas (la del anciano pastor, una cabra, un árbol y finalmente, una pila de carbón) que laten detrás de cada fotograma, que trasmiten sentimientos, alegrías y nostalgia por algo que ya fue y no será y de algo que nunca pensó ser y ahora es los conductores de esta narración. La visión de este joven director que no tiene miedo en hacer de objetos y animales personajes principales, y donde lo principal es su mirada austera y simple de construir cine con solo tomar elementos de un entorno y hacerlos propios, es una muestra más que representativa que cine es todo lo que nos rodea, y que detrás de cada elemento del espacio hay vida, mucha vida para contar, retratar y llevar a la pantalla.
Si la cosa funciona es porque lleva un nombre de detrás y ese nombre es nada más ni menos que Woody Allen, que si no me iba directo al masajes de pies. Allen es un director prolifero que aún enamorado de su gran ciudad Nueva York decide encarar a partir de su último gran filme “ Match Point” un nuevo camino buscando locaciones e historias en el viejo continente. Lo cierto es que con “Si la cosa funciona”, en medio de esta nueva hoja de ruta, decide volver a filmar en su querida ciudad , pero también es cierto que este filme no es lo último de él; su premiere fue en el festival de Tribeca en abril de 2009 para luego estrenarse comercialmente en Estados Unidos, unos meses después. Más allá del delay en su estreno en Argentina — su posterior “Conocerás al hombre de tus sueños” ya pasó por nuestra cartelera porteña —, no hay cómo ponerse contento de ver un filme de este tan particular director. Aunque ésta vez la alegría no es para tanto. “Si la cosa funciona” es una típica comedia alleniana, con sus clásicos temas críticos sobre el amor, la sexualidad, la religión, la infidelidad, el intelecto y la vida, que esta vez abruman, molestan y terminan boicoteando la historia. El trabajo de Larry David es lo único valioso de la cinta en el que protagoniza a Boris Yellnikoff, alter ego del director neoyorkino, que después de muchas decepciones sentimentales y suicidios de por medio conoce a una joven (Evan Rachel Wood) que termina encantada por su brillante y superior ingenio. Desde que conviven juntos hasta que él conoce a cada uno de sus padres, la historia se convierte en monólogos muy bien desarrollados por David para luego decaer por la falta de novedad en los guiones de Allen. Es como estar viendo siempre la misma película desde hace muchos años. Tiene algunos gags simpáticos y más de uno se reirá en más de una escena, pero no pretendan mucho más de este filme. Espero que su nueva cinta recientemente estrenada en el Festival de Cannes “Midnight in Paris” con Owen Wilson, Rachel McAdams y Kathy Bates, siga la línea alleneuropea (por llamarla de algún modo). Ésta que parecer ser la cara más renovada del pintoresco director. A mí lo único que me preocupa es si saber la magia de New York ha muerto, porque Allen seguramente se recuperará. De hecho él mismo declara en boca de su alter ego que ésta no es la película del año y si uno quiere sentirse mejor, lo ideal es tomar un masaje de pies. ¿Alguien tiene un lugar para recomendarme? Porque mis pies están realmente doloridos.
Asombrada por el trabajo de Néstor Frenkel, hoy digo convencida que “Amateur” es la película argentina del año. Me volví fan ¿y qué? Fue la primer película que ví en el BAFICI, y realmente fue de lo mejor no sólo del Festival sino de este año hasta el momento. Luego del gran trabajo de su director Néstor Frenkel en su anterior filme “Construcción de una ciudad”,con “Amateur” vuelve a deleitarnos con una historia simple y encantadora. Jorge Mario es dentista en Concordia, pero también es un hacedor de filmes amateur en Super8, líder Boy Scout, cinéfilo y conductor de un programa de radio. Y en ese perfil multitasking nos encontramos con un apasionado por todas sus actividades que acompañado de su adorable mujer ha logrado cumplir muchos de sus objetivos. En esa cotidianeidad de provincia, Frenkel nos cuenta una historia normal y ordinaria que transforma en mágica y fuera de este mundo. A los 10 años Mario presenció la filmación del western“ Martín el Gaucho” del francés Jacques Tourneur, e influenciado por esta experiencia a los 30 años filma su propio western “Winchester Martín” en formato Super8. Hoy, 40 años después, decide realizar su propia remake, y hará todo lo que sea necesario para lograrlo. Frenkel logra encontrar los puntos clave de la pasión de Mario en cada fotograma (mezclas entre HD y Super 8), y arrastrado por esa misma pasión, los espectadores nos hacemos parte de la historia y con ansias esperamos encontrarnos con Mario a la vuelta de la esquina para darle un abrazo y acompañarlo en su loca travesura por recrear algo que tantas alegrías le ha dado: “Winchester Martín”. Mientras Néstor Frenkel buscaba material para su anterior filme ”Construcción de una ciudad” — recomiendo mucho verla — sobre la ciudad de Federación, se encontró con un dato valioso. Un hombre que no vivía en esa ciudad, había realizado un documental casero sobre dicha ciudad en Super8. Y una vez que conoció a este hombre oriundo de Concordia, comprendió que tenía material para una nueva película. Jorge Mario no era un apasionado del cine si no también de la vida y ante semejante agradable personaje, no hay forma de evitar realizar un documental sobre él. “Amateur” parece ser un filme simple (quizás lo sea), pero también es un filme cálido, alegre, optimista y real, tan real como genuino. Una obra exquisita y encantadora. El mensaje más humano y esperanzador que puede verse en una pantalla del cine está ahí, y si está ahí está en la gente.
Una comedia entretenida y adorable sobre la posibilidad de que la vida cambie de un momento para el otro y para bien. Donde cuando uno piensa que todo está perdido, en realidad aún hay mucho por hacer. Gérad Depardieu es Germain, un cincuentón y casi analfabeto, que se junta con sus amigos en un bar y sufre el maltrato de su madre. Margueritte (Giséle Casadeuds) es una anciana agradable y dulce que ama leer. Y un día, de casualidad, se conocen en un banco de un plaza y surge ese encuentro, ese instante de mano del azar donde estas dos personitas sin darse cuenta están en el lugar preciso en el momento indicado. En ese mano a mano, ella le comienza a leer fragmentos del libro que tiene en su poder y él, descubre la magia de los libros. En un simple y abrir de ojos, Germain comienza a ser otro, y los demás se dan cuenta de ello. Y en ese camino de revelación sobre su persona y sus capacidades, Margueritte va quedándose ciega. Como si lo que uno pierde, el otro lo suplanta, será él quién ante el cariño que siente por esta tierna anciana que le dio tanto en tan poco tiempo, decide no solo realizar su máximo esfuerzo por leerle cuando ella ya no pueda; si no también demostrarle que él estará para ayudarla a vivir esa nueva vida de la mejor manera. El filme está dirigido por Jean Becker, responsable de filmes como “Elisa” o “El Jardinero” (de las más recientes de sus obras) con un elenco por demás interesante pero que queda reducido ante el encanto de Casadeuds y Depardieu, en una dupla que se luce y que transmite esa ternura necesaria para que la historia sea como es, deliciosa. Becker logra en poco tiempo (hora y media) contarnos una historia sencilla, con detalles precisos sobre la vida de Germain entender su pasado, mientras que con diálogos excelentes Margueritte nos cuenta sobre su vocación, su cultura y su respeto hacia los demás. Simple, emotiva y transparente. Esos filmes que con poco dicen mucho, para no perdérsela.
El director tailandés de nombre impronunciable arremete con un filme sacado de un mundo por momentos tan distante del occidental que dejará a más de uno con mil preguntas sin forma de responder. “El Hombre que Podía Recordar sus Vidas Pasadas (Tío Boonmee)” es una historia noble, sencilla, onírica y fantasiosa que por momentos uno pierde noción de cómo fueron las cosas y qué va a suceder después. Sin dudas, Apichatpong Weerasethakul es un director con una mirada muy especial, donde sus obras son contemplativas, sensibles como así también bellas y emotivas. Boonmee aguarda el final de su vida en la jungla tailandesa cuando en compañía de sus seres queridos es sorprendido por el fantasma de su mujer muerta y una inquietante criatura que es su hijo desaparecido. Con una naturalidad excepcional, él y los suyos toman este acontecimiento de la manera más sana. Y todos juntos atravesarán la jungla para llegar a una cueva en la cima de una colina, el lugar de nacimiento de su primera vida. En este mix de reencuentro y despedida, se nota la calidad del filme donde existe todo el tiempo un clima especial y donde la muerte no es un miedo, si no todo lo contrario. Es una obra excelsa, sublime y maravillosa, de un hipnotismo que uno no deja de pensar en sus escenas hasta mucho tiempo después dejar la sala del cine. Vale aclarar que la obra de Weerasethakul es muy personal, y que a pesar de ser un cine no clásico, asombró al jurado de Cannes el año pasado (presidido por Tim Burton) llevándose el premio más importante: Palma de Oro. Un filme tan vanguardista merece ser visto y respetado. Como toda obra de arte puede tener adeptos como enemigos, así que quienes acepten ir a verla vayan con la cabeza bien abierta , no lo van a lamentar.
Amar tiene su precio, aunque tengas toda una vida o solo tus tres próximos días. Cuando uno confía en el otro, puede que jamás te arrepientas de tu elección o que un día descubras que quien está con vos nunca es quien dice ser. En esta semana cargada de estrenos de los más variados , tenemos a “The Next Three Days” la última película del ex – gladiador Russell Crowe que cuenta con la dirección del guionista PaulHaggis y la participación de la bella Elizabeth Banks. La cinta es una remake de la francesa “Pour Elle” (2008) de Fred Cavayé. Si uno piensa en Haggis, siente que luego de haber escrito los guiones de filmes como Crash, Million Dollar Baby, Letters from Iwo Jima y Flags of OurFathers (las últimas tres del gran Clint Eastwood), algo debe tener este film para destacarse. Alguien que hace muy buenos guiones, base fuerte de un filme, debe hacer un buena cinta. Pero dirigir es otra cosa, y muchas veces la fusión guionista-director no resulta, pero en este caso la unión funcionó, y dió como resultado una buena película. Admito que Crowe está cayendo en picada, ha sido un actor que ha cautivado y a quien le confiaría un gran papel porque creo que está preparado para ello. Ahora ¿qué le pasa con la elección de los proyectos? No está permitiendo la mutación de su performance y creo que no le está haciendo nada bien, da la sensación de estar atrapado siempre un mismo papel. Igualmente en este caso, puedo reconocer que cumple a raja tabla con las características de un ser tímido, no demasiado arriesgado, que un día decide tomar el toro por las astas y hacerse cargo de ello. Crowe sabe cómo ser el dueño de la historia, y darle profundidad, a pesar de que no abandone su clásica interpretación. Lara Brenna (Elizabeth Banks) es un hermosa esposa y madre, que un día es acusada de matar a su jefa. Con nulas probabilidades de salir de la cárcel, ya que su apelación ha sido denegada, su marido John(Crowe) hará lo que sea necesario para revertir esa situación. En una búsqueda obsesiva por lograr recuperar lo perdido, se encontrará de cara al mayor desafío de su vida donde deberá superar los miedos y poner a prueba su inteligencia. Algo a destacar es la música compuesta por el maravilloso Danny Elfman. Cada soundtrack no pasa desapercibido y conduce la narración eficazmente. Además de contar con algunas canciones de Moby que van a deleitar los oídos de los espectadores. Lo cierto es que si te gusta estar atrapado en una película dos horas trece minutos, esperando que lo que deba pasar pase, entonces andá al cine y prepárate para estar entretenido un rato. Si no te importa tanto lo que va a pasar pero cómo va a pasar, también andá al cine. Creo que “The Next Three Days” cumple todos los gustos y no creo que nadie salga decepcionado. A mí, personalmente, no me gusta su moraleja pero sobre gustos, como dice mi madre, no hay nada escrito.
Cuando el cine y la música se fusionan, muchas veces lo que acontece es un momento de armonía, de disfrute, de goce. Y por eso, El Concierto es el estreno de la semana. Cuando el cine y la música se fusionan, muchas veces lo que acontece es un momento de armonía, de disfrute, de goce. Y “El Concierto”, en términos generales, es esos filmes que alimentan en alma a nivel musical pero que a nivel cinematográfico no es muy destacable, pero que igualmente abren caminos, dejan mensajes y entretienen, y eso a fin de cuentas también es relevante. Siempre existe esa gran discusión sobre qué es cine y qué deja de serlo, una zanja que se cruza sin desmedro y que en muchas ocasiones no es necesario trazar, porque el mundo, las artes, los espectadores y los directores tienen ese mix complejo de la no perfección para los ojos de los otros y que tan bien nos hace a todos esa riqueza oculta detrás de lo imperfecto. “El Concierto” está en éste camino pero se deja ser y fluye. Muchos podrán tildar el filme de poco distintivo o más de lo mismo pero se deja translucir un destello de armonía que muchas veces no se contempla en otras películas. Dirigida por el rumano Radu Mih?ileanu y protagonizada por Mélanie Laurent, AlekseyGuskov y Dmitri Nazarov, con una nominación a los Golden Globe a mejor película extranjera, este filme cuenta la historia de Andrey Filipov, director reconocido de la orquesta de Bolshoi que hace 30 años fue despedido por contratar músicos judíos. Ahora solo limpia la sala de ensayo de la sinfonía actual pero los recuerdos que impidieron su éxito no lo dejan en paz. Un día cualquiera en su aburrida rutina, intercepta la invitación oficial del Teatro Châtelet para la orquesta Bolshoi y a partir de ahí, una loca travesura rondará en su cabeza: reunir a su vieja orquesta (a pesar de falta de instrumentos y problemas de dinero y alcohol) para presentarse en París y completar su concierto interrumpido. Pero detrás del intento por recomponer su vida y la de los suyos, contratará a una joven violinista (Laurent) está unidos a ellos más allá de lo que ella cree, y que Filipov (Guskov) le permitirá también, de esta manera, componer su pasado. Es una historia simple, con un transfondo histórico importante que permite una articulación interesante para unir la tercer pata de la narración: la música. Todo un deleite en las escenas plenamente musicales, la banda sonora compuesta por Armand Amar con un tema escrito por el director Mih?ileanu hace poner la piel de gallina, y una reproducción impecable del “Concierto para violín en re mayor” de Tchaikovsky que nos deja maravillados. La actuación de Mélanie Laurent en el escenario es muy apropiada y se luce muy bien, gracias a dos meses de alto entrenamiento con el violín junto a Sarah Mentanu de la Orquesta Nacional de Francia .Para quienes les resulte conocida pues Laurent es la protagonista femenina del gran filme de Quentin Tarantino: InglouriosBasterds en el papel de Shosanna. Mientras que Gustov y Dmitri Nazarov (como el amigo Sasha) hacen una dupla redonda, donde cada uno con sus personalidades logran momentos muy consolidados. Realmente, es un filme entretenido, con escenas muy cómicas que no deja de tocar temas sociales delicados aún no resueltos en los países del este tras los cambios políticos que vivieron en los últimos 30 años. Como buena defensora del material independiente y de los filmes europeos de poca distribución, “El Concierto” me parece muy recomendable para ver en familia, divertirse y comprender un poco más de las cosas que suceden lejos de nuestras casas, donde los sueños son muy parecidos y donde las distancias logran acortarse con solo mirar un filme.