Medio Oriente es una zona que se encuentra en conflicto desde que tenemos memoria. Y muchas veces, al estar tan alejados de aquel lugar, se nos hace difícil poder interiorizarnos sobre esta temática de forma profunda y objetiva. En la década del ’70 en el Líbano vivían alrededor de 400.000 refugiados palestinos, que convivían con los locales cristianos y los drusos. Sin embargo, esta relación no era pacífica. La OLP (Organización Para la Liberación de Palestina), única fuerza legítima representante del pueblo palestino, comenzó a formar milicias entre los recién llegados para crear una base de ataque contra Israel, su objetivo principal (luego se le sumó también la instauración de un Estado Palestino). Esto trajo enfrentamientos con el ejército libanés y con los cristianos que empezaron a armarse, organizando grupos militarizados dentro del ambiente político y religioso. Con un gobierno debilitado, se inició una guerra civil que se desarrolló desde 1975 hasta 1990, con la intervención de Siria e Israel. De todas maneras, no existe en la actualidad una estabilidad dentro del país, sino que está en constante conflicto interno o externo. En este contexto se sitúa “El Insulto”, film que representó al Líbano en los Oscar como Mejor Película Extranjera, pero que cayó ante la chilena “Una Mujer Fantástica”, que finalmente se llevó el máximo galardón. La película nos cuenta la historia de Toni, un cristiano libanés, que riega las plantas de su balcón, pero un poco de agua se derrama sobre la cabeza de Yasser, un capataz de obra palestino. Si bien el trabajador tiene la intención de arreglar el desagüe de la casa (que encima estaba instalado de forma ilegal), Toni no lo acepta y comienza una disputa. Yasser insulta al libanés y éste, ofendido, llevará este enfrentamiento ante la justicia. Un proceso que dividirá las aguas entre los palestinos y los cristianos libaneses. “El Insulto” toma una situación un tanto absurda, pequeña e íntima enmarcada en una disputa de a dos para mostrar la complejidad de la constante lucha de Medio Oriente, y en particular cómo se vive en el Líbano y la herencia de un pasado también conflictivo. Desde el inicio del film queda en claro que lo que se verá es la mirada subjetiva del realizador, cuya ópera prima abordó una temática similar con “West Beirut” (1998), donde trató el comienzo de la Guerra Civil Libanesa a partir de sus propias experiencias. Asimismo, a través de la historia podemos observar las costumbres tanto de los cristianos libaneses como de los palestinos, presentando la forma en la que se desempeña la justicia y cómo se lleva a cabo un juicio. Se mantiene un ritmo tenso a lo largo de la cinta, cuya intensidad va aumentando a medida que avanza el relato. Sin embargo, al llegar al desenlace su fuerza decae un poco, justamente donde más potencia debería tener, dejándonos la sensación de un final un tanto brusco o soso. Los personajes están bien construidos, con una introspectiva interesante sobre dos extremos muy opuestos. Si bien el director expresa su opinión sobre el conflicto, presenta a ambos roles como víctimas y victimarios al mismo tiempo, dándole un mayor realismo y humanidad a los protagonistas. Esto también se obtiene gracias a la labor de los actores, Kamel El Basha y Adel Karam. En síntesis, “El Insulto” es una película que va escalando de menor a mayor, mostrando una pequeña discusión que desemboca en una situación de conflicto entre dos grupos sociales dentro del Líbano, los cristianos libaneses y los refugiados palestinos. Un film que nos acerca a una realidad no tan conocida, a través de personajes con los que es fácil empatizar, poniendo al espectador en el medio de la disputa para decidir quién tiene razón.
Andrea y Sofía son una pareja constituida hace 10 años con dos niños a cuestas. Pero la relación se viene desgastando hace un tiempo y, tras intentar una terapia de pareja, decidieron comenzar a hablar de divorcio. Mientras Sofía consiguió tener un segmento en televisión, Andrea, neurólogo, se dedica a realizar una investigación para captar los recuerdos de la mente. Luego de pedirle ayuda a su mujer para mejorar la máquina en la que trabaja, Andrea cambia por error los cuerpos de lugar y ahora cada uno deberá ponerse literalmente en la posición del otro. “Mujer y Marido” representa un argumento ya visto anteriormente en otras oportunidades, donde dos personas que se llevan mal cambian de cuerpo por un rato. Deberán trabajar juntos, entenderse y superar sus diferencias para volver a ser ellos mismos. Ejemplo de ello son “Freaky Friday” (1976 – 2003), “Like Father Like Son” (1987), “The Change-Up” (2011), entre otros. Sin embargo, nos encontramos con la particularidad de que los protagonistas son pareja, agregándole un condimento especial de romance y de cambio de sexo, que funciona como una vuelta de tuerca. Esta película italiana propone una historia divertida, que expone a los protagonistas a situaciones hilarantes y entretenidas, mientras tienen que lidiar no solamente con tener un cuerpo con otras características, sino ejercer las actividades de su pareja. De esta manera podemos observar cómo entienden los hombres a las mujeres y las mujeres a los hombres y cómo se modifica esa mirada a lo largo del metraje, dejando un mensaje bastante atinado sobre los roles para con la sociedad y la pareja, los conflictos de la cotidianeidad y la lucha por el amor; vínculo que debe construirse día a día. El film está protagonizado por Pierfrancesco Favino (“Marco Polo”) en el papel de Andrea y Kasia Smutniak (“Perfectos Desconocidos”) como Sofía. Ambos realizan actuaciones logradas, aunque podemos notar una sobreactuación por parte del actor cuando cambia de cuerpo. Asume una actitud exageradamente femenina, cuando ni la mujer era así antes de la mutación. En cambio Smutniak encuentra una justa medida entre la femineidad y masculinidad de su cuerpo y mente. En síntesis, Simone Godano nos entrega una historia divertida, con rasgos italianos dramáticos bien marcados, aunque con un poco de falta de originalidad, ya que es un argumento explorado en varias oportunidades. Las actuaciones están bien logradas en una mejor o peor medida, otorgando una mirada interesante sobre el sexo opuesto. Una comedia entretenida para todo público.
Eva está hace cuatro años de novia con Gonzalo, pero no consiguen conectar. Tras un encuentro sexual fallido, donde él no quiere usar preservativo, ella siente que se toma la temática de los hijos como algo liviano, y ambos deciden que lo mejor es separarse y seguir cada uno con su vida. Pero Eva cumple 38 años y la presión social de la maternidad la acecha por completo. Es así como decide buscar un padre para sus futuros descendientes. “El Padre de mis Hijos” es una comedia dramática que aborda cuestiones de actualidad con el eje puesto en la mujer: la maternidad, la problemática de la edad biológica, las presiones sociales, la realización femenina; y el rol del hombre como parte del rompecabezas para facilitar la concreción del deseo procreador. El guion del film está estructurado de una forma clásica con gags divertidos e inteligentes que están a merced de la historia. En muchas oportunidades nos encontramos con situaciones hilarantes, que devienen de la intensidad que maneja la protagonista y la obsesión que tiene por cumplir con su objetivo a cualquier costo. Sin embargo, con el correr del relato y, sobre todo, con el final del mismo, la cinta deja un mensaje interesante sobre estos conceptos que se fueron tratando, demostrando que hay otros caminos más allá de lo impuesto por la sociedad y que la vida no puede ser forzada. Mora Recalde se encuentra muy bien en su papel protagónico, al igual que los actores secundarios que la acompañan, sobresaliendo principalmente la labor de Paula Carruega, quien compone a una hermana que logra todo lo que Eva quiere poseer de una forma liviana y natural. Pero todos los personajes están atinadamente pensados para complementar a Eva, representando un rol de la sociedad en particular. En síntesis, “El Padre de mis hijos” es una película que logra que el espectador transite por una comedia divertida y a la vez reflexione sobre las temáticas profundas que se plantean en relación a la posición de la mujer en la actualidad. Una forma entretenida de intentar entender una realidad.
“En Pedazos” se centra en Katja, una mujer casada con un hijo que, luego de una explosión en el comercio de su marido ubicado en el barrio turco de Hamburgo, pierde a su familia. Es así como deberá pasar por la búsqueda de los sospechosos, el tribunal de justicia y el deseo de venganza. El film alemán ganador de un Globo de Oro y preseleccionado para el Oscar (que no consiguió estar finalmente entre los cinco ternados) aborda una temática tan realista como actual: el terrorismo en Europa y el regreso de grupos neonazis en Alemania que se manifiestan en contra de los musulmanes y el crecimiento de los refugiados extranjeros. Y a su director Faith Akin no le tiembla el pulso a la hora de narrar este argumento de una forma cruda e incómoda para acentuar la autenticidad de los hechos. Su búsqueda de veracidad también se encuentra expuesta en las cuestiones técnicas, donde prevalece el sonido ambiente por sobre la música (aunque también tenemos momentos de acompañamiento) y filmaciones caseras que nos acercan más a la vida íntima de la protagonista. La historia está estructurada de una manera clásica y dividida en tres actos: la presentación de la familia y el suceso en sí, el desarrollo en el tribunal de justicia y el desenlace final. Si bien dentro de cada parte nos encontramos con un dinamismo en la trama, falta una conexión más armoniosa entre cada una de ellas para darle una mayor fluidez al relato. Diane Kruger, protagonista de la cinta, encarna perfectamente a Katja, poniéndose en el lugar de una mujer que lo perdió todo, con una dicotomía entre el desgano y la fortaleza de la lucha por obtener justicia. La actriz compone de una muy buena manera a su personaje (también la ayuda el gran guion que le permite crear un desarrollo interno y psicológico), brindándole tanto el cuerpo como el alma (y una gran cuota de sensibilidad). Sin embargo, no todos los secundarios que conforman el resto del elenco tienen el mismo peso, haciendo que se desdibuje la figura de algunos de ellos. En todo momento nos encontramos con un clima crudo, inquietante y gélido (literal y metafóricamente), donde las escenas provocan tensión e incertidumbre. No sabemos en ningún instante qué hará concretamente la protagonista y hacia el final del relato observamos una decisión polémica por parte del guion, que está totalmente justificada dentro de la trama pero que puede dejar una sensación ambigua en el público. Si bien genera esa impresión de que pudo haber sido mucho más impactante, “En Pedazos” es un film que sobresale por la realidad y actualidad del argumento que se aborda y por la impecable interpretación de su protagonista Diane Kruger, quien nos permite ponernos en su piel y debatir posteriormente qué hubiéramos hecho en su lugar. Una historia cruda que se retrata de una forma correcta, exponiendo al espectador a que afloren sus sentimientos.
El director de “Las Acacias” (2011) presentó su último film “Invisible”, que cuenta la historia de Ely, una adolescente que se divide entre los estudios secundarios y el trabajo en una veterinaria, mientras tiene que lidiar con la depresión de su madre, convirtiéndose en el único sostén de su familia. Pero su vida se complicará aún más con un embarazo no deseado y una decisión compleja que deberá tomar. “Invisible” trae a la pantalla grande una temática en plena vigencia, la de la opinión y puesta en acción de la mujer sobre su propio cuerpo. Existen y seguirán existiendo dedos acusadores sobre lo que se debe o no hacer, pero el film muestra que al fin y al cabo todo se reduce a la decisión subjetiva de la persona en cuestión. Se aborda la temática del aborto, la ilegalidad de esta vía, las alternativas y dificultades para realizarlo, todo desde una mirada adolescente. Pero además, el film expone temas como la soledad y la falta de apoyo de los jóvenes, tanto de las familias, como del sistema educativo o el Estado (asuntos de salud, economía), entre otros. El personaje de Ely, por el contexto en el cual se encuentra inmersa, mezcla constantemente su corta edad con las obligaciones de un adulto, provocando que cualquier generación de mujeres se pueda sentir identificada. Mora Arenillas es la encargada de darle vida a la protagonista, una joven que por su propia suerte desarrolló una expresividad casi nula, pero que la actriz igualmente transmite su angustia y falta de conocimiento sobre lo que hacer. De todas maneras, por momentos la película se siente lenta y pausada, con presencia de silencios prolongados y largos planos, que genera una falta de dinamismo en una historia fuerte con potencial de aspirar a más. En síntesis, “Invisible” llega para poner en el tapete ciertas cuestiones sociales de las que se habla, pero no se encuentra una solución, para visibilizar temáticas complejas dentro del mundo adolescente, desde una mirada observacional y sin caer en prejuicios. Sin embargo, su ritmo le juega un poco en contra para llevar esta historia a destino.
En 1974, Michael Winner dirigió el film “El Vengador Anónimo” (“Death Wish”), una adaptación del libro “Yo soy la justicia” de Brian Garfield. El mismo se centra en Paul Kersey, un ciudadano común que, luego de que su mujer y su hija sufrieran una brutal agresión por parte de tres delincuentes, decide tomar la justicia en sus propias manos y enfrentarse a todos los malhechores con quienes se cruce. En su momento, la película causó un impacto en la audiencia, debido a que presentaba una temática original y polémica (sobre todo con la fuerte escena de la violación y el uso de las armas). Sin embargo, hoy en día, un argumento semejante ya fue utilizado unas cuantas veces en distintas cintas de acción. En este contexto, se estrena la remake de “Death Wish”, dirigida por Eli Roth (realizador de la película de terror de culto “Hostel”) y protagonizada por Bruce Willis. Si bien toma la base del film de Charles Bronson y nos encontramos con algunos guiños o escenas similares, la historia cambia un poco. La trama se centra en Kersey, un médico muy reconocido, cuya mujer e hija son violentadas durante un robo, provocando la muerte de la primera y la internación de la segunda. Es así como el protagonista buscará vengarse no solo de aquellos que cometieron el hecho, sino de cualquier delincuente, al mismo tiempo que está abierta la investigación del fatídico caso. Es interesante que hayan modificado la profesión de Kersey, convirtiéndolo en una persona cuyo objetivo primordial es salvar a los heridos. Porque a medida que avanza el relato, será difícil de equilibrar las punciones entre el deseo de la vida y de la muerte. Por otro lado, y a diferencia de la cinta original, se le dio mayor hincapié a la temática de la justicia por mano propia y a la utilización de armas. Se observa una crítica a la facilidad de conseguir estos instrumentos, pero a la vez se fomenta la portación y la defensa personal. “La policía no sirve porque siempre llega tarde a todos los casos”. Bajo ese lema, “Death Wish” no es un film que se pueda analizar fuera del contexto estadounidense y los diversos y variados acontecimientos de tiroteos en lugares públicos. No deja un mensaje positivo en la sociedad, sino que se alienta a la violencia. Bruce Willis compone al protagonista de una manera bastante correcta, aunque a veces algunas escenas o actitudes son poco creíbles por su contextura física y la filmografía que conlleva en sus hombros el actor. Es difícil posicionarlo como una persona calma y que no genere pánico o inhibición en quien lo enfrente. El resto del elenco acompaña bien al principal, quien permite que la trama avance continuamente, pero no nos encontramos con ninguno que se destaque. En el apartado técnico, la película funciona muy bien, con una fotografía y ambientación oscura acorde al Chicago peligroso que se presenta en el relato, al igual que la banda sonora. Las escenas de acción están bien realizadas, con un ritmo intenso y por momentos también frenético. Se nota la mano del director, que si bien tiene experiencia principalmente en cintas de terror, logra mantener una tensión en la narración de forma constante. En síntesis, “Deseo de Matar” es una película que cumple con su objetivo de entretener al espectador, pero es una historia que vimos una y otra vez (y no porque se trate de una remake), impidiendo agregarle algo novedoso o poco cliché al género. Si bien su elenco está bien conformado y es un film técnicamente correcto, se realzan ciertas cuestiones que en la actualidad es mejor no fomentar.
Max y Annie se conocieron durante una competencia de juegos en un bar. Desde entonces su vida juntos se caracterizó por encontrarse con parejas amigas para disfrutar de un buen dígalo con mímica o adivinanzas. Pero cuando Brooks, el hermano mayor de Max, regresa a la ciudad, intentará mostrarles cómo es una verdadera noche de juegos, contratando a una empresa dedicada a simular secuestros para llegar a la resolución a través de pistas y conseguir un premio. Lo que ninguno de los presentes notará, es que todo lo que sucede es real y no parte de la ficción. “Noche de juegos” está dirigida por los cineastas que realizaron “Vacaciones” (2015) y que participaron del equipo de guionistas de “Quiero Matar a Mi Jefe” (2011) y “Quiero Matar a Mi Jefe 2” (2014). Es decir, que tienen experiencia en el terreno de la comedia. En este caso, nos ofrecen un relato que atrapa por su historia original, los giros inesperados en el guion y un grupo de actores de gran nivel. Como siempre decimos, es más difícil hacer reír que hacer llorar, y desde hace bastante tiempo que no tenemos una buena comedia en Hollywood (dejando de lado la espectacular y fuera de competencia “The Disaster Artist”). Sin embargo, “Noche de juegos” viene para proponer un momento grato y disfrutable para la audiencia. El guion que conforma la historia es divertido y entretenido, debido a que nos presenta chistes inteligentes y efectivos, donde el público se reirá continuamente, pero también tiene unos giros inesperados que generarán sorpresa e imprevisibilidad. Es decir, que combina de una forma muy equilibrada la comedia con el suspenso. Hacia el final del film tal vez nos encontramos con algunas escenas demasiado hilarantes o exageradas, pero se condicen con el argumento que se está contando. Otro de los puntos fuertes de la película es el dúo protagónico, integrado por Jason Bateman y Rachel McAdams, quienes conforman una gran dupla cómica. Su química es muy natural, son frescos y graciosos. Tal vez a él lo tenemos más presente dentro de este género y sabemos que se desempeña muy bien en él, con un estilo serio que choca con la comedia y que provoca un efecto aún mayor. Pero a McAdams no la habíamos visto en un rol similar y sorprende de una buena manera. Tampoco podemos olvidarnos del resto del elenco, que acompaña muy bien a los papeles principales. Nos otorgan personajes divertidos, bien delineados y funcionales para la trama, aportando cada uno una característica específica. Entre los secundarios se destacan Jesse Plemons (“Breaking Bad”, “Fargo”), con la composición de un policía creepy, dolido por la partida de su ex mujer; y Billy Magnussen, quien, en un polo opuesto sirve como el descerebrado que consigue causar las mayores carcajadas. En el apartado técnico, nos encontramos con una forma original de plantear las escenas y tomas, utilizando recreaciones lúdicas para las transiciones. Todo está supeditado a la temática de la “noche de juegos”. También existen algunos movimientos de cámara interesantes, demostrando que no solo se centran en la historia con un elenco sólido, sino que además se preocuparon porque sea técnicamente muy correcta y única. En síntesis, “Noche de Juegos” viene a dar una bocanada de aire fresco dentro del género, para brindarnos un film que mezcla la comedia con el suspenso para atrapar al espectador, mantenerlo atento y hacerlo reír. Su elenco compone personajes bien desarrollados y narrativamente justificados, que llevan a cabo una trama inesperada y original. Diversión asegurada.
Tomás tiene 14 años y está entrando en la adolescencia, un momento complejo de la vida donde uno se enfrenta a cambios físicos y emocionales. Pero él no es como cualquier otro chico de su edad, es un poco solitario, está obsesionado con viajar a la luna y un trauma lo acompaña desde hace bastante tiempo. La ópera prima de Joaquín Cambre se puede definir como un coming of age de un adolescente que tiene su primer enamoramiento, que vive ciertas situaciones que no ha experimentado anteriormente y que debe lidiar con la extrema normalidad de su familia. Pero “Un Viaje a la Luna” es mucho más que eso, porque Tomás es un chico fuera de lo común, tiene un trauma que no puede exteriorizar y que lo perturba desde hace unos cuantos años, por el cual debe ir al psiquiatra y tomar medicación. Y esta oscuridad y obsesión por la astrología y la llegada a la luna lo llevarán hacia lugares insospechados. El film va mutando de géneros a medida que avanza, pasando de un coming of age a un drama psicológico. Gran parte de la obra recae sobre su protagonista, Ángelo Mutti Spinetta (nieto del famoso cantante), quien encarna a este chico demasiado serio para su edad, con una gran obsesión y trauma detrás. Además, está bien secundado por el resto del elenco, con una Leticia Brédice que expone nuevamente esa cuota de locura y sobreprotección, un Germán Palacios que interpreta a un padre que no logra conectar con su hijo (y probablemente tampoco le interese hacerlo) y a una Ángela Torres desfachatada, que será el interés amoroso de Tomás, aunque solo le traiga frustraciones. También cuenta con la participación de Luis Machín en el rol de psiquiatra. Por otro lado, el film tiene algunos recursos interesantes a la hora de representar la imaginación de Tomás (que para él suena bastante convincente), mezclando lo disparatado con la superposición de imágenes reales y ficticias (algunas de ellas, como la presencia de una luna con cara, homenajean directamente a la gran obra de George Méliès, quien realizó justamente “Viaje a la Luna” (1902)). En síntesis, “Un Viaje a la Luna” es una propuesta argentina que cuenta una historia que va mutando a lo largo del tiempo, comenzando con un coming of age bastante convencional hasta terminar en un drama psicológico que estalla en su punto cúlmine.
Ambientada en 1960, en el marco de la Guerra Fría, “La Forma del Agua” narra la historia de Elisa, una mujer muda de nacimiento que trabaja por las noches en un establecimiento gubernamental como personal de limpieza. Todo comienza cuando encuentra a un ser que dista bastante de un humano con el que están experimentando y, a pesar de las diferencias, tendrán una conexión que traspasará a toda la especie. Como suele suceder en las películas de Guillermo del Toro, acá nos encontramos con una mezcla de géneros que se balancean entre la fantasía y el romance, con tintes de suspenso para retratar las acciones por las cuales la protagonista está dispuesta a arriesgar todo para salvar su nueva y extraña relación. “La Forma del Agua” cuenta de una manera muy optimista el hecho de que el amor va más allá de lo convencional, que cualquier relación es válida (aunque siempre habrá alguien para oponerse), pero también que es algo positivo que no todos seamos iguales, que cada uno elija su propia orientación sexual, que existan “razas” variadas o que tengamos capacidades diferentes, porque eso nos hace únicos y no nos impide nuestra felicidad. Pero además de reflexiva y profunda, la película es entretenida y mantiene una constante tensión entre el deseo de la protagonista y la oposición de los antagonistas, proponiendo un ritmo ágil y dinámico. El elenco está muy bien conformado por Sally Hawkins como la protagonista, idílica soñadora y luchadora por demás, Michael Shannon como el villano de la historia, y acompañados por personajes secundarios interpretados por Richard Jenkins, Doug Jones, Michael Stuhlbarg y Octavia Spencer. También sobresale la estética elegida y los cuidados detalles de su ambientación y vestimenta acorde a la época, que generan un clima perfecto para que se desarrolle la trama. “La Forma del Agua” es una muy buena propuesta de la mano de un gran director como lo es Guillermo del Toro, que ofrece una historia de amor y fantasía interesante y original, bien acompañada por su elenco, ambientación y banda sonora.
“Una Mujer Fantástica” se centra en la relación entre Marina y Orlando, una joven camarera y aspirante a cantante y un hombre 20 años mayor que ella. Una noche, luego de festejar el cumpleaños de Marina, Orlando comienza a sentirse mal, a tal punto de terminar en una sala de emergencias y fallecer poco tiempo después. Pero en vez de poder vivir el duelo como cualquier otra persona, a Marina se la señala como el blanco de sospechas por esta misteriosa muerte. No es porque ella haya hecho algo, sino simplemente porque es una mujer trans y será atacada y cuestionada tanto por la familia de su difunto novio como por todos aquellos que la rodean. En primer lugar, hay que destacar la maravillosa labor de la actriz trans Daniela Vega, que compone a una mujer fuerte, pero que a la vez vive con esa lucha constante y propia del contexto en el que se encuentra inmerso, donde se discrimina su identidad sexual a través de acciones, miradas, comentarios o simplemente dejándola de lado. En este trabajo de composición del personaje también tiene mucho que ver el mismo director y guionista Lelio, quien le dio una gran riqueza al papel, con muchos matices para explorar. Es importante que se traten este tipo de temáticas dentro del cine. Si bien son cuestiones que están cada vez más en boga, todavía no se le cedió un lugar tan relevante; no son muchas las películas que abordan estos asuntos. De todas maneras, se siente como que la cinta chilena no busca convertirse en estandarte de una causa, sino que particularmente cuenta la historia de Marina y su situación personal, que tranquilamente podría ser la de otras tantas, pero acá no se intenta luchar por un bien mayor, sino conseguir una aceptación entre los que la rodean. En síntesis, “Una Mujer Fantástica” es una muy buena película que nos llega de Chile, la cual a partir de un ritmo intenso, incluso con algunos tintes policiales y de suspenso, nos cuenta la historia de una mujer trans que debe vivir ciertas situaciones injustas, discriminatorias y desagradables para luchar por ser aceptada en un mundo en el cual comenzó a abrir su cabeza, pero que todavía le queda un largo camino por recorrer.