La suma de todos los mitos Aunque no se revelan elementos claves de la trama, sí se adelantan ciertos detalles. Quienes no quieran saber nada de la película, pueden leer la crítica después de verla. El despertar de la fuerza transcurre treinta años después de los hechos narrados en El regreso del Jedi, el tercer episodio de la trilogía original de La guerra de las galaxias. La búsqueda del legendario Jedi Luke Skywalker será el centro de la trama. Un piloto extraordinario, llamado Poe Cameron (Oscar Isaac), recibe información vital para la resistencia –los viejos integrantes de la Alianza rebelde- en su lucha contra la fuerza imperial llamada la Primera Orden. La información es guardada en BB8, un robot que será uno de los nuevos y más simpáticos personajes de la saga. BB8 terminará en manos de una joven chatarrera llamada Rey (Daisy Ridley, la gran revelación de esta película) y sus nuevos aliados, que incluye a los personajes originales y a un Stormtrooper, Finn (John Boyega) que deserta de las fuerzas imperiales. Las expectativas con respecto a este nuevo film eran enormes. No solo por el regreso de los personajes clásicos, sino también porque el mando había cambiado de manos. Pero todo ese universo previo de quejas, temores, fantasías y deseos queda de lado ahora. El despertar de la fuerza es una realidad y no hay que seguir especulando. La historia que contamos en el párrafo anterior le sonará con fuerza a los seguidores de los films anteriores. El parecido entre Episodio IV: Una nueva esperanza (1977) y el Episodio VII (2015) es evidente. No son pocas las similitudes y obviamente no son accidentales. Rey vive en un planeta desértico, soñando y esperando, como lo hizo antes Luke. Un robot porta un elemento clave para la trama de la película. Un arma capaz de destruir planetas está en el centro de la batalla final. Un grupo desparejo forma una pequeña banda de hermanos que combate en el nombre del bien. Si hasta el villano brilla por su vos grave, su máscara y su lucha interna entre el bien y el mal. Las similitudes son muchas más, claro, e incluyen también al siempre prestigio Episodio V: El imperio contraataca (1980). El despertar de la fuerza no se guarda nada y a la vez abre la puerta para los siguientes films. Uno de los problemas que tienen las trilogías es que el capítulo inicial suele ser un problema narrativo. Demasiadas presentaciones, demasiadas especulaciones, demasiado tiempo esperando que la historia comience. No es lo que ocurre acá. Abrams y su equipo ponen todo lo que tienen. Pasan muchas cosas muy importantes a lo largo de la trama y elementos claves para toda la saga se resuelven aquí. No hay nada de esperar a que todo arranca. Todo arranca y lo hace con inusual potencia, casi demoledora, para los espectadores, en especial para quienes amas los films de Star Wars. J. J. Abrams, el director de la película, es un verdadero misterio y objeto de estudio para el cine de hoy. El es el responsable del renacimiento de la serie de películas de Star Trek y el director de Super 8, una maravilla donde Abrams juega a ser Steven Spielberg –el de los ochenta- por un rato. Es decir que estamos frente a un curioso director capaz de renovar y hacer brillar el cine popular en su conjunto. Abrams, como los productos y los guionistas, toma nota de todo aquello que no debería hacerse en un film de Star Wars, tomando nota de todo aquello que no convenció o que fue un paso atrás en los Episodio I, II y III. Abrams no solo contruye un film con el espíritu de los originales, sino que también repite la estructura dramática y evoca con claridad los Doce pasos del héroe que Joseph Campbell que sirvieron de base a George Lucas. Pero lo más importante a los ojos del espectador es que la estética es coherente con aquellas primeras películas. Aprovechando al máximo la tecnología del 2015, El despertar de la fuerza igual se luce al crear un mundo que se ve parecido al de Star Wars. Basta ver eso para sentirse dentro del universo de las películas. Este efecto se logra también por el aumento de decorados reales y un trabajo mucho más elaborado y realista en los efectos especiales. Lo mismo para la banda de sonido creada por John Williams. Cada acorde nos sumerge en la saga, cada emoción es acompañada por su enorme talento musical. John Williams también es Star Wars. La guerra de las galaxias es la suma de todos los mitos. Los mitos más antiguos de oriente y occidente se dan cita desde el primer film. La literatura universal con todos sus héroes, los mitos religiosos y los cinematográficos confluyen para crear la más poderosa y perdurable de las sagas cinematográficas de todos los tiempos. Así nació y así vuelve a presentarse ahora. Con un añadido brillante: la nueva saga incluye entre sus mitos a La guerra de las galaxias. “Todas las historias que escucharon, todas son reales” dice Han Solo, ese eterno héroe interpretado por el gran Harrison Ford. Quienes se acercan a El despertar de la fuerza, sean fanáticos o advenedizos, podrán sumarle esos mitos cinematográficos creados por George Lucas. Porque esos mitos ya son parte de la cultura mundial. Esto que parece algo simple, no lo es, es la prueba de cómo ha impactado culturalmente la saga. Generaciones nos hemos criado con estos films. Hemos aprendido acerca de la naturaleza humana, del bien y del mal, del camino del héroe. Yo me he formado con esa suma de mitos, con su versión entretenida y cinematográfica. Si este nuevo film se parece tantos a los primeros, es obvio que sus temas también son parecidos. Sin embargo, y en esto sí se nota el paso del tiempo, el gran eje que nuclea a todo el film es el legado. Una nueva generación de personajes jóvenes protagoniza la película, incluyendo un robot nuevo, para renovar del todo a los que dominan la pantalla. Esa apuesta es complicada y en La amenaza fantasma, El ataque de los clones y La venganza de los Sith no logró cuajar el nuevo grupo de personajes, al menos en comparación. Rey, Finn, Poe, BB8, son los nuevos héroes y son espectaculares. Rey es un personaje fuera de serie, nacido para convertirse en clásico, como en su momento fueron Luke, Leia y Han. El futuro de la saga y el triunfo de esta película depende de ella y de los otros personajes. Lo mismo para los villanos. Desde Kylo Ren, que cumple con todas las reglas del villano Star Wars, sino también. O el General Lux (Domhnall Gleeson), la versión más claramente nazi del Grand Moff Tarkin que interpretó Peter Cushing en La guerra de las galaxias. Otros personajes secundarios también son acertados y crean ese universo variopinto propio de la saga. Y lo que todos esperábamos era ver nuevamente a Han Solo (Harrison Ford), Leia (Carrie Fisher) y Luke Skywalker Mark Hamill). Para a alguien que como yo hace treinta y ocho años que admiro a estos personajes, su regreso es muy impactante, sin duda alguna. Chewbacca, C3PO y R2D2 son por supuesto figuras igualmente queridas, pero tuvieron una presencia en la segunda trilogía creada por George Lucas. La emoción será intensa para todos los seguidores y en eso es donde más se notará la diferencia con los nuevos espectadores. Enormes, más grandes que la vida, los viejos personajes de Star Wars completan la grandeza de una película única, claramente un regreso al origen y al corazón mismo de la saga.
Apología de la mujer de pie El documental es un género tan extraordinario como alejado de la taquilla. Son muy pocos –en proporción- los documentales capaces de estrenarse en más de un país o incluso más que en un puñado de salas en su lugar de origen. El documental es un género tan extraordinario como alejado de la taquilla. Son muy pocos –en proporción- los documentales capaces de estrenarse en más de un país o incluso más que en un puñado de salas en su lugar de origen. El documental encuentra, sin que esto sea algo malo, su hogar ideal en la televisión, el cable y los servicios de streaming. En todos lados hay excepciones a esta regla y muy pocos documentales logran a veces una gran difusión. En el caso de Estados Unidos dos documentalistas que han logrado eso en el siglo XXI son Michael Moore y el director de El me nombró Malala, Davis Guggenheim. ¿Esto habla bien o habla mal de las películas? Por lo pronto, y esto se corrobora acá, dice que entiende la estética del documental de forma muy particular. Que pone un ojo muy preciso en el entretenimiento de consumo fácil, no sólo en el entretenimiento a secas, que sería algo loable. Así, la forma del documental en muchos casos termina afectando las ideas que el mismo defiende. Pero en este caso, como también suele ocurrir, el personaje es tan poderoso y tan fuerte es su historia, que las limitaciones estéticas no terminan por arruinar al discurso. Malala Yousafzai, ganadora del premio Nobel de la Paz en el año 2014, ha sido desde muy joven una activista de los derechos civiles, en particular los derechos de las mujeres. Los talibanes, quienes prohíben a las mujeres ir a la escuela, siempre la vieron como una enemiga. Desde los 13 años trabajó por lograr un cambio, desde su blog y con toda las clase de actividades, incluyendo un documental en 2009. En 2012, un grupo terrorista vinculado con los talibanes atentó contra su vida, disparándole tres veces e hiriéndola incluso en su cráneo. El director de El me nombró Malala busca hacer una absoluta apología del personaje y tiene derecho a hacerlo si acaso así lo ve. No habrá matices de gran complejidad, pero la historia habla por si sola. Más allá de su claro didactismo la película cuenta una verdad absoluta. Cuando una adolescente es víctima de un atentado terrorista por defender el derecho de otras personas al estudio, no hay muchos matices a debatir. La complejidad que le falta al film no pasa por ahí, ya que Malala es un personaje genuino y digno de admiración.
Languidez forzada En su film anterior, Inquebrantable, Jolie había logrado contar una historia de forma más que eficiente, con personajes fuertes y muchas ideas. En su nueva película, Frente al mar la apuesta es muy diferente, pero en esta variación no hay nuevos hallazgos, sino más bien todo lo contrario. Un matrimonio norteamericano (Brad Pitt y Angelina Jolie) llegan a la costa francesa a un bello hotel frente a un paisaje de ensueño. Pero la pareja atraviesa una crisis cuyos detalles y consecuencias se irán viendo a lo largo de las dos largas horas de película. Un serie de personajes se relacionarán con ellos pero en particular la joven para de la habitación de al lado será un objetivo de interés y deseo para ella. Frente al mar transcurre en la década del setenta, lo que permite que los personajes no tengan tantas distracciones como las que tendrían en el presente. Eso declaró la propia Jolie, al menos, y parece razonable y atendible. Aunque también esa década evoca varios clásicos del cine europeo. De alguna manera, esa época concentra más su drama y su crisis. Angelina Jolie decidió contar una historia con languidez, como si los largos silencios y los planos excesivamente largos pudieran darle profundidad a la trama. El problema es que eso está forzado, no parece auténtico, no se siente justificado. Aunque la presencia de su marido en la vida real parece dotar de un ambiguo tono autorreferencial, tampoco eso le da a la historia mayor interés. Angelia Jolie es junto con Brad Pitt la protagonista de Frente al mar y también ambos son los productores. Pero Jolie también dirige el film y es la autora del guión. Nadie puede dudar del control creativo que tiene sobre el material y sin duda ella tomó las decisiones. La potencia que había demostrado en Inquebrantable acá se deshace frente a la forzada gravedad de lo que desea contar. Lo que sí mantiene Jolie es un buen trabajo de fotografía, que si bien no está bajo su responsabilidad, sí está dentro de lo que ella elige mostrar. Tanto en los interiores, como en los magníficos exteriores, la película se destaca por su belleza. Un ingrediente extra que poco puede hacer para salvar a la película de su destino de película. Jolie podría haberse inspirado en toda clase de films europeos de diferentes épocas, al menos eso se adivina en sus muchas decisiones estéticas, pero nunca se lanza hacia la realización de un film de puesta en escena personal, sino que combina la morosidad de los films intelectuales con la tibieza del mal cine industrial. Una combinación que hace que el metraje se vuelva particularmente aburrido y carente de toda clase de encanto. Dos estrellas muy carismáticas como son Jolie y Pitt parecen estar haciendo un costoso film casero acerca de sus propios fantasmas, pero tampoco el film asume el riesgo real de una exploración profunda de los personajes. Por momentos, incluso, produce cierta vergüenza ajena. Pensar que el voyeurismo de la protagonista se traslada a los espectadores creo que es imaginar más de lo que la película propone. Jolie cae en la trampa de las estrellas que se dirigen a sí mismas, no puede evitar que el ego traicione al film, con consecuencias terribles para el resultado final.
Noche de guardia Una noche llega la guardia de un hospital público en La Matanza llega un grupo de personajes que parecen salidos de una fiesta de disfraces. Algunos son más sobrios, otros más llamativos, pero llegan como una banda, como un grupo, como una liga. El médico de guardia y su enfermera intentan salvar a uno de ellos muy mal herido. Pronto descubren que hay algo en ese hombre que lo hace diferente a cualquier otro caso que hayan conocido. Estos marginales, posibles herederos de clase baja del espíritu de Robin Hood, son a su manera, superhéroes. Algunos tienen poderes muy claros otros, son algo más misteriosos. La idea del grupo encerrado y resistiendo puede acercar a Kryptonita a varios clásicos de la historia del cine, porque las comparaciones son odiosas e injustas, no jugaremos el juego de las comparaciones ni las citas, aunque hay muchas. Lo que sorprende de la película es su falta de simpatía y diversión. Aquello que suele sobrar en los films de Nicanor Loreti, acá brilla por su ausencia. Obligada a ser una película clase B o tal vez convencida de serlo, Kryptonita desaprovecha lo mejor de esta clase de cine. No tiene la velocidad narrativa de este tipo de películas, con esa construcción propia de los films cortos pero llenos de ideas y con una gran historia. Tampoco tiene el sentido del humor de estos films, incluso cuando la trama invita a tenerlo. Casi hay cierta resistencia a ser simpático o gracioso. La gravedad se impone de una manera que, una vez más, sorprende en el director de Diablo. Algunas actuaciones son correctas, otras son lamentables. Debe ser difícil encontrar el tono para los actores en una película que nunca consigue hallarlo. Nicanor Loreti tiene interés y amor por los géneros y lo ha demostrado. Su ópera prima, Diablo, era todo un hallazgo. Luego dos películas familiares de acción como la fallida pero bien intencionada Socios por accidente y la horrible Socios por accidente 2 lo desviaron un poco del camino. Su cuarto film, Kryptonita, retoma el camino de la ambición más personal. Sin embargo, aquella potencia pura y entretenida que tenía Diablo aquí no llegar a plasmarse. Tal vez la historia no lo permita, pero habiendo aquel film, era de esperarse algo igual de entretenido al menos. Incluso Juan Palomino, que acá está bien en su papel secundario y su rostro es ideal para héroe de comic, daba una actuación mucho mejor en el rol protagónico de Diablo. Las búsquedas estéticas de este film son válidas y originales, pero es la narración lo que no fluye. Si uno elige historias cercanas a los grandes maestros del clasicismo, lo mejor es definir si uno busca esa misma narrativa o si por el contrario apuesta a la modernidad. Kryptonita es clásica pero no tiene una narración a la altura de sus posibilidades.
Sin Jason no Cuando James Cameron hizo Terminator seguramente no creyó que Arnold Schwarzenegger fuera imprescindible, tampoco lo debe haber creído Steven Spielberg cuando puso a Harrison Ford como Indiana Jones en Los cazadores del arca perdida. Sin embargo, esas películas sin esos actores, son impensables. El transportador (2002) no era una obra maestra del cine, pero aun así, supo crear un personaje con identidad en una película original y divertida. Lo que tal vez no calcularon en aquel momento era que el protagonista, Jason Statham, podía convertirse es una parte imprescindible del proyecto. Y así fue, dos secuelas demostraron su éxito y su vigencia. Statham, por otro lado, protagonizó cada vez más películas y se convirtió merecidamente en una estrella que aun sigue subiendo. El transportador recargado toma al personaje como si nada hubiera pasado y realiza una nueva historia con un nuevo actor en el papel principal. Las escenas de acción son inferiores a las de sus predecesoras, lo que se nota mucho más en las peleas que en las persecuciones. Pero sin duda la catástrofe insalvable de la película es pensar que Ed Skrein puede ponerse los zapatos de Jason Statham. No solo que el actor no tiene la talla para el personaje, sino que el recuerdo de Statham lo vuelve aun más pequeño. Un dato tal vez superficial pero a tener en cuenta es que esta es la primera de las películas de El transportador que no es coproducción con Estados Unidos. La película está producida por Francia, China y Bélgica. La misión aquí es algo secundario, aunque el guión se las ingenia para tener contenido feminista y llenar la película de bellas modelos al mismo tiempo. La enigmática mujer que el protagonista encuentra al comienzo de la película lo terminará convirtiendo en el enemigo de una red de tráfico de mujeres para prostituirlas. Aunque no se trate de una secuela, sino de un nuevo comienzo sin hacer caso de la existencia de otros films, el espectador no encontrará sorpresa alguna durante todo lo que dura la película. Muchos creen que ser héroe de acción es fácil, pero El transportador recargado demuestra que no es tan así. Statham se mucho más que un personaje, pero Frank Martin es un personaje que no tiene interés alguno si no es a través de la presencia del actor.
Lo que no se perdona Secretos de una obsesión (The Secret in Their Eyes, Estados Unidos, 2015) es una remake del film de Juan José Campanella El secreto de sus ojos (Argentina, 2009). El siempre inútil juego de la comparación podrá ser una tentación para muchos, pero no es una crítica justa ni inteligente aquella que pierde demasiado tiempo en eso. Una película nueva merece una crítica propia. Ray (Chiwetel Ejiofor) es un ex agente del FBI que durante más de una década ha vivido con una obsesión: Volver a encontrar al asesino impune de Carolyn Cobb, la hija de su compañera de trabajo y amiga Jess Cobb (Julia Roberts). Cuando cree haberlo encontrado recurre al que ha sido el gran amor imposible de su vida, Claire (Nicole Kidman) quien ahora es fiscal de distrito pero que doce años atrás trabajó junto con él en el caso. La impunidad del asesino se debió a que este era informante en una investigación anti terrorista post 11 de septiembre del 2001. Con el regreso de Ray se reabren las heridas, tanto las del homicidio como las del viejo amor postergado entre Ray y Claire. Secretos de una obsesión tiene como tema principal la palabra del título en castellano: La obsesión. No la pasión, sino la obsesión. Los dos personajes claves son Ray y Jess, ambos están atrapados a lo largo de los años. Ray por su amor, pero también por su culpa y su lealtad a su gran amiga Jess. Y Jess, por su hija y castigar al culpable de su muerte. La película está teñida por la oscuridad de ambas obsesiones. Incluso Claire y Carolyn quedan un paso atrás de este deseo de atrapar y condenar al asesino que ha torcido el destino de sus vidas. Este film policial, no exento de algunas reflexiones políticas, se mantiene siempre dentro del género y en sus resoluciones finales tiene el tono y las vueltas de tuerca de los films de Hollywood de los noventa. Aunque el amargo desencanto también recuerde a los años setenta, con su pesimismo y su desconfianza en las instituciones. Esa mezcla de tonos funciona, y la película mantiene de una punta a otra el suspenso. Las vueltas de tuerca funcionan y la resolución es bastante pesimista, aun cuando la obsesión que los ha empujado haya llegado a un punto final. Con poco espacio para el humor, con una ajustada puesta en escena, con grandes actuaciones de los protagonistas y extraordinarios secundarios, Secretos de una obsesión es un film de género en estado puro. Un gran policial con algo de melodrama y algo de romántico, pero policial al fin, policial negro más exactamente. Pero los grandes intereses económicos que generalmente alteran la investigación, acá son la lucha contra el terrorismo, como justificación y apañamiento de asesinatos. Con esos apuntes extras se termina de cerrar una película que no es tranquilizadora ni esperanzada, como suelen ser los buenos policiales negros.
Los creadores Victor Frankenstein es un acercamiento novedoso a la historia creada por Mary Shelley en 1918 y que se convirtió en uno de los relatos populares más perdurables del mundo. Con variaciones notables, pero con Victor (James McAvoy) y su obsesión por crear vida como motor principal de la trama. La novedad es que se cuenta la historia desde el punto de vista de Igor (Daniel Radcliffe), un personaje que nunca existió en el texto original. Pero Igor tampoco es aquí el ayudante, sino un socio, ambos hombres trabajan hombro con hombro para lograr el objetivo que anima toda la historia. Se trata de un relato novedoso y muy entretenido, con actores completamente brillantes. La película posee una estética inicial que recuerda al Guy Ritchie de Sherlock Holmes. La película parece ir en tono ligero, casi de broma. Pero poco a poco abandona la mayoría de esos recursos y se vuelve dramática. Lo irónico es que el director de Victor Frankenstein es Paul McGuigan, quien dirigió cuatro episodios de la extraordinaria serie Sherlock para la BBC. En aquella serie, los recursos modernos estaban aplicados realmente bien, formando parte de la trama. Acá los usa para aligerar los aires de tragedia que se asoman en el relato. De forma muy original, nos metemos en la historia y sus personajes. Con el marco de una Londres Victoriana, Victor Frankenstein se luce en los aspectos visuales, un verdadero festín con una reconstrucción de época impecable, aun cuando muchos elementos sean de fantasía. Como ocurrió con la inmensa mayoría de las películas que toman la novela de Mary Shelley como base, el tema principal de la película es el desafío a la naturaleza y no tanto un dilema existencialista, como Shelley había creado. En ese aspecto vuelve al original de todo: el mito de Prometeo. Con esta característica, con grandes personajes y un ritmo que no decae en ningún momento, esta versión logra tener vida propia. Algunos personajes secundarios también son excelentes, en particular el inspector Turpin, de Scotland Yard, interpretado por Andrew Scott. Dentro de la moda de contar las viejas historias desde un punto de vista nuevo, este es uno de los pocos casos donde esto no arruina la historia sino que la vuelve más interesante. Luego de cientos de films basados en estos personajes, es realmente un milagro que aun pueda sorprendernos.
Clementesaurio Pixar tiene un nivel de calidad en sus films tan elevado, que cuando algo no sale realmente muy bien, la sensación de decepción es mucho mayor que con cualquier otro estudio. Tal es el caso de Un gran dinosaurio, la nueva película de Pixar y Disney. La película posee elementos visuales increíbles, de una calidad asombrosa. Tan buena es por momentos la animación que hasta uno se olvida que se trata de un film creado con tecnología digital. No en los personajes, que son de caricatura, sino en los paisajes, que son verdaderamente impresionantes. Los árboles, las tormentas, los ríos, todo está logrado de una manera nunca vista. Con ese nivel, uno imaginaría que una película no debería fallar, pero aun así, la película tiene varias debilidades. Pero primero vayamos a la historia. El protagonista de la película es un joven dinosaurio (muy parecido en su cara a Clemente, el personaje de historieta creado por Caloi) que desde su nacimiento es más pequeño y menos valiente que sus hermanos mayores. Su hermana y su hermano, han crecido más y logran tareas complejas que él no consiguió. En una familia de dinosaurios totalmente personalizada, el pequeño intenta abrirse paso pero fracasa cuando le encargar terminar con un animal que se roba la cosecha. Ese animal es un niño humano. Así como los dinosaurios parecen personas en esta historia, los humanos parecen animales. Por una vuelta de guión previsible pero que igualmente no contaremos acá, el niño humano y el joven dinosaurio vivirán una aventura espectacular mientras este último busca el regreso a su hogar. Muchas veces estarán en riesgo ambos y no faltan escenas entretenidas en la historia. El problema es que lo visual funciona y las escenas son divertidas, pero lo que falta es lo que hace de Pixar el mejor estudio de animación del cine actual. Le falta la sofisticada inteligencia de films como Toy Story, Up o la más reciente Intensamente. Debido a esa ausencia de sofisticación, la película tampoco consigue el objetivo de emocionar, aunque lo intente. La sucesión de momentos divertidos nunca alcanza para que la película tenga esa personalidad que suelen tener las grandes películas. Una última rareza es como la película, mayormente enfocada al público más pequeño, tiene varias escenas para espectadores más adultos. Son estas incongruencias las que hacen de Un gran dinosaurio una película muy menor, demasiado estándar para un estudio que ha cambiado la historia del cine de animación. Un gran dinosaurio no se sabe si es cabeza de ratón o cola de león. Eso no suele pasar con Pixar y no es una buena noticia.
El tiro del final La saga cinematográfica, basada en la saga literaria, Los juegos del hambre, fue en un comienzo un ejemplo de mayor calidad de aquello que podríamos llamar ciencia ficción para adolescentes. Podríamos llamar, porque el género tanto en la literatura y el cine siempre ha sido cercano a los jóvenes. Tal vez la diferencia son sus héroes adolescentes, sus personajes más cercanos a las características de su público. El universo distópico en el cual habitaba la heroína Katniss Everdeen es claro heredero de las ficciones de Ray Bradbury, George Orwell o Isaac Asimov. Con una estética sobria y elegante, donde el entretenimiento no ocultaba interesantes temas, con buenos actores y grandes emociones, las primeras dos películas habían logrado mantener bien alta la vara. Pero la división en dos películas del cierre de la saga se siente. Sinsajo parte 1 era demasiado larga y tardaba en encontrar rumbo, y Sinsajo parte 2 es difícil de sobrellevar para quienes no amen al personaje de Katniss Everdeen. Ahora cuando todas las batallas se han librado, a la rebelión sólo le queda ir al Capitolio y terminar con el Presidente Snow. Sin embargo, hay opiniones encontradas y un juego de poder más complejo que el heroísmo puro de Katniss. Pero ese camino se estira en exceso. Muchas escenas de diálogos, de dilemas expresados a través de palabras, hacen que las casi dos horas y media de película se sientan, no tanto por su duración, sino por la impaciencia de un guion estirado. Aunque por suerte se mantiene la estética de los primeros films, lo que no se sostiene es la acción y el entretenimiento. Sólo por la mitad de la película se suceden varias grandes escenas que despiertan la atención y prometen un final espectacular. Pero poco a poco ese final se apaga, toda la energía de la película se reduce y esta gran saga de ciencia ficción se despide de manera decepcionante. Esos epílogos eternos completamente anticlimáticos. La gran escena de Sinsajo Parte 2, la que cierra todo, está unos 30 minutos antes del final, y todo lo que sigue a ella da mucha vergüenza ajena. Dos grandes películas de un total de cuatro no es un mal número para una saga que se merecía terminar con el mismo nivel que empezó. Es posible que en el futuro haya más películas de Los juegos del hambre pero esperemos la recuperación de sus virtudes originales si llega a darse la oportunidad.
Comedia absurda con sello argentino Comedia absurda, rara, diferente a todo, Hortensia puede ser una experiencia difícil para el espectador más tradicional, pero no para quien busque algo diferente. La película, dirigida por Diego Lublinsky y Álvaro Urtizberea tiene una protagonista que haría parecer a las chicas Almodóvar señoritas comunes y corrientes. La historia empieza a fin de año. El padre de Hortensia muere electrocutado abriendo la heladera y ella tiene, a partir de eso, pánico hacia el artefacto. Pierde el trabajo y durante la fiesta del 31 su novio la engaña. Desconsolada, encuentra un sobre con un mensaje que ella misma escribió a los trece años. El mensaje dice: “Objetivos para ser feliz: casarme con un chico rubio como mi padre y diseñar el zapato más hermoso del mundo.” Este mensaje infantil es lo que la moviliza a una cruzada apresurada y disparatada por cumplir esos dos objetivos. Hortensia apuesta al absurdo, a un artificio que por momentos podrá resultar teatral, aun cuando sus recursos no abandonen nunca lo cinematográfico. Lleva unos minutos adaptarse al tono de la película, raro, de intencional distanciamiento, pero a medida que avanza la trama, comienza a disfrutarse. Para marcar similitudes –casuales o no, claro- Hortensia está estéticamente emparentada con el cine del director alemán R. W. Fassbinder y en el ámbito local con Martín Rejtman, pero más con Fassbinder, incluso en la paleta de colores fuertes que los realizadores eligen. Hay escenas que un espectador dispuesto a ver algo diferente sin duda disfrutará. Momentos de genuina comedia absurda, imágenes y situaciones disparatadas. Estéticamente resulta diferente a todo lo que uno ve en el cine habitualmente. Ese es uno de sus mayores méritos, sin lugar a dudas. La recomendación queda hecha. Entre tanto cine argentino solemne, creído de sí mismo, alentado vaya a saber porque falta de criterio estético, Hortensia hasta resulta luminosa. Vayan y prueben, si les gustan los primeros films Almodóvar, para buscarle una última similitud, esta película también les va a gustar.