Una batalla épica La eterna lucha entre el bien y el mal también se desarrolla en la Naturaleza. En medio del bosque, diminutas criaturas pelean permanentemente para mantener el equilibrio de la vida contra las fuerzas del deterioro y la putrefacción. El Dr. Bomba es un científico bastante atolondrado que cree que existen esos pequeños hombres que defienden la vida; y sus enemigos, las también pequeñas criaturas que tratan de atacarla. Por supuesto que tiene razón, aunque nadie, ni siquiera su hija Mary Katherine, le crea. La historia de la película se centra en la ceremonia en la cual la reina Tara, que representa la vida del bosque, debe elegir a su sucesora, en un capullo. Es la oportunidad que los malvados, liderados por Mandrake, tienen para atacarla, y así evitar que su poder regenere todo lo que ellos se encargan de estropear. Accidentalmente Mary Katherine la intercepta en su fuga, y queda involucrada, a su pesar, en esta batalla. Así conocerá al resto de los personajes de la historia, y probará que las locas teorías de su padre eran ciertas. La película tiene un gran ritmo, y al transcurrir en el bosque, las imágenes son muy bellas. Hay una gran cantidad de personajes atractivos, tanto para los chicos como para los grandes. Algunos más serios, otros que aportan el humor, como la babosa Mub, el caracol Grub, y el “gurú” del bosque, un excéntrico gusano showman. Con una historia fantástica, pero que no toma como personajes a las clásicas hadas, sino que crea otro universo en el bosque, la película atrapa desde el principio. Técnicamente impecable, la clave es el equilibrio, valga la alegoría con el bosque, que tiene el filme. Aventura, acción, humor, algo de romance, todo en justas dosis para que lo disfrute toda la familia.
Las extranjeras Con su mirada peculiar, que sumerge al espectador en un universo tan personal como la imaginación de una jovencita, el director surcoreano Sang-Soo Hong relata las historias de tres mujeres buscando un rumbo para sus vidas en un país extraño. Una joven estudiante de cine y su madre se refugian en un hotel mientras tratan de resolver la complicada situación económica en la que las dejó un tío. Para pasar el tiempo, la joven decide pensar los guiones para un próximo cortometraje. Así, lo que constituye la verdadera trama de la película es el producto de su imaginación: tres historias protagonizadas por distintas mujeres francesas, que a su vez se llaman siempre igual (todas interpretadas por Isabelle Huppert), en Mohang, un pequeño pueblo costero de Corea. El trabajo estético, un ida y vuelta de las escenas, la repetición de diálogos, incluso el uso del zoom, recuerda permanentemente que lo que se está viendo en realidad no es una película terminada, sino el proceso de creación en la mente de una potencial directora. En tono de comedia liviana, con personajes que se comunican torpemente ya que hablan inglés, que no es la lengua nativa de ninguno, el director encara cuestiones profundas: las búsquedas personales, las disyuntivas, las dudas sobre la propia vida. Si bien cada episodio tiene una estructura propia, las historias se entrelazan y encajan una con otra, llegando a un cierre coherente. Es clave la actuación de la excelente y multifacética Isabelle Huppert encarando a estas tres Anne que visitan Mohang, en un filme con una atmósfera algo onírica, que resulta bello, simpático, pero a la vez, profundo.
Afectos en conflicto Ana (Elena Anaya) y Lucía (Valeria Bertucelli) son amigas íntimas. Ana es española, pero hace ocho años que reside en Argentina, país al que llegó por una oferta de trabajo. En los días entre Navidad y Año Nuevo, Lucía se va de viaje con su nuevo novio, y deja la casa, y a su hija, a cargo de Ana, que por esa circunstancia se reencontrará con el exesposo de Lucía, Ricky (Fernán Mirás), a quien hace años que no ve. La historia que narra la película es simple -en realidad no cuenta mucho-, ya que se trata de poner el foco en las reacciones de los personajes ante algo muy sencillo que les ocurre. El pilar es la mirada de la directora Victoria Galardi, relajada pero certera, capaz de observar situaciones, captar su esencia y transmitirla al espectador. Bertucelli interpreta un rol siempre en la misma tónica de otros que ha realizado: una mujer acelerada, con los nervios a flor de piel. Su valor como actriz es que, si bien sus papeles no son de lo más versátiles, logra mostrar, con gran mesura y precisión, los estados de ánimo de su personaje. En contraposición, Elena Anaya tiene un físico que parece tan frágil como la seguridad que tiene Ana ante la situación que le toca vivir. En un rol menor, pero que no cabe desmerecer, se lo ve a Esteban Lamothe, el jardinero desganado que queda a cargo del jardín y la pileta, que Ana cuida como si la relación con su amiga dependiera de eso. Cabe destacar que la película está filmada con una calidad, tanto visual como sonora, inusual en el cine nacional. La banda de sonido también es muy interesante y, como siempre que está bien elegida la música, resulta en el complemento perfecto para el relato y las emociones de los personajes. No es un filme en el que suceda demasiado, la mayoría son situaciones cotidianas, ordinarias casi. Una fiesta familiar, una charla en la cocina, personajes con preocupaciones propias que no llegan a captar lo que le pasa al otro. Esto tal vez pueda resultar algo aburrido, sobre todo teniendo en cuenta que el final deja la sensación de que faltó un pedacito de película. Sin embargo lo valioso está en las actuaciones y el gran poder de observación de su directora.
Hoffman dirige una orquesta inglesa El actor Dustin Hoffman debuta como director con la adaptación de la obra teatral “Cuarteto”, de Ronald Hardwood, una comedia sobre la vejez de los músicos, y cómo la viven, entre los recuerdos de sus glorias pasadas, y los desafíos de los últimos años. La historia transcurre en Beecham House, una casa de retiro para músicos en la campiña inglesa, solventada por los aportes de donantes que acuden anualmente a la gala benéfica el día del cumpleaños de Giuseppe Verdi. Allí, rodeados por otros talentosos colegas, viven Reggie (Tom Courtenay), Cissy (Pauline Collins) y Wilf (Billy Connolly), tres cantantes de ópera que también son amigos. Mientras planean qué es lo que van presentar en la gala, llega al lugar Jean (Maggie Smith), una célebre soprano, que además es la ex-esposa de Reggie. Los cuatro interpretaron en alguna época pasada el exitoso cuarteto de la obra Rigoletto al que hace alusión el título original. Lo más seductor de la película es su humor, las excelentes actuaciones, y la atmósfera que la rodea. El hecho de que esta casa esté poblada por músicos hace que todo el tiempo suenen las melodías más lindas, enmarcadas en un paisaje encantador. Los actores principales tienen mucho oficio y saben demostrarlo; y el guión, si bien no sorprende y hasta se puede decir que es bastante predecible en su desarrollo, tiene diálogos tan frescos sobre la vejez, las relaciones y la vida, que resulta encantador. Es interesante quedarse a ver los créditos finales: todos los que actúan en papeles secundarios como residentes de la casa son realmente músicos, e interpretan la música que se escucha a lo largo del filme. Un detalle emotivo, que no es menor porque contribuye con gran fuerza al mensaje de respeto y optimismo que la película quiere dar.
El padre de la criatura Hay un dicho que afirma que “el que lo encuentra, se lo queda”. Eso puede llegar a ser válido para los objetos, pero ¿qué sucede cuando lo que se encuentran son palabras, una historia escrita? ¿Es posible apropiarse de ellas, o serán por siempre ajenas? El aspecto más interesante de esta película es su estructura narrativa estilo mamushka: una historia, dentro de otra historia, que a su vez está dentro de otra historia. Dennis Quaid es Clayton Hammond, un exitoso escritor maduro, que presenta su última novela. En ella un joven escritor, Rory Jansen (Bradley Cooper) logra saltar a la fama gracias a un manuscrito que encontró por accidente, y cuya autoría se atribuye. La película comienza con Quaid leyendo su novela a una audiencia, y así como en la vieja tradición de la narración oral, el espectador logra sumergirse en la historia como el niño que escucha un relato. Acompaña la escena una banda de sonido fuerte, muy presente, que completa el entorno ideal para adentrarse en lo que se cuenta. En un filme con un clima muy bien logrado, que logra mantener la atención hasta el final, los directores y autores Brian Klugman y Lee Sternthal abordan el viejo tema de la relación entre un autor y su obra, los cuestionamientos sobre la identidad del escritor como tal, y hasta en un nivel algo más superficial, los entretelones de la industria editorial. En cuanto a las actuaciones, Bradley Cooper logra salir airoso, mientras que el pilar fundamental es Jeremy Irons, un actor que no nunca falla. Un defecto del filme es que el mensaje final cae en cierto modo en la moraleja, pero no por ello la película deja de ser interesante, con tres historias entrelazadas y bien contadas.
Amistades peligrosas En un filme cuya narración es un largo flashback, Ariel Broitman cuenta la historia del matrimonio de Ana (Elena Roger) y Federico (Sergio Surraco). A partir de un diario que él llevaba, la acción vuelve al comienzo, cuando ella estudiaba canto lírico, y él, chelista y pintor, se sentía algo frustrado porque su trabajo no era lo suficientemente reconocido. La vida de Ana era bastante rutinaria hasta que en una de las clases de su profesora de canto (Adriana Aizemberg), escuchó la hipnótica voz de Úrsula (Esmeralda Mitre), y las dos se hicieron amigas. La película sigue la relación entre los tres, ya que la presencia de Úrsula será cada vez más invasiva. Y si bien para el espectador muchas de las cosas que ocurren pueden resultar previsibles, sorprende la reacción (o no-reacción en algunas oportunidades) de los personajes frente a lo que les sucede, complicando la empatía del espectador con ellos. Por otra parte el desenlace, ya anunciado en el comienzo de la película, es tan caprichoso, con recuerdos salidos literalmente de la nada (no hay ningún indicio previo), que no se comprende del todo y por ello no llega a conmover. Ariel Broitman debuta como director adaptando él mismo la novela “La Maestra de Canto” de Silvia Arazi. La película cuenta con una cuidada banda sonora, en parte original, creación de Pablo Sala, y en parte con piezas líricas de conocidos autores. Si bien la música ocupa un lugar primordial en el filme, desde el comienzo se percibe un leve desfasaje en la edición de sonido. Lo suficiente como para que resulte molesto, y si bien se sabe que la voz de Úrsula no es la de Esmeralda Mitre, la misma sensación queda para las partes de Elena Roger, que por supuesto sí canta las suyas. Las actuaciones de Roger y Surraco, e incluso la profesora que compone Aizemberg, están muy bien logradas, mientras que Esmeralda Mitre no alcanza tanto el efecto desde su actuación como desde la teatralidad con la que está armado su personaje: la voz de soprano trágica, la construcción estética en general da la oscuridad que Úrsula necesita. Enmarcada en el ambiente de la música clásica, de todos modos cuesta conectar con una película que, entre los problemas de edición, y la falta de solvencia del guión, termina resultando demasiado larga y lejana.
Que la operadora te salve Si te va a pasar algo malo, lo único que esperás es que haya alguien que te ayude. Y como en situaciones de caos es muy difícil recordar un número telefónico completo, en Estados Unidos (y luego se copió acá, con el mismo número) existe un servicio que, bajo tres célebres cifras, 911, conecta a quienes están en problemas con la policía o los bomberos, según sea el caso. Jordan (Halle Berry) es justamente una operadora del 911. Tiene un novio policía, y su vida transcurre feliz, a pesar de dedicarse a escuchar desgracias ajenas. Sin embargo un día una de las llamadas que recibe no se resuelve como sería de esperar, y ella decide retirarse de la línea. Pero un tiempo más tarde, otra llamada similar logra conectarla de nuevo con su trabajo. Dirigida por Brad Anderson, la película transcurre con un ritmo verdaderamente vertiginoso. La historia es muy simple, pero coherente, y logra realmente atrapar al espectador. Si bien cae en algunas obviedades que cualquier espectador que haya visto una mínima cantidad de filmes o series policiales podrá ir anticipando, están muy bien coordinadas las dos partes (lo que sucede en el centro de recepción de las llamadas, y lo que sucede afuera), y la adrenalina fluye aceleradamente. Hasta que se acerca el final y lo que se construyó hasta ese momento se derrumba en los últimos quince minutos como castillo de naipes. Así, lo que venía siendo un atrapante thriller termina convirtiéndose en un cuestionable alegato en favor de la justicia por mano propia, como un fuerte mensaje tendiente a señalar que los sistemas que aplican la Justicia real no son suficientes. Y resulta cuestionable tanto desde el lado moral, por lo que implica a nivel social; como del argumental, ya que el giro que toma el filme en este sentido es absolutamente innecesario en términos de guión. Como esa vuelta de más que hace que una canilla vuelva a perder. Con actuaciones que se mantienen dentro de lo correcto para este tipo de género y personajes, no se puede negar que la película está bien planteada en un principio, sin embargo falla al final, y la sensación que deja es la de una gran decepción.
Algo más que enseñar Tal vez lo que se puede pensar antes de ver esta película es que uno se va a enfrentar a una suerte de "Sociedad de los Poetas Muertos" de escuela primaria, o a una versión modernizada de Jacinta Pichimahuida. Nada más errado. Una escuela de Montreal necesita suplente para una maestra que decidió suicidarse. Allí se presenta el señor Lazhar (Mohammed Fellag), con una disponibilidad de tiempo amplísima, y diecinueve años de experiencia docente en su Argelia natal, al menos eso dice. A regañadientes la directora lo contrata, ya que no hay opciones más rápidas siguiendo los pasos que exige el ministerio. De esa forma Lazhar se hará cargo de este grupo de chicos que atraviesan un complejo duelo, y de a poco veremos que su situación personal también lo enfrenta al dolor. A diferencia de la mayoría de las películas de maestros y alumnos, el personaje de Lazhar no llega con una valija llena de soluciones mágicas ni frases efectivas para las problemáticas de sus alumnos. Él está formado “a la antigua”, y los niños no tienen reparo en hacerlo notar, generando ciertos roces al principio de la relación. Sin embargo logrará llegar a algunos por su sola presencia, su estilo tranquilo, y su modesta sabiduría, que consiste apenas en observar lo que a esos chicos les está pasando, y responder a eso. El director Philippe Falardeau se atreve a explorar el proceso de duelo en los niños, y el trabajo de los maestros en la actualidad, sobre todo por las presiones que ejercen los padres (hay un encuentro en la sala de profesores con un intercambio en el que más de un docente se encontrará reflejado). Falardeau logra una película intimista, con excelentes actuaciones entre las que se destacan los chicos que deben madurar de golpe, como la pequeña Alice (Sophie Nélisse), y Simon (Émilien Néron). En definitiva, un filme con un buen ritmo, sin golpes bajos ni momentos edulcorados.
Corre, Nick, corre Nicolas Cage vuelve a ser un héroe de acción en esta película monótona y deslucida, en la que sólo se salvan las escenas de robos de bancos. Will Montogomery (Cage) es el cerebro de una banda que asalta bancos; aparentemente brillante, nunca pudieron detenerlo. Sin embargo en una oportunidad, por un altercado con Vincent (Josh Lucas) -uno de sus compañeros de equipo-, la banda lo abandona en plena escapatoria, dejándolo con el botín en las manos: diez millones de dólares en efectivo. Cuando el FBI lo atrapa, el dinero desapareció. Años después, Will es liberado, y habrá más de un interesado en el paradero de esa fortuna. Uno de ellos secuestra a su hija, y él deberá encontrarla antes de que la mate. El filme comienza a aburrir prematuramente a la media hora de comenzado, con una trama vista muchas veces, y que sólo encuentra como variante situar la acción en el congestionado Mardi Gras de New Orleans. Trillada, cliché por donde se mire: el “malo” exageradamente malo, los ineptos agentes del FBI (¿llegará el día en el que la agencia de inteligencia real se queje ante Hollywood por mostrarlos en general tan poco, valga la redundancia, inteligentes?), el delincuente con principios que busca la redención y el amor de su familia. Nada nuevo, ni siquiera en las formas. El director Simon West, de quien cabría esperar algo mejor, dado que ya dirigió a Cage en "Con Air", y también es el director de "Tomb Raider", entre otras películas del género, intenta un par de acercamientos, y elige una banda de sonido que recuerda a series policiales de los años setenta. De todos modos el magro esfuerzo no alcanza, y la película no logra sorprender, ni atrapar al espectador. Una película sin gancho, ni chispa. Casi un pecado teniendo en cuenta el género al que pertenece. Prescindible.
Nostalgia de la infancia En un filme muy luminoso y simpático, la actriz, guionista y directora francesa Julie Delpy retrata con un aire de añoranza del pasado feliz un fin de semana de verano de una familia, cuyos miembros se reúnen para festejar el cumpleaños de la abuela. Una Albertine adulta viaja en tren a Saint Malo con su familia actual. De pronto el recuerdo de ese mismo viaje en aquel verano de 1979, cuando en Francia temían la inminente caída del satélite Skylab (de ahí el título original del filme) se impone, y toda la película será ese único y prolongado flashback. Sin un rumbo ni un mensaje muy fuerte, Delpy se limita a recorrer esos días: las risas, los choques entre hermanos, los juegos con los primos, el primer baile, el primer amor, los inicios de la adolescencia. Si bien la pequeña Albertine (Lou Alvarez) es la protagonista, el punto de vista no es exclusivamente el de ella, y tal vez allí es donde resulta algo inconsistente el guión, ya que se mezcla la mirada infantil de la niña con lo que sólo han presenciado los adultos, y se pierde un poco el sentido de la propuesta, que termina resultando sólo anecdótica. Muy bien actuada, la naturalidad con la que los actores encarnan a todos los personajes de esta numerosa familia es notable, y permite disfrutar el filme como si se tratara de una ventana al pasado, rescatando por sobre todas las cosas, el valor de la familia.