De egoísmo y soledades En 3 (2012), el uruguayo Pablo Stoll se detiene en la vida de Ana (Anaclara Ferreyra Palfi) y sus dos padres divorciados. Cada uno, a su manera, intenta encontrar una vida más intensa, menos gris. 3, más que desarrollar una trama, disecciona las rutinas y oportunidades de cambio de Ana, Rodolfo (Humberto de Vargas) y Graciela (Sara Bessio ). Cada uno de ellos, con su cotidianeidad a cuestas, intenta cosechar un “algo más”, ese toque de gracia que puede hacer que la vida sea más que una sucesión de actos que cumplir. Es así porque Ana, por más inteligente que sea, ve perder su año escolar a costa de llegadas tardes o inasistencias, sin importarle demasiado nada. O que a Graciela, frente a la angustiosa convalecencia de una tía que no tiene otros familiares, no le quede otra opción que ser su única cuidadora. Y qué decir de Rodolfo, tal vez el más “caricaturizable” de los tres, el padre que se asoma a la que fue su casa e intenta generar una empatía, claro está, sin demasiado éxito. Así son las criaturas sobre las que Stoll posa su cámara, construyendo por momentos una puesta teatral, absurda, casi didáctica. Cuesta no tomar un poco de distancia frente a tales cuadros, pero el mérito es que cada uno de ellos terminen siendo queribles, hasta familiares. La compulsión sexual de Ana –varios intentos de conquista mediantes- transita desde la infidelidad hasta la exploración de sí misma, convirtiéndonos en “cómplices” de sus salidas furtivas. Su madre mirará con un poco de distancia esos libros de autoayuda, tan simplificadores, que lee su compañero de banco en el sanatorio. Pero que, finalmente, se transformará en su pareja. Cuando esas páginas se transformen en lectura en voz alta, sentiremos algo más que mensajes ramplones, sino compañía pura. Así, mostrando un panorama sórdido y haciéndolo más humano, 3 evita moralizar o condenar a sus personajes al estatismo o al maniqueísmo, aunque en el caso del padre esto tarde en ocurrir. Al igual que en su film anterior, Whisky (de 2005, codirigido con Juan Pablo Rebella) hay un aire al cine de Kaurismaki, pero con una tonalidad “uruguaya”. Los espacios exteriores tienen esa cualidad pausada de una ciudad que a diferencia de una metrópolis avanza de manera más relajada. La afinidad con el cine del realizador finlandés también está dada por la forma sutil en la que Stoll hace de cada gesto una ventana al mundo de sus personajes, en una apuesta por la construcción dramática que podría considerarse “minimalista”. Auténtica “comedia triste”, 3 también tiene algo de aquel Nuevo Cine Argentino de los films de Martín Rejtman y Ezequiel Acuña. Es una exploración de mundos cercanos, familiares, pero a la vez separados por una barrera (generacional, vincular, espacial) a la que el relato expone. Por más que a Ana la puedan dejar sin viaje de egresados, o que la pérdida de una tía la cargue a Graciela de un trabajo excesivo, o que el finalmente querible Rodolfo “no pegue una”, las oportunidades aparecen. Como le pasa al personaje de Jorge Jellinek en la también uruguaya La vida útil (Federico Veiroj, 2010), a veces tan sólo hay que poner música y animarse a unos pasos.
3 problemas El primer problema de esta película co-producida por Argentina, Alemania y Chile no es diferente del que tienen las películas latinoamericanas en general. Ese problema es que parece demasiado interesada en mostrar “lo real”, al punto tal que termina siendo una película más sobre la vida cotidiana de un personaje que nos aburre con planos larguísimos de su rutina. Y si esta vida ya nos interesaba poco, luego de varios de estos planos no nos interesa nada. El segundo problema de este tipo de cine –que, lamentablemente, los directores de Latinoamérica (en su mayoría) ya se...
El talentoso Pablo Stoll (“25 watts”, “Whisky”) y una mirada impiadosa pero potente sobre una familia muy especial: padres separados, adolescente desorientada, indiferentes, patéticos, pero que viven situaciones intensas. Interesante.
Pablo Stoll logra otro inusual retratro tragicómico de la desconexión emocional de una familia tipo Tras las auspiciosas 25 watts y Whisky (y ya sin la participación del fallecido Juan Pablo Rebella, su codirector, socio y amigo), Pablo Stoll regala otra tragicomedia (árida al principio, encantadora al final) sobre tres personajes al borde del patetismo, pero que terminan resultando fascinantes y queribles, precisamente por la exposición de sus múltiples matices, sus contradicciones y sus miserias. Lejos del minimalismo del cine "a la uruguaya", aquí pasan muchas cosas (hay desde escenas de sexo hasta muertes) y el realizador saca buen provecho de casi todas ellas. El eje de este triángulo es Ana (notable trabajo de la debutante Anaclara Ferreyra Palfy), una alumna de colegio secundario que está a punto de egresar (en verdad, de perder el año por faltar siempre a clases). Mientras sus compañeros juntan dinero vendiendo rifas para el viaje a Bariloche, ella -penosa arquera de la selección de handball- se dedica a explorar sus obsesiones y cultivar el erotismo. Por otro lado están sus padres, divorciados pero con un régimen de visitas muy poco estricto y una dinámica bastante anárquica. Rodolfo (el reconocido actor, conductor de radio y TV, y relator de fútbol Humberto de Vargas) es un odontólogo medio torpe que juega al fútbol 5, se ocupa de cuidar las plantas y disfruta de ver cine clásico y de saborear los tradicionales chivitos. Graciela (Sara Bessio) se dedica a cuidar a su tía, moribunda en un hospital, donde conoce a un hombre que le lee libros y con quien iniciará una relación. Entre escenas casi siempre inspiradas en las que conviven el humor asordinado y la angustia, Stoll nos sumerge en el universo íntimo de estos seres muchas veces ausentes, personajes que parecen estar a la deriva emocional hasta que -en el momento y de la forma más inesperada- surgen impulsos, irrumpen situaciones de gran intensidad (a veces, demasiado subrayadas por las letras de las múltiples canciones de Astroboy, El Cuarteto de Nos, Fernando Cabrera, Guided by Voices y Opa, entre otros intérpretes), que modifican -al menos por un rato- los estados de ánimo de los protagonistas. Film sobre el paso de la adolescencia a la adultez con sus pequeños secretos y excesos (Ana le roba plata al padre y engaña al novio), 3 resulta -también- una impiadosa mirada a las relaciones familiares, a la confusión, la incomunicación y los dilemas de estos tiempos en los que ya nada es lo que era (ni siquiera lo que parece). Más allá de algunos altibajos, se trata de un regreso a lo grande de un guionista y director de indudable talento como Pablo Stoll.
Cómo escapar de la familia El realizador uruguayo, codirector de “Whisky”, estrena “3”, una comedia dramática sobre la extraña relación entre los miembros de una familia desmembrada. Con 25 Watts (2001) y Whisky (2004), los nombres de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella se instalaron como el gran descubrimiento y luego como referentes del cine uruguayo, una cinematografía con muy poca historia. Rebella murió trágicamente en 2006 y, desde hace tiempo, se esperaba la nueva película de Stoll. En 2009, el realizador regresó con Hiroshima , una película muy pequeña, experimental y muda. Tres años después desembarca con 3 , una comedia dramática sobre una familia desmembrada que se estrena este jueves en la Argentina tras pasar hace poco más de un mes por la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes. El filme es una coproducción con la Argentina centrada en la extraña forma en la que Rodolfo (Humberto de Vargas, un reconocido conductor televisivo uruguayo en la vida real) intentará volver a meterse en la vida de su ex mujer (Sara Bessio) y su hija adolescente (Anaclara Ferreyra Palfy), quienes, paralelamente atraviesan momentos muy especiales en sus vidas. “La idea nació con Juan (Rebella): la de un padre separado que vuelve a su casa -cuenta Stoll-. Yo había regresado a vivir a lo de mi madre entonces y mis padres están separados desde que soy muy chico. Me identifiqué con el personaje de la hija y con cómo cada uno ve y vive la historia de manera diferente. Cuando murió Juan dejé la historia y, mientras trabajaba de asistente de dirección de otra película ( Gigante , de Adrián Biniez), volví sobre ella y la empecé a escribir de cero a partir de lo que me acordaba. Cambió mucho en el camino.” En el medio, Stoll filmó en pocos días Hiroshima y recién tuvo el dinero suficiente para 3 en 2010, película que filmó en 35mm. “Debe ser la última película latinoamericana filmada en 35mm -se ríe-. Fue un poco por inconciencia y otro porque teníamos la plata. En un momento teníamos tres cámaras: ahora nadie las quiere y te las tiran por la cabeza”. Lo más llamativo, especialmente para los uruguayos, fue la convocatoria de De Vargas para uno de los roles principales. “Es un tipo de la tele desde hace miles de años -cuenta el realizador-, yo lo veía de chico en La revista estelar , que era un programa que iba todos los sábados. Y todavía hoy está todas las mañanas en la tele y tiene un programa los sábados. Muchos amigos no entendían por qué lo había elegido a él, pero yo lo vi actuar en teatro y en una película ( Alma mater , de Alvaro Buela) y me había gustado mucho. Se comprometió un montón con el papel”. Para el rol de la conflictuada y a la vez apática adolescente convocó a Ana, con la que había trabajado hace tiempo en varios cortometrajes (“la tenía a ella en la cabeza y sabía que daba muy bien con el papel”) y a Sara, actriz a la que “había visto en unas películas de terror que hizo Ricardo Islas en los ‘90” y que salió después de un casting. Respecto a los temas que trata 3 , Stoll, de 37 años, dice: “Yo me veo como hijo, no como padre, así que el personaje con el que me sigo identificando más es el de la hija. Creo que la película habla de cómo la familia es algo de lo que no se puede escapar. No sé si es drama, comedia, si es optimista o pesimista”. Cada uno sacará sus conclusiones...
Con cierta ternura escondida El retrato que el uruguayo Pablo Stoll hace de una familia, compuesta por un hombre y una mujer divorciados y su hija adolescente, es "agridulce", como el mismo director lo ha definido. En "3" Stoll logra un eficaz entramado de situaciones que dan cuenta del absurdo con que a veces acostumbramos a teñir nuestras acciones más cotidianas, sin darnos cuenta. De Pablo Stoll, del que hace pocos días se presentó una retrospectiva de sus películas, en el Centro Cultural San Martín, entre las que se incluyeron "25 Watts" y "Whisky" que había hecho con su amigo y socio Juan Pablo Rebella (quien se quitó la vida en 2006) e "Hiroshima" que filmó solo, puede decirse que en esta película sobre una familia típicamente montevideana, pone en evidencia un pronunciado crecimiento como cineasta. LOS PERSONAJES Porque en "3" Stoll se permite indagar sobre el comportamiento de sus personajes, con una calma por momentos, tan extrema, que logra captar esos instantes únicos, mágicos, tal vez irrepetibles, que se tienen en la vida sin saber por qué. Nos referimos a determinadas enfoques, al césped del cementerio, la mirada como aburrida de Graciela (Anaclara Ferreyra Palfy), cuando la directora de su colegio le reprocha las faltas, mientras un compañero de grado, le hace muecas a través de un vidrio. Esta es una comedia en la que el director pone de manifiesto la incomunicación, lo que no se dicen, la mayoría de las veces los integrantes de las familias actuales con hijos adolescentes, pero si se los observa a través de una lente, sus gestos, sus acciones, la levedad de una mirada aportan mucho más de lo que expresan en sus verbalmente. Un dato que marca la evolución de Stoll como cineasta, es su estética y su dirección de actores, en la que supo develar el humor del padre, en momentos en que parece devorarlo la incertidumbre por recuperar lo perdido, que son su mujer y su hija. O la aparente indiferencia que comunica cada cosa que hace la adolescente, desde las relaciones con su novio, hasta el trato con sus padres, como si lo que hace no le importaba. La música que define situaciones, el darse el tiempo suficiente para "dibujar" a cada personaje en su dolor -la preocupación de Ana, la madre, por un familiar grave en un hospital-, o el permiso que se da para salir con otro hombre, se suma a los planos fílmicos muy bien resueltos y elaborados por este joven director, que ya en "Whisky" había demostrado cualidades para fotografiar una Montevideo, plena de melancolía, pero también de cierta ternura urbana, de los habitantes y la arquitectura. Buena fotografía y un trío de actores de un sostenido nivel interpretativo -Humberto Vargas, Sara Bessio y Anaclara Ferreyra Palfy- definen esta obra interesante acerca de un nucleo familiar del siglo XXI.
A veces “3” no llega a hacer una familia Para constituir una familia se necesitan por lo menos tres integrantes. Acá están el padre, la madre, y la hija. Entre los tres no hacen una. El tipo es un dentista que se rajó hace diez años, crió panza, ahora se cansó de su segunda esposa, extraña el buen calor del nido, y por eso se va arrimando con distintas estrategias, como para que otra vez lo sientan querible y necesario. La mujer tiene su trabajo, hace su gimnasia, cuida una tía enferma, transita por la vida, se pone al posible alcance de otro tipo, pero le viene bien que el anterior quiera ocuparse de los arreglos de la casa. Su interés no parece superar esos horizontes. Y después está la hija. La hija es adolescente. Adolece de simpatía, de disciplina para seguir los estudios, de entusiasmo, de fidelidad con el novio. Tampoco tiene costumbre de tratar demasiado bien a los otros, y en eso puede darse la mano con el padre, que hace papelones en el fútbol 5. ¿Qué puede esperarse de estas criaturas? Ellos tampoco esperan demasiado. Comedia triste de humor montevideano, de caracteres más que de situaciones, «3» es una obra tan escueta como su título. Y, sin embargo, a fuerza de mirarlos, a estos infelices los vamos entendiendo. Quererlos ya es otra cosa, pero el autor, Pablo Stoll, sabe pintar sus existencias descoloridas, sus reacciones ridículas, sus entusiasmos de corto alcance, con una sutileza que nos obliga a estar atentos, y nos hace sonreir de vez en cuando. Quienes apreciaron el «Whisky» de Stoll y Rebella sabrán disfrutarla. El resto la va a sentir medio larga y con demasiados temas de grupos musicales poco apreciables. A señalar, en cambio, el buen elenco, empezando por el protagonista Humberto de Vargas, más conocido en Uruguay como animador de un programa matutino, relator de fútbol y cantante (pero también es buen actor de teatro y cine).
Tres no son compañía Los títulos y los anticipos comerciales suelen (de hecho siempre lo hacen) generar expectativas en los potenciales espectadores. Si hablamos de calidad, el nivel de expectativa es inversamente proporcional a la satisfacción obtenida de la película en cuestión. Supongamos que albergamos expectativas altísimas sobre una peli X: por más que no sea mala, o aunque sea buena pero no superlativa, nuestras expectativas se verán defraudadas, necesariamente. En el caso inverso, si la expectativa es bajísima, casi cualquier menjunje nos vendrá bien y hasta nos parecerá bastante apetecible. Lo mismo se aplica a la temática. No es que uno se siente a ver un determinado género y no pueda aceptar, estoicamente, un viraje, un cambio de dirección de la historia y del tono elegido para contarla. A veces, sin embargo, la brecha entre lo prometido y lo que realmente se termina ofreciendo es tan grande que sólo cabe un alto grado de perplejidad. Supongo que ésta fue mi experiencia con 3: ¿Cómo recuperar a tu propia familia?, de Pablo Stoll, codirector de las exitosas 25 Watts y Whisky junto con Juan Pablo Rebella (fallecido en el 2006). De la expectativa temática me hago cargo, pues no tenía razón para suponer que 3… fuera un dramón familiar al estilo de Tsai Ming-Liang (He Liu / El río), Nuri Bilge Ceylan (Tres monos), o Thomas Vinterberg (Submarino, de 2010 y aún no estrenada por aquí). Lo único que me cerraba, en todo caso, era el número 3, por el número de integrantes del clan en cuestión. De qué va la historia de 3 ¿Cómo recuperar a tu propia familia? Yo diría que el epigrama que sigue al título una comedia agridulce le sienta más que bien a este relato tipo composición hecha de Polaroids –o viñetas- ensambladas como para darles un sentido narrativo. La familia retratada en 3... se compone de Rodolfo (Humberto de Vargas), de profesión odontólogo, y en lo personal un obsesivo pero re simpático y bonachón gordito, obsesionado por la funcionalidad y la pulcritud de las cosas. Su primera esposa, Graciela (Sara Bessio) es taquígrafa de profesión, pero últimamente dedica sus días al cuidado de la tía Beba, de 87 años e internada en terapia intensiva. Ana, la hija adolescente de ambos (Anaclara Ferreyra Palfy), es estudiante secundaria; sus notas son excelentes, pero sus ausencias y llegadas tarde a clase ponen en peligro su año lectivo. Entre los tres personajes hay algo en común: la palabra desencuentro, eufemismo normalmente utilizado para denotar pelea, confrontación o algo por el estilo. No en esta familia. Aquí los desencuentros no son altercados: es la falta de conexión humana que los lleva a cruzarse, sin planearlo, en la puerta de casa o algún otro lugar, y mandarse a mudar siempre bajo la misma excusa: Yo ya estaba saliendo. Las puertas se abren, pero los encuentros entre ellos jamás se concretan, sobre todo entre Rodolfo, quien insiste en volver al que fuera su hogar y nota, una y otra vez, que ambas mujeres viven en medio de cierto desorden doméstico y de dejadez progresiva, que evidencian el rumbo errático de sus vidas. La ropa tirada en el living o amontonada en un dormitorio; la canilla del lavatorio que gotea; la pintura de las paredes que se descascara; el cielorraso con una incipiente mancha de humedad: pequeñas muestras que le hacen sospechar al obsesivo Rodolfo que no todo está tan bien como aparenta. Aquí entra en juego su volición para vencer la resistencia de su ex (reacia a todo cambio) y de su hija (no tan expulsiva, pero encerrada en su propio mundo). El pequeño universo que habita la familia parece restringirse al departamento descuidado, al hospital, al colegio, a los ridículos y vanos intentos del padre de integrarse a un equipo de fútbol amateur, a los momentos de insignificante intimidad de la hija con un compañerito de curso, o su deambular en busca de extraños y de un efímero encuentro sexual, paradójicamente más cálido que la relación con sus progenitores. En otras circunstancias y bajo la mirada de directores como los antes mencionados, todo haría prever un profundo, insondable drama existencial, una malaise subyacente por debajo de una normal cotidianeidad. La sorpresa es que 3... tiene más de comedia que de agridulce, y dependiendo del catador, ambos están un poco (bastante) diluidos. Las situaciones humorísticas no producen jocosidad, más bien una cierta ternura; y los momentos más duros distan mucho de los dolorosos cachetazos que nos da la vida, como la muerte de un ser querido luego de una interminable agonía. La conclusión es que, a pesar de las buenas intenciones de Stoll, 3... se queda en medias tintas. Si bien los personajes y las situaciones (no del todo bien resueltas) no son insatisfactorios, la película nos deja con una sensación de cierto vacío, y no nos referimos, precisamente, a bergmanianas angustias existenciales. Se trata, más bien, de un hilo conductor, de un eje narrativo, de una natural fluidez en el retrato de esta familia que pinta Stoll de modo bastante inconexo, como sus personajes. Lo mejor del film por lejos son las actuaciones de los tres protagonistas, sobre todo de Anaclara Ferreyra Palfy (la hija, personaje lleno de matices), y Sara Bessio (la madre agobiada por el rutinario trabajo de encriptar textos que no le importan un bledo, y abrumada por la responsabilidad y el dolor de la inexorable muerte de su tía Beba). Pero en definitiva 3... no alcanza a sumar puntos suficientes para lograr un sobresaliente o un muy bueno. Quizás un tibio regular sería mucho más justo.
Anexo de crítica: -Un relato tripartito con ciertos altibajos narrativos que gira en torno a la descomposición familiar y a la ruptura de lazos cuando el peso de la inercia y el paso del tiempo opera en cada personaje de maneras diferentes: el precoz debut sexual de una hija adolescente rebelde; la necesidad de sentirse útil y activo para un odontólogo sedentario y la reflexión sobre el inevitable camino hacia la vejez y la muerte en una madre ausente, que busca una segunda oportunidad en el amor. Ingredientes sustanciosos que vuelven más amarga por su flaqueza en la profundidad una comedia agridulce como se define desde la propuesta pero que no se termina de decidir en su tono y desacierta en su estructura narrativa.
Unas vidas sin rumbo pero sin dueño El segundo film en solitario del correalizador de Whisky contiene, entre otras cosas, tristeza, pérdida, desconcierto, malestar y sexo. Junto con su amigo Juan Pablo Rebella, en películas como 25 watts (2001) y Whisky (2004), el uruguayo Pablo Stoll hizo del hieratismo la clave de la comicidad, tal como antes de ellos Buster Keaton, Stan Laurel, Jacques Tati, Aki Kaurismäki y Martín Rejtman. Segunda película en solitario de Stoll después de la trágica muerte de Rebella (la primera fue Hiroshima, 2009), 3 no es del todo hierática ni del todo cómica. Contiene hieratismo y comicidad. Pero también, entre otras cosas, tristeza, pérdida, desconcierto, malestar, sexo en primer plano, raptos de locura adolescente, encandilamientos amorosos, bailecitos absurdos y redescubrimientos tardíos. Presentada con muy buena repercusión poco más de un mes atrás en la Quincena de los Realizadores de Cannes y lanzada aquí en media docena de salas –con un subtítulo agregado que le quita síntesis y le suma incómodos signos de pregunta–, 3 representa una ampliación del campo de batalla para Stoll, que pasa del minimalismo hipercontrolado a un minimalismo coral en el cual, por más que su productora se llame Control Z, no todo parece estar bajo tan estricto control. Lo que se mantiene es la idea del triángulo, no necesariamente amoroso, como núcleo básico. Tres amigos en 25 watts, tres solitarios en Whisky, los miembros de una familia en 3. Una ex familia, habría que decir, aunque el desarrollo de la película obliga a reconsiderar también eso. A lo largo de 119 minutos –es posible que sobren algunos–, 3 sigue en paralelo a sus protagonistas. Odontólogo en plena crisis personal, Rodolfo (el animador televisivo Humberto de Vargas) es capaz de ponerse a llorar mientras juega con la PlayStation, en medio del cumpleaños de su segunda esposa, o de cortar la luz del consultorio para “verse obligado” a suspender las consultas de ese día. Y todo con una semisonrisa ausente. Su ex esposa, Graciela (Sara Bessio, cuyo pelo lacio y lúgubre expresión recuerdan a la Mirella Pascual de Whisky), duerme mal, se queda dormida en medio de sus sesiones de taquigrafía y en los ratos libres le hace compañía a una tía terminal. Ana, hija de ambos (Anaclara Ferreyra Palfy), mira con igual impasibilidad a la rectora que le llama la atención por su suma de faltas como a la entrenadora de handball, que la advierte por una llegada tarde. Como al novio, al que masturba mecánicamente. Pero ese mundo, entre repetitivo y apático, tiende a desordenarse. Rodolfo empieza a volver a casa por las noches, donde a veces cena con Ana y otras, solo, un chivito uruguayo, mientras ve 2001 en DVD. En la sala de espera, Graciela conoce a un tal Dustin Stratta (Néstor Guzzini, cancherón e irresistible), que por más que lea con la mayor seriedad unos horribles libros de autoayuda, tiene la amabilidad de llevarla a bailar y comportarse como un caballero. A Ana, cuando le gusta un tipo es capaz de seguirlo no hasta el fin del mundo, pero sí hasta las afueras de Montevideo. Como el día que ve, en el colectivo, a uno que le lleva más de diez años. En el momento en que lo ve, el rostro de Ana se transmuta, se convierte en otra cosa, brilla. Lo mismo que le pasa a su mamá, cada vez que se encuentra con Dustin. Rodolfo no es que brille, pero más allá de su torpeza familiar, del estado de angustia y confusión en que se encuentra, hay cosas que sabe hacer y da toda la impresión de amar: jugar fútbol 5 (aunque algún joven testosterónico pueda hacerlo sentir viejo de golpe), cuidar sus plantas, bailar en calzoncillos cuando está feliz. Esa es la mayor diferencia de ésta con 25 watts y Whisky: por tristones que sean, los personajes de 3 son capaces de transmutarse, brillar, ser felices. Por lo demás, la música sigue siendo, para Stoll, tan esencial como para haber seleccionado, personalmente, una banda de sonido que se hace muy presente e incluye desde el grupo Opa al Cuarteto de Nos, además de Los Delfines y Fernando Cabrera. Stoll vuelve a lucir poder de síntesis, elocuencia visual, rigor para definir personajes no a través de lo que se dice de ellos, sino por lo que ellos hacen. Aunque lo que hacen no siempre sea del todo comprensible, como la cleptomanía al paso de Ana, el trasplante de las plantas favoritas de Rodolfo o la aceptación, por parte de Graciela, de que su ex se le aparezca de golpe en la casa y decida una remodelación general por su cuenta. Eso inexplicable los hace interesantes, tal vez porque permite pensar que tienen una vida de la que el espectador no es dueño. Una vida a la que no controla.
Una reunión familiar con humor, drama y música Valiéndose del tono despojado de películas anteriores (25 Watts y Whisky junto a Pablo Rebella e Hiroshima), la nueva película de Stoll disecciona a una familia particular: padres separados desde hace tiempo, hija adolescente, escenas que fluctúan entre la tristeza, el drama y un humor asordinado y seductor. Pero el tema es la familia y Montevideo, por lo tanto, aparece de forma aislada y secundaria, ya que el trío protagónico es referencia, gesto, silencio, rutina, placer, displacer. La construcción de los personajes es parsimoniosa –el padre y su oficio de odontólogo, la madre que concurre a la hospital para saber de la salud de una tía, la hija infiel a su novio que falta al colegio a punto de recibirse en el secundario–, y el montaje paralelo y la duración de cada plano resulta eficaz a través de un ritmo interno que no requiere de escenas que enfaticen los pequeños conflictos. Stoll maneja con sabiduría los tempos narrativos, pero agrega una banda de sonido como cuarto protagonista que describe por dónde anda el trío familiar y sus asordinadas angustias y decisiones poco extremas. Trasluce en 3 una estupenda reunión de humor, drama y música para contar una historia familiar que de a poco intentará recomponerse, a través de pequeños gestos que enaltecen o ridiculizan a los personajes, en especial, a la figura del padre, cuidadoso de las plantitas del consultorio y goleador de fútbol entre jugadores de más de 40. Ambigua en su mirada quirúrgica hace la institución familia, con ese humor parco que caracteriza al cine uruguayo (Gigante; Norberto apenas tarde; los films citados al comienzo) 3 puede parecer menos riesgosa que sus antecesoras y hasta convencional en su entramado familiar. Hasta se diría más popular y nada extremista frente a la ultraindependiente Hiroshima. Sin embargo, el director demuestra que nunca existen respuestas claras cuando se articula un discurso sobre una familia disfuncional como la 3. En esa zona descentrada y misteriosa que reúne grandezas y miserias, tristezas y alegrías, silencios y decisiones que se toman sin red, la película encuentra sus virtudes y logros. Y sin recaer en tonos y elecciones costumbristas, por suerte.
Después de diez años de ausencia, un padre (ok, tema de la semana) vuelve para recuperar una relación (o más) con una ex esposa que comienza una nueva relación después de mucho tiempo y una adolescente difícil. El resultado es tanto un drama individual para los personajes como una comedia para el espectador. Pablo Stoll, codirector de la gran Whisky, muestra aquí una enorme capacidad para el manejo de actores y situaciones, y para pintar emociones con la mínima cantidad posible de trazos.
Ví "Whisky" en su momento (el debut del uruguayo Pablo Stoll junto a Juan Pablo Rebella en el 2004), y no la sentí una gran película, más allá de que reconozco que era pintoresca, estaba bien actuada y su escenario era magnífico. Su debut como equipo se había producido con la auspiciosa "25 watts", ya clásico de culto en la filmografía de nuestros vecinos y en cierta manera, ya a mediados de la década pasada, ellos se instalaban como referentes de su tierra, renovando la alicaída escena local. Desgraciadamente, Rebella falleció en 2006 y a Stoll le llevó un tiempo reposicionarse, de la pérdida de su amigo y socio. Siguió trabajando ("Hiroshima" en 2009) y se encontró con fondos para filmar en 35 mm, cosa realmente extraña para films independientes en estos días, un nuevo proyecto. Rearmó un guión que tenía hace tiempo e instaló nuevamente 3 personajes (su número es la tríada, sin dudas, siempre hay tres protagonistas centrales en todos sus films) en una situación de desestructura (o reconstrucción?), en la que, a diferencia de sus trabajos anteriores, se encuentran vestigios de emotividad no tan melancólicas y si, mucha más energía cinética y muchos más guiños cómplices. En cierta manera, sus personajes comenzaron a mostrar que pueden ser felices, aunque sea por pequeños tramos, y eso, quizás marque la diferencia con los trazos de sus trabajos anteriores. A mí en lo personal, me parece más cercano al público y creo que es, definitivamente, más interesante. Veamos, "Tres" cuenta la historia de Rodolfo (Humberto de Vargas, legendario actor televisivo de la vecina orilla), quien es odontólogo, quien parece buen tipo, aunque tiene sus cosas, le gusta sabotear su propio trabajo a veces y tiene algunas obsesiones que le cuesta manejar, como su amor por el fulbito y el cuidado de las plantas. Está separado hace un tiempo de Graciela (Sara Bessio), su primera esposa, taquígrafa que pasa por un momento difícil. Una tía (Beba), muy mayor está enferma e internada en terapia intensiva y ella dedica su tiempo libre a cuidarla, lo cual desbalancea su descanso. Para completar el centro en "Tres", tenemos también a Ana (Anaclara Ferreyra Palfy, excelente debut), la hija adolescente de ambos que está en la secundaria, es buena alumna, juega al handball pero...es una colgada y está a punto de quedar libre por faltas. Tiene novio y está en la etapa del descubrimiento sexual, lo cual hace que su eje esté bastante corrido y no encuentre manera de conectarse con su familia (tiene su mundo privado herético, típico de la edad) lo cual de alguna manera puede afectar a su cierre de ciclo lectivo Los tres, van a sufrir, inclinaciones y encuentros con espacios y personas (Graciela conocerá a alguien y Rodolfo tendrá súbitos impulsos de hacer algo con su familia anterior, ya que está casado por segunda vez), que los harán repensar su realidad y buscar transformarla, rudimentariamente, en un proceso contenido pero no exento de matices. Stoll compone una película de pocos escenarios, con un registro un poco menos sutil que sus anteriores (la manera de subrayar con la banda de sonido lo marca) donde pone la mirada en tres personas que fueron una familia y que quizás, de alguna manera, intenten serlo otra vez, o al menos revincularse en un estado en el que son conmovidos por la influencia del medio. Eso, se logra. No hay estridencias, pero si una puesta cuidada, rica en detalles que permite que el espectador saque bastante la ficha de todo lo que se juega por detrás de cámara. No es una comedia de registro fuerte, no, para nada. Tampoco es puramente un drama familiar. Es un ensamble propio, único, que se disfruta si la idea es el descubrimiento y no vamos con grandes expectativas. Ya saben que estuvo este año en Cannes, en una sección paralela y eso la hace singular, pero no olviden que ir a verla implica aceptar el estilo de Stoll para narrar y las convenciones de su mirada, de lo contrario, puede que les parezca, una película sin relieve, cuando en realidad, es bastante más rica de lo que se ve superficialmente.
El director de “Whisky”, Pablo Stoll (codirección con Juan Pablo Rebella, en 2004), tiene la virtud de saber construir un mundo y las criaturas que lo habitan; pero además tiene muy en claro cuál es el mensaje que quiere transmitir con sus obras. En el caso de “3”, hablamos de una familia en proceso de disgregarse. Separarse inexorablemente como si fuera casi por mandato. Padre, madre e hija. Tres. No parece un número aleatorio y sin embargo tiene una impronta estadística. Rodolfo (Humberto de Vargas), el papá, se está separando de su mujer. Es dentista, pero parece no poder disfrutar de su profesión. Algo parecido pasa con Graciela (Sara Bessio), una esposa enfrascada en su rutina y con una tía enferma (que nunca vemos) a la que va a visitar al hospital. Por su lado Ana (Anaclara Ferreyra Palfy, pichona de actriz), la hija de ambos, está en el colegio secundario atravesando este presente de su familia y descubriendo su sexualidad, sumado al resto de los conflictos propios del adolescente. Los integrantes de este mundo no parecen poder desarraigarse del todo de su circunstancia, pero están seguros de no querer vivirlas. Sólo algún esfuerzo físico parece unirlos, pero en todos los casos funciona como una boca de descarga de tensiones. Rodolfo se junta para a jugar al fútbol; Graciela va al gimnasio; Ana practica deportes para el equipo del colegio. A partir de este planteo “3” se convierte en una producción profunda sobre los lazos familiares, y la forma inconsciente en la que los mecanismos para intentar dañarlos conspiran contra el discurso externo. La realización, impecable desde lo técnico, propone un espejo para que cada uno aborde las situaciones como quiera. No es extraño escuchar risas por un lado y congo por otro, porque justamente estos son los matices con los que juega Stoll. Claro, para poder encarar una obra de estas características, el elenco se torna fundamental. La organicidad de los actores supone no solamente talento y química, sino mucho trabajo de ensayo, ya que el realizador sabe eligir claramente cuando es necesario que digan algo y cuando no. Imposible saber cuál será su suerte en la cartelera, pero bien vale la pena darle una oportunidad cuando uno se lleva bastante más de lo que fue a buscar.
Triángulo críptico Tal como lo sugiere el título ya desde un inicio, hay tres personajes que centralmente conforman la historia que es básicamente la de una familia tipo, tipo disfuncional. Y de estas familias disfuncionales ya hemos visto muchísimo tanto en el cine mainstream como en el cine más independiente -que sería el caso de esta nueva producción del cine uruguayo-, ha sido objeto de estudio de los directores más famosos y de los más amateurs, han puesto el ojo los guionistas más celebrados y desde este lugar se han contado las historias más fallidas. Sin embargo, hay algo en lo disfuncional que seduce a Pablo Stoll, director de las consagradas "25 watts" y "Whisky" y de la inédita en la Argentina (por suerte) "Hiroshima", una película fallida de principio a fin. De las dos primeras, Stoll toma como ya dijimos esa mirada incisiva a las relaciones humanas, y a las relaciones familiares más particularmente, atravesándolas con el costumbrismo que diestramente maneja con su cámara, haciendo que sus personajes resulten queribles y hasta conocidos. Lamentablemente quedan resabios de una "Hiroshima" anterior, en donde parece no haber podido encontrar nuevamente el tempo preciso para la presentación de los personajes y el desarrollo de algunas de las situaciones por las que cada uno de ellos atraviesa. Como una mala copia de la nouvelle vague francesa, Stoll se demora en algunas situaciones cotidianas, con una observación detallada y precisa pero también con un estiramiento innecesario de algunos tramos en los cuales la acción se estanca y no logra avanzar y que atenta fuertemente contra el resultado general del film y de mantener el interés del espectador. Lo que "3" tiene para contar en este caso es la historia de Ana, una típica adolescente de padres separados que parece no querer encuadrar en los cánones que (le) pide la escuela, aún a riesgo de perder su último año de la secundaria y consecuentemente perder también su viaje a Bariloche. Mientras tanto, la mamá de Ana, Graciela, tiene que cuidar a su tía enferma en sus últimos días de vida y poco puede preocuparse de ella. Su padre, Rodolfo, es odontólogo y ya desde el inicio del film es un personaje que no hace más que ir cayendo barranca abajo, por lo que sólo puede acompañarla de la mejor manera posible, pero todos sus esfuerzos no son vistos por Ana más que con una mirada entre burlona y sobradora, quedándose con esa imágen hasta patética de su padre. Entre todos sus intentos por lograr hacer pie en algún proyecto, en algo de su vida, Rodolfo pareciera querer volver a "reconquistar" a su mujer y más que eso, a recuperar el espacio que tenía dentro de la familia y que tenía esa familia en su vida... hace ya diez años. Con muy pocos elementos sobre los móviles y las razones que mueven a cada uno de los personajes -con una construcción que muchos directores utilizan para no tener que mostrar expresamente algunas situaciones- Stoll trata de apoyarse en lo sugerido más que lo explícito. Pero en muchas de las situaciones que plantea la película, esta falta de elementos, que en otros films pueden suman porque hace que no sobreabunde información ni que se subraye lo obvio, en otros casos como sucede aquí en "3", finalmente restan, porque el espectador queda un poco a la deriva, sin poder entender concretamente qué le pasa a cada uno de los protagonistas. Quizás el personaje de Graciela, la madre de Ana (en una acertada composición de Sara Bessio) sea el personaje que se ve más favorecido por el guión. Es en donde se plantean las situaciones más concretas y es el que, a simple vista, trata de guardar alguna coherencia con lo que siente y es la que menos duda. Mientras cuida a su tía en el sanatorio conocerá a Dustin (Néstor Guzzini en la personaje mejor interpretado del film, lleno de frescura y naturalidad) y es allí, donde aparece, en media de la confusión general, un intento de salvación, una puerta de salida. Mientras tanto Ana, en plena adolescencia y sin demasiados bordes de parte de los padres, aparece como el más desprolijo y desequilibrado de los personajes del triángulo, por momentos complejo de entender y por momentos sumamente entendible ante la falta de contención de su entorno. En completa caida libre, Rodolfo, intenta pivotar entre los otros dos personajes de la historia y hacerse de un nuevo lugar, establecer un nuevo orden que sea quizás el que más se parezca a un orden anterior, a algo que se añora profundamente. Con una cadencia morosa y una extensión de casi dos horas que no la favorece en los más mínimo "3 - Cómo recuperar a tu propia familia?" gana en los momentos en que refleja las situaciones cotidianas y los momentos simples como Stoll sabe retratarlos, pero no logra la consistencia necesaria para atrapar al espectador. Asi como los personajes vacilan, dudan, sienten que no pueden encontrar su camino, la película en si misma no logra encauzarse en su propia historia y se torna demasiado sinuosa y hasta por momentos algo críptica. Un cineasta interesante, una película fallida.
Nos perdemos en la vida. Pero la vida nos encuentra Hay una secreta obstinación que recorre de punta a punta el metraje de 3, como un grito de guerra al que hay que leer entre líneas o un balbuceo submarino: la condena del cine es el deseo de contar historias; en cambio su salvación, acaso, es hacer el recuento de los restos abandonados, inspeccionar los retazos que pasan flotando a la deriva cuando ya se sabe que las historias prácticamente no son del todo posibles, por lo menos sin la complicidad de la mala conciencia. Hasta ahí ninguna novedad a la vista: nada que la sensibilidad moderna en el cine no haya dejado ya al descubierto muchos años atrás. Buena parte de la gracia nada desdeñable de la película consiste en el énfasis conmovedor –por supuesto intempestivo, pero lleno a la vez de algo que, no sin pudor, podríamos llamar ternura– con que se ejerce esa lejana iluminación. Después de la gravedad y el formalismo un poco amanerados de Whisky, última escala del director Pablo Stoll junto a su coequiper en la dirección Juan Pablo Rebella (fallecido en el 2006), 3 parece retomar en clave más o menos trágica algo del tono libre, sutilmente cómico y por momentos rapsódico de 25 watts, su ópera prima. En realidad 3 resulta mucho menos ligera y amable, pero también más sofisticada. El centro de la película es Ana, una adolescente rebelde, hija de padres separados. La madre y el padre, juntos o cada uno por su lado, tienen también su importancia en la película, pero los planos vuelven una y otra vez a confluir, con la insistencia de un mantra, sobre el rostro y los movimientos de la chica (extraordinario desempeño de Anaclara Ferreyra Palfi): la cámara la toma siendo amonestada por la directora del colegio, masturbando con expresión apática a su compañero de curso o embarcada en el seguimiento inconducente de un tipo que le gusta en el colectivo. Siempre rockera y enérgica, de la estirpe de las películas que hacen de la perplejidad un modo de vida y una disposición del espíritu –un mood–, 3 no progresa en términos estrictamente narrativos sino que se dedica a exponer mediante breves fragmentos las fluctuaciones de un trío arrojado a la intemperie, ferozmente doblado bajo el peso de su propio desconcierto. No tengo idea de qué pasaba con Hiroshima, la película que Stoll realizó inmediatamente después de la muerte de Rebella. Pero al revés que en Whisky, donde de forma explícita se imponía el tono agridulce de una Montevideo gris y opresiva, la ciudad luce en 3 mucho más aireada y luminosa, en contraste también con el blanco y negro retro de 25 watts. Ana camina bajo el sol o fuma distraída en la puerta de la escuela, el entorno físico no la agrede sino que le pertenece de pleno derecho: la chica no está contenida por los límites de un mundo diseñado para acompañar sus fracasos, sus fugas, sus módicas transgresiones, con el momentáneo auxilio de una sensación de incomodidad cósmica que los releve, los explique y, en última instancia, los comprenda. Por el contrario, el misterio de la película es también su misterio, una forma inconclusa de atravesar la vida que no se resuelve en un pesimismo al paso ni en una serie de coartadas psicológicas del tipo “estoy enojada porque mis padres no viven juntos”. No se sabe si Ana está enojada: Ana se queda mirando una vidriera detrás de la cual un tipo da una exhibición de batería, o asiste a un concierto de rock en un boliche con esa discreta elegancia triste que ostentan los varones en las películas de Ezequiel Acuña o, también, esas niñas desarraigadas que son la proverbial especialidad de toda la vida en una zona particular del cine francés: se arrojan decididas al vacío, por momentos se pierden y la marea las devuelve al centro de la vida. Lo que pasa es que en verdad no hay escapatoria, pero quién, con un orgullo tan grande, se querría escapar.
Publicada en la edición digital de la revista.
Tristeza de clase "Es una edad preciosa", le dice comprensivamente un directivo del colegio a Ana, una adolescente a punto de finalizar su paso por la escuela secundaria, si es que no se queda libre por faltas. No está en juego sólo su graduación sino también el inminente viaje a Bariloche. Los padres de Ana están separados; Ana vive con la madre, pero a menudo los espacios de convivencia no están del todo delimitados. Graciela, por su parte, cuida a Beba, una tía moribunda, y trabaja en una oficina. Rodolfo es odontólogo, pero su pasión son las plantas, primero, y después el fútbol. A Ana, que ha sido siempre una alumna brillante, ya no parece interesarle el colegio, ni mucho menos el handball, aun cuando tal vez pueda representar a la selección uruguaya. Tiene un novio de la escuela, pero cada tanto se acuesta con chicos más grandes. La cotidianidad es el último horizonte de existencia. Repetición sin diferencias: en cada minuto se corrobora la soledad de las criaturas y la insignificancia de su paso por el mundo. De allí que el mínimo impulso vital de Ana esté concentrado en el sexo. El placer conjura la monotonía, el cuerpo se conmociona. Graciela tendrá un atisbo de felicidad, casi clandestina, en el encuentro con Dustin, un hombre al que conoce en el hospital en una de las tantas noches que pasa cuidando a su tía. Rodolfo, que tomará la decisión de romper con Alicia (a quien jamás veremos, sí a su hijo), sería feliz si tan sólo pudiera recomponer el núcleo familiar, una utopía discreta que en el desenlace hasta será objeto de un número musical. El uruguayo Pablo Stoll, en codirección con Juan Pablo Rebella, ya había explorado este universo sombrío de clase en 25 Watts y Whisky. En Hiroshima, su película anterior, la más experimental y libre, lo lúdico se imponía sobre lo triste. 3, en algún sentido, es su película más convencional, en gran medida porque el costumbrismo prevalece. En el penúltimo plano, en el que se ve a los tres (madre, padre e hija) acostados en una misma cama mientras se escuchan desde el televisor explosiones de una batalla, es una síntesis anímica del filme y de la inteligencia formal de su director. Stoll ama el cine tanto como a sus personajes. Por eso, las miserias del costumbrismo permanecen a cierta distancia.