En 2007, Zack Snyder dejó en claro que era un director a seguir cuando estrenó su segunda película. 300, la adaptación del celebrado comic de Fran Miller, es un explosivo combo de violencia, subversión y entretenimiento como no se veía desde los audaces tanques de Paul Verhoeven. Dividió aguas, generó copias y parodias, pero jamás pasó desapercibida. Luego de ideas y venidas, hoy llega un nuevo film ambientado en esa particular visión de un episodio de nuestra historia. 300: El Nacimiento de un Imperio no es una secuela ni una precuela: la acción sucede en paralelo a lo acontecido en la película anterior, en medio de la lucha de los griegos contra la avanzada del imperio Persa. Aquí el protagonista es el general Temístocles (Sullivan Stapleton), responsable de asesinar al rey persa original, que en breve es sucedido por su vengativo y extravagante hijo Jerjes (Rodrigo Santoro). Pero el brazo armado más temible de este ejército es Artemisia (Eva Green), quien liderará una flota dispuesta a derrotar a la resistencia griega. Temístocles y los suyos deberán ser más fuertes e inteligentes para defender sus tierras y poner fin a la hegemonía del enemigo.
300: El Nacimiento de un Imperio es una secuela con sangre y acción a flor de piel, pero con una historia que se siente forzada e incompleta y no guarda ninguna sorpresa. Los 300 de Leonidas ya son historia. Luego de su victoria, el ejercito de Xerxes (Rodrigo Santoro) avanza hacia la ciudad mas grande de toda Grecia: Atenas. Pero esta ciudad se caracteriza por su importante flota naval liderada por el almirante Themistocles (Sullivan Stapleton), quien no les hará las cosas para nada fácil. Para poder cambiar el curso de la guerra, primero Themistocles deberá unir a toda Grecia (incluyendo a los Espartanos restantes) y luego liderarlos en una gigantesca batalla marina contra una flota que los supera ampliamente en número y que está en manos de la peligrosa comandante Artemisia (Eva Green) Si nos organizamos… 300-rise-empire-vfxHace algunos años el director Zack Snyder se despachó con 300. El film estaba basado en una novela gráfica del polífico Frank Miller y contaba la resistencia de tan solo 300 espartanos frente a un ejercito persa de miles y liderado por el malvado “Rey Dios” Xerxes. Aquí la historia es otra. El 300 del título poco tiene que ver con la película y su nueva trama (dirigida ahora por Noam Murro). Este nuevo opus tiene la particularidad de transcurrir antes, durante y después de los eventos del anteriormente mencionado film, convirtiéndolo algo así como una “pre-secuela”. En esta oportunidad la historia gira en torno a la batalla naval que se dio entre el ejercito griego y las tropas persas lideradas por Artemisia, mano derecha de Xerxes. Los eventos al final de 300 dejaron algo en claro; si alguien, algún día, intentaba realizar una secuela, no la iba a tener para nada fácil. Y aunque los productores y guionistas (y sobre todo Frank Miller) encontraron una forma interesante de llevarla a cabo, lamentablemente fallaron en su ejecución. Mientras que 300 no se caracterizaba justamente por lo profundo e intrincado de su guión, si contaba con una buena historia de coraje y resistencia, interesantes personajes, una estética (hasta ese momento) pocas maxresdefaultveces vista y suficiente acción para causar una sobredosis de testosterona en el público. Esta secuela, en cambio, ofrece mas en lo que acción y violencia respecta, pero carece de buenos personajes y una historia interesante para sostener su pobre (o nulo) guión. En esta oportunidad el protagónico cayó sobre Sullivan Stapleton (de la serie Strike Back), quien tuvo la difícil tarea de suplantar al Leonidas de Gerard Butler. Stapleton hace un buen trabajo con lo poco que tiene, pero dos cosas son claras: no tiene la imponente presencia en pantalla que si tenia Butler y el guión poco hace para transformarlo en un héroe interesante. Stapleton apenas puede mantener la película sobre sus hombros a pesar que el guión lo requiere, pero por suerte tenemos un mas que vistoso villano en Artemisia, interpretado por Eva Green. La actriz de origen francés tiene, por lejos, el personaje mas complejo y mejor trabajado del film, y tambien gracias a su talento actoral no le cuesta demasiado alzarse como uno de los puntos mas altos de la película. 300: El Nacimiento de un Imperio repite la estética de su antecesora. Los grandes efectos especiales están a la orden del día y las batallas marinas son un verdadero deleite visual. El film tampoco escatima en sangre, violencia y desmembramientos, y si eso es lo que van a buscar, les aseguro que no saldrán defraudados. Pero aunque en ese sentido no decepciona, si lo hace su pobre guión. Escrito por Kurt Johnstad y Zack Snyder, la historia pareciera que solamente se desarrolla durante su primer acto, presentándonos a los personajes y asentando los hechos que están por venir, para luego despacharse con una batalla detrás de otras y diálogos que pretenden emular al “This is Sparta” de la primera película pero que difícilmente queden en el imaginario colectivo de los Eva-Green-300-Rise-Of-An-Empire-HD-Imagesespectadores como si se logró en aquella primera oportunidad. Da la sensación de que esta secuela de 300 intentó transitar los mismos caminos que el anterior film, tomando los mismo giros y sacando provecho de las mismas cosas, pero la frescura se perdió, ya no es esa novedad algo que si lo fue hace 8 años atrás. A pesar de todo lo malo que podemos decir sobre la película, tenemos que tener en cuenta lo mas importante: estamos ante la presencia de un film “pochoclero”. Y mientras que eso no es excusa para carecer de un guión al menos digno, debemos recordar que el gran propósito de este tipo de cine es entretener. En ese sentido podemos decir que El Nacimiento de un Imperio sale medianamente airosa. Mientras que la falta de guión por momentos le juega en contra ya que en las escasas escenas donde no hay acción el film se estanca completamente, cuando las batallas vuelven a tomar el control la adrenalina vuelve a subir y recordamos por un rato que fue lo que nos hizo amar al cine en un primer momento. Conclusión 300: El Nacimiento de un Imperio es una secuela innecesaria que a pesar de verse muy bien en pantalla hace agua en el papel. Aunque la forma que encontraron de relacionar los dos films es interesante, los puntos de contacto se sienten terriblemente forzados. La falta de un actor con presencia en el papel el héroe definitivamente le juega en contra a esta película que tiene su mejor personaje en la villana de turno. Pero si lo de ustedes es la acción, sangre y violencia, esta secuela de 300 no los defraudará en lo mas mínimo, ya que me animaría a decir que, al menos en ese sentido, es superior a la anterior.
300: Rise of an Empire se estrena la misma semana que Vampire Academy en Argentina y, aunque no lo parezca, las dos tienen algo en común: ambas llegan un poco tarde. En el caso de 300, los ocho años que separan a la primera entrega de la segunda actúan como un peso extra, ya que el efecto avasallador de la iconicidad popular que generó el film protagonizado por Gerard Butler podría haber servido para capturar la atención del público por un período más largo. Con los tiempos que corren, hacer una secuela de un espectáculo visual ocho años después es casi criminal, donde los grandes estudios tienen acostumbradas a las masas a una secuela de una franquicia cada dos o tres años, máximo. Con basamentos en la aún no publicada obra gráfica de Frank Miller, una secuela de 300 empezó a gestarse dos años después del revuelo de torsos desnudos y batallas sangrientas. No había un claro camino a seguir, excepto explorar el glorificado personaje de Rodrigo Santoro, el rey-dios persa Xerxes. En el camino, el guión final del productor Zack Snyder -que delega la dirección a Noam Murro- y Kurt Johnstad traza unas pinceladas de profundidad al gigante persa, además de presentar a los nuevos personajes protagónicos, es decir, el héroe de guerra ateniense Temístocles y la explosiva capitana Artemisia. Los tres, junto con la reina espartana Gorgo -recientemente viuda- serán los ejes fundamentales de esta nueva batalla por la gloria. Rise of an Empire es todo lo que se podía esperar de una secuela de 300. No hay escasez de sangre y apéndices corporales desprendidos a diestra y siniestra, flechazos, quemaduras, decapitaciones, todo tipo de violencia y vejaciones que ya había establecido Snyder en su visión de la épica batalla griega. Entre combate y combate, uno más espectacular que el otro, el nexo conector son las historias de los personajes de Temístocles, Artemisia y Xerxes, en donde la narración en off va sumergiendo al espectador en las vidas cruzadas de estos seres históricos, y cómo su pasado representa las ansias de victoria en el presente, donde los persas y los griegos se enfrentan a muerte. Visualmente, Rise of an Empire es tan impresionante somo su predecesora y las escenas de acción le juegan -a veces- cuerpo a cuerpo con la odisea original de los trecientos espartanos, aunque el cambio radical del terreno firme al marítimo le agrega un plus de emoción inesperada. El nuevo Leónidas, el Temístocles de Sullivan Stapleton, es un coherente héroe de batalla, digno, que le hace frente a una despiadada y casi enloquecida Artemisia, una verdadera mujer de armas tomar encarnada por una Eva Green que la pasó de perlas filmando, en un papel que le encaja perfectamente, además de ser la única opción de los productores para protagonizar. Santoro vuelve a lucir una lograda transformación en el egomaníaco mandatario persa y el regreso de Lena Headey en uno de sus papeles más recordados -y de bastante relevancia, a pesar de su escasez en pantalla- sostiene muy bien el apartado del elenco, ya que no se puede decir lo mismo del director. Murro, cuyo único film previo es la comedia Smart People, es básicamente un director artificial, cuya visión personal no se nota demasiado al calcar literalmente todos los pasos seguidos por Snyder en 2006. No quiero decir con esto que no sea un realizador competente, seguir lineamientos establecidos debe ser bastante difícil, pero la originalidad, el punto de vista fresco de un cineasta, se pierde entre tanta parafernalia bélica y sólo queda un encomiable trabajo a pedido de un estudio. Amén de un forzoso trabajo 3D que ennegrece aún más la ya de por sí oscura fotografía del film, hay pocas cosas que reprocharle a 300: Rise of an Empire, con la sola excepción de su tardía aparición. El espectador fanático de la primera entrega volverá a territorio familiar, con caras que ya conocen y otras nuevas por conocer, y a ese frenesí sangriento que hizo tan característica a la historia de los nobles espartanos. Y, por si les quedaba alguna duda, quizás en un futuro cercano veamos una tercera batalla en slow motion. Solamente espero que no sea de acá a seis u ocho años.
Un anacronismo es “algo impropio de las costumbres o ideas de una época”, ubicándolo en el terreno del cine hablaríamos de colocar un elemento o un comportamiento en los personajes que no se corresponde al momento histórico que se representa. Hollywood ha hecho cátedra en este arte, y 300 de Zach Snyder fue uno de los ejemplos más acabados en cuanto a compendio de anacronismos se habla. Aún así, el film del director de El Hombre de Acero se hacía fuerte en el poderío visual, utilizaba como “excusa” el estar basada fielmente en la novela gráfica de un artista como Frank Miller, para entregar una paleta de imágenes hipnóticas que parecían salidas directamente de las viñetas, estilo que luego perfeccionó en Watchmen. 300: El Nacimiento de un Imperio vuelve a repetir la fórmula, potenciándola en todos los sentidos, menos en la carga visual. Viendo el filón de la oportunidad, Frank Miller realizó una secuela de su novela gráfica y simultáneamente se pensó en su adaptación al cine (tanto es así que el film se estrena antes que el comic); una historia que funciona no como secuela, no como precuela, sino como hechos paralelos a los que se contaban en el film protagonizado por Gerard Butler. En un principio, la voz en off permanente de Reina Gorgo (Lena Headey) nos narra el final de la película anterior para luego ir a los orígenes de Xerxes (Rodrigo Santoro) el personaje más icónico de la franquicia. Ahí conoceremos a Themistokles (Sullivan Stapleton) guerrero ateniense que influenciará involuntariamente en la transformación del Príncipe Xerxes en ese rey deidad dorada que tanto gustó anteriormente. Ya en un salto en la historia volvemos a ubicarnos en la guerra que Persia lleva a cabo contra toda Grecia sin que se expliquen demasiado los motivos (por supuesto, hablamos de una invasión territorial). Mientras Xerxes (que pronto desaparece de la escena) parte a combatir con su enorme ejército contra los 300 espartanos, Artemisia (Eva Green), comandante del ejército, se enfrentará a un ejército liderado por Themistokles y formado por soldados de toda Grecia. Las líneas argumentales escritas en los párrafos anteriores son narradas en el film en pocos y esporádicos minutos para dar pie a batallas interminables y escenas con el único objetivo de mostrar el honor y valor de los personajes principales. Por supuesto, el film de Noam Murro (Una familia Genial), se toma todas las licencias posibles, desde mezclar sin miramientos mitología e historia, utilizar diálogos con términos coloquiales impropios de la historia antigua (es notoria la utilización de insultos), ni hablar de una mujer guerreando a la par de los hombres, y darle un ritmo a la historia que la asemeja a una de gangster vs. policías. El espectador puede decidir pasar por alto estos “detalles”, también ignorar la pobre excusa de argumento, y hasta sobrevolar una de las escenas sexuales más ridículas que dio Hollywood en mucho tiempo; todo eso en pos de un supuesto entretenimiento basado en la épica guerrera y el mejor de los recuerdos de los buenos Peplum (género al que pertenece a medias y lejos está de empardar a los grandes clásicos). Pero ahí está el problema de 300: El Nacimiento de un Imperio, ni aún a fuerza de batallas el asunto parece avanzar, se acumulan las imágenes y no importa si pertenecen a uno u otro momento del metraje; la acción se torna aburrida, y los diálogos cada vez más inverosímiles. No hay rigor de ningún tipo, y la riqueza estética reinante en el original se pierde en un film chato claramente menor a su predecesor. Eva Green se empeña en mostrarse aguerridamente sexy cada vez que la cámara se posa en ella (y para las muchachos, sí, habrá desnudez) pero tanto ceño fruncido termina por enfriarla, y si encima tiene que pronunciar con voz de gata en celo palabras como Verga, Carajo o Mierda, el asunto se vuelve engorroso. Del resto del elenco es poco lo que se puede agregar, llamando particularmente la atención la innecesaria participación de Lena Headey. “Continuación” menor, 300: El Nacimiento de un Imperio luce como un aprovechamiento multiformato del éxito del 2006, quienes hayan disfrutado del exceso de pectorales sepia de aquella obtendrán más de lo mismo en menor calidad; entonces ¿qué nos queda decir para el resto del posible público?.
La épica y el peplum vuelven a la pantalla grande. Este género otrora supo ser el líder en las preferencias del público, principalmente en la década de los años 50 del siglo pasado, pero tras una acogida cálida en su primera entrega, la saga creada por el maestro del cómic Frank Miller vuelve en “300 el nacimiento de un imperio”(USA, 2014) con el aditamento del 3D como potenciador de la historia y una irresistible atracción entre opuestos que sólo desencadenará desgracias. Si en “300” la primacía masculina estuvo a la orden del día, en “300 el nacimiento…” está por verse si ese primer lugar se disputa no ya por Jerjes (Rodrigo Santoro), una deidad asesina que arrasará con poblados para vengar la muerte de su padre, sino que la imposibilidad de encuentro entre los líderes de bandos opuestos, Temístocles (Sullivan Stapleton) por los espartanos, y Artemisia (Eva Green) por los persas, harán temblar la tierra y robarle el protagonismo. Noam Murro, realizador israelí, logra despertar el interés en esta historia que se sucederá simultáneamente con la narrada en “300”, y a través de la explotación de muchos recursos fílmicos, pero principalmente por el detenimiento y coreografía que dotó a las escenas de lucha y acción, es que logra superar a su predecesora. El sepia sigue marcando el tono de la imagen, pero en esta oportunidad, se suman a la paleta varios colores para contrastar la opacidad de la primera entrega de la saga. Murro también acude a la utilización de la iluminación (por momentos tenue, en otros exagerada para remarcar situaciones y personajes) que a la par de una sugerente banda sonora (creada por el argentino Federico Jusid) hacen que uno no pueda dejar de mirar la pantalla en ningún momento. Los primeros planos, primerísimos, como así también los detalles y la estaticidad en la puesta en escena, logran transmitir el espíritu de las viñetas creadas por Miller. La utilización de rallenties y las bellísimas panorámicas una vez más magnifican la empresa que se contará, y se posicionan como otro de los puntos salientes de este filme. Volviendo a la trama, el personaje interpretado por Eva Green se come, literal, la película. Están los hombres que pelean y velan por la seguridad de la polis, pero uno no puede dejar de embobarse y sorprenderse con la frialdad y majestuosidad con la que la actriz compone a Artemisia. Sabemos por qué ella es malvada (se muestra con lujos de detalles las vejaciones y humillaciones a las que se la sometió en su infancia), por qué es una máquina de matar sin ningún tipo de reparo, pero también sabemos que es una mujer, de carne y hueso, y que Temístocles la hará trastabillar física y emocionalmente en más de una oportunidad. La hiperbolización de las caracterizaciones no hace más que reforzar la historia y la progresión del relato. Los malos serán muy malos y los buenos demasiado buenos. Pero entre estas polarizaciones siempre habrá algún gris, y es justamente en esas variantes en las que Murro hará foco. Con valores como la reivindicación de la familia, el trabajo en equipo y el esfuerzo por llegar a las metas, la película suma fuerza y evita erigirse como un mero pasatiempo ocasional. “300 el nacimiento de un imperio” es una buena oportunidad para volver al cine espectáculo y al goce sin ningún tipo de prejuicio ni condicionamientos.
Hay más de un elemento interesante en 300: El Nacimiento de un Imperio, donde Zack Snyder deja la dirección en manos de Noam Murro. La estilización de la violencia continúa siendo el punto fuerte de la propuesta, colmando los cuadros de sangre digital y cadáveres. Asumo que cualquier espectador que se acerque a ver 300: El Nacimiento de un Imperio espera básicamente esto, Snyder lo entendió de la misma manera y redobla la apuesta sumándole además tensión sexual no homoerótica a la trama. El film da un paso más respecto a la propuesta visual de la primera entrega, brindando una composición pictórica en cada fotograma y generando secuencias que, sumadas a coreografías de lucha perfectas, introducen al espectador en el ambiente poético del cómic creado por Frank Miller. Mientras veía el 300: El Nacimiento de un Imperio pensaba si sería posible estrenar un producto con esa carga de violencia que no esté realizado casi íntegramente en CGI. El entorno digital y su inmaterialidad parecen dar cierta libertad respecto a la violencia física y el gore. La representación se encuentra cada vez más lejos de lo mostrado en estas películas y eso permite que se las justifique con mayor facilidad. Otro punto destacable es el trabajo desde el guión para unir ambas entregas. Lo que comienza siendo una precuela que narra el surgimiento de Xerxes (Rodrigo Santoro) como “Dios Rey” fluye hasta narrar los hechos que suceden en paralelo a los del primer film que corresponden a la lucha entre las tropas persas comandadas por Artemisia (Eva Green) y su enfrentamiento con Themistokles (Sullivan Stapleton), líder de las tropas atenienses. Al concluir, la película se ubica temporalmente como secuela de su predecesora mostrando los hechos posteriores a la muerte de Leonidas, dejando el plato servido para lo que será el enfrentamiento final entre los persas de Xerxes y la Grecia ahora unificada. Lamentablemente, detrás del despliegue visual y de este acierto del guión, la trama no tiene el mismo atractivo que lograba la anterior por falta de giros dramáticos relevantes. 300: El Nacimiento de un Imperio funciona para sumergirse en el universo de Frank Miller y completar el contexto propuesto por la primera entrega estrenada en el 2006.
300: El origen de un imperio es un muy buen complemento del film original que Zack Snyder presentó en el 2006. Una película bastante castigada por algunas mentes brillantes que esperaban ver un drama histórico en una producción basada en un cómic de Frank Miller, con todo lo que eso representa dentro del mundo de la historieta. Los 300 espartanos, la película de 1962 de Rudolph Maté, que inspiró la novela gráfica de Miller, fue un gran drama que se acercó a los hechos reales. Estos filmes recientes, por el contrario, son propuestas de fantasía que se enfocan más en los aspectos visuales que en un guión con gran contenido que respete rigurosidades históricas. En consecuencia, los que odiaron la película del 2006 no van a cambiar de opinión con la nueva entrega y los fans, que no son pocos, seguramente la disfrutarán un poco más. Lo mejor de este estreno pasa por la manera en que Snyder estructuró el guión y la fabulosa interpretación de Eva Green. Algo interesante de la historia es que los primeros diez minutos funcionan como una precuela de 300 que se relaciona con el origen de Xerxes (Rodrigo Santoro), luego el conflicto central se desarrolla de manera paralela a los eventos de la batalla de las Termópilas, y la media hora final narra los hechos posteriores a la muerte de Leónidas. Está bueno como la película se conecta con el film del 2006 y por eso me pareció que es un complemento de aquella producción. Dentro del reparto, Eva Green se roba por lejos el film con su particular composición de la reina Artemisia, que tiene muy buenos momentos. Una versión comiquera y más gótica de este personaje histórico que se adaptó a la interpretación fantasiosa que propone 300. El líder de los espartanos, Temístocles, quedó a cargo de Sullivan Stapleton (Fuerza antigángster), un muchacho que carece del carisma de Gerard Butler y por ese motivo también Eva Green logra destacarse en cada escena en la que aparece, ya que es la figura más importante y talentosa del reparto. La dirección corrió por cuenta de Noam Murro, un realizador desconocido sin antecedentes de renombre, que este caso tomó el estilo de narración de Zack Snyder y lo adaptó de manera rigurosa al nuevo film. De hecho, si el estudio Warner hubiera querido mentir y el crédito de dirección se lo otorgaban a Snyder nadie se hubiera dado cuenta porque en términos visuales la película es un calco de la primera. La única diferencia que se podría mencionar es que en esta oportunidad se incrementó bastante el contenido de gore. En lo personal odio las escenas de acción que se centran en el uso de la cámara lenta (salvo que sean dirigidas por John Woo, el único realizador que sabe usar ese recurso de manera correcta), además de la sangre artificial hecha con animación computada. Sin embargo en este caso son elementos que tienen que ver con la identidad de 300. Quejarse por esto sería como protestar que Superman vuela con una capa roja en el cine. Aquellos que se enganchan con esta manera de trabajar la acción van a disfrutar este film ya que es un clon en materia de realización de lo que vimos en la película del 2006. La verdad que esta nueva entrega de 300 no era necesaria pero resultó un acierto que Eva Green fuera la protagonista porque la hizo más entretenida.
Pantalla de sangre La carne, el acero y el sexo dicen presente en esta película de Noam Murro. Las peleas en cámara lenta son un recurso repetido. La labrys (una pesada hacha de doble filo) remata el destino del rey espartano Leónidas (Gerard Butler). Su verdugo es Jerjes I, el calvo dios-rey de Persia (Rodrigo Santoro), quien también actuó en 300 y ahora dice presente en esta brutal muestra tridimensional. Siguiendo el rigor histórico del filme de Zack Snyder (productor en esta realización), 300: El nacimiento de un Imperio, se muda de la tierra a las aguas del mar Egeo. Y allí se construyen sus fornidos personajes embarcados. Por un lado, Temístocles (Sullivan Stapleton), el político y general ateniense que estuvo al mando de la marina griega en las batallas de Artemisio y Salamina, ambas en el 480 A.C. Por el otro, la letal Artemisia (la francesa Eva Green), al frente de la flota persa. Su personaje no tiene piedad, exuda odio, es capaz de decapitar a un hombre y besar los labios de la cabeza recién cortada sin inmutarse ni perder un repetido semblante, entre seductor y maléfico. Al igual que Jerjes, ella busca poner a sus pies a las ciudades-estado helenas. La carne, el acero y el sexo dicen presente en este filme. Artemisia parece luchar al momento de tener relaciones con Temístocles. Todo es muscular, fricción en cuerpos y armas (¿o el cuerpo no es un arma también?). Y también cerebral -lo más disfrutable- ante cada estrategia de guerra entre los trirremes (antiguas embarcaciones) donde se ve cómo la cantidad no garantiza un triunfo bélico. El director Noam Murro identificó exageradamente a las fuerzas contrincantes. El ejército persa está abrazado por la oscuridad: el color gris y negro domina el vestuario de los súbditos de Artemisia. Por su parte, la legión de Temístocles brilla con tonalidades oro que enmarcan su invencibilidad. Párrafo aparte para al factor sangre: siempre en cámara lenta, enchastrando la pantalla como si fuese barro digital. Una y otra vez. Aburre y es obvio, como la excesiva crueldad (caso, una espada clavada en la boca de un rival) que da más asco que acción. Por algo, en los créditos finales, suena War Pigs de Black Sabbath (Paranoid, 1970) que dice: “Los generales concentraron a sus tropas como brujas en misas negras”.
Siete años después del inmenso éxito comercial conseguido por 300 (influyente película que tuvo quizá demasiadas imitadoras), llega esta segunda entrega, cuya historia transcurre antes, durante y después de aquella épica sobre los valientes espartanos que resisten una masiva invasión persa. Esta vez, ya no figura Zack Snyder detrás de cámara (fue reemplazado por el director de comerciales Noam Murro), pero sí como productor y como autor del guión, basado otra vez en una novela gráfica de Frank Miller ( Xerxes ). La estética del cómic, la estilización visual y la violencia extrema vuelven a ser los pilares sobre los que se construye un film de propuesta eficaz en los términos en que está planteado, aunque al mismo tiempo bastante limitado en su alcance. Estamos ante una de esas películas hechas "para la hinchada" (que, como quedó demostrado con el largometraje original, es bastante masiva), pero que al repetir varios de los esquemas narrativos, al caer otra vez en ese regodeo esteticista, en la voz en off solemne y en un tono siempre ampuloso, ya no logra el mismo impacto que había conseguido Snyder. Además, para quienes no se sientan atraídos por la acumulación de excesos gore, les resultará -lisa y llanamente- un regodeo insoportable. Pura pornografía de la violencia. Esta historia ambientada en el año 480 a.C. arranca con el general Temístocles (Sullivan Stapleton) matando en plena batalla y con un lejano disparo de flecha al rey persa Darío (Igal Naor). Será entonces su hijo Jerjes (Rodrigo Santoro), devenido en su sucesor y en algo así como un nuevo dios, quien emprenda la venganza junto a la brutal Artemisia (Eva Green), comandando una imponente flota naval que amenaza con arrasar a las mucho más endebles fuerzas griegas. ¿Se sumarán a la defensa los espartanos liderados por la ahora reina viuda Gorgo, interpretada nuevamente por Lena Headey? Cabe aclarar, en este sentido, que el personaje de Leónidas que consagró a Gerard Butler sólo aparece en unas pocas tomas recicladas de la 300 original. No hay muchas más incógnitas en esta trama básica y elemental, pero que regalará a los fans de este subgénero un festival de fluidos (baños de sangre, sudor y lágrimas), de efectos visuales en 3D (los enfrentamientos en alta mar son de gran espectacularidad) y de luchas cuerpo a cuerpo presentadas en cámara lenta y con una fragmentaria edición con espíritu de videoclip. Lo mejor -y, en algún sentido, más sorprendente- de la propuesta es el personaje de Artemisia, una griega abusada de niña y luego rescatada y criada por los persas. Eva Green, la bella actriz francesa de Los soñadores y Sombras tenebrosas , construye una malvada desatada y desaforada, una femme fatale dueña de una crueldad, una tensión erótica, una ferocidad y una negrura que se extrañan en el resto de los personajes y las actuaciones. En Green y en ciertos hallazgos formales residen los principales sostenes de esta segunda entrega, destinada sólo a los incondicionales seguidores de una saga que tendrá que demostrar si todavía queda interés por este tipo de propuestas luego de la limitada repercusión obtenida en todo el mundo por las recientes La leyenda de Hércules y Pompeii.
Ahora la siguen, pero en el agua Pasaron poco más de siete años desde el estreno de la primera 300, toda una vida en la cronología de una industria rápida de reflejos para referenciar –o chorear– a cuanta fórmula exitosa ande dando vueltas como es Hollywood. Y con ésta lo hizo duro y parejo: desde 2007 pasaron al menos diez o doce películas y un puñado de series (de Inmortales y las dos Furia de titanes a las recientes La leyenda de Hércules o Pompeii, la furia del volcán, pasando por las televisivas Roma y Spartacus) que no dudaron en tomar la geografía artificiosa, la estilización formal, la cámara lenta, la ubicuidad de la testosterona, los bíceps digitalizados y/o la entronización de la cultura del aguante para reconvertirlas en sus propias cartas de presentación. Esto, obvio, sin un ápice de sonroje. La ejecución de una secuela de 300 era, entonces, una fija para cualquier productor más o menos avezado, a no ser por el pequeño detalle histórico de que los persas se comieron crudos a Leónidas y su séquito de espartanos en la Batalla de las Termópilas. Los guionistas –y Frank Miller, autor de la novela gráfica original– sortearon el problema centrándose en las acciones ocurridas en las profundidades del Egeo, aunque pudieron hacer poco ante la tentación de reducir el film a una reiteración de las jugarretas visuales de su predecesora, maximizadas ahora por las bondades del 3D. Para colmo, aquí tampoco hay una claridad conceptual en los alcances de la historia, seguramente por la certeza de una saga inminente. Dirigido por Noam Murro y coguionado por el realizador de la primera, Zack Znyder, el film dedica sus primeras escenas a explicar los orígenes de Jerjes (Rodrigo Santoro), aquel gigantón dorado encargado de masacrar a los 300 espartanos. Explicación que después importa poco, ya que el eje narrativo recaerá sobre Artemisia (Eva Green), otra de las tantas descastadas sedientas de revancha que pululan en este tipo de films, cuya función aquí será la de liderar la invasión acuática persa a las tierras de los resistentes griegos comandados por Temístocles (Sullivan Stapleton), quien a su vez ve en la acción bélica un elemento potencialmente aglutinante para una comunidad dividida. Lo que vendrá durante una hora y pico es una sucesión de batallas marítimas cada cual más espectacular que la anterior, un bombardeo audiovisual de espadazos, sangre, gritos y frases motivacionales. Es cierto que 300 no ofrecía nada demasiado distinto de todo lo anterior, pero debe reconocérsele la búsqueda de un estilo propio y personal cuyo alcance, quedó dicho, se ha magnificado con los años. Znyder, además, dosificaba los recursos estilísticos y domaba el gigantismo de su película mediante una técnica tan simple y efectiva como mostrar con claridad quién pelea contra quién. El nacimiento de un imperio, en cambio, juega con esos naipes marcados apostando a la obviedad de sacarle la última gota de jugo a la cámara lenta. Y no mucho más que eso, porque aquí se trata de una seguidilla de imágenes en las que importa menos lo que ocurra dentro de ellas que el lucimiento técnico del dispositivo que las enlaza. En ese sentido, se está ante una secuela vertiginosa, intensa e incluso entretenida, pero que peca al no elegir el camino de la expansión, sino el de la mera replicación.
Violencia, sexo y aventura Secuela o precuela de la película 300 (en realidad tienen momentos en paralelo dentro de la cronología, algunos previos y otros posteriores) que dirigió Zack Snyder, basada en el cómic de Frank Miller, el protagonista es ahora Temistocles (Sullivan Stapleton), quien se convierte en leyenda en la batalla de Maratón porque intentará unir a toda Grecia contra el ataque persa. Dicha unión incluye a los 300 espartanos del film anterior, y ahí es donde las historias se desarrollan en paralelo, aun cuando no se le da protagonismo al sacrificio espartano. Al villano Xerses (Rodrigo Santoro), muy poco interesante y bastante estático, se le suma –y casi remplaza– Artemisia (Eva Green), poderosa guerrera, sexuada y potente líder capaz de llevar adelante un ejército y también la trama. Que haya sexo en un film tan comercial en el año 2014 es casi una rareza dentro del cine actual. Con una estética algo extrema, de exagerada herencia del cómic de Miller, El nacimiento de un imperio tiene momentos de dudoso buen gusto. Y no hablamos de su artificial pero intensa filiación al cine gore, que por cierto le queda bien. El problema es que las imágenes estáticas de la historieta pierden toda lógica narrativa y le quitan algo de lógica a las acciones que transcurren en cada escena. Aun así, y como ocurre con las buenas segundas partes que se saben sin futuro de clásico, la película es pura acción y hacia adelante. Tres grandes bloques dividen la trama y no hay tiempo para nada más. Al no perder la concentración, no hay tiempos muertos, y aunque no logra nunca dar un salto hacia la grandeza, al menos no pierde la pista de la aventura y la acción. Tal vez, en muchos aspectos, es menos solemne y acartonada que su antecesora, aunque a la vez no innove tanto en lo estético, sino que repite lo ya probado anteriormente. Los fans de 300 tendrán sus sorpresas y sus buenos momentos, mientras que aquellos que disfruten de un buen show encontrarán aquí una película digna y aceptable, con algunos elementos que la vuelven atípica con respecto a la industria cinematográfica actual. Lo diferente tiene a veces, como en este caso, un valor en sí mismo. Y las batallas navales son espectaculares.
Conflictos entre griegos y persas La guerra se desplaza al mar y la acción se enriquece con efectos especiales que exaltan la naturaleza del nuevo campo de batalla Nuevamente el cine se basa en relatos históricos. Ya no asentados en tradiciones orales recopiladas por estudiosos, sino tomando como fuente, libros de historietas, esta vez del interesante Frank Miller. Teniendo como base la exitosa "300", estrenada hace más de seis años, se toma la figura de Artemisia (Eva Green), que de gobernadora de Halicarnaso pasa a comandante del ejército persa y logra exitosas intervenciones navales, convirtiéndose en confidente de Xerxes (Rodrigo Santoro) y su aliada. Los dos odian al político y general ateniense Temistocles (Sullivan Stapleton), asesino del padre de Xerxes. Xerxes, el rey dios de los persas, no seguirá estrictamente los consejos de la mujer, siendo engañado por la astucia de Temís, quien enfatizó la necesidad de fortalecer a los griegos con la creación de una armada poderosa. LA ACCION MARINA La guerra se desplaza al mar y la acción se enriquece con efectos especiales que exaltan la naturaleza del nuevo campo de batalla. O sea que se toma en el filme, la batalla que ocurrió simultáneamente en la primera película "300", manteniéndose el relato oral de exposición de los hechos, a veces a cargo de Gorgo (Lena Headey), la reina de Esparta. La que ellos denominan batalla de Artemisia se produce en tanto Leónidas y sus trescientos hombres enfrentaban a los persas en las Termópilas. "300: El nacimiento de un imperio" es una secuela del filme "300", basado en la historieta de Miller, que es un veterano en entregar sus obras para adaptaciones de cine. "Sin City", "Robocop", son algunas de ellas y especialmente ésta, retoma el colorido particular de la versión original. PERFECCION FORMAL Si la comparamos con la anterior "300", la actual pierde en intensidad, en contenido dramático y hasta en cierta cuota de mito, o heroicidad. Lo notable en este caso es el diseño de producción, la perfección formal, la utilización nuevamente del "ralentí", con buenos resultados y los golpes de sangre y violencia que enfatizan el relato. El australiano Sullivan Stapleton como Temistócles no convence demasiado por su falta de liderazgo. Se destaca Eva Green (Artemisia), la misma de "Sin City" y Casino Royal, de particular ferocidad y atracción, Lena Headey como la reina Gorgo y el brasileño Rodrigo Santoro como Xerxes. En síntesis "300. El nacimiento de un imperio" es para aquel espectador que solo se fija en la acción, la tecnología, los efectos especiales y los impactos de efecto, más la intensa música electrónica del holandés Junkie XL
Más grandilocuente y sangrienta que la primera, la cinta es una aventura épica de enormes proporciones. Un filme que impacta desde lo visual, valiéndose de una estética de comic oscuro, que genera climas de pesadilla en cada una de sus secuencias. Entretenida, atrapante, erótica, 300 EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO, tiene la rara habilidad de funcionar como secuela y precuela a la vez. Un acontecimiento cinematográfico que vuelve a poner de pie, al mejor cine neo péplum
Cuando se estrenó la primera de la saga, causó el impacto de la sorpresa, la fuerza de Gerard Butler. En este caso, se extraña a ese protagonista, aunque se sigue la novela gráfica de Frank Miller, y prácticamente el esquema se repite, aunque cambia el director. Zack Snyder es coguionista esta vez .Musculosos a granel, efectos 3D, los fanáticos del género estarán de parabienes. No es lo mismo pero vale.
Los barrabravas helénicos Con una puesta en escena similar a la anterior entrega, 300: El nacimiento de un imperio (300: Rise of an empire, 2014) cambia los soldados y los caballos por barcos de guerra y ahonda en la historia de Jerjes, el Rey Dios Persa. La nueva de 300 tiene dos comienzos: uno es en el mismo lugar donde terminó la primera, con los griegos contratacando al ejército persa, luego de la batalla de Termópilas, y la dilatada derrotada del ejército de Leónidas. El otro comienzo se remonta a la primera guerra entre persas y griegos, cuando Jerjes pasa de ser un simple humano a ser el dios con piercings y voz gruesa que ya conocemos. Como responsable de esta metamorfosis, aparece Artemisia (Eva Green), una guerrera que también será una de las artífices de la invasión persa a Grecia. El guión, escrito por Zack Snyder, que se alejó de la dirección pero no de la producción del proyecto, mantiene una estructura bastante similar a la primera película: discursos y declamaciones heroicas entretejidos con secuencias vertiginosas de lucha. A nivel enunciativo, digamos, la insistencia que hacían los guerreros griegos con la defensa de la democracia y la libertad en la primera, reaparece en esta segunda parte, y con creces. No pasan más de siete minutos sin que alguno de los griegos se ponga a machacar con ese tema. Sin embargo, así y todo, la película consigue mantener un ritmo sostenido, no se empantana en ningún momento. Y la razón de esto son las luchas. Por tierra, por agua y hasta por el aire, los griegos se mueven como si fueran un ejército de Batman helénico, gritan como barrabravas y sus abdominales hacen que Cristián Sancho parezca un participante de Cuestión de Peso. El trabajo de producción que aparece en las secuencias de guerra, magnificado por el 3D, es hipnotizante. Combina la potencia de las luchas de Gladiador (1995) y el vértigo pop del cómic. Pero, como sucede con frecuencia, la mayor fortaleza es también el punto débil de la película: las imágenes de la guerra son tan desmesuradas que caen en la incredulidad, y de ahí a la auto parodia involuntaria hay un pasito. Es sabido: una película de acción sólo puede funcionar en la medida en que sepa manejar el humor. Y a veces, el guión de Snyder no puede manejar. O, al menos, no lo hace con inteligencia. Hay una escena que ilustra perfectamente este punto: en medio de la batalla naval final, Temístocles (Sullivan Stapleton) se sube a un caballo y empieza a galopar por encima de los barcos, saltando de uno a otro, atravesando incendios y soldados enemigos. La secuencia, en lugar de transmitir vértigo y sumergirnos en la aventura, resulta desconcertante, demasiado forzada. Recuerda, en cualquier caso, a Toretto y O’Conner surfeando una ola con su auto en Rápidos y Furiosos 5: Sin control (Fast Five, 2011), en plena fiebre automovilística. Nada más lejos que la épica griega.
Atenas, epicentro de la acción Después de 300, el film estrenado en 2006 de la mano de Zack Snyder, llega esta continuación dirigida por Noam Murro y la acción se manifiesta de la forma más violenta. La flota griega liderada por el popular general Tesmístocles (Sullivan Stapleton) debe enfrentar a Xerxes (Rodrigo Santoro), el hombre que cree ser un Dios, y a su malvada aliada Artemisia (Eva Green). Xerxes viene de su victoria sobre los 300 soldados de Leonidas y llega a Atenas para sembrar el caos y la destrucción. La pelìcula comienza con una imagen cenital del derrotado Leonidas (Gerard Butler en el film anterior) para dar paso a secuencias de acción constante que se mantienen a lo largo de todo el relato. Siguiendo la estética que acuñó Znyder, en 300: El nacimiento de un imperio tiene todo para atrapar al público y lo hace a través de una historia efectiva impulsada por personajes que luchan por su destino y la gloria. Desde el campo de batalla con sus continuas explosiones de sangre (con los recursos del acelere o ralenti de imagenes) hasta los combates marítimos desatados entre las flotas enemigas, el film va construyendo una atmósfera en la que la supervivencia ocupa el primer plano. Y tampoco deja de lado el costado fantástico ccn la inclusión de pesadillas que sorprenden al protagonista. Decapitaciones varias, ambiciones de poder, un pasado oscuro y un presente donde la venganza se hace presente hacen que las flechas den en el blanco en los momentos justos. Los fondos, creados digitalmente, también se transforman en personajes de esta historia que promete un tercer eslabón. Cambió el director y el protagonista, pero no la escencia.
Historia, fantasía y mucha violencia 3D En un momento culminante de "300, el nacimiento de un imperio", la malvada griega renegada Artemisa, que comanda la flota persa, decapita a un prisionera ateniense y luego levanta la cabeza cercenada y la besa en la boca. Esa imagen, tan intensa como gratuita, da una idea de la imaginería de esta especie de secuela de "300" de Zack Snyder, que esta vez delegó la silla del director al israelí Noam Murro, que logró excelentes imágenes en 3D aunque no contó con un guión tan contundente como el del film original. La nueva "300" no es exactamente una secuela, ya que no se dedica sólo a narrar hechos ocurridos posteriormente a la batalla de las Termópilas, que ocupaba casi totalmente el film anterior, sino que cuenta episodios previos y posteriores a ese hecho histórico, matizado por la estética digital de historieta impuesta por su autor. Asi es como la película empieza en la batalla de Maratón, de griegos contra persas, en la que una certera flecha lanzada por el rey ateniense Temístocles mata al rey persa Darío, que observaba la contienda desde un barco. El hecho provoca el ascenso al poder de su hijo Xerxes, que llevado por el mal camino propuesto por Artemisa se sumerge en los peores abismos del alma para dejar de ser un rey-hombre y ascender a rey-Dios que clama por venganza. La escena de esta metamorfosis tiene poco que ver con la historia ya que es de índole sobrenatural, pero da lugar a una de las mejores escenas de esta "300 el nacimiento de un imperio", cuya gran cualidad igual que su antecesora es la de adaptar el "péplum" al gusto del espectador moderno y a la estética del siglo XXI. Justamente la estética es el fuerte de este film lleno de acción, violencia y el más generoso gore, con chorros de sangre digital que gracias a los efectos de 3D casi saltan de la pantalla para salpicar al espectador. En este sentido hay grandes momentos visuales que podrían considerarse un hito del género, por ejemplo una terrible pesadilla de Temístocles acosado por espantosas criaturas marinas. Y las batallas, numerosas, son excepcionales, en particular las que tienen que ver con el enfrentamiento de un puñado de embarcaciones atenienses enfrentando a la mucho más numerosa flota persa (algunas de estas escenas recuerdan a la imperdible película china de John Woo "Acantilado rojo", no estrenada en los cines argentinos). El péplum siempre tuvo su lado kitsch, y en ese sentido la nueva "300" también divierte, precisamente cuando muestra ese costado poco serio. La relación entre Artemisa interpretada por Eva Green, que ya había sido la reina de Jerusalen en "Cruzada" de Ridley Scott- y Temístocles un correcto Sullivan Stapleton- no se ciñe sólo al campo de batalla, lo que implica que, mientras combaten, la feroz guerrera pueda imputarle al héroe de Atenas: "Eres más duro en peleando que en la cama!" Pero la nueva "300" es realmente sólida. Y su vuelo visual alcanza aun a la fabulosa escena de créditos del final, todo un ejemplo de la tradición de Saul Bass que le hacía los títulos a Hitchcock y a Otto Preminger-, pero en 3D.
Desde el 2006, que muchos fans están a la espera de esta secuela, y llegó el día. Venimos de ver "La leyenda de Hércules" o "Pompeii", que de alguna manera tenían un "algo" de 300 dando vueltas, pero finalmente "300: el nacimiento de un imperio" ya está en todos los cines del país. ¿Con que te vas a encontrar? Con exactamente la misma fórmula que la primera. En esta oportunidad Zack Snyder director de la primera parte, solo juega de guionista. Mas allá de que la película es muy masculina, hay lugar para las mujeres con Artemesia (Eva Green), que se lleva gran parte de la peli con su interpretación. Efectos especiales, buenas posiciones de cámara, luchas a más no poder y un gran despliegue, es lo que vas a ver en esta segunda parte de 300. Otra de las famosas pelis pochocleras que tanto nos gustan.
VideoComentario (ver link).
A diferencia de la primera “300”, acá la gente se divierte. Para decirlo claro: aquella película que reproducía la demasiado “manipulada” historieta de Frank Miller era, a su vez, un prodigio de manipulación técnica –para que pareciese una “historieta en movimiento”– y un aburrimiento formal, casi una lección plástica sin vida. Esta sigue los mismos caminos visuales, pero intenta ponerle “otra cosa”. Y, por fin, esa “otra cosa” es el gigantismo desaforado de una fantasía heroica que tiene tan poco que ver con la “Historia” (aquella era la historia de las Termópilas, esta es la historia de un delirio bajo LSD) como con lo verosímil. Y, justo por eso, por su locura y sus ganas de divertir y divertirse, es que funciona. Las palmas se las lleva Eva Green, que pasó de Bertolucci a la Clase B (¿qué es este film sino un “Clase B” con presupuesto A?) siempre con pie firme. Aquí, hay una bella villana cuya modernidad no molesta en medio de túnicas espartanas: después de todo, nadie pretende que esto sea una lección de historia. Incluso la forma en que se manipulan la luz, los colores y los planos para otorgarles la “calidad dibujo” parecen parodiar sutilmente el primer film. Hay un guiño inteligente en este cambalache, que lo hace disfrutable. Deje los prejuicios afuera.
Fallido intento de “precuela/secuela” de la película de Zach Snyder acerca de la obra de Frank Miller. En este caso,todo la identidad estilística de la primera entrega se pierde en un pastiche inconexo de un relato ridículo.
Tras el éxito del éxito cinematográfico que cosechó el film “300″, en el año 2007, el realizador Zack Znyder (“Watchmen: Los Vigilantes”, “Sucker Punch: Mundo Surreal”, “El Hombre de Acero”) y el historietista Frank Miller (“Sin City”) vuelven a transportarnos al mismo lugar y a la misma época que aquella producción que narraba la batalla de Termópilas, en la que el rey Leónidas (Gerard Butler) y sus 300 guerreros espartanos se pelearon a muerte contra miles y miles de persas, liderados por el “Dios-Rey” Xerxes. Esta nueva entrega dirigida por Noam Murro (Znyder produjo y co-escribió el guión junto a Kurt Johnstad), está basada en el reciente libro de historietas “Xerxes” de Miller y transporta la acción a un nuevo campo de batalla, el mar. Se trata de la batalla de Artemisio, la cual consistió en una serie de enfrentamientos navales que transcurrieron durante tres días en el contexto de la Segunda Guerra Médica. La misma tuvo lugar al mismo tiempo que el enfrentamiento terrestre de Termópilas, en el 480 a. C. que vimos en la cinta predecesora y que todos sabemos cómo terminó. El protagonista de esta nueva entrega, la cual desarrolla una segunda historia dentro de la arquitectura de la primera película, es el general griego Temistocles (papel interpretado por el australiano Sullivan Stapleton, conocido por su papel protagónico en la serie de HBO “Strike Back”), quien intenta unir a toda Grecia para enfrentar a las fuerzas invasoras de Persia, lideradas por el mortal -ahora dios- Xerxes (el braileño Rodrigo Santoro repite su papel), y Artemesia (la ex “chica Bond” Eva Green), la vengativa comandante del ejército persa. Los hechos de esta película, que se estrena en la Argentina un día antes que en los Estados Unidos, y en formatos 2D y 3D (definitivamente recomiendo verla en tres dimensiones porque se aprecia mucho este estilo visual tan particular), transcurren simultáneamente a los de la primera entrega aunque algunos fragmentos se desarrollan antes y otros después. Por un lado, retrotrae al espectador 10 años para saber cómo se originaron los sucesos desarrollados en aquella cinta -relacionados con la muerte del Rey persa Darío (papel a cargo de Igal Naor-; y por el otro, también dedica parte del metraje a contar el origen de Xerxes y cómo llegó a convertirse en lo que es. Si bien se presentan nuevos personajes, hay otros actores de “300” que repiten sus respectivos personajes; Andrew Tiernan como Efialtes, Andrew Pleavin como Daxos y Lena Headey como la reina Gorgo de Esparta, esposa del rey Leónidas, quien toma las riendas de la narración del film, al igual que lo hizo David Wenham (también participa como Dilios) en la anterior. En resumen, ésta es una muy buena continuación que, en general, mantiene el nivel presentado por su antecesora, acompañado de la estética que -en su momento- fue revolucionaria, además de la sangre que salta a chorros hacia la lente de la cámara y los desmembramientos que no podían faltar. Eso sí, en cuanto al desempeño actoral, la que más se destaca es Eva Green, cuyo papel como villana le va como anillo al dedo.
Sobre el cine castrado… En el ámbito de los proyectos lamentables del Hollywood más industrial, esos que son consumidos pasivamente por un público inmaduro y críticos irresponsables desde el punto de vista ideológico, 300 (2006) fue uno de los exponentes más claros al respecto, un verdadero ejemplo de cómo un cierto grupito de espectadores se conforman con lo que David Bowie una vez definió como “las burbujas y la acción, los pequeños detalles en color”. Más allá de la retórica francamente fascista, una progresión narrativa bastante deficiente y un diseño de producción muy poco imaginativo que duplicaba el comic simplón de Frank Miller, la obra en cuestión era soporífera y hacía agua por todos lados. Si bien su secuela retoma esa combinación insoportable de cámaras lentas a la Matrix (recurso llevado al extremo del cansancio visual) y batallas épicas/ melodrama de alcoba símil péplum (pero con una arquitectura aún más rudimentaria y bobalicona), no podemos dejar de reconocer una mínima mejoría en cuanto a la estructuración formal y el macro desarrollo. Por suerte parece que el ahora guionista y productor Zack Snyder aprendió un par de trucos trabajando con Christopher Nolan en El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013), ya que hoy abandona los discursos belicistas de antaño y decide centrarse en la extraordinaria Eva Green, específicamente en su talento actoral y bella anatomía. Aquí la protagonista se roba la película al punto de que no importa un comino el resto de los personajes ni las escenas de acción. El film comienza como una precuela explicando la transformación en Dios de Jerjes (Rodrigo Santoro) para luego virar hacia otra incursión armada del susodicho, en paralelo a la original de 300 y dirigida contra Atenas. El magnetismo que despierta Artemisia (Green), comandante de la flota del rey persa, es tal que toda la propuesta se justifica sólo por su presencia y disposición anímica. La obra en sí resulta digerible principalmente porque se focaliza en una serie de combates marítimos más o menos eficaces y “secuencias intermedias” un poco menos anodinas que las del pasado. Una vez más la verborragia inflada del “éxtasis del acero y la carne” no se condice con una realización profundamente estéril, digno ejemplo de un cine castrado que sucumbe en la mediocridad y la infantilización más aguda: la violencia es muy caricaturesca, el gore artificial e irrisorio, los CGI redundantes, el tono bombástico genera indiferencia, los personajes son casi todos intercambiables, la empatía brilla por su ausencia y las payasadas imperialistas a esta altura provocan más vergüenza ajena que indignación. En suma, Green es lo único real y valioso del film: hablamos de otra creación del Hollywood babeante e imberbe, un mamotreto olvidable que se posiciona apenas por encima de su primera parte…
Más carne al asador. Cuando comienza 300: El Nacimiento de un Imperio, aquel sacrificio de Leónidas y sus 300 parece haber sucedido miles de años atrás y casi no conectar con esta segunda parte. Murro nos ubica antes, durante y después de ese hecho haciendo de la presente una secuela y una precuela al mismo tiempo. Pero si hay algo que le cuesta más que conectar ambas historias, la de Leónidas y sus espartanos y la que nos convoca (Temístocles contra la furia de venganza de Artemisia), algo que parece hacer casi por obligación, es trasmitir fuerza y emoción. Y si hablamos de fortaleza, el “héroe” protagonista Sullivan Stapleton, presentado con bombos y platillos como el paladín de Maratón, aquél que disparó la flecha que terminó con la vida del Rey Darío I (padre de Jerjes), no tiene ni un cuarto de la presencia que tenían los guerreros de capa roja. Leónidas era un héroe épico con todas las letras, cuya sola aparición en pantalla inspiraba autoridad o por lo menos atención. Stapleton no tiene pasta de protagonista ni autoridad ante sus hombres, que incluso lo cuestionan previo a la batalla llegándole a decir: “Nos has fallado”. Un comandante cuya fuerza, destreza de estratega y masculinidad son puestas en duda hasta por su rival, quien le dice: “Peleás más duro de lo que cogés”. Estamos frente a un personaje que ha fallado como líder, que no está a la altura de ninguna de las situaciones que se le han presentado.
300: el nacimiento de un imperio apuesta a retomar la historia original con sobredosis de escenas cruentas en slow motion y de sangre que empaña la pantalla grande. Si Gerard Butler hubiera estado de acuerdo en volver a interpretar al rey Leónidas para hacer una secuela de 300, seguramente el guión de 300: El nacimiento de un imperio tendría algún "¡We are Sparta!" (Somos Esparta) de esos que hacían poner la piel de gallina y transmitían una sensación de invencibilidad rayana en lo paródico. Pero no. Butler no quiso reeditar lo que se presumía como la confirmación del éxito del filme de 2006 brillantemente adaptado del cómic de Frank Miller, y no hay que ir al cine con demasiadas expectativas. La secuela aquí es al mismo tiempo una precuela: mientras el comienzo es el relato de una batalla sucedida en un tiempo anterior a la original 300, el nudo es contemporáneo al enfrentamiento que convirtió en héroes y mártires a los 300 hombres de Leónidas y su desenlace es, en sí, la continuación enfocada ya no en los espartanos sino en los pueblos que conformaban la Grecia antigua, con Atenas a la cabeza. La cuestión es que, por más que el éxito de la primera bendiga a la segunda atrayendo a millones de espectadores (la lógica de la industria prueba ser implacable una vez más), lo conseguido está tan lejos del original como Esparta de Atenas. En realidad, más lejos. Hay en 300: El nacimiento de un imperio un redoble de la apuesta por las tomas en ultra slow motion de espadas atravesando cuerpos o desmembrándolos, y de sangre derramada a borbotones al punto de salpicar la lente de la cámara (y la subjetiva del espectador). Y eso es casi todo. El resto es un artificio más o menos bien orquestado para dar sustento a una historia que carece del tono épico-trágico de su predecesora, y por tanto está lejos de resultar convincente. El Temístocles de Sullivan Stapleton no tiene el carisma necesario para asumir el rol protagónico que le sobraba al Leónidas de Butler, y está bien: Leónidas era un rey, Temístocles un general. El foco podría caer entonces en Artemisia, el personaje de Eva Green, aunque no demasiado porque juega para los malvados persas, mientras que el rey malo Jerjes apenas hace su aparición (recordar que está atareado derrotando a los 300 de Leónidas). Y en caso de que hicieran falta más calamidades (a la película, no a los griegos), el uso del 3D es de básico para abajo: cuando el efecto no está destinado a hacer sentir a la platea que la pantalla salpica sangre, está arruinando lo poco de estética de cómic que le queda, y tan bien transmitía la primera 300. No aburre, pero no es especialmente entretenida. Y esa tibieza, tratándose de una lucha entre griegos y persas, se revela imperdonable.
Estética muy cuidada para un buen espectáculo sin rigor histórico Poco importa el rigor histórico en la saga “300”. Fank Miller nunca tuvo la intención de plasmarlo en su novela gráfica, al menos en lo referido a la conformación de la sociedad espartana, su moral y su idealismo de la libertad y la democracia. Poco importó la fisonomía de estos guerreros, que sino fuera por estar ubicada en el 479 a.C. bien podría tratarse de un documental de strippers. En todo caso la novela seguía muy libremente la corriente de Herodoto como base fundamental. Así, la guerra del desfiladero existió, la gesta heroica también y, por qué no, la leyenda de Leónidas trascendió generación tras generación. Todas las licencias históricas eran tan fabulescas como necesarias para llevar a cabo cuadro por cuadro la adaptación de “300”. Una estética muy cuidada (aunque los litros de sabre digital nunca llegaban al piso), coreografías de lucha comparables a la genial “El tigre y el dragón” (2000), con una llamativa obsesión por detener la acción casi a punto muerto para seguirla por cuatro o cinco segundos en cámara lenta y, por supuesto, todos los colores filtrados con sepia para mantener una visualidad tan antigua como impactante. “300” fue, en definitiva, por ritmo narrativo, dirección de arte e inobjetable puesta en escena épica, una de las películas marcadas a fuego desde su estreno a la fecha. No va a encontrar mucha gente que no la haya visto de una manera u otra. A semejante éxito de taquilla le tenía que llegar su secuela una vez que Frank Miller terminara de escribir y dibujar Jerjes, cosa que no ocurrió, por lo cual se producirá la curiosidad de ser la primera secuela en la historia basada en una obra que todavía no ha sido concebida en su totalidad, pues el lanzamiento de “Dark Horse” será, con suerte, a fines de este año. Detalles al margen “300: El nacimiento de un imperio”, salvo por la secuencia inicial que dará cuenta del origen de Jerjes, se ubica históricamente casi en paralelo con la batalla de las Termópilas, es decir lo que sucedía con Atenas y otros pueblos griegos durante el intento de invasión por parte del imperio persa comandado por el Rey-Dios Jerjes (Rodrigo Santoro). Así como ocurría con la narración de la primera una voz en off cuenta, según ella, que gracias a un hecho muy puntual se desató la hecatombe que sumió a la antigua Grecia en algunas de las famosas batallas médicas. También conoceremos la crueldad que dio origen a una despiadada aliada del rey, Artemisia (Eva Green), quien comandará la flota marina para invadir Atenas, a la cual se opondrá el general Temístocles (Sullivan Stapleton), un ateniense dispuesto a todo, aunque algo más “frío” en impulsividad que su homónimo de Esparta. Esta producción respeta a rajatabla la mística de aquella de hace siete años, con el agregado de tener, inteligentemente, un par de personajes más con los cuales empardar la fuerza que Leónidas tenía por sí solo. También ayuda a cerrar mejor algunos huecos con varios guiños al guión anterior, con lo cual aquellos que lo recuerden bien van a gozar aún más de las virtudes de éste estreno. Por el lado estético sigue presente el CGI y la filmación en corte por croma como la estrella principal de la tecnología. La dedicación de un centenar de actores y el aporte de aproximadamente cinco mil participes entre técnicos (efectos especiales, visuales, cámara, sonido, etc.) artistas y equipos de apoyo, induce a pensar que de no ser de esta manera habría sido imposible filmarla. Al estar Zack Snyder como productor era de aceptar que todos estos rubros funcionan como una orquesta, incluyendo la dirección de arte y la banda de sonido, en ambos casos fieles al tinte épico realmente logrado. Más que subtramas “300: El nacimiento de un imperio” tiene “subpersonajes” que aportan dramatismo en el argumento, ya sea por un bando o por el otro, porque en definitiva la historia ya fue escrita y sabemos como termina. Los trabajos actorales tienen la impronta que pide la historia, aunque desde el punto de vista estrictamente físico haya que conceder algunas cuestiones (como siempre en éste género) como la fuerza de Artemisia frente a guerreros del tamaño de un ropero. Todo sea por la aventura. El rigor histórico ha de buscarse en otro lado.
Esparcir la democracia Además de 300: el nacimiento de un imperio, este año se estrena la secuela de La ciudad del pecado. Pareciera que Frank Miller ha dado rienda suelta a su ambición y quiere retomar la senda ganadora de las adaptaciones de sus obras, que suelen ser exitosas. Miller es un autor con el cual tengo mis reservas: me resulta incómodo que me gusten demasiado sus obras porque, como es sabido, es un conservador recalcitrante, y muchas veces no esquiva la justificación de cualquier barbaridad que hagan sus personajes en pos de lo que él cree que es justo. A diferencia de Alan Moore, cuyos personajes se tambalean en una fina cuerda moral, uno sabe hacia dónde caerán los héroes escritos por Miller: un abismo reaganiano de violencia sin límites. Ahora bien, en la 300 original teníamos un personaje feroz como es Leónidas (Gerard Butler), cuyo mundo y valores están desapareciendo. Lo único que puede hacer es enfrentar su destino con honor y hacer pagar cara su derrota. Por momentos pareciera que esos 300 espartanos estuvieran ganando, pero todos sabemos que la derrota es su destino inexorable. Contada mediante un apartado visual único, 300 es una de las adaptaciones del formato comic al cine más particulares que se han hecho, y me atrevo a decir que funciona mejor en ese sentido que la Sin City de Rodríguez. Desde la primera escena se nota la ausencia de Snyder en la dirección de 300: el nacimiento de un imperio. Esa plasticidad visual tan singular está aquí reproducida torpemente, a tal punto que hasta parece que le hubieran robado la sangre digital al Mortal Kombat. Además tenemos otro tipo de héroe como es Temístocles (Sullivan Stapleton), un veterano militar que a diferencia de Leónidas lucha por el futuro, por un ideal de Grecia como gran nación. Con un poco de carisma, Stapleton interpreta un personaje mucho más complejo y entretenido que el solemne bodoque de Gerard Butler. Tenemos también a Eva Green, sin duda una hermosa mujer que lamentablemente cada día actúa peor: su interpretación de Artemisa luce lamentablemente artificial, incluso para un papel que requiere ser artificial en una película que lucra con la artificialidad. A pesar del acierto que es el personaje de Stapleton, Noam Murro insiste en embarrar la cuestión política del asunto, que es la principal falla de 300: el nacimiento de un imperio. Hablo de esto de poner en boca de Temístocles aquello de que los griegos no sólo luchan por Grecia sino que por la libertad. Es más, en algún momento habla de la idea de libertad, y no sé si no dice democracia. Si a esto le sumamos que se reduce el origen de Jerjes al de un niño dolido que sólo busca una venganza personal, y también que el imperio persa se extendía en el territorio que hoy es conocido como medio oriente, y encima recordamos que Grecia es considerada la cuna de la democracia y la civilización, no va hacer falta ningún dibujo, la carga ideológica que trae consigo la película de Murro es un tanto demasiado nefasta. Y desde allí lo único que le quedaba para hacer a Murro era mejorar y aumentar el espectáculo visual, pero no lo hace. Entonces asistimos a unas cuantas cámaras lentas de mutilaciones y asesinatos exagerados y sangre en cantidades industriales que por alguna razón no mancha a los griegos. Eso sí, a pesar de la brutal bajada de línea, 300: el nacimiento de un imperio no aburre. Aunque ahora pienso, si los griegos se tomaban tanto tiempo en matar a cada soldado persa y en festejar la crueldad no hubieran podido ganar ninguna batalla… en fin.
Crítica de cine: 300: El Nacimiento de un Imperio La única contra que tiene esta película es haber sido una segunda entrega. Y, si bien hay varias que rompen la regla, la generalidad dice que “las segundas partes nunca son buenas”. “300: El Nacimiento de un Imperio” no rompe con ese paradigma. Basada en el reciente libro de historietas “Xerxes” de Frank Miller y narrada en el impresionante estilo visual de la taquillera película “300,” este nuevo capítulo de la saga épica transporta la acción a un nuevo campo de batalla —el mar— ya que el general griego Themistokles intenta unir a toda Grecia al liderar el ataque que cambiará el curso de la guerra. “300: El Nacimiento de un Imperio” enfrenta a Themistokles a las fuerzas invasoras de Persia lideradas por el mortal ahora dios, Xerxes, y Artemesia, la vengativa comandante del ejército persa. Si estábamos esperando volver a ver a los queridos espartanos en acción, eso no pasará… nos vamos a quedar con las ganas. Los griegos van a invadir nuestra pantalla para enfrentarse al temido (y gigante) ejército persa de Xerxes. Los hechos de esta película transcurren en simultáneo con los acontecimientos de la primera “300” y, mientras se desarrolla “la Batalla de las Termópilas”, los griegos se enfrentan en el mar contra la flota persa comandada por Artemisia. Artemisia, artemisia, artemisia… un capítulo aparte sin duda para este hermoso personaje (y hermosa actriz). Una de las mejores malas del cine y una gran interpretación de Eva Green. El personaje tiene un conjunto de cosas que lo hacen sumamente interesante: historia, acción, deseo, venganza y sexo. Junto a Xerxes, Artemisia nos muestra el lado más oscuro del ejército persa y nos regala una de las mejores peleas sexuales del cine (en su camarote contra Themistokles) que nos dejará con ganas de más… como a ellos. El diseño gráfico y los ambientes creados digitalmente vuelven a darle su sentido a ir a verla a la pantalla grande y con un excelente 3D, pero no termina de superar las expectativas creadas después de haber visto aquella batalla de los 300 espartanos en la primera. Lo repito, si esta película hubiese salido primero la historia sería distinta porque hoy por hoy: “las segundas partes nunca son buenas”.
Un peplum ultramoderno Aunque esta vuelta ceda la dirección al israelí Noam Murro, la segunda entrega de 300 consolida el estilo personal y barroco de Zack Snyder para trasladar gráficos de cómics (como ya había hecho en Watchmen) a la pantalla. Más que una saga, El nacimiento de un imperio ocurre en simultáneo con la cruzada de los 300 espartanos contra el ejército persa; la película muestra el origen del conflicto entre Grecia y Persia para concentrarse luego en las batallas de Temístocles al frente de los atenienses, resistiendo las invasiones persas de ultramar al mando de la bella Arístides. Poco importa que Arístides haya sido un varón y haya enfrentado a Temístocles en el seno de Grecia; importa que la saga logre su objetivo como nuevo cine de aventuras, un peplum al cubo donde cada soldado tiene el torso de Steve Reeves, un festín de fantasías homoeróticas (algo que Snyder hace explícito cuando la reina Gorgo, nuevamente interpretada por Lena Headey, le pregunta a Temístocles, con algo más que ironía, si lo excita el entrenamiento de sus soldados espartanos). Pero la carne, así como la historia, es falsa. Con un departamento de artistas visuales extenso como la guía telefónica, 300: el nacimiento de un imperio debe ser el artificio mejor elaborado de la industria en lo que va del año, mucho más fiel al cómic original de Frank Miller que la celebrada adaptación de Sin City. El resultado, aunque desigual, con escenas que, en el peor de los casos, parecen una reconstrucción de History Channel y, en el mejor, vistas nocturnas del mar Egeo ascendiendo hacia las lunas de Urano, es un innegable logro técnico del cine contemporáneo.
Si vas al cine a ver 300, El Nacimiento de un Imperio, ya tenés bien en claro lo que vas a buscar, y sin dudas, esta secuela te lo da: sangre, acción y mucho despliegue digital. Si bien ya no hay efecto sorpresa como ocurrió con la primera entrega, lo bueno es que acá "la estética 300" se disfruta en la película a la cual le pertenece y no en tanta ...
DE PIE, SEÑORES Cuenta la leyenda que, hace ocho años, 300 espartanos lucharon y murieron. Y con ellos había muerto la posibilidad de hacer una secuela. Pero no era algo para apenarse, ya que su partida había estado llena de una gloria que no olvidaríamos fácilmente. De hecho, en los años que siguieron, muchos continuarían hablando de su increíble hazaña, la cual inspiró a un ejército de nuevos héroes –o, mejor dicho, productos similares e inferiores: La saga FURIA DE TITANES, INMORTALES, CENTURIÓN, LA LEYENDA DE HÉRCULES, POMPEII y las series “Spartacus” y “Rome”, entre otras–. Pero 300 (2006) es ahora historia antigua. Siempre encontrándole la vuelta, Hollywood se arriesgó a perder esa gloria en pos de la taquilla y decidió estrenar 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO (300: RISE OF AN EMPIRE, 2014), una continuación que funciona inteligentemente como una precuela/historia paralela/secuela de la cinta de Zack Snyder. En ésta, el protagonista Temístocles (Sullivan Stapleton) inspira a su ejército (al mejor estilo Leónidas) parafraseando al Che (aunque una frase similar ya había sido dicho por Emiliano Zapata y otros): “¡LES MOSTREMOS QUE PREFERIMOS MORIR DE PIE, EN VEZ DE VIVIR DE RODILLAS!”. Y con su permiso, usaré esas épicas palabras para empezar a analizar la película. Si bien los espartanos murieron (de pie), la franquicia revive para seguir luchando, sin perder su calidad visual o su salvaje naturaleza. Nadie está rodillas aquí. El universo creado por Frank Miller –plasmado por el visionario estilo de Snyder e inspirado en la historia griega– se expande. Y, por el momento, 300 se mantiene viva. Viva y de pie. El nuevo director a cargo, Noam Murro, logra recrear a la perfección el atrapante y comiquero estilo visual y narrativo de Snyder, convirtiéndola en una digna segunda parte. Tal vez no llegue a la altura de la original, pero es una continuación que sí entretiene e impacta en sus mejores momentos. Lamentablemente, no logra sorprender demasiado cuando la precisión de Murro por imitar a Snyder, choca con el recuerdo aún vivo de la primera 300. Por su estilo visual, su libre y extraña re-interpretación de la historia, sus escenas de acción y sus protagonistas, la película original de Snyder era algo único (¿Buena o mala? Eso ya depende de cada uno de ustedes). En cambio, 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO es una porción más de la misma torta –y todos sabemos que algo rico nunca es más rico después de haberlo probado por primera vez–. Entendiendo esto, la secuela intenta constantemente ser más violenta y grande que su predecesora. Y cada vez que muestra una batalla en el océano, una pelea de espadas o a la hermosísima y talentosa Eva Green, siento que lo consigue. Y puede que se repita demasiado formalmente hablando (¡Hay suficientes cámaras lentas y narraciones solemnes como para armar un ejército de películas indies!), pero afortunadamente se renueva con algunos elementos que antes no nos habían mostrado. Ahora abarca varios personajes, muchos puntos de vista y diferentes momentos en el tiempo, presentando además nuevas formas de combate y otras culturas (los atenienses, más estratégicos y menos musculosos para alegría de los novios celosos). Todos esos elementos se van estructurando equilibradamente para contarnos el origen de Xerxes (Rodrigo Santoro) y de su manipuladora aliada Artemisia (Green), y para explicarnos su rivalidad con Grecia y su sed de venganza hacia un tal General Temístocles, que darán paso a una sangrienta guerra de proporciones nérdicas. 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO se mantiene de pie por sí sola, pero no logra alejarse lo suficiente de la sombra de Leónidas y sus espartanos. Incluso recicla caras conocidas (Gorgo, El Mensajero Persa, El Jorobado Traidor y un no tan aprovechado Xerxes) y algunos personajes arquetípicos de la primera (hay una subtrama de padre-hijo y un compañero fiel). Pero lo cierto es que, en lo que más flaquea, es en su protagonista. A Stapleton (que no es ningún Gerard Butler) le falta carisma y fuerza para llevar la película sobre sus hombros. Por suerte cuenta con la ayuda de Eva Green, quien se roba el film (y nuestros corazones) interpretando a una Artemisia ingeniosa, sensual y despiadada. Transformada por completo en esta comandante –que ya encabeza mi lista de los mejores villanos del año–, la actriz es capaz de bancarse momentos de pelea, de drama y de desnudos (en una rara escena de sexo, muy bien planteada), sin perder nunca su imponente y letal actitud. Junto a una Lena Headey más activa, Green convierte este festival de machismo en una película de mucho empoderamiento femenino. Pero no se asusten, muchachos: Aquí sobra la espectacularidad, las increíbles escenas de acción y los preciosos momentos de pornografía gore y sangre digital. Es, sin dudas, el pack completo para dejar a los seguidores de la franquicia satisfechos… e impacientes. Porque, en lugar de cerrar el film con gloria, 300: EL NACIMIENTO DE UN IMPERIO decide cerrar con un “Continuará…”. Y es muy probable que 300 continúe con otra secuela. Yo me quedo aquí esperando. Esperando de pie, porque seguramente no tarda en llegar.
Un poema visual de la violencia De entrada, parecía que hacer una secuela de “300” era un desafío muy grande. Porque Zack Snyder (asimismo hábil transponedor de “Watchmen”, obra maestra de Alan Moore ilustrada por Dave Gibbons) había logrado una genialidad visual: plasmar en el cine la estética y la paleta visual de la novela gráfica del genial Frank Miller, el mismo que gestó “Sin City” (otra transposición visual de registro diferente, de cuya dirección participó, y cuya secuela llegará este año también). Miller mismo no ha terminado “Xerxes”, su continuación en cómic, pero participó como productor de esta secuela, con una historia más compleja que la anterior, en la que Snyder pasa al guión y la producción para cederle la dirección a Noam Murro. Si “300” se centraba en la batalla de las Termópilas, con el rey Leónidas encabezando su magra dotación contra el ejército persa, aquí el período de tiempo es más amplio, extendiéndose entre antes y después de las batallas de Maratón y Salamina. Seducción y muerte La trama se vuelve aquí casi shakespeariana, con juegos de amor y odio, de destinos fatales y madrugadas previas a la batalla. La historia arranca diez años antes de lo ya visto, cuando los atenienses se jugaron todo a un ataque sorpresa en Maratón, con una flecha de Temístocles derribando a Darío, rey de los persas. Pero allí salvó su vida su hijo Jerjes, que decidió convertirse en un “rey dios” (ya que sólo los dioses podían derrotar a los griegos, según los oráculos) apoyado por Artemisia, la comandante de la flota persa. Ella misma, tan bella como sanguinaria, es un producto del peor lado de la cultura helena: griega de nacimiento, vio a su familia ser asesinada y violada por otros griegos, sólo para ser convertida en esclava sexual durante su adolescencia. Rescatada por un secuaz de Darío, se entrenó en armas y juró vengarse de ese mundo que la ultrajó. Así, se desatará un ajedrez de intrigas, seducción y guerra entre el general compasivo y la impiadosa almirante, en el que los espartanos (encabezados por la reina Gorgo, viuda de Leónidas) tendrán chance de vengar a los suyos, ante los ojos del temible emperador persa. Posrealismo Se apuesta aquí a un juego de contraposiciones. Por un lado, en su personalidad y sus arengas, Temístocles es un opuesto de Leónidas: donde el espartano hacía un culto del honor guerrero y la muerte honrosa, el ateniense estimula la lucha por la vida del hermano, del compañero y se turba por cada viuda y cada huérfano surgido de su mando. Donde uno fue rey por derecho de sangre y revalidación de la fuerza, el otro es un general exitoso a la fuerza, al servicio de la democracia naciente. Otro cruce (visualmente muy explícito) es el de los remeros libres de Atenas contra los galeotes encadenados de los persas: otra vez, es una batalla de hombres libres contra lo que Karl Marx clasificó como despotismo oriental, sociedad de monarca, súbditos y esclavos. Además, hay juegos cromáticos: si en el filme anterior primaban los colores tierra combinados con los rojos de las capas espartanas, aquí el azul del mar y sus brumas se combinan con el azul de las capas atenienses. Porque de eso se trata también: de la puesta visual posrealista, nacida de una estética de cómic que sirve de alimento a una nueva exploración visual del cine. Puesta que estetiza la violencia como forma de arte, con una sangre de alta viscosidad y unos movimientos coreográficos que se convierten en un ballet de la vida y la muerte (con cambios de velocidad incluidos, aporte de los hermanos Wachowski a la cinematografía). Todo esto producto de un retoque digital que no se esconde sino que deja ver las pinceladas de esa irrealidad cromática y cinética. Cuerpos y rostros Desde el punto de vista de los intérpretes, los protagonistas exclusivos son el poco visto Sullivan Stapleton y la muy vistosa Eva Green. El primero logra convencernos del héroe que debe llevar en la piel: aunque explote pocos matices, alcanza para darle forma al atribulado Temístocles, bastante seco en sus emociones. Y, como todos los personajes masculinos, tiene el physique du rôle para un fornido guerrero. Por el lado de Green (el gran hallazgo de Bernardo Bertolucci en la inexplicable “Los soñadores”), explota el lado más gélido de su belleza para encarnar a la resentida y despiadada Artemisia. Y se luce en escenas “de cuerpito gentil”, en su intento por conquistar el alma del guerrero. Fuera de ellos, algunos secundarios tendrán sus momentos: Callan Mulvey (Scyllias), Hans Matheson (Aesyklos) y Jack O’Connell (Calisto). Por otro lado, repiten Rodrigo Santoro (Jerjes), Lena Headey (reina Gorgo), David Wenham (Dilios) y Andrew Tiernan (Efialtes). Ellos le ponen el cuerpo a la explosión sensorial de este poema visual sobre la violencia.
300: El origen de un imperio no es exactamente una precuela, sino más bien una historia paralela que transcurría al mismo tiempo, antes y después que lo contado en 300 (aquel film del 2006 obra de Zack Snyder basado en la célebre novela gráfica de Frank Miller). Pero esta vez Snyder sólo se dedicó a escribir el guión conjuntamente con Kurt Johnstad (también responsable de 300) y abrió paso a la dirección del novato director Noam Murro quien solo cuenta con Smart People (2008) en su curriculum. Y si su intención era llamar la atención de Hollywood, les ha dado con este film un banquete para que se nutran de él. 300 contaba cómo puntualmente el rey Leónidas de Esparta y sus guerreros se impusieron ante un ejército que lo superaba ampliamente en números, pero esa era solo la excusa para mostrar músculos y una puesta en escena creada enteramente digital, sin un solo escenario real. Y aquí el concepto es el mismo. La historia es tanto o más ligera que la de su predecesora y aquellos que decidan verla no deberían más que sincerarse de que no van al cine a que se les cuente una historia sino a algo más cercano a ver un reel de efectos especiales que cualquier otra cosa. Basta decir que, por ejemplo, si bien la mayoría de las luchas se desarrollan en barcos (en el mar) no existe ni una sola gota de agua que no haya sino creada digitalmente. Resulta un ejercicio muy divertido imaginar a Zack Snyder detrás de una computadora con el Nuke (o software de composición de FX de su preferencia), diciéndole a su colega director "ves Noam, si hacés click acá metés una cámara lenta, y si después soltás vuelve a la velocidad real". Lo malo es que quizás con una mejor dosificación de la violencia, del gore gratuito y del innecesario derroche de sensualidad forzada, se podría haber concebido un mejor guión que se ahorre varios minutos de pelea para focalizarse en sus personajes. Pero lo cierto es que tras la presunta grandilocuencia de los diálogos, los alardes de los protagonistas y las grandes palabras que utilizan, no existe ningún contenido real. La historia bien podría contarse en 30 minutos, pero naturalmente la película no se trata de eso, sino de intentar generar una excitación casi pornográfica con musculosos hinchados y cuidadosamente maquillados luchando contra una Eva Green bien escotada en un papel de malosa que entiende por "diplomacia" "tener sexo con el general de los enemigos" en una escena muy curiosa que hay que ver para creer (ver imagen superior). 300: El origen de un imperio de a ratos se parece más a un videojuego que a una película.
EL NACIMIENTO DEL SLIP Cuando escuchamos sobre el lanzamiento de 300: El nacimiento de un Imperio, inmediatamente pensamos en una secuela de la muy original “300″ (2006). Pero sorprendentemente, la misma transcurre antes, durante y después de la historia en la que los Espartanos eran protagonistas. Contándonos la historia desde otra perspectiva, presenciamos el nacimiento de Xerxes (Rodrigo Santoro) como el gigante pelado de voz gruesa con un ejercito de miles a sus pies y delirios de deidad. A la vez que conocemos a su segunda al mando, la comandante de las flotas persas Artemisia (Eva Green). La historia comienza en medio de una batalla donde hará su aparición nuestro protagonista Themistocles (Sullivan Stapleton) quien toma el mando del segregado ejercito Griego contra la avanzada flota persa del Rey Dario. Las cosas están claras desde la primer batahola. Los atenienses utilizan escudos, una espada o lanza y una gran capa azul, mientras que el enemigo viene armado hasta los dientes con un despliegue de artillería titánico, desde barcos con grandes esculturas de caballos en proa, elefantes, rinocerontes, elaboradas armaduras completas, guardias enmascarados y todo en tamaño Extra Large. Desde el principio tenemos lo prometido, peleas en cámara lenta con giros 360 y mucha sangre salpicando la pantalla. Los recursos de fotografía, la alta definición y el 3D son super aprovechados y se combinan logrando un baile de dobles de acción y efectos especiales a lo ancho de la pantalla. Sin dudas este es el tipo de 3D que quisiéramos ver en todas la películas. La profundidad que logran en batalla y las diferentes capas en una sola escena son muy extensas. Claramente podemos ver que “300: El nacimiento de un Imperio” fue diseñada para disfrutar 100% en un cine IMAX donde podemos atesorar por lo menos 2 ó 3 escenas épicas proyectadas en la totalidad de la pantalla, que combinadas con técnicas poco vistas en otras películas, nos dejarán boquiabiertos. Para aquellos que les gusten los efectos especiales, la película utiliza casi todas las técnicas del mercado: Pantallas verdes y azules, modelado 3D, fuego real y un muy buen fuego digital, dobles de acción peleando como dios manda logrando esas geniales coreografías filmadas en alta velocidad para luego detenerse en el aire en cualquier instante, técnica patentada para “300″ (2006) y que por supuesto no podía faltar en esta ocasión. En particular en esta entrega tenemos una gran variedad de batallas marítimas y para ello los efectistas nos traen una combinación de CGI y barcazas en tamaño real montadas en un estudio contra un fondo verde mostrando mucho detalle de las mismas. Sin dudas su antecesora tuvo un imperativo masculino, pero en esta ocasión, la mujer no solo hace su despliegue de táctica si no que también salta a la batalla, en este caso en las botas de Artemisia quien no sólo tiene la actitud sino que también se banca unos cuantos palos a la hora de defenderse. Sin dudas Eva Green logra llevar el papel muy cómodamente agregando su belleza al personaje. Junto con ella vuelve a hacer su aparición Queen Gorgo (Lena Headey) quien retoma su lugar como Reina y heredera del mejor de los ejércitos de toda Grecia, Esparta. Mucha acción, música tribal de fondo, un poco de sexo rudo y mucha, pero mucha sangre salpicando la pantalla (EN 3D!) es lo que verán en esta película que puede entretenernos durante casi 2 horas sin tener que esforzarse en la trama o en la rigurosidad histórica (ni hablar de los griegos o atenienses hablando en inglés e insultándose de maneras muy modernas). Si se lo toma por lo que es (una adaptación del cómic de Frank Miller llamado “Xerxes”, el cual no ha salido al público, y hasta el momento ha sido utilizado simplemente como un muy elaborado Story Board), pues entonces podemos disfrutar de esta película, que clasifica como bien pochoclera con su esperada dosis de acción, músculo y adrenalina.
Ojos bien cerrados. ¿Qué cambió de 300 a esta secuela que transcurre antes, durante y después de la primera? Fuera de que no hay ninguna escena de la potencia de aquel travelling, falso plano secuencia lateral en el que el protagonista se abría paso a través de las filas enemigas, o de que falta un personaje con el carisma de Leónidas y de alguno de sus soldados (como el que interpretaba Michael Fassbender en plan de luchador suicida), ¿cuáles son esos grandes cambios que lograron que una buena parte de la crítica local vea con ojos benevolentes la secuela, siendo que antes había destrozado la anterior? Recordemos, a la primera 300 se la tildó (y en muchas notas se la sigue tildando) de patriotera, fascista, militarista, imperialista, superficial y, créase o no, hasta de nazi. Creo que ninguno de esos adjetivos le caben, que los críticos (no solo los locales) se indignan rápido con historias que no pueden encasillar bajo alguna etiqueta cómoda, y que la crítica de cine suele tener muchos problemas a la hora de separar el mundo ficcional de las películas del nuestro (por el mismo equívoco puede llegar a defenderse una película como 12 años de esclavitud, sosteniendo que la denuncia cinematográfica del racismo puede influir directamente en la vida cotidiana, que sirve de algo). Ahora, si un crítico adscribió a alguno (o a todos) de esos adjetivos, lo cierto es que no debería haber nada en El nacimiento de un imperio que lo haga cambiar de idea: los diálogos ampulosos acerca de la defensa de la patria a cualquier costo, el desprecio por la palabra política, la estetización de la violencia, el tan mentado por los personajes como ridículo “éxtasis de muerte”, la exageración formal que no duda en abusar de los retoques digitales, el ralenti o los planos exageradísimos; nada indica que la secuela haya cambiado en algo la búsqueda de la primera, más bien parece haberla continuado tratando de repetir ciegamente el resultado de una fórmula que alguna vez fue exitosa. Lo que pasó para que la crítica leyera El nacimiento… como una versión mejorada de 300 fue, simplemente, Eva Green. Ahora hay una mujer guerrera, sádica, asesina sin piedad y consumida por la venganza que ocupa un lugar de importancia en la trama (mujeres así ya había en la primera pero eran personajes secundarios). Ella es la que dirige las tropas de Jerjes, la verdadera artífice del poderío del rey persa; de huérfana y esclava sexual pasa a capitana de una flota interminable, toda una self-made woman. El personaje es seductor y funciona perfectamente en el entorno contruido por originalmente en el cómic por Frank Miller, ese mundo devastado de colores y formas imposibles donde la única acción y reacción posibles son la guerra y la agresión. Pero sucede que la crítica de cine no escapa a los mandatos de la corrección política, y que esa figura femenina y poderosa pareciera haber conquistado irremediablemente a los críticos, como si su sola presencia ya habilitara a decir una o dos cosas buenas acerca del conjunto, por el hecho de no estar ya frente a una película como la primera 300 en la que los hombres son el único motor de los acontecimientos; ahora hay una mujer que se comporta como ellos y que incluso llega a ser más salvaje y sanguinaria, entonces ahí puede observarse una nivelación, una concesión femenina a la propuesta eminentemente masculina de la anterior que le da un toque de diversidad al casting, que convierte la película en un objeto un poco más digerible. Otra cosa es que, estando Eva Green (un poco afeada, es cierto, pero igual de calenturienta que siempre) los críticos ya no tienen que preocuparse por el hecho de disfrutar una película que hace del cuerpo masculino un espectáculo en sí mismo y su principal material de trabajo; el homoerotismo declarado de la primera parece resultar menos incómodo ahora que hay una mujer tetona en medio del mar de pechos y brazos esteróideos. Lo cierto es que El nacimiento de un imperio sigue de cerca los pasos de 300. Su principal objetivo cinematográfico es lo que, incluso en las críticas favorables, sigue causando molestia: la posibilidad del cine de contar mundos inéditos con sus propias reglas, que no siempre pueden ser juzgados en los mismos términos que el nuestro. En El nacimiento… también se ensalza el combate y el fanatismo militar por sobre cualquier otra profesión (la política apenas si es mostrada al comienzo, y el principal orador es Temístocles, un general), pero no deja de ser rídiculo postular que la película defiende esos valores si al mismo tiempo construye un mundo que nada tiene que ver con el nuestro: no es solo que El nacimiento… transcurre en época distante como la Antigüedad, sino que esa Antigüedad está mucho menos preocupada por la Historia que por la estilización formal y narrativa. Lo que mucha crítica sigue señalando despectivamente como superficial no es ni más ni menos que la apuesta central de la película, y el inexistente anclaje histórico y político de 300 lo muestra perfectamente una nota de Slavoj Zizek en la que se decía que, en contra de la lectura dominante que había hecho el periodismo, 300 era una película anti imperialista, ya que el lugar de gran potencia en ese momento lo ocupaba Persia y no las ciudades estado griegas como Esparta. La lectura anti imperialista suena igual de risible que la otra, por los mismos motivos: las dos se niegan a ver la(s) película(s) en tanto cine, no pueden lidiar con lo que la pantalla les pone delante y necesitan vincularlas de cualquier manera con la actualidad apelando a una conexión fácil e inmediata, que no deja espacio para entrar en contacto con la textura particularmente áspera y cautivante que ofrecen 300 y El nacimiento… Esta vez al menos está Eva Green que, aunque sea por un rato, ayudó a dirigir los ojos de los críticos de nuevo hacia las imágenes.
Un reguero de sangrientas venganzas Mientras Leonidas y sus valientes espartanos luchan a muerte en el Paso de las Termópilas, la flota persa se dispone a invadir el país por el sur. El ateniense Temístocles sabe que la unión de todos los griegos será la única manera de frenar la debacle y por eso intenta convencer al reino de Esparta para que se una a la cruzada. Al comando de los barcos de Jerjes, el dios-rey, está la bellísima Artemisia, dispuesta a todo para lograr la victoria. Esta secuela de “300” es una historia de venganzas. Venganza de la reina Gorgo por la muerte de su esposo, Leonidas. Venganza de la comandante Artemisia, marcada por la tragedia familiar y por las vejaciones sufridas cuando era niña. Venganza de Jerjes por el destino de su padre. Hay mucha gente enojada y por eso se explica la furia colectiva. Claro que de shakesperiano la película sólo tiene el enunciado. La carcaza. La pulpa del filme -fácil es imaginarlo- se consume en los campos de batalla. En la tierra y, sobre todo, en el mar. Sombríos y feroces, los comics de Frank Miller desnudan las aristas más primitivas de la condición humana. El escenario de las lejanas guerras médicas es ideal para potenciar esa violencia explícita. Miller no se pregunta cómo habría cambiado el destino del mundo si los persas hubieran conquistado Grecia. Para él las batallas -Maratón, las Termópilas, Salamina- son decorados entre los que fluye la sangre y los hombres hacen su trabajo. Zack Snyder tradujo a la pantalla ese idioma y esa estética en la primera parte. Aquí dejó la dirección en manos del israelí Noam Murro, pero se reservó la supervisión del guión y de la producción. Las cosas no habrían sido muy diferentes con Snyder detrás la cámara. El Leonidas de Gerald Butler magnetizaba mucho más que el Temístocles que encarna el australiano Sullivan Stapleton (foto), un héroe que no mueve la aguja. El personaje clave es entonces Artemisia (Eva Green), comandante de la flota persa, perversa (con sus motivos) e irresistible. Se desinfla un poco Jerjes (el brasileño Rodrigo Santoro), tal vez porque descubrimos su camino al trono; tal vez porque le faltan los elementos mágicos/místicos con los que Snyder lo rodeó en la historia original. Series como “Spartacus” y “Vikingos” beben en las mismas aguas de “300”. El show de sangre salpicada sobre el lente, amputaciones y crímenes por el estilo ya no se sostiene por sí mismo; es imprescindible una buena historia que apuntale el chisporroteo de las espadas que se cruzan y los lanzazos que vuelan. Eso sí: el final pavimentó el camino para la tercera parte. A Temístocles y a Jerjes les quedan varios cabos por atar.
300: El Nacimiento de un Imperio es la secuela de 300, aquella gloriosa épica basada en la novela gráfica de Frank Miller, y cuyo virtuosismo visual sirvió para lanzar al estrellato a su director Zack Snyder. Al poco tiempo los talentos de Snyder quedarían refrendados por adaptaciones como Watchmen (2009) y El Hombre de Acero (2013), convirtiéndose en uno de los pocos directores de Hollywood especializados en comics - el otro vendría a ser Bryan Singer, con Superman Returns y sus interminables capítulos de la saga X-Men -. Aquí Snyder regresa sólo en calidad de productor y guionista, dejando la dirección en manos de Noam Murro - cuya única experiencia previa había sido la comedia Smart People (2008) -. Lo que hacen Murro y Snyder es calcar al detalle todos los elementos que caracterizaban a 300, volcándolos a una historia paralela que transcurre al mismo tiempo que Leónidas (Gerard Butler) despanzaba persas en el corredor de las Termópilas. Mientras que la película es espectacular y entretenida, por otra parte hay una fuerte sensación de ausencia - la del personaje de Butler -, zapatos que ninguno de los caracteres de la secuela puede llenar con dignidad, y eso desmerece el resultado final de la película. 300: El Nacimiento de un Imperio intenta hacer tres cosas: la primera es actuar como una precuela de 300, explicando el surgimiento del odio entre persas y griegos, el ascenso de Xerxes y el origen de Artemisia - la feroz guerrera devenida comandante en jefe de las fuerzas persas -, amén de ilustrar algunos detalles sobre el pasado de Temistocles, el rey ateniense que terminará encabezando la resistencia griega. En segundo lugar propone una narración paralela a la batalla de las Termópilas, con Temistocles negociando con los espartanos remanentes o recibiendo noticias de la caída de las fuerzas de Leónidas; y tercero, provee un pequeño avance en la historia de fondo, mostrando la imparable avanzada y el surgimiento de acciones deseperadas por parte del reducido ejército griego, el cual - al no ser tan experto en la lucha mano a mano como los espartanos - apela a ajustadas tácticas navales para hundir el grueso de la flota persa. El problema con la amplitud de semejante enfoque es que hay aspectos descuidados: el nacimiento como rey - dios de Xerxes no deja de ser anecdótico, y el rey desaparece durante el grueso de la película; hay demasiadas charlas y flashbacks haciendo referencia a Leonidas (lo cual hace extrañar demasiado su ausencia); y cuando el filme debe mostrar el genio militar de Temistocles (a final de cuentas, comanda una minoría enfrentada a un ejército abrumador), omite dar explicaciones sobre su estrategia. Mientras que en la realidad los atenienses (y el resto de los griegos) derrotaron a los persas a base de astucia, aquí figuran ser tal letales como los estoicos espartanos, con lo cual lo único que los diferencia es el color de la capa. Este es un detalle particularmente frustrante en el acto III - el gran combate naval en la bahía de Salamina -, en donde todo da la impresión que los griegos deben ganar por la aparición de un par de Deus Ex Machina, cuando en realidad la victoria sobrevino por una planeada estrategia, en donde los persas se engolosinaron con la masividad de sus fuerzas, y mandaron una cantidad tan descomunal de navios al golfo que terminaron embotellados y fueron presa fácil de los defensores. Mientras que la situación es recreada con cierta fidelidad - Xerxes, desde las alturas, contempla su flota trabada en el estrecho golfo -, no hay personaje ni narración en off que brinde explicación alguna sobre el suceso. Simplemente pasa... y después la película se termina. Sin dudas los combates son excitantes y, visualmente, el filme sea mas masivo y espectacular que 300 - las descomunales fuerzas terrestres y navales persas son mostradas en todo detalle y a cada rato - pero, por contra, carece de un lider al estilo de Gerard Butler en el primer filme. Aún con todo lo que lo ha desfenestrado la crítica, creo que la perfomance de Sullivan Stapleton (como Temistocles) es muy buena, y hay muchos personajes secundarios que resultan sólidos; en todo caso, lo que ocurre con 300: El Nacimiento de un Imperio es el mismo problema que pasaba con El Legado Bourne: si hablás tanto de un personaje que no está, el filme jamás logra tomar estatura ni personalidad propia y se limita a permanecer a la sombra del original. Por otra parte, el problema no pasa porque este capítulo tenga personajes supuestamente débiles sino que lo de Butler era tan formidable que resultaba excepcional. A falta de Butler, lo que tenemos aquí es a una Eva Green desbordante de vicio y sadismo, una perfomance tan deliciosa que termina por empalidecer incluso al sufrido héroe. He aquí una auténtica fuerza del destino, tan trágica como demoledora, la cual rezuma maldad por todos sus poros. 300: El Nacimiento de un Imperio es fallida y dispar, pero provee de manera sólida la cuota de entretenimiento que mi organismo estaba precisando desde hace semanas. Hay buenos diálogos, la villana es una máquina de devorar escenas, la acción es espectacular, y el show está servido; lo que le falta es personalidad propia y una historia algo mas pulida, pero como entretenimiento pasatista a mí me alcanza y me sobra, y por eso es que termino recomendándola. - See more at: http://www.sssm.com.ar/arlequin/300-rise.html#sthash.IL3mj8Mr.dpuf
Zack Snyder no dirigió la película por conflictos de agenda (Hombre de Acero), pero no djeó de producir y de poner su sello visual tan característico de la primera parte de esta película. Aunque decir "primera parte" es en cierto modo equivocado, pues "El Nacimiento de Un Imperio" es precuela, secuela y la misma historia, pero en otro lugar. Temístocles, el general griego de Atenas (recordar que Gerard Butler era de Esparta) se enfrenta a Artemisa, la mano derecha de Xerxes, el rey persa, que intentan entrar a Grecia por otro lugar. Del mismo modo, y razón por la cuál la película lleva de nombre 300, temístocles y un puñado de hombres deberán defender las costas griegas mientras intentan unificar Grecia y rechazar la invasión persa. Soberbia, con ua historia interesante (derivada de un cómic que aún no sale al mercado), con efectos visuales que justifican un 3D (un poco sangriento), Noam Murro toma la batuta y con la ayuda de Sullivan Stapleton y Eva Green, construye una historia de acción y heroísmo que casi iguala a lo magnífico de Gerard Butler. Un filme palomero que valía la pena en un frío invierno cinematográfico.
Contrariamente a lo que muchos presuponían antes del estreno, esta no es una precuela de 300, más bien es un filme paralelo, que sigue a los atenienses, en vez de a los espartanos en distintas batallas de una misma guerra. Aun así, tiene una introducción previa a la historia de 300, y continúa la historia de la misma también. Escuchá la crítica radial (click en el link)
La secuela-precuela paralela Una grata sorpresa es este nuevo film del director Noam Murro ("Smart People"), una película que a priori fue bastante cascoteada y de la cual se decía que era totalmente innecesaria. Bueno... ¿cuántas películas épicas y de acción son "necesarias"? La verdad que el género lo que busca generalmente es ofrecer mucho entretenimiento dotado de un gran despliegue técnico y de producción respaldado por una buena historia de fondo que complete el combo. "300, el nacimiento de un imperio" no es "Gladiador", pero si de aspectos técnicos hablamos, no hay nada que envidiarle a otras grandes producciones de esta envergadura. Si a esto le sumamos una historia épica delirante que si bien no tiene rigor histórico, es atractiva y logra mantener enganchado al espectador durante los . La estética dark, violenta y fiel a las formas comiqueras es algo que realmente se debe resaltar. Logra captar aún más que su antecesora la esencia de la viñeta y da vida tridimensional al comic de Frank Miller. La carga de acción, sangre, acrobacias y golpes es mucha y esto es, en gran parte, el atractivo de la franquicia. Por el lado del guión y las interpretaciones, se puede percibir claramente que no hay una intención de recrear los hechos históricos, sino que el objetivo va por la senda de ofrecer un relato delirante y moderno que atraiga al espectador. No es la historia más profunda del año, pero es de necio tildarla de basura por no seguir un hilo histórico. Un buen recurso que utilizaron fue el de presentar la trama como un acontecimiento anterior, paralelo y posterior a lo que sucedió en "300". En lo que a interpretaciones se refiere, sus protagonistas han estado muy correctos, destacándose la presencia de Eva Green ("Los Soñadores", "Casino Royale"), no porque haya brindado una actuación shakesperiana sino porque su carisma es grande y el personaje al que dio vida es fuerte, femenino y despiadado, algo que no estamos muy acostumbrados a ver en el cine de acción. En conclusión, es un gran entretenimiento que sigue la línea de la película se Zack Snyder y que no pretende ser una lección académica de mitología. El que disfrutó "300" no se va a decepcionar con "300, el nacimiento de un imperio". Recomendable.
El segundo round de la megalomanía griega. “Todo en el mundo es sobre el sexo, menos el sexo. El sexo es sobre poder”. Por supuesto, cuando Oscar Wilde pronunció esas palabras, él jamás podría haber imaginado una interpretación tan literal como la otorgada en 300: El Nacimiento de un Imperio (300: Rise of an Empire, 2014), donde una reunión entre rivales se transforma en una batalla erótica de puños y espadas, todo para ver quien se impone arriba en la cama que se vuelve una demolida sala de guerra. La madera vuela, los mapas caen destrozados, y los cuerpos se arrojan entre sí sin la menor indicación de duda. En su arrojo desvergonzado, esta escena resume la actitud de una secuela que, en el salto habitual hacia lo más épico, gana un sentido común en medio de la ridiculez. Algo de eso se puede atribuir a los siete años que pasaron desde que la batalla de las Termópilas llegó a las pantallas globales. Armado con la hoja de calcar pegada a la novela gráfica de Frank Miller, un par de trucos de velocidad en el montaje y sus divas, las pantallas verdes y azules, Zack Snyder tomó por sorpresa al mundo en 2007 con su péplum en esteroides, dando a creer a la gente la llegada del nuevo visionario de Hollywood (algo que su filmografía hasta hoy no para de negar). Vista ahora, la película esconde aún menos sus grandes grietas, donde la presentación solemne de su orgía sangrienta camufló la falta de sustancia con una estructura de videojuego y una avalancha de efectos especiales, dejando expuesta la estupidez de los escasos segmentos políticos y filosóficos, fragmentos semi-fascistas que capturan la torcida mente de Miller (no olvidemos, un hombre que durante años planeó un comic con Batman cazando a Osama Bin Laden). Pero claro, eso no impidió que, en su momento, la producción cementara el lugar del autor de historietas para adultos, y que, como es habitual en el mercado estadounidense, que reviviera los derivados de fornidos batallando. Hoy, con una oferta que va desde series como Spartacus hasta películas al estilo de Inmortales, la remake de Furia de Titanes, Pompeii y los dos films de Hércules que salen este año, el género está al borde del cansancio, por lo cual el regreso de los griegos y los persas toma la ruta habitual de elevar la escala, ignorando el hecho de que la producción original ya era casi una parodia. Por eso, el director de comerciales Noam Murro (quien, hasta ahora, tenía como único crédito cinematográfico la comedia dramática indie Smart People) toma la batuta del co-escritor y productor Snyder, en un relato que toma lugar antes, durante y después de la trágica lucha entre los 300 espartanos y el ejército de Xerxes (Rodrigo Santoro). Eva Green i 300- Rise of an Empire Basado en una novela gráfica no publicada de Miller, el film arranca diez años antes del conflicto original, con el general Themistocles (el australiano Sullivan Stapleton), liderando a sus hombres contra los barcos persas. En el calor de la batalla, muere el monarca enemigo, pero eso sólo causa el nacimiento de un rey dios. Una década después, Xerxes comanda su pueblo en una invasión de Grecia, donde Themistocles defiende las costas contra los ataques de la monumental fuerza oriental. Y, en una perspectiva bastante similar a la del dicho de Wilde, todo se levanta a un nivel pornográfico: discursos eternos sobre honor y gloria, sangre que se dispara como cerveza derramada, peleas en el medio del agua con choques de embarcaciones y caballos en llamas, y un apriete sin fin de pechos tan erectos como el Partenón. Por la mayor parte del film, Murro usa con efectividad la bolsa de trucos para la acción de Snyder, incluyendo el infame apuro en velocidad tras varios segundos de velocidad. Si toda la producción transcurriera sin la técnica, quizás se perdería un tercio de metraje. Pero atrás de toda la locura, el guión sigue escondido, encadenado para remar según las intenciones de los responsables. Por un lado, la trama, que durante un 80% del tiempo ocurre paralelamente al último combate de Leónidas y sus compañeros de gimnasio (lo cual parece más que nada una excusa para no sacar con dolor la chequera por una aparición de Gerard Butler), es casi totalmente innecesaria, con una presentación de sobras argumentales y cameos de los personajes de 2007 en el plato principal. Es un film de fondo, donde la mayoría de los personajes tienen tan poca profundidad que incluso el 3D (el cual no vale el cargo extra, a menos que alguien sea fan de ver un poco de lanzas, barro y hemoglobina algo más cerca) se siente con más dimensionalidad. Uno puede leer las etiquetas: está el déspota, el guerrero líder (Stapleton, tan remarcable en el thriller Animal Kingdom, es reducido a llenar la cuota de gritos inspiradores por batalla), el joven que quiere luchar para impresionar al padre, el padre que desaprueba a su hijo hasta que se vuelve orgulloso al verlo pelear dos días antes de retirarse, etc. Es todo tan previsible, que el film casi colapsa de tanta repetición. 300-Rise-of-an-Empire0 Gracias a todos los cielos por Eva Green, entonces. Como la manipuladora comandante enemiga Artemisia, la actriz francesa (Los Soñadores, Casino Royale) se carga el film a sus espaldas y no lo suelta más, entregando una performance lunáticamente sensual. Ella está dispuesta a todo; sea arrojándose en la escena de sexo mencionada al principio, o cortando, todo con una sonrisa diabólica, un tic que hace parecer que sus ojos van a saltar en cualquier momento, y una serie de trajes ostentosos que solo podrían ser descriptos como el guardarropas de una dragona dominatrix. Sólo alguien con un comprendimiento del tono de la (digital) pantalla que están devorando puede pronunciar frases como “Peleás más fuerte que cogés” y salir ilesa actoralmente. Ella resume el espíritu de 300: El Nacimiento de un Imperio, una continuación exagerada a un film que ya era exagerado. ¿Es superior? No. ¿Es entretenida? Seamos honestos: claro. De todas formas, quien lea esto ya sabe si quiere o no verla, y la decisión entre si se ve atractivo o estúpido vence la persuasión de cualquier frase de este texto. Citando a AC/DC (quizás el equivalente musical a la parafernalia visual de estos sucesos, aunque Black Sabbath suena durante los créditos finales), “si querés sangre, la tienes”. Si buscás algo más, estás en problemas.
Sangre a mares Cuando allá por el 2007 se estrenó en todo el mundo la película 300, se movió un poco el avispero del cine pochoclero, con la historia del general espartano Leónidas y sus tres centenares de soldados que solitos le hicieron frente a todo el ejército persa. Gerard Butler y sus abdominales tenían a su cargo el rol principal de la cinta, que con muchas licencias cinematográficas y una estética por aquél entonces novedosa y atractiva, mostraba un fragmento de la lucha en la antigua Grecia con buena mano en la dirección (Zack Snyder estaba detrás de cámaras) y una trama que no andaba con vueltas. Ahora, lo único que queda de la primera aventura es el número y la estética. El protagónico ya no es de Butler, la dirección corrió por cuenta del israelí Noam Murro y el guión es un poco más rebuscado. Aunque nobleza obliga, la premisa fundamental de la que parte este tipo de filmes y el propio género se cumple quizá hasta con exageración: el público que se acerque a las salas con ganas de ver sangre en cantidades industriales, batallas increíbles, peleas monumentales y algo de sexo, seguramente saldrán más que satisfechos. 300: El nacimiento de un imperio es, fundamentalmente, un festín de adrenalina y violencia sobre el cual se apoya, casi de forma desganada y con fórceps, una historia. Mujer fatal. A diferencia de su predecesora, en esta cinta quien se lleva la atención es el rol femenino. En resumidas cuentas, la trama se desgrana en esta película al mismo tiempo en que se suceden los hechos de la primera, pero con eje en una gran batalla marítima que enfrentó a los griegos, liderados por Temístocles (Sullivan Stapleton), contra las mucho más numerosas tropas persas del rey Jerjes (Rodrigo Santoro), comandadas por la tan villana como sensual Artemisia (Eva Green). Y como se mencionó a un principio, es este último personaje el que más fuerza irradia, el que con sólo un poco de garra sobresale por sobre el resto. Porque a diferencia de la entrega anterior, cuyos protagonistas tenían peso propio, esta continuación carece de personajes fuertes. Es notable el esfuerzo que se puso en la técnica: hay efectos especiales como para darse un banquete y algunas escenas están verdaderamente bien logradas en el plano visual, sobre todo las que muestran las batallas. Como contrapartida, el libro no sitúa a los protagonistas (salvo la excepción mencionada) en el pedestal épico que sí exudaba el Leónidas interpretado por Gerard Butler. Hay un esfuerzo por conectar ambas propuestas, y el director Murro se toma un tiempo también para explicar las motivaciones que los guían. 300: El nacimiento de un imperio es un buen entretenimiento y no más que eso. Además, un entretenimiento dirigido a los que gustan de masacres y escenas crudas de violencia. Si el objetivo es darse una panzada con estos platos, quienes paguen el ticket no tendrán quejas.